Capítulo 3

Cuando Taichi se despertó, eran casi las siete de la mañana. La sala de descanso y los pasillos del hospital volvían a animarse. Médicos y enfermeras circulaban para prodigar los primeros tratamientos a los enfermos. Taichi se enderezó y vio el asiento donde estaba Meiko el día anterior: estaba vacío. ¿A dónde había podido ir?

– ¿Agumon?

– ¿Mmm? murmuró, despertándose. ¿Qué?

– ¿Viste a Mei?

– Mmm... no. Pero tengo hambre.

Taichi se levantó y fue a comprar un desayuno a Agumon. Luego atravesaron los pasillos: de repente Taichi vio a Meiko salir de una habitación. Era la de Ken.

– ¿Mei? Me preguntaba dónde te habías ido, estaba preocupado por no verte.

– Lo siento. Hablé con Ken Ichijouchi esa noche. Creo... creo que entiende lo que puedo sentir. Me vino bien hablarlo con alguien.

Taichi frunció levemente el ceño, sin saber por qué. Tal vez porque hubiera preferido que Meiko se confiara a él. Pero en el fondo, tenía razón: Ken estaba probablemente mejor posicionado para entenderla.

– Me alegra que te haya ayudado. Ken también ha tenido momentos difíciles. Pero logró encontrar la luz en él y eso es lo más importante.

– Sí. Espero que yo también lo consiga.

– Estoy seguro de ello. En cualquier caso, si sientes la necesidad de volver a hablar, yo... te escucharé, dijo, sonrojándose ligeramente.

– Gra... gracias, respondió, sonrojándose también.

Taichi miró hacia otro lado. Tosió para recuperar la compostura:

– Bueno, voy a ver si el profesor Nishijima está despierto.

– Vale. Solo voy a tomar un chocolate y ya voy.

– Taichi, ¿puedo ir con Meiko a tomar un segundo chocolate? preguntó Agumon.

– Por supuesto, se rio Taichi. Hasta ahora.

Taichi caminó por los pasillos hasta la habitación de Nishijima. Cuando llegó, el profesor todavía dormía. Su respiración había vuelto a ser regular y ya no llevaba la máscara de oxígeno. Taichi se sentó sin hacer ruido en una silla al lado de la cama. Cerró los ojos. "Qué silencio", pensó. Pasaron diez minutos. De repente, Taichi percibió un ligero movimiento. Abrió los ojos y vio que Nishijima acababa de abrir los suyos. La mirada del profesor barrió la habitación antes de caer sobre Taichi: el adolescente vio una leve sonrisa dibujarse en su rostro.

– Taichi... susurró. Estoy contento de verte.

– Profesor... yo también, estoy feliz.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió: Meiko y Agumon entraron, cada uno con una taza de chocolate en la mano.

– Lo siento, había cola, y... ¡Profesor Nishijima! exclamó Meiko, alegre. ¡Usted está despierto! ¡Taichi, funcionó!

– ¿De qué está hablando? le preguntó el profesor a Taichi.

– Bueno... dijo Taichi, incomodo.

– Taichi le dio su sangre, porque era el único de nosotros que tenía el mismo grupo sanguíneo que usted, explicó Mei. ¡Voy a llamar a los demás para advertirles! ¡Vuelvo! Meiko cogió su teléfono y salió, seguida por Agumon.

Tan pronto como se cerró la puerta, Nishijima se enderezó:

– ¿Es verdad, Taichi? ¿Tú... hiciste esto por mí?

– Usted hizo más por mí aun en este laboratorio, profesor.

– Gracias... Taichi.

Se miraron el uno al otro durante mucho tiempo. Cada uno leía a los ojos del otro respeto, gratitud e incluso... amistad. Media hora después, los Niños Elegidos se reunieron en la habitación del profesor. Estaban felices que haya vuelto a estar consciente.

– ¡Nos hemos preocupados! exclamó Sora, tranquilizada.

