Capítulo 34
– ¡Meiko! ¡Sora! ¡Sakae! ¡Koushiro! gritó Taichi.
En la garganta en la que había tenido lugar el ataque se visto devastada por el ataques de los Señores Demoníacos y de las Bestias Sagradas. Tras la explosión, los demonios y las Bestias Sagradas habían desaparecido. Taichi y los demás tras regresar a la montaña por la que habían venido bajaron por un desfiladero para intentar localizar a sus amigos. Sin embargo, la noche se les había echado encima lo que dificultó su búsqueda.
– ¡Koushiro! ¡Meiko! llamó Mimi.
– ¡Sora! ¡Sakae! gritó Yamato.
– Espero que no estén heridos, dijo Hikari preocupada.
– De todos modos, ya no vemos nada, murmuró Joe. Tendríamos que esperar hasta mañana para continuar.
– ¡No vamos a abandonar ahora! exclamó Taichi. ¡Nuestros amigos nos necesitan!
– Sí, no podemos dejarlos, confirmó Yamato.
– Lo sé, yo también estoy preocupado, dijo Joe. Pero, ¿qué queréis hacer? Con esta obscuridad es imposible avanzar.
– ¡Venid a ver! les llamó de repente Takeru.
El joven estaba al pie de la montaña, cerca del río. Cuando se acercaron, los demás se dieron cuenta de que en la pared rocosa se abría en un túnel por el cual el río un discurría por el interior de la montaña.
– Es posible que el río los haya arrastrado en este túnel, susurró Takeru.
– Sí, es posible, asintió Joe.
– Tenemos que ir a ver, dijo Taichi.
Gracias al fuego que Agumon y Gabumon podían producir, se hicieron unas antorchas y entraron en el subterráneo.
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Meiko recuperó lentamente la conciencia: tenía agujetas y con la ropa mojada se sentía helada de los pies a la cabeza. Se sentó e intentó ver dónde estaba: entrecerró los ojos, pero el mundo permaneció borroso y oscuro. Entonces se tocó la cara y no sintió sus gafas. Les había probablemente perdido en el río. Al mismo tiempo, escuchó un aleteo de insecto y su visión se hizo más nítida: Tentomon apareció frente a ella, lo suficientemente cerca para que lo reconociera.
– ¡Meiko! ¿Estás bien? le preguntó el digimon.
– ¡Tentomon! ¿Cómo has llegado hasta aquí?
– Cuando Garudamon se lanzó en picado mientras te transportaba a ti y a Sora, Koushiro y yo os intentamos salvar... pero solo pudimos salvar a Sakae…
– ¿Salvasteis a Sakae?
– Sí, pero luego una enorme roca me golpeo y todos caímos al agua.
– ¿Dónde están los demás? No veo nada sin mis gafas.
– Mira están aqui, las he encontrado, dijo Tentomon, acercándose lentamente a ella para colocarle delicadamente las gafas en su nariz.
De repente, todo adquiriio una nueva nitidez para Meiko. Una de sus cristales estaba roto, pero aun con todo veía mejor que sin nada. Se encontraba en un túnel subterráneo en medio del cual fluía un río. A pocos metros de ella, Sora y Piyomon estaban todavía inconscientes en la orilla. Tentomon, gracias a la electricidad que producía, iluminaba tenuemente la cueva.
– ¿Estamos... debajo de la montaña?
– Eso parece, asintió Tentomon.
– ¿Dónde están Koushiro y Sakae?
– Tal vez hayan sido arrastrados más lejos por el río... Espero que Koushiro esté bien.
– No te preocupes, estoy segura de que está en un algún lugar sano y salvo.
Meiko se levantó y se arrodilló al lado de Sora. Tomó su mano y la apretó:
– ¿Sora? Sora, ¿me oyes?
La chica gimió y recuperó lentamente la conciencia.
– Todo va bien, la tranquilizó Meiko. Estamos con vida y Piyomon está a tu lado.
Sora se enderezó lentamente; se sentía aturdida. Entonces vio a Piyomon. Extendió la mano y acarició su cabeza. El pájaro rosado abrió los ojos y cuando vio a Sora, la alegría llenó sus ojos. Saltó en los brazos de su compañera. Meiko sonrió: ninguno de ellos estaba herido, pero la ropa mojada la congelaba. Sora se puso de pie y para calentarse frotándose los brazos.
– Este río nos ha llevado muy lejos...
Piyomon asintió y suspiró:
– Estoy muerta de cansancio ¡Si por mi fuera me comería cientos de plátanos!
