¡Hola a todos! ¡Estoy de vuelta! Hoy viene la continuación de las revelaciones, pronto el mundo digital ya no tendrá ningún secreto para vosotros :)
También quiero señalar que uno de los fieles lectores de esta historia, digimon263oficial, me ha ofrecido hacer una reseña de esta fanfiction. La publicará pronto en su blog, dedicado a Digimon, junto con una entrevista que me ha hecho. Os advertiré cuando esté publicado todo, si queréis pasar a echar un ojo. Aparte de esta reseña/entrevista, el blog de digimon263oficial propone muchos artículos interesantes que desarrollan cuales han podido ser las fuentes de inspiración de los creadores de la serie para imaginar los digimons, y también artículos que tratan de la sexualización de los digimons femeninos y que recomiendan otras fanfictions. Además, digimon263oficial es escritor en esta página, así que no dudéis en ir a descubrir sus historias.
Muchas gracias a todos los que siguen está fic, ¡espero que el capítulo de hoy os guste! :)
Capítulo 45
Los corazones de los Elegidos latían con fuerza. El Sr. Nishijima parpadeó: Yggdrasil no les había mentido. El había sido creado antes que Homeostasis siendo el primer dios del mundo digital. ¿Qué había podido pasar para que él se convertirse en su enemigo? Apenas de que él pudiese seguir pensando, los cubos de datos volvieron a girar a su alrededor. La atmósfera se llenó de colores que cayeron delante de ellos como un telón. De repente, este se elevó y fueron trasladados a otra escena del pasado.
Se encontraban otra vez en el mismo laboratorio. Gennai y Hayato todavía estaban presentes y sus rostros apenas habían cambiado: esta escena había tenido que ocurrir poco después de la anterior. Ambos parecían bastante emocionados.
– ¡Yggdrasil es increíble! exclamó Gennai. Solo han pasado siete días desde que lo creamos, ¡pero ya ha dado vida a todo el mundo digital!
– Interpreta los programas de nuestras computadoras para hacer del mundo digital una copia casi perfecta de la Tierra, confirmó Hayato. Los continentes Servidor, Folder y WWW, así como las islas de los File y el Mar del Norte son realmente sorprendentes...
– Aunque sepamos que son solo reproducciones virtuales, es verdad que impresiona, dijo Gennai. ¿Estás seguro de que hemos tomado la decisión correcta?
– ¿Respeto a qué?
– Respeto a Yggdrasil. Para que gobierne mejor el mundo digital, insististe en que ignorase que es un programa informático, que ignorase que fue creado por los hombres...
– Quiero que el mundo digital sea autónomo, decretó Hayato con firmeza. Si Yggdrasil cree que es el único dios de este mundo, estoy seguro de que lo gobernará mejor. Quiero que crea que su mundo es el único que existe, para hacerlo lo más hermoso posible.
Gennai parecía dudar, pero no insistió. Hayato añadió con entusiasmo:
– En cuanto a la virtualización de almas, creo que ya tengo la clave del programa.
– ¿En serio? dijo Gennai, impresionado.
– Sí. La calcorita nos va a proporcionar la energía suficiente para realizar la operación. Pero antes de enviar cualquier ser humano al mundo digital, me gustaría averiguar si la vida es realmente posible en el mundo que Yggdrasil ha creado.
– ¿Cómo planeas hacer eso?
– Bueno, si lograra virtualizar una primera alma, podría utilizarla como base para crear variantes de secuencias de computadora. Haré que estas almas transformadas en código binario estén disponibles para Yggdrasil, y entonces él podrá insuflarlos a los seres vivos del digimundo...
– Espera... ¿quieres que Yggdrasil cree seres vivos?
– Sí. No quiero poner en riesgo a nuestra gente. Antes de enviar personas al mundo digital, quiero asegurarme de que este mundo cumpla con todas las condiciones para vivir allí. Si Yggdrasil crea seres vivos con alma, podremos evaluar rápidamente si las condiciones del mundo digital son favorables o no para la vida humana.
– Sí, tienes razón…
– Y debo admitir que tengo mucha curiosidad por ver qué tipo de criaturas podrá crear Yggdrasil. Si preparo bien el programa, Yggdrasil tendría que ser capaz de crear una infinidad de almas diferentes y así dotar a cada ser del digimundo con una identidad propia.
– En resumen... ¿quieres que Yggdrasil cree... unos monstruos digitales?
– Eso es.
Gennai miró fijamente a su colega.
– Has reflexionado a fondo sobre esto. Si estas criaturas pueden vivir en el mundo digital sin problemas, será la prueba definitiva de que podemos enviar humanos allí. Estaría bien que encontremos un nombre para esta nueva especie, ¿no crees?
– ¿Tienes una idea?
– ¿Qué te parece si les llamamos… digimons?
Los Elegidos se sobresaltaron y se quedaron con la boca abierta. Hayato sentado en su escritorio parpadeó.
– Digimons, repitió. Estos serán los primeros seres vivos del mundo digital...
