¡Buenos días a todos! Lo siento mucho por este mes de ausencia, tenía que terminar de redactar y entregar un TFM de 200 páginas, lo cual me quitó tiempo para traducir los nuevos capítulos de esta fic, pero ¡estoy de vuelta! Además, voy a poder publicar más a menudo ahora. Espero que este nuevo capítulo les guste, planteo cosas importantes para la continuación.

Quiero agradecer a todos los lectores que siguen esta historia, espero que les sigue haciendo soñar. Hasta pronto ! :)


Capítulo 37

Mientras los Niños Elegidos y Nishijima salían del despacho del sótano -4, Sakae se quedó frente a su padre con Koushiro. El director miró durante un rato a los dos adolescentes y finalmente murmuró:

– Gracias por haberme escuchado. Sé que no fue fácil para vosotros. Me imagino que todavía me culpas por lo que hice, Sakae, ¿verdad?

La chica parpadeó, mirando intensamente a su padre mientras las lágrimas llenaban sus ojos.

– ¿Cómo puedes pensar tal cosa? dijo, tratándole de tú por vez primera. No puedo culparte después de todo lo que nos acabas de contar. Nunca hubiera tenido que juzgarte sin saber. Perdóname... papá.

Sakae se acercó al director y lo abrazó. El Sr. Tagaya se estremeció ante este inesperado gesto de afecto. La felicidad le invadió y abrazó también a su hija. Era la primera vez en quince años. Koushiro les miró con una sonrisa enternecida. Luego, el director miró al joven:

– Y tú, Koushiro, ¿me perdonas por no haber respetado la promesa que le hice a tu padre?

– Ahora sé que usted lo hizo con el único propósito de protegerme. No hay nada que perdonar, hizo lo que creía que era lo mejor para mí. Y mis padres adoptivos me han hecho feliz.

– Entonces, ¿aceptarías que trabajásemos juntos en las notas de tu padre?

– Con mucho placer. Tengo curiosidad por ver cómo escribía mi padre.

El Sr. Tagaya miró al adolescente.

– Te pareces mucho a él, Koushiro. Eres su vivo retrato. Pude observar a distancia los programas que lanzaste en el mundo digital y puedo decir que tienes tanto talento, o incluso más que Omura en informática.

Koushiro se sonrojó ante el cumplido. Sakae se apartó de su padre y le preguntó:

– ¿Puedo quedarme con vosotros?

– Claro. Pero pronto será la hora del almuerzo. ¿Queréis que picoteemos algo antes de empezar?

– ¡Es una buena idea! Vamos a tomarte algo con Koushiro, dijo Sakae.

– Muchas gracias, os espero aquí.

Los adolescentes salieron del despacho. Sakae se detuvo en el pasillo y murmuró:

– Es increíble... no puedo creer que ayer odiase a mi padre, y que hoy... le abracé.

– Sí, la historia de tu padre y del Sr. Mochizuki fue conmovedora, asintió Koushiro. Admiro la integridad que demostró mi padre, aunque lo haya pagado con su vida. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para proteger el mundo digital.

– Y vamos a seguir protegiéndolo, añadió Sakae. Koushiro...

– ¿Sí?

– Quería agradecerte por haberme apoyado. Me siento mejor ahora. Liberada.

– De nada. Yo también me siento mejor.

Los adolescentes se sonrieron y caminaron juntos hasta el ascensor.

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Cuando Koushiro y Sakae volvieron a bajar al sótano -4, les acompañaban dos pequeñas criaturas. Cuando los vio, el Sr. Tagaya se sobresaltó. Los adolescentes sonrieron y Sakae dijo:

– Hablamos mucho, pero al final todavía no conoces a nuestros compañeros digimons. Koushiro y yo, nos dijimos que teníamos que presentártelos: Papá, aquí vienen Ryudamon y Tentomon.

Los digimons avanzaron, Ryudamon caminando, Tentomon volando. El Sr. Tagaya los observó, encantados de conocer a los compañeros de su hija y del que podría haber sido su hijo adoptivo.

– Me alegra conoceros, dijo inclinando la cabeza.

– A mí también me hace muy feliz conocer al padre de Sakae, exclamó Ryudamon.

– Y yo, al director de la Agencia, añadió Tentomon. ¿Sabe usted tantas cosas como Koushiro, señor?

– ¡Ja ja! rio el Sr. Tagaya. ¡Koushiro se parece mucho a su padre, y creo que su conocimiento ya supera al mío a pesar de mis cuarenta y cuatro años!

– Sin embargo, usted nos ayudó mucho cuando abrió este portal en la Isla Files para permitirnos llegar al continente WWW.

– Es verdad, pero fuisteis vosotros, Ryudamon y Tentomon, quienes protegisteis a Sakae y a Koushiro. Os lo agradezco con todo mi corazón.

