Capítulo 7
Cuando Mimi llegó al pie del edificio de Joe intentó llamarlo por última vez. Pero no cogió el teléfono.
– Veamos si está en su casa, dijo, comenzando a subir las escaleras.
Llegó a su piso y llamó al timbre. Fue la madre de Joe quien fue a abrirla.
– Hola señora, vengo a ver a Joe. Soy una de sus amigos, y le esperábamos para un picnic, pero no vino. Entonces, me preguntaba si estaría por algún casual aqui.
– Pues sí… sí está aquí. En su habitación. Pero hace casi dos días que no ha salido.
– ¿Está trabajando?
– No lo sé... no creo.
La madre de Joe hizo entrar a Mimi en el piso y la guió hasta la habitación de su hijo. Mimi se acercó y llamó suavemente a la puerta.
– ¿Sí, quién es?
Mimi abrió la puerta y entró. Joe estaba extendido en su cama; al ver a Mimi, se enderezó. Gomamon estaba a su lado.
– ¡Hola! dijo Mimi.
– ¿Mimi?
– ¡Mimi! exclamó Gomamon.
– ¡Gomamon! exclamó Palmon.
– ¡Mimi, ¿qué haces aquí? preguntó Joe.
– Bueno, sé que estás preocupado por tus estudios y que no eres especialmente goloso, pero aun así, perderte un picnic con tus amigos me parece muy fuerte... así que decidí venir para saber que pasaba.
– ¡Vaya, el picnic! Se me ha pasado totalmente… ¿ya estamos a sábado?
– ¡Claro! ¡Vaya cara que pones! Parece que no has dormido desde hace tres días.
– Más o menos.
– ¿Eh? Pero ¿por qué?
Joe miró a Mimi de reojo, vacilante. Mimi sintió que su corazón se apretaba: en los ojos de Joe había leído el dolor.
– He discutido con mi novia, soltó finalmente Joe.
– ¿Tu novia? Entonces, ¿realmente existe?
– ¡Mimi! gruñó Palmon.
– ¡Lo siento! Quise decir... ¿por qué discutisteis?
Joe frunció el ceño, su mandíbula se contrajo y los ojos se le nublaron.
– Nunca le había hablado ni de Gomamon ni del mundo digital... ni tampoco de que somos los Niños Elegidos. Pensaba que lo aceptaría, que sería feliz de conocer a Gomamon. Pero no sucedió así...
– ¿Cómo reaccionó?
– Su hermano fue herido por uno de los digimons de Yggdrasil mientras estábamos luchando contra Ordinemon... Así que ahora piensa que todos los digimons son malos.
– ¡Está equivocada! exclamó Mimi, alzando un puño cerrado.
– ¿Cómo querías que le hiciera entender eso? No quería escuchar nada. Me dijo que había traicionado su confianza al ocultarle de que era un Niño Elegido, y cuando Gomamon quiso defenderme, ella...
– ¡Me miró como si fuera una porquería! completó Gomamon.
– ¿En serio? exclamó Palmon. ¿Hizo eso?
– ¡Sí! Y además no quiso a escuchar a Joe.
– Creo que estaba asustada, dijo Joe. Es normal después de lo que le pasó a su hermano. Pero hubiera pensado que me escucharía, que podría hacerla razonar.
Mimi frunció los labios, realmente apenada. Se sentó en el borde de la cama al lado de Joe, sus manos sobre sus piernas. Permanecieron así unos minutos en silencio. Finalmente, dijo Mimi:
– Cuando estamos enfadados o tenemos miedo, decimos o hacemos cosas que no diríamos o que no haríamos normalmente. ¿Recuerdas la primera vez que fuiste al mundo digital?
– Si, me acuerdo claramente, dijo Joe con una sonrisa. Tenía miedo de todo.
