¡Buenos días! ¡Antes que todo quiero desearles una feliz Navidad! Espero que a pesar del contexto particular de este año puedan pasar unos buenos momentos con su familia. Aquí viene el capítulo 42, con la vuelta de unos personajes que probablemente ustedes estén contentos de volver a ver :)

Quiero agradecer a todos los lectores que siguen esta historia desde su inicio y a los que la están descubriendo, me hace muy feliz ver que esta fic tiene tantos lectores :) Gracias también a todos los que me dejan un pequeño - o largo ;) - comentario, siempre me da muchas fuerzas para seguir.

¡Espero que este nuevo capítulo les guste! ¡Hasta pronto!


Capítulo 42

Las olas grises como si de antracita se tratase se estrellaban contra las rocas. La espuma brotó en el aire y el rocío del salado del mar mojó la cara de los Niños Elegidos. Tan pronto como hubo amanecido sobre el bosque donde habían dormido se pusieron en marcha para llegar al mar del norte. Una niebla húmeda envolvía las orillas y no veían a penas doscientos metros delante de ellos. La temperatura seguía bajando: cada vez que expiraban, una nube de vaho salía de sus bocas.

– Según mis cálculos, dijo Koushiro, Xuanwumon está en una isla a media hora de travesía. Si no hubiera tanta niebla, creo que la veríamos desde aquí.

– Entonces, dijo Taichi, no hay que perder tiempo.

– No creo que tengamos muchas opciones, dijo Yamato. Tenemos que construir una balsa para poder cruzar el mar.

– Tienes razón, asintió Takeru.

Digimons y humanos se pusieron a trabajar. Cortaron árboles y ataron juntos los troncos que fue lo único que conservaron. Como eran numerosos, tuvieron que hacer una balsa lo suficientemente grande y resistente para transpórtalos a todos. Pronto la balsa estuvo lista y subieron a bordo. Con la ayuda de remos se dirigieron hacía a la posición calculada por Koushiro. La niebla que atravesaron era tan compacta que parecía sólida, como una nube de algodón que silenciaba hasta el sonido de su avance sobre el agua.

– Ya no tengo conexión, dijo Koushiro con su portátil en su regazo, tendríamos que ver la isla dentro de poco.

Todos los Niños Elegidos y sus digimons miraron hacia adelante. Al principio, no distinguieron nada.

Pero de repente, todos se quedaron se quedaron inmovilizados con la boca abierta: la arista de un muro de piedra acababa de emerger de la niebla. Avanzaron un poco más y de repente se encontraron frente a un inmenso muro negro. Tenía que medir al menos siete metros de altura y su base se hundía en el mar.

Les impresionó primero su arquitectura por sus grandes dimensiones. Luego, les llamó la atención la técnica de construcción con la cual había sido construida: la pared había sido erigida con enormes agujas de piedras negras ingeniosamente superpuestas. La base del muro constaba de varias docenas de agujas alineadas una al lado de la otra; encima de las cuales se habían colocado otras agujas perpendiculares a la primera; las capas de columnas megalíticas se superponían creando el gigantesco muro que se elevaba delante de ellos.

– ¡Vaya, qué alto! susurró Patamon.

– Parece una muralla, dijo Takeru.

– Es posible, asintió Taichi.

– Entonces, ¿tal vez haya una ciudad detrás? dijo Agumon.

– O quizás no... Mirad las piedras: se las ha comido la vegetación, señaló Gabumon.

– Es como si este lugar estuviera abandonado, añadió Tentomon.

– ¿Otra vez ruinas? suspiró Joe. ¿No podríamos al menos encontrar un poco de vida en los lugares del mundo digital que descubrimos? Siempre que hemos liberado a una Bestia Sagrada, ¡estaba en un lugar desierto!

– Yggdrasil eligió bien sus prisiones, observó Nishijima. Primero la cima de una montaña, luego un volcán, y ahora una isla desierta... todos son lugares inaccesibles.

– Es cierto, ¡pero empieza a ser molesto! refunfuñó Joe.

– No me gusta todo esto, susurró Hikari.

– A mí, estas ruinas me recuerdan algo, murmuró Mimi, pensativa.

Bordearon el muro oscuro. De repente vieron un canal que permitía penetrar en el recinto de la muralla: dirigieron su balsa hacia él. Esta vía estaba conectada a otros canales que serpenteaban a través de unos edificios monumentales. Podían avanzar en medio de las ruinas quedándose en su balsa.

– Es como en Venecia, murmuró Sakae.

– Y esta piedra negra, añadió Ryudamon, me recuerda a la piedra del volcán de Zhuqiaomon.

– Claro, ¡eso es! exclamó Mimi, golpeando su palma izquierda contra su puño derecho. Un verano, cuando vivía en los Estados Unidos, me fui de vacaciones con mis padres en el Pacífico. Visitamos una isla en ruinas que tenía exactamente la misma arquitectura.

– ¿Una isla en el Pacífico? repitió Takeru.

– Sí, fue construida hace mucho tiempo, con megalitos de basalto en forma de aguja, ¡Justo como estos!

– Es cierto que esta piedra oscura podría ser de basalto, admitió Koushiro, mirando la pared. Este mineral está formado por lava y, a medida que se enfría, la lava se agrieta. Luego forma agujas de basalto que los constructores de las ruinas que visitaste, Mimi, han podido utilizar para construir su ciudad...

– Pero recuerdo que guía se preguntaba cómo la gente había podido traer todas estas piedras a una isla en medio del océano, ya que pesaban más de cincuenta tonelada cada una...

– Es cierto, es asombroso, dijo Tailmon.

– Entonces, ¿la isla por la que estamos pasando es una copia digital de esta isla del Pacífico? recapituló Sora.

