Tres Días en la Mansión Kido
Capitulo IV
Fuego Contra Hielo
Por Anako Hiten
La tarde era cálida y amena; a pesar de que el sol era un poco inclemente, se podía sentir a ratos, una refrescante brisa. Saori estaba sentada en la hierba, y junto a Shun, veía cómo Seiya huía de Shiryu y cómo Ikki exasperaba a Hyoga.
—¿Ya limpiaste tu nido, paloma siberiana¡Recuerda que después de mudar el plumaje debes recoger las plumas viejas¡JAJAJAJAJA!
—¿Y AHORA TE CREES MUY HIGIÉNICO!— vociferó Hyoga ardiendo de rabia— ¡TÚ QUE TIENES TU HABITACIÓN LLENA DE BASURA Y ROPA INTERIOR SUCIA¡¡¡CERDO!
—¡AL MENOS USO ROPA INTERIOR!
—¿Acaso esto será así todo el tiempo?
—Parece… que… si… Saori…— jadeó Seiya arrojándose al lado de la diosa.
—¿Shiryu dejó de perseguirte?
—Bueno… no, pero no me perdería esto por nada del mun—
¡POW!
—¿Con que aquí estabas, pedazo de glotón?
—SHI… RYU…— Seiya estaba tirado en la hierba, con un enorme chichón en la cabeza.
—¡Tonto!
—¿Ustedes también?— dijo Saori estresada por vivir con unos muchachos tan conflictivos— ¡No es gracioso, Shun!
—Lo lamento…jm, jm, jm, Saori— dijo Shun ocultando su risa.
—No, nunca vamos a ser como ellos dos— Shiryu señaló divertido a Ikki e Hyoga.
—Sí, esto es… digno… de ver— dijo Seiya incorporándose— ¡Vamos Aurora¡Respóndele!
—¡SEIYA!
—¿Sabes Ikki? Tú me tienes envidia— dijo Hyoga en tono amenazador.
—¿Cómo dices¿Envidia?— preguntó Ikki sin poder creer lo que escuchaba— ¿Qué podría yo envidiarte, gallina gusanera?
—Pues yo soy elegante, tengo estilo y atraigo muchas mujeres… en cambio tú…— Hyoga miró a Ikki con desagrado— eres tosco, salvaje y sumamente violento. ¡Eso no atrae a las chicas Ikki!
—¡Qué hablas si tú te comportas como una!— gritó Ikki a punto de lanzársele encima— ¡No te atrevas a compararte conmigo, pato de laguna!
—¡Y tú eres un pollo de sopa!
Hyoga e Ikki se colocaron en posición de combate, listos para atacarse. Hyoga utilizó su famoso Polvo de Diamantes e Ikki atacó con su tradicional Ave Fénix. Ambos golpes chocaron y hubo una explosión, haciéndolos caer al suelo.
—¡Maldición!
—¡Vamos patito! Tengo algo para ti— retó Ikki a Hyoga.
—¡Ja ja ja¿Qué¿Otro golpecillo del Fénix¡Por favor!
—¡Hyoga¡Hermano¡Por favor deténganse!— se levantó Shun preocupado.
—Tranquilo ototo, son ataques inofensivos… ¡PUÑO FANTASMA DEL AVE FÉNIX!
Un destello azul salió del puño de Ikki, atravesando la frente de Hyoga y dejándolo totalmente paralizado.
—¡IKKI¿Qué le has hecho?— preguntó Saori visiblemente molesta.
—Nada, es sólo para que recuerde algo no muy grato, algo que le quite esa desagradable petulancia— respondió Ikki sonriendo con satisfacción.
—¿Algo no muy grato?
—Así es Shun, y no se liberará de su propia mente hasta que a mí me de la gana.
—Hermano…— Shun se alarmó bastante por las palabras de Ikki, no quería que Hyoga se deprimiera de nuevo.
Hyoga seguía inmóvil, con los ojos desorbitados. Se encontraba atrapado en su propia mente. Subía muchas escaleras, se dirigía a un templo: el templo de Acuario, en el santuario. Se vio a sí mismo detrás de un muro, observando a dos hombres que hablaban y bebían vino.
—…es que no lo hago desde hace mucho tiempo— decía uno de los hombres— Debe ser falta de… apetito… ya sabes.
—¿Y si lo hacemos?— sugirió el otro— sólo quedará entre nosotros.
—No lo sé Milo… somos amigos y sería algo muy extraño. ¿No crees que sería un poco incómodo?
—¡No seas tonto Camus¡Estás exagerando! Es sólo para que… recuerdes cómo se hace.
—Milo, tú y tus locas——
Milo había interrumpido a Camus, tomándolo por el rostro y besando sus labios. Hyoga quería, con todas sus fuerzas, eliminar ése recuerdo, salir de allí, pero no podía, estaba nuevamente doce días atrás, en el templo de Acuario, viviendo, por segunda vez, el infernal momento en que vio a su Maestro, y también su gran amor secreto besuqueándose con el Caballero del Escorpión, Milo.
—¡Milo!— jadeó Camus sin aliento— ¡Eso fue…!
—Y eso es sólo el comienzo Camus,— le susurró Milo en la oreja— vamos a hacerlo… y no me dirás que no.— Milo se acercó más al Caballero de Acuario y lo desvestía lentamente.
—Mi…Milo…, no… espera… oh… sí…
En el jardín de la Mansión Kido, los chicos y Saori veían cómo Hyoga empezaba a temblar de ira, y sus puños se cerraron, apretando con fuerza.
—Mmm… si… sigue Milo…— gemía Camus entrecortadamente— tenía mucho… mucho… tiempo sin sentir… esto… oh Milo… si…
—¿Te gusta, Camus? Te dije… que soy muuu… muuuuuy bueno en… estoooo… ¡OH, POR ATHENA!
—¡…No… te de…tengas…¡Ahhhhh!
El joven ruso quería separarlos, ahorcar a Milo para que dejara en paz a Camus pero no podía moverse.
—¿Quieres más?— preguntó sensualmente Milo— ¿Quieres más Camus?
—Sí… Milo… sí… oh sigue… ohhh…— Camus gemía de puro placer mientras Milo seguía con su tarea— sí… ¡OH MILOOOOOOOOOOOOO!
—¡QUÍTALE TUS SUCIAS MANOS DE ENCIMA, BASTARDO!
—¿QUÉ!— Ikki recibió un buen puñetazo en la cara— ¿Cómo pudiste liberarte de mi puño fantasma y golpearme así?
—¿Eh?— Hyoga salió de su trance— ¿era una ilusión?
—¡NO IMBÉCIL!— le gritó Ikki con la boca y nariz llenas de sangre— ¡Lo que sea que viste fue un mal recuerdo tuyo, pero no entiendo qué diablos fue eso!
—Lo lamento— Hyoga le alcanzó a Ikki un pañuelo que llevaba en el bolsillo— Te golpeé muy fuerte.
—¿QUÉ FUE LO QUE RECORDASTE!— volvió a gritar Ikki aún muy enfadado, e ignorando el pañuelo de Hyoga.
—No… no lo sé…— mintió el ruso, aturdido por lo ocurrido— No sé nada— y se retiró del lugar, dejando a sus amigos sorprendidos.
