Capítulo 20

Takeru sintió que la angustia le invadía: tenían absolutamente que activar el rompecabezas de piedra para liberar a Azulongmon. Sin embargo, ahora que Omegamon ya no podía protegerlos iban a tener que enfrentarse a Barbamon y Lucemon.

– Sakae, Meiko, Sr. Nishijima, ¡encargaos del rompecabezas de piedra! gritó.

– ¡Entendido! respondió Sakae.

– Koushiro, Hikari, ¡debemos distraer a estos demonios!

– ¡Estamos contigo! exclamó Koushiro, con Tentomon a su lado.

Los dos muchachos sacaron sus digivices que ese mismo instante se encendieron. Sus digimons pudieron evolucionar:

– Patamon, digievoluciona en... ¡Angemon!

– Tentomon, digievoluciona en... ¡Kabuterimon!

Inmediatamente, se activaron los emblemas de los chicos y el de Hikari, y los tres digimons alcanzaron el nivel perfecto:

– Angemon, digievoluciona en... ¡MagnaAngemon!

– Kabuterimon, digievoluciona en... ¡Mega Kabuterimon!

– Tailmon, digievoluciona en... ¡Angewomon!

Los tres digimons se lanzaron en ataque contra Lucemon y Barbamon. MagnaAngemon desenvainó su espada púrpura y chocó con el cetro de Barbamon.

– ¡Cuerno mortal! lanzó Mega Kabuterimon a Lucemon.

– ¡Encanto celestial! atacó a Angewomon.

– ¡Gran cruz! respondió Lucemon, lanzando sus bolas de energía.

Mientras tanto Nishijima, Sakae y Meiko se apresuraron a resolver el rompecabezas de piedra.

– ¡Rápido! dijo Nishijima. ¡Sakae, en la primera línea, presiona el dragón!

– ¡Ya está!

– Meiko, en la línea de las estaciones, ¡presiona la primavera!

– ¡Listo!

– Y finalmente, en la línea de la brújula, la que indica al este, dijo Nishijima, presionando la losa de piedra. ¡Takeru, Hikari! ¡Necesitamos tus digivices!

– No os saldréis con la vuestra, respondió Lucemon, colocándose entre Takeru, Hikari y el rompecabezas de piedra.

Barbamon se unió a él y a su vez bloqueó el paso. Takeru sintió que la ira le invadía. Apretó los puños y gritó a los demonios:

– ¡Destruiste todo el pueblo del inicio y los huevos de los bebés digimons, asesinos! ¡Esta vez, no nos impediréis pasar!

Hikari miró a Takeru: sentía en su cuerpo la ira del adolescente y de repente esa sensación despertó su propia ira, que mantenía oculta en lo profundo de su alma. El digivice de Takeru se iluminó de nuevo y MagnaAngemon llegó al nivel mega: apareció Seraphimon, el ángel de la guerra vestido con un faldón dorado decorado de caligrafía. Desenvainó su espada y desdobló sus cuatro pares de alas mientras se abalanzaba sobre Lucemon:

– ¡Golpea las Siete Estrellas! gritó.

Siete bolas de fuego salieron disparadas contra el demonio, quién respondió con sus propias bolas de energía. Barbamon se alejó volando y se dirigió hacia Sakae, Meiko y Nishijima mientras su cetro brotaba un fuego negro ardiente.

– ¡Sakae, cuidado! gritó Ryudamon, corriendo hacia ellos para protegerlos.

El pequeño digimon recibió toda la fuerza del ataque y cayó al suelo, aturdido.

– ¡Ryudamon! gritó Sakae.

– No, Sakae, ¡déjalo! exclamó Nishijima, conteniéndola. ¡Bajaos! le gritó a ella y a Meiko.

