¡Buenas tardes a todos! Estoy de vuelta con la continuación !

Pero primero, ¡quiero desearles a todos un feliz año nuevo 2021! Les deseo que sea mejor que 2020, que estén de buena salud, felices y que tengan éxito en sus proyectos.

Hoy os regalo un mega capítulo: ¡hacía 17 páginas en mi documento Word! En el programa, el fin de la batalla en la isla donde está encarcelada Xuanwumon y la vuelta de los Niños de Zero Two. Espero que os guste :)

¡Buena lectura!


Capítulo 43

Los Señores demonios que habían sobrepasado las defensas de las Bestias Sagradas eran contenidos por Metalgreymon, Weregarurumon, Garudamon, Lillymon y Zudomon mientras Koushiro, Sakae, Meiko, Hikari y Takeru corrían hacia el interior del templo. Atravesaron el claustro, bajaron precipitadamente las escaleras y se encontraron otra vez en la gran sala subterránea. Delante de ellos se alzaba la puerta tallada detrás de la cual estaba encarcelado Xuanwumon. Los ojos de los adolescentes observaron nuevamente el sistema de cables que la rodeaban. Koushiro se acercó a la mesa de piedra donde se encontraba la balanza: gracias a ella podrían activar los mecanismos que liberarían a la Bestia Sagrada. El joven sacó su ordenador y les dijo a sus amigos:

– Vamos a ver, os leo otra vez la traducción de la inscripción: "Al fondo de las piedras y de las raíces está encerrada la tortuga sagrada. Quien quiera liberarla tendrá que encontrar el peso correcto, porque se accederá a la llave solo si la balanza está bien equilibrada. Sin embargo, el peso ya colocado no se puede tocar, de lo contrario la tortuga se quedará sellada para siempre. Para llegar al equilibrio, reflexione sobre esto: "El peso que equilibrará la balanza tiene que pesar una libra. Las quince pesas son los primeros quince términos de la secuencia de Fibonacci. Cada bola de plomo pesa su término en gramos. Encuentre la cantidad correcta y logrará un equilibrio. La tortuga solo renacerá si la llave se une al corazón de quien murió por ella. "

– Si resumo lo que ya habíamos entendido, dijo Takeru, tenemos que colocar varios pesos en la balanza para equilibrar los dos platillos: esto activará los cables alrededor de la puerta y nos dará acceso a una llave. Con ella, podremos abrir la puerta de la prisión de Xuanwumon. Pero tenemos que hacer todo esto sin tocar el peso que está ya colocado en el primer platillo de la balanza. ¿Eso es?

– Correcto, asintió Meiko. Además de la llave, Koushiro y Sakae tienen que colocar sus digivices en los huecos de la pared. Estas dos operaciones combinadas tendrían que liberar a Xuanwumon.

– Queda por ver cómo vamos a equilibrar la balanza, dijo Hikari.

– Quizás la parte final del acertijo pueda darnos unas pistas, dijo Koushiro. "Para llegar al equilibrio, reflexione sobre esto: "El peso que equilibrará la balanza tiene que pesar una libra. Las quince pesas son los primeros quince términos de la secuencia de Fibonacci. Cada bola de plomo pesa su término en gramos. Encuentre la cantidad correcta y logrará un equilibrio."

– Eso es lo que Joe calificaba de galimatías matemático, dijo Meiko.

– No creo que sea tan complicado de entender, dijo Sakae. Al menos sabemos que para llegar al equilibrio, los pesos que colocaremos en el otro platillo tienen que ser equivalentes a una libra, que son 500 gramos.

– Es verdad, confirmó Koushiro. El acertijo nos da implícitamente el peso del plomo que ya está en la balanza: por lo tanto, ¡no es necesario tocarlo!

– Vale, pero el final del acertijo es bastante complicado, dijo Takeru. "Las quince pesas son los primeros quince términos de la secuencia de Fibonacci. Cada bola de plomo pesa su término en gramos. Encuentre la cantidad correcta y logrará un equilibrio." ¿Entendéis algo de esta frase?

– Creo que sí, dijo Koushiro. La secuencia de Fibonacci es una famosa secuencia numérica, en la cual cada término, es decir, cada número de la secuencia, es la suma de los dos números que le preceden.

– ¿Quieres decir, pensó Sakae, que si los dos primeros números son dos y cuatro, el tercer término será seis?

– Sí, eso es. Lo único es que no hay dos o cuatro en la secuencia de Fibonacci. Dadme dos minutos para que la busque en Internet.

Abrió otra vez su ordenador y empezó a teclear con rapidez. Por encima de sus cabezas resonaban los ecos de la batalla que sus amigos libraban en el exterior; tenían que contener a Beelzemon y Belphemon. Por su parte, las Bestias Sagradas resistían con todas sus fuerzas a los demás Señores demonios. Ahora bien la lucha de tres contra cinco la tarea eran enconada y peligrosa.

– Koushiro, tienes que darte prisa, le advirtió Tailmon. Los demás no aguantarán mucho.

– ¡Lo tengo! He encontrado la secuencia de Fibonacci. Nuestro acertijo especifica que las quince pesas que están al lado de la balanza representan los primeros quince números de la secuencia, es decir: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21 , 34, 55, 89, 144, 233, 377 y 610.

– Vale, ¿y qué hacemos con esto? preguntó Takeru.

– Según el acertijo, dijo Sakae, "Cada bola de plomo pesa su término en gramos." Si entiendo bien esta frase, cada bola de plomo que tenemos a nuestra disposición pesa el peso que corresponde al número de la secuencia a la cual se refiere. ¿Estamos en lo cierto Koushiro?

– Sí, creo que es eso: para daros un ejemplo, el sexto número de la secuencia es el 5: entonces el sexto peso a nuestra disposición desde la izquierda pesa 5 gramos, y así sucesivamente. Por lo tanto, tenemos que sumar los pesos correctos para llegar a los 500 gramos, y así crear un equilibrio con el otro platillo.

– Intentemos hacerlo de la manera más simple, propuso Takeru. Tomemos uno de los últimos pesos, que aunque pese mucho no excederá los 500 gramos, y complementaremos con otros pesos más ligeros para llegar a una libra.

No podemos utilizar el último, en cualquier caso, ya pesa 610 gramos, señaló Hikari.

– ¿Y el penúltimo? preguntó Koushiro.

– 377 gramos, dijo Sakae, agarrándolo.

– Podría funcionar, dijo Takeru. ¿Qué peso podríamos añadir para llegar a 500?

– ¿El peso de 144 gramos? dijo Meiko.

– No, ya son 521 gramos, dijo Hikari, sacudiendo la cabeza. A ver, si sumamos el peso de 55 gramos, llegamos a 428, y si tomamos el de 89... No, todavía es demasiado, 517 gramos en lugar de 500...

