Capítulo 14
En el cuarto de estar Sakae estaba doblando la ropa con Meiko. Su madre se había ido de compras y les había pedido que se encargaran de la colada. Sakae miró la hora: las diez y media de la mañana. El día iba a ser largo. Pensativa, puso una falda sobre la pila que había comenzado. Seguía recordando la batalla de los digimons que había presenciado junto con los otros Niños Elegidos. Esa noche había comprendido la gran responsabilidad que tenían su hermana y sus amigos. Pero había algo más que ocupaba su mente.
– Meiko, ¿puedo hacerte una pregunta?
– ¿Cuál?
– ¿Recuerdas el día en que nací? Quiero decir... ¿recuerdas haber ido con mamá al hospital?
Meiko pensó por unos minutos.
– No... Pero solo tenía un año. Me imagino que era demasiado joven para recordar.
– Es verdad...
En ese momento, la puerta principal se abrió y su padre cruzó el umbral. Se quitó los zapatos, puso su maletín y su chaqueta en una silla del comedor y se acercó a sus hijas.
– ¡Buenos días, papá! exclamaron las chicas.
– Buenos días, respondió.
Luego girándose hacia su hija menor dijo:
– Sakae, hoy he visto al Agente Nishijima. Me pidió agradecerte de su parte por haber venido a advertirlo anoche. Sin embargo... ¿por qué no he tenido constancia de que ayer tu estuviste en medio de la batalla con los digimons?
Primero la pregunta sorprendió Sakae, luego se sintió incomoda.
– Es que... Meiko me invitó al picnic organizado por sus amigos, y luego pasó todo muy rápido... Te lo iba a decir, pero te fuiste temprano esta mañana, papá...
– ¿Y no se te ocurrió que me preocuparía? ¿Que podrías haber muerto? estalló de repente Mochizuki.
– ¡Papá, no grites! intervino Meiko. Fui yo quien insistí para que Sakae me acompañara.
– ¿Y no has pensado, Meiko, que llevar a tu hermana y ponerla en medio de los digimons podría ponerla en peligro?
– ¡Pero no sabíamos que Yggdrasil contraatacaría tan pronto! Pensé que no había peligro.
– ¡Deberías haber sido más prudente! En cuanto a ti, Sakae, no quiero que vuelvas a ver a estos adolescentes.
– ¿Por qué? replicó agresivamente. ¡Sin mí, anoche, el mundo digital y el mundo real podrían haber sido destruidos! ¿Por qué siempre me prohíbes cualquier contacto con los digimons?
– Es para protegerte.
– Entonces, ¿por qué dejaste que Meiko tuviera un compañero digimon? ¿Por qué me enviaste al internado tan temprano? No confías en mí, ¿verdad? ¿Me amas menos que a Meiko?
– No es eso.
– Sí, ¡eso es! ¡Y sé muy bien por qué!
Sakae fulminó a su padre con la mirada. Luego se giró, agarró sus zapatos, se los ató y salió del piso cerrando la puerta con fuerza. Mochizuki permaneció en silencio, con el corazón turbado. Finalmente, se dio la vuelta hacia su segunda hija:
– Meiko, tengo que decirte algo.
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Koushiro cerró las pestañas en las que estaba trabajando y apagó la computadora de su habitación. Había planeado salir todo el día. Llamó a Taichi para decirle que no estaría disponible y le pidió que se lo dijera a los demás. El día anterior, había dado el ultimo toque a su programa que permitiría conectar el mundo real con el mundo digital; también pensaba haber identificado el área geográfica donde Azulongmon, el guardián del este del digimundo, podía estar encarcelado. Era la Bestia Sagrada sobre la cual tenía más información, ya que Takeru, Hikari, Daisuke, Iori, Miyako y Ken la habían conocido hacia tres años, antes de que fuera encarcelada nuevamente. Pronto tendrían que ir a buscarla, y Koushiro sabía que una vez que se hubiese embarcado en esta aventura, no vería el tiempo pasar.
Por eso había decidido ir a la tumba de sus padres biológicos ese día. Lo hacía todos los años. La fiesta de los muertos tendría lugar en una semana, sin embargo, quería realmente ir allí antes de partir en busca de las Bestias Sagradas. Su madre entró en este momento a su habitación:
– Koushiro, te he preparado un picnic. Probablemente tengas hambre en el tren.