– Para ser sincero, nos hemos preguntado si llegaríamos a tiempo, dijo Joe.

– ¡Le veo mejor ahora! se alegró Mimi.

– Es verdad, nos asustó, acordó Takeru.

– No habléis tan alto, dijo Nishijima, riendo. ¡Es mejor que los médicos no os escuchen, porque se desmayarían si vieran cuánto visitantes estoy recibiendo en mi habitación!

– Por supuesto, nueve adolescentes y ocho digimons son... discretos, dijo irónicamente Yamato.

Todos se rieron. Solo Koushiro se mantuvo serio. Se acercó a la cama del profesor:

– Profesor, ¿puedo hacerle una pregunta?

– Adelante.

– Pudimos salvarle porque un digimon nos llamó. Para ser exacto, una de las Cuatro Bestias Sagradas del mundo digital. Creo que fue él quien le salvó de la explosión del laboratorio. Parecía conocerle. Le llamó por su nombre.

Nishijima sonrió.

– Había pasado tanto tiempo desde que sentí su presencia... pensé que habíamos perdido toda conexión, pero cuando me protegió, sentí... exactamente lo mismo que cuando lo encontré por la primera vez.

– ¿Qué quiere decir usted?

– Antes de convertirse en una Bestia Sagrada, Baihumon era... mi compañero digimon.

Los Niños Elegidos se quedaron con la boca abierta.

– Pero... pero en este caso, si usted tuvo un compañero digimon..., tartamudeó Koushiro.

– Usted es… dijo Joe, incapaz de terminar su oración.

– ¿Un Niño Elegido? soltó Taichi.

El profesor Nishijima los miró cariñosamente:

– Sí, fui uno de los primeros cinco Niños Elegidos.

La noticia conmovió los adolescentes. Taichi no podía apartar la vista del profesor a quien le había salvado la vida y que resultaba tener un vínculo más fuerte con ellos que todo lo que hubiera podido imaginar.

– ¿Quiere decir usted, dijo Takeru, que estaba entre los primeros Niños Elegidos de los que Gennai nos habló?

– Sí.

– ¿Quiénes eran los demás? preguntó Koushiro.

– Bueno, entre ellos estaba Maki Himekawa, a quien conocéis todos.

– ¿La agente Himekawa era una Niña Elegida? exclamó Sora.

– ¿Una Niña Elegida? se disgutó Mimi. ¿Aun cuando se unió a Yggdrasil? ¡Qué traidora!

– No hay juzgarla sin saber... Hime ha sufrido mucho, y hubiera tenido que ayudarla más. Lo lamento hoy.

– ¿Quiénes eran los otros tres Niños Elegidos? preguntó Yamato.

– Se llamaban Eiichiro Minami, Ibuki Hokubu y Shigeru Higashi.

– ¿Se llamaban? repitió Koushiro.

– Murieron.

Una arruga se había marcado en la frente del profesor Nishijima, y el dolor había invadido sus ojos. Un silencio helado cayó en la habitación.

– ¿Murieron? Hikari repitió de una voz débil.

– ¿De verdad queréis que os hable de todo esto? dijo Nishijima con una sonrisa forzada. Preferiría tener algo más alegre que contaros...

Como los adolescentes permanecían callados, el profesor suspiró y dijo:

– Vale, de acuerdo. Es normal, entiendo que queráis saber.

– ¿Cuándo fueron ustedes al mundo digital por primera vez? preguntó Koushiro.

– La primera vez, teníamos entre diez y doce años. Hime era la más grande. Yo tenía un año menos que ella. Eiichiro e Ibuki tenían la misma edad que yo, Shigeru era el más joven. Íbamos los cinco a la misma escuela. Nos conocimos allí. Hime era la más alegre de nosotros, siempre inventaba nuevos juegos, a veces no sin riesgos. No tenía miedo de nada.