Por encima de la sala resonó una violenta explosión que hizo temblar todas las paredes del templo. En el exterior, Belphemon y Beelzemon se dieron al asalto juntos y barrieron a Metalgreymon, Weregarurumon, Garudamon, Zudomon y Lillymon. Sus compañeros humanos apretaron los dientes.

– ¡Tenéis que evolucionar! les gritó Joe.

– ¡Vamos! exclamó Mimi, levantando en su digivice.

Los aparatos electrónicos de los cinco adolescentes se pusieron a brillar y aparecieron Wargreymon, Metalgarurumon, Hououmon, Vikemon y Rosemon. En el mismo momento, Leviamon forzó las defensas de Azulongmon, Zhuqiaomon y Baihumon: abrió la boca y vomitó unas llamas verdes hacia los digimons.

– ¡Blizzard ártico! respondió Vikemon, arrojando sus masas delante a él.

– ¡Bombas de congelación! añadió Metalgarurumon.

Sus ataques convirtieron el fuego de Leviamon en una nube de vapor y los misiles de Metalgarurumon la golpearon de lleno en el pecho. Mientras tanto, Wargreymon, Rosemon y Hououmon lucharon por repeler los ataques combinados de Belphemon y Beelzemon, pero ni la Gaïa force de Wargreymon, ni los ataques de Rosemon, ni el fuego estrellado de Hououmon les pudieron contrarrestar. Los digimons fueron proyectados hacia atrás y destruyeron la puerta principal del templo en su caída: el claustro se derrumbó parcialmente, revelando la entrada a la escalera que conducía a la prisión de Xuanwumon. Belphemon enseñó sus dientes de lobo.

– Están ahí vuestros amigos… ¡Beelzemon, atrápalos! Leviamon y yo nos encargamos de estos mocosos.

Beelzemon asintió, extendió sus alas moradas y despegó hacia el templo.

– ¡No! gritó Taichi.

Empezó a correr hacia el templo pero Belphemon y Leviamon le bloquearon el paso, mientras Beelzemon desaparecía en la escalera. Belphemon se burló y su cuerpo se iluminó: de repente duplicó su tamaño, volviéndose tan alto como Vikemon.

– ¿Qué ha pasado? Mimi exclamó, asustada.

– ¡Nada que juegue a nuestro favor! exclamó Joe mientras el Señor Demoníaco preparaba otra descarga eléctrica.

– ¡Taichi, necesitamos a Omegamon! gritó Yamato.

– ¡Vale!

Los dos adolescentes levantaron sus digivices: entonces Wargreymon y Metalgarurumon se descompusieron en dos series de números binarios luminosos, una naranja y otra azul. Los números se entrelazaron, se fundieron unos con los otros y explotaron en el cielo: Omegamon se materializó en una explosión de luz. Sacó su espada y cargó su cañón, luego apuntó a Belphemon que ya estaba preparando una nueva descarga. Su electricidad atravesó el aire y Omegamon disparó. Cuando los dos ataques se chocaron, toda la isla tembló.

En la sala subterránea, Koushiro, Sakae, Meiko, Takeru y Hikari seguían probando varias adiciones de pesos para llegar a los 500 gramos necesarios.

– Si sumamos 89 a 377, reflexionó Sakae, eso hace 466...

– Más el peso de 21, eso es sólo 487, dijo Meiko.

Koushiro estaba calculando rápidamente de cabeza con una mano en la barbilla.

– Pero si sumamos los pesos de 377 gramos, 89 gramos y 34 gramos, ¡hace exactamente 500!

– ¡Eso es! exclamó Takeru. ¡Entonces tenemos que tomar el noveno, undécimo y decimocuarto peso y colocarlos en la balanza!

En ese momento, un estruendo retumbó por todo el túnel. Unas piedras se cayeron de las paredes, rodaron por de las escaleras y llegaron hasta la gran sala. Los cinco adolescentes retrocedieron aterrorizados. Beelzemon apareció con las pistolas desenfundadas.

– Vaya, vaya, unos Niños Elegidos… ¿Vuestra derrota en el laberinto no os bastó?

Meiko apretó los puños mientras la ira se apoderaba de ella: ¡qué no habría dado, en este momento, por tener a su pequeña Mei a su lado para poder luchar! ¿Por qué tenía el símbolo de la justicia, si no podía ayudar a sus amigos? Ryudamon corrió hacia Beelzemon, seguido por los otros digimons:

– ¡Lo vamos a detener, Sakae!

– ¡Sí, encargaos de estos pesos! añadió Tentomon.

– ¿Estáis todos listos? preguntó Tailmon.

– ¡Sí! asintió Patamon.

Los digivices de Takeru, Koushiro y Sakae se iluminaron y sus digimons digievolucionaron al nivel campeón: Angemon, Kabuterimon y Ginryumon aparecieron. Luego, los símbolos de los cuatro adolescentes se activaron y sus compañeros evolucionaron al nivel perfecto: Angewomon, MagnaAngemon, Mega Kabuterimon e Hisyaryumon despegaron.

– ¡Arco celestial! gritó Angewomon, disparando una de sus flechas.

Beelzemon desplegó sus alas e interceptó la flecha en vuelo. MagnaAngemon desenvainó su hoja púrpura fluorescente y se abalanzó contra el demonio. Pero Beelzemon levantó sus pistolas y disparó: MagnaAngemon fue arrojado hacia atrás y se estrelló contra una pared. Hisyaryumon abrió la boca de la que brotó una larga espada:

– ¡No te saldrás con la tuya, Beelzemon!

El demonio sonrió: extendió las manos delante de él y creó una burbuja transparente que envolvió la espada escupida por Hisyaryumon. En unos pocos segundos, el arma se desintegró. Los Niños Elegidos dieron un paso atrás, asustados. Beelzemon se burló:

– Estas burbujas os impresionan, ¿verdad? ¡También puedo hacer desaparecer a unos digimons gracias a ellas!

– ¡No! gritó Hikari, que sentía el pánico invadirle.

– ¡No tendrás tiempo para utilizar tu ataque! replicó Mega Kabuterimon. ¡Cuerno triturador!

El demonio evitó por poco el ataque y saltó hacia el digimon de Koushiro, con las garras negras de sus manos extendidas. Lo golpeó a la cabeza y sus garras emitieron unas oscuras espirales malignas. Mega Kabuterimon cayó al suelo, atontado.

– ¡No! gritó Koushiro, dando un paso hacia su compañero.

– ¡Koushiro! Sakae lo detuvo. ¡Tenemos que poner los pesos en la balanza!

