Capítulo 33

Los Siete Señores Demoníacos se detuvieron y levantaron la cabeza hacia el cielo. Entre las nubes vislumbraron las siluetas de dos inmensos digimons: un dragón evanescente cuyo cuerpo estaba rodeado de digi-esferas y un pájaro cuyo plumaje resplandecía con mil luces. En lo alto de la montaña apareció un tigre blanco e índigo con cuatro ojos rojos. Se iluminaron las caras de los adolescentes y de Nishijima: ¡las Bestias Sagradas habían escuchado su llamada!

– ¡Lo logramos! se alegró Mimi.

– ¡Han acudido todos a la llamada! añadió Takeru.

Azulongmon abrió la boca y su voz cavernosa resonó en todas las paredes de la montaña:

– Esta vez, Daemon, ¡no podrás escapar de nosotros!

Daemon sintió que su mandíbula se contraía mientras la ira empezaba a hervir en sus venas. Lucemon al contrario, mantuvo la calma y respondió con un arrogante desprecio:

– ¿Te crees Azulongmon que simplemente porque apareces con las demás Bestias Sagradas nos vais a asustar? ¡Antes tendréis que vencernos! ¡Gran cruz! dijo, lanzando sus diez bolas de energía.

– ¡Hell fire! añadió Barbamon, agitando su cetro haciendo que llamas negras salieran de las laderas de las montañas.

– ¡Lampranthus! gruñó Belphemon mientras sus cuernos producían una corriente eléctrica.

– ¡Flame infierno! rugió Daemon, dando a luz a un fuego brillante en cada una de sus manos.

– ¡Darkness love! susurró Laylamon, soplando una nube de vapor corrosivo.

Beelzemon sacó sus pistolas y abrió fuego contra Baihumon, Zhuqiaomon y Azulongmon, mientras que Leviamon derramaba un torrente de llamas sobre las Bestias Sagradas. Azulongmon y Zhuqiaomon respondieron de inmediato. El dragón envolvió su cola sobre sí misma y luego la extendió con la velocidad de un látigo:

– ¡Blue thunder!

Una descarga de electricidad se propagó en el aire con un destello: repelió el ataque de Belphemon, barrió las esferas de Lucemon y el vapor maligno de Laylamon. Zhuqiaomon abrió sus alas ardientes y lanzó:

– ¡Purgatory claws!

Un viento extraordinariamente poderoso se levantó y extinguió las bolas de fuego de Daemon y las llamas de Leviamon. Baihumon saltó de la montaña y una ola metálica brotó de su boca: frenó todas las balas de Beelzemon y congeló el fuego maligno de Barbamon.

– No podéis nada contra nosotros, gritó Zhuqiaomon.

– ¡Qué te lo has creído! se rio Daemon. Somos siete demonios, mientras que vosotros solo sois tres Bestias Sagradas. ¡Y todavía no habéis visto nada!

Los Siete Señores Demoníacos despegaron y formaron grupos de dos o tres. Luego, cada grupo fue a enfrentarse contra una Bestia Sagrada: Daemon, Leviamon, Belphemon se abalanzaron contra Azulongmon; Barbamon y Lucemon despegaron hacia Zhuqiaomon; Beelzemon y Laylamon saltaron hacia Baihumon.

Electricidad contra electricidad, Belphemon hizo chisporrotear sus cuernos para atacar a Azulongmon mientras el dragón generaba también una corriente eléctrica con su cola: los dos ataques se chocaron, iluminando con rayos fugaces las nubes de humo acumulándose en la garganta de montaña. Leviamon aprovechó la oportunidad para vomitar sus llamas, pero Azulongmon creó una ráfaga poderosa que las alejó de la montaña.

Barbamon y Lucemon hostigaron a Zhuqiaomon con sus llamas y sus bolas de energía. Sin embargo, el pájaro de fuego creó una tormenta que repeló sus ataques. Luego, cargó el cañón que llevaba en la espalda y disparó contra los demonios que fueron violentamente proyectados contra la montaña.

Mientras disparaba bala tras bala hacia Baihumon, Beelzemon levantó la mano izquierda hacia el tigre para dañarle con sus garras rodeadas de vapores negros. Sin embargo, las garras chocaron con las protecciones de hierro que protegían el cuerpo del tigre. Baihumon arrojó una nueva ola metálica que detuvo los rayos corrosivos con los cuales Laylamon le atacaba. Desde abajo, los Niños Elegidos miraban con los ojos abiertos la batalla que estaba teniendo lugar.