– ¡Haría cualquier cosa para Sakae! aseguró Ryudamon.

– ¿Os gustaría uniros a nosotros para el almuerzo? preguntó el director.

– ¡Con mucho gusto señor! respondió Tentomon.

Entonces los cinco se instalaron para un almuerzo frugal en el despacho del Sr. Tagaya. Después de terminar la comida, el director fue a buscar el diario de Omura. Cuando lo puso delante de los adolescentes, Koushiro se quedó sorprendido: el diario de su padre era solo un simple cuaderno de espirales. Pasó una mano por la portada. Este simple cuaderno contenía los resultados de varios años de investigación sobre el mundo digital.

– Ábrelo, Koushiro, le susurró Tentomon.

Koushiro pasó la portada y avanzó a través de las páginas: estaban todas cubiertas con ecuaciones y textos explicativos, reflexiones y esquemas. En la parte superior de cada hoja aparecían las diferentes fechas en las cuales su padre había redactado su diario. Lo había escrito casi todos los días: 2 de febrero de 1987, 3 de febrero, 4 de febrero... 16 de marzo de 1988, 22 de marzo, 28 de marzo... 9 de enero de 1989, 8 de abril, 10 de abril, 11 de abril, 22 de abril... 31 de agosto de 1989... La última fecha era el 15 de septiembre de 1989. Tres días antes del accidente de coche. El corazón del joven se acongojó. Volvió por atrás y observó la letra de su padre: los kanjis eran finamente trazados en el papel. Sin embargo, Koushiro también adivinaba en algunas páginas el entusiasmo de su padre. Parecía que había escrito con un gesto más rápido, en la excitación de un descubrimiento. Este simple diario le decía tantas cosas sobre su padre. Koushiro se sintió a la vez muy feliz y muy triste. El director se dio cuenta de su emoción y guardó silencio durante unos minutos.

– Es increíble todo lo que mi padre ya sabía sobre el mundo digital, dijo finalmente Koushiro. Ya había estudiado su geografía y el ciclo vital de los digimons... mirad esto: "los digimons son prueba de que el mundo digital fue creado por una tecnología superior a la nuestra. Estas criaturas nunca mueren realmente; los datos que los componen renacen en la forma de un "digi-huevo"."

– Salvo para los digimons que murieron en el mundo real, resaltó Sakae.

– Sí, pero mi padre no podía saberlo, dijo Koushiro. Ningún digimon penetró en el mundo real durante su vida.

– ¡Pero ya tenía muchos datos sobre nosotros! exclamó Tentomon, impresionado.

– Koushiro, ve al 18 de julio de 1989, le dijo el Sr. Tagaya.

Koushiro obedeció y pronto encontró la página correspondiente. El título que Omura había dado a esta página era: "¿Origen del mundo digital?" A continuación, se podía leer unas frases escritas rápidamente y febrilmente:

"Nuestra civilización no pudo crear el mundo digital. ¿Quién lo creó entonces? ¿Extraterrestres? Esta hipótesis me parece tan extravagante como a mis amigos Tagaya y Mochizuki. ¿Cómo podríamos salir de este callejón sin salida? Los digimons representan una forma de vida artificial que supera cualquier cosa que los científicos e informáticos actuales puedan crear. Incluso yo, con todos mis conocimientos, no estoy seguro de que pudiese lograr tal creación. Estoy convencido de que existe, dentro del propio mundo digital, un sistema de archivos que contiene toda la historia de este mundo, como una especie de historial gigante. Este historial podría probablemente contestar mis preguntas y permitirme seguir con mis investigaciones más adelante. El problema es que no consigo localizarlo en el mundo digital para consultarlo. Ayer estaba a punto de encontrarlo, pero cuando quise entrar en la aplicación, de repente se detuvo. Pensé que mi ordenador se había bloqueado, pero cuando quise encontrar de nuevo el historial esta mañana, había desaparecido de la aplicación donde lo había encontrado. Como si fuera un programa móvil..."

Debajo de este párrafo se alineaban una serie de ecuaciones que no parecían estar relacionadas entre ellas. Sakae frunció el ceño y se volvió hacia su padre:

– ¿Crees que es lo que buscan los Siete Señores Demonios? ¿El historial del mundo digital?

– Me parece plausible, ya que Omura dice que el historial es un programa móvil... y sabemos gracias a Hackmon que lo que buscan los Señores Demonios nunca permanece mucho tiempo en el mismo sitio.

– Pero, ¿por qué buscarían el historial del mundo digital? preguntó Ryudamon.

– Es una buena pregunta, dijo Koushiro.

– De todas maneras, si conseguimos encontrarlo también nos daría muchas claves para entender a Yggdrasil y al mundo digital, señaló Tentomon.

