Capítulo 15
Meiko se agitaba en su cama. En su interior, imágenes deformadas junto a ecos espantosos se sucedían para construir una pesadilla. Los acontecimientos se entrechocaban en su mente como una tempestead desencadenada. Su padre, en traje, con el rostro pálido, los ojos ojerosos, se dirigía a ella con una voz grave: "Sakae no es tu verdadera hermana. La adoptamos después de la muerte de sus padres. No tenías más que dos años, así que no puedes acordarte". En ese momento su apartamento se derrumbó. Meiko corría, corría para no ser aplastada. El color negro del traje de su padre se derretía sobre el cuerpo del Sr. Mochizuki y le hizo desaparecer oscureciendo la atmosfera. Las tinieblas que encerraban a Meiko se solidificaban en una cueva de granito. De repente la chica percibió a lo lejos una voz aguda: "He visto a Meikumon". Meiko notó entonces en sus pies un cuerpo lívido que parecía sin vida. "Hikari!" Su amiga estaba pálida, parecía que iba a morir…Meiko tendió la mano hacia ella, pero el cuerpo de Hikari se desvaneció en ese mismo instante. De la obscuridad de la cueva, una sombra se movió. Ordinemon surgió en este momento y agarró a Meiko por la cintura. La joven luchó, gritó: "¡Déjame!" Entonces recordó que Meikumon estaba en este cuerpo horrible y miró a Ordinemon fijamente: "¡Meikumon, soy yo! ¡Tu compañera! ¡Por favor recuerda! Quiero ayudarte." La imagen de Ordinemon comenzó a centellear. Soltó a Meiko y comenzó a transformarse en pixeles. Meiko se levantó y corrió hacia la criatura: "¡Meikumon, Meikumon, quédate conmigo!" Pero Ordinemon se estaba desvaneciendo, irremediablemente. Meiko extendió la mano, pero sus dedos cruzaron el cuerpo de Ordinemon. Pronto no quedó nada de ella ni de Meikumon. Meiko no había podido hacer nada.
En ese momento, la joven se despertó sobresaltada con la respiración entrecortada. Se sentó sobre su cama y se dio cuenta que había llorado durante su sueño. Secó sus mejillas y en ese mismo momento, escuchó la puerta de entrada del piso abrirse. Se puso los zapatos de casa y salió de su habitación. Sakae venía de llegar. Las dos chicas se miraron intensamente hasta que finalmente Sakae dijo:
– ¿Papa te ha dicho la verdad?
– Sí, afirmó Meiko. Nunca lo habría adivinado. ¿Desde cuándo lo sabes?
– Desde hace tres años.
– ¿A dónde has ido hoy?
– A la tumba de mis verdaderos padres. Se encuentra en el mismo lugar que la de los padres biológicos de Koushiro.
– ¿Koushiro? dijo Meiko sorprendida.
– Él ha sido adoptado también. ¿No lo sabías?
– No, Koushiro es bastante reservado y no lo conocía entonces demasiado bien.
– Si sus padres hubieran vivido, se habrían ocupado de mí. Pero murieron la misma noche que los míos.
– ¿La misma noche?
– Sí, es por eso que tu padre – bueno, quiero decir, papa – me ha adoptado.
– Nuestro padre ¿conocía a tu verdadero padre?
– No lo sé y tampoco tengo ganas de hablar de todo eso con él por el momento.
Meiko bajó los ojos pensativa. Levantó la cabeza poco después y dijo con una voz suave:
– En cualquier caso, quería decirte que…para mí, no tiene ninguna importancia. Serás siempre mi hermana.
Sakae pestañeó, conmovida de esta marca de afección de una hermana que ella había envidiado tantas veces. Le sonrió:
– Gracias, Meiko. Tú también serás siempre mi hermana. ¿Va todo bien? Estas sudando.
– Si….vengo solamente de tener una pesadilla.
– Ah… ¿es por Meikumon?
– Humm…
– ¿Quieres que lo hablemos las dos antes de dormir?
– Te lo agradezco pero puedes irte a dormir si quieres. Yo voy a quedarme un poco más despierta.