El profesor sonrió al recordar las escapadas en las que Hime se los había llevados a todos. ¿Cuántas veces habían regresado a casa con los pantalones rotos o manchados con tierra, porque ella les había convencido de que en la cima de la colina boscosa arriba de la escuela había un mundo mágico? Por más que jugaran, cuando Hime les guiaba él realmente creía lo que inventaba. Y cuando los demás estaban agotados, era el único que se quedaba con Hime: imaginaba todas esas hadas y fantasmas con ella.

– Eiichiro era un amigo fiel y honesto, continuó. Odiaba las mentiras y la traición, y siempre se aseguraba de ser cortés y respetuoso. Tenía tres hermanos de los cuales tenía mucho cuidado. Su padre era soldado y no volvía a casa muy a menudo, y por eso Eiichiro asumía muchas cosas en casa. Soñaba con ser cocinero. De hecho, ¡era goloso! Ibuki estaba siempre leyendo un nuevo libro. Devoraba todo lo que venía a la mano. Creo que tenía interés por todo, y era bastante buena en matemáticas e idiomas. Cuando éramos pequeñas, ella ya hablaba inglés, y cuando llegamos a la escuela secundaria, comenzó a hablar chino y español. Siempre tenía una anécdota que contarnos. Le encantaba compartir sus conocimientos con nosotros y era muy creativa. ¡Cuántas veces hemos hecho experiencias que han fallado! También era una niña muy cariñosa. Cada vez que uno de nosotros tenía un bajón anímico, siempre estaba allí para nosotros. Como si todo lo que estaba leyendo la ayudara a comprendernos. Shigeru era el más considerado de nosotros. El más tranquilo también, aunque fuera el más joven. Era muy sensible y siempre sincero. Odiaba la crueldad, el egoísmo, el mal en general. Creo que cuando éramos niños, no entendía cómo podía existir la maldad. Y luego, al crecer, tuvo que enfrentarse con la realidad... y fue difícil para él aceptarla. Sin embargo, creo que esta desilusión lo hizo más fuerte, porque sabía cómo mantener la esperanza en él a pesar de la adversidad. Habría hecho cualquier cosa por nosotros.

– ¿Usted cómo estaba? preguntó Mimi, curiosa.

– ¿Yo? rio Nishijima. A esa edad, tenía un montón de sueños, todo me parecía posible. Casi no tenía miedo a nada, lo cual hacía que con Hime solíamos ser los motores del grupo. En aquella época, creo que quería ser poeta o inventor. Me hice profesor, no es exactamente lo mismo. Pero he mantenido este deseo de ayudar a los demás, especialmente a los más jóvenes. Habría hecho todo por mis amigos.

– ¿Cómo llegaron ustedes al mundo digital? preguntó Takeru.

– La primera vez, no lo elegimos. Era una tarde de primavera, regresábamos de una de las expediciones que Hime había organizado. Mientras bajábamos la colina para volver a casa, el suelo se abrió debajo de nuestros pies... y nos aspiró.

– ¿Por qué les llamaron del mundo digital? preguntó Taichi.

– No lo supimos enseguida... un poco como vosotros, supongo.

– Es cierto que cuando llegamos al mundo digital, no sabíamos nada, recordó Joe. Y me pregunto si hoy sabemos mucho más.

– En cualquier caso, ahí fue cuando conocimos a nuestros compañeros digimons.

– ¿Baihumon era el suyo? dijo Takeru.

– En ese momento, mi digimon era un simple Bearmon. Pero fue el mejor amigo que tuve. Con los otros niños, no sabíamos exactamente dónde habíamos aterrizado. Fuimos atacados por malos digimons y pudimos hacer digievolucionar a nuestros compañeros. Fue solo hablando con buenos digimons que entendimos quiénes eran nuestros verdaderos enemigos.

– ¿Y quiénes eran? preguntó Sora.

– Los Amos Oscuros.

