Capítulo 30
Una luz intensa rodeó a Ryudamon y un huevo de datos envolvió su cuerpo. El huevo se elevó en el aire y cuando se quebró Ryudamon se había transformado. Ahora tenía la apariencia de un dragón negro con cuatro patas. Su cuerpo estaba totalmente recubierto por una armadura japonesa negra. Un kabuto, el casco tradicional de los samuráis, protegía su cabeza. Solo dejaba ver dos ojos verdes y una boca blanca. Unas placas de metal rojo cubrían las partes delanteras de sus patas amarillas, mientras que su garganta estaba protegida por una armadura púrpura.
Despegó y abrió la boca: expulsó una lanza que golpeó a Raremon. El ataque le dio tiempo a Rosemon para reponerse y el digimon de Mimi retomó su duelo contra Lucemon.
– ¡Tentación prohibida!
Un rayo escarlata golpeó a Lucemon al nivel del pecho y le cortó la respiración. Sakae miró a su digimon, incrédula:
– ¿Ryudamon?
– Sakae... me alegra de que haya podido por fin ayudarte, respondió el digimon con voz profunda. Soy Ginryumon, ahora.
– Ginryumon, repitió la chica, impresionada.
El dragón se abalanzó contra Raremon y escupió una nueva lanza. Raremon, desestabilizado, comenzó a retirarse hacia lago ácido. Su vómito corrosivo no dañó a Ginryumon que estaba protegido por su armadura. Rosemon, que ya no tenía que luchar en ambos frentes a la vez, bombardeó a Lucemon virulentamente. El demonio dio un paso atrás.
– ¡Rápido! exclamó Mimi. ¡Aprovechemos la oportunidad para volver a la cima del volcán!
Rosemon y Ginryumon asintieron. Mimi le dio Motimon a Sakae:
– ¿Puedes llevarlo contigo en la espalda de Ginryumon?
– Sin problema, dijo Sakae tomando a Motimon suavemente en sus brazos. ¿Estás bien, Motimon?
– Sí, gracias, asintió el pequeño digimon con una voz débil.
Rosemon agarró a Mimi de la mano y despegó. Ginryumon lanzó un ataque final que obligó a Raremon a regresar a las profundidades del lago ácido. Luego se acercó a Sakae y se inclinó.
– Súbete a mi espalda.
La chica asintió y agarró con un brazo la armadura de su digimon mientras apretaba a Motimon con su otro brazo. Ginryumon despegó. Un extraño hormigueo se despertó en el estómago de Sakae, comparable al que había sentido en la espalda de Azulongmon. Volar era muy estimulante.
Joe y Koushiro habían presenciado, asombrados, la digivolución de Ryudamon. Ahora veían a sus amigos volver hacia ellos y se sintieron aliviados. Rosemon dejó a Mimi en el suelo mientras que Sakae bajaba de la espalda de Ginryumon. Koushiro se apresuró a tomar a Motimon en sus brazos.
– Motimon, ¿estás bien?
– Estoy exhausto, pero ahora que estoy contigo Koushiro me siento mejor...
Koushiro sonrió y miró a Mimi, Sakae, Rosemon y Ginryumon.
– Gracias amigos.
De repente, Joe vio a Lucemon que había despegado para subir otra vez la ladera del volcán.
– ¡Todavía no estamos fuera de peligro! ¡Koushiro, descifra la pared rápido!
– ¡Entendido!
El joven regresó a la fábrica con Motimon. Mientras tanto, Rosemon y Ginryumon se estaban posicionando para resistir a Lucemon. Por su parte, Vikemon todavía contenía a Barbamon, pero se estaba agotando.
Koushiro reabrió su portátil y comparó rápidamente los caracteres en la pared con su base de datos. De repente, sus amigos le escucharon gritar:
– ¡Creo que lo tengo!
Se apresuraron adentro.
– ¿Entonces? dijo Joe. ¿Sabes dónde está el error?
– Creo que sí, pero tenemos un pequeño problema: hay dos caracteres que podrían ser el error. Si eliminamos uno, el programa mantiene su significado. Si eliminamos el otro, será también el caso, simplemente, el significado será diferente.
– ¿Quieres decir... que hay una posibilidad de cada dos de que nos equivoquemos? se atragantó Mimi.
