Capítulo 35

El sol pasó por encima de la montaña e iluminó el valle donde dormían los Niños Elegidos. Solo Meiko estaba ya despierta. Se había sentado contra una roca y miraba su emblema, intrigada. Siempre había pensado que si los otros Niños Elegidos habían recibido un emblema y ella no, era porque no estaba destinada a tener uno. Sin embargo, Sakae había recibido el emblema de la creatividad y ahora ella recibía el emblema de la justicia. La justicia... ahora que Meicoomon había muerto, este símbolo le parecía una ironía del destino. Lo había recibido demasiado tarde, cuando ya no se podía hacer justicia. Al menos, no a los ojos de Meiko. Meicoomon había muerto y eso era la mayor injusticia concebible. Pero tal vez todavía habia tiempo para restaurar la justicia en el mundo digital si conseguían derrotar a Yggdrasil. Meiko quería creer que había recibido un emblema para ayudar a traer la paz al mundo digital, aunque no supiera cómo podría utilizarlo.

A unos pocos metros de ella, Hikari se agitaba en su sueño. Estaba otra vez soñando con este mundo lleno de luz y de datos flotantes. Ningún sonido alteraba la atmósfera, ni siquiera le chica oía el ruido de sus pasos. No sentía el peso de su cuerpo y los cubos de datos coloreados levitaban a su alrededor como si la gravedad no existiera en este mundo. Extendió la mano delante de ella y tocó uno de los cubos. Se iluminó y un recuerdo se le apareció a Hikari: Meiko y Meicoomon estaban bañándose en una casa de campo. Probablemente era la casa de Meiko cuando vivía en Tottori. Entonces, lo que Hikari veía era un recuerdo de Meiko. Curiosamente, el recuerdo no estaba muy nítido, como si se hubiera colocado un filtro en la imagen. El cubo de datos empezó entonces a brillar y un digimon transparente apareció frente a Hikari.

– Meicoomon! Exclamó la chica.

La imagen brilló y el digimon agitó su pata. Meicoomon parecía querer decirle algo. Abrió la boca, pero no salió ningún sonido y su imagen volvió a parpadear. De repente, la aparición explotó en miles de píxeles. Al mismo tiempo, Hikari se despertó en un sobresaltado.

Se sentó y se pasó una mano por la frente, todavía atormentada por su sueño. Levantó la vista: el fuego se había apagado y las brasas se habían enfriado y volviendose negras. Todos seguían dormidos, salvo Meiko que estaba apoyada contra una roca cerca del río. Hikari se levantó y se acercó a ella.

– Buenos días, Meiko.

La chica se dio la vuelta, sorprendida:

– ¿Hikari? Te has despertado temprano. ¿Te sientes bien? Tienes la cara lívida.

– Es que... acabo de tener un sueño extraño. Era un sueño muy similar al que tuve cuando nos quedamos encerradas en esa cueva, después de nuestra primera batalla contra los Siete Señores Demoníacos.

– ¿En el sueño en el que viste a Meicoomon y Wizardmon?

– Sí. ¿Recuerdas que queríamos contarlo a Koushiro? Sin embargo, con todo lo que ha sucedido desde que regresamos al mundo digital, se me olvidó por completo.

– Sí, a mí también.

– Es tu emblema que me hizo recordar este sueño. Y, extrañamente, anoche tuve otro.

– ¿Viste a Mei esta vez también? preguntó Meiko.

– Sí, pero su imagen no era lo suficientemente nítida como para que ella me hablara. Es como si... los recuerdos que le habían permitido renacer en mi sueño fueran menos intensos que la última vez. Meiko, dime, ¿no habrías tratado de olvidar a Meicoomon?

– ¿Olvidarla? ¡Nunca! Pero... admito que estos últimos días, he evitado despertar demasiados recuerdos que tengo de ellas. Lo hice solo para sufrir menos, sabes...

– Tienes que seguir acordándote de ella. Sino, podría desaparecer del mundo con el que sueño. Lo presiento.

Meiko miró a Hikari. A veces, como ahora, la mirada de su amiga era tan intensa que casi la asustaba. Asintió lentamente:

– Entiendo. ¿Crees que... tendríamos que hablar con Koushiro de todo esto?

– No sólo con Koushiro. Tenemos que hablarlo con todo el mundo.

Meiko asintió con la cabeza. Las dos chicas esperaron a que sus amigos se despertaran. Luego, durante el desayuno, Hikari les contó su sueño. Finalmente, Koushiro le preguntó:

– ¿Por qué crees que tu sueño está relacionado con el hecho de que Meiko acaba de encontrar su emblema?