Un nuevo ataque de Barbamon rozó sus cabezas. Se tumbaron sobre el suelo. Sakae levantó la vista y miró a Ryudamon, desmayado. Sacó su digivice y lo fijó desesperadamente: Ryudamon había tratado de protegerla a ella y a Meiko. La chica quería tanto darle su fuerza. ¿Por qué no había podido evolucionar? Barbamon caminaba hacia ellos otra vez. Nishijima intentó enderezarse, pero hizo una mueca y se recostó: un dolor punzante acababa de atravesarle el pecho al nivel de sus todavía convalecientes costillas. Barbamon se acercó a Meiko y Sakae, levantó su cetro...

– ¡Sakae, haz algo! gritó Meiko.

El fuego comenzó a aparecer al final del cetro mágico...

– ¡No! gritó Koushiro.

– ¡Voy yo, Koushiro! exclamó Mega Kabuterimon.

El digivice del joven volvió a encenderse, y Mega Kabuterimon alcanzó su máxima evolución: Herakle Kabuterimon apareció. Abrió sus enormes alas de insecto y aterrizó delante de Sakae y Meiko justo a tiempo. Tras resistir al ataque contra Barbamon, le tocó el turno a el de responder:

– ¡Giga-blaster!

Aprovechando la protección que les ofrecía Herakle Kabuterimon, Sakae se levantó y recuperó a Ryudamon entre sus brazos. Taichi y Yamato se apresuraron a ayudar a Nishijima. Barbamon desvió el ataque de Herakle Kabuterimon para lanzarse sobre Seraphimon. El ángel se estrelló contra la pared.

– ¡Seraphimon! gritó Takeru.

En ese momento, Lucemon y Barbamon recrearon la misma esfera malvada en la que habían encerrado a Omegamon. Ésta voló hacia Seraphimon y comenzó a atraparlo. Angewomon se apresuró a ayudarlo. Sin embargo le faltaba la fuerza para hacer frente a un ataque de los Señores Demonios.

– Hikari, ¡necesito tu fuerza para evolucionar! le lanzó.

Pero la chica permanecía paralizada, mirando la batalla. Seraphimon había sido capturado por la esfera negra. Omegamon, Vikemon, Garudamon y Lillymon habían sido derrotados. Herakle Kabuterimon y Angewomon iban a quedarse solos y nunca podrían vencer a dos demonios tan poderosos. Hikari sentía la fuerza de la ira de Takeru. El adolescente maldecía a los Señores Demonios por destruir el pueblo del inicio. Hikari también percibía la desesperación de Sakae, la ira y la impotencia de Meiko, la angustia de Koushiro, el miedo de Taichi. Todas estas emociones la asaltaban, la abrumaban, la consumían. Su propia ira se despertó. Odiaba a Voltobautamon por secuestrar a Ken y Gennai. Les había hecho sufrir y ahora estaba ella sufriendo. Fue demasiado. Tomó su cabeza en sus manos y gritó:

– ¡No puedo más!

En ese momento, unos remolinos morados comenzaron a envolver a Angewomon. El ángel femenino sintió que su fuerza la abandonaba: cayó al suelo debilitada. La esfera negra aprovechó la oportunidad para terminar de atrapar a Seraphimon.

– ¡Mirad! exclamó Sora, señalando las espirales de color púrpura. ¿Qué es eso?

– Uhm... ¡qué interesante! dijo Lucemon con voz alegre. Gracias a esto os podré eliminar definitivamente.

Extendió la mano y los remolinos alrededor de Angewomon se convirtieron en números, que continuaron invadiendo su cuerpo.

– Me recuerda a lo que rodeó a Nyaromon antes de convertirse en un digimon malo y fusionarse con Meicoomon para crear Ordinemon, susurró Yamato.

– Si es el caso, no es una buena noticia, dijo Joe.

Koushiro miraba las espirales que se habían convertido en números: un código binario...

– ¡Creo que entiendo lo que está pasando! ¡Hikari, por favor, no dejes que la desesperación se apodere de ti! ¡Si te rindes al miedo haces a los Señores más poderosos!

