Capítulo 18

Había anochecido en la Isle File. Las dos lunas del mundo digital bañaban de una luz plateada los árboles del bosque. El aire fresco hacía crujir las hojas; extraños cantos, entre el grillo y el ulular de un búho, vagabundeaban por en medio de los matorrales. Los Niños Elegidos instalaron las tiendas del campamento. Cada uno de ellos llevaba víveres para una semana en una mochila. Mimi fue quien primero abrió la suya:

– ¡Esta noche, os invito yo!

– Está empezando a hacer frío, dijo Sora. Tendríamos que hacer un fuego.

– Yo... yo me encargo, dijo Meiko.

La chica trajo madera y frotando dos ramas una contra la otra, en ángulo recto pronto aparecieron las primeras llamas.

– ¡Bien hecho, Meimei! la felicitó Mimi.

Meiko sonrió tímidamente.

– No es gran cosa…

– Veamos ¿quién tiene hambre? dijo Mimi a todo el mundo.

– ¡Yo! exclamó Koromon.

– ¡Y yo también! añadió Tanemon.

– Creo que todos tenemos hambre después de la batalla que acabamos de librar, dijo Tailmon.

– Hay para todos, aseguró Mimi. ¡Tomad!

Todos se asentaron alrededor del fuego. Sakae y Ryudamon les miraron, sin atreverse a acercarse. Mimi se volvió y los saludó:

– ¡Ryudamon! ¡Sakae! ¿No tenéis hambre?

– Sí... pero no trajisteis comida para nosotros, ¿verdad? dijo Ryudamon tímidamente.

– No importa, ¡compartiremos! rio Mimi, Koromon siempre come por tres, así que si come un poquito menos, ¡habrá suficiente para vosotros!

– Entonces, ¡vamos! dijo Sakae, sentándose a su lado.

Mimi, Sora y Meiko distribuyeron la comida. Los digimons, hambrientos después de evolucionar al nivel mega, comieron con avidez. Cuando Meiko se puso frente a Taichi, ésta se volvió sombría. Le entregó la comida secamente. Taichi la agradeció con una sonrisa, pero no respondió y volvió a sentarse al lado de Sora y Mimi. Taichi sintió que el dolor invadía su corazón y miró su cena. De repente se dio cuenta de que no tenía tanta hambre. Nishijima notó su ceño fruncido. Miró de reojo a Meiko que había tratado tan fríamente al adolescente, lo cual le parecía dolorosamente familiar. Yamato percatándose de la expresión de Taichi, se inclinó hacia su amigo y dijo:

– Dime, ¿Meiko está enfadada contigo?

– Sí podríamos decir, murmuró Taichi, removiendo mecánicamente sus fideos.

– Pero, ¿qué ha pasado entre vosotros? Hace unos días, las cosas iban bastante bien...

– Fue por algo que le dije... algo que no le gustó. Pero... no puedo hacer nada al respecto por el momento...

Miró a Meiko, quien no le prestaba atención. Alrededor de Ryudamon, los digimons se habían sentado en círculo. Compartían recuerdos del poco tiempo que habían vivido juntos, antes de que Ryudamon desapareciera:

– ¿Recuerdas, Patamon, dijo Tsunomon, el día que quisiste comer esta enorme manzana?

– Sí, ¡había trepado al árbol y tenía tanto miedo de bajar!

– ¡Tuvimos que ir a buscarte con Ryudamon y Pukamon! ¡Qué aventura!

– Has tenido que sentirte muy solo todo este tiempo, Ryudamon, dijo Motimon.

– Sí, ¡pero no puedes saber lo feliz que me siento ahora que os he encontrado a todos! Me impresionó mucho ver vuestras digievoluciones esta tarde. Entonces, ¿podéis todos llegar a nivel mega? ¿Cómo lo hacéis?

– Es gracias a Taichi, respondió Koromon, con la boca llena. ¡Su coraje me da la fuerza necesaria! Y cuando está en peligro, sé que debo intervenir para poder evolucionar.

– Yo, lo hago para Sora, ¡pero es lo mismo! dijo Piyocomon.