– Porque no había soñado con este sueño desde mucho tiempo y justo cuando Meiko encuentra el emblema de la justicia, Meicoomon reaparece en mis sueños. Es una coincidencia bastante extraña, ¿no os parece?

– Sí, acordó Takeru, y no es la primera vez que sueñas con este mundo. Koushiro, ¿crees que este lugar donde Hikari va en sueño podría existir en el mundo digital?

– No lo sé, porque ninguno de nosotros puede entrar en la mente de Hikari, y nadie más ha visitado este mundo en sueño.

– Podría ser un sueño normal, dijo Yamato.

– Sí, asintió Joe. La muerte de Meicoomon fue una terrible pérdida para nosotros y en caso de traumatismo, la gente suele tener sueños que tienen un efecto de catarsis.

– No, estoy segura de que hay algo más que esto, dijo Hikari, sacudiendo la cabeza.

– Entonces, ¿dónde estaría este mundo si existe de verdad? preguntó Sora.

– Sí, y ¿para qué serviría? asintió Mimi.

Hikari se llevó una mano a la barbilla, pensativa.

– Allí, dijo, solo vi a digimons que murieron en el mundo real: Wizardmon y Meicoomon. Wizardmon afirmó que los recuerdos que guardamos de ellos les permiten reaparecer temporalmente en este mundo. Pero solo aparece una imagen de ellos: no vuelven realmente a la vida.

– Estoy convencida de que estos sueños no son el resultado del azar, intervino Meiko.

– Sería más fácil si pudieras llevar a alguien contigo en tu sueño, dijo Mimi.

– Pero eso es mi problema... no sé cómo haceros ver este mundo. Sin embargo, estoy segura de que existe fuera de mi cabeza.

Todos miraron hacia abajo, perplejos. Sin evidencias, era difícil para ellos creer que Hikari realmente podía acceder a otra dimensión. Taichi miró a su hermana: después de todo, ella podía transportarse al Mar Oscuro. Pero si el mundo del que les hablaba realmente existía, ¿por qué iba allí soñando? ¿Qué significaba la aparición de Meicoomon y Wizardmon? Todavía les faltaban indicios para entenderlo todo.

Los Niños Elegidos decidieron seguir su viaje. Caminaron todo el día sin encontrar malos digimons. También seguían sin noticias de las Bestias Sagradas. Esto preocupaba al Nishijima: había tratado de comunicarse con Baihumon por el pensamiento, pero no lo había conseguido. La última vez que había sucedido, era porque se encontraba Baihumon herido después de haber defendido al pueblo del inicio. Nishijima esperaba que no fuera otra vez el caso. Tenía que escribir al director de la Agencia establecida para contarle los últimos acontecimientos que habían vivido. Extrañamente, hacía dos días que el director ni respondía a sus correos electrónicos. El profesor había llegado a preguntarse si realmente los recibía. Levantó la vista y miró a los Niños Elegidos que caminaban delante de él.

El sueño que Hikari les había contado le intrigaba. Cuando les había descrito el mundo del cual soñaba, algo había llamado la atención del profesor. Estaba seguro de que había soñado con este mundo de datos también. La primera vez que había encontrado a Hackmon en la Agencia, cuando se encontraba en el despacho de Maki, una voz había resonado en su cabeza. Un mundo inmaculado y lleno de datos coloridos se había superpuesto al mundo real, imponiéndose a él. Sí, estaba seguro de que ya había entrado en este mundo por el pensamiento, de la misma manera que Hikari entraba allí soñando. ¿Entonces, podía ser un mundo puramente espiritual? ¿Un mundo en el cual los cuerpos físicos no podían transportarse? Y la voz que le había hablado en este mundo, ¿quién era? ¿Homeostasis? ¿Otro poderoso digimon?

Nishijima miró otra vez a los Niños Elegidos. Koushiro caminaba al lado de Sakae. Desde que habían salido de la montaña, estos dos estaban casi siempre juntos. ¿Por qué? El profesor podía imaginarse que sintieran atracción uno por el otro, pero tenía la sensación de que había algo más. Koushiro parecía más serio de lo normal últimamente. Sakae, que parecía ser un chica bastante extrovertida, se había encerrado en sí misma desde el día anterior. Nishijima se pasó la mano por la barbilla: esta chica le recordaba a alguien. Pero no conseguía saber a quién.

De repente, Meiko se detuvo y miró los arbustos.

– ¿Oís?

– ¿Qué? preguntó Takeru, acercándose a ella.

