¡Buenas tardes a todos! ¡Estoy de vuelta con el nuevo capítulo! Quiero agradecer a todos los lectores que siguen esta historia y a los que me han dejado unas review, me hace muy feliz ver que esta fanfic está leída y apreciada.

Quería decirles que he decidido traducir los capítulos de esta historia dos por dos y fusionarlos para ofrecerles unos capítulos más largos, con más aventuras :) Sin embargo, esto va a influir sobre mi ritmo de publicación, voy a intentar no superar los quince días entre cada update.

Otra vez gracias por leer, ¡espero que el capítulo les guste!


Capítulo 36

Meiko había buscado a Sakae durante casi veinte minutos, pero no encontró a Sakae. ¿Hubiera conseguido salir de la Agencia? Su padre les había dicho que los vigilantes habían recibido la orden de mantenerlos dentro. Sin embargo, Sakae era temeraria y hubiera podido escapar a la vigilancia de los agentes... Meiko llegó al pie de una escalera que subía hacia la planta de más arriba. A Meiko le sorprendió ya que pensaba que había llegado a la última planta. Subió la escalera y una vez arriba se topó frente a una puerta pesada. La empujó y se encontró en el techo de la Agencia. Al igual que el techo de su instituto, éste formaba una larga terraza rodeada de rejas que prevenían una caída fatal. Sakae estaba sentada en el suelo, acurrucada sobre sí misma, al fondo de esta terraza. Había metido su cabeza en su regazo que envolvía con sus brazos. De repente, Meiko oyó el eco de sus sollozos ahogados. Se acercó a su hermana y se agachó a su lado:

– Sakae... soy yo, Meiko.

Sakae dejó de llorar y sacó la cabeza de su regazo. Sus ojos y sus pómulos estaban enrojecidos por las lágrimas. La miró y preguntó abruptamente:

– ¿Qué quieres?

– Solo hablar contigo.

– No tengo ganas de hablar.

– ¿Puedo al menos sentarme a tu lado?

Su hermana no respondió y volvió a esconder la cabeza en su regazo. Meiko se cruzó de las piernas a su lado. Sakae guardó el silencio. Finalmente Meiko le dijo:

– Lo siento mucho. No sabía que tu padre estaba vivo. Entiendo que estés triste.

– ¿Triste? repitió Sakae, levantando nuevamente la cabeza. ¡No estoy triste, estoy furiosa! ¡Mi propio padre se escondió de mí durante quince años! ¡Ha preferido esta Agencia a su hija! ¡Ha preferido trabajar en la sombra en lugar de cuidarme! ¿Qué he hecho para merecerme esto?

Meiko miró delante de ella. Su frente se arrugó y murmuró:

– No hiciste nada. No tienes que sentirte culpable por las elecciones de tu padre.

– Pero si no hice nada malo, ¿por qué me abandonó? ¿Cómo puede un padre hacer esto?

Meiko frunció los labios y miró hacia otro lado. Sakae exclamó, llena de resentimiento:

– Cuando pienso que el Sr. Mochizuki conocía a mi verdadero padre desde el principio... Ahora entiendo mejor por qué nuestras relaciones han sido siempre difíciles. No soy su hija y él lo sabía. Peor aún, sabía que no tenía derecho a criarme ¡porque mi verdadero padre estaba vivo!

– Quizás nuestro padre lo hizo para protegerte...

– ¡No lo llames "nuestro padre"! ¡El Sr. Mochizuki no es mi padre!

– Aunque no lo veas así, papá siempre te consideró como su hija, respondió Meiko. Se preocupaba por ti. Cada vez que tenías la impresión de que te prohibía hacer cosas, es porque no quería que te pasase nada…

– ¿Cómo puedes estar segura de eso?

– Porque cuando estabas en el internado, papá solía hablar de ti durante las comidas... se imaginaba lo qué podías estar estudiando, se preocupaba por si estabas bien... era obvio que era para ti que más se preocupaba.

Sakae parpadeó, sorprendida por la confesión de su hermana. Sin embargo, la ira volvió rápidamente a la carga en su corazón.

– Por supuesto que estaba preocupado, tenía que rendirle cuentas a mi verdadero padre...

– ¡No se trata solo de rendir cuentas! gritó Meiko. ¡Te aseguro que papá te ama! ¡Y yo también, Sakae, te amo como si fueras mi verdadera hermana!

Sakae la miró y parpadeó. Una sonrisa de amargura apareció en sus labios y sacudió la cabeza.

– No somos hermanas, Meiko.

– Yo siempre te consideraré así.

– ¡No sirve para nada hacer como si fuera verdad! explotó Sakae. ¡Estoy cansada de las mentiras!

Meiko abrió la boca, pero no salió ningún sonido. En voz baja, murmuró finalmente:

– Sakae, yo... solo quiero ayudarte. Como tú me ayudaste cuando lo necesitaba en el mundo digital.

– Esta vez, no puedes ayudarme, Meiko. Déjame, por favor.

Sakae volvió a esconder la cabeza en su regazo. Meiko sintió que las lágrimas llenaban sus ojos. Se los secó, se levantó y se volvió hacia las escaleras.

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Koushiro seleccionó la bebida en la máquina de café: té oloong. Era el quinto vaso que se tragaba en una hora. No había vuelto en la sala de los sofás con sus amigos. Necesitaba estar solo y digerir lo que acababa de descubrir. Durante los últimos días, había llegado a pensar que el director de la Agencia había matado a su padre y al de Sakae por motivos secretos... pero nunca hubiera podido imaginarse que este hombre fuera el padre de Sakae. Le asaltaban demasiadas emociones y no sabía cómo racionalizarlas, controlarlas, canalizarlas. No había sentido tanta conmoción desde que descubrió que era un niño adoptivo.

En ese momento, Meiko apareció en la esquina de un pasillo. Los dos adolescentes se miraron y finalmente Meiko dijo:

– Koushiro... ¿cómo estás?

