Capítulo 26
Sora, Meiko y el Sr. Nishijima dieron un paso atrás: era la primera vez que veían al Señor del Mar Oscuro. Meiko pensó curiosamente, que su aspecto no era del todo desagradable y que incluso emanaba una cierta majestad de este ser. Sin embargo, desprendía también una gran frialdad. Yggdrasil extendió su brazo derecho hacia Voltobautamon y Baihumon. Cerró el puño e inmediatamente los dos digimons interrumpieron su pelea. Cayeron de rodillas, inmovilizados, como si les faltara el aliento. Sora no entendía lo que pasaba: que Yggdrasil ataque a Baihumon le parecía lógico; pero ¿por qué también debilitaba a Voltobautamon? De repente en el subsuelo tronó una voz. Aunque los labios de Yggdrasil no se movían, Meiko entendió que era él quien les estaba hablando:
– Niños Elegidos, sé que habéis venido a este mundo con la intención de liberar a vuestros amigos. Debéis pensar que la violencia es el único lenguaje que conozco y que es por eso que envié a los Siete Señores Demonios al mundo digital. Sin embargo, al igual que vosotros, quiero la paz.
– ¡Lo dudo! replicó Nishijima.
– Os aseguro que es verdad. Sin embargo, desde que Homeostasis me ha declarado la guerra no he descansado ni un instante.
– Lo hizo por una buena razón, dijo Sora. Querías destruir el mundo digital.
– Nunca quise destruir el mundo digital. Y por una buena razón: fui yo quien lo creó.
Un gran silencio se produjo. Nishijima dio un paso atrás.
– No, es imposible. Fue Homeostasis quien lo creó.
– Eso es lo que a él le hubiese gustado que creyerais. Pero es falso e incluso Gennai, aquí presente, no puede decir lo contrario. ¿Verdad, Gennai?
Gennai, detrás de la puerta electrificada, frunció el ceño, para confirmar poco después diciendo:
– Tiene razón.
– ¿Cómo? exclamó Sora. Entonces, ¿Homeostasis fue creado después de Yggdrasil?
– Así es, buscaba restaurar un equilibrio del digimundo que Yggdrasil ya no podía mantener.
– Eso es lo que dice Homeostasis, dijo Yggdrasil en voz baja. Sin embargo, Gennai, ambos sabemos que fue el quien me encerró en el Mar Oscuro para desposeerme del poder. A pesar de que fui yo quien ayudé y trabajé en la creación del mundo digital y de los digimons. Hace mucho tiempo, el mundo de los digimons y el mundo de los humanos estaban en contacto. No me malinterpretéis, niños, pero he de admitir que siempre he creído que los digimons son superiores a los seres humanos. Por una razón muy simple: los digimons son eternos, mientras que vosotros sois mortales. Pero algo pasó, algo que nunca hubiera imaginado: los humanos tenían la capacidad de influir sobre los digimons, sobre mis criaturas, para hacerlos evolucionar en formas que nunca hubiera imaginado.
– ¿Estás hablando de Maki, Eiichiro, Ibuki, Shigeru y yo? preguntó Nishijima.
– No, estoy hablando de otros seres humanos, mucho antes que vosotros.
Sora y Meiko intercambiaron una mirada: ¿no se suponía que Nishijima y sus amigos habían sido los primeros Niños Elegidos? Maki Himekawa miraba fijamente a Yggdrasil, ansiosa por saber más.
– ¿Homeostasis no os habló de ellos? les preguntó Yggdrasil. Os escondió muchas cosas, entonces...
– ¡No podíamos decírselo en aquel momento! dijo Gennai. Eran demasiado jóvenes.