– Allí, en los arbustos... algo acaba de moverse.

Takeru frunció el ceño y caminó hacia el arbusto que Meiko designaba. Apartó las ramas y de repente un digimon rojo surgió. Parecía un conejo regordete, con un cuerpo bermellón rayado por relámpagos púrpuras. Las largas plumas bicolores de su cola se extendían como un pavo real y llevaba en su espalda dos bebés digimons: un Poyomon y un Botamon.

– ¡Elecmon! exclamó Patamon.

Todos habían reconocido al protector del pueblo del inicio. Takeru recordó que Patamon se había preguntado qué había podido sucederle cuando habían descubierto el pueblo del inicio totalmente incendiado. Aparentemente, Elecmon había podido escapar. El digimon miró a los Niños Elegidos y una expresión de esperanza apareció en su cara.

– Habéis vuelto al mundo digital... entonces queda una esperanza para los digimons…

– ¡Elecmon! exclamó Hikari. ¡Estás vivo, qué alivio!

– Pensamos que los Señores Demonios te habían desintegrado, dijo Takeru.

– Fueron a punto, dijo el digimon.

– ¿Cómo conseguiste escapar? Taichi le preguntó.

Elecmon miró hacia abajo y sus ojos se llenaron de tristeza.

– Cuando los Señores Demonios atacaron al pueblo del inicio, no puse hacer nada. Lo destruyeron todo... luché con todas mis fuerzas para tratar de proteger a los huevos y a los bebés, pero solo pude salvar dos gracias a la intervención de Baihumon... es él quién nos puso a salvo y que peló contra Lucemon y Barbamon. Cuando volví al pueblo del inicio después de la batalla, no quedaba nada. Había fracasado en mi misión de proteger a los bebés. Solo me quedaban dos que tenía que proteger del mal. Al día siguiente, Azulongmon apareció.

– Fue el día que lo liberamos, recordó Mimi.

– Nos dijo que los Señores Demonios todavía estaban rondando por la Isla File y que por el momento me impedirían reconstruir el pueblo del inicio. Quería mantenernos a salvo, yo y los bebés, así que nos llevó al continente WWW. Nos dejó en este gran bosque y nos recomendó que nos escondiéramos allí. Ahora que os veo, sé que todavía queda una esperanza para el mundo digital. Si nos traéis paz, se podrá reconstruir el pueblo del inicio. Pero mientras los Señores Demoníacos sean libres, harán todo lo que puedan para que ningún bebé digimon pueda renacer.

– Yggdrasil no quiere nuevos oponentes, entendió Yamato.

– Y las cosas no van a mejorar, ahora que los Señores Demonios han salido del Mar Oscuro, dijo Mimi.

– Lo sé, asintió Elecmon. Les vi esta mañana.

– ¿Esta mañana? repitió Sora. Las Bestias Sagradas pelearon contra ellos ayer, y desde entonces no sabemos a dónde estos demonios se fueron.

– Hoy, caminaban por este bosque. Los escuché hablar de un objeto que Yggdrasil les había enviado a buscar.

– ¿Un objeto? repitió Taichi, intrigado. ¿Qué objeto?

– No lo especificaron. Creo que ni siquiera ellos lo saben. Una humana les acompañaba.

– ¿Una humana? repitió Nishijima.

– Sí, más o menos de tu edad.

– Es Hime, dijo el profesor.

– ¿Qué está haciendo con los Señores Demonios? se preguntó Yamato. No la vimos cuando nos atacaron.

– Tal vez ella estaba escondida, dijo Sakae.

– ¿Entonces, les ayudaría a encontrar este objeto? Se preguntó Taichi.

– Es posible, dijo Nishijima. ¿Pero qué puede ser?

– No lo sé, dijo Joe, pero eso no me gusta. La señorita Himekawa solo nos ha causado problemas hasta ahora. Además Yggdrasil se ha vuelto más poderoso desde que ha absorbido la semilla de la oscuridad de Gennai.

– ¿Gennai? repitió Elecmon.

– Fue desintegrado por Yggdrasil, explicó Takeru gravemente. ¿No hay forma de devolverlo a la vida? Su ayuda nos podría ser muy útil.

– Por desgracia, Gennai no es diferente de otros digimons. Hasta que no se reconstruya el pueblo del inicio, será imposible resucitarlo.

– Estamos en camino para liberar a la última Bestia Sagrada, dijo Hikari. Cuando sean todas libres, esperamos que puedan vencer a los Señores Demoníacos.

– Yo también lo espero.

