Capítulo 9

– ¡Qué cola! exclamó Mimi, molesta.

En esa calurosa tarde de julio, los heladeros Sumidagawa habían sido asaltados por turistas que venían a ver los fuegos artificiales. El puesto al que los adolescentes habían acudido tenía ya una cola que no paraba de hacerse cada vez más y más larga.

– Ojalá avance rápido, dijo Ken, colocándose detrás de los últimos clientes.

– Lo importante es que estamos en buena compañía, dijo Takeru.

– Es cierto, así tenemos tiempo para hablar sobre los fuegos artificiales, añadió Hikari. Ha sido tan impresionante, ¿verdad?

– ¡Era mágico! dijo Sakae. Era como si una lluvia de estrellas hubiera invadido el cielo. Ojalá pudiera ser capaz de pintar lo que hemos visto.

– Me hubiera gustado que Wormon viera los fuegos artificiales, dijo Ken, sombríamente. Le hecho tanto de menos.

– No te preocupes, dijo Takeru, colocando una mano sobre su hombro. Haremos todo lo posible para encontrarlo.

– A mí, me encantaron los que tomaban formas diferentes, ¡especialmente las sonrisas y las flores! dijo Mimi.

– A mí lo que me han gustado han sido los corazones, dijo Joe, pensando en Chisako con tristeza y esperanza a la vez.

Este comentario no hizo gracia a Koushiro, quien no podía deshacerse del recuerdo de Mimi cogiéndose de la mano con Joe. Se crispó y permaneció en silencio. Finalmente, la cola avanzó y llegaron frente a las ventanas refrigeradas donde estaban acumulados litros de helado de todos los sabores. Hikari cogió una bola de vainilla, Takeru una de albaricoque, Ken una de menta, Mimi una de fresa, Joe una de chocolate y Koushiro una de caramelo. Sakae estuvo indecisa durante un rato y finalmente pidió una bola de zanahoria, naranja y albahaca.

– ¡Vaya, que mezcla! exclamó Ken. ¿Estás segura de que estará bueno?

– No lo sé, dijo Sakae, riendo. Pero me gusta probar cosas nuevas.

– ¡Tienes gustos raros! dijo Mimi.

Pagaron y poco después decidieron hacer una caminata a lo largo del río. Sakae se llevó el helado a la boca, mientras todos observaban su reacción preguntándose qué sabor tendría. Para su sorpresa, Sakae emitió una señal de satisfacción.

– ¡Hum, está muy bueno!

– ¿En serio? dijo Hikari. ¡Nunca lo hubiera creído!

– Hay personas que siempre toman el mismo helado, dijo Sakae. ¡Pero es más divertido probar otros sabores y otras combinaciones!

– En realidad, dijo Takeru, es un poco como cuando pintas: intentas nuevas combinaciones.

– ¡Bueno... sí, es cierto!

Andaban a lo largo del río Sumidagawa. El aire olía a verano y se sentía el olor de los restaurantes. De repente, Mimi propuso:

– ¿Y si hiciéramos un juego? Yo canto el comienzo de una canción, y tenéis que adivinar el título ¿os hace?

– Vale, dijo Takeru. ¡Empiezo yo a buscar!

Mimi inmediatamente entonó una canción. Takeru sonrió y rápidamente dio la respuesta.

– ¡Es muy fácil, es una canción de mi hermano! se rio.

– ¡Es verdad, estaba chupado! ¡Vamos a por una segunda!

Esta vez, le tocó a Sakae encontrarla. Tuvo que pensárselo un poco, pero de repente recordó la canción que había escuchado en la radio.

– Ahora, dijo Mimi, te toca a ti Koushiro.

Comenzó una nueva melodía. El motivo no le decía absolutamente nada a Koushiro. Lo peor fue que los demás parecían conocerla. Se sintió ridículo.

– Vamos, dijo Mimi, ¡es fácil!

– ¡La tengo! dijo Joe.

– Koushiro ¡veo que no es tu punto fuerte la música! dijo Mimi riendo.

Esta vez fue demasiado para Koushiro. Se puso rojo y explotó:

– Mira, escucha un momento, si hubieras pasado tanto tiempo como yo frente a un ordenador buscando cómo evitar un reboot, ¡entenderías que no me puedo dar el lujo de pasar horas escuchando música como tú! replicó. Hubiera tenido adivinar tu canción tu querido Joe, ¡seguramente él si tiene la respuesta!