– Vale. Buenas noches, Meiko.
– Buenas noches, Sakae.
Sakae fue a su habitación y Meiko se sentó en el sofá. Permaneció mirando el cielo que veía a través la puerta de cristal que daba sobre el balcón. Su corazón estaba apretado, se sentida desgarrada. Esta sensación no la había quitado casi nunca desde de la muerte de Meikumon. Fuera las estrellas brillaban en el cielo. Habrían podido parecerle hermosas en otras circunstancias. Al final de un cierto tiempo, Meiko se levantó y fue a su habitación. Sakae se había dormido. Meiko se puso una camisa, un vestido con tirantes y salió en silencio. Después se puso las sandalias y salió del piso. Se dirigió hacia la escalera y subió dos plantas. Cuando llegó delante del piso de los Yagami, sacó su teléfono y marcó el número de Taichi. Sonó varias veces en el vacío. Al final, el joven descolgó:
– ¿Meiko?
– Buenas noches, Taichi, perdóname de despertarte. Estoy delante de tu casa y no quería llamar para no despertar a tus padres. ¿Puedes abrirme por favor?
Un silencio le respondió, correspondiendo sin duda a la sorpresa de Taichi. Finalmente, el adolescente dijo:
– Voy.
Algunos segundos más tarde, la puerta se abrió. Taichi, con pantalones cortos y camiseta, miró intensamente a Meiko:
– ¿Ha pasado algo?
– No, nada…
– Entonces… ¿Porque has venido? ¿Estás bien?
– No consigo dormir. Después de la desaparición de Meikumon no tengo más que pesadillas.
– Ah...entiendo. Entra si quieres.
Taichi cerró la puerta e invitó a Meiko a asentarse sobre el sofá. La expresión de la joven era sombría, tenía un aspecto triste… el adolescente no sabía qué hacer para subirle la moral.
– ¿Quieres tomar algo? preguntó, dirigiéndose hacia el frigorífico.
– No, gracias. Quiere decirte, Taichi…que ayer pasé una muy buena tarde en tu compañía. Bueno, antes de que los Señores demoniacos atacasen, evidentemente…
Taichi cerró el refrigerador. Se sentó cerca de Meiko y la miro fijamente:
– Yo también, pase un buen momento. Fue muy agradable. Pero…después de la batalla, estuve pensando. Durante esas horas que pasamos juntos, baje la guardia. Sin embargo, sabíamos que Yggdrasil volvería a atacar poco tiempo después. No me mostré demasiado vigilante. Ahora bien, me siento responsable de nuestro grupo. Quiero que no les pase nada a ninguno de vosotros. Y…aún más a ti, añadió con una voz ligeramente temblorosa. Es por eso que hasta que Yggdrasil no sea vencido, me gustaría que….apartemos, que pongamos de lado lo que….lo que podemos sentir el uno por el otro.
Taichi se paró, la boca seca, sintiéndose muy incómodo. No sabía cómo formular esta confesión y hubiera querido poder decirla de otra manera. Pero sabía que ser el jefe del grupo imponía sacrificios. No quería poner a sus amigos y a Meiko en peligro al dejarse invadir por sentimientos. Meiko le miraba y no el no supo que emociones oscurecían sus ojos: ¿la tristeza, la pena…el rencor? ¿La decepción? No, Taichi no quería decepcionarla….
– Meiko, yo…eh….me gustas, dijo de una voz débil.
Pero Meiko había desviado la mirada. Por el momento, parecía resignada. Sin embargo, cuando levantó la cabeza hacia Taichi, sus pupilas tenían algo de duro.
– De hecho, Taichi, he venido porque quería ver Hikari, dijo fríamente.
– Eh… ¿ah sí?, tartamudeó el joven con perplejidad. Voy a despertarla.
Taichi se levantó y entro en su habitación. Algunos minutos más tarde, Hikari rápidamente apreció con Tailmon a su lado:
– ¡Meiko! dijo ella. ¿Qué pasa?
– Quería…quería que me hablases de una cosa.
– ¿De qué?