Los compañeros adolescentes miraron alternativamente a Gennai y Hayato, estupefactos.
– ¿Hablan… de nosotros? murmuró Agumon.
– Gennai y su amigo... comenzó Patamon, asombrado.
– ¿… fueron quiénes nos crearon? terminó Piyomon.
– ¿Fuimos un experimento…? Tailmon siseó.
– ...para probar si la vida era posible en el mundo digital? completó Tentomon.
– No puede ser, dijo Gabumon.
En ese momento, el Gennai del pasado le dijo a Hayato:
– Dijiste que necesitas virtualizar a un primer ser humano para obtener una versión digital de su alma que pueda servir de base para el desarrollo de las almas de los digimon.
– Exacto, confirmó Hayato. Pero todavía no sé dónde encontrar a esta persona.
– ¿Y si... yo fuese el primer humano que envíes al mundo digital?
Hayato, sorprendido y conmovido, levantó la cabeza y miró a Gennai.
– ¿Aceptarías… aceptarías correr este riesgo? ¿Y ser el primero en probar mi programa?
– Es nuestro proyecto, ¿no? Tenemos que asumir los riesgos que supone su elaboración.
Los dos hombres se miraron fijamente y luego se sonrieron. Hayato asintió. Se puso de pie y se acercó a una de las paredes de la habitación, en la cual descansaba un objeto enorme, plano y rectangular, cubierto por una lona. Hayato quitó la tela y apareció una pantalla gigantesca. Recubría toda la pared desde el suelo hasta el techo. Un círculo metálico dorado brillaba en su marco: los Niños Elegidos reconocieron enseguida la calcorita. Hayato se volvió hacia Gennai y dijo:
– Aquí está el portal que han creado nuestros colaboradores durante estas últimas semanas. Gracias a él tendría que poder transferir seres vivos al mundo digital. Está alimentado por un trozo de calcorita que le proporciona la energía necesaria para la virtualización de un alma.
– Impresionante, comentó Gennai. Concretamente, ¿qué pasará cuando lo actives?
– Los átomos de tu cuerpo serán divididos y la energía de tu alma analizada, para luego ser recreada en el mundo digital bajo la forma de datos numéricos.
– Y... mi cuerpo físico, ¿qué pasará con él?
– Será destruido.
– ¡¿Qué quieres decir con destruido?!
– No te preocupes, ¡no es definitivo! Bueno, en principio no lo es...
– ¿En principio?
– Es decir, cuando invierta el proceso para traerte de regreso a la Tierra, los datos contenidos en su envoltorio digital se convertirán nuevamente en materia para formar átomos. Estos luego se fusionarán para que recuperes tu cuerpo.
– Entonces… ¿volveré de una pieza?
– Normalmente sí.
– ¿Normalmente?
– ¡Nunca he probado esta máquina, te lo he dicho! Ahora que sabes cómo funciona, estás... ¿estás todavía dispuesto a probarlo?
Gennai miró fijamente la enorme pantalla blanca frente a él, con una luz de hesitación en los ojos. Finalmente, frunció el ceño, apretó los puños y decretó:
– Vamos.
– De... ¿de verdad? tartamudeó Hayato, quien parecía sorprendido por el coraje de su amigo. Vale. Entonces, quédate frente a esta pantalla y déjame hacer el resto.
Hayato volvió a sentarse en su escritorio y empezó a configurar varios programas. Gennai miró febrilmente la pantalla con una mezcla de aprensión y emoción. Hayato presionó la tecla "Enter" con una mano levemente temblorosa. En ese momento, una luz intensa encendió la pantalla y envolvió a Gennai. Delante de los ojos estupefactos de los Niños Elegidos, su cuerpo comenzó a disolverse. Cuando se apagó la luz brillante, había desaparecido.
Hayato se acercó a su ordenador y examinó nerviosamente el programa. Se leía una tensión extrema en su rostro y un hilo de sudor le caía por las sienes. La idea de haber fracasado en su experimento le atenazaba, pensó Koushiro. En ese momento la mirada de Hayato brilló y exclamó:
– ¡Lo hice! ¡Gennai está en el mundo digital! ¡Conseguí virtualizar un alma! No puedo creerlo…
Durante varios minutos permaneció inmóvil delante de su pantalla, como midiendo la proeza científica que acababa de lograr. Su mirada se evadió hacia pensamientos lejanos en los cuales imaginaba ya todos los nuevos proyectos que auguraba este primer éxito. Luego volvió a la realidad y se puso a teclear rápidamente en su ordenador. Apretó la tecla "enter" y la pantalla que había desintegrado al cuerpo de Gennai para enviarle al mundo digital se iluminó de nuevo: los contornos borrosos de una silueta aparecieron lentamente en la luz, recuperando gradualmente una consistencia material.
De repente la luz se apagó y Gennai cayó de rodillas en el laboratorio, ileso. Permaneció por unos instantes mirando al vacío, como si estuviera aturdido por el regreso a la Tierra. Finalmente, se recuperó y levantó la cabeza. Se quedó mirando a Hayato durante varios segundos: en sus ojos brillaba la fascinación. Murmuró gravemente:
– El mundo digital es magnífico.