Pero Hikari, de rodillas, no parecía oír nada más. La esfera negra se retorció en todas las direcciones, destruyendo todas las resistencias de Seraphimon dentro de ella. Takeru, horrorizado, vio la esfera explotar y Tokomon cayó al suelo. Mientras tanto, los números morados continuaron infectando a Angewomon. Los ojos del ángel se pusieron rojos y comenzó a tomar una forma inquietante.

– ¡No! Gritó Taichi. ¡Hikari, cálmate!

Takeru giró la cabeza hacia Hikari. Recordaba lo que ella le había dicho una vez: era capaz de sentir la rabia de los demás. Estaba experimentando las emociones de sus amigos de manera demultiplicada y en ese momento preciso todos tenían miedo. Takeru recuperó el control: tenía que evitar que la ira y el odio se apoderaran de él para ayudar a Hikari y salvar a Azulongmon.

– ¡Hikari! Derrotaremos a Barbamon y Lucemon. Azulongmon será libre gracias a nosotros, en unos momentos, pero solo si permites que Angewomon nos ayude. ¡Angewomon cuenta contigo, Hikari! ¡Y estamos aquí para ayudarte! ¡Nunca estarás sola Hikari!

En ese momento, Hikari se estremeció y lentamente levantó la vista. Vio primero a su hermano, luego a Takeru. Parpadeó: parecía recuperarse.

– Angewomon cuenta conmigo...

– Sí, confirmó Taichi. Si la ayudas ahora, podremos repeler a Barbamon y Lucemon, ¡y con Takeru puedes hacerlo, podréis liberar a Azulongmon! Puedes hacerlo Hikari, ¡sé que eres fuerte!

Hikari, todavía temblando, volvió la cabeza y vio a Angewomon rodeado de números malvados. Se puso de pie, apretó los puños, y esta vez fue la determinación que la colmó su corazón.

– Angewomon, ¡estoy aquí! ¡Liberemos a Azulongmon!

Ante estas palabras, los números comenzaron a adquirir una consistencia de humo para luego evaporarse. Takeru sonrió. Al mismo tiempo, el digivice de Hikari se puso a brillar y Angewomon evolucionó al nivel mega: Holydramon, el dragón rosa, despegó. Lanzó su luz verde en dirección de Barbamon mientras que Herakle Kabuterimon empujaba a Lucemon, abriendo un pasaje para que Hikari y Takeru llegasen al rompecabezas de piedra.

– ¡Ahora! gritó Sora. ¡Adelante!

Los dos adolescentes corrieron hacia las losas cubiertas de símbolos, sacaron su digivice y los acercaron a los huecos de la pared. Los digivices comenzaron a brillar y una luz deslumbrante brotó de todos los espacios vacíos entre cada rueda negra de la puerta. Las ruedas dejaron de girar y de repente empezaron a moverse en el sentido contrario. Las muescas se entrelazaron y la cerradura se desbloqueó. Los batientes de la enorme puerta se abrieron.

Un cuerpo azul transparente ondeó en la oscuridad: estaba provisto de varios pares de alas blancas rodeadas de cadenas. Una cabeza azul veteada de amarillo con una gran barba se asomó por la cueva. Azulongmon ya estaba libre. Desdobló su largo cuerpo de dragón, sus largas alas y despegó. Todos los Niños Elegidos exclamaron de alegría al verlo. Lucemon y Barbamon palidecieron.

– Estaréis contentos de verme me imagino, dijo Azulongmon a los Señores Demonios. ¿Qué vais a hacer sin Yggdrasil? No seréis capaces de encarcelarme de nuevo.

– ¿Crees que nos impresionas? replicó Lucemon. ¡Vas a ver!

