Capítulo 4
Un gran silencio siguió las últimas palabras de Nishijima. Los adolescentes miraron al vacío, todavía emocionados por las revelaciones que su profesor les había hecho. Descubrir que tres de los primeros Niños Elegidos habían muerto para salvar los dos mundos les había conmovido.
– Lo siento mucho por sus amigos, profesor, dijo finalmente Hikari.
– Desearía que no hubiera más sacrificios como este, murmuró Nishijima. Aunque sé que fue necesario.
– ¿Profesor? dijo Koushiro. ¿Puedo... puedo hacerle una última pregunta?
– Por favor.
– Hubiera pensado que un digimon no podía sobrevivir a la muerte de su compañero humano. Fue Gennai quien me lo dijo una vez. ¿Cómo las Bestias Sagradas pudieron seguir existiendo después del sacrificio de Eiichiro, Ibuki y Shigeru?
– Cuando Homeostasis hizo de nuestros compañeros digimons unas Bestias Sagradas, algo en ellos cambió. Siguieron siendo nuestros compañeros, pero ya no eran exclusivamente eso. Al convertirse en los guardianes del digimundo, ya no dependían de nosotros para vivir. Si yo hubiera muerto en este laboratorio, Baihumon aún existiría.
– Pero le salvó porque es su compañero, dijo Takeru con una sonrisa.
– Aunque cambie de forma, dijo Patamon a Takeru, ¡seguiré protegiéndote!
Nishijima sonrió y miró a Patamon. De repente, tuvo un dolor de cabeza. Se llevó una mano a la frente.
– Necesita usted descansar, dijo Taichi.
– Hablar de todos estos eventos probablemente le ha cansado, dijo Sora. Le vamos a dejar.
– Sí, creo que es más razonable. Pero mantenedme informado y, lo más importante, decidme si Baihumon vuelve a contactaros.
– Prometido, asintió Koushiro.
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Cuando salieron del hospital, el sol brillaba en el cielo y debía ser ya el mediodía. Taichi miró hacia el edificio:
– ¿Vosotros lo hubierais adivinado? ¿Que el profesor Nishijima fue uno de los primeros Niños Elegidos?
Los otros negaron con la cabeza.
– Todos lo que han vivido, dijo Koushiro, pensativo.
– Y todo lo que han perdido... murmuró Yamato. No tuvo que ser fácil.
– Me gustaría mucho que el profesor Nishijima volviera a ver a Baihumon, dijo Mimi.
– Yo desearía que pudiéramos liberar a las otras Bestias Sagradas así como a los los digimons de Ken, Daisuke, Inoue y Iori, dijo Takeru.
– Tan pronto como haya desarrollado un portal que nos permita pasar del mundo real al mundo digital a nuestro antojo, iremos allí, les aseguró Koushiro. En cualquier caso, por el momento, no hay urgencia. Yggdrasil no ha dado ninguna señal de vida, por lo que aún debe estar bien encerrado en el Mar Oscuro.
– ¿Cuándo nos volveremos a ver? preguntó Sora.
– Bueno, reflexionó Mimi, ya que Yggdrasil nos da un pequeño respiro, ¿por qué no disfrutar de nuestras vacaciones? Sé que no hemos pasado días muy divertidos. Pero precisamente, ¡por eso debemos reponernos!
– Tienes razón, acordó Taichi. Si le damos demasiadas vueltas a lo que vivimos, ¡no vamos a disfrutar del verano!
– Sí, por fin tendré tiempo para trabajar en mis exámenes, suspiró Joe.
– ¡Oh, no seas tan pesimista! exclamó Mimi. Con lo que acabamos de vivir, ¡tenemos derecho a descansar un poco!
– Acabo de recordarlo, dijo Takeru, ¿no son este sábado los fuegos artificiales de Sumidagawa?
– Ah, sí, ¡es verdad! exclamó Sora. ¡Se me había completamente olvidado! ¿Oye y por qué no vamos juntos?
– Sí, ¡es un muy buena idea! aprobaron los demás.
– Podríamos hacer un picnic antes de ir a la noche, sugirió Meiko.
– Me suena genial, dijo Yamato.