– Digamos... que he tenido mejores días.

– Sí, entiendo. Acabo de ver a Sakae.

– ¿Ah sí? ¿Dónde está? La he buscado por todas partes.

– En el techo de la agencia. Se llega por una escalera al final de este pasillo. Creo que tendrías que ir a verla.

– ¿Por qué?

– Porque por el momento no escuchará a nadie salvo a ti. En esta historia, si entendí bien, vuestros dos padres estaban vinculados, ¿verdad?

– Sí. Trabajaron para la Agencia hace quince años y luego murieron en un accidente de coche con nuestras madres. Bueno, creía que habían muerto los dos. Pero el padre de Sakae sobrevivió y trabajó para la Agencia durante estos quince últimos años.

– Mi padre estaba al tanto de esta historia...

– Sí.

Meiko bajó la mirada y Koushiro miró el vacío. Finalmente, el chico volvió a la realidad y se levantó.

– Voy a ver a Sakae.

Cuando Koushiro salió a la terraza de la Agencia, Sakae no se había movido ni un ápice. El joven la miró, incomodo. ¿Qué podía decirle para consolarla? Estaba casi tan furioso como ella. Respiró hondo y se acercó. Sin levantar la vista, Sakae dijo:

– Meiko, ¡ya te dije que quería estar sola!

Al ver que nadie respondía, la chica levantó la vista: sus ojos se abrieron cuando reconoció a Koushiro.

– Ah... eres tú...

– Sé que no quieres ver a nadie. Pero... solo quería decirte que sé cómo te sientes. Aunque este hombre no es mi padre, hubiera podido adoptarme, así que... Yo también experimento este sentimiento de traición.

Sakae lo miró por un largo rato. Luego apretó los puños y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, su voz estaba llena de ira:

– Este director, ¡creía que era un asesino! Que había matado a mi padre y al tuyo... ¡y descubro que es mi propio padre! ¡Mi padre que me mintió durante tantos años! ¡Mi padre que no me quiso! ¿Por qué? ¿Cuál fue mi error? ¿Cómo puede un hombre borrar a su hija de su vida? Tal vez hubiera preferido que haya realmente muerto en este accidente de coche. Por lo menos no sentiría ahora este dolor insoportable. Le odio, odio al Sr. Mochizuki, ¡les odio a todos!

Las lágrimas corrieron por sus mejillas, y ella se inclinó, como si le faltara la fuerza para seguir. Koushiro la miró conmovido. ¿Qué podía hacer para detener estas lágrimas? Se arrodilló frente a ella, lentamente. Dudó por un momento y luego puso sus manos sobre las suyas. No pudo evitar notar lo suave que era la piel de la chica. Sakae se estremeció y levantó la mirada hacia él.

– ¿Te sientes mejor ahora que le has soltado todo? le preguntó el joven.

Sakae lo miró y asintió lentamente. Koushiro le dijo suavemente:

– Sabes, tu padre, ni siquiera le dejamos hablarnos.

– ¡Nada de lo que pueda decir cambiará lo que hizo!

– Quizás, pero... si realmente no te quisiera, si realmente no hubiera querido protegerte, ¿crees que nos hubiera encarado hoy? Sé que estás enfadada y yo también lo estoy, pero... tu padre tuvo el coraje de encontrarnos sabiendo que íbamos a culparlo. Si hubieras visto su rostro, cuando le hizo todos estos reproches... creo que tendríamos que darle la oportunidad de escuchar lo que quiere decirnos.

Sakae se enderezó sobre sus talones y se secó las mejillas.

– No lo sé, Koushiro... realmente, no lo sé. Tengo que pensarlo.

El joven asintió. Adivinaba que había venido bien a Sakae hablar, pero que todavía necesitaba estar sola. Se levantó y se dirigió hacia las escaleras. Sakae le observó alejarse, y de repente se levantó, corrió y le agarró por el brazo. El chico sobresaltó y se dio la vuelta. Sakae le miró intensamente y le dijo:

– Gracias Koushiro. Sé que tampoco es fácil para ti.

El joven parpadeó. Con una voz levemente temblorosa, murmuró:

– Para ser honesto, cuando entendí que el director de la Agencia era tu padre, sentí muchas emociones a la vez. Sé que es una tontería, pero por un momento, me dije de que si tu padre había sobrevivido al accidente, tal vez el mío también...

– ¿...estuviese vivo?

– Sí. Pero tu padre me confirmó que era el único sobreviviente. Entonces, es verdad, estaba enfadado porque se escondió tanto tiempo, que no nos crio ni tú ni yo... pero creo también que estoy enfadado porque él está vivo y mi padre no.

Sakae miró a Koushiro, conmocionada por sus palabras. Sólo había pensado en sí misma. Se había centrado únicamente en sus emociones, sin preguntarse ni un minuto por lo que había podido sentir Koushiro. Sintió vergüenza por haber sido tan egoísta. Koushiro parpadeó y continuó:

– Entiendo que culpes a tu padre. Sin embargo, sea lo que sea que hizo, hoy está vivo y puede abrazarte. Es una suerte maravillosa para ti, que yo nunca tendré. No lo olvides.

Sakae, inmóvil, sintió lágrimas llenar sus ojos. Todavía agarraba a Koushiro por el brazo. En lugar de soltarlo, se acercó lentamente a él y le abrazó. Este gesto tomó a Koushiro por total sorpresa y sintió que su corazón se aceleraba. Sakae cerró los ojos y lo abrazó con más fuerza:

– Aunque tu padre ya no esté a tu lado, no estás solo, Koushiro.

El joven se estremeció. Bajó la cabeza y miró a Sakae: la mirada franca de la chica, suave y generosa a pesar del dolor que sentía le conmocionó. Dudó un momento, y a su vez la abrazó. Este calor, esta cercanía llenó a Sakae con un sentimiento de dulzura que apaciguó la tormenta desatada de su corazón.