– ¡Y yo con Mimi! exclamó Tanemon.

– ¡Yo, con Takeru! añadió Patamon.

– ¡Y yo, con Joe! completó Pukamon.

– ¿Creéis que lo podré conseguir con Sakae? preguntó Ryudamon.

– Por supuesto, contestó Motimon. ¡Sucederá cuando sea el momento! Para acceder al nivel campeón, no será demasiado difícil... sin embargo, para acceder al nivel perfecto, Sakae tendrá que activar su símbolo... ¡pero juntos, lo conseguiréis! ¡Verás, tener una compañera humana es como encontrar al mejor amigo que tendrás en toda tu vida!

– ¿Escuchaste eso, Sakae? se entusiasmó Ryudamon. ¡Juntos podremos evolucionar!

– Me gustaría mucho que lo consiguiéramos. Por cierto, Koushiro, dijo, volviéndose hacia el joven y mientas se desabrochaba el símbolo que tenía anudado a su cuello. ¿Podrías decirme qué representa mi símbolo?

Koushiro agarró el colgante y abrió su computadora. El símbolo era de un hermoso color marfil, como el digivice de Sakae. Investigó un poco, cruzando los datos que ya tenía sobre los diferentes símbolos.

– ¡Lo encontré! exclamó. Es el símbolo de la creatividad.

– ¿Creatividad?, repitió Sakae, contemplando su símbolo.

– Es perfecto para ti, ya que te encanta dibujar, dijo Mimi.

– Sakae no solo dibuja, añadió Koushiro. También fabrica vidrieras, grandes placas de vidrio coloreado con hermosas escenas figurativas para hacer ventanas o ventanales

– Bueno, mejor dicho estoy aprendiendo para un día lograr hacerlo, precisó Sakae, sonrojada. Por el momento, todavía soy una principiante.

– Parece hermoso lo que aprendes, murmuró Sora con admiración. Pero Koushiro, ¿cómo sabes todo esto?

– Es que... coincidimos en una estación con Sakae una noche, tartamudeó Koushiro, incomodo. Sakae me mostró algunas de sus producciones...

Koushiro miró de reojo a Sakae. Quizás la chica no quisiese que los demás estuviesen al tanto de su historia familiar, por lo que él no quiso seguir contando. Sakae le agradeció su delicadeza con un leve movimiento de cabeza y le dedicó una sonrisa de complicidad.

– Gracias por ser tan amables conmigo, dijo Sakae a los adolescentes. Tengo mucho que aprender de vosotros. Espero que no nos convirtamos en una carga para vosotros, tanto Ryudamon como yo.

– No te preocupes, la tranquilizó Joe, veréis como será más fácil para vosotros, porque nosotros conocemos bien el mundo digital y os enseñaremos todo lo que sabemos.

– Y ya tienes un vínculo muy fuerte con Ryudamon, dijo Sora.

Un poco más lejos, Meiko miraba a su hermana, que se encontraba en el centro de atención de todo el mundo. Incluso Mimi y Sora, habitualmente tan cercanas a ella, esa noche solo estaban interesadas en Sakae. Se levantó y con voz bastante brusca dijo:

– Deberíamos dormir. No todos los digimons son como Ryudamon. Han luchado mucho y necesitan descansar.

– Tiene razón, reconoció Joe bostezando. Tienen que recuperar fuerzas, especialmente si vamos a liberar Azulongmon mañana.

– Si mis cálculos son correctos, dijo Koushiro, Azulongmon está encarcelado en el Monte del Infinito.

– ¿El Monte del Infinito? repitió Yamato. ¿Dónde derrotamos a Devimon hace seis años?

– Eso es.

– Espero que todo irá bien, susurró Takeru. Este lugar no me trae buenos recuerdos.

– No se preocupen demasiado de antemano, les aseguró Sora. Por ahora, vamos a dormir que nos lo hemos merecido.

– Tomaré el primer turno de guardia, dijo el Sr. Nishijima.

– No se moleste, profesor, yo lo haré, dijo Taichi. Todavía no tengo sueño.

