Capítulo 23
Criaturas viscosas salían del Mar Oscuro por docenas. Angewomon y Angemon se alzaron delante de Hikari y Takeru para protegerlos. Las criaturas se detuvieron mientras preparaban sus ataques; en ese momento un fenómeno extraño ocurrió de repente: sus cuerpos empezaron a deformarse, cambiaron lentamente de apariencia. Crecían o se encogían, se estiraban o se alargaban. Durante esta transformación, solo los ojos rojos de las criaturas mantuvieron sus dimensiones. Cuando terminaron de mudar, Takeru exclamó:
– Pero... ¿son digimons?
– No creo que sean digimons, dijo Hikari. Solo pueden asumir la apariencia de ellos.
La chica frunció el ceño: cuando había venido al Mar Oscuro tres años atrás, se había sentido atraída por las súplicas pronunciadas por unos digimons. Después de que les había ayudados, se habían revelado en la horrible forma que adoptaban las criaturas del Mar Oscuro; y por lo que estaba viendo ahora, también podían revertir este proceso y retomar la forma de digimons: docenas de criaturas estaban en ese momento saliendo del mar y se transformaban en Divermons, una especie de hombre-pez con una cabeza recubierta de membranas. Llevaban un cilindro de oxígeno en la espalda y estaban armados con arpones. A pesar de su pequeño tamaño, habían alcanzado el nivel perfecto y podían ser adversarios formidables. Los ojos de Hikari y Takeru se abrieron cuando vio a otra criatura adoptar una forma más imponente y amenazante: esta se convirtió en un Gesomon, con quien ya habían luchado hace seis años en Tokio. Hikari sintió que su corazón se aceleraba. Las criaturas eran demasiado numerosas. Sin embargo, Takeru apretó los puños y dio un paso adelante:
– ¡No nos vamos a dejar vencer! Angemon, ¡aléjalos!
– ¡Entendido!
Levantó su digivice que se puso brillar y Angemon llegó al nivel perfecto: apareció MagnaAngemon, con su habitual yelmo púrpura y armado con su espada fluorescente. Se unió a Angewomon y ambos se abalanzaron contra sus enemigos.
– ¡Flecha celestial! lanzó Angewomon, disparando sus flechas de luz.
MagnaAngemon desenvainó su espada y atacó los Divermons, que respondieron a su vez con su arpón.
– ¡Puerta del destino! exclamó MagnaAngemon.
Curiosamente, la puerta que solía abrir para hacer desaparecer los malos digimons no apareció.
– ¿Qué pasa? exclamó Takeru.
– No lo sé, ¡este poder no funciona en este mundo! respondió MagnaAngemon, evitando los disparos de los arpones.
Al mismo tiempo, el Gesomon apuntó a Angewomon:
– ¡Sombra mortal!
Un chorro de tinta brotó de sus numerosos tentáculos. Angewomon lo esquivó y gritó:
– ¡Encanto celestial!
El ataque golpeó al Gesomon que se inclinó. Solo era un digimon de tipo adulto y por lo tanto era inferior al nivel perfecto en el que se encontraba Angewomon. MagnaAngemon unió sus fuerzas a las del ángel femenino y golpearon al Gesomon que se derrumbó bajo las olas.
– ¡Bien hecho! le felicitó Takeru.
Sin embargo, en el mismo instante el Mar Oscuro burbujeó y se formó un remolino a pocos metros de la orilla. Surgió de repente un enorme digimon, mucho más aterrador que Gesomon, que hizo palidecer a los Niños Elegidos.
– ¡Marine Devimon! exclamó Hikari.
El monstruo humanoide azul, con seis tentáculos blancos y viscosos como un molusco y un par de brazos, tenía garras y era capaz de lanzar chorros de tinta diez veces más poderosos que los de un Gesomon. Los Niños Elegidos ya habían luchado contra él tres años antes, cuando Arukenimon lo había enviado a Tokio. Era un digimon de nivel mega, difícil de vencer. Sus ojos rojos con forma de almendra se posaron sobre Angewomon y MagnaAngemon. Levantó sus tentáculos y salieron litros de tinta. Esta vez, Angewomon fue golpeado con fuerza. Cayó en el Mar Oscuro.
