Santos Revueltos
Capítulo XVIII
Separación
Por Anako Hiten
Shun se encontraba en el Santuario, Casa de Piscis, llorando en brazos de Afrodita. El pobre se sentía horrible por haberle gritado así a su hermano, pero lo amaba demasiado como para verlo destruirse de nuevo con el alcohol.
—Pequeño¿Cuándo me dirás lo que te sucede?— dijo Afrodita tiernamente mientras lo refugiaba entre sus brazos— ¡Me parte el alma verte así!
—Es Ikki… tiene un problema y no me deja ayudarlo.
—¿Y cuál es su problema?
—El alcohol, pero es más grave de lo que te imaginas— explicó Shun, pero Afrodita mientras acariciaba su rostro, sintió algo extraño. Al ver su mano se alarmó.
—¿Por qué estás sangrando¡Oh por Athena! — Afrodita observó la cara golpeada de Shun— ¿Por qué tienes esos golpes?
El muchacho se tocó su rota nariz, y comprobó que había comenzado a sangrar. La mitad de su cara estaba hinchada, y la otra mitad morada. Afrodita, como buen protector, sacó su pañuelo y limpió la nariz de Shun, al tiempo que le mantenía la cabeza levantada. Shun no quería decirle que había sido Ikki, porque Afrodita se encargaría de regresarle los golpes uno a uno, así que optó por contarle el problema de su hermano.
—Ikki no puede tomar una gota de alcohol, es como si fuera un narcótico letal para él… cuando lo hace no puede parar… y bebe hasta que pierde la razón— Shun clavó los ojos en el suelo, no quería ponerse a llorar otra vez— Se vuelve salvaje, agresivo…
—¿Más?— dijo Afrodita sarcásticamente.
—No sabes cuánto más. Piensa cosas sin sentido, alucina… hasta ha afirmado ver a Esmeralda.
—¿Esmeralda¿La chica que me dijiste que había muerto durante su estancia en la Isla de la Reina Muerte?
—Sí, y cuando se pone así, dice que quiere irse con ella… como sea quiere irse con ella…
En la mansión sólo estaban él e Ikki, los demás se habían ido con Saori a Groenlandia para inaugurar una extensión de la Fundación Graude. Era de noche e Ikki subía las escaleras, llevando una bandeja con la cena, y una sopa.
—Shun¿estás despierto? — preguntó Ikki tocando la puerta.
—Sí, hermano, pasa— contestó con su voz muy apagada. Ikki entró, y antes de darle de comer, midió su temperatura.
—No tienes fiebre¿estás seguro de que es una indigestión?
—Sí, no es la primera vez que me pasa.
—Igual tienes que tomarte esta sopa, la dejó Shiryu para ti.
—Quería irme con ellos, pero exageraste tanto que lo hiciste más grave de lo que en realidad es— dijo sentándose.
—Todo iba bien, terminé de comer y me recosté otro rato. Dormí hasta entrada la media noche, porque un ruido me había despertado…
Se levantó y bajó las escaleras, parecía ser el sonido de un vidrio roto. —¿Ikki?... ¿Hermano?
Buscó a su hermano, pero no lo consiguió por ningún lado. Escuchó de nuevo algo romperse, el ruido venía de la cocina. Al entrar vio algo que jamás se hubiera imaginado.
—¿HERMANO¿QUÉ HACES?
—¡NO VENGAS, SHUN¡ME IRÉ CON ESMERALDA Y NO LO IMPEDIRÁS!
—¡SUELTA ESO IKKI¿ESTÁS LOCO?
Todo parecía una pesadilla: en el suelo de la cocina estaban restos de cristales y había un insoportable olor a licor. Ikki tenía en sus manos un largo y filoso cuchillo, muy cerca de su garganta. Sus temblorosas manos amenazaban con cortar en cualquier momento, pero parecía dudar, al ver a su hermano pálido de los nervios.
—¡MURIÓ POR MI CULPA Y ME DEBO A ELLA¡LA AMO SHUN¡ME IRÉ CON ELLA¿VERDAD, MI AMADA? — Ikki desvió sus ojos hacia un punto vacío en la cocina, y sonreía tontamente.
—¿A quién le hablas?- preguntó nervioso.
—A mi querida Esmeralda¿no la ves? Vino a buscarme, sabe que haré lo que sea por ella…
No sabía qué hacer, su hermano estaba fuera de sí, y si no actuaba pronto, se quitaría la vida. No, no podía perder a su hermano, debía hacer algo, y rápido.
