Capítulo 21
Exhaustos tras la batalla que habían librado contra Barbamon y Lucemon, los Niños Elegidos y sus digimons establecieron el campamento para descansar. Cuando anocheció, encendieron un fuego y fue el turno de Joe sacar la comida que guardaba en su bolso. En ese momento, los digimons hambrientos se abalanzaron sobre la comida. Sakae sacó la carne marinada para Ryudamon y se arrodilló a su lado:
– Toma, Ryudamon. Debes tener hambre, después de todo lo que hemos pasado.
El pequeño digimon agarró el plato de carne pero no parecía tener mucho apetito. Con una voz triste, dijo:
– Desearía haber hecho más para ayudarte, Sakae. No logré digievolucionar durante la batalla. Sin embargo, realmente lo quería, ¡te lo aseguro!
– No te preocupes por eso, Ryudamon. Lo conseguirás la próxima vez, dijo, acariciando su cabeza.
La chica sacó su digivice del bolsillo y lo miró. Quería tranquilizar a su compañero digimon, pero tenía miedo. Miedo a no ser capaz de permitir que Ryudamon digievolucionase, miedo a no tener el coraje suficiente, a no estar preparada. ¿Y si hubiera llegado demasiado tarde al mundo digital? ¿Qué pasaría si no fuese capaz de crear una relación lo suficientemente fuerte con su digimon como para darle la fuerza para luchar? Y en el caso de que fuese así, ella sería incapaz de ayudar a sus amigos y los Niños Elegidos la excluirían, de la misma manera que Meiko y su padre la habían dejado fuera de todo lo que se relacionaba con los digimons durante su infancia. Si sucediera tal cosa, Ryudamon, después de haber pasado tantos años solo, sería considerado como un paria. Este terrible miedo le retorció el estómago a Sakae. No, ella no quería eso para su compañero digimon...
– ¿Sakae? dijo Ryudamon, acurrucándose contra ella. ¿Me perdonas? ¿Por no haber podido ayudarte más hoy?
– ¡Oh, Ryudamon, no hay nada que perdonar! Te lo aseguro…
– Es verdad, sería más bien Sakae que tendría que pedirte perdón, Ryudamon, dijo en ese momento una voz detrás de ellos.
Sakae se dio la vuelta: Meiko se había acercado a ellos y les miraba con una mirada fría e implacable.
– Ryudamon se puso en peligro por ti, dijo con reproche. ¿Por qué piensas que lo hizo?
– ¡Porque soy su compañero! exclamó Ryudamon.
– No, Ryudamon. Lo hiciste porque Sakae te presionó. Tienes demasiada prisa Sakae. Querías que Ryudamon pudiera luchar contra los Señores Demonios. ¡Le exiges demasiado a tu digimon, y con eso lo paralizas!
– ¡No es verdad!
– Ni siquiera te das cuenta. Deberías avergonzarte de pensar solo en ti.
– ¿Por qué eres tan agresiva?
– ¡Porque crees que estar en el mundo digital es suficiente para convertirte en una Niña Elegida!
– ¡Nunca dije eso!
– Quieres hacer todo deprisa y corriendo, sin entender que construir una relación con un compañero digimon lleva mucho tiempo. ¡Me llevó años conocer bien a Meicoomon!
– Pero tú vivías en el mundo real y no tenías que enfrentarte a digimons malvados, como tengo que hacerlo hoy. ¿Crees que es fácil para mí? ¡No es culpa mía que haya llegado tarde al mundo digital!
– ¡Sí, es culpa tuya! gritó Meiko. Tal vez si hubieras venido antes, ¡nada de lo que le pasó a Meicoomon le hubiera pasado!
– ¿Cómo puedes hacerme asumir esta responsabilidad? ¡Me estás atacando solo porque no encuentras justificación a la desaparición de Meicoomon!
Meiko guardó silencio, herida por lo acertado de la respuesta de su hermana. Su corazón se encogió, las lágrimas afloraron.
