Capítulo 5

Sora estaba tumbada en su cama con la mirada perdida en el vacío. Se fijaba en el techo sin verlo. Su mente estaba absorta en sus pensamientos.

– ¡Sora! exclamó Piyomon, inclinándose sobre ella de repente. ¿En qué piensas? Hace dos días que tienes la mente en otro lugar y solo salimos para hacer la compra. ¿Hay algo que te preocupe?

Sora no respondió de inmediato. Finalmente, se enderezó, cruzó las piernas y dijo:

– Sabes Piyomon, después de escuchar la historia del profesor Nishijima, me hice muchas preguntas. Debe haber sido terrible para él y la agente Himekawa perder a sus amigos. Sé que Yggdrasil sigue siendo una amenaza y puede reaparecer. Somos los nuevos Niños Elegidos, y somos responsables de este mundo. Sé que solo nosotros podemos hacerlo. Pero desde hace unos días, tengo miedo...

– ¿Miedo de qué?

– De perderte, perder a uno de nuestros amigos...

– ¡Siempre te protegeré, y todos los demás digimons harán lo mismo! Nunca te sucederá lo mismo que a los primeros tres niños elegidos.

– Sí, pero... ¿si tuviéramos que hacerlo? ¿Si un sacrificio fuera necesario?

– ¡No, los sacrificios nunca son necesarios!

Sora frunció el ceño y miró al suelo.

– ¿Recuerdas, Piyomon, que un día me preguntaste cómo veía mi futuro?

– ¡Sí! ¿Lo has pensado desde entonces?

– Creo que estoy empezando a pensarlo. El año que viene, estaré en mi último año de secundaria. Luego quizás vaya a estudiar a una universidad y con los demás nos separaremos. Entonces, tal vez no debería esperar demasiado para expresar lo que siento...

– ¿Qué sientes? ¿Qué quieres decir?

– Pues... quiero decir que… tengo sentimientos por… un chico, dijo sonrojándose.

– ¿De verdad, Sora? ¿Te gusta alguien?

– ¡No digas eso tan fuerte!

– ¿Y quién es? ¿Taichi?

– ¡No, estás loca! Taichi es mi amigo de la infancia, es como un hermano para mí. No, por quien estoy pillada es... por Yamato.

– ¡Yamato!

– ¡Chitón! Pero... no sé cómo decírselo. Yamato es muy reservado.

– Tú también, Sora, eres reservada a la hora de expresar tus sentimientos.

– Es cierto, pero Yamato... Creo que lo entiendo bastante bien, pero tengo miedo a equivocarme. ¿Y si él no sintiese nada por mí?

– Se preocupa por ti, incluso si no lo expresa con palabras. Lo he notado muchas veces. ¡Debes hacer lo que tu corazón te dicta! ¿Por qué no lo invitas a cenar después de los fuegos artificiales del sábado? ¡Sería muy romántico!

– Porque... tengo tanto miedo de ser torpe.

– ¡Solo si lo intentas lo sabrás realmente!

– ¿Estás queriendo decir que... lo invite a cenar? Sí, esa podría ser una buena idea... ¿Pero cómo voy a preguntarle? ¡Pero si no sé ni cómo romper el hielo con el!

– Podrías preguntarle a alguien que conozca bien a Yamato.

Sora reflexionó sobre esta idea. Finalmente, sonrió y tomó a Piyomon en sus brazos.

– Piyomon, ¡es una muy buena idea!

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Taichi y Agumon regresaron a casa solamente a las dos de la tarde, exhaustos y hambrientos. Cuando Taichi abrió la puerta del piso, gritó:

– ¡Soy yo! Hikari, ¿estás aquí?

– ¡Ah, hermano! ¡Mira hay alguien que te espera!

– Ah sí, ¿quién es? dijo, pasando el umbral.

Hikari estaba sentada a la mesa del cuarto de estar y frente a ella estaba... ¡Sora!

– Hola Taichi, espero no molestarte, dijo.

– Vaya, Sora, qué sorpresa... dijo Taichi, entre incomodidad y risas. ¿Qué te trae, dime?