– Se parece mucho, confirmó Mimi. La isla que visité con mis padres había sido abandonada, como parece estar esta, y algunas personas incluso afirmaban que estaba encantada...

– ¿Encantada? repitió Yamato mientras se le ponía la piel de gallina.

– ¿Tienes miedo, Yamato? se rio Mimi. Ahora recuerdo que no te gustaban nuestras historias de miedo en el instituto...

– ¡Oh, ya está bien!

– En cualquier caso, es extraño que estas ruinas se parezcan tanto a una isla real, observó Sakae.

– Efectivamente, confirmó Tentomon. ¿Se supone que Xuanwumon está aquí?

– Sí, dijo Koushiro. Esas son las coordenadas exactas.

– Entonces desembarquemos, decidió Taichi.

Algunas partes de la muralla se habían derrumbado y sobresalían unos megalitos del agua: tuvieron que maniobrar con cuidado para atracar en la isla. Mientras todos bajaron de la balsa, Gomamon se quedó mirando el fondo del agua con perplejidad.

– Gomamon, ¿qué te pasa? le preguntó Joe.

Su digimon saltó al agua y se zambulló. Volvió a aparecer unos segundos después y dijo:

– Eso es lo que pensaba: no hay tierra debajo de estas piedras; ¡esta isla es completamente artificial!

– ¿Artificial? exclamaron los demás.

– ¿Y si esta isla hubiera sido construida por las mismas personas que construyeron la ciudad de la burbuja virtual? dijo Meiko.

– Es posible, asintió Taichi.

– Qué extraño, dijo Nishijima. A ver si encontramos a Xuanwumon.

– Sí, y ¡antes de que aparezcan los fantasmas! bromeó Takeru, dándole un codazo a su hermano.

– ¡No es gracioso! respondió Yamato.

Empezaron a caminar por las calles de basalto de la ciudad. Todos los edificios estaban en ruinas; la vegetación roía la piedra, se infiltraba entre todos los intersticios y hundía sus raíces directamente en el mar. Aunque estuvieron al norte del mundo digital, con un frío casi continental, esas plantas les recordaron los arboles de las selvas tropicales.

De repente llegaron a una terraza cubierta por árboles con troncos plateados más altos que la arquitectura de basalto. Su cumbre había llegado a su punto máximo a más de cuarenta metros y extendía un imponente follaje de pequeñas hojas verdes y ovaladas. Las raíces de estos grandes árboles removían y deformaban las losas del suelo. Al fondo de la terraza se elevaba un templo que recordaba las majestuosas ruinas de Angkor. El porche que enmarcaba su entrada estaba finamente tallado con relieves. De cada lado de esta entrada partían unas galerías cubiertas asaltadas por unas raíces más grandes que cualquiera de los Niños Elegidos. Salían del suelo y subían hasta los techos de las galerías para recubrirlos como si fueran unos tentáculos de pulpo.

– ¡Es increíble! se maravilló Sakae. ¡Estos árboles atraviesan y sostienen las ruinas al mismo tiempo!

– Tienes razón, hay raíces que evitan que las ruinas se derrumben, asintió Mimi.

– La naturaleza y la arquitectura están completamente entrelazadas, dijo Meiko.

– Es hermoso, dijo Sora.

– Xuanwumon está probablemente al interior del templo, dijo Joe.

– Vamos a descubrirlo, dijo Taichi.

Pasaron debajo del porche y se encontraron en un claustro al aire libre. La atravesaron hasta una segunda puerta: esta daba a una escalera que parecía descender en las profundidades del templo. Lo bajaron. Al pie de los escalones se encontraron en una vasta sala enteramente esculpida. Al fondo se alzaba una enorme puerta cerrada, tan decorada como la sala.

– Es la prisión de Xuanwumon, murmuró Hikari.

– ¡Mirad! exclamó Takeru. ¿Qué es esto?

Takeru señalaba un juego de cables que discurrían a lo largo de la pared. Cada línea pasaba por un sistema de polipastos, poleas y contrapesos ingeniosamente conectados entre sí. El conjunto enmarcaba la puerta decorada con bajorrelieves. Koushiro observó atentamente el sistema y se dio cuenta de que había una mesa de piedra a la izquierda de la puerta. Se acercó a ella, seguido por sus amigos. Sobre la mesa se encontraba una balanza a la antigua con dos platillos de cobre. En uno se había colocado un peso, que desequilibraba la balanza. Otras quince pesas de tamaños diferentes se alineaban al lado del instrumento de cobre. En la pared detrás de la mesa se podía distinguir unos símbolos que no se parecían al resto a los ornamentos de la sala.

– ¡Son símbolos de digimons! exclamó Sora.

– Efectivamente, confirmó Koushiro.

– Me pregunto para qué sirve esta balanza, dijo Yamato.

– ¿Qué dicen las inscripciones, Koushiro? le preguntó Mimi.

– Esperad, enciendo mi ordenador para traducirlas.

Tecleó durante varios minutos e introdujo los caracteres de la pared en un programa que había creado para descifrar el alfabeto digimon.

– ¡Ya está! La inscripción contiene el siguiente mensaje:

"Al fondo de las piedras y de las raíces está encerrada la tortuga sagrada. Quien quiera liberarla tendrá que encontrar el peso correcto, porque se accederá a la llave solo si la balanza está bien equilibrada. Sin embargo, el peso ya colocado no se puede tocar, de lo contrario la tortuga se quedará sellada para siempre. Para llegar al equilibrio, medite sobre esto: "El peso que equilibrará la balanza tiene que pesar una libra. Las quince pesas son los primeros quince términos de la secuencia de Fibonacci. Cada bola de plomo pesa su término en gramos. Encuentre la cantidad correcta y logrará un equilibrio. La tortuga solo renacerá si la llave se une al corazón de quien murió por ella. "

Los Niños Elegidos intercambiaron una mirada perpleja. Yamato se rascó la barbilla y le dijo a Koushiro:

– ¿Podrías leerlo de nuevo? Porque creo que estoy un poco perdido.