– No tienes corazón, Sakae. ¡Crees que lo sabes todo, pero nunca podrás hacer que Ryudamon digievolucione!
– ¡Repítelo otra vez si te atreves!
– ¡Basta ya! gritó Taichi, levantándose para separarlas.
Todos los demás adolescentes se habían levantado cuando el tono entre las dos hermanas había comenzado a subir. Meiko fulminó a Taichi con la mirada.
– No te metas en este asunto, Taichi. Esta historia no te concierne.
– Sí. No podemos permitir que nuestro grupo esté divido. Ya tenemos suficientes problemas.
– Taichi tiene razón, asintió Koushiro, poniéndose de pie.
El adolescente se acercó a Sakae y miró duramente a Meiko.
– Hablar a Sakae como lo has hecho es injusto. Ella y Ryudamon están haciendo todo lo posible para ayudarnos. No puedes culparlos por todo lo que pasó mientras Sakae aún no sabía que era una Elegida.
Meiko miró a Koushiro con soberbia:
– ¿Te crees que estas en mejor posición que yo para entender a Sakae, Koushiro? Probablemente piensas que soy una mala hermana para ella y que quizás tú hubieras sido un mejor hermano si hubierais crecido juntos.
– ¡Nunca dije tal cosa! se defendió Koushiro. Eres tú, la hermana de Sakae.
– ¡Es falso y lo sabes! Bueno, ya veo que todos estáis dispuestos a defenderla, ¡muy bien! ¡Consoladla! ¡Yo no necesito la piedad de nadie! gritó.
Las lágrimas llenaron sus ojos y se fue corriendo. Taichi dio un paso adelante para alcanzarla, pero Sora le puso una mano en el hombro.
– No, Taichi. Necesita estar sola.
Koushiro miró a Sakae, incomodo. La adolescente había bajado la mirada hacia el suelo, herida. Finalmente, levantó la vista y le dijo:
– Gracias Koushiro, pero yo tampoco necesito estar protegida. Ven Ryudamon, quiero que estemos tranquilos. Necesito pensar.
Se dio la vuelta y se alejó hacia el bosque, con el rostro sombrío. Mimi se acercó a Koushiro, boquiabierta por el altercado entre las dos chicas:
– ¿Qué quiso decir Meiko cuando dijo que podrías haber sido un "mejor hermano" para Sakae?
Koushiro suspiró con la mirada fija en los matorrales tras los cuales Sakae acababa de desaparecer:
– Antes de que nos fuéramos al mundo digital, fui a la tumba de mis verdaderos padres. Me encontré con Sakae, cuyos padres biológicos están enterrados justo al lado de los míos.
– ¿Sus... padres biológicos? repitió Takeru, desconcertado.
Nishijima parpadeó. Entonces, ¿Sakae no era la hija del Sr. Mochizuki?...
– Así es, asintió Koushiro. Nuestros dos padres se conocían e incluso se habían prometido criar al hijo del otro si algo le sucedía a uno de ellos. Desafortunadamente, ambos murieron la misma noche en un accidente de coche. Teníamos un año. Por eso fui criado por mis actuales padres adoptivos y por eso Sakae fue adoptada por el Sr. Mochizuki. Meiko se enteró recientemente de la verdad y creo que le cuesta acostumbrarse a la idea de que Sakae no es realmente su hermana.
– Para ella, es cómo perder a una segunda persona que quiere, murmuró Hikari. Después de Meicoomon, descubrió que la que siempre pensó que era su hermana, en realidad, nunca lo fue.
– Es triste, dijo Mimi.
– Además, no encuentra su sitio en nuestro grupo, dijo Sora.
– Tampoco debe ser fácil para Sakae, señaló Yamato. Arrojada como quien dice, al mundo digital sin saber nada de lo que concierne a lo digimons, sintiéndose diferente...
– En cualquier caso, mejor dejarlas solas por el momento, dijo Joe. Esperemos que puedan reconciliarse rápidamente...
