Santos Revueltos

Capitulo XXIV

Malos Presentimientos

Por Anako Hiten

En el Santuario de Athena, se observaban a varios Caballeros Dorados dando vueltas en sus camas, sin poder conciliar el sueño. Las únicas casas que permanecían tranquilas y con su guardián dormido eran las de Tauro, Cáncer y Leo, a parte de la de Sagitario, que aún no tenía guardián. Mu se encontraba en la casa de Virgo, con Shaka, ambos bebían infusiones de manzanilla a ver si conciliaban el sueño, pero no lo lograban.

— Siento algo muy extraño— comentó Shaka sirviéndose otra taza de manzanilla— Como si algo fuese a pasar, pero no sé que será…

— Yo también, siento un escalofrío que recorre mi cuerpo— expuso Mu, todavía sin mirar a la cara a su mejor amigo, que se dio cuenta del comportamiento del carnero.

— Lamento haberte dejado mudo todo un día— dijo Shaka— No debí atacarte.

— Yo no debí decir tus cosas, no debí emborracharme, en primer lugar— dijo Mu muy apenado.

— Tenías razón, siempre eres quien da el ejemplo, y por una sola vez que te liberes no pasa nada— dijo Shaka riéndose al recordar a su amigo borracho hasta los huesos— ¡Pero qué manera de liberarte!

— ¿Me perdonas? —dijo Mu mirando a su mejor amigo.

— ¡Tontito¡No tengo nada que perdonarte! Eres mi hermano del alma y esas cosas suceden. Además, yo no estaba borracho y terminé haciendo yo el ridículo.

— Ya ni recuerdo bien qué fue lo que sucedió. Pero por favor no dejes que vuelva a tomar así.

— Descuida¡no te lo permitiré! —dijo Shaka feliz de reconciliarse con Mu. Ambos se quedaron hablando, dando gracias al cielo que no podían dormir, de otra manera no se hubiesen reconciliado tan pronto.


Más atrás, en la casa de Géminis, Saga y Kanon se habían quedado conversando, entre tantas cosas, sobre los sentimientos de Saga hacia Milo. Estaban sentados en las escaleras del templo, contemplando el brillante cielo de Atenas.

— Entonces¿qué dices, hermano? —preguntaba Kanon recostado en el regazo de su gemelo— ¿Harás lo que te dije?

— Debe estar durmiendo, Kanon— contestó Saga no muy convencido de ir a ver a Milo— Mejor lo dejo para otro día.

— ¡Eres un cobarde! —se burló el menor— Sólo tienes que "disculparte" por haberle dejado la cicatriz. ¡Eso es todo! Si no establece una conversación contigo te regresas, y si lo hace…

— ¿Y si lo hace, qué?

— ¡Pues te quedas hablando con él!

— ¿Qué¡No! No podría mirarlo a los ojos¡me moriría de la vergüenza!

— Es ahora o nunca, Saga. No seas miedoso, si te rechaza, bueno qué se le hace, pero al menos lo intentaste.

En ése momento, Saga se puso de pie y se arregló el cabello.

— Voy a ir, pero sólo será un momento. No quiero darle muchas explicaciones.

— ¡BRAVO! —festejó su gemelo— Entonces suerte y ¡LÁRGATE!

Kanon salió corriendo al interior del templo, dejando solo a su hermano. Saga comenzó a subir escaleras, preguntándose por qué le hacía caso al demente de su hermano.


Nueve casas más arriba, en Piscis, Shun y Afrodita estaban muy acaramelados en la cama. La habitación estaba llena de pétalos rojos y la cama estaba envuelta en sábanas de seda roja. Los dos muchachos conversaban, pero Afrodita de pronto se sentó.

— ¿Qué sucede? —preguntó Shun.

— No es nada, pequeño— dijo Afrodita, con sus ojos enormemente abiertos por una horrible sensación de pesar— Iba a estornudar, pero no pasó nada.

— ¿Sabes? Estoy muy feliz de que tú y yo podamos amarnos sin esconder nuestra relación— dijo Shun perdiéndose entre los brazos de su koi.

— Yo también, cariño— susurró Afrodita, todavía preguntándose qué significaba esa sensación, sabía que no era nada bueno.

— Tengo tanto sueño… mejor ya vámonos a dormir— dijo Shun bostezando— Quiero despertarme temprano para hacerte el desayuno.

— Está bien. Buenas noches pequeño.

— Buenas noches, amor.


Luego de atravesar cuatro casas, y en la entrada de la quinta, Escorpio, se consiguió a un aturdido Milo. El Caballero de la octava casa se encontraba llorando, y con una mano en su pecho, cosa que preocupó a Saga.

— ¡Milo¿estás bien?

— No sé… qué me pasa… siento como si… me fuera a morir… — Milo estaba tiritando violentamente— un dolor muy agudo en mi pecho… como si mi sangre estuviera hirviendo…

— ¿Qué pasa Saga¡Milo! —Dohko apareció en el lugar, tenía una enormes ojeras, tampoco pudo conciliar el sueño.