– Sin embargo, ahora sabemos que Yggdrasil ordenó a sus demonios que encontraran algo en el mundo digital, dijo Koushiro. ¿Qué puede ser?

– Es una buena pregunta, dijo Sakae.

– ¿Y qué debemos hacer primero? añadió Sora. ¿Evitar que encuentren este objeto o liberar a Xuanwumon?

Taichi bajó la cabeza, pensativo. Luego miró a Nishijima. Con tan solo una mirada, sabían que estaban de acuerdo.

– Vamos a liberar a Xuanwumon, dijo. Si somos lo suficientemente rápidos y tenemos suerte, pronto las Bestias Sagradas estarán reunidas y podrán enfrentarse contra los demonios antes de que encuentren el objeto que están buscando, sea lo que sea.

Todos asintieron. Elecmon dijo que prefería volver a esconderse en el bosque para cuidar a los dos bebés que le quedaban. Los Niños Elegidos se pusieron otra vez en marcha. El sol bajó lentamente en el cielo. El bosque se hizo poco frondoso y finalmente desembocaron en gran lago, más grande aun que el de la Isla File. Decidieron pasar la noche en su orilla.

Los Niños Elegidos se instalaron para dormir mientras Joe y Koushiro tomaban el primer turno de guardia. Joe estaba mirando el lago, mientras Koushiro observaba el bosque. De repente, Koushiro vio una luz detrás del fuego alrededor del cual dormían sus amigos. Se inclinó y vio a Nishijima que estaba inclinado sobre un pequeño dispositivo electrónico, cuya pantalla iluminaba su rostro. Tecleaba sobre un pequeño teclado conectado a este dispositivo. Koushiro entendió que estaba escribiendo un mensaje. ¿A quién podía escribir? Toda la conversación que el joven había tenido con Sakae debajo de la montaña resurgió en su mente. El Sr. Nishijima trabajaba para la Agencia donde habían trabajado su padre y el padre de la chica, así como el padre de Meiko. ¿Y si les estaba ocultando unas informaciones? ¿Igual sabía algo del portal que les permitió transportarse de la Isla File al continente WWW? Koushiro sintió sus dudas crecer; tiró de la manga de Joe:

– ¿Qué pasa? preguntó su amigo, dándose la vuelta.

– Mira, dijo Koushiro en voz baja. El Sr. Nishijima está escribiendo a alguien.

– ¿A quién?

– Esto me pregunto... ¿por qué nunca nos enseñó este dispositivo electrónico?

– No lo sé... quizá sea alguien de la Agencia donde trabaja quién se lo dio.

– Sí, pero la Agencia tiene un vínculo con el mundo digital, así que el Sr. Nishijima hubiera tenido que mostrarnos este aparato electrónico.

– ¿Quizás alguien se lo había prohibido?

– Um... aun con todo, es raro, dijo Koushiro, escéptico.

– ¿Qué quieres hacer?

– Aclarar todo esto.

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Al día siguiente, los Niños Elegidos se levantaron cuando el sol apareció. Reanudaron su viaje y no se detuvieron hasta que tuvieron hambre. Les sobraban algunos víveres de la noche anterior que compartieron frugalmente. Sakae había notado que Koushiro no había apartado la vista del Sr. Nishijima en toda la mañana. ¿Qué le estaba pasando? Joe también estaba mirando a su amigo frecuentemente, preguntándose cuándo actuaría. Cuando terminaron la comida, Koushiro dejó colocó lentamente su botella de agua en el suelo y se volvió hacia Nishijima:

– Profesor, ¿puedo hacerle una pregunta? dijo secamente.

– Eh... claro que sí, adelante, respondió Nishijima, un poco sorprendido.

– ¿A quién escribió en secreto anoche?

Un frio gélido invadió el ambiente. Nishijima tragó su saliva, tenso, pero permaneció impasible. Todos las cabezas se volvieron de repente hacia él.

– Profesor, ¿de qué está hablando Koushiro? le preguntó Taichi.

– ¿Usted escribió a alguien a nuestras espaldas? dijo Yamato con voz sorda.

– Me comunico con la Agencia Administrativa para informarle de nuestros avances. Lo hago en vuestro interés, la Agencia vela por vuestra protección.

– ¿Por qué no nos lo dijo antes? preguntó Joe.

– Me lo prohibieron.

– ¿Qué está exactamente haciendo esta agencia por nosotros actualmente? le preguntó Sora.

– No lo sé. Solo sé que gracias a los mensajes que le envío, pueden profundizar su conocimiento del mundo digital.