Todos asintieron y volvieron a sentarse cerca del fuego. Hikari se quedó un poco aparte. Takeru se acostó con las manos detrás de la cabeza. Yamato sacó su armónica y le dijo a su compañero digimon:
– ¿Gabumon, quieres acompañarme? Voy a dar un paseo.
– Vale.
Joe estaba sentado cerca del arroyo que bordeaba el claro donde se habían instalado. Su cara se había oscurecido. Mimi lo notó y se sentó a su lado:
– Joe... ¿estás bien?
– Ah hola Mimi, sí, estoy bien, gracias.
– ¿Te preocupa algo?
– No, nada.
– Veo que hay algo que te molesta. Todos están muy sombríos últimamente y tengo el ánimo bajo... aunque haya que reconocer que la situación de Meimei y Sakae es complicada... sin hablar de Hikari, que Lucemon casi llega a corromper... No quiero que nuestros amigos discutan. Eso envenena nuestros corazones.
– Estoy de acuerdo contigo. Entiendo que lo que les está sucediendo a Meiko y Sakae es difícil, pero... hace daño a otras personas.
– ¿Cómo a Koushiro?
– Es posible... pero pienso principalmente en Taichi.
– Se preocupa por Meiko, ¿verdad?
– Sí, pero creo que no se permite expresar muchos sentimientos en este momento. Asume demasiadas cosas actualmente. Y Meiko no le ayuda.
– Meimei solo necesita alguien que le tienda la mano. Debe sentirse sola y es importante sentirse amado.
Mimi notó que la mirada de Joe se había desviado, adentrándose en sus pensamientos.
– Y tú, Joe, ¿te sientes solo? ¿Piensas en Chisako, verdad?
Joe sobresaltó y se sonrojó.
– ¿Cómo lo has adivinado?
– Se nota en tus ojos. No te preocupes, estoy segura de que está bien y que piensa en ti.
– Quiero tanto protegerla de los peligros del mundo digital...
Mimi poniendo una mano tranquilizadora sobre su hombro y levantando un puño determinado, le dijo:
– Lo conseguiremos, todos juntos.
– Cuando pienso que hace seis años era yo quien te consolaba, dijo Joe sonriendo.
– ¡Te devuelvo así el favor! Además, no sé tú, ¡pero tengo hambre todavía!
– Gomamon ha devorado toda la comida que había traído...
– Creo que me queda chocolate...
Mimi sacó una barra de chocolate de su bolso. Lo saco del envase, lo partió por la mitad y entregó a Joe un trozo. El chico le sonrió y ella le devolvió la sonrisa a su vez, contenta de sí misma. Al menos había animado a una persona esa noche.
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Sakae había caminado por el bosque para desahogar su ira. Ahora que estaba sola, sentía que la ansiedad la abrumaba otra vez. Había algo de verdad en lo que Meiko le había dicho. Quizás quería ir demasiado rápido, adquirir demasiado rápido las capacidades que los Niños Elegidos ya poseían. ¿Se equivocaba tal vez de camino? ¿Paralizaba realmente a Ryudamon como Meiko lo afirmaba? No sabía qué pensar.
– Sakae... no escuches lo que Meiko te dijo, le murmuró Ryudamon. Yo creo en ti y ella no tiene derecho a hablarte como lo hizo.
– Pero... Ryudamon, ¿y si tenía razón? ¿y si yo te impidiera digievolucionar?
– ¡Es imposible! Eres buena persona, ¡sé que puedes ayudarme!
Sakae miró hacia abajo. Dudaba de todo ahora. Los pensamientos oscuros empezaron a devorarla, cuando de repente escuchó música. Levantó la vista y aguzó el oído. Era una armónica. Intrigada, se dirigió de la dirección de la melodía. Pronto llegó a la orilla del río que serpenteaba en medio del bosque.
