Disclaimer: Los personajes de «Ranma 1/2» pertenecen exclusivamente a Rumiko Takahashi.
Dedicado con todo mi amor a mi ángel, DAIKRA.
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Tú, yo y P-Chan
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Era una típica tarde de verano en el dōjō de la familia Tendo, como todos los días cada uno de sus integrantes se encontraba realizando sus actividades correspondientes. Pero para Akane esa tarde era muy diferente.
Ese día por la mañana de camino a la escuela, Ranma le propuso a la azabache que se tomarán una bebida en una conocida cafetería luego de la comida, le había comentado de manera despreocupada que lo hacía porque al parecer haría mucho calor y, no era de su agrado ir solo a ese lugar.
Akane sonrió y aceptó gustosa su invitación. Lo conocía muy bien, sabía que él nunca le diría directamente, que esa era una cita, pero ese era un detalle sin relevancia, lo importante era que quisiera pasar tiempo a su lado.
La mañana en el instituto se pasó volando, cuando se percataron de lo rápido que avanzó el tiempo ya habían vuelto a casa.
Los jóvenes se reunieron con su familia a degustar sus alimentos, era un momento agradable aunque, siempre sucedía más de algún altercado que hacía que alguno de los hombres saliera afectado.
—Nos vemos aquí, en una hora —informó el azabache antes de retirarse del comedor.
—Sí, claro —alcanzó a decir Akane cuando lo vio cruzar la puerta.
Tenía el tiempo exacto para arreglarse así que, rápidamente dirigió sus pasos a su habitación, estaba segura que alguno de sus atuendos la haría resaltar aún más su belleza. Buscó entre sus prendas y encontró un precioso vestido rosa con estampado floral, recordó que también tenía un listón rosa para su cabello que hacía juego con la delicada prenda que había escogido. Sonrió al verse en el espejo y darse cuenta de lo linda que se veía con todo su conjunto.
—¿Me veo bien, P-Chan? —preguntó a su querida mascota.
El cerdito asintió con la cabeza, viéndola con sus ojos llenos de brillo, haciendo que Akane sonriera un poco más.
Tomó entre sus brazos al pequeño cerdo negro y con su mano derecha sobo su lomo, no entendía por qué a Ranma le encantaba fastidiarlo tanto, si este era un animalito tan tierno.
Con cuidado dejó a P-Chan en el suelo, se vio por última vez en el espejo y salió muy emocionada al encuentro con su prometido. Deseaba que por primera vez fuera una salida sin discusiones aunque, conociendo a Ranma y conociéndose a ella misma cualquier cosa podría ser posible.
—Veo que no tardaste —comentó el ojiazul, quien se encontraba recostado en una de las paredes de la entrada del comedor con su típica pose de manos atrás de la nuca.
—N-no, para nada, me puse lo primero que encontré —musitó despacio la joven, al darse cuenta que su prometido la veía de reojo, cómo restándole importancia a lo que sea que llevara puesto.
—Te ves… bien —expresó sereno—, para ser una chica poco femenina, ese vestido no te queda tan mal —dijo encogiéndose de hombros.
Akane al escucharlo decir eso se puso furiosa, ¿cómo era posible que fuera tan desconsiderado? Ella había elegido el vestido más bonito que tenía en su armario, se había esmerado por verse linda. Deseaba con todo su corazón que esa tarde tuvieran un hermoso momento juntos, pero al parecer todo se había ido al carajo, gracias al comentario tan mal intencionado que su prometido le había hecho.
—¡Ranma eres un tonto! —le gritó con todas sus fuerzas, se sentía tan herida que lo único que quería hacer era golpearlo por lo insensible que había sido.
—¡¿Y a ti qué te pasa?! ¡Estás loca! —esbozó molesto al verla tan irritada, no le había dicho nada malo, ¿por qué demonios actuaba de esa manera?
—Sabes qué, Ranma… —lo vio con los ojos llenos de rabia apretando los puños fuertemente—. ¡Vete al diablo!
El aludido la vio marcharse rumbo a su habitación, estaba perplejo, nunca imaginó que una simple broma la molestara tanto. Era evidente que nunca entendería a las mujeres y mucho menos a su prometida.