– ¿Usted está en contacto con mi padre? preguntó Meiko

– Más bien... con su superior.

– Esta persona con la cual usted se relaciona, ¿puede interactuar con el mundo digital? preguntó Koushiro.

– ¿Por qué me preguntas eso?

– El programa que creó el portal que nos permitió ir de la Isla File al continente WWW fue iniciado desde la Tierra, más precisamente por alguien de su Agencia. Alguien que no existe en los registros del estado civil.

Nishijima se puso pálido. A su alrededor, los adolescentes estaban con la boca abierta. El profesor tartamudeó:

– No... no sé nada sobre este hombre. Solo trabajo para él.

– ¿Realmente usted no sabe nada sobre este hombre? exclamó Koushiro, cuya voz se hizo más amenazante. ¿Ni quién es ni a quién reemplazó en la Agencia hace quince años?

– ¡Solo era un niño hace quince años! ¿Cómo quieres que sepa eso?

– ¿Cómo no puede saber nada al respecto? casi gritó el joven.

– ¡Koushiro! exclamó Taichi. ¿Por qué te enfadas así? ¿Qué te pasa?

El joven informático miró al profesor intensamente. Nishijima también le miró, asustado, sin entender realmente que pasaba.

– Te prometo que no sé nada más, Koushiro, dijo con una voz de disculpa.

En este instante una gran distorsión digital se abrió bajo los pies de los Niños Elegidos. Sin que tengan tiempo para reaccionar, fueron absortos: cayeron en un abismo sin fondo y perdieron el conocimiento.

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Cuando Taichi recuperó la conciencia, su visión estaba aún nublada y sus miembros entumecidos. Cerró los ojos, luego los abrió de nuevo y se enderezó: estaba sentado en un sofá de cuero negro, en una gran sala con que parecía una sala de espera o reunión. A su lado, Yamato y Sora, que estaban todavía inconscientes, estaban sentados en el mismo sofá que él. Otros tres sofás formaban un cuadrado alrededor del suyo: en uno, se había sentado a Koushiro, Sakae y Meiko; en otro se había extendido a Hikari y a Takeru; en el último se encontraban Nishijima, Joe y Mimi. Todos estaban todavía dormidos. Detrás de estos cuatro sofás, Taichi adivinó una enorme manta dispuesta e,=n el suelo en la cual yacían sus digimons, inconscientes. Taichi sacudió a Yamato por el brazo. El joven se despertó lentamente y murmuró:

– ¿Taichi? ¿Dónde estamos?

– Buena pregunta. Creo que estamos de vuelta en la Tierra...

Cuando oyeron su voz, sus amigos recuperaron también lentamente la conciencia. Al igual que Taichi y Yamato, observaron la sala en la que habían aterrizado.

– ¿Cómo se formó esta distorsión que nos tragó? susurró Meiko. Creía que solo Meicoomon podía hacerlas aparecer...

En ese momento, Nishijima también se despertó. Se enderezó y miró a su alrededor.

– Me pregunto cómo llegamos aquí, se quejó Joe.

– Estamos de vuelta en la Tierra, dijo. Nishijima. Estamos en la Agencia Administrativa.

– ¿Eh? exclamaron los Niños Elegidos.

– ¿Fue usted quien nos transportó aquí? preguntó Koushiro.

– ¡Claro que no! No sé quién nos trajo de vuelta a la Tierra y por qué la Agencia los llevó a todos aquí…

De repente, la puerta de la sala en la cual estaban se abrió. Entró un hombre que llevaba un traje, de unos cuarenta y cinco años, con canas y gafas. Los ojos de Meiko se abrieron:

– ¡Papá!

– Veo que estáis todos despiertos, dijo el Sr. Mochizuki. Perdonadme por esta llegada un poco abrupta a la Agencia, pero no podíamos traeros de vuelta a la Tierra de otra manera.

– Espere... ¿usted nos trajo de vuelta a la Tierra? exclamó Mimi.

– Sí. Agente Nishijima, gracias por sus informaciones. Le presente mis excusas por no responder a sus últimos mensajes. También le presento nuestras excusas, las del director y las mias, por las pocas informaciones que le dimos respeto a la utilización de los datos que usted nos enviaba. Todos sabréis más dentro de poco tiempo.

Todos los Niños Elegidos volvieron la cabeza hacia Nishijima: entonces, les había dicho la verdad. Realmente no sabía para qué servían los datos que enviaba a la agencia.

– Os trajimos de vuelta a la Tierra porque necesitábamos hablar con vosotros con urgencia, continuó el Sr. Mochizuki.