Los cuatro adolescentes tragaron su saliva, tensos. Al mismo tiempo, un digimon se derrumbó afuera. Volvieron la cabeza: Ginryumon, aturdido, se había caído frente a la fábrica y ya no se movía. Podía derrotar a Raremon, pero aún no era lo suficientemente poderoso como para derrotar a los Señores Demoniacos.
– ¡Ginryumon! gritó Sakae.
Corrió hacia la puerta y se arrodilló al lado de su digimon.
– Estoy... bien, articuló Ginryumon con una voz débil. Mantente a salvo con... los demás.
– ¡Quiero quedarme contigo!
– Quédate... a salvo... por favor.
Sakae asintió y volvió en la fábrica a su pesar. Joe miraba fijamente la pared cubierta de símbolos. Tenían que rápidamente decidir qué carácter iban a borrar. Rosemon y Vikemon no aguantarían mucho más y si regresaban al nivel bebé no podrían hacer nada contra Lucemon y Barbamon. Joe apretó los dientes: había jurado que protegería a sus amigos. Si alguien tenía que equivocarse al elegir el carácter, sería él.
– Koushiro, ¿cuáles son los dos caracteres que podrían ser el error en el programa?
– Son estos.
Su amigo le señaló dos símbolos a la altura de su cabeza. Uno estaba a la izquierda y el otro a la derecha de la grieta que marcaba la entrada a la prisión de Zhuqiaomon. Joe frunció el ceño y apretó los labios. Dio un paso adelante y borró el carácter de la derecha.
– Ahora poned vuestros digivices en el nicho para los símbolos, les dijo Koushiro.
Mimi y Joe sacaron sus digivices y se agacharon para colocarlos en la alcoba. Se levantaron y todos esperaron unos minutos, los ojos fijos en la pared. Sus corazones latían con fuerza… pero no pasó nada. Joe sintió que sus piernas le fallaban.
– Me he equivocado... murmuró, con la cara lívida. ¡No borré el símbolo correcto!
– ¡Maldita sea! ¡Ya no hay ninguna posibilidad para liberar a Zhuqiaomon! dijo Koushiro, espantado.
– ¿Qué podemos hacer? preguntó Mimi.
En ese momento, todo el volcán comenzó a temblar y los Niños Elegidos se cayeron al suelo. Rosemon entró de repente en la fábrica:
– ¡Salid rápido!
Corrieron todos afuera: Barbamon había entrado en una furia terrible. Agitaba su cetro en todas las direcciones haciendo que el magma del cráter se desbordara.
– ¡Está causando una erupción! exclamó Sakae.
La lava fundida empezaba a correr por las paredes del volcán. Llegó a la fábrica y derritió el metal de su techo. Un olor a plástico y madera quemados se difundió por el aire. El magma se estaba acercando peligrosamente a los Niños Elegidos. Vikemon constituía el último baluarte contra Barbamon y a pesar de que estaba exhausto, consiguió lanzar un último ataque:
– ¡Ventisca ártica!
Una enorme capa de hielo brotó de sus masas y envolvió todo el magma que Barbamon estaba tratando de proyectar hacia los adolescentes. La lava brutalmente enfriada se solidificó encima del cráter y lo obstruyó por completo. Barbamon rechinó los dientes y gritó. Su ira aumentó y se desató con el apoyo de Lucemon. Vikemon y Rosemon fueron propulsados hacia atrás y se estrellaron contra el suelo. Joe apretó los dientes: no habían podido liberar a Zhuqiaomon y sus digimons estaban a punto de regresar al nivel bebé. Era culpa suya porque había borrado el símbolo equivocado. Se volvió hacia sus amigos: Mimi, angustiada, miraba a los Señores Demoníacos. Koushiro y Sakae, aterrados, veían que la lava corría hacia ellos. Lo habían perdido todo. Joe cerró los ojos. Tenía que haber una solución para salvar tanto a sus digimons como a Zhuqiaomon. No podían dejar que los Señores Demoníacos ganaran. No podía dejar que lastimaran a sus amigos y a sus compañeros digimons. Taichi se le había pedido que les protegiera. ¡No se negaría a admitir la derrota! Joe abrió los ojos y miró el volcán. El magma enfriado por Vikemon había completamente bloqueado el cráter. De repente, Joe se acordó de una lección de geología que había presenciado en la clase preparatoria. ¡Era eso! Quizás su idea no funcionara, pero en el punto en que estaban las cosas, tenían que jugarse el todo por el todo.