– ¡No! Hikari gritó en pánico.
Quiso entrar en el mar para ayudar a su compañera, pero Takeru la contuvo:
– ¡No, no vayas allí! ¡Te van a matar!
MagnaAngemon se zambulló para rescatar a Angewomon: la sacó del agua y la trajo de vuelta a la orilla. Marine Devimon se acercaba y otras criaturas viscosas emergían de las olas, tomando la apariencia de Divermons para rodear a Takeru y Hikari. El adolescente apretó los dientes: no podrían contenerlos a todos.
Mientras tanto, Meiko había alcanzado los altos acantilados que dominaban la playa del Mar Oscuro. Los examinó cuidadosamente y encontró un camino para remontarlos. Trepó a través de la piedra caliza y cuando llegó a la cima, levantó con cautela la cabeza por encima del acantilado: la pagoda oscura estaba a solo unos metros de distancia. Ningún digimon estaba de guardia en la entrada. Era demasiado fácil. Se enderezó en la cumbre y fue a esconderse en unos matorrales cercanos. Dio la vuelta alrededor de la pagoda a distancia, para ver si había otra entrada. Encontró una en un lado de la misma. Sin embargo, estaba en el primer piso y daba a un balcón que rodeaba la pagoda. "¿Cómo podré subir hasta allí?" se preguntó Meiko. Entonces vio un árbol que parecía suficientemente alto como para poder encaramarse y alcanzar el balcón. Con cuidado, salió de los matorrales y corrió hacia el árbol. Miró hacia arriba: no debería ser demasiado difícil. Cuando era pequeña trepaba a menudo árboles con Meicoomon en el bosque cerca de Tottori. Se apoyó en las ramas bajas y empezó a subir. Después de unos pocos movimientos, llegó a la altura del balcón. Mientras sostenía las ramas, estiró la pierna hacia la barandilla, dio un impulso y saltó al balcón. ¡Lo había conseguido! Con cuidado, fue a abrir la puerta. Daba sobre una habitación vacía. La atravesó y dio con un largo pasillo. En la pagoda debía encontrarse las cárceles donde estarían Ken y Gennai. Era lógico pensar que las mazmorras deberían encontrarse en el sótano. Meiko buscó una escalera y bajó de puntillas.
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– ¿Qué pasa? exclamó Yamato, despertado por el grito de Nishijima.
– ¡Takeru, Hikari y Meiko se han ido al Mar Oscuro para liberar a Ken y Gennai! respondió el profesor.
– ¿Cómo? gritó Taichi, saltando. ¡Hikari nunca hubiera hecho algo así!
– Sin embargo... ella fue quien dejó este mensaje.
Taichi agarró el papel que Nishijima le entregaba y lo leyó. Su corazón empezó a latir más fuerte.
– ¿Pero qué mosca la ha picado? dijo, desconcertado y enojado.
– ¡Los van a matar! dijo Joe.
– Meiko... susurró Sakae, preocupada.
– Pero, ¿cómo ha podido ir al Mar Oscuro? preguntó Mimi. Creía que era imposible.
– Hikari lo hizo una vez, dijo Koushiro. Probablemente pudo hacerlo de nuevo.
– ¡Qué idiota! exclamó Taichi.
– No podemos dejarlos, dijo Sora.
– Si Yggdrasil se da cuenta de que están en su mundo, podría aprovecharse de ello para traer a otros Señores Demonios al mundo digital gracias a Maki, señaló Nishijima. Y los Señores Demonios podrían fortalecer las barreras que encarcelan a las dos últimas Bestias Sagradas.
– Tenemos que liberar a otra Bestia Sagrada lo antes posible, o perderemos la única ventaja que tenemos sobre Yggdrasil, reflexionó Taichi. Pero no podemos abandonar a Hikari, Takeru y Meiko.