Koushiro guardó silencio sorprendido por su propio tono. Mimi lo miraba atónita. Koushiro dio un paso atrás, su mano se inclinó y su helado se cayó al suelo. El caramelo goteaba en un charco azucarado a sus pies. Todos sus amigos lo miraban anonadados. Koushiro, desamparado y avergonzado, se dio la vuelta y se fue.

– ¡Koushiro! le llamó Mimi.

– Déjalo, dijo Takeru, conteniéndola por el hombro.

Mimi se dio la vuelta y miró a sus amigos. Desconcertada, preguntó:

– ¿Qué he dicho mal?

La miraron incomodados, a excepción de Ken y Sakae, que no estaban al tanto y que parecían tan sorprendidos como Mimi. Sin embargo, todos los demás ya habían notado cual era la actitud de Koushiro hacia ella desde hace varias semanas y todos habían adivinado la causa de este cambio. Takeru había sido uno de los primeros en darse cuenta; Joe también lo entendió rápidamente durante el último viaje al mundo digital que hicieron con los otros Niños Elegidos. Hikari tenía una intuición suficientemente desarrollada para percibir, a pesar de que nunca lo había hablado con él, los sentimientos de Koushiro. Todos lo sabían, excepto Mimi.

– ¿No te has dado cuenta de que desde que regresaste de Estados Unidos, Koushiro se comporta... de manera diferente contigo? preguntó Takeru con delicadeza.

– ¿Diferente?

Joe intercambió una mirada con Takeru.

– Mimi, ¿podemos hablarte?

– ¿Pero qué pasa?

– Ven, vamos a explicártelo todo. Ahora volvemos, dijo a los demás.

Hikari se quedó con Ken y Sakae, que todavía estaban desconcertados.

– Nunca vi a Koushiro en este estado, dijo Ken, serio.

– ¿Qué le pasa? dijo Sakae en voz baja.

Hikari miró al suelo, pensativa y apenada.

– Mimi es una chica muy extrovertida y sociable... pero a veces esto le impide percibir los sentimientos de los demás. Y sin darse cuenta, ha herido a Koushiro... no va a ser fácil para Joe y Takeru explicárselo.

Mimi, Joe y Takeru se alejaron para encontrar un banco frente al río. Mimi estaba comenzando a preocuparse bastante. Joe y Takeru estaban pensando en la forma más diplomática de abordar el tema con ella. Mimi y Joe se sentaron en el banco, Takeru permaneció de pie frente a ellos.

– No entiendo, dijo Mimi. Durante el almuerzo de picnic de esta tarde, Koushiro estaba normal... pero cuando Joe y yo llegamos lo encontramos retraído. Y encima ahora se enfada. ¿De qué me está culpando? ¡Si soy amable con él!

– El problema, dijo Joe, es que no está buscando tu amistad.

– Sabes, Mimi, le dijo Takeru, Koushiro ha renovado todo su fondo de armario recientemente. Incluso desarrolló un programa de computadora para probar virtualmente camisas y pantalones con el fin de saber cuál era la mejor combinación. Lo hizo a sabiendas de que sabe que te gusta la moda.

– Pero... ¿por qué me dices eso?

– ¿No notaste que se sonrojaba a menudo cuando estabas cerca de él? añadió Joe.

– A veces, si... pero Koushiro es tímido, debe ser así con todas las chicas.

– Bueno... no, la desengañó Takeru. Si se ponía tan incómodo y si hacia tantos esfuerzos en vestimenta, es para gustarte.

Mimi se quedó boquiabierta, sin querer entender.

– Quieres decir que...

– Lo que queremos decir, aclaró Joe de una vez por todas, es que Koushiro se ha enamorado de ti y que no sabe cómo decírtelo.

Esta vez, Mimi no supo qué responder. Aturdida y atónita, se quedó pasmada. ¿Koushiro, el crack de la computadora de su grupo, enamorado de ella? No podía creérselo. Sin embargo, ahora que Joe y Takeru se le habían explicado, empezó a ver cierta coherencia en unos comportamientos de Koushiro que le habían parecido extraños. Se sintió estúpida por no haberlo entendido antes, culpable de la torpeza que tanto había incomodado a su amigo. Pero sobre todo, sobre todo...