Yamato estaba sentado en la orilla, Gabumon a su lado. El aire armonioso que Sakae había escuchado provenía de una armónica plateada que Yamato llevaba a la boca. Los ojos del adolescente estaban cerrados: estaba totalmente entregado a la música. Su rostro expresaba melancolía, casi dolor al sonar cada nota. Fruncía el ceño, su frente se arrugaba de concentración y emoción. Su melodía resonaba con una gran pureza en medio del bosque. Sakae parpadeó: Yamato desprendía una gran serenidad. Apenas le había hablado hasta ahora, por lo que Sakae estaba convencida de que el joven no veía muy bien su integración en el grupo de Niños Elegidos. De repente pisó una rama que se rompió. Yamato se interrumpió, se dio la vuelta y descubrió a Sakae que lo estaba mirando. Al contrario de lo que ella se había imaginado, la mirada que le dirigió no fue hostil. Solo parecía sorprendido.
– Discúlpame, dijo Sakae, incómoda. No... no quería molestarte. Sabes….tocas muy bien. ¿Hace mucho tiempo que tienes una armónica?
Yamato miró el instrumento y sonrió:
– Bastante, sí. ¿Sabes algo de solfeo?
– No... no, pero creo que siento la misma emoción cuando dibujo.
– Es muy posible, asintió pensativo. He visto que dibujas muy bien.
– Gracias.
Yamato permaneció en silencio durante varios minutos, con sus ojos fijos en Sakae. Parecía estar pensando en lo que le iba a decir, a aquella persona con la que nunca había hablado de tú a tú. ¿Cómo dirigirse a ella, cómo hablarle con tacto, sin añadir a su malestar? Al final, le preguntó simplemente:
– ¿Cuándo te gusta dibujar?
– ¿Eh? Uh... Me gusta tomar mi lápiz cuando algo me sorprende o me fascina...
– ¿Dibujas cuando estás triste?
Sakae se sorprendió por la pregunta. Yamato miró su armónica y dijo:
– La música tiene fuerza. Cuando toco esta armónica, es como si estuviera expresando lo que las palabras no pueden decir. Me ayuda cuando estoy triste.
Sakae se puso a reflexionar.
– Yo, cuando estoy triste, me cuesta mucho dibujar...
– ¿Qué pasaría si lo intentas de todos modos?
– ¿Crees que... me vendría bien?
– No lo sé. Quizás no te haga sentir nada. Pero tal vez te alivie.
Sakae parpadeó, vacilante. Yamato mantuvo sus ojos tranquilos y profundos sobre ella. Finalmente, Sakae sacó su cuaderno y lápiz y vino a sentarse en la orilla.
– ¿Qué puedo dibujar?
– Lo que quieras. Elige lo que te ayudará.
Sakae frunció el ceño y finalmente tomó su lápiz. Se giró hacia Yamato:
– ¿Puedes seguir tocando la armónica mientras dibujo? Algo... melancólico, si puedes.
– Sin problema, respondió, llevándose la armónica a los labios.
Las notas se elevaron nuevamente en el bosque. Gabumon y Ryudamon cerraron los ojos, mecidos por la melodía. Sakae dibujó una primera línea en su cuaderno. Era una curva, que luego tomó una forma serpentina. Mientras tocaba, Yamato miró el dibujo que esbozaba Sakae. Era un rio. En su cabecera, representó una montaña. Luego, Sakae añadió líneas horizontales, remodeló la roca. La montaña se convirtió en una cara y del agua que fluía desde su fuente, en lágrimas. Yamato podía leer mucho dolor en esos ojos tallados en la piedra. La montaña estaba sola, en medio de una meseta abandonada y su río transportaba toda la tristeza de Sakae. La chica se detuvo y miró el dibujo. Entonces, de repente, dibujó un digimon sobre el arroyo. Su digimon. Ryudamon, entusiasta, alegre, lleno de energía, en total contraste con la soledad que emanaba de la montaña. Yamato parpadeó: se veía que Sakae amaba mucho a su compañero digimon. La chica dejó entonces su lápiz e inspiró lentamente, como si estuviera liberando toda la tensión que llevaba en sí misma.