– Gracias mamá.
La puerta se cerró y Tentomon, que estaba en la cama de Koushiro, preguntó:
– Dime, Koushiro, ¿estás seguro de que no quieres que te acompañe?
– Eres muy amable, Tentomon, pero prefiero estar solo. Va a ser solo un día. Mientras no estoy, puedes ayudar a mi madre en casa, estoy seguro de que estará encantada.
– ¿Tú crees que le puedo ser útil con mis patitas cortas?
– ¡Estoy seguro de que sí! se rio el chico.
– Vale, se le voy a proponer entonces.
Koushiro puso en su mochila el picnic, su computadora, un poco de incienso, una caja de fósforos, tomó dinero para comprar flores y agua. Luego deslizó su móvil en su bolsillo.
– Hasta luego, le dijo a Tentomon sonriendo.
Se despidió de sus padres y se fue a tomar un autobús para llegar a la estación. Allí se subió al tren. Tenía cuatro horas de viaje. Los paisajes se sucedieron, primero urbanos, luego más rurales. Sacó su computadora para trabajar. El tren pasó cerca de Kioto y Koushiro hizo un cambio en Osaka. Finalmente llegó a las tres de la tarde a Sakai. Su padre adoptivo le dijo que sus padres biológicos habían vivido una gran parte de sus vidas en Tokio, pero que su padre había crecido en la ciudad provincial de Sakai. Por eso siempre quiso que su urna funeraria se uniera al panteón familiar el día que se muriera [1].
Koushiro compró flores en una floristería y una botella de agua en una tienda de abastos Luego subió por las calles tranquilas hasta el cementerio. Allí tomó el camino donde se encontraba el panteón de sus padres. Cuando llegó, notó de repente una figura inclinada sobre la tumba de sus padres, poniendo flores. Atónito, reconoció a Sakae. Su primer reflejo fue esconderse detrás de un árbol para no ser visto. Sakae se acercó después a un panteón que estaba justo al lado de sus padres biológicos y también dejó un ramo allí. Encendió una ramita de incienso y colocó una naranja sobre la piedra [2].
Sakae se arrodilló ante esta segunda tumba y permaneció en silencio. Koushiro, asombrado, la observó. De repente se dio cuenta de que estaba llorando. Koushiro salió de detrás de su árbol y se acercó lentamente a ella.
– ¿Sakae?
La chica se sobresaltó y se dio la vuelta: las lágrimas corrían por sus mejillas. Su dolor fue tan abrumador que toda la desconfianza de Koushiro se desvaneció. En los ojos azul marino de la adolescente leyó una herida profunda. Se secó los ojos con un puño.
– ¿Qué haces aquí? le preguntó Koushiro.
Sakae notó las flores que llevaba y la botella de agua. Se enderezó y dijo:
– Lo mismo que tú, me parece.
Koushiro la miró a la cara. Luego, sus ojos se posaron sucesivamente en la tumba frente a la cual se había arrodillado Sakae, y después en la de sus padres.
– ¿Por qué has puesto flores en esta tumba? preguntó señalando al panteón. Es el de mis padres biológicos.
– Lo sé.
Los ojos de Koushiro se abrieron por la sorpresa. ¿Cómo sabía ella que había sido adoptado? Sakae señaló la otra tumba frente a la cual había estado meditando.
– Debajo de esta tumba descansan los míos.
Koushiro frunció el ceño, confundido.
– Pero... ¿qué quieres decir, qué no eres la hermana de Meiko?
– Lo creí por mucho tiempo. Pero ahora sé que fui adoptada por la familia Mochizuki hace quince años.
Koushiro parpadeó. La expresión rota de Sakae resonaba en él como un eco. Despertaba la dolorosa sensación que había sentido el día en que, cuando aún era un niño, también había descubierto la verdad sobre sus orígenes.
– ¿Desde cuándo lo sabes?
