Santos Revueltos
Capítulo XIX
La Velocidad de Camus(1)
Por Anako Hiten
(1)El nombre de éste capítulo lo tomé de una película llamada "La Velocidad de Gary" (Salma Hayek, Vincent D'Onofrio, y un rubio bello, no sé como se llama, año199?), que cuando la vi me inspiré para realizar otro capítulo yaoi-leemon. Espero que les guste, aunque les advierto que no es tan leemon, pero es bien picoso.
ADVERTENCIA:
CONTENIDO YAOI - LEEMON
Se acercaba la hora del almuerzo. En la mansión Kido no se escuchaba casi nada. Seiya y Saori continuaban encerrados en el Planetario; Shiryu estaba arreglándose para salir a comprar comida, le daba mucha flojera cocinar, ya que estaba muy cansado luego de la resaca de la noche anterior; Ikki estaba en el jardín, todavía molesto por la pelea con Shun.
Hyoga y Camus aún dormían, bueno, sólo Hyoga, porque Camus estaba despertándose. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue una melena rubia sobre su pecho, luego miró el reloj, y se espantó.
—¡Por el Patriarca¡Es muy tarde!
—…no me dejes Camus— susurró Hyoga dormido.
—No sabes lo feliz que me siento por haber estado a tu lado toda la noche— dijo Camus suspirando— Te amo.
—Yo te amo también— dijo Hyoga despertándose, y regalándole una hermosa sonrisa a Camus— ¿No hacemos una linda pareja?
Camus se levantó de la cama, y como seguía desnudo, Hyoga no pudo dejar de echarle un vistazo de pies a cabeza… hasta que comenzó a vestirse.
—Oye, no, espera… quiero verte un rato más…
—Lo siento, pero tengo que ponerme algo de ropa— dijo Camus poniéndose su franelilla— ¡Y deja de mirarme con esos ojos!
—Ya verás… me vengaré por hacerme eso— dijo Hyoga vistiéndose también— ¡La próxima vez sabrás lo que soy capaz de hacer--
—¿Qué¿Harás de nuevo todo lo que te pida¿Dejarás que haga lo que me de la gana contigo?— dijo el muchacho de ojos índigo con una pícara sonrisa— Porque eres un niño muy obe-- ¡AAYYYY!
—¿Qué pasó Camus……¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA¿Qué es eso¡¡¡JAJAJAJA!
—Se… trabó… la bragueta… ¡Y DUELE!— chilló Camus con su miembro atorado en el cierre del pantalón, y el ruso estaba muerto de la risa, viendo cómo se hinchaba el pene de su maestro.
—¡Eso te pasa por no dejarme verte!— Camus lo miró muy mal— ¿Quieres que te eche "una mano", Camus¡JAJAJA!
—¿Una mano¡Una polla morada es la que te voy a meter yo si no me ayudas! — gritó Camus tratando de liberarse, pero sólo se la apretaba más.
—¡Oye, se ve más grande así!… a ver…— Hyoga sólo tocó la bragueta y se arregló el asunto, y luego miró a Camus con ojos lujuriosos— ¿Cuándo me dejarás adueñarme de esa delicia?
Camus se puso nervioso por la mirada del ruso, era muy penetrante. Bajó la vista, pero aún sentía los ojos azules de Hyoga clavándose en su cuerpo.
—No vuelvas a mirarme así, Hyoga.
—¿Por qué¿Acaso mis ojos te dicen cuánto te deseo?— dijo el cisne acentuando la lujuria de sus ojos, y torturando a Camus.
—Sí, y me pone a cien…— respondió su maestro— Y creo que ya tuvimos suficiente, no tengo más fuerzas pa… paraaaaaaa ¡HYOGA!