– ¿No tenemos forma de llegar allí? dijo Koushiro.
Con los brazos cruzados, Yamato aún no había dicho nada. Frunciendo el ceño, miró a sus amigos y declaró con firmeza:
– Creo que puedo llevaros al Mar Oscuro.
– ¿Cómo? dijo Taichi, sin palabras.
– Nunca he ido al Mar Oscuro como sí lo hizo Hikari, pero creo que estuve a punto de entrar en este mundo hace seis años. Fue cuando me hice tantas preguntas sobre quien era, desconfiando de mí mismo.
– Sí, ¡lo recuerdo! asintió Joe con la cabeza. Vine a buscarte y me dijiste que la oscuridad de tu corazón había hecho aparecer una cueva oscura.
– Supongo que si hubiera caminado hasta el final de esta cueva, habría llegado al Mar Oscuro. Si fui capaz de hacerlo una vez, debería poder hacerlo de nuevo.
– ¡Espera, yo también caí en esta cueva! recordó Sora de repente. Fuiste tú, Yamato, y tú, Joe, quienes me permitisteis salir. ¿Eso significaría que yo también hubiera podido haber entrado en el Mar Oscuro?
– Es posible, asintió Yamato.
– Entonces, debería poder ayudarte a llevar a nuestros amigos allí.
– Si estáis seguros de poder hacerlo, entonces no perdamos el tiempo, dijo Nishijima.
– ¡Un minuto! intervino Taichi. Yamato, Sora, ¿podréis traernos de vuelta al mundo digital de la misma manera que vais a llevarnos allí?
– Sí, respondió Yamato.
– Yggdrasil probablemente se dará cuenta de que hemos venido a su mundo, continuó Taichi, e intentará contenernos pensando que con solo dos Bestias Sagradas, no podemos luchar contra él. Necesitamos tener un aliado en caso de que las cosas salgan mal. Algunos de nosotros tienen tomar la delantera y ponerse en marcha para liberar a la tercera Bestia Sagrada. Koushiro, ¿cuál es la que se encuentra más cerca?
Koushiro abrió su computadora y consultó su mapa interactivo del mundo digital.
– Diría que Zhuqiaomon y Xuanwumon, las dos Bestias Sagradas que aún tenemos que liberar, son equidistantes, pero será más fácil llegar hasta Zhuqiaomon en comparación con los relieves que tenemos a cruzar.
– Perfecto, dijo Taichi.
– Sin embargo, hay que pensar antes de actuar: por lo que pudimos ver en la cueva donde estaba encarcelado Azulongmon, nuestros símbolos son necesarios para liberar una Bestia Sagrada. Hay que encontrar los símbolos cuyos rasgos de carácter corresponden a los primeros Niños Elegidos. Profesor Nishijima, ¿quién era el compañero de Zhuqiaomon?
– Eiichiro.
– ¿Y cómo era?
– Era un niño responsable y maduro. Su padre estaba en el ejército, por lo que su madre solía estar sola para cuidar la casa. Eiichiro tenía tres hermanos menores, por lo que asumía muchas cosas en casa. Quería trabajar temprano para mantener a su familia y era muy trabajador. Siempre mostró una integridad y franqueza notables porque odiaba las mentiras. Era un amigo honesto y leal.
Los Niños Elegidos se miraron y asintieron.
– Joe, Mimi, creo que son vuestros símbolos los que liberarán a Zhuqiaomon, dijo Yamato.
– Lo creo también, confirmó Koushiro.
– Vale, dijo Taichi, nos vamos a dividir en dos grupos. Joe, Koushiro, Mimi, vais a liberar a Zhuqiaomon. Sakae, vas a ir con ellos.
– Pero, Taichi, yo...
– No te preocupes por Meiko, la traeremos de vuelta – dijo, aunque en este momento, dudaba de sus propias palabras. El Mar Oscuro es un lugar demasiado peligroso para Ryudamon, prefiero que sigas a Joe, Koushiro y Mimi.