Meiko se dio la vuelta y miró a Gennai. Entonces, ¿Homeostasis les había estado ocultando cosas? ¿Era posible que también hubiera decidido a sabiendas no revelarles la verdadera naturaleza de Meicoomon? ¿Homeostasis hubiera sabido que Meicoomon tenía datos de Apocalymon en ella? ¿Hubiera podido valerse de ella y de su compañero digimon? Sora, dudosa, miró a Yggdrasil. ¿Y si les estaba mintiendo? ¿Y si estaba tratando de volverlos contra Homeostasis? Se suponía que éste último protegía el mundo digital. Hackmon se lo había dicho, Homeostasis se encargaba del equilibrio... ¿Pero si Hackmon les había engañado también? Después de todo, nunca habían visto Homeostasis en persona...
– Homeostasis os utilizó a vosotros, los humanos, para romper el equilibrio que existía y tomar el poder que detentaba, continuó Yggdrasil. Se valió de la habilidad que tenéis para hacer que los digimons digievolucionen en su propio beneficio; y así quiso dejarme de lado y liderar el mundo digital en mi lugar.
Himekawa parpadeó, pensando en la última batalla que ella y sus amigos habían librado hacia una década contra Apocalymon. Ellos habían luchado junto a los digimon reunidos por Homeostasis. Éste último les había llamado al mundo digital porque pensaba que podrían hacer evolucionar los digimons de su ejército. Pero cada ser humano tiene un único compañero, y los suyos se habían convertido en Bestias Sagradas antes de ser encarceladas por los Amos Oscuros. Y en cuanto a Megadramon, lo habían sacrificado porque Homeostasis lo consideraba útil...Definitivamente sí, Homeostasis les había utilizados.
– ¡Es falso! ¡Homeostasis nunca os ha manipulado! gritó Gennai.
– ¿En serio? le dijo Yggdrasil. ¿Chicos, sabéis por qué habéis sido elegidos?
Nishijima parpadeó: no, no lo sabían. Nunca lo habían sabido. A su lado, Meiko y Sora también vacilaban.
– Sospechaba que Homeostasis nunca os lo diría.
– ¡Depende de ellos descubrirlo por sí mismos! gritó Gennai. Homeostasis no les reveló por qué fueron elegidos ya que corresponde a ellos descubrir y tomar conciencia de ello.
– ¿Realmente? Y entonces, Gennai, ¿tú crees que ocultando tanta información, Homeostasis se convierte en el aliado de estos niños?
– ¿Sabes tú Yggdrasil por qué fuimos elegidos? preguntó Meiko.
Los ojos de Yggdrasil se entrecerraron:
– No, no lo sé. Pero sé que Homeostasis os está mintiendo. Si actuara para vuestro interés, ¿creéis que hubiera sacrificado a dos de vuestros compañeros? Primero, Megadramon...
Himekawa apretó los dientes.
–...y ahora, Meicoomon? ¿Creéis que hubiera pedido a tres de los primeros Elegidos que dieran sus vidas para alimentar la energía de las Bestias Sagradas? ¿Qué hubiera tratado de excluiros a vosotros los nuevos Niños Elegidos, enviando a Jesmon, si realmente os considerara sus aliados? recalcó Yggdrasil.
Fue el turno ahora de Sora que comenzaba a dudar. Si no hubieran derrotado a Ordinemon, Homeostasis habría lanzado el reboot del mundo real sin el menor escrúpulo. ¿Eran realmente sus aliados, o eran solo simples peones en su tablero de ajedrez?
– Las desapariciones de Megadramon y Meicoomon fueron inevitables si queríamos restablecer el equilibrio, argumentó Gennai.
– ¡Nada es inevitable! gritó Maki Himekawa, llena de ira.
– Pensé que nos estabas ayudando, Gennai, dijo Meiko, con lágrimas en los ojos.
– ¡Es lo que hago! Homeostasis solo quiere...
–...asegurar su poder sobre el mundo digital, le interrumpió Yggdrasil, e incluso si para ello debe sacrificar a digimons y humanos. ¿Todo esto os parece justo, Niños Elegidos?