– Exactamente. Porque era nuevo para ti, y lo era para todos nosotros. Yo también estaba asustada y solo quería una cosa, irme a mi casa. No éramos muy maduros en aquel momento. Pero poco a poco, aprendimos a superar nuestros miedos. Porque teníamos a nuestro amigos los digimons, sí, pero sobre todo porque nos hicimos amigos y podíamos contar los unos con los otros. Eso es lo que nos hizo más fuertes y nos permitió entender a los digimons. Con tu novia es lo mismo. Los digimons son algo nuevo para ella. Pero si confiáis el uno en el otro, superaréis vuestros miedos. Si ella confía en ti, puedes enseñarle a no tener más miedo a los digimons.
Joe reflexionó sobre las palabras de Mimi. Tenía razón: ahora que volvía a pensar en su discusión con Chisako, se dijo había reaccionado exactamente de la misma manera que había reaccionado él la primera vez que había llegado al mundo digital. Con miedo, y para contrarrestarlo, tenía tendencia a querer racionalizarlo todo para controlar mejor una situación que se le escapaba. Al final, lo que tenía que lograr era simple y complicado al mismo tiempo: tenía que ayudar a Chisako a superar su miedo primero confiando en sí mismo y al mismo tiempo en él. Si él lo había conseguido, ella podría hacerlo.
– Tienes razón, asintió. Es contra el miedo contra quien tiene que luchar. Es el miedo lo que nos hace vulnerables o malos.
– Sí. Es como Meicoomon.
La frente de Joe se arrugó de manera pensativa. Tras unos instantes de silencio dijo:
– ¿Qué tal va Meiko?
– Tiene mucho coraje, más de lo que parece. Me imagino lo que puede sentir.
– Sí. Yo también.
– Por eso no tienes que dejar que el miedo invada a tu novia. ¡Pero para eso, necesitas a Gomamon!
– ¿Eh? dijo el digimon.
– Sí, ¡tiene razón! Joe le dijo a su compañero. ¿Recuerdas cuando subí al Monte Infinito, cuando nos conocimos en el mundo digital por primera vez? No quería que me siguieras, pero lo hiciste aun con todo. Y esa noche fue la que nos hizo cómplices para siempre.
– Sí, lo recuerdo. Te seguí porque sabía que podíamos ser amigos.
– Absolutamente. Perseveraste. Debo hacer lo mismo con Chisako. Pero tienes que estar conmigo. Eres mi compañero digimon y ella es la chica que amo. No es oponiéndoos el uno al otro o eligiendo a uno de vosotros que me reconciliaré con Chisako. Si le damos la oportunidad de entenderte Gomamon, ella te entenderá.
– Iré contigo, Joe. ¡Haré cualquier cosa por ti!
Joe y Gomamon se sonrieron. Joe se volvió hacia Mimi y también le sonrió:
– Gracias por venir, Mimi.
– De nada. En el mundo digital, eras tú quien me animaba. ¡Ahora me toca a mi!
– ¿Crees que los otros todavía estarán en el parque?
– Vista la hora, creo que ya están de camino a los fuegos artificiales. Pero si nos damos prisa, ¡podemos unirnos a ellos!
– Entonces, ¡vamos!
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Maki Himekawa abrió lentamente los ojos. Estaba extendida en la arena húmeda y un reflujo de agua helada empapaba sus piernas. Se enderezó aturdida y tiritó. ¿Dónde estaba? No recordaba nada, salvo que había sido arrastrada por las olas del Mar Oscuro. Había ido a la deriva... y hubiera pensado que se iba a ahogar, pero había acabado en esta playa extraña. Adivinaba que ya no estaba en el mundo digital: en este mundo los únicos colores que existían eran el negro y el gris. El agua que congelaba sus tobillos tenía un color de tinieblas. Al final de la playa, un faro arrojaba una luz oscura sobre la bahía. Había perdido sus zapatos y su chaqueta. Se levantó: sus pies se hundieron en la arena helada. Presionó sus brazos contra ella viendo que las mangas cortas de su blusa gris ya no la protegían del frio: tenía la piel de gallina. Se sentía sola, vacía, abandonada. El resentimiento apretó su corazón.
– Bakumon, ¿por qué no estás a mi lado? susurró.