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Koushiro dejo Sakae en la terraza y volvió a bajar a la Agencia. Se encontró con Sora, Joe, Takeru, Hikari y Mimi, quienes se habían ofrecido como voluntarios para ir a tomar algo para comer en la cantina de la Agencia para todos los Niños Elegidos. Subían las escaleras con los brazos cargados con dos bandejas de comida cada uno. Koushiro se unió a ellos. Tomaron la dirección de la sala de sofás donde se encontraron con los demás para cenar. Koushiro abrió su computadora e hizo salir todos los digimons para que pudieran comer también. Taichi les explicó rápidamente la situación. Al escucharlo, Ryudamon exclamó:

– ¡Tengo que ir a ver a Sakae! ¡No puedo dejarla sola en un momento como este!

El pequeño digimon corrió hacia la puerta y salió de la sala. Caminó por los pasillos, escondiéndose en un rincón cuando un vigilante se le acercaba. Pronto encontró la escalera que conducía a la terraza: salió y vio inmediatamente a Sakae. La chica estaba tumbada en el suelo y miraba al cielo. Su compañero digimon se acercó a ella y se acurrucó contra su cuerpo.

– ¡Oh, Ryudamon, eres tú! exclamó la chica mientras se sentaba. ¡Qué contenta estoy de verte!

Lo tomó en sus brazos y lo abrazó. Ryudamon la miró:

– Taichi me contó lo que pasó. Estoy al tanto de lo de tu padre….y por tanto no podía dejarte sola, Sakae.

– Gracias Ryudamon. Sabes, me siento culpable: con todas estas emociones, llegué a pensar por un momento que hubiera preferido nunca ir al mundo digital. Es porque me embarqué en esta aventura que he conocido a mi verdadero padre hoy. Pero luego, me reproché tales pensamientos: si no hubiera ido al mundo digital, nunca nos hubiéramos conocido... ¡y soy tan feliz de conocerte, Ryudamon, y de que seas mi compañero!

El digimon sintió que se sonrojaba.

– Gracias por haber pensado en mí y en nosotros a pesar de la tristeza que sientes. Sabes, la primera vez que vi a los Niños Elegidos en el bosque del mundo digital, hace seis años, vivía completamente solo. Estaba convencido de que si no habías venido en el mundo digital, era porque no querías conocerme. Pero hace una semana, te conocí y mi vida cambió. Me explicaste que si no habías venido hace seis años era porque no sabías que eras una Niña Elegida, y no porque no querías conocerme. ¿Quizás podría ser lo mismo con tu padre?

– ¿Qué quieres decir?

– Creo que no quería traicionarte y que realmente te ama con todo su corazón... pero al igual que yo no sabía por qué había estado solo en el mundo digital durante tanto tiempo, no sabes por qué tu padre actuó como lo hizo. Si hablases con él, tal vez le entenderías mejor, como te entendí cuando nos conocimos.

Sakae miró a su digimon y sus ojos brillaron.

– Gracias, Ryudamon. Eres un verdadero amigo.

– ¿Vas a dormir en el techo?

– Sí, creo. Estamos en verano y la temperatura es agradable.

– ¿Puedo quedarme contigo? De esa manera, si el viento sopla, podré calentarte con mi piel.

– Gracias Ryudamon...

La chica se tumbó en el suelo, su digimon contra ella, y pronto se durmieron.

Avanzada la noche, apareció una sombra en la terraza. Se acercó a Sakae y Ryudamon, se inclinó y puso suavemente una manta sobre ellos. Sakae se estremeció y abrió los ojos: la sombra se enderezó y se alejó, pero la chica tuvo tiempo de percibir sus rasgos: después de quince años de ausencia, el director de la Agencia había decidido cuidar a su hija.

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El sol del amanecer pasó a través de la persiana californiana del ventanal e iluminó los sofás con unas líneas claras. Los Niños Elegidos habían pasado la noche en la sala de los sofás. Cuando un rayo de sol polvoriento llegó a su rostro, Takeru abrió los ojos. Se sentó frotándose los párpados: sus amigos aún dormían. Patamon estaba acurrucado a su lado. Takeru sonrió y puso una mano sobre su espalda: podía sentirle respirar. El joven levantó la vista y se dio cuenta de que Koushiro estaba sentado frente a la ventana y que había levantado un poco la persiana para mirar hacia afuera. Tentomon estaba durmiendo a sus pies. El joven parecía absorto en sus pensamientos. Takeru adivinó, viendo las ojeras que tenía, que no había dormido mucho. Se enderezó y se acercó a su amigo:

– Hola, Koushiro...

– Ah, Takeru! Buenos días.

– ¿Cómo te sientes?

– Admito que no he dormido mucho.

– Entiendo. Sora me dijo que viste a Sakae anoche. Seguro que tu presencia la ayudó.

– Sí. A mí también me ayudó hablar. Normalmente, me cuesta expresar mis emociones, pero con Sakae es más fácil.

– ¿Has pensado en tu verdadero padre?

– Sí, toda la noche. Al padre de Sakae también.

Takeru frunció el ceño y vino a sentarse al lado de Koushiro.

– Sé que no es exactamente lo mismo, pero mi hermano y yo sufrimos mucho por las decisiones de nuestros padres, sobre todo cuando decidieron divorciar. Cuando pasó, creo que estuve tan enfadado contra mis padres como Sakae y tú estáis enfadados contra el director de la agencia ahora. Sin embargo, son nuestros padres y creo que hagan lo que hagan, siempre estaremos vinculados a ellos. Entonces... espero sinceramente que Sakae hable con su padre, y que tú también lo hagas.

Koushiro miró hacia abajo y sonrió.

– Creo que voy efectivamente a hablarle. Quiero saber qué tiene que decirnos.