Se dio la vuelta y se marchó, si ella se iba a poner en esa postura infantil él buscaría otra cosa que hacer. No se iba amargar la tarde por ella.
Akane llegó a su alcoba, entró, cerró la puerta con seguro y se tiró en su cama a llorar, se sentía triste y decepcionada, Ranma la había lastimado mucho con ese comentario absurdo que le había dicho.
No quería que nadie la molestara, no tenía ánimos de nada. Se terminó haciendo una bolita, sollozando por lo mal que se sentía.
Se encontraba tan metida en su estado, que no se percató que un pequeño cerdito le estaba haciendo compañía.
P-Chan la había observado desde que regresó a su habitación, él quien tenía la intención de volver a la normalidad aprovechando que ella no estaba, tuvo que posponer su plan al darse cuenta que la chica que tanto le gustaba se encontraba llorando y, no tenía qué preguntar quién había sido el responsable de ese llanto.
«Ranma eres un idiota» pensó el cerdito, al contemplar las grandes y pesadas lágrimas que caían del rostro de la azabache.
Sin hacer ruido se acurrucó cerca de su cabello y comenzó a acariciarlo suavemente con sus patas, transmitiéndole un poco de consuelo con su gesto.
Akane apenas lo observó con sus acuosos ojos, levantó medio cuerpo de la cama, tomó al cerdo entre sus brazos, lo apretó contra su pecho y empezó a sobar su lomo, no sabía la razón, pero hacer eso la calmó. P-Chan era muy dulce y casi siempre estaba con ella en sus momentos de dolor. Lo despegó un poco de su regazo, se limpió las lágrimas con su mano derecha y se puso de pie.
En ese instante había tomado una decisión. Ranma no le iba a estropear su tarde, ella iría a esa cafetería así tuviera que ir sola, aunque, pensándolo bien, entre sus brazos tenía una buena compañía.
P-Chan parpadeó rápidamente, al notar la sonrisa de lado que se comenzaba a formar en la comisura de los labios de la joven, de un momento a otro su actitud había cambiado y algo le decía que ella tenía algo planeado, pues sin decirle una sola palabra salieron de la habitación, sin siquiera saber hacía donde se dirigían.
Media hora después de salir del dōjō llegaron a la cafetería, ahí se respiraba un ambiente agradable, las personas se veían muy animadas degustando sus alimentos, todas muy bien acompañadas. Akane se sintió un poco triste, pero luego recordó que ella tampoco iba sola, tenía a su fiel mascota junto a ella por lo que juntos pasarían una linda tarde.
Se sentaron en la barra de madera que tenía vista hacía la calle, la azabache vio el menú y, pidió una grande y refrescante limonada, era lo que necesitaba para contrarrestar el calor que estaba haciendo.
—¿Algo más que desee agregar, señorita? —preguntó una alegre mesera, mientras retiraba la carta que le había entregado minutos antes a la joven de ojos negros.
—Solo una pajilla extra, por favor —pidió amablemente la azabache—. Compartiremos la bebida —informó a su mascota sonriendo.
La chica se marchó y a los pocos minutos volvió con la orden que le habían encomendado, dejó sobre la mesa la copa de cristal y, le obsequió una pequeña reverencia a su cliente antes de marcharse.
Akane tomó ambas pajillas con sus manos, las sumergió dentro de la bebida y le hizo una señal a P-Chan para que bebiera con ella.
»—Es muy refrescante, ¿no te parece? —preguntó al cerdito, quien emitía sonidos que parecían afirmar lo que ella le había cuestionado.
Akane suspiró al recordar a Ranma, la idea de ir a ese lugar había sido suya y ahora, ella se encontraba en compañía de su mascota, no era que no le gustara pasar tiempo con P-Chan, pero no era lo mismo que haber pasado un momento feliz al lado de su prometido.
Llamó nuevamente a la mesera que la había atendido y, le pidió que le llevará otra vez la carta, todavía faltaba mucho para que anocheciera y lo que menos quería era volver a casa, vio de reojo a su cerdo que se encontraba feliz bebiendo la limonada; sonrió fuertemente y, terminó ordenando algo para compartir entre los dos.