– No es muy fácil de entender, pero lo que sí es cierto es que estamos delante de la prisión de Xuanwumon, dijo Nishijima. El acertijo hace referencia a una "la tortuga sagrada", es evidente que se trata de ella.

– "Quien quiera liberarla tendrá que encontrar el peso correcto, porque se accederá a la llave solo si la balanza está bien equilibrada.", repitió Taichi. Si entiendo bien esta frase, ¿tenemos que encontrar los pesos que equilibren esta balanza?

– Sí, para activar el sistema de cables alrededor de la puerta, dijo Koushiro. Luego, este sistema no dará probablemente acceso a una llave que permitirá que Xuanwumon se libere.

– Pero tenemos que hacer todo esto sin tocar el peso que está ya en la balanza, señaló Sora. El mensaje lo dice expresamente: "El peso ya colocado no se puede tocar, de lo contrario la tortuga se quedará sellada para siempre."

– Otra vez algo súper simple, refunfuñó Joe.

– Por lo menos el acertijo nos da algunas pistas para encontrar los pesos adecuados que hay que poner sobre la balanza, dijo Koushiro.

– ¿Hablas de este galimatías que pone al final? dijo Mimi dubitativa. ¿Son esas tus pistas?

– ¡No es un galimatías! ¡Solo son referencias matemáticas!

– ¡Oh perdón, aquí no somos todos tan listos como tú!

– Tranquilos, les calmó Sakae. El mensaje no tiene que ser tan difícil de descifrar...

– En cualquier caso, vamos a necesitar dos símbolos para abrir la puerta, observó Meiko. ¡Mirad, junto al mensaje, hay dos agujeros hechos exprofeso para ello!

Tenía razón. Taichi se volvió hacia el Sr. Nishijima:

– Usted dijo que la excompañera de Xuanwumon se llamaba de Ibuki. ¿Qué nos puede decir usted sobre ella? Necesitamos saber cuál de nuestros símbolos le corresponderían para abrir la prisión.

– Bueno, pues Ibuki era una chica muy inteligente, con mucha curiosidad. Solía sacar las mejores notas de la clase cuando estábamos en el colegio. Era bilingüe en inglés desde pequeña y cuando entramos en la ESO empezó a aprender español y francés.

– Bueno, creo que no hay muchas dudas sobre el primer símbolo que abrirá la puerta, dijo Takeru. Es el de Koushiro.

Todos asintieron.

– ¿Qué más puede usted contarnos sobre Ibuki? le preguntó Taichi a Nishijima.

– Le encantaba aprender cosas nuevas y hacer experimentos. Le apasionaba fabricar maquetas, podía pasar horas recreando en miniatura ciudades y paisajes, tras dibujar el plano en 2D... tenía mucho talento.

– Creo que tampoco hay que dudar mucho respeto sobre el segundo símbolo que abrirá la puerta, dijo Mimi. ¡Es el de Sakae!

– Tienes razón, asintió Meiko.

– Bueno, ¡lo único que queda es descifrar el galimatías matemático! dijo Joe, recuperando la esperanza.

En ese momento resonó el trueno de una explosión que procedía del exterior y cuyas vibraciones hicieron temblar el suelo y las paredes del templo. Los Niños Elegidos levantaron la cabeza y el miedo se incendió en sus ojos. Salieron corriendo de la gran sala abovedada, subieron la escalera, atravesaron el claustro y desembocaron en la gran terraza. El rugido que habían escuchado retumbó de nuevo. El ser o la cosa que lo producía todavía estaba lejos, pero se estaba acercando. Volvieron en las orillas de la isla, donde se había dejado su balsa, y allí se congelaron.

La niebla se había disipado, sin embargo, unas densas nubes negras todavía llenaban el cielo. Sobrevolando las olas grises rápidos como el viento, Daemon, Lucemon, Barbamon, Leviamon, Laylamon, Belphemon y Beelzemon estaban de camino hacia la isla.

– ¡Los Señores Demonios! exclamó Sora.

– Sea lo que sea que Yggdrasil ha leído en el historial del mundo digital, no pierde el tiempo, masculló Nishijima.

– ¡Y esta vez, nos envía los siete demonios al mismo tiempo! dijo Yamato, apretando los puños.

– Necesitamos ayuda, dijo Taichi. Nos va a faltar tiempo para liberar a Xuanwumon. Takeru, Hikari, Joe, Mimi, profesor Nishijima, ¡llamad a las Bestias Sagradas! Con suerte, podrán contener a los demonios.

Sus amigos asintieron. Takeru tomó las manos de Hikari, Mimi tomó las de Joe y juntos con el Sr. Nishijima cerraron los ojos. Se concentraron, llamando con todas sus fuerzas a las tres Bestias Sagradas. Los Siete Señores Demonios se acercaban a toda velocidad. De repente, un bramido agudo y el grito de un pájaro llegaron a sus oídos. El rugido de una bestia salvaje respondió casi de inmediato a estos dos primeros gritos.

– ¡Nos han oído! exclamó Takeru, victorioso.

Unos pocos segundos después, distinguieron el cuerpo ondulante de Azulongmon y las plumas llameantes de Zhuqiaomon que se sobrevolaban el mar. Debajo de ellos, reconocieron a Baihumon que atravesaba el mar furioso nadando. Azulongmon contorsionó su cuerpo largo y transparente rodeado de cadenas y disparó en dirección a los Señores demonios:

– ¡Trueno azul!