– Parece que mi padre se afanó para encontrar el programa que le daría acceso a este historial... hay páginas y páginas de ecuaciones, señaló Koushiro.

– Les estudiamos con el Sr. Mochizuki, dijo el Sr. Tagaya, pero ninguna de las que probamos nos permitió encontrarlo.

– ¿Las han probado todas?

– No, no todas. Además, no sabemos si hay que utilizar estas ecuaciones por separado o tratar de combinarlas para formar un programa... Omura no dejó ninguna indicación al respecto.

– Hay que buscar y hacer varios intentos, dijo Koushiro, hojeando las páginas. Puede llevar un tiempo, pero voy a empezar de inmediato.

El adolescente abrió su ordenador y lanzó varios programas. Tentomon aterrizó en el escritorio para mirarlo, mientras el Sr. Tagaya cogía una silla para sentarse. El director observó los dedos de Koushiro que tecleaban a toda velocidad para juntar las ecuaciones de Omura. Sus ojos brillaban. Durante un breve instante, el Sr. Tagaya tuvo la impresión de que tenía delante de él a Omura, el Omura de la época cuando eran todavía estudiantes en la universidad.

Sakae estaba de pie detrás de Koushiro y observaba las ecuaciones que estaban apareciendo en la pantalla con perplejidad. No entendía mucho al respecto. Al contrario, Koushiro parecía perfectamente en su elemento. Sus dedos corrían en el teclado como un pianista virtuoso tocando a Chopin. En cuanto a su padre, parecía literalmente fascinado por las habilidades del joven. Sakae cogió el emblema que llevaba siempre atado al cuello y lo contempló: la creatividad. Ella sabía dibujar y crear una vidriera, pero eso no era de mucha ayuda en el mundo digital. Las habilidades que Koushiro tenía en informática parecían mucho más útiles a la hora de luchar contra Yggdrasil. La chica suspiró y se inclinó hacia Ryudamon:

– Dejémoslos trabajar por el momento. Ven, vamos a tomar un café o un chocolate.

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Cuando Sakae llegó a la máquina de café, se encontró con Meiko.

– ¡Meiko! exclamó sorprendida. Pensaba que habías vuelto a casa...

– Pues, al final decidimos quedarnos aquí con los demás, por si encontráis algo importante.

– Entonces, ¿los demás todavía están aquí?

– Sí. Aunque Mimi empieza a quejarse de que quiere ducharse. ¿Por qué no estás con Koushiro y tu padre?

– Están trabajando en el diario de Omura y no entiendo mucho al respecto. Lo único que sé es que los Señores Demonios están potencialmente buscando una suerte de historial del mundo digital...

– ¿Un historial? ¿Quieres decir algo que contaría la historia del digimundo?

– Eso es.

– Me alegra que te hayas reconciliado con tu padre. Tienes mejor aspecto que ayer.

– Me ayudaste mucho. Quería agradecértelo. Sé que no fui muy amable contigo y no te lo merecías.

– Ya está olvidado. Dime, Sakae...

– ¿Sí?

– Cuando toda esta historia termine, ¿seguirás viviendo con papá... quiero decir, con el Sr. Mochizuki, con mi madre y conmigo? O... ¿vas a ir a vivir con tu verdadero padre?

Sakae miró a su hermana con una punzada de corazón. Le sonrío suavemente:

– Todavía no lo sé. Pero pase lo que pase, te prometo que seguiremos viéndonos a menudo. Siempre serás mi hermana, dijo, abrazándola. No pensaba lo que te dije ayer.

Meiko sonrió y también abrazó a Sakae. Sería siempre su hermana menor.

Las dos chicas regresaron a la sala de los sofás donde esperaban sus amigos. Estaban charlando respeto a lo que habían dicho del Sr. Tagaya y el Sr. Mochizuki. Sakae les informó que Koushiro y el Sr. Tagaya estaban investigando sobre el misterioso "historial" del mundo digital. Ante estas palabras, Hikari pestañeó. En voz baja, preguntó:

– Sakae, este historial, ¿podría contener informaciones sobre el lugar donde sueño y en el cual vi a Meicoomon?

Meiko sintió que su corazón se aceleraba. Sakae se puso una mano en la barbilla, pensativa:

– No lo sé... pero voy a preguntarle a mi padre y a Koushiro.

– Por mi parte, dijo el Sr. Nishijima, me pregunto si este historial podría contener la razón por la cual fuimos elegidos como Niños Elegidos...

– O si nos podría dar más informaciones sobre Homeostasis, dijo Sora.

– O sobre Yggdrasil, añadió Yamato.

– No sirve de nada hacer suposiciones hasta que Koushiro y el director hayan encontrado la ubicación del historial, declaró Taichi.

– Tienes razón, no tenemos que hacer demasiada hipótesis, asintió Joe.