– Me gustaría hablar contigo en privado, si no te importa...

– Uh... no, no hay problema. Ven, vamos a mi habitación.

Abrió la puerta de su cuarto y dejó pasar a Sora. Antes de entrar miró a su hermana. Ésta le dijo con una sonrisa socarrona:

– Onii–chan, creo que Sora también quiere saber cosas de chicos... Te dejo, salgo con Tailmon y Piyomon. ¡Adiós!

Taichi suspiró con una gesto y entró en la habitación. "¿Por qué tuvo que tocarme otra vez?" Se arrodilló frente a Sora, que parecía incomoda.

– A ver, dime qué te preocupa.

– Si comienzas así, no te diré nada.

– ¡Vaya, no lo tomes así! Es solo que... es la primera vez que vienes a verme por algo personal. Por lo general, no dices nada a nadie cuando te concierne.

– Lo sé, pero... esta vez, necesito un consejo. Eres mi mejor amigo, Taichi.

Taichi parpadeó impresionado por este gesto de confianza. Se relajó:

– Te escucho. ¿Qué ocurre Sora?

– He estado pensando en muchas cosas estos últimos días... en lo que el profesor Nishijima nos contó... en una conversación que tuve hace un tiempo en Piyomon... tú y los demás, sois mis más preciados amigos. No quiero perderos. No sabemos lo que nos puede pasar.

– Nuestros compañeros digimon nos protegen, Sora. ¡No debes pensar en cosas tan tristes!

– Lo sé. Pero también hay alguien a quien me gustaría decir la verdad sobre los sentimientos que siento por él...

– Espera un minuto, ¿me estás diciendo que estás... enamorada, Sora?

Ella asintió, roja como un tomate.

– Y... ¿lo conozco, este chico? añadió Taichi.

Nuevo asentimiento de cabeza.

– ¿No sería... Yamato, por casualidad?

Los ojos de Sora se abrieron, sus mejillas se pusieron bermellones. Se retorció sobre sí misma:

– ¿Cómo lo sabes? ¿Es tan obvio?

– No, es solo... ¡una intuición! exclamó Taichi, agitando las manos.

– Me gustaría decirle lo que siento para él. Pensé que podríamos cenar juntos, el sábado, después de los fuegos artificiales... ¿qué te parece?

– Después de los fuegos artificiales, ¿eh? ... Qué idea original...

– ¿Que dices?

– No, nada, hablo solo... ¿y sabes cómo le vas a invitar?

– Pues, en realidad no, por eso vine a verte.

"Vaya por Dios", pensó Taichi. "Son increíbles, estos dos..."

– Me dije que como Yamato es bastante reservado, le gustaría que le preguntes el día antes de los fuegos artificiales...

– ¿En serio? ¿Quizás podrías esperar el día de picnic? Él podría venir a buscarte a tu casa...

– ¿Por qué haría eso? ¿Te lo ha dicho?

– No… ¡es solo una hipótesis! Vamos, todo es posible...

– Tengo tanto miedo de ser un desastre y hacer algo que le desagrade.

"Pero por Dios, ¿cómo pueden creer que no van a entenderse? pensó Taichi para sus adentros. "¡Actúan exactamente igual! ". Se inclinó hacia Sora y le sonrió:

– No te preocupes, Sora, hagas lo que hagas, ¡estoy seguro de que le gustara a Yamato!

– ¿Estás seguro? Eres tú quien lo conoce mejor.

– ¡Estoy seguro! Espera el día del picnic y ve a verlo a su casa para preguntarle.

Sora sonrió, pareciendo recuperar la confianza en sí misma. Se levantó:

– Gracias, Taichi. Me hizo sentir bien hablarte de eso.

– Me alegra si he podido ayudarte ¿Quieres comer algo?

– No, gracias, ya almorcé. Voy a volver a casa.

Cuando salieron de la habitación, Hikari aún no había regresado.

– Le mando un mensaje, dijo Taichi. ¡Anda! Es rápida, me acaba de responder. Está en el parque, con Tailmon y Piyomon.