– ¡Chicos! Tengo una idea, pero os advierto: es arriesgado.
– Tú, Joe, ¿tienes una idea arriesgada? exclamó Mimi, asombrada.
– El hielo de Vikemon ha bloqueado completamente el cráter del volcán. Por lo tanto, la erupción, cuando ocurra, será aún más violenta porque expulsará la capa de lava solidificada. Incluso será tan violenta que el volcán casi podría abrirse en dos.
– ¿Quieres decir, comprendió Mimi, que podría liberar a Zhuqiaomon?
– ¡Exactamente! Además, es muy probable que esta explosión cree un flujo piroclástico.
– ¿Un flujo piroclástico? repitió Sakae.
– Son nubes de partículas calientes que corren por las laderas del volcán, explicó Koushiro.
– Podrían repeler a los Señores Demoníacos, añadió Joe.
– ¡Pero nosotros también podríamos estar gravemente quemados! replicó Koushiro.
– Salvo si nos echamos a volar a tiempo. Ginryumon podría transportarnos.
– ¿Puedes hacerlo, Ginryumon? preguntó Sakae arrodillándose al lado de su digimon.
– Creo que sí, dijo, enderezándose.
– ¡Es una locura! objetó Koushiro. ¡Ni siquiera sabemos si esto realmente permitirá a Zhuqiaomon liberarse!
Mimi levantó la vista hacia el cráter bloqueado. Sentía que Joe quería proteger a sus amigos a toda costa y sentía exactamente lo mismo. Miró a su amigo y dijo:
– Estoy contigo, Joe.
Intercambiaron miradas y asintieron. Luego se acercaron a su digimon.
– ¡Vikemon! dijo Joe. ¡Tenemos que destruir este cráter!
– ¡Rosemon, adelante! ¡Sé que puedes hacerlo! la animó Mimi.
Sus compañeros se enderezaron. En ese momento, Lucemon y Barbamon se abalanzaron contra ellos. Joe y Mimi se alzaron frente a Koushiro y Sakae, mientras que Vikemon y Rosemon se colocaban delante de sus compañeros para protegerlos.
En el mismo instante, los digivices de Joe y Mimi emitieron una luz deslumbrante. Todos los Niños Elegidos se taparon los ojos, cegados. Los Señores Demoníacos se sintieron paralizados y suspendieron su vuelo. De repente, un halo intenso envolvió los cuerpos de Vikemon y Rosemon: se descompusieron en brillantes números binarios, gris para Vikemon, verdes para Rosemon. Se elevaron en el aire, se entrelazaron y fusionaron con una explosión de luz. Mimi y Joe volvieron a abrir los ojos y levantaron la cabeza: un cuerpo irradiante flotaba en el aire. Poco a poco, la poderosa luz que lo rodeaba se atenuó y reveló el ser que había nacido de la fusión de sus digimons. Se parecía a una chica vikinga con largas trenzas azules. Llevaba un escudo con punta de hierro y un casco que tenía la forma de una cabeza de cabra con alas en vez de cuernos. En su mano derecha sostenía una espada tan alta y ancha como ella, cuya hoja estaba decorada con un escudo de armas carmesí sobre el cual se cruzaban dos serpientes, una blanca y la otra negra. El digimon aterrizó delicadamente en el suelo. Puso su mirada azul sobre Joe y Mimi quienes lo observaron con incredulidad.
– ¿Quién eres? preguntó Mimi, impresionada.
– Deberías preguntarme quiénes somos, respondió el digimon con una voz guerrera, a la vez grave como la de Vikemon y femenina como la de Rosemon.
– ¿Podrías ser... la fusión del ADN de nuestros digimons? entendió Joe.
– Eso es. Me llamo Minervamon.
– Increíble, murmuró Koushiro. Una nueva fusión de ADN...
Sakae, sin palabras, miró a Minervamon con fascinación. Mientras hablaban, Lucemon y Barbamon recuperaron su capacidad de movimiento. Se echaron a volar y aterrizaron frente a Minervamon. Miraron al nuevo digimon con recelo y desprecio. Finalmente, Lucemon se cruzó de brazos y dijo altivamente:
– ¿Una fusión de ADN para dar a luz una niña? Francamente, esperaba algo más... impresionante.
– No deberías juzgar solo por la apariencia, replicó Minervamon.