– Además, el diario de Omura contiene varias páginas de ecuaciones, así que les va a llevar un poco de tiempo, dijo Sakae.

Los Niños Elegidos intercambiaron una mirada y suspiraron. Iban a tener que ser pacientes.

Esperaron todo el día. A medida que pasaban las horas, la luz disminuyó, el suelo de parqué de la sala de los sofás adquirió tonos dorados y las sombras se extendieron. Finalmente, el sol desapareció, dejando atrás un cielo ardiente en el cual destacaban las oscuras torres de Tokio. La puesta de sol creó entorno a las nubes unos halos color de vino. Finalmente la noche apagó el fuego del cielo cubriéndolo con su tinta azul. Los Niños Elegidos se prepararon para dormir por segunda vez en la Agencia. Yamato, Taichi, Meiko y Hikari se ofrecieron como voluntarios para ir a comprar algo para cenar. Se las habían autorizados a salir de la agencia. Compraron pizzas para llevar y las compartieron con sus amigos en la Agencia. Cuando terminaron de comer, Sakae tomó una de las cajas en las que quedaban dos trozos de pizza.

– Koushiro y mi padre todavía no han comido nada, voy a bajarles algo.

– Voy contigo, dijo Hikari. Me gustaría pedirle a tu padre su opinión sobre mis sueños.

– Vale.

– Yo también, voy con vosotras, dijo Meiko.

Las tres chicas, seguidas por Ryudamon y Tailmon, encontraron rápidamente al Sr. Mochizuki para que activara el ascensor hacia el sótano secreto. Cuando entró en el despacho, Sakae adivinó que su padre y Koushiro no se habían movido ni un centímetro.

– ¿Qué tal? preguntó la chica, acercándose a ellos.

– Hemos intentado utilizar docenas de ecuaciones, combinadas de diferentes maneras, dijo Tagaya, pero todavía no hemos encontrado nada.

– Entonces, ¿no hay esperanza? preguntó el Sr. Mochizuki.

– Hay esperanza, solo hay que seguir probando, dijo Koushiro con firmeza.

– Pero para encontrar la solución, tenéis comer, dijo Sakae. Os traje un poco de pizza.

El adolescente y el director la agradecieron. Entonces notaron la presencia de Hikari y Meiko.

– Sr. Tagaya, dijo Hikari. Me llamo Hikari Yagami, soy la hermana de Taichi. Con mi amiga Meiko, nos gustaría hablarle de unos sueños extraños que suelo hacer y que podrían tener algo que ver con el mundo digital.

La chica le contó acerca del mundo blanco en el cual se transportaba en un sueño. Luego, le habló de la imagen de Meicoomon que se le había aparecido dos veces gracias a unos cubos de datos que contenían recuerdos de los digimons y de los Niños Elegidos. El Sr. Mochizuki también escuchó atentamente su relato. Finalmente, el director se puso una mano en la barbilla y reflexionó.

– Lo siento, dijo al cabo de unos minutos, pero con mi conocimiento actual sobre el mundo, no puedo explicar tu sueño o adivinar la naturaleza de este mundo. Pero tal vez el historial del mundo digital pueda darnos respuestas a todo esto, si lo encontramos.

Hikari bajó la cabeza, un poco decepcionada.

– Es tarde ya, dijo el Sr. Tagaya. Sakae, Meiko, Hikari, tendríais que ir a descansar. Koushiro y yo seguiremos trabajando.

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A la mañana siguiente, Sakae fue la primera en despertarse. Había dormido con sus amigos en la sala de los sofás. Salió en silencio de la habitación para no despertar a Ryudamon y fue al despacho del Sr. Mochizuki: el padre de Meiko se había quedado dormido en su silla. Sakae cogió discretamente la llave que permitía activar el ascensor y bajó al cuarto sótano. Su padre ya no estaba en su despacho. Solo se había quedado Koushiro, dormido en su teclado. Sakae se acercó al él y lo observó.

Sus párpados cerrados temblaban de vez en cuando y su espalda se levantaba al ritmo de su respiración. Mechones rojos recaían sobre su frente y sus sienes, y un siseo se escapaba de sus labios ligeramente abiertos. El sueño apaciguaba su rostro. Raramente parecía tan sereno despierto. Lentamente, Sakae sacó una hoja de papel de una impresora cercana y agarró un lápiz. Se apoyó en la mesa al lado del adolescente y empezó a hacer su retrato. El contorno de su cara, unas curvas para sus ojos cerrados, los mechones pelirrojos… De repente, Koushiro se movió y se despertó lentamente. Sakae ocultó rápidamente el dibujo detrás de su espalda. El adolescente se enderezó y la miró fijamente.

– ¿Sakae? dijo, asombrado. ¿Estás aquí desde hace mucho tiempo?