– ¡Sakae tiene razón! asintió Takeru. ¡Daos prisa, Angewomon y MagnaAngemon harán lo que puedan!

Koushiro y Sakae asintieron y corrieron hacia la balanza. Al mismo tiempo, Beelzemon levantó sus pistolas hacia el techo y disparó. Las balas golpearon la piedra y la explosión resonó por todo el subterráneo. Decenas de piedras empezaron a caerse del techo.

– ¡El templo se va a derrumbar! se asustó Meiko.

Takeru agarró su digivice firmemente:

– ¡MagnaAngemon, digievoluciona y contén este techo!

– ¡Tú también, Angewomon! exclamó Hikari.

– ¡Mega Kabuterimon, ayúdalos! gritó Koushiro.

El digivice de los tres adolescentes se iluminó y sus compañeros alcanzaron el nivel mega. Seraphimon despegó y con sus poderosos hombros acorazados fue a contener el techo que se estaba derrumbando. Holydramon le echó una mano sosteniendo las piedras con su espalda y su cola. Con su gran caparazón, Herakle Kabuterimon hizo lo mismo. Hisyaryumon se alzó ante los Niños Elegidos para protegerlos.

Koushiro y Sakae corrieron hacia la balanza: Koushiro agarró el decimocuarto peso, Sakae el noveno y el undécimo. En ese momento, un terrible bramido les llegó desde las escaleras.

Leviamon irrumpió en la gran sala agitando su largo cuerpo escarlata. Los Niños Elegidos sintieron que en sus corazones se había dado un vuelco: Taichi y los demás no habían podido contener a los dos Señores demonios a la vez. Leviamon recogió unas piedras que se habían caído al suelo con su cola y las tiró a Hisyaryumon. El compañero de Sakae le opuso su armadura: las piedras rebotaron en las placas de metal, deformándolas; Hisyaryumon se inclinó, resistiendo todo lo que podía. Pero sabía que no aguantaría mucho tiempo contra dos Señores demoníacos. Herakle Kabuterimon lo entendió: soltó el techo y vino a proteger a los adolescentes también. Por encima de sus cabezas, Seraphimon y Holydramon seguían sosteniendo el techo.

– ¡Aguantad al menos hasta que pongamos las pesas! les gritó Koushiro.

Beelzemon extendió sus pistolas hacia la balanza y disparó. Los pesos volaron y cayeron al suelo, totalmente mezclados.

– ¡No! gritó Meiko.

Al mismo tiempo, Seraphimon y Holydramon, que no podían aguantar más, se arquearon bajo la presión del techo. Decenas de piedras de basalto empezaron a caer, abriendo unos grandes huecos en el pavimento del suelo. Uno de ellos literalmente se estrelló sobre el caparazón de Herakle Kabuterimon: su cuerpo se iluminó y se retransformó Motimon. Koushiro, horrorizado, corrió a tomarle en sus brazos.

El techo de desplomó como una lluvia mortal y varias piedras cayeron delante del pasillo que conducía a la escalera, obstruyéndolo por completo. Meiko tragó su saliva: estaban atrapados.

Hisyaryumon enroscó su cuerpo blindado encima de Sakae y Koushiro para protegerlos, mientras que Seraphimon y Holydramon abrigaron a Takeru y Hikari. Leviamon seguía escupiendo sus llamas en todas direcciones, completamente desenfrenado.

– ¡Los pesos! exclamó Sakae. ¡No tienen que estar destruidos o no podremos salvar a Xuanwumon! Dijo mientras se ponía al descubierto, rehuyendo la protección que le ofrecía el cuerpo de Hisyaryumon en un intento de recoger las preciosas bolas de plomo.

– ¡Sakae, no! gritó Meiko.

– ¡Sakae, vuelve! le gritó su digimon.

Koushiro apretó los dientes.

– ¡Meiko, por favor, guarda a Motimon! le dijo, confiándole su compañero.

Salió a su vez de debajo del cuerpo de Hisyaryumon y se unió a Sakae.

– Sakae, no podemos quedarnos aquí, ¡nos van a matar!

– ¡Pero las pesas están ahí, en el suelo!

– ¡Recuperémoslas cuanto antes!

En el momento en cual quisieron acercarse a los pesos, una piedra enorme se desprendió del techo... y se estrelló sobre las bolas de plomo con un estruendo terrorífico.

– ¡No! gritó, Sakae, desesperada. Xuanwumon...

– ¡Sakae, retrocede! gritó Koushiro, tirándola hacia atrás.

El techo se agrietó y varias piedras se derrumbaron. A pesar del caos que les rodeaba, Sakae aún podía distinguir la mesa de piedra sobre la cual estaban la balanza. Pero ya no tenían ningún peso para equilibrar los dos platillos. Koushiro también lo sabía. ¿Qué podían hacer? Él y sus amigos no podían competir con los Siete Señores Demoníacos reunidos. Esta vez, era posible que pudieran liberar a la última Bestia Sagrada sin que diesen su vida por ello.

Del otro lado de la gran sala, Hikari y Takeru estaban agachados bajo los cuerpos de Holydramon y Seraphimon que les protegían del derrumbe del techo. Beelzemon y Leviamon seguían disparando a todas las paredes para precipitar el colapso. Hikari y Takeru sabían que Hisyaryumon no duraría mucho. Con la escalera bloqueada, no tenían salida; iban a estar enterrados vivos. Hikari sentía su corazón latir con fuerza en su pecho; se volvió hacia Takeru:

– Takeru, Hisyaryumon es incapaz de digievolucionar al nivel mega, y pronto se retransformará en Ryudamon. No puede hacer más de lo que hace ya, pero hay algo que todavía nosotros podemos hacer, ¿no?

Takeru la miró intensamente: una luz de esperanza inquebrantable brillaba en sus pupilas. Sabía en que estaba pensando. Asintió y tomó la mano que la chica le estaba ofreciendo. Una vez más, sus corazones se pusieron a latir al unísono. Sus digivices empezaron a brillar con una luz intensa y los cuerpos de Holydramon y Seraphimon se disolvieron en dos series de números binarios luminosos: una serie rosa y la otra dorada. Se entrelazaron, se elevaron en el aire y, de repente, la luz explotó: Crusadermon, la fusión de sus compañeros, se alzó con nimbo de luz.

– ¡Sí! exclamó Takeru. ¡Habéis digievolucionado vuestro ADN!

– Gracias a vosotros, le respondió la doble voz de Crusadermon.

– ¡Detén el techo y repele a los Señores Demoníacos por favor! le pidió Hikari.