– ¡No lo escuchéis! gritó Gennai. ¡Os está mintiendo! ¡Homeostasis no es vuestro enemigo! Es…
Yggdrasil extendió la mano nuevamente y apareció una pared de cristal delante de la prisión, impidiendo que los adolescentes oyeran los gritos de Gennai. Nishijima miró a Gennai, Ken, Maki, e Yggdrasil. Recordó la última batalla que había librado con Eiichiro, Ibuki, Shigeru, esta última batalla con la cual tanto había soñado... las palabras de sus amigos resonaron como un eco lejano en su mente. Se habían sacrificado voluntariamente, totalmente conscientes de lo que hacían. Ninguno de ellos había pronunciado el nombre de Homeostasis. Les habían dicho a él y a Hime que entendían "por qué eran Niños Elegidos". No había sido Homeostasis quien les había llevado a sacrificarse. Gennai, desde su prisión, les gritó algo. Nishijima se volvió hacia Yggdrasil:
– Nos estás mintiendo. Si estás seguro de tener la verdad, y de que Homeostasis siempre nos ha manipulado, ¿por qué nos impide escuchar a Gennai? Solo hay una respuesta: porque nos estás engañando y lo sabes. Homeostasis nunca ordenó que mis amigos murieran: ¡fue elección de ellos!
Yggdrasil miró Nishijima con una mirada helada. Luego extendió la mano y dobló los dedos. El aliento de Nishijima de repente se entrecortó. Cayó de rodillas y sintió escalofríos. Luego sus dientes castañearon. Un potente frio se apoderó de él.
– ¡Déjalo! gritó Himekawa a Yggdrasil, interponiéndose delante de Nishijima.
– ¡Nos estás mintiendo! le dijo Sora a Yggdrasil.
Al mismo tiempo, Baihumon se liberó del poder de Yggdrasil y saltó. Con todas las garras fuera, se abalanzó sobre el Señor del Mar Oscuro. Nishijima recuperó el aliento: Yggdrasil había perdido el control sobre él. Se enderezó y dijo:
– ¡Baihumon, rápido! ¡Liberemos a Ken, Gennai y los digimons y salgamos de aquí!
El tigre blanco e índigo asintió y saltó hacia la prisión. En este momento, Yggdrasil se enderezó y estiró los brazos delante de él: unas estalagmitas de hielo salieron del suelo, más afiladas que cuchillas de afeitar. Se levantaron para bloquear a Baihumon el camino a la prisión. El tigre proyectó una ola de metal hacia los picos de hielo, pero no tuvo ningún efecto. Mientras tanto, Voltobautamon también se había recuperado y arrojó sus espadas. Baihumon los apartó, pero una de ellas le lastimó. Nishijima apretó los dientes: no podían plantar cara a Yggdrasil. Miró hacia la prisión: del otro lado de los picos de hielo, las caras de Ken y Gennai parecían rogarle a Baihumon que interviniera. Pero si se quedaban aquí, serían hechos prisioneros en poco tiempo.
– No tenemos otra opción, les dijo el profesor a Sora y Meiko. Tenemos que salir de aquí ahora y unirnos a los demás, o ya no podremos hacerlo.
– Pero... ¿qué hacemos con Ken y Gennai? preguntó Meiko.
– Si Baihumon está solo no será lo suficientemente poderoso como para liberarlos.
Sora miró más allá de las estalagmitas, desesperada: nunca podrían enfrentarse a Yggdrasil para sacar a Ken y Gennai de allí. Piyocomon ya no podía pelear. Meiko, paralizada, no sabía qué hacer. Sora sacudió la cabeza, incapaz de huir. Pero Nishijima tenía razón. No tenían otra solución. Abrió los ojos y decidió:
– Vamos, mientras todavía estemos a tiempo.
Nishijima asintió. Baihumon se inclinó y dijo:
– Subid todos en mi espalda, rápido.