– No, acabo de llegar. ¿Has encontrado algo?

– No lo sé, dejé que ordenador trabajara toda la noche.

De repente notó la hoja de papel que sobresalía de la espalda de Sakae.

– ¿Qué es? preguntó.

– Na... nada.

Le temblaban las manos y la hoja se le escapó. Revoloteó hasta el suelo donde aterrizó suavemente y Koushiro descubrió el boceto. Sintió que sus mejillas se volvían rojas.

– Me... ¿me dibujaste cuando dormía?

– ¡No te enfades!

– ¡Qué vergüenza!

– ¿Por qué?

– Porque... ¡porque es vergonzoso, eso es todo!

– Sin embargo, yo... te encuentro hermoso cuando duermes.

Al pronunciar estas palabras, Sakae sintió que se sonrojaba también: había hablado demasiado. Los ojos de Koushiro se abrieron, sus mejillas se pusieron aún más rojas. Ya no se atrevió a mirarla. Se quedaron así varios minutos, incomodos. Finalmente, el chico tartamudeó tímidamente:

– Gracias.

Sakae volvió a mirar al adolescente. Koushiro no solo era hermoso cuando dormía. En ese momento, lo encontró adorable y terriblemente atractivo, paralizado por la timidez. Dudó un instante y luego se inclinó hacia él para darle un delicado beso en la mejilla. Koushiro se sobresaltó y fue a punto de caerse de su silla. Se agarró al escritorio in extremis y levantó la vista hacia Sakae. Ella le sonreía con franqueza. El corazón del joven latía muy fuerte. En este momento, su ordenador emitió unos bips. Koushiro giró la cabeza. Acercó su silla al escritorio y abrió la pestaña parpadeante. Su mirada se iluminó y exclamó:

– ¡Ha funcionado! ¡He localizado el historial del mundo digital!

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Los adolescentes despertaron rápidamente a sus amigos y al Sr. Mochizuki. Sakae encontró a su padre que había ido a tomar un café. Se reunieron todos, con sus digimons, en el despacho secreto del Sr. Tagaya. A Koushiro le costaba contener su emoción.

– ¿Entonces? preguntó Tentomon.

– ¡Lo encontré! exclamó Koushiro. Después de leer y releer el diario de mi padre, entendí que el Sr. Tagaya y el Sr. Mochizuki habían cortado la secuencia de ecuaciones en el lugar equivocado, y que algunos números no formaban parte del programa: solo eran indicaciones. Entonces ordené toda la información y luego tuve que compilar los códigos y crear un ejecutable...

– Todo esto parece muy complicado, observó Agumon.

– Y entonces, ¿lo conseguiste? preguntó Taichi.

– ¡Sí! Tengo la localización del historial del mundo digital. Sin embargo, no es un programa simple, es un conjunto de datos a los que no tengo acceso desde este despacho.

– ¿Cómo podemos acceder a su contenido, en este caso? le preguntó Yamato.

– Tenemos que ir a recuperarlo en el digimundo. El historial probablemente tiene una forma física allí.

– ¿Qué forma física? preguntó Meiko

– No lo sé... tal vez un libro.

– ¡Tenemos que recuperarlo antes que los Señores Demonios! exclamó Gabumon.

– Sí, pero tenemos que actuar rápido, porque el historial probablemente no se quedará en el mismo sitio durante mucho tiempo.

Koushiro se dirigió al director de la Agencia:

– ¿Cree usted que si conectamos y los digivices D–3 de Hikari y Takeru se podrá abrir un portal al mundo digital desde aquí?

– Sí, sin problema.

El Sr. Tagaya preparó su ordenador y luego dijo:

– Ya está. Takeru, Hikari, por favor.

Los dos adolescentes sacaron sus D– 3 que eran capaces de abrir un portal al mundo digital desde la Tierra, a diferencia de los digivices tradicionales que tenían sus amigos. Los apuntaron a la pantalla. Una luz emanó del ordenador, los envolvió y los aspiró con Tailmon y Patamon: el portal estaba abierto. Uno por uno, los demás Niños Elegidos y sus digimons se acercaron a la pantalla y se transportaron al mundo digital. Koushiro y Sakae estaban a punto de dar un paso adelante, cuando el Sr. Tagaya los detuvo y los miró uno tras otro.

– Gracias, Koushiro, dijo. Eres realmente el digno sucesor de Omura. Tu padre estaría muy orgulloso de ti.

– Gracias.

– Cuidaos los dos.

– Prometido, le juró Sakae.

– Y vosotros, añadió el director a Tentomon y Ryudamon, cuídalos.

– ¡Cuente con nosotros! asintió Ryudamon con un movimiento de la cabeza.

– Sí, no se preocupe señor director, dijo Tentomon.