Sakae se mordió el labio pero no insistió. Taichi luego se volvió hacia Yamato, Sora y Nishijima:
– Vamos a salvar a Hikari, Takeru y Meiko.
– Taichi, ¿crees que con Omegamon y Hououmon, seremos lo suficientemente fuertes contra lo que nos espera allí? preguntó Yamato.
– Si Hikari y Takeru estuvieran allí, podrían llamar a Azulongmon, dijo Sora.
– Yo puedo aún llamar a Baihumon, dijo Nishijima.
– ¿Podrá seguirnos en el Mar Oscuro? dijo Taichi.
– Vamos a preguntárselo directamente….
El profesor se concentró y a los pocos minutos se escuchó un crujido en las hojas. Baihumon salió del bosque, majestuoso e imponente. Aunque era la cuarta vez que lo veían, los Niños Elegidos todavía lo encontraban impresionante. Nishijima le explicó brevemente la situación. El tigre blanco e índigo asintió, grave:
– Puedo seguiros allí. Azulongmon garantizará el orden en el mundo digital durante mi ausencia.
– Gracias, Baihumon, dijo Taichi.
Luego se acercó a Joe, Koushiro, Mimi y Sakae. Puso una mano sobre el hombro de Joe y designó a sus compañeros diciéndole:
– Cuídalos.
– No te preocupes, no les pasará nada. Vosotros también, tened cuidado.
– Gracias.
Joe, Koushiro, Mimi y Sakae se pusieron en marcha. Mientras se iba, Koushiro miró por encima de su hombro: sus ojos se encontraron con los de Taichi y asintió. Ambos sabían lo que tenían que hacer. Mimi había tomado la mano de Sakae para darle coraje, mientras Palmon y Ryudamon avanzaban junto a ellos. Gomamon siguió a Joe que se encontraba a la cabeza del grupo mientras Tentomon abría el camino. Taichi los vio alejarse con la esperanza de haber tomado la decisión correcta.
Luego se unió a Yamato, Sora y Nishijima. Agumon, Gabumon y Piyomon se habían acercado a ellos. La presencia de Baihumon parecía darles confianza en sí mismos para embarcarse en esta operación a la desesperada. Taichi se volvió hacia Yamato y Sora:
– ¿Estáis listos para llevarnos?
– Cuando quieras, respondió Yamato.
Él y Sora se cogieron de la mano y se miraron.
– ¿Lista, Sora? le preguntó Yamato en voz baja. Si no quieres despertar todos estos temores que tienes en tu corazón, lo entenderé...
– No, quiero ayudarte, Yamato, y ayudar a nuestros amigos. Sé que estos temores no durarán porque estamos juntos.
Yamato sonrió, luego se volvieron hacia Taichi y Nishijima tendiéndoles las manos. Taichi agarró la de Yamato, Nishijima la de Sora.
– Vamos a concentrarnos. Los digimons deben aferrarse a nosotros para seguirnos, dijo Yamato.
– ¡Entendido! asintió Agumon, atándose a la pierna de Taichi.
– ¡No hay problema! confirmó Gabumon haciendo lo mismo con Yamato.
– Estoy lista, dijo Piyomon, envolviendo sus alas alrededor del busto de Sora.
Yamato y Sora cerraron los ojos y se concentraron. Cada uno de ellos apeló a sus miedos, a sus dudas como los habían sentido hace seis años. Yamato despertó en él el miedo que había experimentado a perder a Takeru, a no estar a la altura, a no ser aceptado lo que era. Sora avivó su miedo a no poder ayudar a los demás, a ser rechazada y odiada. Guardaban estos miedos en las profundidades de su alma, dormidos, vencidos para algunos, pero estas emociones todavía podían resucitar. A medidas que Yamato y Sora se dejaban invadir por esos pensamientos oscuros, Taichi y Nishijima vieron que sus cuerpos empezaban a desaparecer. Agumon apretó la pierna de Taichi, Gabumon la de Yamato. Piyomon abrazó el busto de Sora con más fuerza. Eran sus compañeros, les protegerían. De repente fueron aspirados a través de un túnel oscuro.