– Tres años. Siempre he sabido que era muy diferente de Meiko y que tenía poco parecido físico con mis padres. Pero sobretodo, mi padre adoptivo nunca me trató como a Meiko. Cuando mi hermana conoció a Meicoomon, sentí que yo también podría haberla entendido... pero mi padre me alejó de casa enviándome a un internado. Hace tres años falté un día a clase para venir aquí, a Sakai. Cuando era pequeña vivía aquí con mis padres y Meiko. Pero no duró mucho tiempo. Volví sola porque pensaba que mi partida de nacimiento tendría que estar aquí. Tenía razón. Fui a la oficina de registro y tuve pruebas de lo que sospechaba. Había sido efectivamente adoptada después de que mis padres murieran en un accidente de coche cuando tenía un año.
Koushiro se estremeció: sus verdaderos padres también habían muerto en un accidente de coche, quince años antes.
– Con mi partida de nacimiento, continuó Sakae, encontré otro documento que no esperaba. Era una declaración escrita y firmada por mis padres biológicos. En él, mi padre, el Sr. Tagaya, le pedía a un cierto Sr. Omura que cuidara de mí si algo malo le sucedía. A cambio, le prometía al Sr. Omura que cuidaría de su hijo, Koushiro, si desaparecía.
Koushiro, sin palabras, miró a Sakae. Omura era el nombre de su verdadero padre.
– Cuando leí esta declaración, añadió Sakae, me pregunté por qué no había sido adoptada por este Sr. Omura y su esposa. ¿Por qué fueron finalmente los Mochizuki quienes se hicieron cargo de mí? Conseguí obtener el registro del estado civil del Sr. Omura, que también había vivido en Sakai. Lo entendí cuando descubrí su partida de defunción: tenía exactamente la misma fecha que la de mis padres, y exactamente la misma causa: un accidente de coche. Este Sr. Omura, que podría haber sido mi tutor legal, murió la misma noche que mi padre biológico. Es por eso que finalmente me cuidaron los Mochizuki. Sin embargo, recordé a este niño que mi verdadero padre debería haber cuidado si no hubiera muerto. Investigué un poco y descubrí que había sido adoptado por una pareja que vivía en Tokio. Esta pareja tenía como apellido Izumi. Por lo tanto, el niño debía llamarse ahora Koushiro Izumi.
Koushiro no podía creerlo. Conmovido, tartamudeó:
– Entonces... ¿nuestros padres se conocían?
– Sí, y tenían que ser muy cercanos para prometerse mutuamente cuidar del hijo del otro si algo les sucedía. El destino fue cruel con ellos: la muerte les tomó a los dos la misma noche, y nosotros, sus hijos, crecimos sin conocernos. Siempre he vivido en provincia, en Sakai por poco tiempo, en Tottori cuando era pequeña, luego en Kanazawa, donde he estado estudiando durante cuatro años. Pero siempre me prometí que si alguna vez iba a Tokio, trataría de conocerte. Entonces, cuando encontré estas prácticas de verano y llegué a la capital... no pude evitar ir donde vivías. Tu dirección la encontré en una guía telefónica. Sin embargo, cuando llegué al pie de tu edificio, me sentí estúpida. No sabía cómo ibas a reaccionar. Ni siquiera sabía si estabas al tanto de que habías sido adoptado. Dudé mucho, y finalmente no subí a tu piso.
– ¡Espera, te vi ese día desde mi balcón! No te conocía y no entendía por qué te quedabas al pie de mi edificio. Era un poco raro.
– Lo siento, se disculpó Sakae con una media sonrisa. Puedes imaginar cuál fue mi sorpresa cuando a continuación descubrí que eras uno de los Niños Elegidos de los que mi hermana es amiga. No podía creerlo, estaba tan avergonzada. Sabía que me habías visto desde tu balcón y tenía miedo de lo que pudieras pensar de mí. Aun así, tenía ganas de hablar contigo. Luego todo se encadenó... los digimons atacaron, y cuando confiaste en mí para que fuera a buscar al Sr. Nishijima y que luego me pediste guardar tu computadora, nunca me sentí tan útil en toda mi vida.
Sonrió a Koushiro. Este último le devolvió la sonrisa.
– Nunca podría haber adivinado quién eras, o toda esta historia, dijo el joven. Nunca fui a ver mi partida de nacimiento, pero creo que habría encontrado la misma declaración que tú, firmada por nuestros dos padres. A decir verdad, hubo un momento en el cual fue difícil para mí aceptar la idea de que había sido adoptado, pero desde que hablé sinceramente de esto con mis padres adoptivos, ha mejorado mucho. Estoy contento con ellos y, a mis ojos, son mis padres tanto como los que me dieron a luz.