Koushiro sonrió agradecido a Takeru. En ese momento, sus amigos se despertaron poco a poco detrás de ellos. Yamato, Joe, Hikari y Nishijima fueron a cafetería coger comida para todos para el desayuno. Mientras traían bandejas llenas de huevos fritos, tostadas, fideos, cereales y jugo de frutas, Sakae apareció en la esquina de un pasillo. Ryudamon la seguía.

– Sakae, dijo Hikari. ¿Cómo te sientes?

– Mejor... digamos que he superado el primer shock. ¿Puedo unirme a vosotros para el desayuno?

– Por supuesto, asintió Yamato.

Cuando Sakae entró en la sala de los sofás, las caras de sus amigos se iluminaron. Todos se habían preocupado. ¿Cómo se sentía? ¿Había podido descansar un poco?

– ¿Vas a hablar con tu padre? le preguntó finalmente Mimi.

– Sí.

Koushiro levantó la vista, sorprendido.

– Entonces... ¿ya no estás enfadada contra él?

– No, pero lo estaré toda mi vida si no le hablo. No sé si podré perdonarle por lo que hizo, pero al menos quiero expresárselo.

Koushiro sonrió, conmovido por el coraje de la chica. Se acercó a ella y le dijo:

– Entonces iré contigo.

Sus amigos asintieron. Taichi añadió:

– Todos iremos contigo.

Media hora después, Meiko fue a buscar a su padre en su despacho. Al igual que los Niños Elegidos, el Sr. Mochizuki había dormido en la Agencia. La entrada de su hija lo sacó de su sueño. Se enderezó en su silla, asombrado.

– Buenos días papá, saludó a Meiko.

– Meiko... ¿cómo va Sakae?

– Se ve mejor esta mañana. Quiere hablar con su padre. A todos nos gustaría escuchar lo que tiene que decirnos.

– ¿Os sentéis listos? ¿Sakae está segura de ella?

– Sí.

– Entonces vamos.

– ¿Pueden venir los digimons con nosotros?

– Preferiría que no. Los empleados de la Agencia han llegado y si ven a los digimons podrían entrar en pánico. Pídele a Koushiro que los ponga en su ordenador.

– Vale, entiendo.

Pocos minutos después, el Sr. Mochizuki llevó a los Niños Elegidos al sótano secreto. El padre de Sakae había pasado la noche allí. La primera que miró fue su hija, el segundo fue Koushiro.

– Sakae, Koushiro, murmuró. Creía que nunca volveríais a hablarme.

– Para ser sincera, respondió Sakae, ayer era también es lo yo que pensaba. Pero luego lo habamos con Koushiro y nos dijimos que al menos teníamos que darle la posibilidad de explicarnos todo. Ayer estaba enfadada. Hoy, tengo un montón de preguntas a las cuales me gustaría que usted conteste. Pero hay una que me importa más que las otras.

– Pregúntame lo qué quieres.

– ¿No... no me crio usted porque no me amaba?

El Sr. Tagaya miró a su hija, conmocionado. Tartamudeó:

– No... ¡no, por supuesto que no! Te amaba Sakae, te sigo amando con todo mi corazón... ¡quería estar contigo, te lo juro! Pero me obligaron... y también lo hice para protegerte. Para protegeros, añadió mirando a Koushiro.

– ¿Quiere usted explicarnos todo esto en detalle y... desde el principio? le pidió el joven informático.

El director tragó saliva y asintió. Miró a todos los demás Niños Elegidos y al Nishijima.

– El Sr. Mochizuki y yo hablaremos con dos voces, porque llevamos a cabo todos nuestros proyectos en pareja y antes, en trio cuando tu padre todavía estaba vivo, Koushiro. Lo que os voy a decir os concierne a todos, Niños Elegidos. Pero, voy a empezar desde el principio: la Agencia en la cual os encontráis actualmente fue creada por tu verdadero padre, Koushiro, quien se llamaba Omura, por el Sr. Mochizuki y por mí mismo.

– Ustedes son... ¿los creadores de la Agencia? repitió Yamato, sin palabras. ¿No es el gobierno que la gestiona?

– Al principio, no era el caso, dijo el Sr. Mochizuki. Tagaya, Omura y yo estudiamos en la misma universidad cuando éramos jóvenes, a principios de la década de los 1980. Aunque el desarrollo de Internet se había iniciado en los 1960 y los 1970, la creación de una red informática mundial daba apenas sus primeros pasos cuando empezamos nuestra carrera universitaria.

– Este nuevo ámbito de la ciencia nos interesaba a los tres, continuó el Sr. Tagaya, aunque no teníamos la misma especialidad: yo era físico, Mochizuki era biólogo y Omura matemático. Internet nos fascinaba; tenía tantas nuevas posibilidades que ofrecernos. Al final de nuestra carrera universitaria, nos convertimos los tres en profesores en la Universidad de Tokio. En paralelo, seguimos investigando en nuestro ámbito, y fue tu padre, Koushiro, quien más trabajó sobre las potencialidades de Internet y de los ordenadores.

– Además, dijo el Sr. Mochizuki, yo tenía la convicción de que podía existir otros mundos que los que eran visibles a nuestros ojos. Y tú, Tagaya, tendiste a darme la razón con tus investigaciones en física cuántica.

– Solíamos compartir nuestros puntos de vista entre nosotros, dijo el director de la agencia. Estaba especialmente cerca de tu padre, Koushiro. Era mi mejor amigo. Un día, mientras investigaba un poco más sobre las capacidades de Internet, descubrí una subred enorme. Las conexiones que generaba esta red daban vida a todo un mundo: el mundo digital.

– Ustedes... ¿descubrieron el mundo digital? dijo Taichi, sin palabras.

– Sí, asintió el Sr. Mochizuki.

– Entonces... ¿ustedes no lo crearon? preguntó Koushiro. Era lo que creía.

– No, no lo creamos, dijo el Sr. Tagaya. Aunque quizás tu padre hubiera podido hacerlo.