– Yo... no me di cuenta en absoluto, susurró, confundida.

– Lo habíamos adivinado, dijo Joe. Por eso queríamos hablarte con Takeru. Koushiro se enojó antes porque probablemente nos vio llegar cogiéndonos de la mano. Solo me di cuenta a posteriori del malentendido que había podido imaginarse. Aunque lo hiciéramos para no perdernos entre la multitud, seguro que se imaginó cosas. ¡También hay que decir que todavía no cree en la existencia de Chisako! Y vernos así lo puso celoso.

– Si hubiera sabido todo esto, hubiera actuado de manera diferente. Pero... hay un problema... para mí, Koushiro siempre ha sido uno de mis mejores amigos, como vosotros dos, como Taichi y Yamato... Quiero decir... sería incapaz de sentir esto por uno de vosotros...

Mimi hizo un gesto con la nariz, las lágrimas llegaron a sus ojos.

– No quiero lastimar a nadie... y mucho menos a Koushiro. ¿Qué puedo hacer?

Joe y Takeru se miraron, apenados por su amiga. Joe suspiró y puso una mano sobre el hombro de Mimi:

– No puedes dejarlo así. Sé que no es fácil, pero tienes que decirle la verdad sobre tus sentimientos. Para que algún día pueda pasar la página.

– Pero... si después de eso, ¿me odia?

– Desafortunadamente, no depende de ti. Dependerá de Koushiro, una vez hayas hablado con él. Tendrá que determinar el tipo de relación que querrá mantener contigo. Entiendo que lo que estamos diciendo no sea agradable para ti, pero no es culpa tuya. Estas cosas no se pueden decidir.

Las lágrimas de Mimi corrieron de nuevo por sus mejillas. Confundida, miró al suelo. Joe apoyo su mano sobre su espalda para consolarla. Mimi no podía dejar a Koushiro así. Era su amigo, tenía que pensar en él antes de pensar en ella. Le iba a costar. Pero tenía que hacerlo. Se secó los ojos con el dorso de la mano y levantó la vista: sus pómulos y sus párpados estaban rojos, pero su mirada estaba resuelta:

– Iré a verlo. Lo único... es que no sé a dónde ha ido.

– Estoy casi seguro de dónde está, dijo Takeru. En el único lugar donde puede estar realmente solo.

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Mimi miró la gran torre de cristal opaco: la oficina de Koushiro. El único lugar donde podía estar realmente tranquilo. Entró en el pasillo, tomó el ascensor y llegó al sexto piso. Cuando llegó a la puerta, dudó. Respiró hondo y tocó el timbre. Por un momento, pensó que no le abriría. Finalmente, la puerta se deslizó. Koushiro estaba allí, sentado detrás de sus tres pantallas. Escondido, más bien. Solo las computadoras emitían una luz azulada en el cuarto oscuro. Mimi dio un paso adelante e intentó ocultar su incomodidad:

– Hola, soy yo. Esta vez, no voy a hacerte adivinar una canción.

Silencio. Mimi se mordió el labio, sin saber cómo empezar. Decidió seguir sus instintos.

– Sabes, esta tarde no quería que te sintieses incómodo. Sé... que me dejo llevar fácilmente por la emoción, que a veces soy un poco demasiado desbordante... y no me di cuenta de que te había hecho daño. Lo siento, Koushiro.

Detrás de sus pantallas, Koushiro cerró los ojos, suspirando y frunciendo el ceño. Luego se levantó, pasó delante de su escritorio y miró a Mimi.

– Sé todo eso, Mimi. Pero te entusiasmas tan fácilmente, eres tan... extrovertida, en la forma en que actúas, que me sentí humillado. Porque no puedo ser como tú, no puedo tener una respuesta para todo, y esto hizo que me sintiera muy incómodo.

– Lo siento mucho.

Nuevo silencio. Mimi sabía que Koushiro todavía tenía que pensar en Joe.

– Sabes, esta tarde, cuando fui a casa de Joe, lo encontré desesperado... porque había discutido con su novia.

La sorpresa apareció en la cara de Koushiro. Incrédulo, murmuró:

– Entonces, ¿realmente tiene novia?

– Sí, confirmó Mimi, sonriendo. Se llama Chisako. Discutieron a causa de los digimons. Solo quise levantarle un poco el ánimo a Joe.