Una descarga eléctrica surgió del cuerno sobre su cabeza como un relámpago. Belphemon le respondió generando electricidad con sus cuernos, mientras Leviamon abrió la boca para escupir unas llamas verdes. Zhuqiaomon batió sus alas para repeler los ataques y disparó con los dos cañones que llevaba en la espalda; Lucemon le respondió con sus bolas de energía, Belzeemon sacó sus pistolas y disparó. Los tres ataques chocaron en el aire con una ráfaga aterradora. Daemon creó una enorme bola de fuego entre sus palmas y la lanzó hacia Azulongmon y Zhuqiaomon. Su ofensiva fue interceptada por una ola de metal de Baihumon. Sin embargo, el tigre blanco e índigo fue atacado por los rayos corrosivos y las llamas oscuras de Laylamon y Barbamon y tuvo que apartarse para no ser herido. Las Bestias Sagradas forzaron el paso y llegaron a la isla antes que los Señores Demonios. Baihumon emergió del agua, mientras Azulongmon y Zhuqiaomon se posaron sobre la orilla para proteger la isla.

– ¡Gracias por venir! les dijo Hikari.

– Daos prisa y liberad a Xuanwumon. No podremos contener a todos los demonios si solo somos tres, les advirtió Baihumon.

Daemon creó una gigantesca bola de fuego que los otros demonios alimentaron con sus ataques, y luego, se abalanzaron sobre las Bestias Sagradas.

– ¡Garras del purgatorio! replicó Zhuqiaomon.

El pájaro de fuego generó unas ráfagas de viento para repeler la bola de fuego, mientras Baihumon intentaba solidificarla con su metal. Pero Leviamon se abalanzó contra Zhuqiaomon y le dio un fuerte golpe de cola. El pájaro, aturdido, perdió altura. Azulongmon quiso defenderlo, pero Lucemon y Barbamon le atacaron con llamas y bolas de energía; Baihumon saltó para proteger al dragón azulado y metalizó los ataques de los demonios, pero no fue suficiente como para detener los demonios. Azulongmon y Zhuqiaomon habían sido dejados de lado, abriendo una brecha en la defensa que habían formado para proteger la isla. Belphemon y Beelzemon se lanzaron en la brecha.

– ¡No! gritó Baihumon.

Aterrados, los Niños Elegidos vieron a Belphemon generar electricidad entre sus cuernos y Beelzemon sacar sus pistolas. Taichi agarró su digivice firmemente:

– ¡Koushiro, Sakae, volved al templo para descifrar el enigma y liberar a Xuanwumon! Meiko, Takeru, Hikari, ¡id con ellos! Si las cosas salen mal, ¡quiero que estéis a salvo!

– Pero, Taichi... protestó Hikari.

– ¡No discutas y vete! Si nuestros digimons no consiguen contener a Belphemon o Beelzemon, ¡tenéis que estar con Koushiro y Sakae para repeler! ¡Tenemos que liberar a Xuanwumon a toda costa!

– Taichi tiene razón, dijo Takeru agarrando a Hikari de la mano. ¡Vamos!

Los cinco adolescentes, seguidos por Tentomon, Ryudamon, Tailmon y Patamon se apresuraron al interior del templo.

Mientras tanto, Taichi, Yamato, Sora, Joe y Mimi sacaron su digivice y sus digimons digievolucionaron: Agumon se transformó en Greymon, Gabumon en Garurumon, Piyomon en Birdramon, Gomamon en Ikkakumon y Palmon en Togemon. Luego, los cinco símbolos de los adolescentes se activaron y sus compañeros alcanzaron al nivel perfecto: Greymon se transformó en Metalgreymon, Garurumon en Weregarurumon, Birdramon en Garudamon, Ikkakumon en Zudomon y Togemon en Lillymon. Todos se alzaron frente a Belphemon y Beelzemon y atacaron.

– ¡Chispa de martillo! gritó Zudomon.

– ¡Garra de lobo! atacó Weregarurumon.

– ¡Giga-bláster! apuntó Metalgreymon.

Belphemon acumuló electricidad entre sus cuernos y gritó:

– ¡Cuerno de relámpago!

La carga eléctrica explotó, envolvió con unos chisporroteos y neutralizó los ataques de Zudomon, Weregarurumon y Metalgreymon. Por otro lado, Garudamon y Lillymon se abalanzaron sobre Beelzemon.

– ¡Flor de cañón!

– ¡Hoja de fuego!

Pero Beelzemon levantó sus pistolas y disparó: las balas frenaron los ataques y finalmente los desintegraron con una lluvia de chispas.

– ¡Son fuertes! exclamó Mimi.

– Esperaos... ¡todavía no habéis visto nada! se burló Beelzemon.

Los dos Señores demonios retomaron sus posiciones y prepararon una nueva ofensiva.

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Cuando Ken atravesó la distorsión que había hecho aparecer en el Mar Oscuro, se encontró en uno de los muchos bosques que poblaban el mundo digital. Apretó su digivice y se puso a buscar un televisor: a diferencia de los digivices de Taichi y de sus amigos, que no tenían esta propiedad, su D3 podía conectarse a la Tierra gracias a estos televisores que se encontraban dispersos en el mundo digital. No pasó mucho tiempo antes de que diera con uno. Seguido por Veemon, Hawkmon y Armadillomon, con Wormon sobre sus hombros, apuntó con su digivice a la pantalla y abrió el pasaje.