– De hecho al principio pensamos que era un programa de ordenador creado por los hombres, añadió el Sr. Mochizuki

– Y... ¿no era el caso? dijo Takeru.

– Cuando estudió este mundo gigantesco, explicó el director, Omura rápidamente refutó esta hipótesis. El mundo digital era demasiado complejo para el Internet de la década de los 1980: no podía ser una creación humana.

Los Niños Elegidos miraron al director de la Agencia, estupefactos. ¿El mundo digital no era creación humana? Koushiro sacudió la cabeza:

– Vamos, el mundo digital no pudo nacer solo...

– Solo no, admitió el Sr. Tagaya. Pero es muy posible que el mundo digital haya existido durante mucho tiempo al lado de nuestro mundo y que haya sido creado antes que las tecnologías informáticas.

Los Niños Elegidos abrieron los ojos como platos. ¿El mundo digital, preexistente al Internet?

– Pero entonces... los digimons, el mundo digital, Yggdrasil, Homeostasis... ¿todo esto hubiera nacido antes que los ordenadores? dijo Mimi, perpleja.

– Me parece imposible, dijo Koushiro. Si aceptamos esta hipótesis, significaría que el mundo digital existe fuera de nuestra red mundial.

– Entiendes bien, asintió el Sr. Mochizuki.

– Pero en este caso, ¿por qué los programas informáticos que iniciamos desde la Tierra tienen un impacto en el mundo digital? Pertenece necesariamente a la red, sino no podríamos regirlo mediante nuestras aplicaciones.

Hikari miró hacia abajo y susurró:

– Tailmon me dijo una cosa después de que Homeostasis me haya poseída por vez primera. Cuando habló a través de mí, Homeostasis afirmó que la red informática mundial se parece a un gigantesco mar cuántico que contiene toda la información de Internet. Paralelamente a lo que los humanos han creado en esta red, el mundo digital habría surgido de sí mismo en el mar cuántico para entrelazarse con la web.

– Puede que haya surgido, admitió el Sr. Tagaya. O tal vez ya existía antes, y entonces habría resurgido. La suposición de Omura era que si el mundo digital no se había creado solo, por lo menos no había sido creado por los hombres.

– ¿Entonces, quién lo hubiera creado? dijo Joe. Somos la especie más desarrollada de la Tierra.

– Precisamente.

– ¿Quieren decir, susurró Sora, que el mundo digital fue creado fuera de este planeta?

– Es posible.

– Pero nunca encontramos pruebas de que haya vida fuera de nuestro planeta, objetó Meiko.

– No, dijo el Sr. Mochizuki, pero nuestro conocimiento del universo es todavía limitado.

Los Niños Elegidos, atónitos y dubitativos, intercambiaron una mirada.

– Si entiendo bien, resumió Taichi, ¿creen ustedes que el mundo digital fue creado por extraterrestres y que Internet hace posible conectarse a él?

– Básicamente... eso es, confirmó el director.

– ¿Esta teoría no les parece un poco descabellada? dijo Yamato, escéptico.

Todos los Niños Elegidos asintieron: la historia del Sr. Tagaya y el Sr. Mochizuki les parecía alocada.

– A nosotros también, dijo Tagaya, nos pareció una increíble cuando lo descubrimos. Sin embargo, un punto tendía a reforzar nuestra teoría: en este mundo digital vivían criaturas dotadas de inteligencia.

– Los digimons, murmuró Nishijima.

– Exacto, asintió el Sr. Tagaya. ¡Imaginad nuestra sorpresa! La inteligencia artificial apenas existía en la década de los 1980, por lo que era impensable sugerir que los digimons, que tenían una conciencia propia, fueran una creación humana. Fue esta observación la que nos impulsó a formular la hipótesis de un mundo paralelo al nuestro, al cual nos podríamos conectar gracias a internet. El mundo digital fascinó a tu padre, Koushiro y empezó a estudiarlo febrilmente. Quería entender su historia, descubrir cómo se formó, por qué y cómo Internet nos permitía comunicarnos con él y quién eran estas criaturas que vivían allí. Empezó a redactar un diario en el cual hablaba de su investigación.

– Por otro lado, continuó el Sr. Mochizuki, empezamos a hacernos muchas preguntas: si el mundo digital había preexistido a Internet, nuestro descubrimiento ponía en tela de juicio todas las concepciones científicas que los hombres habían establecido hasta ahora. No estábamos seguros de lo que encontraríamos en el mundo digital, así que decidimos no hablar a nadie de nuestro descubrimiento al principio.

– Sin embargo, dijo el director, Omura sabía que con el desarrollo de Internet, era cada vez más probable que se crease un pasaje entre nuestro mundo y el mundo digital y que alguien más termine descubriendo la existencia del mundo digital. Éramos conscientes de que podía ser peligroso, así que solicitamos encontrarnos con un representante de la Agencia de Defensa de Japón. Después de oír nuestra historia, éste nos dijo que guardemos este descubrimiento para nosotros y que a partir de ahora sería considerado como secreto de estado. Entonces, los tres formamos un laboratorio en la universidad donde trabajábamos para continuar nuestra investigación. Los digimons nos asombraron, porque eran formas de vida inteligente y autónoma. Tu padre, Koushiro, soñaba con ir al mundo digital para conocerlos un día. Si hubiera sabido que su hijo cumpliría este sueño, creo que hubiera sido muy feliz...

Koushiro sonrió e intentó imaginar a su verdadero padre estudiando el mundo digital con entusiasmo. Sin duda se hubieran llevado bien.

– Pero en este caso, intervino Sora, ¿usted nunca fue al mundo digital con el Sr. Mochizuki y el Sr. Omura?

– No, ¿por qué? preguntó el director.

– Yggdrasil nos dijo que antes que nosotros, antes que el Sr. Nishijima y sus amigos, otros seres humanos habían venido al mundo digital. Al escuchar su historia, pensé que eran ustedes.