Una lágrima corrió por su mejilla. Distinguió entonces una cascada de agua negra, en la cima de un promontorio que dominaba la playa. Su cauce caía del acantilado hasta la playa donde abría un surco para luego desembocar en el océano. Por encima de la cascada se alzaba una enorme pagoda negra. Parecía en ruinas. Sin embargo, Maki se sentía una atracción por ella. Subió por la playa y trepó por el acantilado. Las piedras que sobresalían le arañaron los pies y los gemelos repetidas veces. Cuando llegó a la cima del promontorio se encontró frente a la entrada de la gran pagoda oscura. Unas lámparas de luz negra se balanceaban por encima la entrada, creando un silbido en el viento solitario. Maki se acercó a la entrada. En ese momento, una silueta humana se materializó delante de ella.
– ¡Gennai! exclamó, reconociendo al hombre vestido de negro.
– Volvemos a vernos Maki, susurró. Pero aquí, ya no necesito esta ridícula apariencia.
La silueta de Gennai se pixeló y cambió de forma. Los ojos de Maki se abrieron de sorpresa cuando le reconoció:
– ¡Tu! Eres…
– ¿Creías que te enfrentabas con el verdadero Gennai? El verdadero Gennai es un negado… ¡solo sirve para prestarme su imagen!
Maki quiso moverse hacia atrás, pero él la agarró del brazo con una sonrisa rapaz:
– Bueno, Maki… ¿Quieres dejarnos ya? Sin embargo, te trataremos bien aquí, mejor de lo que nunca lo has sido en el mundo digital...
La silueta levantó un brazo hacia la puerta de la pagoda que se abrió. Tiró a Maki hacia adentro a pesar de sus resistencias. Cuando estuvieron en el pasillo, la puerta se cerró repentinamente y Maki se vio sumida en la oscuridad. Solo sentía esa poderosa mano que le apretaba el brazo. En estas tinieblas, el miedo la invadió de manera creciente.
– ¡Maki Himekawa! tronó de repente una voz.
Giró la cabeza en todas las direcciones, sin ver nada. Sintió que algo la rozaba, como un tejido helado. Se sobresaltó y su corazón se puso a latir con fuerza.
– ¿Quién está aquí? gritó.
Una luz gris invadió la atmósfera: Maki descubrió que ya no estaba en el vestíbulo sino que se encontraba en una amplia sala de piedras tan negras y brillantes como el ónice. Al fondo de esta sala flotaba sobre un pedestal de hielo una esfera azul pálida cuya consistencia se parecía al agua.
– ¡Maki Himekawa!
La voz emanaba de la esfera. De repente se deformó, se estiró y adquirió forma. El líquido que parecía constituirlo cristalizó y dio luz a una extraña criatura que recordaba a la forma humana. La parte inferior de su cuerpo tenía la apariencia de una gran gota de agua invertida: en lugar de piernas, el cristal partía de la cadera para formar una punta donde hubieran debido estar sus pies. Su busto parecía hecho del mismo cristal y unos brazos blancos como la nieve salían de esta extraña armadura. Dos picos de hielo se estiraban para cubrir sus hombros, mientras que un tercero envolvía su cabeza como un casco. Debajo de este yelmo caía un largo cabello blanco, casi hasta los pies de la criatura. Enmarcaba una cara pálida y unos labios tan desangrados como los de los muertos. Pero, sobre todo, dos grandes ojos grises la miraron, tan pulidos y brillantes como el mercurio líquido.
Maki no habría podido asignar un género a esta entidad andrógina. Pensó que había belleza, majestad en este ser. Pero también una terrible e inhumana frialdad y una inconmensurable amargura. Ella sentía exactamente lo mismo. La misma voz poderosa resonó nuevamente, sin que los labios de la criatura se movieran. Dijo a la silueta que todavía agarraba a Maki por el brazo:
– Suéltala.
Lo hizo un poco de mala gana. Maki se liberó de su agarre y se acercó a esta extraña aparición.
– ¿Quién eres?