El digimon asintió: desenvainó sus hojas flexibles que eran capaces de estirarse para tomar la forma de espadas. Despegó y atacó a Leviamon y Beelzemon de frente: los demonios replicaron, pero Crusadermon redobló esfuerzos para debilitarlos. Consiguió proyectarlos contra una pared que se derrumbó a medias sobre los demonios para enterrarlos debajo de un montón de piedras. Luego, Crusadermon extendió todas las espadas que poseía y creó una red con la cual sostuvo el techo.

– ¡Genial, Crusadermon! exclamó Takeru con una sonrisa.

Koushiro, Sakae y Meiko se pusieron pie y corrieron hasta la balanza.

–Espero que con todos los colapsos que están teniendo lugar el sistema de cables todavía funcione, dijo Koushiro, preocupado.

– El verdadero problema, señaló Sakae, es que ya no tenemos peso para equilibrar la balanza.

Meiko con las manos aferradas a las correas de su mochila estaba buscando desesperadamente una solución para poner en marcha el sistema de polipastos y poleas. Su mochila pesaba sobre sus hombros y la botella de agua que llevaba dentro no dejaba de agitarse, creando un ruido irritante que la distraía... De repente, Meiko levantó la cabeza: una luz se acababa de encender en sus ojos.

– ¡Bingo!

Se quitó la mochila, abrió la cremallera y sacó su botella de agua: la había llenado a la mañana en un río en el bosque del Mundo Digital. Le dio la vuelta y miró la etiqueta.

– Esta botella contiene 500 mililitros. ¿Estamos de acuerdo en que 500 mililitros equivalen a 500 gramos?

Koushiro miró fijamente a la joven y su mirada se iluminó.

– ¡Claro! ¡Esta botella puede reemplazar nuestros pesos! Meiko, ¡es una idea genial!

– ¡Vamos, no perdamos el tiempo! les dijo Takeru.

La chica se acercó a la balanza, seguida por sus amigas. Con cuidado, colocó la botella de agua en el platillo de la derecha: los dos platillos oscilaron durante varios segundos... y finalmente se inmovilizaron, en perfecto equilibrio. En ese momento, el cable que estaba conectado a la báscula se puso en movimiento y arrastró consigo todos los demás cables que se deslizaron en los polipastos.

– ¡Ahora, colocad vuestros símbolos! les dijo Takeru a Koushiro y Sakae.

Koushiro tomó su digivice, Sakae se quitó su símbolo del cuello y ambos les colocaron en los nichos previstos para tal fin. El símbolo y el digivice brillaron y la luz que emitieron recorrió todos los cables alrededor de la puerta. Una piedra se deslizó en la pared, a la derecha de la puerta de la prisión, y reveló un pequeño nicho en el cual se encontraba una llave. Los Elegidos sonrieron. Hikari cogió la llave mientras Koushiro recuperaba su digivice y Sakae su símbolo.

– ¡Ahora, rápido, abramos la puerta de la prisión de Xuanwumon! dijo Koushiro.

En ese momento, Beelzemon y Leviamon salieron de los escombros que los habían enterrado.

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Ken, Daisuke, Miyako e Iori se encontraban en las orillas del Mar del Norte del Mundo Digital. Cuando habían llegado a la Agencia, les había recibido un hombre con canas y gafas. Les había dicho que era el padre de Meiko y que trabajaba con el director de la Agencia. Los adolescentes le habían preguntado si sabía dónde estaban sus amigos actualmente y si podía ayudarles a juntarse con ellos, el Sr. Mochizuki les había revelado que el director y él seguían constantemente la progresión de los Elegidos y que se encontraban ahora en una isla al norte del Mundo Digital. Los cuatro adolescentes se habían mirado el uno al otro: tenían que ir allí. Habían utilizado uno de los ordenadores de la Agencia para abrir un portal hacia el Mar del Norte y teletransportarse hasta allí.

A lo lejos, adivinaron la posición de la isla donde estaban Taichi y los demás gracias a los relámpagos que producían el combate de sus amigos contra los Señores Demonios. Las luces violentas y fugaces se reflejaban en el mar y las explosiones llegaron a los oídos de los adolescentes retumbando como un tambor militar.

– ¿Recordáis el poder de Daemon? preguntó Ken a sus amigos. Pues, cada uno de los Señores Demonios tiene una fuerza equivalente. Y actualmente, están los siete en la isla.

– Genial, gimió Miyako. ¡No nos vamos a aburrir!

– Sabíamos iba a ser así, respondió Daisuke. Los demás nos necesitan, ¡vámonos! Veemon, ¿estás listo?

– ¡Claro!

Los otros digimons miraron a su compañero y asintieron. Daisuke, Miyako y Ken sacaron sus digivices: azul para Daisuke, negro para Ken, rojo para Miyako. Enseguida, se pusieron a brillar: Veemon digievolucionó en X-Vmon, Wormon en Stingmon, Hawkmon en Aquilamon. Daisuke se subió en la espalda de su compañero, Stingmon tomó a Ken en sus brazos, Miyako se subió en la espalda de Aquilamon y Iori se sentó detrás de ella, con Armadillomon en sus brazos. Su digimon no era capaz de volar si digievolucionaba, así que habían decidido que esperarían a estar en la isla para que evolucione.

Los digimons despegaron y sobrevolaros las rugientes olas del Mar del Norte. Pronto distinguieron el cuerpo diáfano de un dragón, el plumaje de fuego de un pájaro y un tigre con rayas blancas e índigo en las orillas de la isla. Estaban luchando contra cuatro horribles demonios para frenar su avance hacia el centro de la isla.

– ¡Mirad, es Azulongmon! exclamó Iori.

– Sí, pero Daemon también está, dijo Miyako haciendo una mueca, recordando al enemigo contra el cual habían luchado tres años antes.

– El tigre es Baihumon, es también una Bestia Sagrada, les dijo Ken. En cuanto al pájaro bermellón, tiene que ser uno de sus compañeros.

– ¡Taichi y los demás están ahí! exclamó Daisuke.

Efectivamente, en una gran plaza delante de un templo esculpido, reconocieron a los digimons de Taichi, Yamato, Sora, Joe, Mimi que estaban luchando contra un enorme demonio, que se parecía a un lobo de pie que se mantenía erguido con sus patas traseras. En su boca abierta brillaban unos dientes afilados y sus cuernos de cabra producían una corriente de electricidad ininterrumpida; las cadenas que colgaban de sus patas difundían vapores malignos alrededor de su cuerpo.

– ¡Vamos! gritó Daisuke.

Stingmon, XV-mon y Aquilamon descendieron en picado hacia la isla. Omegamon estaba resistiendo a Belphemon con todas sus fuerzas, pero el demonio poseía una fuerza extraordinaria. Lo empujó hacia atrás y generó otra vez electricidad con sus cuernos para atacar a Rosemon, Vikemon y Hououmon. X-Vmon cruzó los brazos sobre el pecho y disparó en dirección al demonio:

– ¡X-láser!