– No, nunca entramos en el mundo digital, dijo el Sr. Tagaya. Pero si lo que dice Yggdrasil es cierto, hubiéramos tenido que detectar esta presencia humana...

– Salvo que su teoría de universo paralelo sea cierta, dijo Taichi, y que el mundo digital haya preexistido a las tecnologías de Internet. En este caso, unos humanos hubieran podido entrar en el mundo digital antes de que ustedes lo descubrieran.

– Quizás, susurró el director. Pero aun así, es muy extraño...

– ¿Cómo pasó la continuación de sus investigaciones sobre el mundo digital? preguntó Takeru.

– Unos años después, continuó el Sr. Mochizuki, nos casamos los tres casi al mismo tiempo. En 1988, Meiko, naciste.

– Al año siguiente, añadió el Sr. Tagaya, Omura y yo también nos convertimos en padres: tuve una hija, tú, Sakae, y Omura tuvo un hijo, a quien llamó Koushiro.

Sakae y Koushiro parpadearon, mirando fijamente al director de la Agencia.

– Fue ese mismo año que Omura detectó una forma de vida diferente en el mundo digital, continuó el Sr. Tagaya. No eran digimons; eran seres humanos.

El Sr. Nishijima se estremeció. 1989... tenía once años, Hime doce, y en abril de aquel año...

– ¡Fue la primera vez que entramos en el mundo digital con mis amigos! exclamó, estupefacto. Durante ese viaje, luchamos contra los Amos Oscuros, ¡y el digimon de Hime fue sacrificado!

– Exacto, confirmó el Sr. Mochizuki. Pero en ese momento, no conocíamos la existencia de los Amos Oscuros y no sabíamos lo que os había pasado. Solo sabíamos que unos seres humanos habían logrado entrar en el mundo digital y eso nos parecía extraordinario. ¿Cómo habíais conseguido entrar? ¿Quién erais? Os buscamos durante tres meses y finalmente os encontramos. Descubrimos, incrédulos, que solo erais unos niños. Os observamos, os seguimos, os escuchamos y comprendimos que habíais tenido que luchar contra ciertos digimons malvados. Tuvimos ese día la confirmación de que el mundo digital podía ser peligroso. El miedo se apoderó de nosotros cuando entendimos que nuestro descubrimiento pudiera, quizás, amenazar a la humanidad.

– Al mismo tiempo, añadió el señor Tagaya, el gobierno empezó a presionarnos. La Agencia de Defensa de Japón sabía que habíamos estado estudiando el mundo digital durante varios años y nuestras investigaciones les interesaban.

– ¿Con qué propósito? preguntó Sakae.

– Oficialmente, respondió el Sr. Mochizuki, estaban interesados en el mundo digital para estimar si la vida podía existir fuera de la Tierra. En realidad, estábamos en plena Guerra Fría y una célula secreta del ejército quería utilizar nuestras investigaciones para desarrollar una estrategia militar que le permitiera a Japón defenderse si estallaba una nueva guerra mundial. Y, en esta estrategia, los digimons representaban un arma de primera categoría para defenderse contra un enemigo.

– Querían convertir los digimons en... ¿unas armas? dijo Taichi, con la boca abierta.

– Sí, asintió el Sr. Mochizuki. Nos habían presionado en este sentido desde el principio de nuestras investigaciones, pero se intensificó en 1989. Omura, Tagaya y yo siempre nos habíamos negado a compartir nuestro conocimiento para ayudar al ejército a convertir los digimons en unas armas.

– No teníamos suficientemente datos sobre el mundo digital en aquel momento, así que no queríamos tomar riesgos, añadió el padre de Sakae, pero los políticos a los cual intentamos explicárselo no nos escucharon y no nos defendieron contra el ejército. Queríamos proteger nuestro descubrimiento a toda costa... y pagamos un precio muy alto por ello.

El Sr. Tagaya miró a Sakae y Koushiro, que se estremecieron. Con voz débil, Sakae murmuró:

– Ese accidente de coche... no fue un accidente, ¿verdad?

Su padre miró hacia abajo y asintió.

– Un día de agosto de 1989, recibimos una carta urgente de un representante del ejército que quería hablar con nosotros. No le contestamos.

– Unos días después, dijo el Sr. Mochizuki, me fui de vacaciones con mi esposa y nuestra hija.

– Por mi parte, continuó el director, había planeado irme un día de fin de semana con mi esposa, Omura y su esposa a un centro aguas termales para cambiar un poco de aire, porque esta historia empezaba a preocuparnos. Pedimos a una joven estudiante que cuidara de nuestros hijos durante nuestra ausencia, dijo el Sr. Tagaya, mirando a Sakae y Koushiro. Entonces, Omura, yo y nuestras esposas fuimos las aguas termales y luego al restaurante, utilizando un único coche, el de Omura. Cuando regresamos a Tokio ya había anochecido. Seguíamos una carretera mal iluminada y vimos demasiado tarde ese tronco de árbol que se había caído sobre la calzada. Nos atropellamos violentamente contra él. Omura y su esposa, que estaban en el asiento delantero, murieron instantáneamente. Mi esposa y yo teníamos graves heridas graves cuando llegaron las ambulancias y la policía. Nos llevaron al hospital, donde mi esposa murió a consecuencias de sus heridas. En cuanto a mí, estuve entre la vida y la muerte durante varios días, pero sobreviví.

El director se pasó sin pensar una mano sobre el cuello, donde el cinturón de seguridad le había dejado unas cicatrices profundas. Luego, miró a su hija, luego a Koushiro.

– Lo siento. Por tus padres, Koushiro, y por tu madre Sakae.

Los adolescentes miraron al Sr. Tagaya, conmocionados. Sakae sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. Koushiro apretó los párpados, pero pronto, las lágrimas corrieron también por sus mejillas. Levantó la cabeza y preguntó:

– Este tronco en la carretera... ¿alguien lo cortó?