– Yo también, añadió Tentomon.
De repente, el rostro de Meiko se iluminó: acababa de ver su mochila que flotaba en el río, bloqueado por una roca.
– Puede que no tenga cientos de plátanos, ¡pero tal vez quede algo para comer en mi mochila!
Sacó la mochila del agua y la abrió: habían sufrido por su viaje en el río las manzanas y los plátanos que había sacado de su casa. Algunos habían sido reducidos a papilla otros habían sido golpeados y se habían oscurecido. Sora, Tentomon y Piyomon miraron en contenido de la bolsa. Meiko les sonrío:
– Va a ser difícil comer estos manjares, pero os va a permitir reponer fuerzas, les dijo a Piyomon y Tentomon.
Los digimons asintieron. Meiko agarró una manzana que no estaba del todo aplastada y se la entregó a Piyomon. Luego tomó un plátano y se lo dio a Tentomon. Lo peló e hizo una mueca: la carne de la fruta parecía puré. Comenzó a comerlo lo mejor que pudo, pero pronto una parte del puré de plátano le cayó encima. Meiko y Sora se rieron: visto como estaban las cosas, era necesario dejar de hacer melindres. Las dos chicas cogieron el puré de fruta con la palma de la mano y se lo llevaron directamente a la boca. En diez minutos, estaban todos manchados con azúcar de frutas. Afortunadamente, pudieron lavarse la cara y las manos con el agua del río. Después de comer Meiko se enderezó y declaró:
– Tenemos que encontrar a Sakae y Koushiro.
– Se cayeron al agua después de vosotros, se acordó Tentomon. Lógicamente, tendrían estar un poco más río arriba.
– Entonces vamos, dijo Sora.
Se pusieron en marcha en una obscuridad casi total. La electricidad que producía Tentomon constituía su único faro. Aun con todo, Meiko notó que la expresión de Sora se había vuelto otra vez cerrada y obtusa. Se acurrucaba además sobre si misma por el frío que le daba su ropa mojada. Ya no sonreía como lo había hecho durante la merienda. Sus pensamientos se centraban de nuevo en Yggdrasil. Meiko se acercó a ella:
– Sora, ¿estás bien? ¿Tienes frío?
– Sí... pero es algo más que frio. Tengo un extraño presentimiento que me hiela el corazón. El ataque de los Siete Señores Demoníacos fue aterrador... pero el poder de las Bestias Sagradas también es impresionante. No sé por qué, pero durante la batalla me pregunté qué haríamos si las Bestias Sagradas se volvieran contra nosotros un día...
– ¿Pero por qué harían tal cosa?
– Porque Homeostasis se lo hubiera ordenado...
– Pero Sora, ¡las Bestias Sagradas nos salvaron! ¿No es eso prueba de que Homeostasis es nuestro aliado?
– No lo sé…
– No alimentes pensamientos tan oscuros. Sabes que estoy siempre disponible, si necesitas hablar. Soy tu amiga.
– Gracias, Meiko, dijo Sora, sonriéndole. Espero que Koushiro y Sakae estén bien... si algo les sucediera me sentiría culpable.
– No te preocupes, los vamos a encontrar.
En este momento, una luz brilló repentinamente desde una cueva lateral del otro lado del río. El rayo atravesó todo el subterráneo, iluminando las caras de Sora, Meiko, Tentomon y Piyomon y luego se apagó. Las dos chicas y los digimons se detuvieron.
– ¿Qué ha sido eso? susurró Piyomon.
– No lo sé, dijo Sora, pero era una luz muy intensa...
– Tenemos que ir a ver, dijo Meiko. Quizás sean Koushiro y Sakae...
Piyomon voló por encima del río.
– ¡Aquí! exclamó. Hay unas piedras que sobresalen del agua, ¡podéis valeros de ellas para cruzar el río!
– ¡Os voy voy a iluminar! añadió Tentomon.
Las dos chicas percibieron rápidamente las piedras y saltaron de ellas para cruzar el río y llegar a la otra orilla. Allí nacía un pasadizo que se adentraba en el corazón de la montaña. Un nuevo haz de luz salió el túnel.
– ¡Por aquí! exclamó Sora.
Las dos adolescentes junto con sus digimons entraron en el túnel. Avanzaron en línea recta hasta que de repente el túnel girase a la izquierda. Llegaron finalmente a una cueva de tamaño mediano que era un callejón sin salida. Intrigados, Meiko y Sora buscaron en vano una salida.