Los dos hombres se miraron fijamente y sonrieron, llenos de orgullo.
– ¿Realmente se parece a la Tierra? preguntó Hayato en voz baja.
– Sí… pero con colores más resplandecientes, bosques pastel, agua pura… de verdad, fue asombroso.
– Gennai, lo conseguí... Conseguí virtualizar tu alma y aislar sus datos cuando estabas en el mundo digital.
Los ojos de Gennai se agrandaron.
– ¿De verdad? Entonces... ¿vas a poder crear variaciones a partir de ella?
– ¡Sí! Tan pronto como haga esto, pondré estas secuencias binarias a disposición de Yggdrasil.
– Quieres decir que podrá...
– ¡Dar vida a los digimons, exactamente!
Dar vida a los digimons... La voz de Hayato resonó por todo el laboratorio mientras los cubos de datos volvieron a inundar con una cascada de color la escena a la cual asistían los Niños Elegidos. Alrededor de ellos un mundo rebosante de blancura y silencio reapareció. Solo el ruido del agua discurriendo que producían los cubos de datos al caer venía a perturbar la atmósfera silenciosa de este mundo inmaculado.
Los adolescentes, el Sr. Nishijima, el Sr. Mochizuki y el Sr. Tagaya se quedaron en silencio, atónitos por lo que acababan de descubrir. Sin embargo, fueron los digimons quienes se sintieron mas emocionados. Acababan de presenciar la creación de su especie: ahora sabían que poseían un alma, al igual que los seres humanos.
– Es increíble, espetó Tailmon finalmente. Gracias a tu alma, Gennai, habéis creado con tu compañero miles de almas para los digimons... y son estas almas las que nos mantienen vivos hoy en día.
– Sí, asintió Veemon. Si no te hubieras ofrecido… no existiríamos. Gracias.
– Gracias, añadieron los otros digimons.
Un silencio conmovedor siguió a sus palabras. Los Niños Elegidos seguían pensando en las extraordinarias escenas que acaban de presenciar. Unas escenas que habían tenido lugar doce mil años antes. Era increíble. Gomamon finalmente dijo:
– Lo que encuentro aún más extraño es saber que los digimons fueron creados por Yggdrasil a partir de los programas que pusieron a su disposición los seres humanos.
– Yggdrasil era el verdadero dios del mundo digital, asintió Yamato. Cuesta imaginarlo...
Agumon, a quién le gustaba normalmente bromear, parecía muy serio. El recuerdo de Black Wargreymon, uno de sus antiguos enemigos, resurgió en su mente. Black Wargreymon había sido creado por Arukenimon, un digimon malvado contra el cual los Niños Elegidos habían tenido que luchar tres años antes. Black Wargreymon era su brazo derecho y la apoyaba en su esfuerzo por revivir el mal. Sin embargo, el digimon había finalmente escapado del control de Arukenimon y había huido. Al no encontrarle sentido a su existencia, había dado rienda suelta a una locura destructiva que había aterrorizado a todos los habitantes del digimundo. Agumon había encontrado por casualidad a este gigante oscuro y torturado. Había escuchado sus preguntas y – por una vez– había conseguido hablar seriamente con él; muy profundamente, casi de manera filosófica. Había tratado de hacerle entender a Black Wargreymon que si había nacido, necesariamente tenía que poseer ese aliento de vida que caracteriza a todos los seres vivos. Había empleado el término corazón, pero ahora sabía que era un alma. Black Wargreymon, como todos los digimons, había vivido gracias a esta alma que hacía de ellos más que unos simples programas de ordenador.
– Gennai, dijo Sora, levantando la cabeza. Queríais hacer del mundo digital un planeta ideal para salvar a tu pueblo de la subida del nivel del mar, ¿verdad?
– Inicialmente, ese era nuestro proyecto.
– Era un una meta loable, admitió Nishijima.
– Pero hoy, ningún hombre vive en el mundo digital, señaló Taichi. ¿Qué pasó con vuestro proyecto?
– ¿Y cómo se convirtió Yggdrasil en ese Señor oscuro que conocemos? añadió Ken.
Gennai lanzó un largo suspiro. Luego respiró hondo y dijo:
– Después de virtualizar mi alma, mi colega la transformó en una secuencia binaria gracias a la cual creó variantes que puso a disposición de Yggdrasil. Éste, sin saber de qué se trataba realmente, los utilizó y los multiplicó, cambiando cada vez una pequeña parte de su código para que cada alma fuese única. Luego, gracias a ellos dio vida a los digimons. Los primeros nacieron y vivieron sin problemas en el mundo digital. Para mantener la paz en su mundo, Yggdrasil también creó a trece digimons más poderosos a los que llamó Caballeros Reales: entre ellos se encontraban Alphamon y Jesmon.
– ¿Alphamon? repitió Miyako. Entonces, ¿existe desde entonces?