Daemon entendió que no vencerían sin él mientras sus secuaces actuasen por separado. Era hora de cambiar de estrategia y mostrarles a estas creaturas de Homeostasis tenía más fuerza que ellos.

– ¡A todos los Demonios! gritó. ¡Todos juntos! ¡Unámonos! ¡Chaos flare!

De repente un estruendo resonó desde las profundidades de la montaña. Todos los adolescentes se inclinaron encima del precipicio y sus ojos se abrieron: un gigantesco tornado de fuego acababa de encenderse en el fondo de la garganta, creciendo a medida que avanzaba. Barbamon sonrió y agitó su cetro en su dirección: sus llamas oscuras se unieron al tornado para aumentar su poder. Laylamon lo reforzó con sus vapores corrosivos, Beelzemon con sus balas, Belphemon con su corriente eléctrica, Lucemon con sus bolas de energía, Leviamon con sus llamas verdosas. El tornado tenía ahora todos los colores del infierno. Avanzó hacia Zhuqiaomon, Azulongmon y Baihumon. Taichi apretó los dientes: a pesar de su gran poder, era posible que las Bestias Sagradas tuvieran problemas para repeler esta ofensiva.

– ¡Tenemos que ayudarlos!

– Sí, confirmó Yamato.

Levantaron sus digivices que se iluminaron: Métalgreymon y Weregarurumon evolucionaron en Wargreymon y Métalgarurumon.

– ¡Esperadme! exclamó Zudomon. ¡Mi hielo os puede ser útil! Joe!

– ¡Juntos! respondió su compañero.

El digivice de Joe brilló y Zudomon digievolucionó en Vikemon.

– ¡Nova force! Gritó Wargreymon apuntando hacia el tornado.

– ¡Bombas de congelación! añadió Métalgarurumon.

– ¡Blizzard ártico! atacó Vikemon.

Por desgracia, ni el hielo de Vikemon ni el hielo de Metalgarurumon consiguieron detener al ataque combinado de los Siete Señores Demoníacos. Las llamas oscuras y los vapores del tornado les tragaron literalmente. En cuanto al ataque de Wargreymon, en lugar de repeler el tornado, se incorporó al él para aumentar aún más su poder. Los niños elegidos apretaron los dientes. Entonces, Azulongmon gritó a Zhuqiaomon y Baihumon:

– ¡Amigos, ¡nosotros también tenemos que unir nuestras fuerzas!

– ¡Vale! asintió Zhuqiaomon. ¡Purgatory claws!

Un viento destructivo se alzó sobre la montaña, erosionando su cumbre. En el cielo se arremolinaron unas nubes negras que trajeron un calor húmedo.

– ¡Blue thunder! añadió Azulongmon.

Se mezcló la descarga de electricidad con la tormenta generada por Zhuqiaomon y Baihumon reforzando los ataques combinados con su metal líquido. Los dos ciclones, el de los Señores Demoníacos y el de las Bestias Sagradas, avanzaron uno hacia el otro, arrastrando piedras y árboles a su paso.

– ¡Tenemos que huir de aquí! gritó Nishijima. ¡La montaña podría colapsar cuando los dos ataques se encuentren! ¡Pies en polvorosa!

Todos asintieron con la cabeza. Joe se subió a la espalda de Vikemon, Lillymon agarró la mano de Mimi, Garudamon tomó a Sora y Meiko sobre sus hombros, Wargreymon hizo lo mismo con Taichi, Koushiro se subió al caparazón de Mega Kabuterimon, Angewomon y MagnaAngemon tomaron a Hikari y Takeru sobre sus alas, Sakae se subió a la armadura de Ginryumon, Yamato montó a caballo en la espalda de Métalgarurumon y Nishijima se subió detrás de él.

– ¡Vámonos de aquí! Gritó Yamato.

Justo cuando despegaron, el ataque de las Bestias Sagradas se encontró con el de los Siete Señores Demoníacos. Un soplo ardiente invadió toda la garganta. Todos los digimons aceleraron la escapatoria. Sin embargo, Ginryumon, que todavía estaba en el nivel campeón, sintió que su fuerza era inferior a la de los demás. Las llamas tocaron las partes de su cuerpo que su armadura no protegía. Gimió y se contrajo. Sakae, desestabilizada, resbaló e intentó agarrarse a la armadura de Ginryumon; pero el metal era demasiado liso. Su mano se deslizó y cayó en el vacío.

– ¡Sakae! gritó Meiko.

– ¡Garudamon, vamos! dijo Sora a su compañero.