– ¿Los Amos Oscuros? exclamaron los adolescentes en coro.

– La batalla que libramos contra ellos fue terrible... y hubiéramos perdido sin la intervención de Homeostasis.

– ¿Homeostasis? repitió Koushiro. ¿Lo conocieron?

– En aquella época, no sabía quién era él que se había apoderado de Hime para hablar con nosotros. Para derrotar a los Amos Oscuros, nos eligió a cuatro de nosotros con nuestros digimons, y los convirtió en las cuatro Bestias Sagradas del mundo digital: Azulongmon para la Región Oriental, Xuanwumon para la Región Norte, Zhuqiaomon para la región sur y Baihumon para la región occidental. Nos eligió a Shigeru, Ibuki, Eiichiro, a mí...

– ¿Y no a la Sra. Himekawa y su digimon? dijo Hikari.

– Cuando nuestros digimons tomaron la forma de las Bestias Sagradas, todas atacaron al digimon de Hime. Lo destruyeron para ganar poder y fusionarlo con el suyo. Así, pudieron derrotar a los Amos Oscuros, pero al precio de este sacrificio.

– Es horrible, murmuró Takeru.

– ¿Eso era la voluntad de Homeostasis? preguntó Koushiro.

– Eso es lo que creo. Desde ese día, Hime nunca volvió a ser la misma. Ella nunca se recuperó de la pérdida de su compañero digimon. Perdió su optimismo, su entusiasmo y se encerró en sí misma. Su digimon no podía renacer como un digitama. Por eso luego apostó sobre el reboot del mundo digital. Era la única forma de revivir a Bakumon. Aunque para eso tuviera que aliarse con el mal, dijo el Nishijima, con la voz quebrada. Me gustaría mucho haberla ayudado, haberla entendido. Me pregunto dónde está ahora.

– ¿Y después de esta batalla, los Amos Oscuros desaparecieron? preguntó Joe. Sin embargo, nosotros también les hicimos frente...

– Lo sé. Pero en ese momento, pensamos que los habíamos eliminado definitivamente. El sacrificio había sido grande. Estábamos seguros de que las Bestias Sagradas protegerían el mundo digital, y cuando tuvimos que separarnos de ellas, confiamos en el futuro. Pero nos equivocábamos. Seis años después de esta primera aventura, los Amos Oscuros regresaron al mundo digital.

– ¿Cómo es posible? preguntó Koushiro.

– No lo sé. En cualquier caso, cuando reaparecieron en el mundo digital, habían atravesado un Muro de Fuego.

– ¿Un Muro de Fuego? repitió Yamato. ¿No nos dijo Gennai que es lo que rodea el Mar Oscuro donde Yggdrasil está encerrado?

– Sí, asintió Joe. ¿Significaría que los Amos Oscuros vendrían del Mar Oscuro?

– Es muy posible, dijo Koushiro. Si Yggdrasil los volviera a la vida, eso explicaría por qué volvieron al mundo digital.

– Lo primero que hicieron después de pasar el Muro de Fuego fue luchar contra las Bestias Sagradas, continuó Nishijima. Y desafortunadamente, éstas perdieron y fueron encarceladas. Tan pronto como ya no estuvieron amenazados por las Bestias Sagradas, los Amos Oscuros persiguieron su verdadero objetivo: encontrar un portal al mundo real para destruir a los seres humanos.

– Es extraño, esta obsesión por destruir la Tierra, pensó Koushiro. Ya era el plan de Vandemon, y el ser que toma la apariencia de Gennai parece afirmar que también es la voluntad de Yggdrasil. ¿Y si Yggdrasil ordenara a todos los digimons malos invadir el mundo real?

– Es una suposición muy razonable, dijo Yamato.

– Pero, ¿es posible destruir Yggdrasil? preguntó Joe.

– Esa es una buena pregunta, murmuró Koushiro.

Nishijima los miraba hablar, reflexionando con ellos.