Salió un momento de la casa Tendo para calmarse.
Cuando comprendió y entendió que sus palabras habían lastimado mucho a la azabache, pudo percatar de su error, haciendo que corriera de vuelta a su hogar para ofrecerle una disculpa. Quería decirle que aceptaba que era un tonto, desconsiderado, que no era su intención ofenderla, pero al llegar a su habitación se dio cuenta de que ella no estaba.
Se imaginó que con lo obstinada que era se encontraría en la cafetería, sola sin su compañía, apretó los puños fuertemente y, se recriminó por ser tan idiota. Iría a disculparse, pero quería hacerlo bien, por eso no llegaría con las manos vacías.
De camino a la cafetería se encontró con una venta de dulces, recordó que a la joven de ojos negros le gustaban mucho los chocolates, así que pensó en regalarle uno de sus favoritos, no quería parecer cursi obsequiándole una caja grande, eso solo haría que ella tuviera algún motivo para molestarlo, pero ya había sido muy rudo como para no demostrarle un poco de su afecto.
Ranma llegó a su destino y se quedó al otro lado de la calle, observando fijamente a Akane, se veía tan linda con su vestido y él había sido un tonto al decirle lo contrario, la contempló por unos instantes, hasta que un pequeño animalito negro llamó su atención.
P-Chan se ve veía feliz comiendo unas papas con sus patas, Ranma sintió que la sangre le ardía, ¿cómo se le había ocurrido a su prometida salir a una cita con ese cerdo? ¿No sé suponía que esa tarde era para ellos dos? ¿P-Chan se creía tan listo para aprovecharse de la situación? No eso sí que no, Akane era su prometida y no de él o de alguien más. Respiró hondo y, lentamente expulsó el aire contenido en sus pulmones.
El momento había llegado, sí Akane iba a tener una cita era con él y si el cerdo quería acompañarlos seria testigo del amor que desde hace mucho quería profesarle.
—Hola, veo que se la están pasando muy bien —masculló con una sonrisa fingida, al observar a su prometida alimentando tan cariñosamente al cerdito.
—¿Qué haces aquí? No creí que vendrías a buscar a una chica tan poco femenina como yo —esbozó molesta, ¿quién rayos se creía Ranma que era para aparecerse frente a ella cómo si nada hubiera pasado?
«Ranma… quién demonios te invitó a venir» pensó P-Chan con fastidio, al notar que el ojiazul se sentaba junto a su querida Akane sin siquiera haberles preguntado si querían compañía.
El azabache pasó por alto los ojos saltones llenos de ira que le otorgaba el cerdito, él estaba ahí por Akane y a menos que ella se lo pidiera no se marcharía a ningún lado.
—Akane, no quiero pelear más —dijo al devolver su mirada a la de su prometida—. Quiero que me perdones por ser un imbécil, que siempre te lastima con sus palabras— suplicó con sinceridad.
—Ranma… tú, ¿qué es lo que estás diciendo? —Akane estaba aturdida, nunca se imaginó que su prometido llegaría a ese lugar a pedirle disculpas, ¿qué era lo que estaba pasando?—. De verdad, tú m-me, ¡me estás pidiendo que te perdone! —exclamó fuertemente, liberando con esa frase toda su confusión.
El ojiazul la vio con ternura, tomó sus manos y las apretó contra las suyas, inclinó su cuerpo para quedar un poco más cerca del rostro de la azabache y le sonrió dulcemente.
—Sí, quiero que me perdones —musitó suavemente—. Akane, soy un bruto lo reconozco, muchas veces te hago bromas sin sentido porque me gusta molestarte, pero en esta ocasión me pase con mis palabras. Te mentí al decirte que no te veías femenina, la verdad es que ese vestido te hace lucir hermosa, más de lo que ya eres. ¿Podrías disculparme, por favor?