– Vale, me uniré a ellos ¡Gracias Taichi!

Sora bajó a toda prisa las escaleras del edificio de Taichi. Éste la siguió con la mirada, sonriendo. Luego percibió una silueta en la planta baja, al nivel de los buzones. Reconoció a Meiko, que estaba recogiendo el correo. Ella vio a Sora, levantó la mirada y reconoció a Taichi. El chico se sonrojó y la saludó torpemente con la mano. Respondió con el mismo gesto y desapareció dentro del edificio.

Sora llegó al parque donde Piyomon y Tailmon se estaban colgando de las piernas en los árboles. Hikari miraba desde abajo y se reía.

– ¡Sora! exclamó, viéndola llegar. Al final, ¿qué te dijo Taichi?

– Me tranquilizó. No esperaba que me hablara con tanta confianza. Como si ya lo hubiera pensado antes de fuera a verle... qué raro. En cualquier caso, me dijo que no me preocupara y que actuara con naturalidad.

– Tiene razón. Creo que tenemos que dejar que las cosas sucedan naturalmente. Yamato es reservado, pero no insensible. Y... estoy segura de que sabrás adivinar lo que le gusta. Tienes muchas cualidades, Sora, y sabes lo que quieres... ¡Todo irá bien, ya verás!

– Gracias, Hikari. Gracias por haber cuidado Piyomon. Piyomon, ¿vienes?

– ¡Ya voy!

– ¡Nos vemos el sábado, Hikari!

– Sí, ¡hasta pronto!

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Joe se ató los cordones, puso su teléfono en su bolsillo, tomó su mochila y se levantó.

– Joe, ¿a dónde vas? le preguntó Gomamon.

– Chisako no me ha respondido desde ayer. Voy a verla.

– ¿Puedo ir contigo?

Joe miró a su digimon, dudando. No sabía si llevar a Gomamon con él era lo mejor que podía hacer. Finalmente suspiró: a fin de cuentas Gomamon era su compañero digimon y siempre lo había ayudado. ¿Quizás lo ayudaría de nuevo esta vez?

– Vale, dijo, abriendo su mochila. Entra ahí.

Cerró la cremallera, se puso la correa en el hombro y salió. Después de media hora de transportes públicos en el calor sofocante de julio, llegó al pie del edificio Chisako. Allí sintió que su estómago se contraía y tuvo ganas de volver a casa. "Continúa, Joe, y sé un hombre", se dijo. Se armó de valor y subió las escaleras. Finalmente llegó a la puerta y con el corazón que latía, tocó el timbre. Se escucharon pasos y se abrió la puerta. Gomamon entreabrió la cremallera de la mochila y pudo mirar lo que estaba sucediendo afuera. Vio a una hermosa chica aparecer en el umbral del piso, aproximadamente de la misma edad que Joe. Tenía el pelo largo y ondulado, de color caramelo y pequeños ojos color avellana. Su nariz revuelta le daba un aire amable, y unas pocas pecas salpicaban sus mejillas. Cuando vio a Joe, la sorpresa apareció en su rostro.

– Eres tú…

– Hola, Chisako. Lo siento, no contesté a tus mensajes. Te llamé ayer, pero no respondiste.

– Ah ya... lo sé.

– Lo hiciste... a propósito, ¿verdad?

– Sí…

– Me inquieté. Lo siento por estos días. Tengo algo importante que decirte. ¿Tienes... cinco minutos? Por favor.

Chisako se cruzó de brazos, reacia. Finalmente, dejó pasar a Joe y se instalaron en el salón.

– ¿Quieres beber algo? le preguntó.

– Ah... sí. Gracias.

Regresó y con un gesto ligeramente seco puso una jarra de zumo de naranja sobre la mesa. Llenó dos vasos y luego se sentó frente a Joe, con los brazos cruzados y en silencio. Joe sabía que le tocaba dar el primer paso. Respiró hondo y empezó:

– Lo... lo siento, Chisako. Lo siento por todas las veces que no te he respondido estos últimos cuatro días. Debería haberte advertido. ¿Viste las noticias?