– Si es posible, nunca lo hicimos con mis amigos, dijo. Los Amos Oscuros finalmente localizaron el portal que estaban buscando. Estaba...

– En un castillo, ¿verdad? dijo Taichi. Ahí estaba cuando Vandemon lo usó.

– En mi época, estaba en un desierto rocoso. Al ver que los Amos Oscuros ponían en peligro el equilibrio de los dos mundos, Homeostasis nos llamó nuevamente al mundo digital, los primeros cinco Niños Elegidos. Fue hace diez años. Tenía aproximadamente la misma edad que vosotros.

Los miró a todos como si tratara de recordar aquellos años lejanos.

– No entendíamos bien por qué Homeostasis nos pedía nuestra ayuda otra vez. Ya no teníamos más contacto con nuestros compañeros digimon y habían pasado seis años desde que no habíamos puesto un pie en el mundo digital. Además, las Bestias Sagradas habían sido encarceladas y ninguno de nosotros sabía cómo liberarlas. En cuanto a Hime, ella ya no tenía compañero digimon. Pero los enviados de Homeostasis nos hicieron entender que representábamos su última oportunidad. Teníamos que evitar que los Amos Oscuros llegaran al mundo real. Era nuestro deber, así que fuimos. Homeostasis había reunido buenos digimons listos para defender el mundo digital. Nos pidió que lucháramos con ellos. ¿Tal vez se imaginó que podríamos hacerlos evolucionar? Pero cada uno de nosotros es solo compañero de un único digimon.

Meiko apretó sus brazos contra ella al pensar en Meicoomon.

– En los rangos de Homeostasis ya había un poderoso digimon que volvimos a ver hace poco tiempo.

– ¿Jesmon? adivinó Mimi.

– Sí. Sin embargo, los digimons que luchaban de nuestro lado tenían dificultades contra los digimons que los Amos Oscuros habían reunido. Empezaba a ser difícil proteger el portal que conducía al mundo real. Piedmon estaba luchando contra Jesmon, y él tenía la ventaja. No pudimos evitar que un digimon del ejército de los Amos Oscuros pasara el portal. Este es el primer digimon que entró en el mundo real.

– Un segundo, lo interrumpió Koushiro. ¿Dijo usted que todo esto sucedió hace diez años?

– Sí, dijo Nishijima, viendo que entendía. En ese momento, teníais entre cuatro y ocho años y vivíais...

– ¡En el distrito de terrazas de Hikarigaoka! Este digimon que entró en el mundo real…

– ¿No fue Parrotmon? adivinó Taichi.

– Sí, fue él.

Los adolescentes se miraron: esa noche, cuando aún eran jóvenes, habían visto a su primer digimon: Parrotmon. Taichi había permitido a Agumon, también caído del mundo digital, de evolucionar en Greymon para empujar a Parrotmon al mundo digital. Todos los otros niños habían presenciado la lucha de los dos digimons, y sabían que era en parte por eso que habían sido designados para ser los Niños Elegidos. Pero nunca sospecharon que los primeros Niños Elegidos lideraron una terrible lucha contra los Amos Oscuros aquel día.

– No sabíamos qué sucedía en el mundo real, dijo Nishijima, pero Parrotmon fue reenviado al mundo digital. En ese momento, una horrible criatura se materializó frente a nosotros: era Apocalymon.

– Sí, ¡Gennai nos lo contó! lo recordó Joe. ¡Nos dijo que los primeros Niños Elegidos ya habían luchado contra él!

– Tenía una fuerza destructiva aterradora, casi igual a la de Meicoomon cuando ella fue desatada.

– Y hoy sabemos por qué, dijo Sora. Meicoomon tenía algunos de los datos de Apocalymon en ella.