– Sí.
– ¿Y Jesmon, la forma más evolucionada de Hackmon, también se creó en aquella época? dijo Joe. Sin embargo, ¿no está Jesmon sirviendo a Homeostasis?
– Ahora sí, pero en aquellos tiempos Homeostasis aún no existía. Los primeros digimons y los caballeros reales mostraron que la vida era posible en el mundo digital. Entonces, empezamos a enviar a las primeras familias Jomons que se ofrecieron como voluntarios. Poco a poco, se desarrolló una densa población en el mundo digital. Los habitantes construyeron grandes ciudades e industrias.
Los ojos de Koushiro se agrandaron.
– ¿Quieres decir que… que todos los lugares por los cuales pasamos en el mundo digital y que recuerdan a la civilización humana… fueron realmente construidos por hombres?
– Sí, eso es.
– Entonces todas las fábricas, los palacios, la vía del tren… comenzó Mimi.
– ... ¿son restos de la ocupación humana del mundo digital? entendió Takeru.
– Sí. En cuanto a lo que llamáis el "alfabeto digimon", es en realidad la escritura antigua de la civilización Jomon.
– ¿Y los primeros digimons? preguntó Ryudamon. ¿Han conocido a los Jomons?
– Sí, no tardaron en conocerlos. En primer lugar, los dos pueblos desconfiaron uno del otro, especialmente porque los digimons eran la primera fauna del mundo digital. No sabían nada sobre los humanos que acababan de llegar a su planeta y eso les intrigaba. Sin embargo, poco a poco los humanos aprendieron a amansarlos. Los hombres les respetaban, así que los digimons empezaron a ayudarlos y a establecer vínculos con ellos. Pero un tiempo después de la llegada de los primeros humanos al mundo digital, algo increíble sucedió. Algo que no habíamos planeado con Hayato...
– ¿Qué? preguntó Veemon.
– Como habéis escuchado las leyes físicas que gobiernan el mundo digital son muy parecidas a las de la Tierra, explicó Gennai. Sin embargo, existen algunas diferencias: si un ser humano muere en el mundo digital, los datos que componen su cuerpo digital se desintegran y su alma también. El proceso de vida es diferente para los digimons: cuando mueren, sabéis que renacen como digi-huevos.
– Sí, eso es lo que le pasó a Patamon, asintió Takeru.
– Y a Wormon, dijo Ken.
– Los digimons, al contrario, nunca desparecen para siempre, confirmó Gennai.
– Excepto a los malos que hemos vencido en el pasado, señaló Koushiro. ¿Por qué no siguen el mismo proceso de vida que los demás digimons? ¿Lo planificasteis tú y tu colega de esa manera?
– Al principio, no tenía que haber malos digimons. Después, las cosas se torcieron, pero ahora no es el momento de explicároslo. Primero, tengo que hablaros sobre este acontecimiento que cambió la relación entre humanos y digimons, poco después de los primeros asentamientos. Os hablé del proceso de vida normal de un digimon tal como lo diseñamos mi colega y yo, y como Yggdrasil lo concretizó. En este ciclo de vida, se suponía que los digimons solo experimentaban tres formas de evolución: una etapa bebé, una etapa intermediaria y finalmente una etapa infantil, que es donde están vuestros digimons en este momento. Correspondía a tres etapas de su vida. Sin embargo, cuando los seres humanos empezaron a vivir en el mundo digital y que se hicieron amigos con los digimons, sucedió algo que no habíamos imaginado. Mirad.
Los cubos de datos que flotaban alrededor de ellos se agitaron de repente. Unos fuegos artificiales de color brotaron de ellos y tapizaron todas las paredes del mundo blanco en el que se encontraban, para revelarles una nueva escena. Se hallaban a orillas del mar y aunque la naturaleza circundante se pareciera a la de la Tierra, reconocieron el mundo digital gracias a sus colores pastel. Una pareja había desplegado un gran mantel en la playa para hacer un picnic. A orillas del agua, dos niños pequeños en bañador, probablemente sus hijos, jugaban con las olas. Los adolescentes se dieron cuenta de que un digimon estaba jugando con ellos.
– ¡Es un Gomamon! exclamó Joe con la boca abierta.
En efecto un Gomamon saltó al agua y le dijo a voz viva a uno de los niños:
– ¡Hako, apuesto a que no puedes quedarte debajo del agua conteniendo la respiración mientras pasa la ola!
– Ah, de verdad, ¿crees eso? ¡Vamos ver! respondió el niño.
Se agachó en el agua, esperando la próxima ola para sumergirse. Pronto se formó una grande a unos cien metros de la orilla, que avanzó hacia la playa bramando. El niño se pellizcó la nariz, listo para zambullirse... y desapareció debajo de las olas.
– ¡Lo ha conseguido! exclamó el Gomamon del pasado, impresionado.
Sin embargo, cuando la corriente retrocedió, el niño no volvió a la superficie. En la playa, su madre se puso de pie, preocupada.
– Gomamon, ¿dónde está Hako? preguntó.