Garudamon cayó en barrena hacia Sakae. Sin embargo, el choque de los tornados de las Bestias Sagradas y de los Señores Demoniacos seguía produciendo una serie de explosiones en cadena en la garganta: un viento eléctrico envolvió a Garudamon alcanzándolo. El gran digimon gritó y cayó en el precipicio, llevándose a Sora y Meiko con él.

– ¡No! gritó Ginryumon.

El digimon se apresuró para intentar salvarlos, pero fue también electrocutado. Volvió a transformarse en Ryudamon y desapareció en la garganta.

– ¡Nooo! gritó Taichi.

– Mega Kabuterimon, solo tú puedes atravesar este aire electrificado, ¡adelante! dijo Koushiro a su compañero.

– Entendido, ¡ponte debajo de mi caparazón para protegerte!

– ¡Koushiro, espera! le gritó Taichi.

Demasiado tarde. Mega Kabuterimon ya se había lanzado hacia el barranco.

– ¡Taichi, no podemos quedarnos aquí! dijo Joe. ¡Corremos todos el riesgo de ser electrocutados!

Taichi miró el barranco donde habían caído sus amigos. No podía quedarse de brazos cruzados y abandonarlos.

– Joe tiene razón, Taichi, dijo Nishijima. Tendremos que volver a buscarlos cuando la nube magnética se haya disipado.

Taichi asintió a pesar suyo. Los digimons llevaron a sus compañeros lejos de la zona siniestrada. Mientras se alejaban, Koushiro y Mega Kabuterimon consiguieron pasar a través de la nube eléctrica y se dirigieron hacia el fondo del barranco.

– ¡Veo a Sakae! gritó Mega Kabuterimon.

La chica iba a estrellarse contra las rocas. Mega Kabuterimon aceleró y la agarró al vuelo. Koushiro salió de debajo del caparazón protector de su compañero e hizo que Sakae se sentase cerca de él. ¿Dónde estan Sora, Meiko y Garudamon?

– ¡Ahí! exclamó de repente el joven, apuntando su dedo hacia abajo.

Garudamon se había re-transformado en Piyomon y había caído al río que fluía al fondo del desfiladero con Sora y Meiko. Ryudamon flotaba cerca de ellos. Mega Kabuterimon se apresuró para salvarlos. Sin embargo, una gran enorme piedra se desprendió en ese momento de la montaña y se estrelló contra su caparazón. El cuerpo de Mega Kabuterimon se iluminó y volvió a ser Tentomon. Koushiro y Sakae cayeron en el torrente helado: el agua los arrojó contra las rocas y perdieron la conciencia.

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Koushiro abrió lentamente los ojos y cerró la mano: sintió la arena de una orilla bajo sus dedos. Tenía un fuerte dolor de cabeza. Se sentó con cuidado y se estremeció: sus pantalones y su camisa estaban totalmente empapados. Miró a su alrededor y se quedó asombrado: ya no veía el cielo, ni la garganta donde había caído. Lo rodeaban unas paredes rocosas y la corriente de un río fluía a sus pies. De repente entendió: el río pasaba debajo de la montaña y les había llevado a un acuífero subterráneo. Se dio la vuelta: Sakae yacía a pocos metros de él. Ryudamon estaba a su lado. Sin embargo, da igual por donde mirase, Koushiro no vio ni a Tentomon, ni a Sora, ni a Meiko, ni a Piyomon. El río les había llevado probablemente aún más lejos. El joven apretó una mano contra su corazón: esperaba que su digimon estuviera bien. Luego vio su mochila, medio sumergida en el río. Se levantó, la recogió y la abrió: estaba llena de arena húmeda compactada. Sacó un bolsillo que contenía su ordenador y vació la arena que se había infiltrado en toda la mochila. Luego deslizó el cierre de cremallera del bolsillo que contenía su ordenador y lo sacó. Presionó el botón de arranque y esperó con ansiedad: finalmente, la pantalla se encendió. Suspiró con alivio: ¡qué buena idea había tenido al comprar un estuche hermético antes de irse al mundo digital! Repuso el ordenador en su mochila y se acercó a Sakae. Se arrodilló a su lado y la sacudió suavemente por el hombro.

– ¿Sakae, me oyes? Sakae, despierta...

La chica hizo una mueca de dolor y abrió lentamente los ojos: miró a Koushiro por un momento, como si tratara de ordenar sus pensamientos.

– ¿Dónde estamos? preguntó finalmente.