– Vamos a hacer eso, concluyó Taichi. ¡Nos vemos el sábado! Mientras tanto, ¡descansad bien!
Se saludaron y se separaron, sus digimon pisándole los talones.
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Cuando Joe llegó a casa, no había nadie. Dejo su mochila en el suelo y vio la pila de libros en su escritorio. Días maravillosos por delante... Abrió su teléfono para ver la hora. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había recibido una docena de mensajes. Los abrió y mientras los leía el pánico le invadió.
– Joe, ¿qué pasa? preguntó Gomamon. Pones cara rara.
– Es… es mi novia.
– Entonces... ¿realmente existe?
– ¡Deja de decir tonterías! Me dejó una lista completa de mensajes.
– Ah. ¿Y qué te dice?
Joe hizo una mueca. Cuanto más progresaba en su lectura, los mensajes denotaban más la impaciencia. "Joe, no puedo contactarte. ¿Dónde estás? "Llamé a tu casa, me dijeron que no estabas allí. "Han pasado tres días desde que intenté llamarte, ¿por qué no contestas? "¿Qué hice para que me ignores tanto? "Acabo de pasar un cuarto de hora tratando de contactarte. Es como si estuvieras en otro mundo. Te advierto, la próxima vez, si no contestas, soy yo quien no contestaré al teléfono. "
– Ah, ¿y qué hago ahora? gimió Joe. ¡Entre la lucha contra Ordinemon y nuestro viaje al mundo digital, había olvidado por completo advertir a Chisako!
– ¿Chisako? dijo Gomamon. ¿Así se llama?
– ¡Sí! Ah, ¿cómo voy a arreglar esta torpeza?
– Llámala y explícaselo simplemente.
– ¿Simplemente? saltó Joe, su voz elevándose en los agudos. ¿Quieres que la llame y le diga: "Hola Chisako, discúlpeme por no haberte contactado, pero sabes la conexión es bastante mala en el mundo digital y he tenido que evitar la destrucción del planeta, así que he estado levemente ocupado"?
– Bueno... hay algo de verdad en todo esto.
– ¡Pero estás loco! ¡Si le digo esto no me hablará en semanas!
– Aún con todo, va a ser necesario decirle la verdad. Y por cierto, ¿no querías presentármela?
– Eh…no sé si es el momento más adecuado... ¡ah, rayos! ¡De hoy no pasa! ¡La llamo!
Marcó el número. Salto el contestador. "Usted está en el móvil de Chisako Tamura. No estoy disponible actualmente. Déjeme un mensaje y volveré a llamarle. "
– Chisako, soy yo, Joe. Realmente lamento responderte ahora. Puedo explicarte todo. Vuelve a llamarme, por favor.
Colgó y suspiró. Vio de nuevo el montón de libros sobre su escritorio. Definitivamente, las revisiones tendrián que esperar...
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Koushiro llegó a casa alrededor de la una de la tarde. Su madre estaba poniendo la ropa en el balcón. Cuando vio a su hijo llegar, dejó caer su camisa, corrió hacia él y lo tomó en sus brazos. Efectivamente, si los demás ya se habían ido a casa desde la batalla contra Ordinemon, Koushiro se había quedado en su oficina y no le había dado ninguna noticia a sus padres desde la noche en que todos habían dormido en el instituto.
– ¡Koushiro, has vuelto! ¿Estás bien?
– Mamá, me estás asfixiando, dijo, riendo, avergonzado. Estoy bien, puedes estar tranquila.
– Tenía miedo por ti estos últimos días, sabes. Esta criatura en el puente de Odaiba era realmente aterradora.
Ella vio que la expresión de su hijo se había oscurecido.
– Lo sé, mamá. La derrotamos. Pero aunque logramos vencer a Ordinemon, no conseguimos salvar a Meicoomon. Todavía creo que es en parte culpa mía. Debería haber encontrado una solución.
– No tienes que culparte a ti mismo. Hiciste lo mejor que pudiste. ¡Tentomon! exclamó ella, viéndolo detrás de Koushiro. ¿Cómo estás tú?
– Bien, gracias señora Izumi.
– ¡Debéis tener hambre, los dos! ¿Os preparo algo?