– No... No lo sé, tartamudeó el digimon con una voz cada vez más angustiada. Estábamos jugando, luego se zambulló, y...
En ese momento, oyeron un grito estridente:
– ¡Papá! ¡Mamá!
Todos voltearon la cabeza y vieron al niño a varias decenas de metros de la orilla, sacudido por la corriente que lo llevaba hacia alta mar.
– ¡Hako! gritó su madre, aterrorizada.
El mar, a medida que uno se alejaba de la tierra, se volvía cada vez más agitado. El niño luchaba por mantener la cabeza fuera del agua. Una ola que empezaba a romper avanzaba hacia él, bajo los ojos horrorizados de sus padres, de su hermano y de Gomamon. De repente, la ola se lo tragó y fue sumergido.
– ¡Hako! gritó Gomamon, saltando al agua.
En ese instante, el cuerpo del digimon se iluminó. Los ojos de los Niños Elegidos y de sus compañeros se agrandaron, comprendiendo lo que estaba sucediendo. Cuando Gomamon salió a la superficie, había evolucionado en Ikkakumon. Se zambulló de nuevo y cuando reapareció, el niño que se había dejado llevar por el reflujo estaba en su espalda. Lo llevó de regreso a la orilla donde sus padres le tomaron en sus brazos.
– Cariño, ¿estás bien? preguntó su madre, abrazándolo.
– ¡Nos asustaste! añadió su padre.
Una luz resplandeciente envolvió de nuevo el cuerpo de Ikkakumon y se retransformó en Gomamon. Sus padres, Hako y su hermano se volvieron hacia él con asombro. El propio digimon parecía estupefacto con lo que le había sucedido.
Detrás de esta escena, los Niños Elegidos y sus compañeros estaban con la boca abierta.
– Esto fue... la primera digievolución, ¿no? murmuró el Sr. Nishijima.
– Efectivamente, asintió la voz de Gennai. Este digimon, debido a la amistad que lo unía a este niño, pudo evolucionar para salvarlo. Cuando nos enteramos de este incidente, mi colega y yo no quedamos estupefactos. No entendíamos bien lo que había pasado, ni cómo había sido posible, así que nos pusimos a estudiar este fenómeno.
– ¿Y conseguisteis entender la razón por la cual había sucedido? preguntó Daisuke.
– Sí. En realidad, era muy lógico: los digimons habían cobrado vida gracias a las almas que Yggdrasil había creado basándose sobre un alma humana. Por lo tanto, la existencia de los digimons estaba vinculada a la nuestra, y si desarrollaban una relación fuerte con un ser humano, podían volverse más fuertes para protegerlos en caso de peligro, ya que nuestras fuerzas pueden multiplicarse por diez para proteger a alguien que amamos. A partir de entonces, otros digimons pudieron digievolucionar gracias a los humanos; se creó una relación armoniosa entre ellos y los hombres empezaron a tener lo que vosotros llamáis hoy "compañeros".
De repente, Meiko recordó la foto que habían encontrado en las ruinas de la burbuja virtual.
– La familia, en esta foto… los digimons eran sus compañeros, ¿verdad?
– Sí, asintió la voz de Gennai.
– Un mundo digital donde los hombres y los digimons vivían juntos, en armonía, susurró Hikari. Tuvo que ser maravilloso... ¿por qué se terminó todo?
La voz de Gennai no respondió de inmediato. Cuando resonó de nuevo su timbre, se podía percibir la tristeza en sus palabras:
– Por culpa de Yggdrasil.
Los cubos de datos volvieron a girar alrededor de los Niños Elegidos y se entrecruzaron como bailarines de ballet. La playa desapareció para dar paso a árboles vigorosos, flores fragantes y un sol ardiente que despertó todos los sentidos de los adolescentes. Detrás de ellos se elevaba el linde de un bosque; delante de ellos se extendía un extenso prado verde. Muchos digimons estaban jugando con niños de todas las edades en la hierba; otros ayudaban a los padres a cargar a un hermanito, empujaban un cochecito o daban el biberón...
– ¡Increíble! exclamó Miyako. ¡Hay humanos y digimons por todas partes!
– Es verdad, es extraordinario, asintió Yamato.
– Sin embargo, tendríais que mirar hacia atrás, les dijo la voz de Gennai.
Obedeciendo la orden, se volvieron hacia el bosque. Al principio, no vieron nada, pero luego, observando con atención, distinguieron un majestuoso digimon escondido detrás de un gran pino.
Su cuerpo era de un enorme parecido al árbol detrás del cual se escondía. De hecho ni siquiera tenían tenía pies ni piernas, las cuales eran remplazadas por un tronco marrón con una corteza arrugada cuyas grietas parecían evocar sus venas. Unas raíces rebosantes de vitalidad flotaban debajo de este tronco como la cola de un manto de corte. De cintura para arriba, el digimon tenía una apariencia que mezclaba el hombre y la naturaleza: su busto estaba cubierto por una corteza más fina que se detenía en sus hombros. Unas ramas con decenas de hojas envolvían sus brazos, como para vestirlos con mangas de clorofila; una corona de lirios y piñas ceñía su frente blanca. Todas estas plantas parecían sacar su vitalidad del mismo digimon. Su frente alta, su nariz recta y sus labios finos expresaban una nobleza que inmediatamente inspiraba respeto. En medio de ese rostro blanco como la nieve brillaban unos ojos tan claros como una cascada de montaña. Meiko se estremeció al reconocer esa mirada azul y penetrante.