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Yggdrasil se encontraba en la sala de la pagoda negra. Había convocado a Maki Himekawa porque tenía nuevas instrucciones que darle. Mientras le precisaba lo que esperaba de ella, se abrió bruscamente la puerta de la gran sala y Piedmon irrumpió.
– ¡Señor, tengo información urgente que darte!
– Deberías avergonzarte de interrumpirme, Piedmon.
– Lo siento Señor, perdóneme por haberle faltado al respeto, se disculpó Piedmon, inclinándose.
– ¿Bueno, de qué se trata? Habla, te estoy escuchando.
– Los Niños Elegidos han conseguido entrar en nuestro mundo. Actualmente están librando una batalla contra las criaturas del océano en la playa.
– ¿Qué?
Himekawa contuvo el aliento: ¿por qué habrían venido los Niños Elegidos? ¿Se hubieran convencidos de que Yggdrasil era su aliado y no Homeostasis? De repente Himekawa entendió: habían venido por los prisioneros. Yggdrasil flotó hacia una ventana que hizo aparecer en la pared de la gran sala. Himekawa lo siguió. Desde la ventana, podían ver la playa donde ocurría la batalla. Solo eran dos adolescentes. Himekawa reconoció de repente a Hikari. La chica a través de la cual habían hablado Homeostasis. No, estos niños no habían venido para ponerse al servicio de Yggdrasil. Piedmon luego exclamó:
– ¡Mire, Señor Yggdrasil! ¡Otros humanos acaban de aparecer en la orilla!
Maki Himekawa se inclinó e inmediatamente reconoció a Taichi, Yamato, Sora y... ¡Daigo! Su corazón dio un vuelco. Daigo había entrado en el mundo digital. ¿Por qué? Piedmon sonrió con un aire maquiavélico:
– Señor Yggdrasil, ya que estos niños tuvieron la amabilidad de venir a nosotros, ¿por qué no enviarles sus mejores combatientes? Los Señores Demonios se han aburrido bastante estos últimos días.
– Es una excelente idea. Mientras tanto, apuesto a que las criaturas del Mar Oscuro tendrán tiempo para eliminar a los dos que están luchando contra ellos.
La angustia invadió a Maki Himekawa. Había elegido apoyar a Yggdrasil. Sin embargo, en ese momento, ya no sabía qué tenía que hacer.
Cuando abrió los ojos, Taichi se encontraba en la playa del Mar Oscuro. Yamato y Sora lo habían conseguido. Inmediatamente vio la batalla que tenía lugar a apenas unos cientos de metros delante de ellos: docenas de criaturas sin forma y Divermons emergían del mar; detrás de ellos, Marine Devimon avanzaba. Luego distinguió dos digimons que les estaban resistiendo: MagnaAngemon y Angewomon.
– ¡Hikari! gritó Taichi.
– ¡Takeru! gritó Yamato.
– ¡Ayudémosles! dijo Nishijima.
En ese momento, unas nubes negras se concentraron por encima de la pagoda que dominaba la playa. Unos relámpagos iluminaron el cielo, un trueno retumbó. De repente, cinco columnas de fuego estallaron desde las ventanas de la pagoda. Cada una estaba dirigida por un digimon. Se abalanzaron hacia la playa y rodearon a Taichi y a sus amigos. Los digimons aterrizaron y el fuego se apagó alrededor de sus cuerpos: Beelzemon sacó sus pistolas; Belphemon reveló sus dientes de lobo y extendió sus alas moradas con una sonrisa carnívora; Leviamon agitó su cuerpo de dragón bermellón antes de aterrizar; Laylamon les dirigió una mirada seductora y viciosa, tirando de la correa de su vestido. Cubierto con su abrigo rojo, Daemon aterrizó el último y fijó sus ojos alargados en los Niños Elegidos con una risa perversa.
Estaban rodeados.