– Sí, asintió el padre de Sakae. Pero no me enteré de ello hasta varios días después, cuando mi condición mejoró. Unos agentes del gobierno vinieron a verme cuando estaba en el hospital. Me hicieron entender que parte del ejército había hecho caso omiso de las órdenes del Primer Ministro y había querido eliminarnos para poder utilizar nuestros descubrimientos. El ejército creía que si conseguía obtener las informaciones de las cuales disponíamos, podría presionar el gobierno para que éste aceptara convertir los digimons en armas. Con tales armas, el ejército pensaba que Japón estaría mejor protegido si estallaba una nueva guerra, y este argumento de "protección nacional" le llevó a pensar que tenía que eliminar todos los que se opondrían a este proyecto. Omura, Mochizuki y yo les molestábamos y decidieron eliminarnos, aunque fuese un crimen. No pensaban que yo sobreviviría al accidente. Ante esta desobediencia por parte del ejército, el gobierno tomó medidas y arrestó a la mayoría de los sediciosos. Por fin, le Primer Ministro se tomó en serio nuestro descubrimiento y no quería que el mundo digital se utilizara con fines militares. Por fin, el gobierno estaba de nuestro lado, pero era demasiado tarde para Omura, murmuró el director con la voz rota.

– Para preservar el mundo digital, continuó el Sr. Mochizuki, el gobierno creó la Agencia Administrativa.

– Los agentes oficiales que vinieron a verme al hospital querían que fuese el director de esta Agencia, añadió el padre de Sakae. Sin embargo, me advirtieron que el gobierno no había conseguido detener a todos los traidores del ejército. Existía el riesgo que intentasen matarme de nuevo. Para protegerme de sus represalias, los agentes del gobierno me propusieron una solución drástica: que el hospital me declarase muerto y que luego cambiase de nombre. De esta manera, me convertiría en un hombre invisible que no aparecería en ningún registro civil y por lo tanto, podría dirigir la Agencia Administrativa. Sabían que aparte de mi esposa, a quien acababa de perder, ya no tenía familia. Les respondí que tenía una hija y que no quería abandonarla.

Sakae se estremeció: su padre había resistido a los agentes del gobierno. Nunca había querido abandonarla. Sintió lágrimas de emoción llenar sus ojos otra vez.

– Pero los agentes del gobierno insistieron, dijo el director, y terminaron presionándome: una parte del ejército había intentado matarme y podría ir tras mi hija si descubrían que estaba todavía vivo. Además, había sido el mejor amigo de Omura y era el quien mejor entendía sus investigaciones. Ya que Omura había muerto, era a partir de ahora el depositario de su conocimiento. Si los traidores reincidían, yo sería probablemente su primer objetivo. Los agentes del gobierno me dijeron que si decidía criar a mi hija a pesar de esta situación, la pondría en peligro. Y no sé por qué, pero terminé creyéndoles. Hoy me arrepiento. Pero en ese momento, pensé que estaba actuando por tu seguridad, Sakae. Te lo juro. Entonces me declararon muerto en el hospital. Cambié mi nombre y me convertí en el director de la Agencia, donde he trabajado durante quince años en la sombra.

– Yo también cambié mi nombre, dijo Mochizuki, y acepté adoptarte, Sakae. Había estado menos involucrado que Tagaya en este asunto y ambos pensábamos que estarías a salvo conmigo. Además, Tagaya sabía que si venías a vivir conmigo, yo le podría dar frecuentemente de tus noticias. Lamento haberte mentido durante tantos años, Sakae.

– No, balbuceó la joven, secándose las lágrimas, no… lo entiendo.

– Tres meses después, dijo el Sr. Tagaya, el Muro de Berlín cayó y la Guerra Fría se terminó. Nadie en el ejército pensó más en utilizar los digimons como armas.

El director de la Agencia se volvió hacia Koushiro.

– Tu padre todavía tenía parientes lejanos que aceptaron adoptarte. Ni el Sr. Mochizuki ni yo nos opusimos a esta adopción, porque pensábamos que estarías más protegido con una familia que no sabía nada del mundo digital. De hecho, los Izumi no sabían nada de las actividades secretas de tu padre.

– Entiendo su decisión, dijo el joven. Si les sirve de consolación, son personas maravillosas. Les quiero mucho.

El Sr. Mochizuki y el Sr. Tagaya intercambiaron una mirada y se sonrieron.

– En esta Agencia, concluyó el Sr. Mochizuki, seguimos estudiando el mundo digital durante quince años. También seguíamos vigilando a los primeros humanos que habían entrado en el mundo digital, añadió mirando hacia Nishijima. No nos atrevíamos a hablaros porque erais solo unos niños en aquel tiempo. Seis años después de la muerte de Omura, usted, agente Nishijima, y sus amigos volvieron al mundo digital. También fue este día cuando surgieron digimons en el mundo real por vez primera.

– Parrotmon, luego Greymon que lo venció, recordó Taichi.

– Sí, nosotros estábamos luchando contra Apocalymon, dijo Nishijima con gravedad.

– Exacto, asintió el Sr. Tagaya. Pero en la Agencia no lo sabíamos. Era la primera vez que veíamos digimons en el mundo real. Ya no podíamos dudar de su existencia. Después de esa batalla, solo dos de los cinco adolescentes que habían ido al mundo digital regresaron a la Tierra.

Una arruga apareció en la frente de Nishijima y miró hacia abajo, con los ojos llenos de dolor.

– Hicimos una investigación para saber que había pasado, continuó el Sr. Mochizuki, y descubrimos que los tres adolescentes que no habían regresado a la Tierra habían sido declarados muertos. Sin embargo, no se había realizado ninguna ceremonia de cremación.

– Solo los padres de nuestros amigos conocen la verdad, susurró el Sr. Nishijima.