—Pronto nos iremos juntos, y no nos separaremos jamás, Esmeralda…
—¡BASTA IKKI¡DAME ESO¡TE DIJE QUE NO TOMARAS MÁS DE ESO!— se acercó y trató de arrebatarle el cuchillo, corriendo el riesgo de salir herido, porque Ikki no quería soltarlo— ¡SUÉLTALO!
—¡NO, LA AMO Y DEBO IRME CON ELLA! — gritó Ikki histérico y lo empujó— ¡ES MI DECISIÓN Y DEBES RESPETARLA!
—¿Prefieres irte con ella a quedarte conmigo? —preguntó llorando, sin saber ya qué hacer— ¿La amas más a ella que a mí, que soy tu hermano?
Ikki volteó a verlo: estaba llorando y mirándolo con mucha tristeza y preocupación. Lo que menos quería era hacerle daño a la única familia que tenía. De sus aún temblorosas manos se resbaló el cuchillo, y unos instantes después su cuerpo, inconsciente.
—¿Dices… que no fue la primera vez que tomó de esa forma?— preguntó Afrodita impactado por el relato de Shun.
—Había tomado antes, pero noté que cada vez que tomaba, lo hacía en mayores cantidades, y se iba poniendo más gritón y violento… pero ése día…— Shun comenzó a llorar, era demasiado para él, se lo había guardado por mucho tiempo, pero ya aquel secreto se lo estaba comiendo por dentro— Y como ése… hubo otros… peores…
—¿Pero por qué no pedías ayuda, pequeño?— dijo Afrodita con el corazón encogido por saber que su niño estaba sufriendo tanto- ¿Los demás lo saben?
—No, Ikki no quiere que nadie más lo sepa; además él no cree que sea grave, porque no recuerda nada después de que toma— explicó Shun obligándose a sí mismo a tranquilizarse— Si los muchachos se enteraran, Ikki se iría de la casa, por su ridículo orgullo.
—Entonces, fue él quien te golpeó— afirmó Afrodita severamente— miserable…
—Es que… — Shun se alejó de Afrodita, y se levantó— ya sabe de lo nuestro.
—¿QUÉ¿Y-ya lo sabe?— el pisciano sintió que sus rosas piraña se lo comían vivo— ¿p-pero cómo?
—No lo sé, pero tuve que tomar una decisión— Shun bajó la cabeza, y tardo unos segundos para finalmente hablar— No puedo… verte más… Afrodita…
—¡Pero si Ikki ya lo sabe!— exclamó Afrodita poniéndose de pie— No, Shun, no puedo dejarte.
—¡Yo te estoy dejando!— chilló Shun, llorando nuevamente— No puedo continuar con esta relación…
—¡No Shun, no lo hagas¡Ikki tiene que aceptarlo!
—No sigas… no cambiaré de opinión.
—Has dejado de amarme ¿cierto?— preguntó Afrodita irritado— ¡Sabes que me tienes para ayudarte con el histérico de tu hermano y rechazas mi apoyo!
—¡Claro que no he dejado de quererte! Te sigo amando con todo mi corazón, pero… trata de entenderme, mi amor…
Afrodita se acercó a Shun y lo abrazó con fuerza. Sabía que Shun no dejaría que su hermano se destruyera, y supuso que por alguna razón relacionada al asunto, su noviazgo no podía seguir adelante.
—Está bien, cariño, no te pediré explicaciones. Sé que amas a Ikki, y que es lo más importante para ti— Afrodita tomó las manos de Shun entre las suyas— Prometo que no volveré a buscarte, pero prométeme que vas a cuidarte mucho.
—Te lo prometo… y perdóname— Shun besó a su koibito con ternura, y con tristeza a la vez— Adiós…
Habiéndose despedido, Shun salió corriendo de la casa de Piscis, dejando a un deprimido Afrodita, que aún miraba hacia la entrada de su templo, por donde había salido lo que más amaba… lo único que amaba. Se desvistió y se metió en la ducha, pensando amargamente que no vería más a su Shun, y sus delicadas lágrimas se mezclaban con las gotas de agua, mientras su cuerpo se resbalaba por la pared.
—Mi pequeño… no puedo creer que… ya no volveré a besar tus dulces labios, ni acariciar tu suave piel… ni te haré el amor… Shun…
Afrodita siguió lamentándose por perder a Shun, llorando un largo rato, sin hallar forma alguna de sentirse mejor.