– ¿En serio? ¿Nada más?

– ¡No, nada más! Cuando llegamos a los fuegos artificiales, nos habíamos cogido de la mano porque había mucha gente. Lo hicimos para no perdernos. Puedes preguntarlo a Palmon o Gomamon.

– Entonces... ¿no hay nada entre tú y Joe?

– No hay nada. Joe es uno de mis mejores amigos, quizás el más cercano. Pero no va más allá. Sin embargo... Koushiro, tengo que decirte algo. Nosotros... nos conocemos desde hace mucho tiempo.

Koushiro casi contuvo el aliento, su corazón latía fuerte.

– Contigo, con todos nuestros amigos, hemos vivido aventuras extraordinarias, continuó Mimi. Y... es esta amistad que siempre nos ha unido. Por eso me siento tan bien con vosotros, contigo; es porque no hay... nada más allá, justamente. Sé que sientes algo más que eso... que sientes algo por mí. Pero yo... no tengo el mismo sentimiento. Eres un muy buen amigo para mí, Koushiro... pero nunca podría verte de otra manera. Lo siento mucho.

Koushiro miró a Mimi, aniquilado. Tenía la impresión que un demonio acababa de caer al fondo de su estómago para retorcer sus entrañas y quemar su corazón con ácido. No quitaba a Mimi de sus ojos, con las piernas tambaleándose. Ella ya no se atrevió a enfrentar su mirada. Las lágrimas corrieron por sus mejillas de nuevo. Odiaba lastimar a los demás, especialmente a sus amigos. Permanecieron así cara a cara, sin saber qué decir, sin saber qué hacer. Finalmente, Mimi murmuró:

– Te…voy a dejar tranquilo.

Fue a la puerta de cristal y salió de la oficina de Koushiro. Tan pronto como estuvo solo, se derrumbó en uno de los sofás frente a su escritorio y tomó el cabeza entre las manos, abatido. Su corazón no era más que una gran vorágine donde la desesperación, la vergüenza, la ira contra sí mismo se mezclaba. En esta gran oficina apagada, sintió una inmensa soledad.

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Mientras Mimi había regresado a Odaiba para hablar con Koushiro, Joe y Takeru habían remontado el río para encontrarse con Hikari, Ken y Sakae.

– Espero que no sea demasiado difícil para Koushiro, susurró Takeru.

– Tampoco va a ser fácil para Mimi, dijo Joe.

En ese momento, el movíl de Joe vibró. Lo sacó del bolsillo: tenía un mensaje. Lo abrió y cuando lo leyó, su rostro se iluminó. Se detuvo.

– ¿Qué hay? preguntó Takeru.

– Es... ¡es Chisako! ¡Quiere verme! exclamó Joe, con júbilo.

– Bueno, ¡adelante! ¡Es el momento para que os reconciliéis ahora o nunca!

– Me hubiera gustado que Gomamon estuviera conmigo... Pero Koushiro lo ha hecho entrar a la sala de servidores con los otros digimons para dormir, y ahora no es el momento de molestarlo... bueno, ¡primero hablaré con Chisako y volveré a verla la próxima vez con Gomamon!

– ¡Suerte! lo animó Takeru, agitando su mano mientras Joe se alejaba.

Joe subió la calle hacia el metro mientras Takeru se unía a Hikari y los demás. Cuando Hikari lo vio llegar solo, se sorprendió:

– ¿Dónde están Mimi y Joe?

– Cada uno se ha ido para resolver sus asuntos, dijo Takeru.

Dicho esto, los ojos del adolescente cayeron casi involuntariamente sobre Hikari, que se sonrojó ligeramente.

– Aunque sea probablemente más delicado para Mimi que para Joe, añadió, desviando la mirada. Bueno, y nosotros, ¿qué hacemos?

– ¿Me harías un tour por Tokio? preguntó Sakae. No conozco bien la capital...

– Será un placer, dijo Hikari. Además, estoy segura de que Ken tampoco conoce muchos lugares en Tokio... ¡hasta hace unos años le gustaba mucho quedarse en casa!

– Así es, fue una mala época para mí, se rio Ken. ¡Pero voy a sorprenderos con todo lo que he descubierto en Tokio en los últimos tres años!

– ¡Entonces vamos! dijo Takeru.