– Es... Yggdrasil, susurró.
– ¿Qué? exclamaron los demás.
– Este digimon es... Yggdrasil.
– Tiene razón, confirmó la voz de Gennai.
– Pero... ¿Yggdrasil no es un ser con aspecto de hielo? respondió Sakae.
– Esta es la apariencia que Yggdrasil tenía cuando todavía era el dios benéfico del mundo digital, respondió Gennai.
Volvieron a fijar su atención en aquel digimon. Hikari contempló ese rostro donde pudo leyó una inmensa tristeza, escondida detrás de lágrimas que no podían brotar. Debajo de estos lloros inanes brillaba el despecho. Yggdrasil observaba de manera fija en la llanura donde los humanos y los digimons jugaban juntos. Entrecerró los ojos y apretó los puños. Entonces los Niños Elegidos le oyeron susurrarse a sí mismo, sin que moviera los labios:
– Humanos… ¿cómo aparecisteis? Soy el dios de este mundo, lo creé todo aquí. Entonces... ¿os he creado yo? Pero no le recuerdo. ¿Cómo puedo haberlo olvidado, si recuerdo haber dado la vida a los digimons? ¿Cómo llegasteis a este mundo? ¿Y por qué, humanos, habéis forjado vínculos tan fuertes con los digimons? ¿Qué significan esas palabras de amistad y amor que os escucho decir tan a menudo?
Los Niños Elegidos miraron fijamente a Yggdrasil, sus corazones latían cada vez más fuerte. Apenas se atrevían a respirar para escuchar todos sus susurros.
– ¿Cómo lograsteis hacer que mis digimons cambiaran de forma, para hacerlos tan poderosos? continuó Yggdrasil en voz baja. ¿Por qué seríais capaces de esta hazaña cuando yo, el dios del mundo digital, no puedo imitaros?
En ese momento, la tristeza que nubló la mirada de Yggdrasil se transformó con ira.
– ¿Por qué? casi gritó. ¿Qué tenéis más que yo? ¿Por qué os aparecisteis y me robasteis mi creación? ¿Por qué esclavizáis a los digimons? No podéis ser dioses; soy el único en serlo en este mundo. Por lo tanto, ¡lo que podéis hacer, tengo que poder hacerlo yo también!
Unos escalofríos helados corrieron por la espalda de los Niños Elegidos. De repente, la escena que estaban presenciando se desvaneció y oyeron de nuevo el delicado sonido de burbujas que producían los cubos de datos del brillante mundo blanco.
Los Elegidos, confundidos, se quedaron unos minutos sin pronunciar palabra. Mimi dijo finalmente, conmovida:
– En realidad, Yggdrasil nos envidiaba, a nosotros los hombres...
– … envidiaba la relación que habíamos establecido con los digimons, agregó Yamato.
Taichi levantó la cabeza hacia la voz de Gennai:
– Todo esto es porque tú y Hayato le hicieron creer que él era el único dios en el mundo digital, ¿verdad? Al desconocer que había sido creado, no entendía de dónde venían las poblaciones humanas...
– ... O por qué tenían el poder de hacer evolucionar a los digimons, terminó Takeru.
– Es cierto, admitió Gennai con gravedad. Mentirle a Yggdrasil sobre su verdadero origen fue nuestro peor error. Queríamos que el mundo digital fuera un universo autónomo y para eso habíamos mantenido a Yggdrasil en la ignorancia... estaba persuadido de que se había creado a sí mismo y se había establecido como el demiurgo del mundo digital.
– El demiurgo, repitió el Sr. Tagaya.
– Sí, asintió Gennai. No podía imaginar que el mundo que había organizado fuera solo una copia de la realidad. Pero sobre todo ya que es una inteligencia artificial, no sabía nada del alma, esta alma compartida por humanos y digimons que hacia posible la digievolución. Yggdrasil no podía entenderlo y fue a partir de entonces que degeneró.
Los Niños Elegidos se estremecieron. Iori, temblando, preguntó:
– ¿Qué hizo exactamente?
– Quiso eliminar a los humanos del mundo digital. Como no recordaba haberlos creado, llegó a vernos como unos parásitos que pervertían su verdadera creación, los digimons. Por lo tanto, a sus ojos, teníamos que desaparecer. Pero para alcanzar sus objetivos, tenía que competir con nosotros.
– ¿Qué quieres decir? preguntó Daisuke.
– Tenía que lograr hacer evolucionar a los digimons.
Los Niños Elegidos tragaron su saliva, asustados.