– Tenías razón, le dijo a Yamato. Me vino muy bien.
Yamato se quedó un momento mirando el dibujo que Sakae había producido. Significaba muchas cosas.
– Sé cómo te sientes, dijo finalmente. Este terrible sentirse diferente, rechazado... sentir que no estás a la altura. Lo viví antes que tú.
– ¿Qué quieres decir?
– La primera vez que vinimos al digimonde con mis amigos, hace seis años, Takeru todavía era pequeño. Quería protegerlo de todo. Pero un día Takeru se volvió lo suficientemente independiente como para valerse por sí mismo. Ya no me necesitaba y me di cuenta de que era yo quien lo necesitaba. Cuando estaba solo, no era capaz hacer frente a de mis problemas. Y cuando me vi obligado a hacerlo, no sabía lo que tenía que hacer. Me metí en muchas peleas con Taichi, porque no me gustaba que decidiera siempre para todos. Sin embargo, después, entendí que era él y no yo quien actuaba como un verdadero jefe. Me sentí rechazado, pero en realidad era yo quien me estaba excluyendo, porque no encontraba mi lugar en nuestro grupo.
– ¿Y cómo lo encontraste, al final?
– Me cuestioné a mí mismo. No fue fácil. Durante un tiempo incluso quise separarme de nuestro grupo.
– Y... ¿por qué regresaste?
– Porque entendí que tenía amigos allí. Amigos que me habían tendido la mano y a quienes no prestado atención. Entendí que muchas veces, cuando pensaba que Taichi me desafiaba, en realidad me estaba ayudando... y era yo quien había rechazado su ayuda por terquedad.
Yamato hizo una pausa, la mirada en el vacío. Se recuperó y giró la cabeza hacia Sakae:
– Tienes amigos aquí, Sakae. Estamos para ayudarte si aceptas nuestra ayuda. Ryudamon te necesita. Nadie te excluirá, excepto tú misma.
– Pero, Meiko me dijo...
– Meiko se siente sola, como yo lo estuve hace algunos años. Ella también tenía la impresión de ser diferente y estar rechazada. Tal vez solo necesita que le tiendas la mano... como nosotros lo hacemos para ti.
Sakae parpadeó, pensativa. Yamato había vuelto a mirar el río. Sakae le dijo con voz agradecida:
– Gracias Yamato. Me has ayudado mucho.
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Sora apartó las ramas de los matorrales y entró en el claro. Había estado buscando a Meiko durante casi media hora. Su amiga se había refugiado lejos del campamento y había encontrado unas ramas para hacer fuego. Ahora estaba frotando dos piezas de madera colocas perpendicularmente y se brotaron chispas y poco después llamas saltaron sobre todas las ramitas que prendieron fuego. Sora se acercó:
– Meiko... me alegro de haberte encontrado.
Meiko se sobresaltó y se dio la vuelta.
– Sora...
– Sé que preferirías probablemente estar sola, dijo suavemente su amiga. Pero también supongo que necesitas liberarte de muchas cosas, y que, quizás, podríamos hablar.
Meiko bajó la mirada.
– Hubiera pensado que os quedaríais todos con Sakae...
– Eres mi amiga, Meiko. No importa con quién discutas, cómo te sientes, siempre estaré para ti. Además, Sakae también fue a caminar por el bosque para estar sola.
– ¿Enserio?
– Sí.
– Ahora, lamento lo que le dije antes... sé que es difícil para ella. No merecía que me enojara así, susurró Meiko, mordiéndose el labio. Es solo que...
– ¿…que?
Meiko miró a Sora, vacilante. Sora le sonrió:
– Puedes decirme todo lo que te pesa, Meiko. No le diré nada a Sakae.