– ¿De dónde venía la luz si esta cueva no tiene salida? se preguntó Meiko, perpleja.
En este preciso momento, la luz volvió a brillar. Meiko y Sora se dieron la vuelta: el rayo provenía de la misma pared de la cueva. Se acercaron: Meiko puso su mano sobre la piedra y sintió unas ásperas y frías protuberancias en su mano. Se inclinó y se dio cuenta de que un símbolo había sido tallado en la piedra.
– ¡Representa un digivice! exclamó Tentomon.
Tenía razón. Meiko frunció el ceño. Tenía la curiosa sensación de que alguien, o más bien algo la estaba esperando en esta cueva. Sacó su digivice de su bolsillo y lo acercó al símbolo tallado en piedra. De repente, el relieve esculpido se iluminó y se deslizó en la roca para revelar una pequeña cavidad. Dentro se encontraban un escáner y un símbolo. Las dos Niñas Elegidas y los digimons se quedaron estupefactos.
– Un símbolo, susurró Meiko. ¿A quién puede pertenecer?
Tentomon miró alternativamente el digivice de Meiko y el símbolo que estaba en la cavidad.
– Esta cavidad secreta reaccionó cuando acercaste tu digivice de ella, Meiko, dijo. Significa que este símbolo es tuyo.
– ¿Cómo? exclamó incrédula.
– Tentomon tiene razón, asintió Sora. Yo yay tengo un símbolo, así que si esta pared se ha abierto al contacto de tu digivice, es porque te pertenece.
Meiko cogió el símbolo con una mano temblorosa. Lo miró y luego dijo con voz vacilante:
– ¿Por qué tendría un símbolo, cuando ya no tengo a un compañero digimon?
Sora, perpleja, miró el colgante diciéndose que esa era una excelente pregunta.
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– ¡Están aquí! exclamó Mimi, apuntando el dedo delante de ella.
Dos siluetas avanzaban hacia ellos. A medidas que se acercaban, todos los adolescentes reconocieron a Sakae y Koushiro, acompañados por Ryudamon. Se apresuraron hacia ellos, aliviados.
– ¡Koushiro! ¡Sakae! exclamó Taichi. ¡Os estábamos buscando!
– Ya no pensábamos encontraos, asintió Yamato.
– Afortunadamente, Takeru descubrió este pasaje subterráneo, añadió Joe.
– ¿Estáis bien? les preguntó Nishijima.
– Sí, estamos bien, les tranquilizó Sakae. Pero no hemos encontrado a Meiko y Sora. Es probable que estén más río abajo.
– Sigamos buscándolos, dijo Takeru.
Siguieron andando a la luz de las antorchas. De repente, Hikari se detuvo y susurró:
– ¡Silencio! Escuchad, se oyen pasos…
Tenía razón. Escucharon se dirigieron en dirección del ruido de pasos. De repente vieron en la orilla opuesta un punto luminoso flotando hacia ellos. Unas sombras le seguían. Poco a poco, las siluetas se hicieron más precisas: apareció Tentomon, seguido por Piyomon, Sora y Meiko. Cuando vio a Taichi y a los demás, los ojos de Meiko se iluminaron:
– ¡Os encontramos!
Sus amigos saltaron de alegría. Meiko y Sora cruzaron otra vez el rio pasando por encima de las piedras que sobresalian del agua y se unieron a los otros Niños Elegidos.
– Sora, ¿estás bien? le preguntó Taichi.
– Sí, gracias Taichi.
– Koushiro, ¡estoy tan feliz de verte! exclamó Tentomon volando hacia su compañero.
– ¡Tentomon! ¿Estás bien? ¿La caída en el río no fue demasiado dura?
– No, estoy bien, además a Meiko le quedaba puré de fruta en la mochila…
Yamato se acercó a Sora y sonrió, aliviado.
– Sora... me preocupé.
– Lo sé, dijo ella, acercándose a él y tomando su mano. Ahora, todo va bien.
El chico la abrazó. Mientras tanto, Sakae se lanzó a los brazos de su hermana. Cuando se separaron, la chica se dio cuenta que Meiko llevaba un escáner y un símbolo. La miró asombrada:
– Meiko, ¿qué es esto?
– Es... mi símbolo, dijo en voz baja, sonrojándose. Lo acabamos de encontrar en una cueva con Sora.
Todos los demás se volvieron hacia ella, sorprendidos.
– Entonces, ¿un símbolo había sido creado para ti? susurró Mimi.