Meiko, luego Sora, sosteniendo a Piyocomon en sus brazos, subieron sobre el tigre blanco e índigo. Éste repelió al mismo tiempo los ataques de Voltobautamon. Nishijima se subió a su vez y se dio la vuelta: Himekawa les miraba, inmóvil. Nishijima extendió su mano:
– ¡Hime, ven con nosotros! ¡Por favor!
El profesor la miró desesperado. Ella también le miró intensamente, pero sacudió la cabeza y dio un paso atrás. Voltobautamon e Yggdrasil avanzaban hacia ellos. Nishijima, desgarrado, bajó la mano. Se aferró a Baihumon y exclamó:
– ¡Rápido, Baihumon, vámonos!
Baihumon saltó fuera del subsuelo y corrió por el acantilado a toda velocidad en dirección a la playa.
Omegamon luchaba ferozmente contra los Señores Demoniacos mientras que Crusadermon retenía a Dagomon, el rey del Mar Oscuro. El pulpo gigante apuntó hacia él su tridente del cual brotaron relámpagos. Crusadermon bloqueó su ataque con su escudo y activó la piedra azul en su centro para lanzar un rayo poderoso. Dagomon bajó su tridente y extendió uno de sus largos tentáculos a una velocidad desconcertante golpeando a Crusadermon con la fuerza de un látigo. El digimon cayó al suelo, pero volvió a enderezarse.
– ¡No te temo, monstruo de las profundidades! le gritó a Dagomon.
El pulpo gigante sonrió, descubriendo sus dientes podridos.
– ¿No me temes? ¡Pues deberías! ¡Llegará un día en que todas mis criaturas te devorarán!
– ¡No cuentes con esto!
Crusadermon desplegó todas sus espadas y las arrojó hacia Dagomon. Uno de ellos hirió a Dagomon al nivel del pecho.
– ¡Muy bien! exclamó Takeru. ¡Lo has hecho, Crusadermon!
Sin embargo, Dagomon se enderezó, burlándose:
– Qué mala suerte, Crusadermon... como todos los pulpos, ¡tengo tres corazones! ¡Hará falta algo más que eso para matarme!
Crusadermon volvió a levantar su escudo para repeler al monstruo. Mientras tanto, Taichi estaba mirando hacia la pagoda de Yggdrasil. Tenían que salir de este mundo lo antes posible. Cuando vio a Baihumon aparecer en la playa, se sintió aliviado. El profesor Nishijima, Sora y Meiko estaban en su espalda, Piyocomon en los brazos de su compañera.
– ¡Están llegando! gritó. ¡Hikari, Yamato, preparaos!
Los dos adolescentes se cogieron de la mano y se concentraron. Takeru tomó la mano de Hikari, Taichi tomó la de Yamato. Crusadermon y Omegamon todavía estaban luchando contra Daemon, Leviamon, Laylamon, Belphemon y Beelzemon.
– ¡Crusadermon, Omegamon! les gritó Taichi. A mi señal, ¡aferraos a nosotros!
– ¡Entendido! respondieron.
Baihumon pronto los alcanzó. Nishijima, Sora y Meiko bajaron de su espalda y se unieron a la cadena humana que sus amigos habían comenzado a formar. Sora tomó la mano de Taichi, Meiko la de Takeru, Nishijima la de Sora.
– ¡Ahora! gritó Taichi.
Crusadermon y Omegamon unieron sus fuerzas para repeler a los Señores Demoníacos y se aferraron a los Niños Elegidos. En ese momento, sus cuerpos desaparecieron a todos. Yamato y Hikari, concentrados, con los ojos cerrados, les condujeron en un túnel oscuro que los llevó lejos del Mar Oscuro.
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El cuerpo de los Niños Elegidos se volvió a materializar en el mundo digital, en el campamento que habían establecido. Todavía era de noche. Todos se derrumbaron en el suelo, sin aliento. Omegamon y Crusadermon habían desaparecido: Tsunomon, Koromon, Tokomon y Nyaromon, exhaustos, se acercaron a sus compañeros. Nishijima, tumbado bocarriba, suspiró:
– Estamos vivos...