Aterrizó en su habitación en Tokio. No había tiempo que perder. Abrió la puerta que daba de su cuarto, pero en este momento su madre salió de la cocina, con su padre. El día estaba amaneciendo y sus padres se estaban preparando para ir a trabajar. Cuando vieron a su hijo, la sorpresa y la alegría iluminaron sus rostros.

– ¡Ken, estás en casa! exclamó su padre.

– Entonces, ¿tu misión con tus amigos ya está terminada? se alegró su madre. ¿Esto significa que ya habéis alcanzado vuestro objetivo? ¡Además, encontraste a Wormon! ¡Qué feliz estoy de que estéis juntos de nuevo!

Ken se obligó a sonreír, pero se sentía incómodo. No esperaba encontrarse con sus padres. Aunque fuera muy feliz de volver a verlos, no podía demorarse. Tenía que asegurarse de que Daisuke, Miyako e Iori habían recuperado la conciencia; además, tenían una misión: tenían que traer el historial del mundo digital a Taichi.

– ¿Pero quiénes son todos estos digimons? le preguntó su madre, inclinándose.

– Son... son los compañeros de mis amigos.

– ¡Es un placer conoceros! ¿No habéis tenido demasiados problemas en el mundo digital?

Veemon, Hawkmon y Armadillomon intercambiaron una mirada con Ken. El chico se mordió el labio: mejor valía que sus padres no supieran que acababa de pasar una semana en una cárcel helada.

– Papá, mamá… Me gustaría quedarme con vosotros, pero tengo que unirme a mis amigos. Nuestra misión no ha terminado.

– Pero, Ken… ¡acabas de regresar! protestó su padre.

– Lo sé, pero… tengo que irme, lo siento.

El adolescente besó rápidamente a su madre y se dirigió hacia la puerta. Cuando estaba a punto de cruzar el umbral, se dio la vuelta. Miró a su padre y a su madre: podía leer la decepción en sus rostros. Con una voz tranquilizadora, les dijo:

– No os preocupéis. Todo va ir bien. Os quiero.

Conmovidos, sus padres no hicieron más objeciones. El adolescente bajó corriendo las escaleras de su edificio, con los digimons pisándole los talones.

Tan pronto como estuvo en la calle, encendió su móvil y revisó las líneas de autobús hacia el hospital. Encontró la parada más cercana y corrió a tomar el autobús. Alrededor de las siete de la mañana, entró en el hall del hospital. Ni se molestó en hacer acto de presencia en la recepción: recordaba perfectamente en qué habitación se encontraban sus amigos. Afortunadamente, los pasillos aún no estaban llenos de médicos y visitantes: los digimons no atrajeron demasiado la atención. Ken corrió las escaleras arriba y atravesó los pasillos. Su respiración estaba entrecortada, echaba un ojo a través la ventana de cada habitación para estar seguro de no equivocarse. Por fin, llegó a la habitación en la que se encontraban sus amigos la última vez que había venido allí. Ken todavía se acordaba de sus rostros impasibles, de sus ojos cerrados y de sus cuerpos inertes, sumidos en el coma por culpa de Yggdrasil. Cuando miró a través de la ventana de la puerta, un profundo alivio inundó su corazón.

Daisuke, Miyako e Iori estaban sentados en su cama, vestidos con unas batas de hospital. Parecía que acababan de despertarse; todavía parecían aturdidos. Iori se frotó los ojos, Daisuke observó la habitación en la que estaban con las cejas fruñidas. Miyako agarró sus gafas, se las puso y entonces vio a Ken, a través de la puerta de vidrio. El adolescente entró en la habitación con una sonrisa.

– Estáis despiertos, murmuró con alivio.

– Ken… dijo Miyako, un poco confusa. ¿Qué... qué estás haciendo aquí?

– ¿Y nosotros... qué hacemos en el hospital? añadió Daisuke. ¿Qué nos pasó?

– Ken… ¿por qué nuestros digimons están contigo? preguntó Iori.

– ¡Iori, qué feliz estoy de verte! ¡Había pasado tanto tiempo! se alegró Armadillomon, saltando sobre la cama del chico.

– Daisuke... te extrañé mucho, sabes, confesó Veemon acercándose a su amigo. Estos cuatro meses fueron muy largos...

– Cua… ¿cuatro meses? ¿De qué estás hablando?

– Lo último que recuerdo es que estábamos peleando contra Alphamon, dijo Miyako. Y estábamos perdiendo...

– Os lo explicaré todo, dijo Ken. Pero primero… quiero deciros que estoy muy feliz de que estéis bien.

Sus amigos lo miraron, perplejos y desconcertados. Ken se sentó en una silla frente a sus camas y les miró fijamente. Volver a la vida después de varios meses de inconsciencia era un shock. Lo había experimentado antes que ellos: provocaba una sensación extraña, como si regresaran de muy lejos. Reconocían el mundo real pero todavía les costaba encontrar sus marcas. No quería apresurarlos, pero tenía que revelarles todo lo que había sucedido. El futuro de la Tierra y el mundo digital dependía de ello.

Entonces empezó a contarles todos los eventos que habían ocurrido mientras estaban en coma. Les explicó que habían caído en una trampa creada por la Sra. Himekawa y que habían perdido la batalla contra Alphamon. Luego, Yggdrasil les había hecho prisioneros manteniéndoles en un sueño artificial, y había echado a sus digimons en prisión. Mientras tanto, había atacado el mundo real gracias a Meicoomon, el compañero de una nueva Niña Elegida a quien Taichi y sus amigos habían conocido unos meses antes. Les resumió las batallas que sus amigos habían librado contra los Amos Oscuros resucitados y contra Ordinemon, y cómo Taichi y el Sr. Nishijima les habían liberado del laboratorio del mundo digital en el que estaban detenidos.