La energía luminosa en forma de cruz salió de su corazón y golpeó a Belphemon. A su vez, Stingmon y Aquilamon atacaron:

– ¡Acabado picado!

– ¡Explosión láser!

Los picos luminosos que estaban en los hombros de Stingmon se iluminaron con una luz púrpura y separaron de su armadura para volar hacia el demonio; unos láseres concéntricos salieron disparados del pico de Aquilamon. Belphemon, más sorprendido que herido, se dio la vuelta. Taichi, Yamato, Sora, Joe y Mimi levantaron la cabeza con asombro.

– ¡Daisuke! ¡Estáis todos aquí! exclamó Taichi, incapaz de creerlo.

X-Vmon, Stingmon y Aquilamon describieron un arco circular y vinieron posarse cerca de los adolescentes. Daisuke se bajó de la espalda de su digimon y corrió hacia Taichi. Con una sonrisa, dijo:

– ¡Perdón por esta tardanza de cuatro meses!

Taichi no pudo evitar sonreír también.

– ¿Cómo llegasteis hasta...? empezó Joe, desconcertado.

No tuvo tiempo a terminar su frase: Belphemon proyectó hacia ellos una poderosa carga de electricidad. Omegamon se alzó delante de ellos para protegerlos, pero se inclinó ante la violencia del impacto. El suelo vibró, los Niños Elegidos perdieron el equilibrio. Cuando se enderezaron, Ken dijo:

– Os explicaremos todo después. ¡Por ahora, tenemos que repeler estos monstruos!

– ¡Exactamente! asintió Iori, agarrando su digivice. ¡Armadillomon, vamos!

El digivice del niño se iluminó con una intensa luz amarilla: Armadillomon digievolucionó en Ankylomon y giró la maza al final de su cola. Proyectó la bola erizada de púas hacia Belphemon, pero el demonio arrojó sus cadenas hacia la masa y la detuvo. Cargó sus cuernos de electricidad y atacó frontalmente a Ankylomon: el digimon de Iori no pudo resistir y fue a estrellarse a varios metros de distancia. Aquilamon disparó otros láseres en dirección al Señor Demonios, pero casi no tuvo efecto. Belphemon replicó: su rayo tocó a Aquilamon que gritó y perdió altitud.

– ¡No! gritó Miyako, asustada.

– ¡Nuestros digimons no pueden competir con este demonio si se quedan en el nivel campeón! exclamó Iori.

– ¡Vale, entonces vamos a unir nuestras fuerzas! dijo Daisuke, apretando los puños. Ken, ¿listo?

– ¡Cuando quieras!

Sus digivices se iluminaron y los cuerpos de X-Vmon y Stingmon se desintegraron en dos series de números binarios: uno era verde, el otro azul. Los números se entrelazaron, se elevaron en el aire y finalmente explotaron para dar a luz a la fusión de los dos digimons: Paildramon extendió sus alas, listo para la batalla.

– ¡Desperado blaster!

Las balas salieron disparadas a toda velocidad, pero Belphemon hizo girar sus cadenas en el aire y consiguió protegerse del ataque. Iori le gritó a Joe:

– ¿Dónde están Takeru y Hikari? ¡Nuestros digimons necesitan a Tailmon y a Angemon para digievolucionar su ADN!

– ¡Han bajado en el templo para liberar a Xuanwumon!

– ¡Pero dos de los Siete Demonios les han seguido! añadió Mimi. ¡No pudimos detenerlos!

En ese momento, Belphemon agarró a Paildramon por una pata y lo estrelló contra el polvo.

– ¡Daisuke, Paildramon tiene que evolucionar en Imperialdramon! le gritó Taichi a su amigo.

– ¡Vale! ¡Ken, vamos!

Sin embargo, cuando los adolescentes levantaron su digivice por tercera vez, no ocurrió nada. Intercambiaron una mirada, asustados.

– ¿Qué está pasando? exclamó Ken.

– ¡¿Vuestros compañeros no pueden evolucionar?! exclamó Yamato.

Los dos chicos miraron su digivice, asombrados: no emitía ninguna luz. Belphemon aprovechó su momento de debilidad para enviarles una nueva bola de electricidad: Omegamon, Hououmon, Rosemon y Vikemon se alzaron delante de los Niños Elegidos para protegerlos y contraatacaron:

– ¡Explosión de luz estelar!

– ¡Tentación prohibida!

– ¡Ventisca ártica!

Omegamon cargó su cañón y disparó: esta vez la potencia de su ataque hizo retroceder a Belphemon.

– ¿Por qué nuestros compañeros no pueden digievolucionar? exclamó Daisuke, en pánico.

– ¡Este no es el momento para hacerse preguntas! le dijo Taichi. Vamos a contener a Belphemon; ¡Ken, Miyako, Iori y tú id a ayudar a los demás en el subterráneo!

Los adolescentes asintieron y corrieron hacia el templo.

En la gran sala, Crusadermon se estaba enfrentando a Leviamon y Beelzemon reunidos. Hisyaryumon le estaba apoyando, pero se casi no le quedaba energía. Mientras tanto, Koushiro, Sakae, Meiko, Hikari y Takeru habían corrido hacia la gran puerta esculpida detrás de la cual estaba encarcelado Xuanwumon: rápidamente encontraron una gran cerradura entre las dos batientes. Hikari insertó la llave que acaban de recuperar y la hizo girar. Entonces, los engranajes de metal empezaron a moverse. Con un rugido de ultratumba, la puerta empezó a abrirse.

– ¡No! gritó Beelzemon con rabia.

Disparó todos sus cartuchos en dirección a Hisyaryumon: el dragón se estrelló contra el suelo, su cuerpo se iluminó y volvió a nivel infantil.

– ¡Ryudamon! gritó Sakae, corriendo hacia él.

Leviamon escupió una lluvia de fuego esmeralda en dirección de Crusadermon. Éste levantó el brazo y paró el ataque con su escudo; luego, activó la piedra lapislázuli en el centro del escudo, que emitió un poderoso rayo. El relámpago quemó a dos demonios, que gritaron y retrocedieron. Crusadermon miró hacia el techo: sus hojas de metal todavía lo contenían, pero no por mucho tiempo. Además, mientras utilizaba sus espadas como una red para evitar el derrumbe, no podría usarlas para luchar. Tenía que reabrir un pasaje que permitiera que los Elegidos escaparan del subterráneo.