Sakae sonrió y miró hacia abajo.
– Tienes suerte. Me gustaría llevarme tan bien como tú con mi familia adoptiva.
– Te llevas bien con Meiko, ¿no?
– Ahora, sí. Pero hubo un tiempo en que la odiaba por tener un compañero digimon y no yo. Hoy he madurado y también he entendido que ser un Niño Elegido impone responsabilidades y sacrificios.
– Sí, es verdad. Pero entiendo el deseo que puedes haber tenido de un compañero digimon.
– No fue solo con Meiko que mis relaciones fueron tormentosas. Siempre tuve dificultades para llevarme bien con mi padre adoptivo, que me mantuvo alejado de todo que concernía Meicoomon, siempre me vigiló más que a Meiko.
– Quizás solo quería protegerte mejor porque sabe que tus verdaderos padres ya no están para hacerlo.
Esta reflexión sorprendió a Sakae. Miró a Koushiro y luego su mirada se perdió en el vacío. Pensó en el Sr. Mochizuki. Mientras tanto, Koushiro se inclinó para poner flores en la tumba de sus padres. Después sacó sus varitas de incienso y las puso en la tierra de las flores, y las encendió. Un olor característico se elevó en el aire, mezclándose con el aroma de las flores y la espuma del mar. Permaneció por un momento sobre una rodilla en el suelo, frente a la tumba. "Papá, mamá", pensó, "si podéis oírme, ayudadme a guiar bien a mis amigos para proteger nuestro mundo y el de los digimons. Pienso en vosotros. Me alegro de haber conocido a la hija de uno de vuestros mejores amigos." Cuando se levantó, Sakae lo miró y sonrió.
– Quería poner flores tanto en la tumba de tus padres como en la mía, dijo ella, porque si tus padres hubieran vivido, me habrían criado. Es mi forma de rendirles homenaje, aunque no tuviéramos ninguna relación de parentesco
Koushiro asintió con la cabeza. Había guardado una flor con él, que colocó en la tumba de los padres de Sakae. Ella lo miró, agradecida.
– ¿Cuándo retomas el tren para Tokio? le preguntó.
– A las cinco de la tarde.
– Yo también. Nos quedan dos horas. ¿Quieres que paseemos por la ciudad?
– Vale.
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Koushiro y Sakae regresaron a la ciudad. Decidieron ir al gran parque Daisen que constituía el pulmón verde de Sakai. Cuando llegaron al jardín, caminaron por los senderos que serpenteaban a lo largo del estanque principal. Las piedras sobresalían del agua, los puentes unían las diferentes orillas. En todas partes, los arbustos podados y la vegetación armoniosa acompañaban los pasos de los caminantes. Reinaba una gran serenidad en el parque. El sol se estaba poniendo y las nubes grises se acumulaban en el cielo, a veces perforadas por rayos dorados. Caminaron en silencio. Koushiro miraba a Sakae de vez en cuando. Asimilaba todas las revelaciones que acababa de hacerle. Ahora que sabía que era la hija de uno de los mejores amigos de su padre, la miraba de manera diferente. Trató de imaginar al padre de Sakae a partir de los rasgos de su hija, y luego se imaginó a este hombre con su verdadero padre, cuya foto le habían mostrado sus padres adoptivos. Entonces, por primera vez, realmente la observó. Con pantalones cortos azul marino y zapatillas de deporte, su cabello castaño voluminoso y ondulado, le daba un toque un poco masculino. Sin embargo, llevaba una camiseta de color rojo burdeos con mangas que revelaban los tirantes de una camiseta blanca y unos hombros ligeramente bronceados. Estos hombros desnudos emitían una feminidad casi involuntaria. Sus ojos azul marino tenían una profundidad que contrastaba con la juventud de su rostro. Sakae intentó no encontrarse con la mirada de Koushiro, pero sabía que la estaba mirando. Le sorprendía. Era bastante diferente de lo que ella se había imaginado antes de conocerlo. Más reservado, más tranquilo. Más inteligente también, sin duda. Nunca hubiera pensado que sería un genio de la informática. Se había figurado un chico bastante similar a otros adolescentes impulsivos y entusiastas del deporte a quienes había conocido, pero Koushiro era diferente de este estereotipo. Y eso la intrigaba.