– ¿Quién es este "nosotros"? preguntó Yamato, sospechoso.

– El director de la Agencia y yo. Sin embargo, tenéis que saber que la mayoría de los miembros de la Agencia desconocen la existencia del director. Por lo tanto, os pido que guarden este secreto para vosotros.

El corazón de Koushiro se aceleró. Se puso de pie y preguntó:

– ¿Fue el director quien creó este portal entre la Isla File y el continente WWW?

El Sr. Mochizuki miró fijamente al joven, frunciendo el ceño.

– Eres Koushiro Izumi, ¿verdad?

– Sí.

– Seguidme, dijo el Sr. Mochizuki sin responder la pregunta del joven.

– ¿Qué hacemos con nuestros digimons? Hikari se preocupó.

– Podéis dejarlos aquí, están a salvo.

– ¡De ninguna manera! replicó Takeru que no confiaba en el Sr. Mochizuki.

– Voy a ponerlos en mi ordenador, dijo Koushiro, sacando su portátil.

Tan pronto como los digimons estuvieron a salvo en la sala virtual que Koushiro había creado para ellos, los Niños Elegidos siguieron al Sr. Mochizuki. Caminaron hacia un gran ascensor donde todos cabían. El padre de Meiko sacó su placa y la pasó cerca de los botones del ascensor: sonó un pitido y la puerta utilizada para las llamadas de emergencia se deslizó. Sorprendidos, los Niños Elegidos vieron aparecer un botón oculto: sótano -4. El Sr. Mochizuki lo apretó. Las puertas del ascensor se cerraron y bajó hacia las profundidades de la Agencia. Koushiro frunció el ceño: se dirigían al sótano secreto desde el cual este misterioso hombre había iniciado el portal en el mundo digital. Este sótano que no aparecía en los planos de la Agencia. Lo que significaba... que el hombre que había reemplazado a su padre y al padre de Sakae quince años antes era ahora el director de la agencia. ¿Hubiera podido haberlos matado para acceder a esta posición? El corazón del adolescente se puso a latir más fuerte. Cuando se abrió el ascensor, salieron a un pasillo oscuro que solo iluminaban luces LED. Caminaron hacia una puerta al fondo del pasillo.

– Esperad un momento aquí, les dijo el Sr. Mochizuki.

Tecleó un código en una caja conectada a la puerta y entró. Los Niños Elegidos permanecieron afuera en silencio.

– ¿Usted ya vino aquí? le susurró Taichi a Nishijima.

– Solo una vez.

Del otro lado de la puerta, el Sr. Mochizuki estaba hablando con el director de la agencia.

– Están todos aquí. ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?

– Sí.

– Ella te va a reconocer.

– Lo sé. Estoy listo.

– Entonces les hago entrar.

El Sr. Mochizuki salió e invitó a todos los Niños Elegidos a entrar. El despacho estaba apenas iluminado por la tenue luz azulada de las pantallas de los ordenadores y de una lámpara de lectura. Un hombre estaba sentado frente a estos dispositivos electrónicos. Los ojos adolescentes tardaron unos minutos en acostumbrarse a la oscuridad, pero poco a poco apreciaron los contrastes de manera más clara. Entonces pudieron ver la cara del hombre que se había dado la vuelta para mirar hacia ellos.

Parecía tener la misma edad que el Sr. Mochizuki y llevaba también un traje. Su pelo era castaño, pero empezaba a tener canas. Tenía una nariz recta, una boca fina y una mandíbula más recta que la del padre de Meiko; largas cicatrices estriaban su cuello y sus pupilas tenían el color del océano. El Sr. Nishijima parpadeó: de repente supo a quién le recordaba el director de la Agencia. Atónito, giró la cabeza hacia Sakae.

La chica también miraba al hombre delante de ellos, petrificada. Esta cara, este color de cabello, estos ojos... no, era imposible. Se acordó de repente de la única foto que había podido ver de su padre, la que estaba en su tumba. El hombre había envejecido, unas arrugas y cicatrices marcaban sus rasgos y su cuello, pero la apariencia... era exactamente la misma. Koushiro también miraba al desconocido con estupefacción: tan pronto como sus ojos se había acostumbrado a la oscuridad, se había dado cuenta de la semejanza entre Sakae y el director. Este misterioso director que había iniciado el programa del portal, que les había traído de vuelta al mundo real, que había reemplazado a su padre y al de Sakae quince años antes, este hombre que Koushiro imaginaba que era el asesino de sus padres, era…

... él era el padre de Sakae.