– Tomaré la siguiente ronda, dijo Joe. Profesor Nishijima, si usted quiere, puede tomar el turno siguiente.

– Vale.

– Yo tomaré la otra, dijo Koushiro.

– Está bien, así que yo terminaré la noche, dijo Yamato.

Muchos digimons ya estaban dormidos. Ryudamon se hizo un ovillo. Cuando iba a cerrar los ojos, vio a Sakae acercársele con un lápiz y un cuaderno en la mano.

– ¿Qué haces? preguntó.

– Me gustaría dibujarte. Eres muy mono en esta posición. Tú... ¿aceptarías?

Ryudamon se sonrojó halagado.

– Vale. ¿Te... quedarías dormido contra mí después? Será... será la primera vez que no duermo solo en mucho tiempo.

– Por supuesto.

Taichi se había sentado junto al fuego con Koromon con cara preocupada. Joe se dio cuenta. Sabía que Taichi se había vuelto mucho más consecuente desde que había madurado. No era tan impulsivo como hacía seis años y a Joe eso le gustaba, tenía que admitirlo. Pero también veía que su amigo estaba tomando su papel de líder aún más en serio que antes y se hacía más preguntas sobre las acciones que estaban llevando a cabo. Se acercó a él y le puso una mano en el hombro:

– Taichi, no pienses demasiado en Ken y Gennai. Has tomado la decisión correcta. Nuestra prioridad es proteger nuestro mundo y el mundo digital contra Yggdrasil. Necesitamos las Bestias Sagradas para esto. Y luego... no tienes que asumir todas las responsabilidades. No estás solo. Puedes contar conmigo si lo necesitas.

Taichi miró a Joe y le dedicó una sonrisa agradecida:

– Gracias Joe.

Cuando todos se fueron a dormir, Hikari de repente notó a Takeru, sentado sobre una piedra, solo. Patamon se había acurrucado contra él. Hikari se acercó:

– Takeru, ¿estás bien?

– Mmm...

– ¿Por qué te quedas solo?

Takeru cerró los ojos. Su mandíbula se contrajo. Cuando abrió los ojos, éstos arrojaban llamas:

– Destruyeron todo. No quedaba nada del pueblo del inicio. Ni huevos... ni bebés. ¿Cómo van a renacer ahora, Hikari?

– No lo sé, dijo ella, sintiendo que la tristeza la invadía.

– Hasta que Homeostasis no vuelva a ser más fuerte que Yggdrasil, dijo Tailmon, es probable que ningún bebé pueda nacer. El Pueblo del Inicio tiene una posición central en el mundo digital y, por lo que sé, no es posible reconstruirlo en otro sitio.

Takeru miró al suelo con dureza:

– Haré que los Señores Demonios paguen por lo que hicieron, Hikari. ¡Les haré pagar por los bebés, por Ken y por Gennai!

Hikari miró a su amigo. La ira que expresaba Takeru se parecía mucho a la que ella sentía en su propio corazón, sin poder externalizarla. Se arrodilló frente a Takeru y le puso una mano en el hombro:

– Un día se hará justicia.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Cuando Ken y Gennai habían sido llevados por Voltobautamon en el Mar Oscuro, habían aterrizado en un promontorio que dominaba una playa gris. El Mar Oscuro se extendía a lo lejos agitado por inquietantes remolinos. Una enorme pagoda negra se alzaba ante ellos: la cual parecía exhalar un aura dañina con un olor cadavérico. Voltobautamon había extendido un brazo delante de él y había abierto las puertas de la pagoda. Ken y Gennai, encadenados por el poder de Voltobautamon, se habían visto obligados a entrar.

Ahora estaban en la sala principal que se encontraba vacía y fría. Solo una esfera cuya consistencia recordaba a la del agua estaba entronizada sobre un pedestal de piedra. Voltobautamon se inclinó y dijo:

– Aquí están los prisioneros, señor.

La bola luego se agitó, se deformó, asumió una apariencia humana... y se materializó un ser que parecía helado, con el pelo largo y blanco, y que llevaba un yelmo.

– Yggdrasil... murmulló Gennai.