– ¿Por qué me preguntas eso? se sorprendió Chisako.

– ¿Has probablemente visto los daños en Odaiba?

Chisako parpadeó. Al asombro de sus ojos se había mezclado la ansiedad.

– Joe, ¿a dónde quieres llegar?

– Unos monstruos han aparecido en la ciudad desde casi un mes. ¿Sabes que se llaman digimons?

– Eso es lo que dijeron en la televisión.

– Nuestros dos mundos han estado en peligro por un digimon llamado Meicoomon. Este se convirtió en Ordinemon, la criatura que estaba en el puente Odaiba anteayer.

– Esa cosa horrible...

– Ella pudo haber aniquilado todo el planeta, pero pudimos evitarlo.

– ¿"Pudimos"? Joe, ¿qué diablos estás diciendo? Me estás asustando.

– Con unos amigos, fuimos elegidos para tener un compañero digimon y para defender el mundo digital y la Tierra de las amenazas de los malos digimons. Recientemente, descubrimos que quien quería destruir la Tierra se llamaba Yggdrasil. Por el momento, está neutralizado.

– ¿Me estás diciendo... que estás metido en lo que ha sucedido esos últimos días?

– Sí…. Soy…Soy un Niño Elegido. No te lo dije de inmediato porque era un secreto. Pocas personas saben quiénes somos. Pero te quiero Chisako y quiero que sepas la verdad. Si no pude responderte estos días, es porque tuve que ir al mundo digital y luchar contra Ordinemon.

– ¿Podrías haberme llamado no, aunque sea una vez para advertirme?

– No es porque no te llamé que no pensé en ti. Todo lo que hago en el mundo digital y en la Tierra también lo hago por nosotros. Para que vivamos en un mundo en paz. ¿Entiendes?

Pero Chisako no quería escuchar nada. Todavía no podía aceptar lo que Joe acababa de decir. ¿Cómo este joven tranquilo, a quien había conocido en la biblioteca, podía tener algo en común con los monstruos que había visto en la televisión? ¿Cómo Joe había podido ocultárselo tanto tiempo? Le miró con una sensación de traición. Sí, le había mentido, y toda la confianza que ella había depositado en él se tambaleó. Ella lo amaba, pero en ese momento lo odiaba también. Sus ojos se endurecieron. Se levantó de su silla, apoyó las manos sobre la mesa y dijo con ira:

– Joe, ¿sabes que mi hermano ha estado en el hospital durante tres días?

– ¿Qué? ¿Qué le paso?

– ¡Es culpa de tus supuestos amigos digimon! ¡Uno de ellos lo golpeó tan violentamente que le rompieron el brazo derecho y la cadera! ¡Joe, ya no te reconozco! ¿Cómo puedes ser amigo con estos digimons? ¡Son solo monstruos!

– ¡No es verdad! gritó Gomamon, saliendo de la mochila de Joe y saltando sobre la mesa. ¡No somos monstruos! ¡Hemos defendido tu mundo! ¿Cómo puedes hablar a Joe de esa manera?

Esta vez, la ira de Chisako se había convertido en terror. Miró a Gomamon, espantada.

– Joe, ¿qué... qué es?

– Chisako, es… tartamudeó Joe, que no había previsto la intervención de Gomamon. Te presento a mi compañero digimon, Gomamon. No le tengas miedo, por favor.

– ¿Que no tenga miedo? ¿Después de lo que le hicieron a mi hermano?

– ¡No soy como los sirvientes de Yggdrasil! replicó Gomamon.

– Es verdad, asintió Joe, ¡Gomamon me salvó la vida varias veces!

– ¡Siempre ayudaré a Joe! añadió Gomamon. ¡Y nunca lastimaré a nadie! ¡Yo soy un buen digimon!

– Sin embargo, ¡os parecéis todos! respondió Chisako. ¿Cómo puedo confiar en ti, Joe? ¡Desde el principio, me escondiste todo esto!