– El río nos ha llevado hasta una cavidad subterránea por la que discurre este. Estamos debajo de la montaña.

La chica se enderezó y miró a su alrededor: vio inmediatamente a Ryudamon. Se levantó y fue a coger a su compañero en sus brazos. Ryudamon pronto recuperó la conciencia y murmuró débilmente:

– Sakae... estás bien... He tenido tanto miedo de perderte.

– No te preocupes, estamos juntos ahora.

Sakae levantó la vista hacia Koushiro y entonces se percató de la ausencia de su digimon.

– ¿Dónde está Tentomon?

– No sé, respondió el joven con la cara sombría. La corriente le ha probablemente llevado más lejos. Tampoco hay rastro de Meiko y de Sora.

– ¿Meiko? ¿Sora? ... ¿ellas también cayeron al agua?

– Sí. Cuando caíste de la espalda de Ginryumon, Garudamon quiso salvarte. Pero le lastimó la electricidad de Azulongmon y los Señores Demoniacos; volvió a transformarse en Piyomon y fue por eso que Meiko y Sora cayeron el río.

– ¿Crees que estarán bien? preguntó Sakae con ansiedad.

– Supongo que si estamos con vida, ellas también tienen que haber salido ilesas de esta caída, supuso Koushiro aunque no estaba seguro de lo que estaba diciendo, buscando con ello tranquilizar a Sakae,

– Eso espero.

– ¿Cómo te sientes?

– Dolorida y además tengo frío.

– Sí, yo también. Es normal, estamos completamente empapados.

– Voy a hacer un fuego, dijo Ryudamon, saltando al suelo.

– ¿Con qué? preguntó Sakae.

– Con eso, respondió el digimon, acercándose al agua.

Un tocón de árbol que se había bloqueado entre las rocas del río flotaba a unos pocos metros de la orilla. Ryudamon bajó en el agua y agarró las raíces. Los adolescentes lo ayudaron y sacaron el tronco del agua. Ryudamon escupió fuego para secar la madera y pronto consiguió encender un fuego. Sakae y Koushiro se sentaron a la vera del fuego y se calentaron.

Miraron las llamas danzantes en silencio: que proyectan sombras fugaces en las paredes oscuras del subterráneo. Cerca de ellos, el río fluía en su cauce con un susurro cristalino. Ryudamon, exhausto, se acurrucó contra Sakae y no tardó en dormirse. Sakae acarició su cabeza con una sonrisa. Luego rodeó sus piernas con sus brazos. Después de varios minutos, murmuró:

– Gracias, Koushiro.

– ¿Por qué?

– Por… salvarme la vida.

Koushiro sonrió.

– De nada.

Sakae miró al joven. Desde que se habían puesto en marcha, a la mañana, sabía que algo le preocupaba. Koushiro solía ser serio, pero ese día su rostro expresaba una gravedad inusual. Sakae notó que apretaba nerviosamente sus rodillas con sus manos, que sus hombros estaban tensos, su ceño fruncido y sus labios sellados. Algo más serio que cualquier cosa que les había sucedido antes lo obsesionaba.

– ¿Koushiro?

– ¿Sí?

– Esta mañana, antes de irnos, estabas mirando algo en tu ordenador. Cuando te interrumpí, noté que parecías...conmocionado. Podría saber… ¿por qué?

Koushiro miró fijamente a Sakae. ¿Debería decírselo? Qué era mejor, ¿conocer la verdad o ignorar un secreto que podía dolerle? Sakae le miraba con insistencia. El adolescente apretó los labios y finalmente dijo:

– Esta mañana, investigué a la persona que creó el portal que nos permitió ir desde la isla File al continente WWW. ¿Recuerdas que dije que este programa fue iniciado por alguien desde la Tierra?

– Si, lo recuerdo.

– En realidad, este portal fue creado por alguien que pertenece a la Agencia donde trabaja el Sr. Nishijima, y ... tu padre. O sea, quiero decir tu padre adoptivo, el Sr. Mochizuki. Ahora el nombre de esta persona fue muy difícil de encontrar, porque trabaja en una oficina que no existe oficialmente en la Agencia.

– Quieres decir que... ¿es esta una oficina secreta?

– Sí. Y la persona que trabaja allí parece igualmente secreta. Su nombre no aparece en ningún documento del Registro Civil.

– Entonces, tendría... ¿una falsa identidad?

– Es posible. Pero, lo más importante es que este hombre figura en los archivos ultra secretos de la Agencia. Reemplazó a dos investigadores que ocupaban su puesto anteriormente y que murieron hace quince años.