Los ojos de acero de Yggdrasil miraron a los prisioneros y luego se dirigieron otra vez hacia Voltobautamon. Sin mover los labios, Yggdrasil dijo:

– Has cumplido tu misión, Voltobautamon. Gracias a ti pronto volveré a ser libre.

Voltobautamon asintió. De repente, se volvió hacia la puerta. Con una sonrisa malvada dijo:

– Señor Yggdrasil, creo que alguien está esperando para informarle.

Chasqueó los dedos y se abrió la puerta de la gran sala. Maki Himekawa estaba de pie en el umbral. Su expresión era fría, pero la ira brillaba en sus ojos.

– Maki, llegas en el momento adecuado, dijo Yggdrasil. Mira quien está aquí.

Señaló a Gennai y Ken a quienes Himekawa reconoció de inmediato.

– Ken... Gennai...

Entró en la gran sala mirándolos, en particular a Ken. No debería haber estado allí. Yggdrasil no le había informado de su intención de capturar a los Niños Elegidos. ¿Qué significaba aquello? Ken le dirigió una mirada asesina.

– Bueno, Maki, ¿cómo fue nuestro plan? preguntó Yggdrasil.

Himekawa apartó la mirada de Ken y volvió su atención a Yggdrasil. Cuando le habló, su voz luchó por contener la furia que la invadía:

– El plan no salió según lo previsto. Mi misión solo consistía en llevar a los Señores Demonios al mundo digital para luchar contra Baihumon. ¡Nunca se trató de masacrar el pueblo del inicio!

Ante estas palabras, Ken palideció.

– ¡No! gritó. ¡Sois unos monstruos!

Yggdrasil ignoró su grito y le dio la espalda para volverse a Maki. Ella lo miró con recelo y con voz tranquila, dijo:

– Entiendo que te haya sorprendido. Pero los digimons no son humanos: son inmortales. Lucemon y Barbamon solo han retrasado el momento en el que renacerán. Ningún digimon en el estado de un huevo sufrió, ni siquiera se dio cuenta de lo que sucedió.

– ¿Y qué pasa con los bebés que ya habían eclosionado?

– Estos bebés una vez adultos, probablemente hubieran sido utilizados por Homeostasis para cumplir sus sueños de poder. Dejarlos nacer para hacerlos esclavos era indigno, casi un crimen. Pero estate segura: creé los digimons y cuando regrese al mundo digital los reviviré. Entonces vivirán para siempre y ya no serán esclavos ni de Homeostasis ni de los humanos.

Gennai se rio burlonamente a espaldas de Yggdrasil. Con voz áspera, dijo:

– Nunca entenderás la relación entre los humanos y sus compañeros digimons, Yggdrasil. Esto es lo que te hace débil. Maki Himekawa, no lo escuches. Te está mintiendo.

Himekawa parpadeó, miró a Gennai y luego a Yggdrasil. La duda la invadió nuevamente. ¿Quién decía la verdad? ¿Quién quería ayudarla y quién quería manipularla? ¿En quién debía confiar para no ser traicionada? Yggdrasil se dio la vuelta y su mirada penetrante se posó en Gennai. Flotando en el aire como si su cuerpo no tuviera materialidad se le acercó.

– Eres un idiota Gennai. Tanto tiempo al servicio Homeostasis manipulando humanos cuando eres un digimon.

– No los manipulo, les ayudo.

– No, defiendes Homeostasis porque te hizo importante, te dio poder. Eres tú el que miente a Maki Himekawa. Deberías estar avergonzado de ti mismo.

– No me avergüenzo de mí mismo, pero tengo piedad de ti y de tu ignorancia.

Yggdrasil permaneció inmóvil: sus ojos se habían estrechado. Extendió la mano delante de él y cerró el puño. Gennai empezó a tiritar y cayó de rodillas. Jadeó, chasqueó los dientes:

– Tengo... Tengo tan fr... frío... me ... me voy ...