Los otros Niños Elegidos sintieron rápidamente que algo extraño estaba sucediendo. Todos vieron que Sakae y Koushiro miraban intensamente al director de la Agencia con la boca abierta. Sakae se puso a temblar y tartamudeó:

– Usted es... tú eres...

– Buenas tardes, Sakae, susurró el hombre con voz ronca. Buenas tardes, Koushiro, dijo, volviéndose hacia el joven.

Dudó por un momento, miró hacia abajo y dijo:

– Perdonadme.

Una lágrima corrió por la mejilla de Sakae.

– Pero, ¿qué está pasando? exclamó Joe.

– Este hombre, murmuró Koushiro, es... es el padre de Sakae.

Los adolescentes abrieron los ojos con estupefacción. Meiko miró a su hermana con emoción. Sakae parecía paralizada, incapaz de decir una palabra. Estaba vacilando, hirviendo, ya no sabía qué pensar. Era imposible, imposible... Miró al director de la Agencia y articuló con una voz débil:

– ¿Por qué?

Ella cerró los ojos, apretó los puños, mientras las lágrimas corrían sus mejillas. Levantó la vista bruscamente y gritó:

– ¿POR QUÉ?

Luego se volvió hacia el Sr. Mochizuki y le dirigió una mirada asesina. ¿Por qué nunca le había dicho la verdad? ¿Cómo había podido hacerle creer durante tantos años que su padre había muerto? ¿Cómo había podido mentirle? El Sr. Mochizuki miró hacia abajo y una arruga de dolor apareció en su frente.

– Sakae, dijo su verdadero padre, extendiendo la mano hacia ella. Déjame hablarte... Quiero explicártelo todo...

– ¡No! gritó rechazándole.

La chica dio un paso atrás, sacudió la cabeza y corrió hacia la puerta. La abrió brutalmente y salió corriendo en el pasillo. Sin embargo, cuando llegó al ascensor, se dio cuenta de que necesitaba la placa del Sr. Mochizuki para volver a subir. Se dio la vuelta y gritó:

– ¡Déjenme salir de aquí!

El Sr. Mochizuki salió del despacho y llamó al ascensor. Tan pronto como llegó, Sakae entró, apretó un botón y desapareció antes de que su padre o sus amigos pudieran detenerla. Los Niños Elegidos miraban fijamente la puerta del ascensor, atónitos. Meiko se sentía especialmente conmovida por la expresión que había leído en la cara de esa chica que consideraba como su hermana. El padre de Sakae, destrozado, se dirigió a los adolescentes y al Sr. Nishijima:

– Lo siento mucho. Sabía que esto iba a suceder. Sin embargo, todavía tengo que hablar con vosotros. Pero quiero que todos podáis escucharme, Sakae incluida. Esperaré todo lo que sea necesario, pero quiero que ella esté con vosotros cuando os hable. Si lo deseáis, podéis volver a la sale donde os habéis despertado y utilizarla como si fuera vuestra. Podéis pedir comida y salir al patio de la Agencia. Pero mis agentes han recibido la orden de impediros salir de este edificio. Quiero que sepáis que el Sr. Mochizuki y yo solo queremos ayudaros. No tenéis que contarle a nadie sobre este sótano.

Confundidos, los Niños Elegidos asintieron.

– Os acompaño en el ascensor, dijo el Sr. Mochizuki con la cara sombría.

Salieron en silencio, uno detrás del otro. Al final, solo quedaron en el despacho Koushiro y el director. El joven le dirigió una mirada dura al director. Éste miró hacia abajo, avergonzado.

– Tú también puedes culparme, Koushiro. Tienes el derecho a hacerlo.

– ¿Mi verdadero padre también está vivo?

– No. Lo siento, pero tu padre está realmente muerto.

Koushiro frunció los labios y sintió la sangre golpear sus sienes violentamente. Con una voz entrecortada por la ira, dijo:

– Usted hubiera podido habernos criado con Sakae si lo hubiera querido. Se lo había prometido a mi padre. Pero no ha cumplido su palabra.

– No... no pude hacer otra cosa.

– ¡Deje de mentir! ¿Usted sabe qué? Muchas veces soñé con poder conocer a mis verdaderos padres. Sin embargo, sabía que era imposible porque la muerte nos había separado. Es una barrera infranqueable, la muerte. Hoy, Sakae acaba de darse cuenta de que esta barrera que ella imaginó entre usted y ella no existe. Que todos estos años hubierais podido pasarlos juntos, pero que no tuvo esta suerte porque usted se escondió. Peor aún, usted pidió a su padre adoptivo que mintiera por usted. Entiendo a Sakae. Si usted hubiera sido mi verdadero padre, le habría odiado.