Entonces Yggdrasil había lanzado una nueva ofensiva enviando a los Señores Demonios al mundo digital y luego a la Tierra. Para contrarrestar su amenaza, los Niños Elegidos habían decidido liberar las Bestias Sagradas. Por fin, otra nueva Niña Elegida llamada Sakae se había unido a su grupo. Les contó cómo Voltobautamon le había hecho prisionero con Gennai y cómo éste último había sido desintegrado. No había tenido contacto con Taichi y los demás desde entonces, y no tenía idea de si habían logrado liberar a las Bestias Sagradas. Mientras narraba todos estos episodios, vio que la cara de sus amigos pasaba por una multitud de emociones: sorpresa, rabia, incredulidad, horror, pena, admiración, miedo. Entendieron que su coma había durado mucho más de lo que se habían imaginado. Se abrumaron tras descubrir toda la verdad.

– Bueno, susurró Daisuke finalmente. Parece que nos hemos perdido muchas cosas durante estos últimos cuatro meses...

– Tú lo dijiste, asintió Iori. Asusta…

– Si os puede ayudar un poco, dijo Ken con empatía, solo han pasado dos semanas desde que yo recuperé la conciencia. Pero es cierto que en dos semanas han pasado ya muchas cosas...

– Pero, dijo de repente Miyako, ¿no nos dijiste que te habían hecho prisionero? ¿Cómo lograste escapar?

Una arruga apareció en la frente de Ken. Miró a sus amigos y les reveló:

– Fue la Sra. Himekawa quien me permitió escapar.

Sus amigos abrieron los ojos como plato.

– La Sra. Himekawa… ¿esa mujer que nos hizo caer a una trampa? recordó Daisuke, desconcertado. ¿La que nos llevó al mundo digital para que nos encontráramos cara a cara con Alphamon? ¡Fue por su culpa que Yggdrasil nos hizo prisioneros!

– ¿Y te salvó la vida? Dijo Miyako con incredulidad.

– No me puedo creer que te haya ayudado, esto esconde otra trampa, dijo Iori con desconfianza.

– Lo sé, parece increíble, admitió Ken, pero... creo que realmente quería ayudarme. Ayudarnos...

– ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? le preguntó Miyako con una voz dubitativa.

– Porque me dio esto.

El adolescente colocó su mochila en su regazo, deslizó la cremallera y sacó el historial del mundo digital. Sus amigos miraron fascinados la portada azul oscuro, con estos granos de perlas luminiscentes que hacía pensar en un libro mágico.

– ¿Qué es esto? le preguntó Daisuke.

– El historial del mundo digital. Parece que es un libro que Yggdrasil deseaba, pero sin saber cómo, la Sra. Himekawa logró recuperarlo y entregármelo. Me dijo que contenía todas las informaciones que conciernen el mundo digital.

– Cuando dices todas las informaciones... ¿quieres decir que este libro explica cómo fue creado el mundo digital? susurró Iori, impresionado.

– No lo sé. No lo he abierto. La Sra. Himekawa me dijo que teníamos que entregárselo a Taichi y a Daigo Nishijima, y que solo teníamos que leerlo cuando estemos todos juntos.

– ¿Por qué? preguntó Iori.

– La Sra. Himekawa me dijo... que lo que contiene es demasiado peligroso para leerlo solo.

Daisuke, Miyako e Iori miraron a Ken con asombro y un poco de miedo.

– Hay algo más, añadió Ken. Antes de liberarme de mi prisión, la Sra. Himekawa… absorbió la semilla de la oscuridad que estaba en mi cuerpo.

– La semilla... ¿la que le interesaba a Daemon hace tres años? recordó Daisuke.

– Sí. De hecho, no lo sabíamos, pero Yggdrasil tenía que estar detrás de todo esto hace tres años. Daemon sirve a Yggdrasil, como todos los Señores Demonios. Si no lo hubiéramos derrotado ese día, tal vez hubiéramos conocido a Yggdrasil más temprano...

– ¿Por qué Yggdrasil está interesado en las semillas de la oscuridad? preguntó Miyako.

– Porque gracias a ellos puede ganar energía y salir del Mar Oscuro, donde se encuentra actualmente encerrado.

– ¿Quieres decir... que podría atacar al mundo digital? entendió Daisuke.

– Sí. También fue gracias a esta semilla y por la amistad que siento hacia vosotros que Yggdrasil os mantuvo en coma. Al transferir la semilla negra en su cuerpo, la Sra. Himekawa os permitió despertaros.

– Pero si recuerdo bien, dijo Iori, si extraemos esta semilla, la persona a la cual pertenece pierde toda su energía...

– Efectivamente, confirmó Ken. Además, dado que poseía esa semilla en mi cuerpo desde muchos años, creo que si Yggdrasil la hubiera extraído... me habría matado. Como Gennai.

– La Sra. Himekawa… ¿sabía lo que implicaba la transferencia de la semilla de la oscuridad en su cuerpo? preguntó Daisuke.

– Sí. Por eso no creo que nos esté manipulando.

Todos bajaron la cabeza, pensativos. Iori frunció el ceño: su mirada tenía una expresión dura.

– No puedo creerlo. Todo esto tiene que esconder una trampa. ¿Por qué esta mujer, que nos engañó, que engañó a Taichi y a los demás estaría ahora de nuestro lado?

– Quizás porque se arrepienta, dijo Miyako.

– No puedo creerlo.

– ¿Por qué? preguntó Ken. Yo dejé de ser el Emperador de los Digimons.

– Era diferente.

– ¿Por qué? La Sra. Himekawa hizo mucho daño, pero yo también había maltratado a los digimons. Me perdonaste.