Se inclinó y brutalmente se desmayó. Maki se estremeció, a punto de intervenir. Pero Gennai servía a Homeostasis, y Homeostasis la había utilizado, a ella y a los otros primeros Niños Elegidos. No podía confiar en él. Ken, horrorizado al ver a Gennai inerte, se arrodilló a su lado. No se movía. Ken levantó una mirada desafiante a Yggdrasil:

– ¡No te tengo miedo!

La voz de Yggdrasil resonó, ofendida:

– Eras mi aliado, Ken. Te hice inteligente para que no cayeses en la trampa de Homeostasis. ¿Cómo pudiste alejarte de mí?

– Me corrompiste el corazón. Te rechacé una vez y lo volveré a hacer. La oscuridad ya no tiene poder sobre mí.

– ¿En serio? ¡Qué orgullo! Creería escuchar a Lucemon.

Estiró su mano otra vez ante él: Ken a su vez gritó y cayó de rodillas. Comenzó a temblar, al igual que Gennai. El hielo invadió su cuerpo. Esta vez Maki no pudo soportarlo más. Se interpuso entre el joven y Yggdrasil:

– ¡Yggdrasil! ¡Dijiste que no lastimarías a los niños! Si son manipulados por Homeostasis, no son responsables de lo que pudieron haber hecho. ¡Deja ya a ese chico!

Yggdrasil miró a Maki sin que su rostro mostrara la más mínima emoción. Su mano cayó y Ken dejó de gritar. Con una voz indiferente, Yggdrasil le dijo a Himekawa:

– Sin embargo, Ken ya tuvo la oportunidad de convertirse en mi aliado. Si no es responsable de lo que pudo hacer bajo la influencia de Homeostasis, es culpable de haber rechazado mi posesión sobre él. Entonces solo obtiene lo que se merece. De todos modos, solo es un humano.

– Yo también, soy humana y a pesar de todo, me ayudaste.

– Eres diferente de los otros Niños Elegidos. Además, necesitaba a Ken y Gennai. Tienen esporas negras en ellos, que pueden serme útiles para salir del Mar Oscuro. Pero las que viven en Ken y Gennai todavía no son lo suficientemente poderosas como para que las use. Estos dos seres han defendido Homeostasis durante demasiado tiempo. Lo que creen que es luz es en realidad oscuridad. Mi luz oscura primero debe debilitarlos para luego usar sus esporas. Voltobautamon, enciérralos con los digimons.

– A sus órdenes, señor.

Las cadenas vaporosas de Voltobautamon levantaron a Gennai y Ken para llevarlos a la prisión de la pagoda bajo la mirada preocupada de Himekawa. Tan pronto como se fueron, miró a Yggdrasil con sospecha. Éste dijo fríamente:

– Dudas de mí, ¿no es cierto? Gennai, este tonto, despertó desconfianza en tu mente. Pero déjame decirte algo: si desconfías de mí, dejaras que Homeostasis gane. Es lo que él quiere. ¿Quieres ser débil?

Yggdrasil plantó su mirada en la de Maki, quien la sostuvo sin pestañear.

– Quiero restaurar la justicia, dijo ella.

– Si derrotamos a Homeostasis, se restaurará. Y tú lo sabes. Defiendo el bien.

– ¿Cómo puedo estar segura de esto?

– Porque lo sentiste el día que perdiste a Megadramon. Entendiste que lo que estaba haciendo Homeostasis era injusto, y sabes que puedo reparar esta inequidad. Puedo devolverte Bakumon y permitirte salvar el mundo digital que no podías salvar hace diez años. Conmigo, puedes vengar a los amigos que Homeostasis sacrificó para crear sus Bestias Sagradas.

Maki miró a Yggdrasil, intentando detectar sus mentiras. Pero sus ojos de mercurio solo le transmitieron impaciencia y frialdad.

– ¿Cuándo volveré a ver a Bakumon? ella finalmente preguntó.

– Tan pronto como salga del Mar Oscuro.

– ¿Por qué no puede venir aquí?

– Este mundo no es accesible para todos los digimons. Por eso tengo que darme prisa para salir. ¿Cómo avanzan nuestras investigaciones?

– Lucemon fue a explorar. Pero también debemos vigilar a los Niños Elegidos.

– Bien. No deberíamos tener más percances por ahora.