– Me pregunto para qué, ahora que he perdido a mi pequeña Mei no me sirve de nada, dijo Meiko, agarrando el colgante contra su corazón.
– Me pregunto quién ha podido colocar este símbolo en esta subterráneo, dijo Yamato.
– ¿Puedo verlo con tu digivice, por favor.? preguntó Koushiro.
Meiko se quitó el símbolo del cuello y se lo entregó al joven con su digivice. Koushiro se sentó con las piernas cruzadas y abrió su ordenador.
– ¿Cómo tu ordenador puede seguir funcionando? exclamó Joe sorprendido.
– Había comprado una bolsa hermética antes de irme, respondió Koushiro con una sonrisa traviesa.
– No tienes un pelo de ingenuo.
Koushiro conectó el digivice de Meiko a su ordenador. Después de unos minutos, asintió con gravedad:
– Es efectivamente tu símbolo y corresponde a tu digivice.
– ¿Y qué representa?
– La justicia.
Meiko parpadeó. ¿La justicia? La había deseado tanto estos últimos meses. Justicia para Meicoomon. Justicia para los digimons que habían sufrido por su culpa. Justicia para sus amigos y para ella. A veces este sentimiento de justicia se transformaba en su corazón en un deseo de venganza. ¿Realmente este símbolo le correspondía? Lo miró con una mezcla de miedo y alegría.
Los Niños Elegidos decidieron salir del subterráneo y pasar la noche afuera, en las orillas de la garganta. Cuando salieron, sintieron el aire puro. Habían perdido sus últimos víveres durante la última batalla, así hicieron un fuego y se sentaron en el suelo mientras Gomamon se las arreglaba para pescar unos peces que hicieron asar para la cena. Mientras comían, Yamato murmuró:
– El ataque de los Siete Señores Demoníacos fue aterrador... pero las Bestias Sagradas también tienen un gran poder.
– Es verdad, asintió Mimi. Tuvimos suerte que nos hayan escuchado cuando les llamamos.
– Después de la explosión, los Siete Señores Demoníacos estaban completamente fuera de juego, pero las Bestias Sagradas también, recordó Takeru. Me pregunto dónde pueden estar ahora.
– En cualquier caso, esta pelea nos demostró una cosa, dijo Taichi.
– ¿Cuál? preguntó Joe.
– Las tres Bestias Sagradas aún no son lo suficientemente poderosas como para derrotar a los Siete Señores Demoniacos si éstos están todos reunidos, dijo Nishijima.
– Exactamente, dijo Taichi. Azulongmon, Baihumon y Zhuqiaomon necesitan a Xuanwumon para poder derrotar a los Siete Señores Demoníacos.
– ¿Cuántos días de viaje nos quedan antes de llegar al norte del continente WWW? preguntó Hikari.
– No lo sé, respondió su hermano. Koushiro, ¿cuáles son tus estimaciones?, a la pregunta no siguió ninguna respuesta, oye, Koushiro, ¿estás soñando?
El adolescente parecía efectivamente absorto en sus pensamientos, con la mirada fija en el vacío. La voz de Taichi lo trajo de vuelta a la realidad.
– Eh... lo siento, Taichi, ¿me estabas hablando?
– ¿Cuántos días de camino nos quedan antes de llegar al lugar donde está encarcelado Xuanwumon?
– Espera, te voy a decir, respondió abriendo su ordenador. A ver... al ritmo en que vamos, diría ...que al menos diez días.
– ¿Diez días caminando? se quejó Mimi. ¡Es enorme!
– Tenemos que hacer todo lo que podemos, dijo Joe.
– Por el momento, tendríamos que descansar un poco, dijo Nishijima.
– Sí, sobre todo nuestros digimons, ya que necesitan dormir, dijo Takeru, acariciando la cabeza de Patamon que se había acurrucado contra él.
Mientras todos se acostaron para descansar, Joe observó a Koushiro. Desde que le habían encontrado su amigo actuaba de manera rara. Parecía... como si estuviese en cualquier sitio menos con ellos. El Koushiro que Joe conocía siempre tenía los pies en la tierra. Sin embargo, en este momento, el joven informático tenía la frente arrugada como si estuviera pensando en algo grave. Joe había notado que intercambiaba frecuentes miradas con Sakae. ¿Qué había pasado debajo de la montaña? La chica se acercó a Koushiro y se agachó a su lado. Joe les escuchó discretamente. Sakae, en voz baja, dijo a Koushiro:
– No sirve para nada obsesionarnos con esto. Si le damos demasiado vueltas, imaginaremos cosas que igual son falsas.