– Del sueño que has hecho en la cueva.
– Uhm…
Hikari se mordió los labios. Ella no quería hacer daño a Meiko. Taichi, sintiendo la incomodidad de Hikari y Meiko, vio que sobraba.
– Os dejo tranquilas, dijo. Hikari cierra bien la puerta cuando Meiko se vaya. Buenas noches, Meiko.
– Bunas noches Taichi, respondió la chica sin ser capaz de mirarle a los ojos.
Hikari se volvió hacia Meiko y fue a sentarse cerca de ella sobre el sofá. Tailmon se subió sobre el respaldo.
– ¿Piensas en Meikumon no? preguntó Hikari a Meiko.
– Sí…
– Yo también pienso a menudo en ella, dijo Tailmon, triste. Durante algún tiempo, hemos estado encerradas las dos en el cuerpo de Ordinemon. Es tan injusto que yo haya podido escapar y no ella…
– Quisiera que me cuentes más sobre tu sueño Hikari, dijo Meiko a su amiga. ¿La has visto verdad? ¿A qué se parecía? ¿Tenía el aspecto de ser feliz?
– Meiko, no era más que una imagen…la vi poco tiempo. Pero, sí, diría que cuando la vi, parecía estar bien.
– ¿Porque haces eso sueños? ¿Tienes un poder que no sospechas?
– No lo sé.
– ¿Y Wizardmon? ¿Por qué los has visto?
– Me dijo que los datos de los digimons que mueren el mundo real desaparecen totalmente y no renacen bajo la forma digi-huevos… sin embargo, los recuerdos que guardamos de los digimons pueden reaparecer en este mundo extraño del cual yo sueño. Es por eso que pude ver a Wizardmon.
– Ese mundo, ¿sabes qué es o dónde se encuentra?
– No, no tengo ni idea.
Meiko bajó los ojos, decepcionada por las pocas informaciones que Hikari pudo contarle. A pesar de todo, se puso a reflexionar sobre lo que su amiga le había dicho. De repente, levantó la cabeza hacia Hikari:
– Y…esos recuerdos ¿podrían hacer reaparecer Meicoomon en el mundo digital? ¿Crees que me sería posible volverla a ver una última vez?
– No estoy segura…no controlo los sueños que me transportan a ese otro mundo…pero podríamos plantear la cuestión a Koushiro. Quizás a él se le ocurra alguna idea.
– Vale.
La mirada de Meiko se oscureció, y su frente se arrugó. Hikari la miró largo rato. Percibía su dolor como si lo sintiese ella misma y esta pena hacia nacer en ella rabia, una revuelta sorda que no podía contener. Era como un fuego que incubaba en su corazón sin que ella misma tuviese consciencia. Le agarró la mano a Meiko.
– Adivino lo que puedes sentir. Es doloroso.
Meiko fijó su mirada en la de Hikari y por la primera vez tuvo la sensación que por fin había sido realmente comprendida por alguien. Solo esto valía más que cualquier otra palabra. Apretó firmemente la mano de Hikari:
– Gracias.
Tailmon salto en ese momento sobre las rodillas de Meiko y poso su pata igualmente sobre las manos de Meiko y de Hikari.
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El Sr. Nishijima entró en el ascensor con el Sr. Mochizuki. En el momento en el que la puerta corredera se hubo cerrado, Mochizuki sacó una pequeña llave y hizo deslizar la reja de una alarma que camuflaba un mecanismo que permitía acceder al sub-suelo secreto de la Agencia. El ascensor se puso en movimiento. Nishijima estaba pensativo. Cuando el señor Mochizuki le había enseñado la existencia de una persona secreta, a la cabeza de la Agencia Establecida, le había sorprendido. Siempre había creído que el presidente de las reuniones de la Agencia era el director. Pero existía un hombre situado todavía más alto que él, del cual nadie o casi nadie conocían su existencia. Estaba aún más sorprendido de saber que Maki había tenido el honor de encontrar a este hombre antes que él. Y ahora que ella ya no estaba aquí, el director quería verlo. ¿Cómo sería este hombre tan poderoso y secreto a la vez?