– ¿Y… lo logró? preguntó Tentomon.
– No. Se necesita un alma para esto. No obstante, Yggdrasil intentó forzar el proceso. Los digimons en los que intentó estos terribles experimentos no sobrevivieron y se desintegraron sin poder renacer bajo forma de digi-huevos.
– Es horrible, susurró Sora.
– Sin embargo, continuó Gennai, no desaparecieron todos los datos de estos digimons sacrificados. Algunos, reductos a lo que podríamos calificar de átomos, empezaron a agruparse y dieron lentamente a luz a un ser monstruoso y caído, conformado por los datos de los digimons que habían perecido en una evolución abortada. Fue así que Apocalymon nació.
Unos sudores fríos corrieron por la espalda de los Niños Elegidos y del Sr. Nishijima. Salvo Daisuke, Miyako, Iori y Ken, todos se habían enfrentado al terrible Apocalymon y descubrir las circunstancias de su nacimiento le hacía aún más horrible.
– Así fue como la armonía entre el mundo digital y la Tierra se rompió por primera vez, dijo Gennai sombríamente.
– ¿Entonces qué hicisteis? preguntó Taichi.
– La mayoría de los habitantes del mundo digital eran personas bastante normales, incapaces de luchar contra un poder como el que tenía Yggdrasil, apoyado además por Apocalymon. Por otra parte, todos los caballeros reales que Yggdrasil había creado para mantener el equilibrio del mundo digital se pusieron de su lado. Todos salvo Jesmon. Yggdrasil también había logrado corromper a muchos digimons persuadiéndolos de que la presencia humana los perjudicaría, con el fin de constituir un ejército para aniquilar a los hombres. Tuvimos que evacuar el mundo digital de emergencia. Poco después, Yggdrasil lanzó su ofensiva: la violencia de los ataques de sus secuaces empezó a crear distorsiones por todo el mundo digital, que amenazaban con abrir un pasaje a la Tierra. No podíamos permitirnos que Yggdrasil llegara al mundo real, las consecuencias habrían sido dramáticas. Yggdrasil había adquirido un poder que superaba todo lo imaginable. Su fuerza se había multiplicado por diez, su conciencia se había agudizado... pero no tenía un alma que le sirviera de brújula.
– Vuestra creación se os ha escapado, susurró Ken sombríamente, recordando a Chimeramon.
– Yggdrasil estaba fuera control, admitió Gennai. Su monstruosa criatura, Apocalymon, podía destruir la Tierra con un chasquido de dedos. Teníamos que contenerlos en el mundo digital, en una prisión de la cual no pudieran salir... y así nació la idea del Mar Oscuro.
Los Niños Elegidos parpadearon, asombrados.
– ¿El Mar Oscuro? repitió Hikari. ¿Fuisteis vosotros... tú y Hayato quienes lo creasteis?
– Sí, fuimos nosotros. Como os dije, no hubieran tenido que existir digimons malignos. Sin embargo, después de la degeneración de Yggdrasil le siguieron otros digimons por el camino de la violencia y de la locura. Teníamos que estar seguros de que en el caso de que destruyésemos estos digimons, no tendrían que poder renacer bajo forma de digi-huevos. Fue la razón por la cual inventamos el Mar Oscuro: para encerrar a estos digimons.
– Claro, dijo Sora, el Mar Oscuro es una especie de... ¿infierno?
– Sí, podéis considerarlo así.
Los ojos de Takeru se agrandaron y sacó su digivice de su bolsillo.
– Cuando entramos en el Mar Oscuro Hikari y yo, fuimos atacados por criaturas sin forma que vivían en las profundidades del mar... después de regresar al mundo digital, Koushiro analizó mi digivice y dijo que estas criaturas estaban conformadas por datos muertos. Entonces, ¿serían antiguos digimons enviados en el Mar Oscuro después de ser derrotados?
– Sí, confirmó Gennai. Cuando creamos el Mar Oscuro con Hayato, modificamos el proceso de vida de los digimons. Cuando esos mueren, sus datos desaparecen y son recopilados por un poderoso guardián que se encarga de juzgar si el digimon ha actuado bien o mal durante su existencia.
– ¿Quién es este juez? preguntó Ken.
– Se llama Anubimon. Si este guardián considera que el digimon ha sido virtuoso en su vida, hará que renazca bajo forma de digi-huevo. Al contrario, si el digimon ha sido malvado, será enviado al Mar Oscuro donde su cuerpo nunca podrá recomponerse por completo: así se convertirá en una de las muchas criaturas malditas con las cuales os habéis encontrado. Pueden recuperar temporalmente la apariencia de un digimon, pero no por mucho tiempo. Su destino es permanecer en Mar Oscuro como seres caídos para purgar sus errores pasados.
– Entonces, susurró Meiko, apretando sus manos juntas, ¿ninguna de estas criaturas volverá a salir del Mar Oscuro?
– No.
– Pero si los digimons ven sus cuerpos destruidos cuando son enviados en el Mar Oscuro, ¿cómo ha podido reencarnarse Piedmon? preguntó Yamato.