– Lo sé, pero… la Sra. Himekawa es una adulta. Hubiera tenido que tener el coraje y la inteligencia para resistir al mal.

– No es tan simple, dijo Daisuke. Recuerda a Oikawa: era un adulto. Pero quería tanto entrar en el mundo digital para cumplir su sueño de la infancia que no dudó en servir a BelialVandemon y en implantar las semillas en los niños que Arachnemon y Mummymon habían secuestrado.

Iori apretó los labios. Recordaba bien a Oikawa: lo sostenía entre sus manos cuando su cuerpo se desintegró en el umbral del mundo digital. Su alma había purificado este mundo de las fechorías de BelialVandemon. Este hombre, que había sido amigo de su padre, lo habría dado todo por descubrir el mundo digital y tener un compañero digimon. BelialVandemon lo sabía y había manipulado a Oikawa. ¿Se podría que la Sra. Himekawa también haya sido manipulada por Yggdrasil? Iori creía más bien que había actuado por decisión personal.

Daisuke miraba a Iori con gravedad: se acordaba que le había llevado tiempo hasta que pudiese perdonar a Ken lo que había hecho cuando era el Emperador de los Digimons. Iori consideraba la rectitud y la lealtad como dos valores sagrados que no se podían violar. Daisuke sabía que por eso no podía creer en la conversión de la Sra. Himekawa. Pero él quería creerlo.

– De todas maneras, dijo Ken, nuestra misión ahora es llevar este libro a Taichi y los demás en el mundo digital.

– Si entiendo bien, ¿nos despertaste para hacernos trabajar? bromeó Daisuke.

– Pues… ¡sí! se rio Ken.

– ¡No pasa nada! ¡Después de cuatro meses de sueño, estoy lleno de energía! Además, ¡es hora de ponerse manos a la obra!

– Especialmente ahora que estamos de nuevo con nuestros compañeros digimons, añadió Miyako, abrazando a Hawkmon.

– Además, tenemos que ayudar a los demás, dijo Iori. El destino de nuestro mundo y el mundo digital está en juego.

– ¡Bien, no perdamos el tiempo! dijo Daisuke, saltando de la cama. Pasamos por nuestra casa para cambiarnos de ropa y llevar comida, ¡y luego nos vamos!

– ¡Un minuto! interrumpió Iori. ¿Cómo vamos a saber dónde están nuestros amigos en el mundo digital para reencontrarnos con ellos?

– Tengo una idea, dijo Ken. Hace dos semanas, hicimos un picnic con los demás en un parque. Allí conocí al Sr. Nishijima, que trabaja para una agencia que parece estar al tanto de muchas sobre los digimons.

– ¿Una agencia que vigila el mundo digital? se sorprendió Miyako.

– Sí, pero creo que sus líderes están sobre todo por protegernos a nosotros, los Elegidos. ¿Quizás podamos ir a verlos y preguntarles si saben algo sobre Taichi y nuestros amigos? ¿Quizás el Sr. Nishijima se ha mantenido en contacto con esta agencia? En ese caso, ¿tal vez podrían ayudarnos a localizarlos en el mundo digital?

– Mmm… sí, podría ser una buena pista. ¡Hagamos un intento! Daisuke decidió.

Sus amigos asintieron, decididos. Media hora después, salían de su casa, después de haber saludado y tranquilizado a sus padres tan rápido como lo había hecho Ken. Mientras caminaban hacia a la Agencia Administrativa, Ken miró a sus amigos: todos habían crecido desde su última batalla en el Mundo Digital, tres años antes. Iori se había estirado y había adelgazado, Daisuke empezaba a tener los hombros anchos y la mandíbula cuadrada, al igual que él. Ambos habían alcanzado a Miyako en altura, cuando la chica los superaba en estatura en el colegio. Unas hermosas curvas habían moldeado la silueta de la adolescente, lo que no desagradaba del todo a Ken. Sí, habían crecido, pero sus corazones seguían siendo los mismos. El adolescente volvió la cabeza hacia Wormon y hacia los compañeros de sus amigos: era hora de que todos los Niños Elegidos se reunieran.

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Yggdrasil se estaba regenerando. Había vuelto a su estado esférico y líquido y flotaba encima el pedestal de la gran sala de la pagoda. Seguía pensando en lo que había leído en el historial del mundo digital.

Odiaba a los humanos. Todo era culpa de ellos. Lo habían convertido en su criatura. Cuando les había dicho a los Señores Demonios, a Piedmon y a Maki Himekawa que el libro estaba lleno de mentiras, no era cierto. Sabía muy bien que el historial contenía la pura verdad. Pero no podía admitirlo. Le causaba demasiado dolor, le hacía comprender demasiado bien que había sido un juguete desde su creación. Malditos humanos. Lo pagarían pronto. Los Elegidos, primero. Luego, todos los hombres que vivían en la Tierra. No se conformaría con una pequeña venganza. Afuera, el cielo palidecía. El día, si se puede llamar eso un día, porque era más un pasaje de un cielo negro a un cielo gris, estaba amaneciendo sobre el Mar Oscuro. Yggdrasil movilizó toda su energía y retomó su avatar de hielo. Era hora de utilizar la semilla de la oscuridad de Ken. Tenía un plan que llevar a cabo.

En ese momento, Maki Himekawa irrumpió en la gran sala, jadeando y con una expresión de pánico:

– Señor... el niño y los digimons... escaparon.

– ¿Qué? susurró Yggdrasil.

Sus labios aún estaban pálidos y quietos, sus ojos tan fríos como el acero, sin embargo, sintió que la ira lo invadía. Levitó hasta la Sra. Himekawa y gritó:

– ¡Piedmon!

Su más fiel servidor llegó rápidamente y se inclinó delante de él.