La puerta del ascensor se abrió. Los dos hombres salieron y avanzaron por el corredor. El Sr. Mochizuki tecleó un código para desbloquear la puerta. Penetraron entonces en una sala que dejó a Nishijima con la boca abierta: los muros estaban cubiertos de instalaciones informáticas que parpadeaban por todas partes. Auténtico material de alta tecnología. Las pantallas difundían un halo azulado en la habitación sumergida en la penumbra. Un hombre, sentado frente a las pantallas, les daba la espalda. Se levantó y se dio la vuelta hacia ellos. Su mirada se detuvo sobre el Sr. Nishijima:
– Buenos días, Agente Nishijima.
– Señor director, es un honor, respondió inclinándose.
Cuando se levantaba, Nishijima vio un poco más claramente los rasgos del hombre que estaba frente a él. Parpadeó: esos ojos, ese rostro, esa expresión…
– ¿Qué observa usted? pidió el director de una voz tranquila.
Nishijima se inquietó al imaginar que había podido parecer descortés. Se inclinó de nuevo:
– Perdóneme. Usted…me recuerda a alguien. Pero no consigo saber a quién.
– Quien quiera que sea, le pido que se lo guarde para usted. Todo lo que os diga deberá permanecer en el más absoluto secreto. ¿Queda claro?
– Sí, señor.
– No se lo dirá a nadie. Incluidos los Niños Elegidos.
Nishijima se sobresaltó.
– ¿Incluidos? ¿Por qué? Yo también soy un elegido después de todo.
– Usted es un adulto al servicio del Gobierno. Esos adolescentes no pueden medir algunas consecuencias de lo que se está produciendo.
– Con todos mis respetos señor, esos niños conocen mejor el digimundo que usted.
El director lo miro con una mirada altiva.
– Usted es más impulsivo que vuestra colega, la señora Himekawa. Y parece que en valor también. ¿Desearía acompañar a los Niños Elegidos en su búsqueda de las Bestias Sagradas?
– Sí.
– ¿A pesar de vuestras heridas recientes?
– Me sobrepondré.
– Partir en búsqueda de las Bestias Sagradas es lo mejor que esos niños pueden hacer actualmente. Yggdrasil se refuerza en estos momentos. Aunque no estemos seguros, pienso junto con el profesor Mochizuki que invadir la Tierra y el mundo digital no es su único objetivo.
– ¿No son su único objetivo? Pero, ¿entonces que quiere?
– Todavía no lo sabemos, pero parece que el busca algo.
– ¿Busca algo?
– Tiene usted el permiso de partir con los Niños Elegidos. A los ojos de la Agencia, estará en misión sobre el terreno fuera de Japón. Lo que no es completamente falso. Pero sea prudente. Quería darle esto.
Le tendió un aparato que se cerraba plegándose en dos. Tenía una pantalla y un teclado a la manera de un teléfono.
– Con esto, podrá comunicarse con la Agencia – conmigo, para ser más exacto – desde el mundo digital.
– ¿Es usted quien lo ha fabricado?
– Sí. Le será sin duda útil. Buena suerte, Agente Nishijima.
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Joe llegó delante del apartamento de Chisako y llamó. La puerta se abrió casi inmediatamente.
– ¡Joe! le acogió Chisako con una gran sonrisa.
– Chisako, como estoy feliz de verte.
La tomó entre sus brazos y ella se apretó con él. Joe sonrió. No se habían vuelto a ver desde el ataque de los Señores Demonios. Cuando se separaron el uno del otro, Chisako le preguntó:
– ¿Gomamon ha venido contigo?
Joe, con un aire malicioso, hizo deslizar la cremallera de su mochila. Gomamon apareció:
– ¡Sorpresa!
– ¡Gomamon! ¡Que contenta estoy de verte! Se alegró Chisako.
– ¿Ya no soy un calcetín viejo ahora? bromeó Gomamon.
– Ah, Gomamon, ya sabes cuánto me arrepiento de mis palabras, dijo la chica levantándolo con sus brazos.