Sakae miró a Koushiro, sin palabras. ¿Dos hombres que murieron quince años antes? Había algo que tenía miedo de entender.

– Espera... ¿estás diciendo... que los investigadores que este hombre reemplazó, fueron ... tu padre y el mío?

– Sí.

Sakae parpadeó.

– Entonces... ¿ambos trabajaban para esta Agencia?

– Sí. También miré el expediente del Sr. Mochizuki. Cuando tu padre y el mío trabajaban en la Agencia, él también estaba ya empleado allí. Esto significa que el Sr. Mochizuki conoció a nuestros padres.

Los ojos de Sakae se abrieron: su padre adoptivo había conocido a su verdadero padre. El cual nunca le había hablado de él. Pero, ¿Por qué?

– Hay algo más, más importante, continuó Koushiro. Pude encontrar el expediente de nuestros padres cuando trabajaban para la agencia. Tiene la fecha de su muerte, la hora e incluso la matrícula del coche que conducía. Y... era el mismo coche.

– ¿Quieres decir... que estaban juntos cuando ocurrió el accidente?

– Sí.

Koushiro miró hacia el suelo y apretó los labios, como si guardase para sí mismo una última cosa.

– ¿Qué has leído más? preguntó Sakae. Dímelo, Koushiro.

– No he leído nada más. Pero, reflexioné mucho. Saber que tu padre y el mío trabajaron para esta Agencia cambia todo. La Agencia depende del gobierno y conoce el mundo digital, no sé desde cuánto tiempo, pero desde bastante ya. Me pregunto por qué nuestros padres trabajaron para esta organización. Sé que mi padre era matemático, y el tuyo era físico, lo leí en los archivos. Imagina que pudiesen haberlos contratado para crear el mundo digital…

– ¿Crear el digimundo? ¿Pero… el digimundo no surgió de sí mismo?

– En realidad no lo sé. Lo único que sé es que el hombre que trabaja hoy en lugar de tu padre y del mío puede interactuar directamente con el mundo digital. Esto me lleva a hacerme muchas preguntas. ¿Puede quizás este hombre interfiere sobre el mundo que crearon nuestros padres? El mundo digital representa un peligro, pero también un enorme potencial para quien lo controla... este universo hubiera podido haber despertado la codicia de muchas personas.

– ¿Qué... qué estás insinuando?

– Que tal vez este accidente de coche, en el cual murieron nuestros dos padres, no fue un accidente...

Sakae parpadeó aterrorizada.

– Espera... ¿crees que... crees que fueron asesinados? ¡Pero no tienes pruebas de lo que dices, Koushiro!

– No, no tengo pruebas. Pero el hecho de que mi padre y el tuyo hayan trabajado para esta Agencia me obsesiona. ¿Qué hicieron allí? ¿Actuaron para el gobierno? ¿Cometieron actos ilegales? ¿Murieron por eso? El hecho de que el Sr. Mochizuki les haya conocido y que nunca te haya contado nada sobre tu verdadero padre acentúa aún más mis sospechas.

Sakae miró a Koushiro, confundida. Su imaginación empezó a desarrollar miles de escenarios, hasta que sacudio la cabeza vigorosamente para alejar esas imágenes de su mente. Se levantó y con voz firme, dijo:

– Quiero creer que mi padre fue una buena persona. Y tú también, Koushiro, tienes que creerlo.

Koushiro observó la nariz arrugada y determinada de la chica, sus puños firmemente cerrados, su mirada valiente. Su fuerza de carácter le impresionó. Desde la mañana, Koushiro no había parado de pensar en lo había leído y le habían atravesado la cabeza miles de escenarios. Escenarios en los cuales su verdadero padre no hacía siempre de héroe. En este momento, seguía dudando, pero Sakae se negaba a que las dudas se apoderaran de ella. Esta resistencia que oponía a las dudas también ayudó a Koushiro a alejar las suyas de su mente. El chico miró intensamente a Sakae: su rostro era aún juvenil, pero también determinado, femenino y algo rebelde. Koushiro pensó de repente que la encontraba realmente hermosa. No era solo belleza física, sino también belleza del alma. El joven se quedó estupefacto por este descubrimiento. Después de unos segundos, se dio cuenta de que debía parecer estúpido. Se enderezó, tosió y se volvió hacia el río para ocultar su vergüenza. Para poner fin a la conversación, dijo:

– Los demás tienen que estar buscándonos. Intentemos encontrar a Meiko y Sora y luego salgamos de este subterráneo.