– Entendimos que había pasado algo grave en el mundo digital, dijo el Sr. Tagaya. Solo quedaban dos supervivientes, por lo que era urgente que nos pusiéramos en contacto con ellos.

– Fue entonces cuando ustedes propusieron a Hime que trabajase para la Agencia, recordó Nishijima. Sabíais desde el principio que habíamos ido al mundo digital... ¿por qué no nos lo dijeron?

– Sólo erais unos adolescentes, dijo Mochizuki.

– Unos adolescentes que habían visto morir a sus amigos para salvar nuestros dos mundos, respondió secamente Nishijima.

– No sabíamos qué tipos de informaciones disponíais sobre el mundo digital y tampoco sabíamos si estaríais dispuestos a trabajar para nosotros, dijo el director. De hecho, agente Nishijima, usted era bastante reacio a la idea de integrar nuestra Agencia.

– No estaba listo para hacerlo en aquella época.

– Sí, lo entiendo, asintió el Sr. Mochizuki.

– La Sra. Himekawa vino a nuestro equipo y empezó a trabajar para nosotros, dijo el director. Era una chica brillante, a quien decidí encontrar personalmente aunque normalmente nunca veía mis empleados. Le enseñé muchas cosas, pero nunca le dije que éramos los que habían descubierto el mundo digital con el Sr. Mochizuki. Ahora que ha decidido servir a Yggdrasil, no me arrepiento de haber sido prudente.

El Sr. Mochizuki miró a los Niños Elegidos y dijo:

– Habíamos conseguido proteger a los primeros Niños Elegidos que estaban todavía en vida. Sin embargo, no podíamos imaginarnos que cuatro años después os tocaría a vosotros, nuevos Niños Elegidos, ir al mundo digital.

– Nos sorprendimos aún más cuando descubrimos que de los ocho nuevos Niños Elegidos, uno era Koushiro, dijo el director con voz temblorosa. ¿Por qué tú? Me lo he preguntado muy a menudo.

– Unos meses después de vuestra aventura, dijo el Sr. Mochizuki, Meiko conoció a Meicoomon. Esta vez, empezamos a tener miedo: ¿se pudiera que alguien eligiera a nuestros hijos para ser los nuevos Elegidos porque habíamos descubierto el mundo digital?

– No creo, respondió Yamato, aparte de Koushiro, Sakae y Meiko, la mayoría de nosotros tenemos padres que ignoraban la existencia del mundo digital antes de que hiciéramos nuestro primer viaje allí.

– Es verdad, confirmó Taichi. No creo que Koushiro, Sakae y Meiko se hayan convertido en Niños Elegidos porque ustedes descubrieron el mundo digital.

– Es posible, admitió el director, pero hace seis años, no sabíamos qué pensar. Por eso, Sakae, pedí al Sr. Mochizuki que te alejara de los digimons. No habíamos olvidado lo que pasó con los primeros Niños Elegidos y no queríamos que te pasara lo mismo.

Sakae miró a su padre, emocionada y llena de gratitud. El Sr. Tagaya sonrió y luego se volvió hacia los Niños Elegidos.

– Os hemos contado toda nuestra historia. Queríamos que lo conocierais.

– Nunca hubiéramos adivinado todo esto solos, dijo Joe.

– Es asombroso, pensábamos que éramos los únicos en conocer la existencia del Mundo Digital, cuando ustedes ya lo habíais descubierto antes de que naciéramos, dijo Mimi, atónita.

– Os hemos contado nuestra historia, dijo el Sr. Mochizuki, pero hay una cosa que no os hemos dicho. Es la razón por la cual os trajimos de vuelta al mundo real.

– ¿Cuál es? preguntó Takeru.

– Hace dos días recibimos una visita de Hackmon, dijo Mochizuki.

– ¿Hackmon? repitió Nishijima. No hemos tenido noticias suyas desde mucho tiempo.

– ¿Homeostasis le envió como mensajero? preguntó Sora, sospechosa.

– Sí y no, respondió el Sr. Tagaya. Hackmon nos informó que Yggdrasil ha enviado a los Siete Señores Demonios al mundo digital para buscar algo.

– ¿Qué? Preguntó Yamato.

– Algo que podría fortalecer a Yggdrasil dándole unas informaciones que no tiene, explicó el Sr. Mochizuki.

– ¿Sabe usted qué tipo de información se trata? preguntó Koushiro.

– No, desgraciadamente, dijo el director. Pero Hackmon dejó en claro que hay que impedir que los Señores Demonios alcancen su objetivo. El problema es que el objeto que buscan cambia constantemente de lugar.

– ¿Cómo es posible? Meiko se preguntó.

– Nunca queda más de un día en el mismo lugar, aclaró Mochizuki. Hackmon estaba convencido de que las notas que nos dejó Omura podría permitirnos localizar este objeto.

– ¿Las notas… de mi padre? repitió Koushiro.

– Sí, asintió el director. Tu padre era un hombre brillante y había estudiado el mundo digital como nadie antes que él. Su diario tiene probablemente informaciones interesantes para ayudarnos. Por desgracia, está lleno de páginas totalmente cubiertas con ecuaciones matemáticas, sin ninguna explicación. Os hemos traído de vuelta al mundo real para que conozcáis nuestra historia, pero también, Koushiro, para que puedas ayudarme a localizar este objeto que Yggdrasil está buscando, gracias a las notas de tu padre.

Koushiro miró intensamente al director. El Sr. Tagaya lo necesitaba... para entender el diario de su padre. Koushiro se sintió honrado y dijo solemnemente:

– Le ayudaré.

– Gracias. En cuanto a vosotros, dijo, volviéndose hacia los otros Elegidos, podéis iros a casa o quedaros en la habitación que hemos puesto a vuestra disposición. El Sr. Mochizuki os informará tan pronto como tengamos alguna noticia.