Gomamon pasó sus patas alrededor del cuello de Chisako y ella le respondió dándole un beso sobre su mejilla:
– Me salvaste la vida. Gracias Gomamon.
Joe sonrió contemplando a su novia y a Gomamon. No hubiera nunca esperado que pudiesen llegar a entenderse tan bien.
– He hecho un pastel para vosotros, dijo Chisako invitándolos a entrar.
En efecto, flotaba un buen olor de azúcar en el piso. Chisako dejó Gomamon sobre la mesa y fue a abrir el horno. Mientras tanto, Joe llenó una jarra con agua de grifo y se instalaron mientras Chisako cortaba el pastel en distintas porciones todavía calientes. Gomamon ya se había tragado un pedazo y se rechupeteaba las patas.
– Uhm, ¡está buenísimo! Joe, tienes suerte de tener Chisako como novia.
Joe y Chisako intercambiaron una mirada y sonrojaron. Joe asintió.
– Gomamon tiene razón. Este pastel esta delicioso. Te voy a echar de menos, dijo poniendo su mano junto con la de Chisako.
Con una voz ligeramente triste, Chisako le preguntó:
– Pronto partirás al mundo digital con tus amigos ¿no?
– Mañana. Pero quería verte antes. Si el digimundo funcionase como la primera vez que fuimos, las semanas allí no representaran más que algunas horas en nuestro mundo. Hubiera podido prometerte volver para que cenásemos juntos, pero ahora, el tiempo del mundo digital y el del mundo real se han sincronizado y es posible mi ausencia que te parezca larga. Partiremos algunos días, quizás algunas semanas…pero quiero decirte que allí donde me encuentre pensaré en ti.
Chisako sonrió y apretó con fuerza la mano de Joe.
– Confió en ti. Sé que con Gomamon y todos tus amigos, lo conseguiréis. Pensare en cada instante en ti.
Joe se levantó. Se acercó a Chisako y la besó. Ella lo abrazó. Gomamon dejando la parte del pastel que tenía, se puso rojo como un tomate y se tapó los ojos. Cuando Joe y Chisako se separaron, sus ojos brillaban.
– Te quiero, susurró Joe.
– Te quiero, respondió Chisako en voz baja.
Se dieron cuenta de que Gomamon les miraba con los ojos como platos, no creyendo lo que veía. Comenzaron a reír los dos.
– ¿Queréis que hagamos un juego de mesa? propuso Chisako.
Asintieron. Fue a buscar el tablero de juego y se instalaron. Jugaron tres partidas, dos de las cuales fueron ganadas por Joe. Gomamon y Chisako decidieron aliarse para la tercera y la ganaron.
– Ah, ¡sabía que podríamos conseguirlo! exclamó Chisako triunfante. ¡Con Gomamon, somos invencibles!
– Gomamon ¿Creía que eras mi compañero? rio Joe. ¿Es así como me muestras tu lealtad?
– En el digimundo, me necesitas, replicó Gomamon en el mismo tono, pero aquí, ¡soy yo quien tengo necesidad para vencerte! ¡Y Chisako es la pareja perfecta!
Intercambió una mirada cómplice con Chisako. Joe consultó el reloj de péndulo de la cocina y vio que la hora avanzaba. Su corazón se apretó.
– Vamos a tener que irnos, Gomamon, dijo levantándose. Gracias Chisako por este buen momento que hemos pasado, dijo acariciándole la mejilla. Todo va ir bien, no te preocupes.
– No me preocupo.
Joe retomó su mochila y Gomamon escaló sus hombros. Chisako se le acercó.
– Gomamon, te confío a Joe. Protégelo bien. Sé que eres capaz de cosas increíbles.
– De…de acuerdo, asintió Gomamon sonrojándose. Te lo prometo, Chisako.
Dejaron el piso, después de que Joe y Chisako se diesen un último adiós. Mientras que descendían las escaleras del inmueble, Gomamon se inclinó hacia Joe:
– Dime Joe…eso que has hecho con Chisako, hace un rato… ¿era un beso de enamorados?
Joe sonrió:
– Sí, Gomamon. Era eso.