– ¡Es lo que vamos a ver! ¡Gran cruz! dijo Lucemon.
Minervamon levantó su espada y paró todas las bolas de energía del demonio: las diez esferas de Lucemon fueron literalmente desintegradas. El demonio se quedó boquiabierto. Barbamon se arremangó:
– ¡Déjamela a mí! exclamó, empuñando su cetro.
Unas llamas negras brotaron del suelo y rodearon a Minervamon. Los Niños Elegidos, asombrados, descubrieron que las llamas no tenían ningún efecto sobre ella.
– El hielo de Vikemon vive en mi cuerpo y me protege, dijo ferozmente. Ahora, demonios, os voy a mostrar lo que puedo hacer... ¡Ronda de la Alegre Locura!
Minervamon hizo girar su espada horizontalmente alrededor de ella. El viento se elevó de repente, trayendo ráfagas cálidas del desierto. En la árida meseta que rodeaba el volcán se formó un tornado que se hizo cada vez más potente a medida que se acercaba del volcán. El torbellino empezó a subir por las laderas en dirección a los Señores Demoníacos. Éstos intentaron repelerlo con sus ataques: en vano. El viento los atrapó en el ojo de la tormenta. Joe y Mimi, atónitos, volvieron a mirar a Minervamon.
– Debemos actuar rápidamente, dijo la chica vikinga. Este torbellino no los contendrá indefinidamente.
– ¡Tienes que destruir el cráter para que el volcán entre en erupción! le dijo Joe.
– Vale. Ginryumon, prepárate para despegar, le dijo al digimon de Sakae.
Minervamon saltó sobre la lava que estaba consumiendo la fábrica sin el magma la lastimara. Pronto llegó al cráter que el hielo de Vikemon había bloqueado. Levantó su espada encima de su cabeza y la clavó en lava solidificada. En este momento, Barbamon y Lucemon emergieron del ciclón que Minervamon había creado. El cráter se agrietó y la lava bajo presión explotó repentinamente, rompiendo la capa sólida en miles de fragmentos. El magma fundido brotó y una onda de choque se propagó por el aire. Barbamon y Lucemon fueron propulsados hacia el suelo. La onda de choque precedía al flujo piroclástico que apareció en la cima del volcán. El viento empujó unas enormes nubes ardientes hacia las laderas: comenzaron a bajar con una velocidad vertiginosa. Minervamon saltó a través del flujo piroclástico sin sufrir y aterrizó al lado de los Niños Elegidos. Éstos ya habían montado en la espalda de Ginryumon.
– Ginryumon, ¡vamos! ella le gritó.
El dragón acorazado despegó, mientras que Minervamon daba a luz un segundo remolino con su espada. El viento, que dominaba, la elevó para transportarla en el aire. En el mismo instante, el volcán explotó con un ruido ensordecedor: la lava brotó con fuerza por todos lados y los flujos piroclástico recubrieron todo a su paso con un silbo agudo. Joe, Mimi, Koushiro y Sakae, impresionados, vieron a Lucemon y Barbamon desaparecer debajo de este huracán de partículas ardientes. El humo impregnó el aire y les picó la nariz.
La lava se extendió por toda la meseta hasta el lago ácido y recubrió la tierra con una masa brillante y burbujeante. El polvo ardiente iluminaba la atmósfera como luciérnagas de fuego. Ginryumon se alejó del volcán mientras Minervamon orientaba su remolino tras él. Con la boca abierta, los Niños Elegidos contemplaron el paisaje cataclísmico resultado de la erupción. Les parecía que toda la meseta estaba ardiendo. Poco a poco, las nubes recayeron en una lluvia de cenizas y la lava dejó de fluir.
Distinguieron nuevamente el cráter del volcán: se había derrumbado por completo. Por encima volaba un majestuoso pájaro: su cuerpo era del color de la lava y sus plumas se agitaban en el viento como el fuego avivado por la tormenta. Llevaba en su espalda un reactor que también le servía de cañón.
– ¡Es Zhuqiaomon! exclamó Koushiro con una gran sonrisa.
Mimi se inclinó hacia Joe:
– ¡Joe, tu estratagema funcionó! ¡Eres es el mejor!
El joven sintió que se sonrojaba. Su corazón latía con fuerza, pero esta vez con alegría.
– ¡Hemos liberado a Zhuqiaomon! gritó Sakae, alzando un puño victorioso.