Koushiro y Sakae se volvieron hacia la pantalla, levantaron sus digivices y desaparecieron a su vez, con sus digimons. Solo quedaba Nishijima, que intercambió una mirada interrogativa con el Sr. Mochizuki y el Sr. Tagaya.

– Vaya con ellos, Agente Nishijima, le dijo el Sr. Mochizuki. Usted ha ayudado mucho a estos niños, apreciarán su apoyo. Y, quién sabe, ¿quizás descubra por qué usted y sus amigos fueron elegidos gracias al historial?

Nishijima miró a los dos hombres y asintió. A su vez, sacó su digivice. La luz le rodeó y unos segundos después, el Sr. Tagaya y el Sr. Mochizuki estaban solos en la despacho secreto del cuarto sótano.

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Los Niños Elegidos aterrizaron en una gran meseta que se terminaba en un acantilado, desde el cual dominaban un gran bosque. Más allá de este bosque, a varios kilómetros de distancia, podían percibir las orillas del mar. Un aire fresco y salado soplaba y el cielo estaba cargado de nubes negras.

– Brrr, hace un frío polar aquí, susurró Patamon, aterrizando en el hombro de Takeru.

– Estamos al norte del continente WWW, dijo Koushiro. Cuando hayamos encontrado el historial del mundo digital, solo tendremos que liberar a Xuanwumon, que está encarcelado en una isla en este mar que vemos a lo lejos.

– Perfecto, así que recuperamos el historial, ¡y luego nos ponemos en marcha para liberar a Xuanwumon! exclamó Taichi enérgicamente.

– ¡Así, matamos dos pájaros de un tiro! dijo Joe.

– Despacio, les calmó Sora. Primero tenemos que encontrar el historial.

– ¿Dónde se supone que está, Koushiro? le preguntó Yamato.

– Bueno, tendríamos que estar justo al lado. Pero es posible que esté protegido...

– ¿Protegido? preguntó Sakae.

– Tal vez está escondido en un espacio paralelo, invisible a nuestros ojos... un poco como el mundo de Piximon, si lo recordáis.

– O sea, ¿quieres decir que estamos justo al lado del sitio donde está el historial, pero que no lo vemos? entendió Mimi.

– Sí, eso es.

– ¡Entonces vamos a buscarlo! exclamó Tailmon.

Todos deambularon a lo largo de la meseta buscando una entrada o un punto de contacto con el espacio paralelo que protegía el histórico. De repente, Hikari exclamó:

– ¡Lo he encontrado!

Todos se unieron a ella. La chica miraba hacia adelante, como si viera algo que los demás no pudieran ver. Luego levantó un brazo, lo extendió y, de repente... ¡desapareció! Los Niños Elegidos la miraron atónitos. Hikari dio un paso adelante y su cuerpo se desvaneció por completo.

– ¡Hikari! exclamó Taichi.

– ¡Estoy bien! le respondió la voz de la adolescente. ¡Estoy justo del otro lado de la barrera, ¡venid!

Los Niños Elegidos intercambiaron una mirada y atravesaron el límite invisible a su vez. Les llevó a un espacio paralelo a la meseta. Dentro de esta extraña burbuja, aún podían ver el acantilado, pero sabían que alguien que estuviera fuera de la burbuja no podría verlos. Entonces se dieron la vuelta para ver el mundo en el cual acababan de entrar.

Y se quedaron sin palabras.

La luz cruda del sol caía del cielo para iluminar la esquina de los tejados, las aristas de las casas, las curvas de las arcadas. Los Niños Elegidos parpadearon: estaban delante de una gran ciudad. Bajo la brillante luz reinaba un silencio absoluto, casi irreal. Pisaban un césped que no se había cortado desde hacía mucho tiempo; una suave brisa hacía temblar las briznas de hierba. Aquí y allá, unas flores multicolores se mecían con el viento; su fragancia primaveral se mezclaba con el cálido aroma del sol. En la cuenca de una fuente, muy cerca de ellos, el canto de las gotas resonaba cuando arrugaban la superficie del agua. Ninguna nube atravesaba el cielo azul; la temperatura de este mundo daba una sensación de bienestar, de gravedad cero. Frente a ellos se alzaba una imponente construcción de piedra, compuesta por docenas de arcos que se superponían en largas líneas.

– ¿Es una muralla? preguntó Mimi.

– No, es un acueducto, la corrigió Meiko.

El nivel superior estaba parcialmente destruido: faltaban varios bloques en el ensamblaje de piedra. Los Niños Elegidos avanzaron y pasaron debajo de sus arcadas. Después del acueducto empezaba la ciudad que habían apercibido a lo lejos. Las calles por las cuales caminaron estaban cubiertas por un espeso musgo que olía a humus. De cada lado se alzaban casas de piedra ocre o blanca, totalmente recubiertas por la vegetación. De los balcones colgaban hiedras, ramas y flores. El viento entraba por las ventanas rotas de estas viviendas, susurrando como el murmullo de un tiempo olvidado.