– ¡Chisako, fue para no implicarte! Sabes, no es fácil todos los días ser un Niño Elegido. Con mis amigos, tuvimos momentos difíciles. Si no te dije nada hasta ahora, era para protegerte.

– ¡No te creo! ¡Si no me dijiste nada, es porque sabías que tenías actividades peligrosas! Francamente, Joe, pensaba que eras alguien más razonable. ¿Cómo quieres que confíe en ti ahora?

– Pero, Chisako...

– ¡No insistas! ¡No quiero verte más! ¡Sal de mi casa!

– Chisako, escúchame solo un momento...

– Joe, si alguna vez me hubieran pedido que fuera compañera de un digimon, ¡me hubiera negado! ¡Es demasiado peligroso!

– ¡Pero no decidí de todo eso! ¡Fui elegido Chisako! ¡No pude negarme!

– Sí, ¡hubieras podido! ¡Deberías haber privilegiado tus estudios, tu vida adulta, nuestra relación! En lugar de este digimon! gritó, señalando despectivamente a Gomamon.

Esta vez le tocó a Gomamon sorprenderse. La tristeza llenó sus ojos. Saltó de la mesa y miró a Chisako:

– Me moría de ganas por conocerte, porque cuando Joe hablaba de ti, le veía feliz. Ahora, me pregunto por qué tuve tantas ganas de encontrarte. Joe, te espero afuera.

– ¡Gomamon!

Joe, destrozado, miró a su compañero que salía del piso. Luego, volvió a mirar a Chisako: ella le lanzó una mirada asesina.

– Chisako, trata de entender. Gomamon es un ser vivo y es mi compañero. No puedo abandonarle.

– ¡Es falso! ¡Soy yo tu pareja!

– No es tan simple.

– Ya no eres un niño, Joe. Pensé que entre nosotros querías que fuera serio.

– ¡Y todavía lo quiero! Pero necesito que me entiendas.

– ¿Y tú? ¿Intentas entenderme?

– Sé cómo te sientes. Tienes miedo, así que eres agresiva para defenderte. Pero Gomamon nunca te hará daño. Y siempre estaré allí para ti.

Joe tendió la mano hacia ella, pero Chisako se alejó. Cerró los ojos mientras apretaba los puños.

– Perdóname, Joe. Pero hoy has perdido mi confianza. Prefiero que no nos veamos por un tiempo...

– Chisako...

– No volveré sobre mi decisión.

La pena invadió los ojos de Joe. Vencido, salió del piso. Gomamon, con la mirada triste y llena de resentimiento, estaba en el umbral. Joe lo tomó suavemente en sus brazos:

– Vamos, Gomamon. Volvemos a casa.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Joe lanzó su mochila contra la pared de su habitación. Cayó de rodillas y golpeó sus muslos con los puños.

– Chisako...

– Joe... dijo Gomamon acercándose a él. Sabes, tu novia, no entiende nada. Francamente, ¿viste cómo me miraba? ¡Parecía que era un trapo viejo a sus ojos!

– Lo... lo sé, Joe gimió, con los ojos llenos de lágrimas. Hubiera tanto querido que todo sucediera de otra manera... Que ella me comprendiera, que estuviera feliz de verte... ¡Lo siento mucho, Gomamon! Estoy enojado, y al mismo tiempo estoy tan triste... y no sé qué hacer...

Joe se quitó las gafas y se secó los ojos.

– De todos modos, me parece bien que ella no te hable más por el momento, respondió Gomamon. ¡De esa manera, dejará de culparte!

– ¡No digas eso! Si no nos hablamos, ¿cómo vamos a reconciliarnos?

– Francamente, no sé si ella lo quiere.

– Esta mirada que me lanzó... es como si me pidiera que eligiera entre ella y tú... ¡y no quiero elegir, Gomamon!

Nuevas lágrimas corrieron por las mejillas de Joe. Desdobló su cama y se quedó allí, desesperado. Gomamon se subió al colchón y se acurrucó a su lado. No quería ver a Joe tan infeliz.