—Se me hizo agua la boca cuando la vi¡no me digas que quieres que pare!— dijo Hyoga arrodillado, metiéndose el trasto de Camus en la boca, devorándolo como loco. Camus, por su parte, se sentía ultrajado, porque, el alguna vez sumiso Hyoga, estaba dominándolo con su boca, y lo hacía muy bien. El ruso de dedicaba a lamer el miembro de Camus, desde la punta, hasta los testículos, y los chupaba lentamente, mientras le acariciaba el vientre con la yema de sus dedos. Camus le sujetaba firmemente la cabeza, pero eso no era tan necesario, ya que Hyoga estaba extasiado con tener algo tan delicioso en su boca, de la que, al cabo de unos minutos, sintió que se escurría un líquido cálido: Camus ya no podía mas y vació toda su esperma en la boca de su pupilo.
—¡No sabía que fueras tan divino! — jadeó Hyoga levantándose, para besar velozmente a su maestro— En éste beso te transmití tu propio sabor… ¡es demasiado exquisito como para no compartirlo!
Camus estaba paralizado, la acción de Hyoga lo había tomado por sorpresa, pero también sintió un mareo que le hizo cerrar los ojos; estaba casi seguro de la causa de ello, pero no quiso prestarle atención. Hyoga, sin darse cuenta de lo que le sucedía a su hombre, sonrió con malicia y abrió la puerta de la recámara, señalando que era hora de bajar, pero Camus lo sujetó con fuerza y lo besó furiosamente, empujándolo contra la puerta y haciendo que se cerrara. El ruso entendió que lo había excitado de más y que no se iría sin hacerle el amor de nuevo, pero quiso ser travieso, y se separó de los labios del Caballero de Acuario.
—Vamos a bajar, es la hora del almuerzo— dijo el rubio muy contento por ver la cara de frustración de Camus— Además, dijiste que ya no tenías fuerzas para seguir!
—¡No¡No saldremos de aquí hasta que seas mío de muevo!
—¡Pero qué libidinoso eres, Camus! — dijo Hyoga con fingida indignación— ¡Sólo piensas en tener sexo conmigo!
—¡TÚ FUISTE QUIEN COMENZÓ ESTO! —dijo Camus mirando a otro lugar— Y no sólo pienso en eso, sabes que amo todo de ti… ¡Te dije que no me mires así!
—¿Tanto te intimida mi mirada?— susurró Hyoga acercándose, pero Camus se alejaba nervioso— ¿Por qué huyes, amor? Sólo quiero demostrarte… ¡que no soy un niño obediente como dices!
—Será mejor… que bajemos… sí, ya no… haremos nada… sé lo que pretendes…— y en efecto, el muchacho de ojos índigo sabía lo que su pupilo iba a hacer, y no se sentía capaz de resistirse— oh, no…
Quedó contra la pared, y el ruso, delante de él, lo veía fijamente a los ojos; lo sujetaba fuertemente por las muñecas y pegó su cadera a la de Camus, sin quitarle los ojos de encima.
—H-hyoga… ¿Qué vas a…
—¡Shhh! — Hyoga pasó la punta de su lengua alrededor de los labios de Camus, humedeciéndolos con su saliva, y luego prodigaba pequeños pesos por todo su rostro. Subió a sus orejas y pasó un largo jugando y mordisqueando sus lóbulos. Luego trataba de besar los labios de Camus y se alejaba, provocándolo.
—¡Déjate de juegos! — dijo Camus irritado por esas provocaciones, pero a Hyoga no le importó y continuó su tarea— ¡Entonces no pienso dejarme hacer si sigues con esas tonterías!
—¿Seguro?— Hyoga puso a Camus de frente a la pared, y le bajó los pantalones— Me has enseñado muchas cosas… Maestro…
Usó una de sus manos para estimular el erecto miembro de Camus, y un dedo de la otra para dilatarle su orificio. Cuando sintió que su maestro iba a eyacular, se detuvo y se bajó el pantalón.
—Hazlo… hazlo…— gemía Camus salvajemente, se sentía en el Olimpo por las travesuras de su Hyoga.