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Un rayo atravesó el mundo digital, como una aurora boreal electrificada. En todo el digimundo, los digimons levantaron la cabeza hacia el cielo: esta vez, no era una distorsión. Lo que vieron se parecía más a un anillo de fuego luchando por materializarse en su mundo. Chisporroteó, se estiró, brilló. Durante varios minutos el cielo estuvo así agitado. Luego, poco a poco, las llamas se intensificaron, se materializaron en el mundo digital. Todos los digimons percibieron este fuego brillante y perturbador que flotaba por encima de sus cabezas. De repente, un cinturón de fuego estalló en el cielo y sus llamas se concentraron entre dos picos rocosos de un desierto. Toda la energía se reunió allí y formó un alto muro de fuego entre las dos montañas. Este muro incandescente temblaba, vibraba, se deformaba. Una silueta femenina surgió de él. El sirviente más fiel de Yggdrasil la seguía. Maki Himekawa blandió hacia el Muro de Fuego su digivice, que se había vuelto negro: una mano azul y peluda salió de las llamas. Luego un brazo cubierto con un abrigo rojo. La transición del Mar Oscuro al mundo digital era difícil, pero no imposible.

Desde lo alto de una formación rocosa frente al Muro de Fuego, Gennai observaba esta escena con preocupación. De repente, Hackmon se pixeló a su lado.

– Homeostasis sabe lo que está pasando, le dijo a Gennai. Quiere que me digievolucione en Jesmon.

– No serás lo suficientemente poderoso para derrotar a lo que está emergiendo del Muro de Fuego, respondió Gennai. Necesitamos a los Niños Elegidos.

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Koushiro no se había movido desde hacía una hora. Justo desde el momento que Mimi había salido de su oficina. De repente oyó que su ordenador emitía un sonido alto y repetitivo. No reaccionó de inmediato. En este momento, no encontraba nada que le interesase. Pero como el sonido continuaba, se enderezó. Lentamente, volvió delante de sus pantallas. Una pestaña parpadeaba: alguien intentaba comunicarse con él a través de una videollamada. Hizo clic para aceptar la llamada: la cara de Gennai apareció en la pestaña. De repente la adrenalina se le subió a Koushiro.

– ¿Gennai? ¿Qué pasa?

– Algo serio. El Muro de Fuego que separa el mundo digital y el Mar Oscuro se está fragmentando.

– ¿Cómo es posible?

– Yggdrasil mismo no puede destruir el Muro de Fuego, pero un ser humano puede ir del mundo digital al Mar Oscuro.

– Sí, lo sé. Hikari ya lo ha hecho.

– Lo que no sabíais es que vuestros digivices también pueden conectar el mundo digital al Mar Oscuro. ¡Parece que la Sra. Himekawa ha logrado entrar en el Mar Oscuro y, gracias a su digivice, hace que digimons demoníacos crucen el Muro de Fuego!

– ¡¿Digimons demoníacos?!

– Tenéis que enviarlos de vuelta al Mar Oscuro antes de que sea demasiado tarde, y... ¡oh, no! exclamó Gennai, levantando la cabeza.

– ¿Qué? ¿Qué está pasando, Gennai?

– El primer digimon acaba de cruzar el Muro de Fuego... está abriendo un pasaje a tu mundo para enviar a sus acólitos allí... ¡es Daemon!

Los ojos de Koushiro se abrieron: hace tres años, los digimons de Ken, Daisuke, Iori, Miyako, Takeru y Hikari habían fusionado su ADN en un intento de derrotar a Daemon. Este poderoso digimon, que vino a llevarse a Ken, había demostrado poderes increíbles, tan fuertes que incluso tres mega-digimons no habían podido vencerlo. Para salvar el mundo real, Ken había abierto un pasaje al Mar Oscuro y, con la ayuda de sus amigos y de sus compañeros digimons, habían enviado a Daemon allí. Pero si regresaba al mundo digital, el peligro era grande. De hecho, Daemon podría abrir un pasaje al mundo real como quería... y así permitir la invasión de los sirvientes de Yggdrasil. Tenían que detenerlo a toda costa.

– ¡Llamo a los demás! dijo Koushiro a Gennai.

Él asintió, luego cortó el video. Koushiro sacó su teléfono y marcó rápidamente el número de Taichi.