– Si no le importa, Sra. Izumi, será un placer, dijo Tentomon cortésmente.
Koushiro estaba a punto de entrar en la sala de estar, pero su madre se inclinó sobre el balcón y dijo:
– Koushiro, ¿conoces a esta chica de abajo? Han pasado casi veinte minutos desde que está aquí y no para de mirar hacia nuestro piso.
Koushiro se dio la vuelta: vio efectivamente a una chica frente a su edificio, con el pelo castaño oscuro de corte cuadrado. Llevaba pantalones cortos de color naranja y una camiseta amarilla, y parecía mirar en su dirección. ¿Por qué se quedaba allí?
– No, lo siento, no la conozco, dijo al entrar en el apartamento.
Intrigado, fue a su habitación y abrió la ventana. Desde allí, pudo ver a la chica. Acababa de darse la vuelta y volvió a la carretera. Koushiro levantó las cejas. Se preguntó si esta chica realmente estaba mirando su piso o si se hacía películas.
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Cuando Meiko abrió la puerta de su piso, un dulce olor a arroz flotaba en el aire. La mesa estaba puesta, y su madre estaba mirando televisión. Meiko se sorprendió: junto a su madre, su padre leía el periódico. No le había visto desde la muerte de Ordinemon. Cuando él vio a su hija, el Sr. Mochizuki se puso de pie. En su rostro endurecido Meiko leyó la pena.
– Lo siento, Meiko. Tu madre me comento lo que paso con Meicoomon.
Su hija le miró durante mucho tiempo, sin decir nada. Finalmente, ella murmuró:
– Hubiera querido hacer más por ella. Pero era la única forma de proteger a todo el mundo.
– Lo sé. Eso es lo que Hackmon nos dijo al agente Nishijima y a mí.
– ¿Hackmon había venido a verte?
– Sí, para advertirnos que Homeostasis planeaba eliminar a Meicoomon. Pero pensé... quise creer hasta el final que encontrarías otra solución.
– También me hubiera gustado encontrar una alternativa.
– ¿Tu madre me dijo que estabas en el hospital con tus amigos? ¿Habéis ido a ver a los niños que regresaron del mundo digital?
– No sólo. El profesor Nishijima nos siguió al mundo digital y fue a punto de morir allí. Pero su compañero digimon lo salvó, y pudimos traerlo de regreso a nuestro mundo a tiempo para que lo atiendan en el hospital. Estábamos esperando que despertara.
– Entonces... ¿está vivo? No tenía noticias de él. ¿Dices que su digimon lo salvó? Es extraordinario…
– ¿Lo sabias? ¿Que fue uno de los primeros Niños Elegidos?
Meiko miró a su padre, estupefacta. El asintió con la cabeza.
– Y para la Sra. Himekawa, ¿también lo sabías?
– Sí. ¿Sabes dónde está? La Oficina no ha tenido contacto con ella desde días.
– No lo sé. Ninguno de nosotros lo sabe. ¿Por qué nunca me hablaste de esto antes?
– Nuestra agencia es secreta y teníamos que asegurarnos de que vosotros, los nuevos Niños Elegidos, no vivierais la misma experiencia que los primeros. Y además... soy tu padre. Quería protegerte.
En ese momento, Meiko leyó en los ojos de su padre una emoción que había visto muy pocas veces: afecto. Ella parpadeó:
– Disculpa papá. He estado particularmente tensa estos días. La desaparición de Meicoomon es muy dura para mí.
– Lo sé. ¿Cómo está el agente Nishijima?
– Va bien. Se está recuperando de sus heridas.
– Iré a verlo.
– Estará encantado. Perdona pero creo que voy a ir a descansar. No tengo mucha hambre hoy, lo siento.
– ¡Meiko, espera! dijo su madre, levantándose. Sé que todavía estás preocupada, pero tengo una buena noticia: Sakae ha llegado.
– ¿Sakae? ¿Ah sí? ¿Viene para las vacaciones?
– Va a estar de prácticas con un reconocido maestro vidriero en Tokio. Llegó anoche pero ya te habías ido. Fue a tomar el aire, no debería tardar.