Extendiendo los brazos y con la ayuda de Barbamon formó una nueva esfera malvada para dirigirla hacia Azulongmon. Pero éste contorsionó su elegante cuerpo azulado para formar varios anillos. Su cuerpo se iluminó y los anillos de su cola emitieron una luz tan poderosa y tan cegadora que destruyó la esfera negra e inmovilizó a Barbamon y Lucemon. Todos los Niños Elegidos tuvieron que esconder sus ojos frente a una luz tan fuerte. El cuerno en forma de rayo que estaba en la cabeza de Azulongmon crujió y el dragón gritó:

– ¡Trueno azul!

Una carga inconmensurable de electricidad se concentró en su cuerno y de repente explotó. Los Señores Demonios aullaron. Las paredes de la cueva al mismo tiempo, comenzaron a resquebrajarse.

– ¡Todo va a derrumbarse! gritó Joe, aterrorizado.

– No te preocupes, dijo Azulongmon. ¡Agarraos todos a mí, os sacaré de aquí!

Los Niños Elegidos se sentaron a horcajadas sobre el largo cuerpo del dragón con sus digimons en sus brazos. Taichi y Yamato ayudaron a Nishijima a mantener el equilibrio. Solo Hikari y Koushiro se subieron a sus compañeros digimons. Despegaron y Azulongmon envió una descarga eléctrica que atravesó la cima del Monte del Infinito. Cuando salieron de la montaña, la cueva colapsó... y se derrumbó sobre los Señores Demonios que estaban allí. Azulongmon ganó altitud y pronto todos pudieron ver el Monte del Infinito desde el cielo.

– Increíble, susurró Sora. La cueva se ha desmoronado...

– Apenas se reconoce la montaña a la que estamos acostumbrados a ver, dijo Mimi, impresionada.

– ¡Y estamos vivos! exclamó el señor Nishijima con una gran sonrisa de alivio.

– ¡Sí, y conseguimos liberar a Azulongmon! gritó Takeru, victorioso.

El majestuoso dragón descendió hacia el suelo y depositó a sus pasajeros en el bosque. Holydramon y Herakle Kabuterimon se reconvirtieron en Nyaromon y Motimon. Después de haber bajado de la espalda de Azulongmon, los Niños Elegidos pudieron admirar su majestad. Con voz grave, el dragón inclinó la cabeza:

– Gracias por liberarme del yugo de Yggdrasil, Niños Elegidos.

– No hay de que, respondió Taichi. No fue fácil.

– Hikari, en la cueva ¿qué pasó? preguntó Mimi.

La chica miró hacia abajo, incómoda.

– No lo sé... Me sentí tan llena de ira de repente... y lastimé a Angewomon.

– No es culpa tuya, dijo Nyaromon, acurrucándose en los brazos de su compañera.

– Creo saber lo que pasó, dijo Koushiro. Lo entendí cuando vi las espirales de humo convertirse en números binarios. Lucemon usó tu ira Hikari, para convertirla en un programa de computadora que afectaría la digievolución de Angewomon. Creo que fue el falso Gennai, quiero decir Piedmon, quien convirtió tu ira en una secuencia binaria la primera vez, cuando Nyaromon se fusionó con Meicoomon para dar a luz a Ordinemon.

– ¿Quieres decir, dijo Yamato, parpadeando, que Piedmon y los Siete Señores Demonios pueden actuar en el proceso de la digievolución?

– No directamente, dijo Azulongmon, porque Yggdrasil no entiende la digievolución. Por eso envidia a Homeostasis, quien si entendió el proceso que une a los compañeros humanos y los digimons. Pero Yggdrasil puede, si nos basamos en la experiencia de Hikari, pervertir al que permite la digievolución, es decir al compañero humano.

– ¿Eso significa... que soy demasiada débil para resistirle? dijo Hikari, frunciendo el ceño.

– ¡No! Exclamó Taichi. ¡No, Hikari, no eres débil!

– Siempre puedes entender y ayudar a los demás, añadió Takeru. Esto no es ser débil.

– Solo tienes que evitar que tu nobleza de alma sea utilizada como arma por aquellos que quieren hacerte daño, dijo Azulongmon.