La Bestia Sagrada se alejó del volcán para aterrizar lejos de la lava. Ginryumon y Minervamon lo siguieron y aterrizaron a su lado, sobre una alfombra de cenizas. Los Niños Elegidos descendieron de la espalda de Ginryumon. Entonces su cuerpo se iluminó y volvió a ser Ryudamon. Al mismo tiempo, el cuerpo de Minervamon también se iluminó: el ADN de los compañeros de Joe y Mimi se separaron y Tanemon y Pukamon se derrumbaron sobre las cenizas, agotados. Joe y Mimi les recogieron en sus brazos:
– ¡Tanemon! exclamó Mimi, abrazándola. ¡Me impresionaste mucho! ¡No puedo creer lo que hiciste con Vikemon! ¡Fuisteis increíble! le dijo dándole un beso en la mejilla.
– Pukamon, gracias, dijo Joe, con los ojos brillantes. Tú y Rosemon habéis sido impresionantes. Sin ti, no hubiéramos podido provocar la erupción que liberó a Zhuqiaomon y que aniquiló a los Señores Demoníacos.
– Sí, asintió Pukamon, pero fue idea tuya.
– Aun así, todavía no puedo creer que digievolucionaste tu ADN con Rosemon.
– Es verdad, yo tampoco me lo esperaba, dijo Koushiro. Me pregunto cómo esta evolución ha sido posible.
Sakae abrazó a Ryudamon y su digimon le murmuró:
– ¿He estado a la altura esta vez, Sakae?
– Estuviste maravilloso, Ryudamon. Nos salvaste a todos al permitirnos alejarnos del volcán. ¡Gracias!
Ryudamon sonrió y envolvió sus patas alrededor del cuello de la chica. Los Niños Elegidos se volvieron hacia Zhuqiaomon. La Bestia Sagrada dobló sus alas y con una voz ronca y ligeramente áspera, dijo:
– Me preguntaba si podríais sacarme de mi cárcel.
– Para ser sincero, en un momento lo dudamos, reconoció Mimi.
– Yo no hubiera tenido que dudar de vosotros. Me salvasteis, Niños Elegidos. Os estaré eternamente agradecido.
El pájaro de fuego inclinó su cabeza delante a ellos. Los Niños Elegidos y sus digimons le respondieron con el mismo movimiento de la cabeza.
– Solo queda una Bestia Sagrada para liberar y ya estaréis los cuatro libres, le dijo Joe.
– Lo sé, dijo Zhuqiaomon. Nosotras, las Bestias Sagradas, estamos conectadas por el pensamiento. Aunque los Amos Oscuros encarcelaran nuestros cuerpos, no podían evitar que nuestras mentes se comunicaran. Tan pronto como liberasteis Azulongmon lo supe. Sin embargo, todavía tenéis que liberar a Xuanwumon.
– Lo sabemos, dijo Mimi. Pero primero nos gustaría reunirnos con nuestros amigos para asegurarnos de que están bien...
– Están bien, dijo Zhuqiaomon. Baihumon, que los acompañó al Mar Oscuro, ha regresado con ellos.
Los adolescentes intercambiaron una mirada, aliviados: sus amigos estaban a salvo. Sakae, en particular, sintió que se le quitaba un peso del corazón: Meiko estaba viva.
– ¿Sabes dónde están? le preguntó a Zhuqiaomon.
– Pidieron ayuda a Azulongmon. Les está llevando al continente WWW. Llegarán un poco más al norte de nuestra posición. Puedo llevaros allí, si lo deseáis.
– De todos modos, tenemos que ir al norte para liberar a la última Bestia Sagrada, dijo Joe.
– Sería muy amable de tu parte, Zhuqiaomon, si nos podías transportarnos, le agradeció Mimi.
– No hay problema. Subid a mi espalda.
El pájaro de fuego inclinó la cabeza y cada uno de los Niños Elegidos con sus digimons en sus brazos se subió en la espalda de la Bestia Sagrada. Luego Zhuqiaomon despegó y se alejó del volcán.
Después de dos horas de vuelo a través de un viento silbante, los Niños Elegidos vieron el sol atravesar las nubes encima de sus cabezas. De repente les llegó un olor a madera y hierba. Unos minutos después, sobrevolaban un floreciente bosque cuyos árboles tenían un follaje verde lleno de vigor.