— Voy a llevarlo a su cama, no sé lo que tiene, pero se ve mal— dijo Saga cargando a Milo, que tenía los ojos en blanco, mientras seguía sacudiéndose. Dohko los siguió, no entendía qué significaba todo aquello: había insomnio colectivo y ahora Milo tenía ataques extraños… Son muy similares a los de…

— Ya se calmó— dijo Saga en voz baja— ¿sabes lo que le pasa?

— No, es la primera vez que veo a Milo así— respondió el Caballero de Libra— Pero siento su cosmos ardiendo igual que siempre, no entiendo q…— en ése instante, a la mente de Dohko llegaron unas imágenes, nada gratas, su piel se erizó por ello, y aún más cuando escuchó a Milo.

— Camus… Camus… —jadeaba Milo inconscientemente— adiós Camus…

— ¿QUÉ? —Dohko no podía creerlo, entonces su visión era real— ¿Pero cómo Milo sintió…?

— ¿De qué hablas Dohko? —preguntó Saga nervioso, podía jurar que Milo se estaba muriendo y que se despedía de su mejor amigo— ¿cuál es la razón de la crisis de Milo? No me digas que…

— ¡No puede ser¡Es más grave de lo que pensaba!

— Dohko… me asustas…

— Quédate con Milo, yo… — Dohko atravesó la octava casa, y subió escaleras arriba. Estaba muy nervioso, Milo era tan perceptivo, y más aún si se trataba de… — ¡Ni te atrevas¡Ni te atrevas a hacerlo!


Shura estaba dando vueltas en su cama, pensando cómo haría para llevarse a Shina a la cama, y contando cuántas veces lo haría con ella. Justo cuando decidió quedarse dormido, un débil grito de auxilio llegó a sus oídos. Shura se levantó y salió corriendo hacia el lugar de donde provenía el llamado. Estaba muy preocupado, de pronto sintió un intenso frío recorriéndole los huesos, preocupándolo más. Mientras corría por las escaleras, escuchó que alguien lo llamaba.

— ¡Shura¡Espérame por favor!

— ¡Dohko¿También lo sentiste?

— No, lo vi— dijo Dohko pálido.

— ¿Qué significa todo esto?

— Es mucho más grave que un problema cósmico…

— Entonces…

— Milo tuvo uno de los ataques… pensé que estaba enfermo, pero no.

— ¿Quieres decir que Milo lo pudo presentir?

— Sí, recuerda que son demasiado unidos.

— Démonos prisa, no queremos llegar demasiado tarde…


No podía respirar, no podía ver, no podía moverse… todo su cuerpo se encontraba entumecido, y sentía que el corazón se le iba a salir. Debió hacerle caso a sus amigos, debió visitar a un médico, pero no lo hizo. Simplemente no le dio la gana. No quería morir, no ahora que era feliz, no ahora que había encontrado el amor verdadero. Trató de pedir ayuda, pero sus pulmones no le permitieron otro grito. Reunió fuerzas para levantarse del sillón donde había caído, y al lograrlo todo a su alrededor se volvió negro y cayó pesadamente sobre la mesa, rompiéndola con su peso, y haciendo un estruendo tan fuerte, que llegó a sus casas vecinas: Capricornio y Piscis. Aún consciente, abrió sus ojos, pero todo segía negro… hasta que de la nada, apareció un par de ojos celestes lo miraban, y una voz familiar le decía: Sé que te amo y que quiero que jamás te separes de mí

— Lo… siento… tanto— dijo mientras unas lágrimas salían de sus ojos— Athena… ayúdame… no quiero morir sin despedirme de él…

Sin más fuerzas, la presión que sentía en su cabeza se hizo más intensa y finalmente perdió la conciencia.

En ése momento, Dohko y Shura llegaron, y al ver a su compañero en el suelo, sangrando por el golpe en la cabeza, se quedaron fríos.

— ¡No puede ser que hayamos llegado tarde!

— ¡No te atrevas! —repetía Dohko acercándose al muchacho, y tomándole el pulso— ¡Aún sigue con vida!

— ¡Entonces tenemos tiempo! Yo me encargo de él, Dohko, tú comunícate con Mu y los demás. Debemos llevarlo al hospital lo más rápido posible.

Dohko asintió y encendió su cosmos, llegando hasta todos los Caballeros Dorados, comunicándoles lo sucedido.

Al escuchar al Antiguo Maestro, muchos supieron la razón de su insomnio. Saga, cuidando de Milo, inmediatamente entendió por qué éste había tenido aquel malestar: había sentido el dolor de su mejor amigo, con quien tenía una conexión que nada ni nadie podía romper.

Afrodita y Shun llegaron al lugar, el escándalo de hacía unos momentos los había despertado. Shun, al contemplar la escena, no pudo aguantar sus ganas de llorar, se sentía muy mal porque sabía que iba a ser muy difícil para alguien a quien apreciaba mucho…