En ese momento, los escombros que bloqueaban el acceso a la escalera fueron pulverizados. Todos los adolescentes y los Señores Demonios se dieron la vuelta: Paildramon, Aquilamon y Ankylomon salieron de una nube de polvo. Los ojos de Hikari y Takeru se iluminaron:

– ¡Chicos! exclamó Hikari con una gran sonrisa.

– ¡Rápido, salid de aquí! les gritó Daisuke.

Beelzemon y Leviamon sintieron su rabia desmultiplicarse al ver estos nuevos adolescentes que venían para ayudar a sus compañeros. El dragón escarlata abrió la boca para escupir sus llamas; Paildramon sacó sus metralletas:

– ¡Desperado blaster!

– ¡Explosión láser! añadió Aquilamon.

Las llamas de Leviamon barrieron sus ataques; mientras tanto, Beelzemon abrió fuego contra ellos: sus balas eran más poderosas que las de Paildramon y envió al digimon de Ken y Daisuke contra la pared. Crusadermon aprovechó que los demonios le dieran la espalda para activar el rayo de su escudo: tocó a Beelzemon y Leviamon, y esta vez, ambos se inclinaron. Daisuke, Miyako, Iori y Ken miraron a ese majestuoso digimon, vestido con una armadura rosa, que no conocían.

– Es increíble… murmuró Iori, deslumbrado.

En ese mismo momento, las puertas de la prisión de Xuanwumon terminaron de abrirse. En el polvo del mortero desmoronado, un enorme digimon emergió de las sombras. Se parecía a una gigantesca tortuga de dos cabezas y llevaba un imponente árbol en su lomo; la circunferencia de su tronco igualaba a la de su caparazón. Doce digi-esferas flotaban alrededor de este enorme cuerpo.

Los ojos rojos de la Bestia Sagrada brillaban con inteligencia; pero cuando se posaron sobre Leviamon y Beelzemon se hicieron implacables. Los demonios se pusieron pálidos. Xuanwumon levantó sus dos cabezas y gritó con una voz profunda y gutural:

– ¡Kokuhyou!

Unos enormes cristales negros aparecieron por encima de las cabezas de Leviamon y Beelzemon. Recordaban las agujas de basalto que formaban la isla en la cual la Bestia Sagrada había sido encarcelada. Con una velocidad aterradora, cayeron sobre demonios como el hacha de una guillotina. Leviamon trató de desintegrarlos con sus llamas, pero en vano. Beelzemon los ametrallaron con sus pistolas, sin más éxito. Tuvieron que apartarse rápido para no ser perforados por las puntas negras. Aprovechando la diversión, Takeru les gritó a sus amigos:

– ¡Apuraos, tenemos que salir de aquí!

Corrieron hacia las escaleras mientras Xuanwumon mantenía a raya a los demonios. Cuando los adolescentes salieron a la terraza donde estaban el resto de sus amigos, el templo explotó, destrozado por los cristales de Xuanwumon. Leviamon y Beelzemon fueron proyectados en el aire y Xuanwumon emergió de los escombros.

Taichi, Yamato, Sora, Joe y Mimi miraron asombrados a la imponente tortuga de dos cabezas que avanzó hacia la orilla donde estaban Azulongmon, Zhuqiaomon y Baihumon. Al ver aparecer al último de sus compañeros, las Bestias Sagradas sintieron que sus fuerzas renacían. Por su parte, Daemon, Lucemon, Barbamon, Laylamon y Belphemon se habían puesto pálidos. Leviamon y Beelzemon se juntaron volando con ellos. Demonios y Bestias Sagradas estaban cara a cara, mirándose con una expresión desafiante y vengativa.

– Por fin estamos todos reunidos, dijo Azulongmon, enrollando su largo cuerpo sobre sí mismo.

– ¡Es hora de acabar con ustedes, demonios! Dijo Zhuqiaomon.

– ¡Todos juntos! gritó Baihumon a sus compañeros.

El cuerno de metal con forma de rayo que Azulongmon tenía en su cabeza crujió, el reactor del cañón de Zhuqiaomon se cargó con un rugido, Baihumon abrió la boca con un rugido y Xuanwumon materializó cientos de cristales oscuros que tintinearon. Juntos, lanzaron sus ataques: la carga de electricidad estalló desde el cuerno de Azulongmon, el reactor de Zhuqiaomon disparó, Baihumon escupió una gran ola metálica y los picos de ébano de Xuanwumon volaron hacia los demonios. Los Señores Demonios replicaron enseguida: Daemon creó una bola de fuego brillante entre sus palmas, los ojos de Laylamon emitieron rayos corrosivos, Lucemon preparó sus diez esferas de energía en sus manos, Belphemon descargó todos los voltios que sus cuernos podían producir, Beelzemon levantó sus pistolas y Leviamon escupió una ola de fuego celadón. Cuando estas dos olas de ataques chocaron, una explosión fenomenal atravesó el aire, barriendo toda la isla con una onda de choque. Los Niños Elegidos fueron arrojados al suelo con sus digimons. El suelo tembló, recorrido por vibraciones como las de un terremoto. Secciones enteras de la muralla de la ciudad se agrietaron se derrumbaron en el mar.

Cuando el humo de los ataques se disipó, los Señores Demonios estaban ya preparando otro ataque. Sin embargo, las Bestias Sagradas se habían anticipado a su gesto e ya habían concentrado su poder: Zhuqiaomon había alimentado con su fuego una gigantesca ola metálica escupida por Baihumon, que Azulongmon alimentó con su electricidad y Xuanwumon con sus cristales. La ola metálica giró, como un tornado, y se dirigió hacia los Señores Demonios. Antes de que pudieran reaccionar, el tornado les aspiró hacia su interior.

– ¡Ahora! gritó Taichi a sus amigos. ¡Que todos los digimons a quienes les quedan les fuerzas se unan con las Bestias Sagradas!

– ¡Ventisca ártica! rugió Vikemon, arrojando sus masas frente a él.

– ¡Tentación prohibida! añadió Rosemon.

– ¡Explosión de luz estelar! exclamó Hououmon mientras abría sus alas.

– ¡Desperado blaster! Apuntó Paildramon, sacando sus ametralladoras.

– ¡Explosión láser! atacó Aquilamon.

Ankylomon arrojó su bola de púas hacia los Señores Demonios, mientras Omegamon levantaba su cañón y Crusadermon activaba el láser de su escudo. Todos los ataques se concentraron en los Señores Demonios y explotaron en cadena: una serie de vibraciones hizo temblar toda la isla; la lava solidificada de las agujas de basalto se agrietó, las piedras dejaron de estar estrechamente entrelazadas. Los muros empezaron a colapsarse y se hundieron en el mar con un tumulto ensordecedor.