– Su poder iba más allá de todo lo pudiéramos imaginar. El ejército de Homeostasis fue barrido. Apocalymon lanzó un ataque contra nosotros. Quise proteger a Hime y los dos fuimos heridos. Apocalymon era demasiado fuerte, y sin las Bestias Sagradas estábamos indefensos. Lo sabíamos y os puedo asegurar que ese día, pensé que era el final...

El profesor Nishijima hizo una pausa, de repente sumergido por los recuerdos. Recuerdos tan fuertes que parecían traer a la vida todo lo que había sentido durante esta espantosa batalla. Sintió el calor de las explosiones de Apocalymon y de los Amos oscuros, la arena que le picaba los ojos, el dolor punzante de su pierna rota, las explosiones que le herían los tímpanos, la lluvia fría y negra como la desesperación que caía del cielo y que hacía desaparecerlo todo. Apretaba Hime contra él. Estaba sangrando del brazo izquierdo. De repente había distinguido a Eiichiro, Ibuki y Shigeru en la tormenta de polvo. Se habían puesto delante de ellos para protegerlos. Apocalymon lanzó después un ataque final. En ese momento, el cuerpo de sus amigos se había iluminado y la tierra había temblado. El suelo se había resquebrajado y las tres Bestias Sagradas que habían sido sus compañeros digimon fueron liberadas. Se habían colocado frente a los Niños Elegidos y les habían protegido. Daigo había levantado la cabeza y había ayudado a Hime a enderezarse.

– Hime, debo hacer como ellos, murmuró. Tengo que ayudarlos.

Cuando se volvió hacia ella, se dio cuenta de que lágrimas de ira corrían por sus mejillas:

– No puedo ayudarte, Daigo. Megadramon ya se ha sacrificado... ¡está muerto y no sirvió para nada! ¡Nada! ¡Homeostasis! había gritado, alzando un puño al cielo. ¿Por qué usted eligió solo cuatro Bestias Sagradas? ¿Por qué nos llamó al mundo digital cuando nos había llevado a nuestros compañeros digimons? ¿Somos solo sus peones? Si Bakumon todavía estuviera aquí, podría ayudar a mis amigos... Homeostasis, ¡le odio!

Daigo, el corazón desgarrado, la había mirado fijamente. Había tratado de enderezarse, pero le dolía demasiado la pierna. Había gritado de dolor y había caido al suelo. En ese momento, Shigeru se había vuelto hacia él:

– Mis amigos, no tengáis miedo. Os protegeremos con nuestros compañeros . Ahora sabemos por qué somos los Niños Elegidos. Siempre lo supimos, pero tuvimos que recuperar nuestra memoria. Algún día, también lo sabréis.

– Debéis guardar vuestras fuerzas, continuó Ibuki, volviéndose hacia ellos. Para seguir luchando contra las tinieblas después de nosotros.

– Después de vosotros, ¿qué queréis decir? exclamó Daigo.

En ese momento, el poder de Apocalymon había explotado. Los cuerpos rodeados por la luz cegadora de Eiichiro, Ibuki y Shigeru se habían disuelto para alimentar a las fuerzas de las tres Bestias Sagradas. Daigo y Hime habían visto morir a sus amigos para salvarlos y salvar los dos mundos. Su poder había contenido los ataques de los Amos Oscuros y los había empujado de vuelta al Mar Oscuro, para encerrarlos dentro. Luego esta luz se había dirigido hacia Apocalymon. Con todas sus fuerzas, las Bestias Sagradas habían tratado de enviarlo de vuelta al Mar Oscuro. Apocalymon se había resistido. En el momento en que se caía hacia el océano, había abierto la tierra del mundo digital: las Bestias Sagradas habían sido precipitadas allí, pero lograron, justo a tiempo, derrotar a Apocalymon.

El profesor Nishijima miró a los adolescentes y terminó:

– Creo que justo antes de desaparecer, las Bestias Sagradas consiguieron proyectarnos hacia el portal que conducía al mundo real, Hime y yo. Es la última vez que fui al mundo digital hasta que volviera con vosotros.