– Es una ciudad abandonada, susurró Takeru.

– Es extraño, nunca habíamos visto una ciudad así en el mundo digital, dijo Yamato.

– Es cierto, las que visitamos estaban todas habitadas por digimons, asintió Sora.

– Hay una atmósfera extraña aquí, murmuró Hikari con inquietud.

– Sí, coincidió Tailmon. Este lugar no es el mundo digital que conocemos.

Siguieron avanzando. De repente, Sakae se resbaló. Taichi la agarró por el brazo in extremis y la ayudó a enderezarse. Koushiro frunció el ceño: mientras se deslizaba, Sakae había arrancado con sus pies un pedazo de musgo que recubría la calle. Intrigado, se agachó y frotó el suelo aún más para ver lo que había: la calzada estaba deliberadamente curvada en el centro.

– Había alcantarillados aquí, dijo.

– ¿Alcantarillados en el mundo digital? se sorprendió Takeru.

– Es como si esta ciudad hubiera sido construida para estar habitada por humanos, reflexionó Nishijima.

Intercambiaron una mirada, perplejos, y siguieron su camino. No quedaban puertas en las casas. Sora se acercó a una de ellas y entró. Dentro, la naturaleza lo había invadido todo. Sin embargo quedaban unos objetos en el suelo, congelados por el tiempo y casi confundidos con la vegetación. Se inclinó, recogió uno y lo limpió del musgo que le recubría: era un objeto de vidrio, en forma de gota de agua. Le recordaba algo, pero ¿qué? Mimi entró detrás de ella y exclamó:

– ¡Parece una bombilla!

Koushiro también entró en la casa y observó el objeto que Sora tenía en la mano.

– ¿Puedo verlo?

Tomó el objeto, lo sacudió y notó que había un filamento metálico adentro.

– Es realmente una bombilla, confirmó.

– ¿En serio? repitió Mimi. En este caso, ¿había una red eléctrica dentro de este mundo invisible?

– Parece que sí.

– ¡Venid a ver! los llamó Hikari.

Había entrado en otra casa más grande y tenía entre sus manos una hoja que parecía hecha de papel. Inclinándose, los demás se dieron cuenta de que era una fotografía. Sus ojos se abrieron como platos.

– ¡Esta es una foto de seres humanos! dijo Nishijima, con la boca abierta.

– Con unos digimons, añadió Sakae.

Efectivamente, la foto representaba a una familia. Un padre, una madre y tres hijos: dos niños y una niña. Tenían la piel pálida, el cabello castaño o negro, ojos achinados pero pupilas verdes o azules. La ropa que llevaban no se parecía en absoluto a la que llevaban los adolescentes. Había Digimons posaban a su lado: los Niños Elegidos reconocieron un Gabumon, un Piyomon, un Hawkmon, un Patamon y un Ottamamon.

– Estos humanos son extraños, dijo Yamato. Parecen como si fuera hijos al mismo tiempo de europeos y japoneses.

– Y llevan una ropa muy extraña, añadió Mimi.

– ¿Creéis que son los humanos que nos precedieron en el mundo digital, como nos dijo Yggdrasil? preguntó Sora.

– En cualquier caso, señaló Takeru, se hicieron tomar en foto con digimons. ¿Creéis que son sus compañeros?

– Es difícil de decir, dijo Taichi. Pero parecen todos muy amigos.

Hikari dio la vuelta a la fotografía: todos se dieron cuenta de que no era papel, sino más bien una fina placa iridiscente.

– Me pregunto de qué está hecha esta imagen.

– No es papel fotográfico, dijo Sakae, mirándolo. Esto se parece más a un metal... pero es una aleación que desconozco.

– Hay algo anormal en este mundo paralelo, susurró Hikari, nerviosa. Es como si estuviéramos en la Tierra, pero había ocurrido una catástrofe...

– Sin embargo, se supone que todo lo que vemos aquí es el resultado de un programa informático, ¿no? preguntó Joe.

– Normalmente sí, asintió Koushiro que parecía dudar de sus propias palabras.

De repente salieron del laberinto de calles y se encontraron en una gran plaza. Todos los Niños Elegidos se quedaron estupefactos.

Delante de ellos se alzaba una gigantesca pirámide de planta rectangular que medía más de setenta metros de longitud y veinte metros de altura. Había sido construido en terrazas que creaban cinco niveles hasta la cima del monumento. Varias escaleras laterales, pegadas à la pared, permitían subir hasta arriba, donde se erigía un pequeño templo. La forma de la pirámide evocaba un zigurat mesopotámico. Igual que en la ciudad, la vegetación había recubierto casi todas las cuatro caras de la pirámide. Sin embargo, todavía se podía acceder a las escaleras.