Efectivamente, un cuarto de hora después, Meiko escuchó que llamaban a la puerta de su habitación. La manilla giró y la cabeza de su hermana paso por la puerta:
– ¡Hola!
– ¡Sakae! Estoy contenta de verte.
De un año más joven que Meiko, Sakae era una chica delgada, de tamaño mediano, con una piel ligeramente morena. Su cabello castaño oscuro, voluminoso y de corte cuadrado, caía en mechones rebeldes sobre su frente y en sus sienes. Tenía unos ojos azules muy oscuros, casi marinos. Llevaba pantalones cortos de color naranja y una camiseta amarilla.
– ¿Mamá me dijo que vas a estar de prácticas en Tokio? dijo Meiko
– Sí, asintió Sakae, arrodillándose frente a ella. Empiezo mañana. Me cambiará del internado. ¿Y tú, qué tal pasó tu integración en el instituto?
– Pasó bien...
Un silencio incómodo se instaló entre ellas. Meiko sabía lo que Sakae le iba a decir, pero no quería hablar de eso. Finalmente, su hermana la miró:
– ¿Por qué no me llamaste? Cuando supe por televisión lo que estaba pasando, cuando vi a Meicoomon, quise unirme a ti. Pero entre el momento que reserve un tren, que el tren llegue... Deberías haberme advertido.
– No hubiera cambiado nada, Sakae.
– ¿Tú qué sabes? ¡Estoy harta de ser la última en estar al corriente! Siempre pasan de mi cuando se trata de Meicoomon o de los digimons. Papá tampoco me dijo nada.
– Tal vez porque quería protegerte.
– Ya no soy una niña. No necesito estar constantemente protegida. Tengo la impresión de que desde el día en que conociste a Meicoomon, cuando vivíamos en Tottori, no me dejasteis saber nada sobre los digimons. ¿Pero cuál de nosotras estaba interesada en ellos primero? Cuando Parrotmon apareció en la Tierra, tenía solo seis años y veía todos los días todas las noticias al respecto. Todo esto me intrigaba, pero a ti no te importaba. Hasta que conocieras a Meicoomon.
Meiko miró a su hermana y sus ojos se volvieron duros como el granito.
– ¿Crees que fue fácil para mí ser la compañera de Meicoomon? ¿Verla desatarse, lastimar a otros digimons? ¿Intentar destruir la Tierra? ¿Crees que fue fácil aceptar que para salvar los dos mundos, mi digimon tenía que desaparecer? Si crees que es un privilegio ser un Niña Elegida, entonces estás equivocada. Es una carga, una gran responsabilidad.
Sakae miró a su hermana y de repente se dio cuenta de que había sido injusta con ella. En la oscura mirada de Meiko se leía un dolor indescriptible. Confundida, Sakae se corrijo:
– Disculpa. No debería haberme irritado. Sé que es difícil para ti... y para tus amigos también, supongo.
– Sí...
– Todo lo que deseo es... ayudarte más a menudo. Eres mi hermana, y me gustaría que los digimons nos unan en lugar de separarnos. Cuando Meicoomon apareció en Tottori, cuando llegaste a casa con ella, sentí algo al verla. Pero nunca supe decir qué. A veces tuve la impresión de entenderla mejor que tú... pero no duró mucho, porque luego fui a esta escuela secundaria especializada en artes aplicadas. Solo volvía por las vacaciones. Sin embargo, ya sabes, a menudo soñaba...
– Sí, ya me lo dijiste. Soñaste con el mundo digital, ¿verdad?
– Sí. Lo hablé con papá una vez. Me dijo que el mundo digital podría ser peligroso y que tenía que dejar de pensar en ello. Entonces, no dije nada... pero todavía tengo esos sueños de vez en cuando.
– Sakae... Yggdrasil, que quería invadir la Tierra, fue encerrado en el Mar Oscuro, un mundo paralelo al mundo digital diseñado para encarcelarlo. El peligro se ha ido, así que... quiero dejar de pensar en todo esto por unos días.
– Entiendo.
Sakae se puso las rodillas abrazando sus rodillas y las abrazó. Quería ver a Meiko sonreír, así que cambió de tema:
– Y tus amigos, ¿cómo están? Cuéntame sobre ellos.