Ranma, yo… —se había quedado sin palabras, todo eso sonaba a una confesión, sabía que al chico le costaba mucho expresar sus sentimientos, pero ella no quería que la siguiera torturando con su manera de ser en la que no sabía qué era la que le trataba de decir, ella lo amaba, lo sabía desde hace mucho tiempo y, quería estar segura de si él también sentía lo mismo—. Te perdonó, pero…
—Imaginó que estás confundida con lo que te acabo de decir, es normal— comentó acariciando tiernamente su mejilla con su mano derecha, sin soltar las de ella que aún sostenía con la otra—. Sabes que me cuesta decir mucho lo que pienso, ya te diste cuenta que no soy tan bueno con las palabras —agachó un poco la mirada cuando reconoció su defecto, sin percatarse de que ella había soltado una de sus manos para también acariciar su mejilla, ofreciéndole con este gesto seguridad para que él continuara hablando—. Akane, yo… quiero demostrarte lo que siento.
La aludida se quedó en shock al observar a su prometido cada vez más cerca de su rostro, su corazón latía fuertemente, parecía como si fuera a salirse de su pecho, Ranma estaba ahí frente a ella con su nariz rozando la suya, se dejó envolver por el aroma de su amado, al fijarse cómo él se embriagaba con su dulce aroma, cerró los ojos al sentir nuevamente la caricia en su mejilla, estaba anonadada, todos sus sentimientos estaban a flor de piel en esos momentos, lo último que recordó fue la manera tan rápida en la que Ranma soltó su mano y la llevó hasta su cintura para atraerla hacia él, haciendo con esto que por fin sus labios se encontraran.
Los labios de su prometido eran suaves y delicados, la estaba besando con ternura y devoción, ni en un millón de años se hubiera imaginado que algo así le sucedería. Poco a poco Akane se fue relajando, disfrutando de esa danza que tenían en sus bocas, llevó sus manos hasta el cuello de su amado intensificando de esta manera el contacto, Ranma reaccionó a esto atrayéndola aún más a su cuerpo, rodeó con sus fuertes brazos la pequeña cintura de su prometida y sin pedirle permiso se adentró aún más a su cavidad bucal, aprovechando que ella inconscientemente había separado un poco sus labios.
Estuvieron besándose por unos largos minutos, nadie alrededor de la pareja importaba, ambos se había sumergido en su mundo, las sensaciones que sus cuerpos experimentaban en esos momentos eran indescriptibles, pero lo más importante de esa unión eran sus sentimientos que por fin habían manifestado.
No era necesario decir una sola palabra, sus almas se reconocían como iguales, ambos se pertenecían y ese beso era la prueba del amor tan grande que se tenían.
Se separaron lentamente, conectando nuevamente sus miradas, sus ojos brillaban, rebosando de amor en sus pupilas, ambos sonrieron, estaban felices, se amaban y aunque pelearan casi siempre, su necesidad de estar al lado del otro serviría para solucionar cualquier tipo de inconveniencia.
—T-te amo —murmuró Akane con sus mejillas ruborizadas, antes de enterrar su rostro en el pecho de su prometido.
—Y yo a ti, Akane —confesó con amor el azabache, estrechándola delicadamente contra su torso, aspirando una vez más el dulce aroma que salía de su hermoso cabello.
Su atmósfera era perfecta, la pareja de enamorados permanecían juntos, derrochando amor, mientras un pequeño cerdito negro observaba la escena con un profundo dolor.
P-Chan se quedó helado cuando vio todo lo que había pasado, nunca se hubiera imaginado que Ranma siendo tan tosco hiciera algo así. Él la amaba, pero sabía que su corazón era de otro y aunque le doliera, lo que realmente le importaba era que su querida Akane fuera feliz. Más le valía a Ranma no hacerla sufrir.
«Ranma espero que esta vez, no seas un idiota» pensó distraído, sin percatarse que con todo lo que había pasado, se había parado cerca de la orilla de la barra, haciendo que uno de sus movimientos lo hiciera perder el equilibrio y terminara cayendo hasta el suelo.
La pareja se estremeció con el impacto, dejaron de abrazarse y fijaron su mirada hasta el piso, donde un pequeño cerdo negro se encontraba tirado. Akane se agachó con cuidado y lo tomó entre sus brazos, acarició con cariño su lomo hasta que P-Chan hizo un ruido que le dio a entender a la joven que se encontraba con bien.
—Charlotte había olvidado que estabas aquí —arguyó el azabache con sarcasmo.