—Como digas, maestro— susurró Hyoga adentrándose lentamente— Eres mío… y no… serás de nadie más…
Camus estaba fascinado de que Hyoga lo estuviese haciendo suyo sin siquiera pedirle permiso, le encantaba que se impusiera, y el muchacho lo hacía gozar al máximo, sabía cuáles eran sus puntos débiles. Mientras sentía a Hyoga entrar y salir de él, regresó el mareo de instantes atrás, pero con mayor intensidad. Ha sido demasiado en muy poco tiempo, pensó algo preocupado, no quería hacer algo tan estúpido frente a Hyoga, así que debía aguantar.
—¡Dioses… qué bien… se siente…! —gimió Hyoga mientras embestía cada vez más rápido dentro de Camus, que se limitaba a gemir escandalosamente, aún más cuando Hyoga eyaculó en su interior, haciéndolo llegar también al orgasmo. Cuando Hyoga salió de Camus, éste cayó en la cama, absolutamente agotado.
—Ya comprobaste que no soy tan sumiso como pensabas¿verdad?— dijo el rubio subiéndose el pantalón— Te amo, Camus, te amo como no tienes idea— se acercó al muchacho para besarlo, éste yacía en la cama con los ojos cerrados. Hyoga notó que Camus no le devolvía el beso.
—¿No te gustó, amor?... Camus…— Hyoga agitó ligeramente a Camus para ver si se había dormido, pero él no reaccionaba, y tampoco respiraba. Le subió los pantalones y lo sentó, tratando de despertarlo.
—¿CAMUS¡¿QUÉ TE SUCEDE! —gritó el ruso desesperado por no saber qué estaba pasando— ¡Reacciona, por favor!
Así pasaron unos veinte minutos, cuando, después de que Hyoga le hizo inhalar un poco de alcohol, que Camus despertó.
—…..
—¡CAMUS¿QUÉ TE PASÓ?— chilló Hyoga aún muy nervioso.
—¡Maldición, otra vez! — murmuró Camus para sí, mientras el color regresaba a su rostro— Lo siento, Hyoga, no pude—
—¿POR QUÉ TE DESMAYASTE!
—Es algo que últimamente me ha pasado con frecuencia— explicó Camus muy, muy avergonzado— me debilité por tanto… "ejercicio"…
—¿Te desmayaste por hacer el amor cuatro veces?— preguntó Hyoga confundido.
—¡Sí¡En menos de doce horas! — fue la respuesta de Camus.
—Ah, pensé que te había dado un infarto, o algo por el estilo— dijo Hyoga más relajado— Lo siento, Camus, no quise…
—Tranquilo Hyoga, no es gran cosa, sólo fue un desvanecimiento por falta de energía.
—¿Y no sabes por qué te pones así?— preguntó Hyoga pensativo— No es normal que eso suceda.
—Supongo que como mi energía cósmica no está funcionando muy bien, la fuerza de mi cuerpo está algo alterada— dijo Camus sin darle mayor importancia— No debe ser grave.
—¿Aún tienes problemas con tu cosmos? Pensé que Saori lo había resuelto.
—No, aún no sabe por qué, después de devolverme a la vida, mi cosmos no quiere encenderse correctamente. Pero eso es algo que no podemos resolver.
—Deberías ir al hospital de la fundación, hay muy buenos médicos allí— dijo Hyoga, todavía concernido por el problema de Camus.
—Más bien debería irme al Santuario, es muy tarde y tengo cosas que hacer.
—¡Es cierto¿Qué habrán dicho los muchachos de nuestra ausencia?
—De TU ausencia, querrás decir— corrigió Camus abriendo la puerta del cuarto— No sabes que me quedé aquí¿recuerdas?
—Bueno, pero pronto sabrán que te quedaste, porque les diré a todos que estamos juntos— dijo Hyoga besando los labios de su amado.
—Sí, y yo me encargaré de decírselo a Shura— comentó Camus riéndose.
—¿A Shura?
—Sí¡yo también quiero que todo el Santuario lo sepa!