– ¿Te refieres a los otros Niños Elegidos? Fueron muy buenos conmigo. Muy atentos. Sabían cómo consolarme cuando estaba desesperada. Son buenas personas.
– Me gustaría conocerlos.
– Pues... de hecho, el sábado, hacemos un picnic antes de ir a ver los fuegos artificiales de Sumidagawa.
– ¡Vais a los fuegos artificiales de Sumidagawa! ¡Debe ser hermoso! Nunca he visto fuegos artificiales en Tokio.
– Precisamente, podrías venir. Y me encantaría presentarte a mis amigos.
– ¿No les molestaría?
– No, ¡para nada! Son muy amables.
– Entonces... ¡vale, iré contigo! Espero causarles una buena impresión...
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Cuando Taichi abrió los ojos, ni siquiera se atrevió a mirar a su despertador. Debían ser más de las diez de la mañana. ¡No había dormido tan bien desde hacía mucho tiempo! Se vistió y se fue a la sala de estar: Hikari estaba jugando con Tailmon a un juego de mesa y Agumon las estaba mirando.
– ¡Buenos días hermano! ella lo saludó. ¡Me preguntaba cuándo te levantarías!
– Estamos de vacaciones, ¿no? ¿Queda algo de desayuno?
– Sobre la mesa.
– ¿Desayuno? ¡Ya voy! dijo Agumon.
– Pero Agumon, ¡comiste hace solo una hora! exclamó Tailmon.
– Sí, pero solo por verte pensar tanto frente a este juego, ¡me da hambre! respondió, sentado al lado de Taichi.
Cuando el joven terminó su café, sonó el timbre. Se levantó y fue a abrir: Yamato, con las manos en los bolsillos, estaba en el umbral, Gabumon a su lado.
– Hola. ¿No te molesto?
– No en absoluto.
– ¿No me digas que te acabas de levantar?
– ¿Cómo lo has adivinado?
– Es que no tienes remedio… ¿Te parece que salgamos a caminar un poco?
– ¿Ahora?
– Salvo que tengas algo que hacer.
– ¡Me trago un último sándwich y ya voy!
Taichi terminó rápidamente su desayuno y se puso los zapatos. Gabumon luego notó que Tailmon y Hikari estaban jugando, con Agumon que las miraba.
– Dime, ¿a qué estáis jugando?
– Al go, respondió Hikari con una sonrisa. ¿Quieres jugar Gabumon?
– ¡Con mucho gusto!
– Gabumon, ¿vas a jugar a esta cosa complicada? le preguntó Agumon.
– Hay personas que piensan en otra cosa que atiborrarse, replicó Tailmon.
– Podemos hacer otro juego si todos jugamos juntos, dijo Hikari.
– ¡Ah, sí, es una buena idea! asintió Agumon.
– Hikari, ¿te importaría quedarte con Gabumon y Agumon? preguntó Taichi.
– ¡No, sin problema! Tengo una buena idea para jugar. ¡Hasta luego, hermano!
Taichi y Yamato tomaron el camino hacia el mar. En julio, el sol pesaba sobre sus hombros, el aire olía a calor. La luz de la mañana hacía brillar las aceras y se adivinaba el comienzo del efecto del espejismo en las carreteras pavimentadas. Muchos autos ya circulaban, se oía el ruido de los motores y la velocidad que sublevaba el aire caliente. Yamato estaba extrañamente silencioso. Después de un rato, Taichi le dijo:
– Vamos, adelante. Dime por qué querías verme.
– ¿Dije que fue por una razón en particular?
– No, pero se nota en tu cara.
Yamato se sonrojó.
– Sabes, los fuegos artificiales del sábado... bueno, me gustaría invitar a una chica a cenar conmigo después.
– ¿Una chica? ¿Quién es? ¿La conozco?
Yamato guardó silencio.
– ¡Si no dices nada, es porque la conozco! dijo Taichi, triunfante.
– El problema es... que no sé cómo invitarla.
– ¿Y me preguntas eso a mí?
– Es que... no sabía a quién preguntar. Me da vergüenza pedirle consejo a Takeru sobre estas cosas cuando es más joven que yo. Pensé que podrías tener una idea.