– ¿Creéis que el historial del digimundo está ahí? murmuró Mimi.

– Este es probablemente el mejor lugar de la ciudad para guardarlo, dijo Taichi. Vamos.

Llegaron a las escaleras y las subieron, procurando no deslizarse con el musgo que las recubría. Cuando llegaron a la cima, sin aliento, apartaron las ramas que colgaban de cada lado de la entrada del templo y entraron. Se encontraron en una sala oscura y verduzca, recubierta por el musgo y las lianas. Joe se acercó a una pared, y cuando habló, el eco de su voz resonó en toda la sala:

– Creo que hay símbolos digimon escritos allí. Pero habría que despejar las paredes para leerlos.

– No te preocupes, ¡nos encargaremos de esto! exclamó Agumon. ¡Llama bebé!

Una bola de fuego brotó de su boca y quemó las lianas que cubrían las paredes. Gabumon, Tentomon, Ryudamon, Piyomon y Patamon unieron su ataque al suyo:

– ¡Fuego azul! dijo Gabumon.

– ¡Mini trueno! exclamó Tentomon.

– ¡Ataque katana! apuntó a Ryudamon haciendo brotar un sable de su boca.

– ¡Fuego mágica! lanzó Piyomon.

– ¡Disparo de aire! gritó Patamon.

En unos pocos minutos, no quedó ninguna vegetación en las paredes del templo. Joe tenía razón: se había grabado muchos símbolos digimon encima. Koushiro se acercó y dijo:

– Voy a intentar traducir todo esto, pero me va a llevar un poco de tiempo.

En este momento, se escuchó un rugido afuera. Todos los Niños Elegidos intercambiaron unas miradas preocupadas y salieron corriendo del templo. Desde la cima de la pirámide, dominaban toda la ciudad e veían hasta los límites de la burbuja virtual. Entonces sus ojos se abrieron de par en par: detrás del muro invisible que daba acceso al mundo paralelo en el cual se encontraban los Siete Señores Demonios. Estaban lanzando sus ataques más poderosos contra la barrera invisible. El corazón de cada Niño Elegido se aceleró.

– ¡Encontraron la burbuja! gritó Sora, asustada.

– ¡Tenemos que encontrar el historial antes que ellos! dijo Joe en pánico.

– ¡Tenemos sobre todo que repelerlos! exclamó Taichi.

– ¡Esperad! exclamó Takeru. ¿Por qué no entran directamente en el mundo paralelo como le hicimos nosotros?

Todos los Niños Elegidos se dieron la vuelta: efectivamente, ninguno de los Señores Demonios parecía ser capaz entrar en la burbuja virtual. Por eso se desataban contra la barrera invisible.

– El que creó este mundo paralelo selecciona a los que pueden entrar en él, entendió Nishijima.

– Pero, ¿por qué pasamos y ellos no? preguntó Yamato. ¿El que creó este mundo está de nuestro lado?

– No tengo idea, respondió Taichi, pero eso nos da una cosa: ¡tiempo! Tenemos que encontrar el historial del mundo digital e irnos de aquí antes de que los Señores Demonios rompan esta barrera.

Todos estuvieron de acuerdo. Tenían que actuar rápido. Estaban a punto de volver al templo, cuando Meiko exclamó:

– ¡Mirad!

Estaba señalando algo al exterior de la burbuja: era una pequeña silueta humana que acompañaba con los Señores Demonios. Nishijima lo reconoció de inmediato:

– ¡Es Hime!

La mujer avanzó delante de los Señores Demonios y les obligó a detener sus ataques. Luego caminó hacia la burbuja virtual, extendió la mano... y atravesó la barrera.

– ¡Ha podido entrar! exclamó Mimi, aterrorizada.

– Viene a recuperar el historial para Yggdrasil, ¡no tiene que encontrarlo! dijo Koushiro.

– ¡Rápido, todos al templo! les dijo Taichi.

Se apresuraron. Mientras tanto, Maki Himekawa atravesó la ciudad y pronto alcanzó la plaza donde se elevaba la pirámide. Subió una de las escaleras a toda velocidad, pero cuando llegó a la cima se encontró frente a los Niños Elegidos. Taichi se puso delante de sus amigos y dijo con firmeza:

– Sabemos lo que usted quiere. No lo encontrará y no se lo dará a Yggdrasil.

– Apártate, respondió simplemente.

En este momento, el suelo del templo empezó a temblar. Las juntas de las losas que estaban debajo de sus pies se pusieron a brillar y el suelo se volvió inestable. De repente, el suelo cedió y todos los Niños Elegidos, los digimons y la Sra. Himekawa cayeron en un abismo oscuro.