Cuando los adolescentes se enderezaron, se encontraron a una visión aún más aterradora: el tornado de las Bestias Sagradas, reforzado por los ataques de sus compañeros, aprisionaba a los Siete Señores Demonios en un aliento abrasador: pero incluso en este infierno, los demonios no se habían desintegrado.

– ¿Resisten… a los ataques de las Bestias Sagradas y de nuestros digimons? exclamó Daisuke, aterrorizado.

– Es imposible, murmuró Sora.

Azulongmon se volvió hacia ellos:

– ¡Abrid un pasaje hacia el Mar Oscuro! ¡Es la única solución que nos queda para deshacernos de estos demonios!

– ¡Abrid el pasaje y les enviaremos de regreso a su mundo! añadió Baihumon.

– ¿Abrir un pasaje hacia el Mar Oscuro? repitió Meiko, asustada.

– ¡Lo voy a hacer! decidió Ken.

– ¡Voy a ayudarte! le dijo Hikari.

Ken sacó su digivice y lo apuntó hacia el cielo; Hikari se acercó a él y colocó su mano sobre la suya. Juntos, cerraron los ojos y se concentraron. Pronto, una distorsión en forma de espiral se materializó entre las nubes con un silbido agudo. En este vórtice se podía adivinar una lúgubre orilla rodeada por un mar negro.

– ¡Ahora! gritó Zhuqiaomon.

Las Bestias Sagradas dirigieron su tornado hacia la espiral, mientras Ken y Hikari, con las manos apretadas, mantenían abierto el pasaje. Las Bestias Sagradas proyectaron el tornado hacia la abertura y los Señores Demonios fueron enviados de regreso en el Mar Oscuro. En ese momento, Ken y Hikari cayeron de rodillas y el pasaje se cerró de inmediato. Las olas del Mar del Norte del Mundo Digital retumbaron y un silencio absoluto recayó sobre la isla donde estaban los Niños Elegidos.

Los adolescentes se enderezaron, jadeando y empapados. Sus digimons habían vuelto a su nivel infantil. Miraron a su alrededor: la isla había sido medio destruida y sus murallas en parte tragadas por el mar. Cerca de Azulongmon, Zhuqiaomon y Baihumon, Xuanwumon estaba libre. Los adolescentes intercambiaron miradas, todavía atónitos por la batalla que acababan de vivir. Finalmente, fue Sakae quien murmuró, Ryudamon en sus brazos:

– Lo logramos... ¡liberamos a Xuanwumon!

Ante estas palabras, todos sus amigos sonrieron y, finalmente, pudieron dar rienda suelta a su alegría. ¡Lo habían conseguido! ¡Habían liberado a la última Bestia Sagrada!

– ¡Realmente pensamos que no podríamos hacerlo! dijo Hikari, aliviada. ¡Afortunadamente, Meiko encontró la solución correcta!

– ¿Qué solución? Taichi se preguntó.

– Las pesas que teníamos que utilizar para equilibrar la balanza fueron destruidas durante nuestra batalla contra Beelzemon y Leviamon, explicó Koushiro. Fue a Meiko a quien se le ocurrió la idea de sustituirlos por una botella cuyo peso correspondiera a lo que necesitábamos.

– Era bien pensado, admitió Sora.

– Sí... y pudisteis mantener la calma a pesar de la urgencia de la situación, agregó Yamato.

– ¡Bien hecho, Meimei! la felicitó Mimi.

La chica se sonrojó levemente; Taichi la miró con admiración. Cuando Meiko captó su mirada, sus mejillas se sonrojaron aún más.

– ¡No hubiéramos sido tan eficaces sin la ayuda inestimable de Daisuke, Miyako, Ken y Iori! añadió Takeru.

Todos los adolescentes se volvieron hacia sus amigos y les miraron, todavía asombrados de que hubieran podido reunirse.

– Ken, ¿cómo escapaste del Mar Oscuro? le preguntó Hikari.

– Y vosotros, ¿cómo salisteis del coma? añadió Joe con incredulidad.

– Y sobre todo, ¿cómo nos encontrasteis en el Mundo Digital? terminó Taichi.

Los cuatro adolescentes intercambiaron una mirada. Luego, Daisuke dio un paso adelante y empezó:

– Nos despertamos cuando Ken salió del Mar Oscuro. Fue quien vino a buscarnos en el hospital y quien nos informó de todo lo que había sucedido desde cuatro meses.

– Luego, continuó Miyako, fuimos a la Agencia Administrativa.

– ¿Habéis visto a mi padre? preguntó Meiko.

– Sí, asintió Iori, y también el director. Nos informaron que seguían vuestros movimientos en el Mundo Digital y fue gracias a ellos que supimos dónde estabais. Después, fue fácil unirnos a vosotros usando nuestros digivices D-3.

– Pero Ken, ¿cómo saliste de la cárcel de Yggdrasil? preguntó Sora. No pudimos librarte cuando entramos en el Mar Oscuro la última vez...

– Fue la Sra. Himekawa quien me permitió escapar.

Ante estas palabras, Taichi y los demás abrieron los ojos como platos, atónitos. El corazón del Sr. Nishijima se puso a latir con fuerza.

– Hime…

– Pero… ¡nos traicionó a todos! exclamó Mimi. ¿Cómo pudo ayudarte?

– Sé que sirve a Yggdrasil, admitió Ken, pero... me ha hecho salir de mi cárcel. Ha hecho incluso más que eso: ha transferido la semilla de la oscuridad que vivía en mí a su cuerpo.

El Sr. Nishijima tragó su saliva mientras un miedo incontrolable se apoderaba de él.

– ¿Por qué hizo esto?

– Para permitir que Daisuke, Miyako y Iori despertasen, respondió Ken. Pero también… para protegerme, creo. Para que Yggdrasil no tenga poder sobre mí.

– ¿Qué le pasará a Hime si Yggdrasil descubre que lleva esta semilla en ella? preguntó el profesor.

Ken levantó la cabeza. Miró intensamente al Sr. Nishijima y luego a sus amigos, dudando. Finalmente murmuró:

– Es probable que Yggdrasil quiera usar esta semilla... y que eso le quite a la Sra. Himekawa toda su fuerza vital.

– ¡No! gritó el Sr. Nishijima. No puede ser verdad...

Los Elegidos miraron hacia el suelo, mientras una arruga de dolor apareció en sus frentes. Todos se acordaban como habían acabado los niños que habían recibido una semilla de la oscuridad, tres años antes, cuando MaloMyotismon había utilizado los gérmenes malignos. El digimon malvado los había dejado a todos inconscientes. La semilla de Ken había vivido en su cuerpo durante demasiado tiempo; ahora que la Sra. Himekawa la había transferido a su cuerpo, si Yggdrasil la utilizaba, seguramente moriría.