– Tú ya sabes quién soy yo.
Maki lo miró durante un rato. El ser sostuvo su mirada.
– Tú eres... Yggdrasil, ¿verdad?
El asintió con la cabeza.
– Sabía que encontrarías el camino a mi reino. Te estaba esperando, Maki Himekawa.
Mientras miraba a Yggdrasil, Maki pareció recuperar la memoria. Recordó por qué había colaborado con él, por qué entró en el mundo digital. Recordó a Bakumon, y entonces la ira en ella se desató:
– ¡Me mentiste! ¡El reboot no me permitió reunirme con Bakumon! ¡Estaba vivo, pero sin ningún recuerdo!
– Te garanticé que lo volverías a ver, pero no me pediste que restaurara su memoria...
– ¡No te burles de mí!
– Sabías que un reboot traería de vuelta a tu compañero y querías lanzarlo. Colaboramos con el mismo fin, no puedo hacer más por ti.
– Pensé que eras más poderoso. Pero aparentemente, Homeostasis debe ser aún más fuerte que tú.
– ¿Cómo te atreves a decir eso?
– ¿No es Homeostasis el dios del digimundo? ¿No es él superior a ti?
Los ojos de mercurio de Yggdrasil la miraron con más frialdad que cualquier mirada humana. Maki sintió que el miedo le retorcía el estómago. Yggdrasil extendió los brazos y una intensa luz llenó la habitación, tan poderosa que Maki tuvo que ocultar sus ojos.
– Homeostasis, ¿superior a mí? ¡Pero fui creado mucho antes que él! ¡Era yo el dios del mundo digital! ¡Yo!
Maki abrió los ojos temblando y miró a Yggdrasil.
– ¿Eras el dios de la digimundo? ¿Quién te creó?
La pregunta pareció irritar a Yggdrasil, como si la considerara impertinente.
– Lo ignoro. Pero quienquiera que fuera, o lo que sea que fuera, nunca hizo nada por el mundo digital después de eso. ¡Sin mí, el mundo digital no existiría! ¡Sin mí, nunca habría salido del mar cuántico!
– ¿Quieres decir que... que tú... creaste el mundo digital?
– Sí, ¡lo creé! ¡Soy el Demiurgo del mundo digital! exclamó, levantando los brazos al cielo. Pero un día, Homeostasis fue creado a su vez. ¡Quería robarme el mundo que había creado y reemplazarme como dios de los digimons! ¿Cómo podía arrogarse este derecho, él que no creó nada? ¿Con qué orgullo se imaginó superior, o incluso igual a mí? ¡Homeostasis es solo una vil entidad que en nombre de la armonía usa la violencia! ¿No os utilizó para servir sus planes?
– ¿De quién estás hablando?
– ¡De vosotros, los humanos! ¡De ti y tus amigos, que han sido designados por Homeostasis como "Niños elegidos"! ¿Elegidos para qué? ¡Par ser sus juguetes!
– ¡Te equivocas! ¡Teníamos que salvar al mundo!
– Eso es lo que te dijo. ¿Pero estás segura de eso? ¿No entiendes que solo erais peones en su tabla de ajedrez?
– ¿Por qué haría eso?
– Porque quería excluirme del mundo digital para imponer su orden. Dice que es un guardián de la armonía, mientras que soy yo quien ha mantenido el equilibrio del mundo digital durante tanto tiempo... ¡Me convirtió en el monstruo que todos piensan que soy! Y para eliminarme, había descubierto algo que yo mismo todavía no entiendo completamente...
– ¿Qué es?
– Vuestra capacidad, humanos, para influir en los digimons para que evolucionen... Este proceso le interesaba y es por eso que recurrió a vosotros, Niños Elegidos.
– ¿Qué estás insinuando?
– Afirmo que Homeostasis os manipuló para que él dominara la digievolución. Su objetivo era crear las Bestias Sagradas para oponerme unos enemigos con los cuales no pudiese luchar. Homeostasis ha pervertido mi creación, los digimons, asociándolos con vosotros, los humanos... ¡mientras os hace creer que lo hicisteis por el bien de los dos mundos! ¡Qué hipocresía! ¡Homeostasis solo quiere el poder!