– ¿Sí, señor?

– Maki Himekawa me acaba de informar que el niño que mantenía prisionero se ha escapado. ¿Es verdad?

– ¿Qu.. qué? exclamó Piedmon. Eso que... yo... no lo sé, señor. De verdad, no lo sé. No he bajado a la cárcel desde varios días.

– ¿Cómo, que no has bajado allí desde varios días? siseó Yggdrasil, y su voz se hizo más aguda y amenazadora. ¿No fuiste tú quien creó el programa que mantenía al chico en su prisión?

– Sí, señor, pero...

– ¡Incapaz!

Yggdrasil pasó flotando junto a él y se dirigió hacia las escaleras que conducían a la cárcel. La Sra. Himekawa y Piedmon lo siguieron. Cuando Yggdrasil llegó delante de la celda, pudo ver con sus propios ojos que estaba vacía. Piedmon, aterrorizado de que su amo pudiera castigarlo, se encogió sobre sí mismo. Yggdrasil se acercó al muro contiguo a la prisión, en el cual estaba inscrito el programa que generaba la puerta electrificada. La Sra. Himekawa lo vio inspeccionar los símbolos digimon y su corazón se puso a latir con fuerza. Uno de los dedos blancos de Yggdrasil se posó sobre el carácter que había sido borrado a medias.

– Alguien modificó el programa para abrir la celda. ¿Fuiste tú, Piedmon, quien dibujó estos símbolos?

Piedmon emitió un balbuceo incomprensible.

– ¿Qué? dijo Yggdrasil enojado.

– Sí... sí, señor, soy yo, chilló su sirviente.

– ¿Eres un traidor de Piedmon? ¿Ayudaste a este niño a escapar?

Piedmon abrió la boca sin que saliera ningún sonido, como aturdido por la hipótesis de su maestro. Finalmente recobró el sentido y protestó:

– ¿Yo? ¡Nunca hubiera hecho esto! ¡Yo nunca le traicionaría!

Los ojos de Yggdrasil se redujeron a dos rendijas.

– Desafortunadamente, Piedmon, eres el único quien queda en esta pagoda esta noche, ya que todos los Señores Demonios se han ido...

– Con todos mis respetos, señor, Maki Himekawa también estaba aquí...

Yggdrasil levantó las cejas y se volvió hacia la joven mujer. Maki sintió que su corazón se aceleraba, pero mantuvo una expresión inexpresiva.

– Piedmon tiene razón, Maki… casi te había olvidado.

– ¿Cómo hubiera podido liberar al niño, señor? respondió con calma. No se cómo funciona este programa.

– Quién sabe…

– Sin embargo, si me lo permites, quizás tenga una explicación.

– Te escucho.

– Dijiste que las semilla de la oscuridad aumentan la capacidad intelectual y física de quienes las albergan, ¿verdad?

– Sí, ¿y qué?

– Tal vez a fuerza de esperar a que madure la semilla de Ken, y sin querer insultarte de ninguna manera, señor, le diste al niño la capacidad de entender el programa. Aunque los digimons que estaban con él no pudieran digievolucionar, tal vez sus ataques alcanzaran el programa que consiguieron borrar el carácter que abrió la cárcel...

Yggdrasil miró fijamente a la Sra. Himekawa, buscando un movimiento de sus rasgos que hubiera revelado que estaba mintiendo. Pero la mujer permaneció impenetrable. Aunque últimamente Yggdrasil había visto en sus ojos luces de dudas o de miedo, los ojos de la Sra. Himekawa reflejaban esta vez una actitud perfectamente tranquila, perfectamente segura de sí misma. Le sorprendió este cambio repentino. No se podía creer que el niño hubiera escapado por su cuenta. ¿Era posible que la semilla de la oscuridad fuera realmente contraproducente?

– Ya que eres tan inteligente, Maki, ¿qué crees que hará Ken ahora?

– Es muy probable que esté intentando unirse a los otros Niños Elegidos. Pero no tienes que tener ningún miedo, señor: el chico está solo, y mientras la semilla de la oscuridad viva en él, evitarás que sus amigos recuperen la conciencia. Su digimon solo es capaz alcanzar a nivel campeón: solo es un grano de arena contra los Señores Demonios. Aunque Ken se reuniese con Taichi y los demás, su presencia no será suficiente para inclinar la balanza contra nosotros. Además, los Niños Elegidos no conocen tu plan, ya que solo tú tienes conocimiento del historial del mundo digital. Estás un paso por delante de ellos, no lo dudes.

La Sra. Himekawa miró con confianza a Yggdrasil: tarde o temprano sabía que la desenmascararía. Pero mientras pudiera, tenía que ahorrarles tiempo a los Niños Elegidos. Hasta que lean el libro, hasta que sepan. Ken estaba en camino. Pronto les daría el historial a Taichi y Daigo. Pronto Yggdrasil estaría en una posición de debilidad, pero lo ignoraba. Tenía que seguir ignorándolo el mayor tiempo posible.

Yggdrasil estaba frunciendo el ceño, sopesando los pros y los contras de los argumentos de la Sra. Himekawa: tal vez tenía razón. Solo él conocía las verdades que contenía el historial; Ken y su digimon no representaban una gran amenaza. Sin embargo, necesitaba su semilla de la oscuridad para ganar fuerza.

– La evasión de este niño me molesta, sin embargo, no creo que me impida llevar a cabo mis planes.

– ¿Qué quieres decir? preguntó Piedmon.

– Voy a utilizar un programa bastante complicado que he descubierto en el historial. Si puedo llevarlo a cabo ya no necesitaré a Ken para salir del Mar Oscuro.

Ante estas palabras, la sangre de la señorita Himekawa se congeló.