– Sí, es un milagro, masculló Yamato.
Takeru giró su cabeza hacia Hikari, también tumbada en suelo, bocarriba. Se sonrieron con ternura. No necesitaban palabras: Hikari había sentido lo que Takeru sentía por ella cuando sus digimons se habían fusionado. Se enderezaron. Hikari tomó delicadamente a Nyaromon en sus brazos y le susurró:
– Estuviste genial.
Takeru también tomó a Tokomon contra él: estaba extenuado.
– Fuisteis los dos geniales, dijo el adolescente, mirando sucesivamente a Nyaromon y luego a su digimon.
Se dieron la vuelta y entonces se dieron cuenta de que Baihumon había desaparecido.
– ¿Ha podido regresar del Mar Oscuro? murmuró Takeru.
– Sí, asintió Nishijima que se enderezaba mientras comprobaba sus doloridas costillas. Pero ha debido de irse para vigilar el mundo digital junto con Azulongmon.
Meiko también se enderezó, sombría.
– Toda esta expedición ha sido inútil, susurró. No pudimos liberar a Ken y Gennai.
– ¿Qué pasó en la pagoda? preguntó Takeru.
– Apareció Yggdrasil, dijo Sora, con las manos sobre las rodillas, agotada. Nos escapamos por poco. Debemos nuestras vidas al coraje de Hououmon y a la intervención de Baihumon.
– ¿Apareció Yggdrasil? repitió Taichi con ansiedad.
– ¿Lo visteis? dijo Yamato.
– Sí, asintió Sora. Y no quiero volver a encontrarme con él pronto.
Taichi miró intensamente a Sora. La chica parecía todavía en shock por la pelea y Taichi vio que Yamato se preocupaba por ella. Esta vez, Taichi no se aguantó más: toda la angustia y la ira que había contenido hasta ahora explotaron de repente:
– Hikari, Takeru, Meiko, ¿estáis contentos de vosotros? ¡Podríamos estar todos muertos ahora!
– Es posible, respondió Takeru, ¡pero Crusadermon supo cómo protegernos!
– Hay que admitir que impresionante, es cierto, admitió Yamato. Pero aun así, Takeru, ¡fue una misión suicida!
– ¡Debéis sobre todo agradecer a Omegamon y Baihumon por su ayuda! les reganó Taichi. Imaginad por un minuto que os hayáis quedado solos. Imaginad que hayamos visto vuestro mensaje a la mañana siguiente. ¿Os figuráis lo que os hubiera podido haber pasado durante todo este tiempo? ¿Cuál de vosotros tuvo esta idea loca?
– Soy yo, dijo Hikari con firmeza.
– ¿Cómo? exclamó Taichi, asombrado. Pero, Hikari, ¿qué se te pasó por la cabeza?
– Desde que hemos regresado al mundo digital, he respetado tus decisiones, hermano, pero eso no me ha impedido pensar en Ken y Gennai. No quería que se les hiciera daño.
– ¡Pero sabías que era peligroso! Takeru, ¿por qué no la hiciste entrar en razón?
– Sé que eres nuestro jefe, Taichi. Pero también puedo ver cuando Hikari no se siente bien. Sufría al saber que Ken y Gennai estaban encarcelados, como si fuera ella quien estuviera entre las manos de Yggdrasil. Aunque este plan era peligroso, me parecía justo.
– ¡Os dije que Ken y Gennai podrían resistir a Yggdrasil hasta que liberemos a las Bestias Sagradas!
– ¿Cómo lo sabes? intervino Meiko. No les has visto en su prisión.
Taichi se interrumpió y se volvió hacia Meiko. Se miraron el uno al otro durante varios minutos. En la mirada de Taichi se leía severidad y desilusión; en la de Meiko, el desafío.
– Hubiera pensado que tendrías suficiente sentido común Meiko, para detener a Takeru y Hikari. ¿Cómo pudiste seguirlos?
– Quería sentirme útil.