A las cinco de la tarde, tomaron el tren de regreso a Tokio. Sakae sacó su cuaderno y comenzó a dibujar. Koushiro abrió su computadora portátil. Centrado en su programa, no se dio cuenta de que Sakae lo estaba mirando en secreto. Y con cada mirada, perfeccionaba el retrato que había empezado de él. Después de un rato, Koushiro cerró su computadora y entonces se encontró con su mirada. Avergonzado de sentirse tan observado, miró el dibujo:
– ¿Dibujas desde hace mucho tiempo?
– Desde que era pequeña, asintió. El arte es más que una pasión para mí, es una necesidad. Fue mi refugio cuando sentí que mi padre adoptivo se preocupaba más por mi hermana que por mí, o cuando Meiko estaba con Meicoomon y no se me permitía acercarme a ella. El arte es un mundo, del que nadie puede privarme. Cuando descubrí que había sido adoptada, me aferré aún más al dibujo.
Koushiro parpadeó.
– Entiendo cómo te has sentido. Creo que hice lo mismo con los ordenadores, cuando descubrí que mis padres me habían adoptado. El día que lo hable con ellos nuestra relación mejoró; pero al mismo tiempo seguí progresando en la programación.
– Mejor así, ya que eso permitió ayudar a tus amigos en el mundo digital.
La mirada de Koushiro se nubló.
– ¿En qué piensas? preguntó Sakae.
– A veces, todavía me pregunto por qué fuimos elegidos con mis amigos. Cuando estoy en la acción, olvido esta pregunta, pero a menudo vuelve a molestarme. Una vez nos dijeron, que se debía a que un día cuando éramos pequeños vimos la batalla entre Greymon y Parrotmon. Pero desde entonces otras personas han visto digimons. Sin embargo, no fueron elegidos. Del mismo modo, el Sr. Nishijima y sus amigos nunca habían visto digimons antes de ser llamados al mundo digital. Entonces, ¿por qué nosotros? Estoy seguro de que hay otra explicación, pero aún no la he descubierto. Hace seis años, éramos demasiado jóvenes para entender lo que significaba ser elegido. Hoy, cada día mido qué responsabilidades y qué sacrificios puede generar nuestra condición, pero por nada del mundo lamento haber sido elegido compañero de Tentomon.
Sakae miró a Koushiro. No le debía pasarle a menudo compartir tales pensamientos personales. Esta confianza la conmovió. En ese momento, la voz del conductor del tren anunció su llegada a Tokio. Salieron del tren. Sakae revisó el reloj de la estación: las nueve y media de la tarde. Miró a Koushiro, que estaba guardando su computadora en la mochila. Dudó por un momento, luego se le acercó:
– Koushiro, me gustaría mostrarte algo. ¿Tendrías tiempo para acompañarme antes de irte a casa?
– Eh… vale, dijo el joven sorprendido.
Retomaron el metro y salieron a una estación que Koushiro no conocía. Sakae lo guio por las calles, y finalmente llegaron frente a una casa grande que constaba de una sola planta. Sakae sacó las llaves, entró al jardín y luego abrió la casa. Consistía en una única sala grande organizada como taller. Sakae encendió la luz y Koushiro descubrió enormes platos de vidrio de colores colocados en grandes mesas. En otras, se mezclaban dibujos de figuras europeas. Equipos de soldadura, varillas de plomo, tintes, tijeras, que estaban ordenados en compartimentos. Los ojos del adolescente se abrieron:
– ¿Dónde estamos?
– En el taller del maestro vidriero donde estoy de prácticas para el verano, respondió Sakae con una sonrisa. Él crea vidrieras: es un arte que viene de Occidente. Fue a Francia para formarse y luego abrió su propio taller en Tokio. Me gustaría especializarme en esta técnica.
Koushiro se acercó a una de las mesas, donde se habían colocado muchas piezas de vidrio coloreado en una hoja grande que representaba la composición de la vidriera una vez que todas las piezas estarían ensambladas. Sakae señaló el modelo de papel:
– Lo llamamos cartón. Es un dibujo a tamaño real de cómo se verá el vitral cuando esté terminado. Luego elegimos los tintes de los vidrios que vamos a usar. A continuación, preparamos los tintes, que inyectamos en el vidrio fundido. Por fin, se sopla el vidrio, se coloca plano y se corta con un diamante.