– No, no te creo... Homeostasis mantiene la armonía...
– Entonces, ¿por qué en cada una de sus apariciones se produjo un sacrificio? ¿Por qué en lugar de traer paz, trajo la muerte? ¿Por qué sacrificó a Megadramon y dejó morir a Ibuki, Shigeru y Eiichiro?
Maki miró a Yggdrasil, destrozada, perdida. Se acordó de Megadramon bajo el fuego de las cuatro Bestias Sagradas, su cuerpo disolviéndose para transformarse en ataque... Se acordó de Eiichiro, Ibuki y Shigeru cuando se pusieron delante de Daigo y ella, se acordó cuando murieron para fusionarse con las Bestias Sagradas... ¿Y si Yggdrasil tenía razón? ¿Si Homeostasis solo les hubiera elegido para usar su poder? ¿Si los hubiera traído a la digimundo solo para crear las Bestias Sagradas y para derrotar a aquel a quien quería usurpar el digimundo? Si ella y sus amigos realmente hubieran contado a sus ojos, ¿Homeostasis les habría permitido sacrificarse?
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Maki Himekawa. Se tomó la cabeza en las manos y cayó de rodillas. Tenía la impresión de volverse loca: todo lo que había creído desde que había sido designada como Niña Elegida había sido una mentira... Todo lo que ella y sus amigos habían sido obligados a hacer en el mundo digital era que la estrategia de una entidad celosa del poder de Yggdrasil... Homeostasis había jugado con ellos, les había utilizados, manipulados... y ella había caído en la trampa. ¿Cómo podía ser tan ingenua? La desesperación la asfixió y le enfrió todo el cuerpo. Se sentía tan miserable, tan inútil... odiaba a Homeostasis y se odiaba a sí misma. Temblaba de rabia y de desesperanza.
– Maki Himekawa, dijo Yggdrasil, ¿sabes por qué Homeostasis no pudo hacer de Megadramon una Bestia Sagrada?
– Por... ¿por qué?
– Porque en aquel momento, no pudiste influir en tu digimon para que se transformara. ¿Y sabes por qué no lo has podido? Porque en aquel momento, dejaste de obedecer a Homeostasis. En aquel momento, sentiste que Homeostasis no estaba sirviendo a una causa justa. En ese momento, sentiste mi presencia.
Las lágrimas de Maki se detuvieron. No recordaba haber percibido la presencia de Yggdrasil durante aquella batalla. Sin embargo, ahora que sondeaba en su memoria, recordó que había percibido esta sensación de agua fría que producía Yggdrasil sobre ella ahora. Sí, tenía razón: cuanto más lo pensaba, más se convencía de que lo que había sentido dentro de su alma ese día era la tristeza de Yggdrasil. Este sentimiento de vacío nunca la había abandonado desde entonces. Se enderezó y le dijo a Yggdrasil:
– Es verdad, sentí tu presencia. ¿Pero por qué me hiciste venir aquí? Soy una humana, así que probablemente no puedas hacer nada para ayudarme...
– Te equivocas. Te hice venir aquí para que nunca más te manipule Homeostasis. Para que seas estimada por lo que eres.
– ¿Qué quieres decir?
– Eres la única que puede sentir mi presencia. Un niño, hace unos años, había podido comunicarse conmigo, luego una niña... pero sus amigos, cegados por Homeostasis, me los arrebataron... Tú, has llegado allí. Puedo ayudarte si aceptas ayudarme.
– ¿Qué quieres de mí?
– Quiero que me ayudes a recuperar lo que me robó Homeostasis. Es tu verdadera oportunidad para salvar el mundo y abrirles los ojos a los nuevos Niños Elegidos que creen hacer el bien sirviendo a Homeostasis. Pero para lograr este objetivo, necesito acceder al mundo digital del cual me han excluido.