El director de la Agencia Administrativa miró a Koushiro, destrozado por sus palabras. Koushiro, también profundamente herido, inclinó la cabeza y salió del despacho.

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Los Niños Elegidos regresaron a la sala donde se habían despertado y se dejaron caer en los sofás, atónitos por lo que acababan de aprender. Sakae, Koushiro y Meiko habían desaparecido. Meiko había decidido intentar encontrar a su hermana para hablar con ella. Un silencio incómodo flotaba entre los Niños Elegidos. Taichi estaba sentado en la esquina de un sofá y agarraba nerviosamente el reposabrazos; a su lado, Yamato miraba al suelo, con los brazos cruzados y los ojos entrecerrados; Sora, con las piernas cruzadas, se mordía las uñas; Mimi había temblar nerviosamente su pierna derecha; Joe se había puesto los codos en los muslos y se retorcía las manos; Hikari apretaba sus rodillas; Takeru miraba por la ventana, preocupado; Nishijima también miró al suelo, con los codos en los muslos. Finalmente, Joe dijo:

– Qué historia increíble...

Todos asintieron: Joe había dicho en voz alta lo que estaban pensando en voz baja. Yamato abrió los ojos. Una arruga de dolor se había en su frente.

– La emoción que sintió Sakae ha tenido que ser terrible. ¿Os imagináis? Ha descubierto que siempre le han mentido desde siempre...

Tiene que hacerse tantas preguntas, susurró Sora.

– Koushiro también, añadió Takeru. Recordad lo que nos dijo: su padre y el de Sakae se habían prometido criar al hijo del otro si le sucedía algo a uno de los dos. Este hombre podría haber sido el padre adoptivo de Koushiro.

– Pero que se escondió, dijo Nishijima. Sabía que este hombre me recordaba a alguien, pero no conseguía saber quién. Cuando lo vi al lado de Sakae, entendí.

– ¿No sabía usted nada sobre él? le Taichi preguntó.

– No, ni siquiera su nombre. La mayoría de los miembros de la Agencia desconocen la existencia del director, por lo que conocerlo ya era un gran privilegio para mí.

– Pero, ¿por qué se convirtió en el director de la Agencia? preguntó Mimi

– No lo sé, respondió el profesor.

– Koushiro ha descubierto algunas cosas sobre su padre y el padre de Sakae estos últimos días, dijo Joe. Me lo dio a entender. Tenía que estar al tanto de la existencia de un director secreto en la Agencia, pero creo que no se imaginaba que fuera el padre de Sakae.

– Por eso estaba tan nervioso esta mañana, recordó Mimi.

– Sí.

De nuevo reinó el silencio. Hikari miró hacia abajo y dijo con voz triste:

– El padre de Sakae también tiene que sufrir. Me pregunto cuál fue la razón que le obligó a sacrificar a su hija por su trabajo. Tiene que ser algo serio.

Todos la miraron: ninguno de ellos había pensado en ponerse en el lugar del director de la Agencia.

– Me pregunto de qué quieren hablarnos el Sr. Mochizuki y el director, añadió Sora. Parecía importante.

– Hasta que Sakae y Koushiro reaparezcan, no nos dirán nada, dijo Taichi.

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Después de haber acompañado a los adolescentes y al Sr. Nishijima, el Sr. Mochizuki había vuelto al sótano secreto para ver al director. Encontró a su amigo postrado en la silla de su despacho, totalmente abatido. Cuando el padre de Sakae vio entrar al Sr. Mochizuki, suspiró:

– Pensé que estaba listo... pero, al final, nada hubiera podido prepararme para lo que acabo de vivir.

– Sabíamos que sería difícil, dijo el Sr. Mochizuki. Pero es cierto que no me lo imaginaba tan terrible.

– No sé qué me hizo más daño... el silencio de Sakae o la avalancha de reproches de Koushiro.

– Para mi, fue la mirada que me dirigió Sakae. Es como si la hubiera traicionada durante quince años.

– No tienes nada que reprocharte. Fue yo quién te pedí que no le dijeras nada.

– Lo sé, pero la crie y la considero casi como mi hija biológica. Entonces me siento tan culpable como tú. Culpable hacia Sakae, pero hacia Meiko también. Creyó durante tanto tiempo que Sakae era su hermana.

Los dos hombres se sentaron uno al lado del otro, con la mirada perdida en los meandros de su consciencia. Entonces, el sótano de la Agencia les pareció más silencioso que un sepulcro.