– Lo intentaré, ella asintió no muy segura de sí misma.

– ¿Qué vas a hacer ahora, Azulongmon? le preguntó Joe.

– Ya que soy libre, podré unirme a Baihumon para luchar contra la influencia de Yggdrasil en el mundo digital.

– Serás de gran ayuda para él, dijo Mimi.

– Azulongmon, ¿crees que Barbamon y Lucemon fueron derrotados? preguntó Yamato.

– Por desgracia, creo que el colapso de la montaña solo los retrasará. Son poderosos e incluso una montaña no puede destruirlos.

– Eso es exactamente por lo que vinimos a buscarte, dijo Taichi. Necesitaremos tu apoyo y el de todas las Bestias Sagradas para derrotar a los Siete Señores Demonios y a Yggdrasil.

– Podríamos luchar contra los demonios, pero no sé si somos lo suficientemente potentes como para medirnos contra Yggdrasil. Solo Homeostasis tiene este poder y no conozco sus planes. Yo y las otras Bestias Sagradas hemos estado encerradas durante demasiado tiempo, y hemos perdido el contacto con él.

– ¿Quizás Homeostasis intentará contactarte? sugirió Koushiro. Incluso si es más difícil sin Gennai, todavía esta Hackmon. Homeostasis lo envía como mensajero a menudo.

– Espero que tengas razón. Por el momento, mi misión es restablecer el equilibrio en el este del digimundo, ya que Baihumon está a cargo del oeste. Pero todavía para que seamos las Cuatro Bestias Sagradas juntas tenéis que liberar a Zhuqiaomon y Xuanwumon para reequilibrar el sur y el norte.

– Sí, lo sabemos, dijo Nishijima. Estamos en camino.

Azulongmon se volvió hacia Nishijima y lo miró fijamente.

– Daigo... susurró el dragón. ¿Eres tú?

– Sí, soy yo, asintió con una sonrisa suave. ¿Me reconoces, a pesar de todos estos años?

– Creciste, es verdad. Pero aún puedo ver al niño que eras en tus ojos. ¿Qué haces aquí?

– Apoyo a los nuevos Elegidos en su misión.

– Siempre ayudaste a los demás. Pero hubo dos de los primeros Niños Elegidos que sobrevivieron a nuestra última batalla contra Apocalymon. ¿Dónde está Maki?

Nishijima parpadeó y una arruga de pena apareció en su frente.

– Se unió a… Yggdrasil. Pero espero... todavía espero salvarla.

Levantó la vista y miró al dragón. Luego se acercó a él con la mano extendida. Puso su palma sobre su cuerpo diáfano y le escuchó respirar. Con voz vacilante, dijo:

– Hace diez años, Shigeru se sacrificó para darte fuerza. ¿Tú... todavía sientes su presencia? ¿Todavía vive él... en ti? ¿Podría Shigeru sentir que estoy aquí?

Azulongmon miró a los ojos de Nishijima y se quedaron durante varios minutos, mirándose el uno al otro. Finalmente, Azulongmon dijo con voz tranquila:

– Cuando Shigeru se sacrificó por mí, su cuerpo se fundió con en el mío y su fuerza alimentó mi alma. El amigo que has conocido ya no existe como persona, pero es su bondad, su esperanza y su luz las que viven en mí. Mi alma contiene la suya y percibe toda la amistad que tienes para Shigeru, Daigo.

Nishijima sonrió, un poco triste y quitó su mano del cuerpo del dragón.

– Necesitáis descansar e yo tengo trabajo por hacer, dijo Azulongmon a los Niños Elegidos. Pero si necesitáis mi ayuda, no dudéis en llamarme.

– ¿Cómo? preguntó Koushiro.

– Los que me han liberado y son portadores de los emblemas de la luz y la esperanza podrán llamarme.

Con estas palabras, Azulongmon despegó. Alejándose el color de su cuerpo terminó confundiéndose con el cielo, bañándolo de claridad.