– Dime, esta chica... ¿no es Sora?
Yamato se sonrojó de nuevo.
– ¡Lo sabía! exclamó Taichi.
– Ella siempre presta tanta atención a los demás... pero finalmente, no sé realmente qué le gusta a ella. No quiero hacerla sentirse incómoda.
– Vamos, con esta confianza en ti mismo seguro que la convencerás de que salga contigo...
– ¡Deja de burlarte de mí!
– Bueno, bueno, tranquilízate. Sora es una chica, y ya sabes que a todas las chicas les gustan los detalles...
– Genial, ¿conoces otras cosas de este tipo?
– Bueno no te quejes. Sabes tal vez deberías invitarla el día de antes, como la noche anterior a los fuegos artificiales..
– ¿Y cómo hago? ¿Voy a su casa y se lo pregunto, así, directamente?
– ¿Y…por qué no? Probablemente apreciará que hayas hecho el esfuerzo. Si esperas hasta que estemos todos juntos, podría sentirse incomoda.
– Mmm... Sí. Tienes razón.
– Y luego, encuentra el restaurante con anticipación y resérvalo, porque con la multitud que estará en Sumidagawa el sábado por la noche, todo estará lleno. Además, como Sora siempre está organizando todo para todos, estará contenta de que tomes las riendas.
– Bien visto.
Una sonrisa iluminó el rostro de Yamato. Le dio una palmada en el hombro a Taichi.
– Gracias, Taichi. Seguiré tus consejos.
– De nada.
Yamato pareció dudar un momento, pero le dijo a Taichi con una expresión traviesa:
– Y tú, ¿no quieres invitar a nadie después de los fuegos artificiales? Como... ¿Meiko?
Esta vez fue el turno de Taichi de sonrojarse.
– ¿Qué... qué estás insinuando? dijo.
– Yo, nada. Basta con ver cómo la miras. Si realmente te gusta, tendrás que decidirte. Si esperas a que ella dé el primer paso, eres un hombre muerto, Taichi.
– ¿Crees que no puedo?
– ¡A que no!
– Vale, ya veremos eso.
Los dos amigos volvieron a la casa de Taichi para el mediodía. Gabumon acababa de ganar su segunda partida.
– Increíble, Gabumon, ¡qué fuerte eres! exclamó Tailmon.
– ¡Es verdad! confirmó Hikari.
– Solo había que pensárselo un poco, dijo, sonrojándose ligeramente.
– Gabu, ¿volvemos? gritó Yamato.
– ¡Ya voy!
Cuando Yamato saludó a Hikari, Tailmon y Agumon, Taichi levantó un pulgar y dijo:
– ¡Suerte!
Yamato asintió, aún no convencido. Taichi cerró la puerta.
– ¿Qué quería Yamato? le preguntó Hikari a su hermano.
– Un consejo... pero son cosas de chicos.
– ¿Ah sí, de veras? ella dijo con una pequeña risa. Bueno, yo me levanté temprano, así que voy a comer un poco.
– Vale, voy a practicar fútbol. ¿Quieres venir, Agumon?
– ¡Claro! ¡Por fin una actividad que hace más trabajar los músculos que el cerebro!
Taichi se puso sus zapatillas de deporte, pantalones cortos y una camiseta deportiva, agarró su pelota y junto con Agumon se dirigió al estadio de la escuela. Permanecía abierto durante el verano, lo que le permitía a Taichi entrenarse cuando quería. Tan pronto como llegó, sacó la pelota y dijo a Agumon:
– ¿Listo? ¡Debes hacerme un pase!
Inmediatamente lanzó la pelota, que Agumon golpeó con su pata derecha para devolverla. Taichi lo envió con su pie derecho y Agumon respondió con un cabezazo. Taichi se detuvo con una sonrisa:
– Sabes Agumon, normalmente no podemos usar las manos en el fútbol...
– Um..., dijo Agumon, examinando sus patas. ¡Pero no son manos, esto! ¡No cuenta!
– ¡Ja ja! ¡Bien como quieras! De todos modos, no jugarás en competición, ¡eh! ¿Listo?
– ¡Listo! respondió Agumon, levantando las piernas.
Y Taichi pateó la pelota.