—Rama no le digas así, su nombre es P-Chan —le recordó Akane rodando los ojos—. No te das cuenta que se lastimo, ¿te encuentras bien, P-Chan?
El cerdo se removió entre los brazos de su dueña y asintió levemente con su cabeza, la observó con unas pequeñas lágrimas entre sus ojos, ella era tan linda y perfecta, estaba embobado con su belleza que sin pensarlo más recostó su rostro sobre su pecho.
—¿Qué diablos crees que haces, Ryōga? —masculló Ranma con fastidio cerca de la oreja del cerdo, mientras lo retiraba del pecho de su prometida, sí él creía que se seguiría aprovechando de su condición de mascota para estar cerca de Akane estaba muy equivocado.
P-Chan comenzó a patalear, intentando soltarse de las manos del ojiazul, una cosa era que aceptara su derrota, otra muy diferente era que siempre hiciera comentarios sin sentido para que Akane se enterara de su secreto. Lo vio con enojo transmitiéndole en su mirada todo lo que no le podía decir hasta que volviera a la normalidad.
—Ranma lo asustas, dámelo —exigió Akane molesta, su prometido parecía un niño chiquito peleando con su indefensa mascota—. ¿Estás bien? —preguntó al cerdito luego de arrebatárselo de las manos al azabache y dejarlo sobre la barra.
«Akane, tú siempre tan linda, preocupándote por mí» pensaba P-Chan mirando con ternura a su dueña.
—Akane —susurró el ojiazul, recobrando de esta manera la atención de su amada—. Toma, te compré esto. —sacó de su bolsillo el chocolate y se lo entregó en sus manos.
—Pa-para mí —comentó sorprendida, esa tarde había tenido tantas emociones que no imaginó que Ranma aún tendría algo más para ella—. Gracias —expresó con una enorme sonrisa.
—Los vi y pensé en ti, sabía que te gustaban mucho —comentó encogiéndose de hombros—. Me alegra hacerte sonreír.
Esa última frase hizo que el corazón de Akane diera un salto, Ranma podía ser muy rudo e insensible en algunas ocupaciones, pero también era un joven tierno, dulce y hasta romántico, quizá nadie más conocería esas características de su prometido, eso la hacía sentirse amada, después de todo era ella quien vivía en su corazón y tener esos privilegios la hacían feliz.
—Gracias —susurró luego de acercarse a su oído—, también quiero hacerte sonreír —murmuró cerca de sus labios, llevó su mano derecha hasta su mejilla y con la yema de sus dedos la acarició suavemente, cerró la poca distancia que la separaba de los labios de su prometido y depositó en ellos un tierno beso, se separó de él lentamente y, le sonrió, con esa preciosa sonrisa que a Ranma tanto le gustaba.
—Prometo hacerte feliz —dijo el azabache con una enorme sonrisa en su rostro.
Una mesera se les acercó para ofrecerles algo más para tomar, los dos estaban muy sedientos y hambrientos, pidieron un par de bebidas y algunos snacks para compartir.
La tarde no había empezado como se esperaban, pero definitivamente había terminado mejor de lo que alguna vez hubieran imaginado.
Esa cita de tres se había convertido en la mejor de sus vidas, gracias a los celos por P-Chan, Ranma se había armado de valor, dándole ese impulso que necesitaba para expresar sus sentimientos.
«Te debo una, Ryōga» pensó el azabache, mientras compartía una rica limonada con su prometida.
Definitivamente volverían a esa cafetería a revivir ese tierno y apasionado beso, aunque, eso podían hacerlo en cualquier lugar cada vez que quisieran, ¿cierto?
FIN.
¡Hola!
¿Cómo han estado?
En esta oportunidad quería compartir con ustedes un poco de mi amor por Ranma y Akane, aunque, les confieso que también tengo una debilidad muy grande por Ryōga y, es por eso que surgió esta idea de una cita de tres.
Espero les haya gustado, personalmente me divertí mucho escribiéndolo.
DAIKRA sabes que una de las cosas que más deseo en esta vida es verte sonreír y, siempre que pueda buscaré la manera de poner una en tu hermoso rostro. Te amo con el alma.
Estaré muy atenta a sus comentarios.
Con amor.
GabyJA