– ¿Un diamante?
– Es el único material que nos permite cortar vidrio con precisión. Luego, podemos pintar figuras en el vidrio coloreado, y así hacer que aparezcan los personajes. Esta capa dibujada se recuece, después se ensamblan las piezas de vidrio coloreado y pintado. Los trozos de las varillas de plomo están engarzados y soldados para mantenerlos unidos. Así podemos hacer con los patrones y colores que queramos…ventanas, puertas de cristal…
Koushiro asintió, y mientras miraba las vidrieras en proceso de ensamblaje, parecía estar grabando toda la información que Sakae le ofrecía. Pasó un dedo sobre una gran vidriera ya montada, y murmulló:
– Es hermoso... ¿y qué es lo que más te gusta hacer?
– Admito que la elección de los colorantes para el vidrio es fascinante y delicada. Siempre me pregunto si el resultado final estará a la altura de lo que esperaba al elegir los colores. También acompañé a mi tutor, una vez, para ver la fusión del vidrio y su puesta en forma. Tomamos una bola de vidrio fundido del extremo de una barra metálica, que parece un sol brillante y líquido. Luego lo soplamos o lo moldeamos. Es mágico. Pero creo que mi etapa favorita es aquella en la que puedes dibujar los caracteres grises en las ventanas. El vidrio coloreado es un paisaje, y los personajes lo traen a la vida.
– Tienes suerte de practicar tal arte...
– Sí, es verdad... ¡mira!
Presionó un botón que iluminó toda la mesa. El vitral que se depositó allí se reveló en toda su vivacidad y cromatismo. Representaba a personas de todas las nacionalidades en la Feria Mundial de 1900. Los colores de los vestidos de las mujeres, los sombreros de los hombres, las diferentes caras según el origen de los visitantes, el marco de metal de los pabellones de exhibición, un carruaje tirado por caballos; era un conjunto de elementos, en abundancia con un cuidado esmerado de cada detalle y color. Al lado de esta vidriera había otra, pequeña y abstracta, cuyos colores se mezclaban como las llamas de un arco iris.
– Es asombroso, dijo Koushiro, impresionado.
– Es mi maestro quien hizo el de la Exposición Universal, pero lo ayudé a hacer el más pequeño que es abstracto. Espero algún día como él poder hacer grandes paneles figurativos.
Koushiro se enderezó y sonrió.
– Estoy seguro de que podrás hacerlo.
Sakae le devolvió la sonrisa.
– Estoy segura de que tú y tus amigos tendréis éxito en derrotar a los Siete Señores Demonios.
Apagó la mesa iluminada, luego cerraron las puertas del taller y salieron del jardín de la casa. Caminaron hasta la estación de metro más cercana. Cuando desaparecieron bajo tierra, no sabían que alguien les estaba mirando. Hackmon, encaramado en un edificio cercano les observaba. El digimon abrió entonces un pasaje para regresar al mundo digital. Se detuvo en el espacio intermedio entre el mundo digital y el mundo real. En este momento, sonó la voz Homeostasis:
– ¿Entonces?
– Es ella, confirmó Hackmon.
[1] En Japón, la costumbre de la incineracion de cuerpos, es una práctica vinculada al sintoísmo y al budismo, pero también al hecho de que el entierro de un cuerpo es una vergüenza en Japón porque se considera que el cuerpo se contamina cuando se expone a la putrefacción. Después de la incineración, los huesos y las cenizas se recogen cuidadosamente y se colocan en una urna para que las familias puedan velarlo durante 49 días en el altar familiar. Luego ponen la urna en el panteón familiar.
[2] La naranja amarga, también llamada dai-dai, es un símbolo taoísta de la longevidad, y debido a su carácter propiciatorio se ofrecía a los dioses para obtener felicidad y prosperidad.
P.D: Espero que el capítulo os haya gustado :) Quiero agradecer aquí a Samy que escribió la primera review de esta fanfic el pasado miércoles: tu comentario Samy me animó mucho y espero también que podamos ver la pelí de Last Evolution pronto ;) Agradezco también a todos los lectores de esta historia :) ¡Hasta pronto!