– ¿Útil? ¿Qué quieres decir?
– Desde que regresamos al mundo digital, no os he ayudado. Probablemente no te hayas dado cuenta, Taichi, ya que estás muy ocupado en tu rol de jefe y que no quieres "distraerte". Me lo hiciste entender bastante bien antes de que viniéramos al mundo digital.
– ¿Porque crees que es fácil para mí ser quien toma las decisiones para todos? ¿Ser quién corre continuamente el riesgo de cometer un error?
– No estás solo como le soy yo.
– ¿Crees que no estoy solo? Cuando decido algo, siempre estoy solo. Siempre me pregunto si no os estoy poniendo en peligro, si lo que estoy haciendo es correcto, si seremos lo suficientemente rápidos como para derrotar a Yggdrasil. No dirijo solo porque me apetece, sino porque creo que es lo mejor que puedo hacer.
– Al tomar todas estas decisiones, ya ni siquiera prestas atención a los demás. ¡Ni siquiera viste que Hikari iba mal! En cuanto a mí, me he vuelto casi invisible a tus ojos y a los de nuestro grupo, y eso demuestra que no puedo ayudaros. Sin Meicoomon, ya no soy una Niño Elegida.
– ¿De qué estás hablando? ¡Por supuesto que sí!
– No, y lo sabes. Al liberar a Ken y Gennai, quería demostrarme a mí misma que todavía valía algo.
– ¿Y por eso tenías que ir al Mar Oscuro? ¡Habéis perdido la cabeza!
– ¡Nunca lo hubieras hecho, tú! ¡Les habrías abandonado a su suerte!
– ¡Nunca dije que abandonaba a Ken y Gennai! Solo dije que tenía más sentido liberar primero a las Bestias Sagradas, para que pudieran luchar contra los Señores Demoniacos e Yggdrasil. Nuestra carga es pesada e implica tomar decisiones. Salvaré a Ken y Gennai, pero no ahora. Era un sacrificio necesario.
Ante esas palabras, los ojos de Meiko se abrieron y la ira la invadió. Fuera de sí misma, le gritó a Taichi:
– ¡Ningún sacrificio es necesario, Taichi! ¡Ninguno! ¡No sabes lo que es perder a su compañero digimon!
Taichi se tambaleó, desestabilizado por la virulencia del reproche de Meiko. En la voz de la chica, adivinó su dolor. Detrás de él, Nishijima también vaciló. El grito de Meiko acababa de resucitar un recuerdo en su memoria. El rostro de Maki Himekawa se superpuso al de Meiko. Tenían diecisiete años y Nishijima oyó a Hime gritarle: "¡No sabes lo que es perder a su compañero digimon!".
Meiko se fue corriendo, con ojos llenos de lágrimas. Hikari y Takeru miraron a Taichi: en sus ojos, éste último leyó la desaprobación. Takeru y Hikari giraron sobre sus talones y también quitaron el claro. Taichi volvió a sentir ira, pero esta vez contra sí mismo. Lanzó furioso una piedra contra un árbol. El a su vez, se alejó del campamento.
– ¡Taichi! trató de detenerlo Yamato.
– Déjalo, dijo Nishijima, colocando una mano sobre su hombro.
Samy : ¡muchas gracias por tus dos últimas reviews, me han dado muchos ánimos! ^^ Estoy muy contenta de que las interacciones entre Takeru y Hikari te hayan gustado, es una pareja muy hermosa. Estoy contenta de que te haya sorprendido también la digievolución del ADN de sus digimons, me parecía injusto que solo Taichi y Yamato pudieran hacer digievolucionar el ADN de sus compañeros cuando éstos están a su máximo nivel de evolución (para hacer aparecer Omegamon) así que quise restablecer un poco el equilibrio con los Niños Elegidos :) Espero que este capitulo también te gustará. ¡Saludos!
Quiero también agradecer a todos los lectores que siguen esta historia. ¡Hasta pronto!