– Lo sé. Pero... quisiera conocer a este hombre misterioso. ¿Quizás tu padre adoptivo lo conozca?
– Es posible. De todos modos, quiero tener una conversación seria con él cuando regresemos del mundo digital.
Koushiro y Sakae se miraron el uno al otro. De nuevo, Koushiro sintió en su estómago el mismo hormigueo que había ya sentido en el subterráneo. Apartó la mirada. Sin embargo, sintió que Sakae seguía observándolo.
– Sé cómo te sientes, murmuró. Pero quiero que sepas que no estás solo para enfrentarte a tus dudas. Porque tu pasado también es el mío. La verdad la buscaremos juntos.
Koushiro la miró lentamente: le estaba sonriendo con una mirada suave y franca. Este calor, esta naturalidad lo fascinaba. Sakae sabía decirle las palabras que apaciguaban sus incertidumbres, con sencillez. Sin entender por qué, el chico se acordó que lo que le había gustado de Mimi era ahora era lo que le gustaba de Sakae. Sin embargo, había algo más en Sakae, algo que no había sentido por Mimi: un sentimiento de complicidad. No tenía miedo de ser sincero con Sakae, porque el pasado les unía. Esta falta de miedo le intrigaba y le gustaba al mismo tiempo.
Sakae sostuvo la mirada de Koushiro. En sus grandes pupilas marrones vio pasar miles de emociones. Sabía que lo que había descubierto sobre sus verdaderos padres le preocupaba mucho. Quería ayudarlo a superar sus temores, de la misma manera que él la había ayudado a sentirse mejor cuando se habían encontrado delante de la tumba de sus padres. Admiraba la inteligencia de Koushiro, su sangre fría, su entrega a sus amigos y a Tentomon. Pero todas estas cualidades estaban actualmente paralizadas por las dudas. Con voz tranquilizadora, le dijo:
– Por el momento, necesitamos descansar. Después de la caída de hoy en el torrente, nos merecemos una buena noche de sueño, ¿no crees?
– Sí, asintió con una media sonrisa.
Sakae le sonrió también y apretó el puño derecho, como si vacilara en hacer algo. Lentamente, extendió la mano hacia Koushiro. Cuando sus dedos rozaron los suyos, cambió de opinión y detuvo su gesto. Finalmente se levantó, contornó el fuego y fue a acostarse al otro lado de Ryudamon. Koushiro, atónito, miró su silueta a través de las llamas. Entonces Joe se acercó a él.
– Koushiro, ¿estás bien?
– ¿Eh? dijo Koushiro, saliendo de su letargo. Ah, eres tú, Joe. Sí, estoy bien. ¿Por qué me preguntas eso?
– Te encuentro... raro. ¿Qué pasó debajo de la montaña con Sakae?
– ¿Debajo de la montaña? Eh... nada.
Joe miró a su amigo con una sonrisa traviesa.
– Te gusta, ¿no?
Koushiro sintió que sus mejillas se sonrojaban. Tartamudeó, sin lograr desmentirlo:
– Pero… ¿de qué estás hablando?
– De nada, sonrió Joe. Sabes, Sakae es una chica muy buena. Solo tienes que explicarle que será un triángulo amoroso en el cual hay que contar con tu ordenador.
– Tonto, respondió, encogiéndose de hombros.
– Vamos, no te enfades, estoy bromeando.
Al ver que su amigo se quedaba silencioso, Joe se sentó a su lado y le preguntó:
– ¿De qué estabais hablando hace unos minutos?
– ¿Nos escuchaste?
– Os escuché involuntariamente. ¿Quién es este hombre misterioso que mencionaste?
– Es un secreto.
– ¿Un secreto? ¿Estás seguro?
– Sí.
Joe frunció el ceño, decepcionado. Koushiro lo miró de reojo y vio su expresión. Suspiró y termino soltándolo:
– Tiene que ver con nuestros padres biológicos. Pero prefiero que los demás no estén al tanto por el momento.
– Vale, entiendo, asintió Joe recuperando su sonrisa. En cualquier caso, Sakae es una chica agradable y valiente además. Me impresionó en el volcán Zhuqiaomon.
– Sí, a mí también, coincidió Koushiro con una sonrisa.
– Tendrías que dormir. Como dijiste, nos esperan largos días de caminata.
– Sí, lo sé. Buenas noches Joe.
– Buenas noches, Koushiro.