– Pues... para ser sincera, me ha parecido injusto que Sakae tenga un compañero en el mundo digital que la estaba esperando. Cuando éramos pequeñas, tenía a Meicoomon conmigo y sabía que Sakae también soñaba con tener un digimon. Siempre me dije a mí misma que si ella no tenía uno, era que no estaba destinada a tenerlo... y, sin embargo, Ryudamon había nacido. Pero Sakae tuvo que ser llamada en el mundo digital después de que hubiera perdido a Meicoomon... como si Homeostasis, satisfecho de que mi pequeña Mei esté muerta, ahora se riera de mí al darle a Sakae un compañero. ¡Es humillante y cruel!
Sora se arrodilló frente a ella y puso sus manos sobre las suyas:
– Estoy segura de que eso no es lo que quería Homeostasis. Si realmente nos eligió para ser los Niños Elegidos, nunca sería cruel con nosotros...
– Entonces, ¿por qué quiso que Mei muriera?
– Por desgracia, no había otra opción...
– Hikari soñó con Mei, cuando estábamos encerradas en la cueva después de derrotar a los Señores Demonios... pero está convencida de que no era un sueño, que estaba en otra dimensión. Y si tenía razón, ¿tal vez pueda volver ver a Meicoomon? Queríamos hablarlo con Koushiro, pero aún no hemos tenido la oportunidad de hacerlo... y cómo le he hablado antes, dudo que ahora quiera ayudarme.
– Koushiro sabía que estabas enojada. Se habrá olvidado de todo eso cuando vayas a hablar con él y estoy segura de que hará todo lo que esté a su alcance para ayudarte. No te preocupes tanto.
– Es... que me siento tan sola desde que regresamos al mundo digital. Tengo la sensación de ser completamente impotente. Me parece que en cada momento me recuerda que Mei ya no está conmigo... y que nunca lo estará de nuevo.
– Sé que es difícil y que extrañas a Meicoomon. Es normal. Yo, si Piyomon desapareciera, me sentiría como tú.
– ¿Por qué duele tanto?
– Porque mucho la amaste.
Meiko miró a Sora y se le llenaron los ojos de lágrimas. Sora le sonrió:
– Tienes derecho a estar triste y a expresarlo. Estoy aquí para ti.
Los sollozos sacudieron a Meiko y las lágrimas corrieron por sus mejillas. Se los limpió con el puño y tartamudeó:
– ¿Crees... crees que podría seros útil?
– Por supuesto, asintió Sora, tomándola en sus brazos. Formas parte de nuestro grupo. Siempre nos serás de ayuda. Y quiero que sepas que nunca tendrás que ganarte nada para seguir siendo mi amiga, poniéndote en peligro o queriendo tener un compañero digimon.
Meiko sintió las lágrimas llenar sus ojos: pero esta vez fueron lágrimas de gratitud. Abrazó a Sora y sonrió.
Avanzada la noche, Yamato regresó al campamento para relevar a Joe. Sakae ya había regresado y estaba durmiendo cerca de Ryudamon. Sora entonces apareció a través de un camino forestal.
– ¿Qué tal, Sora? le preguntó Yamato. ¿Dónde estabas?
– Con Meiko, respondió ella en voz baja. Creo que... le vino bien hablar con alguien. Y tú, ¿fuiste a tocar la armónica?
– Sí. También vi a Sakae.
– ¿Sakae?
– Sí. Ella dibujó, yo toqué música, hablamos, y creo que... le vino bien.
Sora sonrió y se sentó cerca de Yamato. Él extendió un brazo y la tomó contra él.
– Eres una buena persona, Yamato, le susurró, acurrucándose contra su pecho.
– Tú también, Sora, susurró, besando su frente.
¡Espero que este capítulo os haya gustado!
Samy : Muchas gracias por tu última review, me encanta que hayas tenido la impresión de estar leyendo el anime original. Trato de respetar lo máximo posible el carácter de los personajes así como de hacer batallas dinámicas. ¡Espero que la continuación te guste!
Gracias a todos los lectores que dedican tiempo para leer esta historia.