– Sabía lo que estaba haciendo, dijo Ken, frunciendo el ceño.

– ¿Por qué no salió del Mar Oscuro contigo? preguntó el Sr. Nishijima con el corazón desgarrado.

– No quería. Dijo que tenía que quedarse allí para engañar a Yggdrasil, hasta que leamos el libro.

– ¿Qué libro? preguntó Koushiro frunciendo el ceño.

Ken se quitó la mochila de los hombros y sacó un gran libro con una portada azul profundo, cuyo grano parecía ser polvo de estrellas. Los Elegidos lo miraron, mudos de estupor.

– Es el historial del mundo digital, murmuró el Sr. Nishijima con incredulidad.

– ¿La Sra. Himekawa se lo robó a Yggdrasil? preguntó Sora, incapaz de creerlo.

– No lo sé, respondió Ken. Fue gracias a este libro que ella pudo liberarme de mi prisión y crear un programa para transferir la semilla de la oscuridad a su cuerpo. Me dijo que os lo diera tanto a ti Taichi, como a usted, Sr. Nishijima, y que todos teníamos que leerlo todos juntos, porque lo que contenía era demasiado serio para ser leído por una persona sola.

Un pesado silencio cayó sobre los Niños Elegidos y sus digimons. Durante unos minutos, no oyeron nada más que las olas grises del mar que se rompían contra las agujas de basalto medio sumergidas de la isla.

– Tendríais que volver a vuestro mundo para leer este libro, intervino Baihumon.

Todos se volvieron hacia él, sorprendidos.

– Pero, si los Señores Demonios atacan otra vez… empezó Takeru.

– Ahora somos cuatro Bestias Sagradas para proteger el digimundo ahora que me habéis liberado, Niños Elegidos, respondió Xuanwumon.

– Si los Señores Demonios volviesen a atacar, continuó Zhuqiaomon, les contendríamos.

– Pero no podéis vencerlos, ¿verdad? dijo Taichi. Lo acabamos de constatar. Solo podéis enviarlos de regreso al Mar Oscuro.

– Derrotar a los Amos Oscuros o Apocalymon era una cosa, dijo Azulongmon, pero los Señores Demonios tienen un poder que no podemos superar. Para vencerlos, necesitaremos vuestra ayuda.

Todos asintieron. La lucha contra los demonios de Yggdrasil iba a ser más difícil de lo que se habían imaginado. Otro problema, sin embargo, preocupaba también a Daisuke. Miró a las Bestias Sagradas y preguntó:

– Tengo una pregunta que haceros. Durante la batalla, Paildramon no pudo evolucionar en Imperialdramon. ¿Sabéis por qué?

Azulongmon le miró y le dijo:

– ¿Recuerdas que Paildramon evolucionó por primera vez en Imperialdramon hace tres años, gracias al poder de uno de mis doce digiesferas, esas bolas de energía que flotan alrededor de mi cuerpo?

– Sí, asintió el joven, lo recuerdo.

– Son estas esferas las que permiten la digievolución del ADN al nivel mega, es decir, al nivel más alto de digievolución que pueda alcanzar un digimon.

– Entonces, si no existierais, vosotras las Bestias Sagradas, ¿Omegamon no hubiera podido aparecer? entendió Taichi.

– ¿Ni Crusadermon? añadió Takeru.

– ¿Ni Minervamon? completó Mimi.

– Eso es, confirmó Azulongmon. Posees el emblema del coraje y la amistad, Daisuke, y estos emblemas sacan su poder de los digiesferas de Baihumon.

El adolescente se volvió hacia el tigre azul e índigo. Baihumon asintió:

– El poder de mis digiesferas solo permite a una pareja de compañeros humanos que posean los emblemas del coraje y la amistad lograr la digievolución del ADN de sus compañeros al nivel mega. Al igual que tú, Daisuke, Taichi y Yamato también poseen estos emblemas. Cuando llegaste durante la batalla, Wargreymon y Metalgarurumon ya había digievolucionado su ADN para transformarse en Omegamon, que es, como Imperialdramon, un digimon de nivel mega. Estos dos no pueden aparecer al mismo tiempo.

– Si entiendo bien, resumió Koushiro, si Taichi y Yamato permiten que sus digimon se conviertan en Omegamon, ¿Ken y Daisuke no podrán hacer que sus digimons evolucionaran al nivel de Imperialdramon?

– Eso es, asintió Azulongmon. Pero eso no vale para la digievolución del ADN que tú, Miyako y tú, Iori, solíais hacer con Hikari y Takeru, ya que sus digimons no estaban al nivel mega cuando fusionaban su ADN.

– Por cierto, dijo Miyako entonces, ¿quién era este digimon con armadura rosa que vimos en el túnel?

– Es la digievolución del ADN de Holydramon y Seraphimon, los niveles mega de Tailmon y Patamon, explicó Takeru.

– ¿Qué? exclamó Daisuke. ¿Quieres decir, Takeru... que tu digimon y el de Hikari han fusionado su... su ADN? ¿Que tú y Hikari… unisteis vuestra energía?

Takeru sonrió ante la mirada contrariada de Daisuke: sabía que le gustaba Hikari y saber que Tailmon podía digievolucionar su ADN con Patamon le llenaba de envidia. Hikari se rio entre dientes, pero no hizo ningún comentario.

– Eso significa, entendió Taichi, que cada vez que queramos hacer una digievolución de ADN, tendremos que elegir solo a un dúo de nuestros digimons.

– Eso es, dijo Zhuqiaomon.

– Creo que sería mejor tú Taichi, hicieras esta digievolución con Yamato, dijo Ken. Si entiendo bien, vuestros digimons pueden fusionarse cuando están en un nivel de evolución más alto que los nuestros, ¿verdad?

– Sí, asintió Yamato.

– En ese caso, Ken tiene razón, asintió Iori. Vuestros digimons unidos siempre serán más fuertes que los nuestros.

– Pero..., protestó Daisuke.

– De todas maneras, para que puedas completar vuestra misión y ayudarnos a derrotar a los Señores Demonios y luego a Yggdrasil, tenéis que leer el historial primero, dijo Baihumon.

– ¿Sabéis lo que contiene? preguntó Hikari.

– No, respondió Xuanwumon. Ningún digimon conoce el contenido del historial del mundo digital. Sin embargo, no estáis en seguridad aquí, tenéis que regresar a vuestro mundo para leerlo.

– Vigilaremos el mundo digital mientras tanto, les prometió Zhuqiaomon.

Los adolescentes y sus digimons intercambiaron una mirada: las Bestias Sagradas tenían razón.

– Vale, dijo Taichi. Volvemos al mundo real.