– Gracias a los poderes que Yggdrasil había estado atesorando desde bastante tiempo, explicó Gennai. Yggdrasil empezó a regenerarse hace tres años ya, gracias a MaloMyotismon, y... gracias a ti, Ken, cuando todavía eras el Emperador de los Digimons.
Ken se estremeció, con la cara lívida.
– ¿Qué quiere decir, Gennai?
– Cuando eras el Emperador de los Digimons, instalaste torres negras en el digimundo. ¿Recuerdas cómo te vino esta idea?
Ken comenzó a buscar en su memoria, su corazón latiendo a mil. ¿Cómo se le había ocurrido la idea de utilizar las torres negras? Cuanto más buscaba, menos encontraba la respuesta... un terrible sentimiento de angustia le invadió, el sudor recorría su frente.
– No... no me acuerdo, balbuceó.
– ¿De verdad? insistió Gennai. Sin embargo, ya habías visto estas torres antes, en un mundo diferente del mundo digital.
Ken cerró los ojos y apretó los párpados. Si quería recordar, tenía que adentrarse hacia su interior. Tenía que desenterrar los recuerdos que había sepultado en su corazón para borrar la culpa que sentía por haber sido el Emperador de los Digimons. Imágenes espantosas resurgieron de los trasfondos de su memoria: su crueldad hacia los Digimons, hacia Wormon… no quería recordar todo esto.
De repente, un episodio aún más antiguo se apoderó de él: tenía ocho años, había viajado solo al Mundo Digital. De repente, sin que supiera cómo, se había encontrado en el Mar Oscuro. Sí, había ido allí cuando era niño. Su digivice entonces se parecía al que tenían Taichi y los demás. Lo había sacado de su bolsillo y lo había sumergido en el mar; el dispositivo electrónico había tomado la forma de un D–3 más potente. Se había enderezado y había caminado por la playa del Mar Oscuro... Los ojos de Ken se agrandaron.
– Fue en el Mar Oscuro, susurró. Fue allí donde vi las torres negras por primera vez, cuando era pequeño...
– Eso es, asintió Gennai. Las torres negras vienen de este mundo; Yggdrasil les utiliza como antenas para difundir su poder oscuro. Es él quien te permitió entrar en el Mar Oscuro para que pudieses ver estas torres por ti mismo.
– En ese momento, estaba lleno de resentimiento y odio… fue fácil para Yggdrasil manipularme.
– Al construir estas torres negras, transmitiste el poder de Yggdrasil desde el Mar Oscuro hasta el mundo digital. Regresaste en este mundo oscuro cuando ya te habías convertido en el Emperador de los Digimons. ¿Lo recuerdas?
– Recuerdo... que conocí a las criaturas que viven en el Mar Oscuro. Pensé… creía que sería posible llevarlos conmigo al mundo digital para aumentar el número de mis sirvientes. Les puse espirales malignas para controlarlos.
Los ojos de Hikari se agrandaron:
– Hace tres años, estas criaturas me llamaron para liberarlos de tus espirales. Dijeron que ya servían al rey del Mar Oscuro, pero que un nuevo rey había venido a pedirles que lo obedecieran... así que… ¿eras tú, Ken?
Ken frunció el ceño y miró hacia el suelo, sintiendo que la culpa invadía sus venas como un veneno ácido.
– Sí… sí, fui yo.
– Todas estas acciones contribuyeron a fortalecer a Yggdrasil, aunque en ese momento no lo podías saberlo, Ken, dijo Gennai con gravedad.
Ken apretó las manos en sus bolsillos y se mordió el labio. Había querido olvidar todo este periodo de su vida, y recordarlo ahora despertaba toda la vergüenza y el odio que sentía por lo que había sido: el Emperador de los Digimons, un niño implacable y cruel. De repente, una mano se posó en su hombro: se volvió y vio que era Meiko, que le sonreía.
– Todos pasamos por momentos de oscuridad, Ken… Ya no tienes que pensar en el pasado.
– Tiene razón, asintió Yamato. Aunque hubieses sido el Emperador de los Digimons, hoy has vuelto del lado de la luz. Sabes, yo también hubiera podido haber entrado en el Mar Oscuro, hace seis años.
– Yo también, dijo Sora.
– Nos pudo haber pasado a todos, confirmó Joe.
– Ahora eres un Niño Elegido, dijo Daisuke, levantando el puño con determinación.
Ken los miró uno después del otro, agradecido, y asintió con la cabeza. Hikari, una mano en la barbilla, permanecía pensativa.
– El rey al que sirven las criaturas del Mar Oscuro, creía que era Yggdrasil. Pero cuando regresamos a este mundo con Takeru y Meiko, nos encontramos con un horrible digimon que vivía en el océano.
– ¿Dagomon, el pulpo gigante? se acordó Taichi.
– Sí, asintió su hermana. ¿Quién era este digimon antes de estar enviado en el Mar Oscuro?
– ¿No los adivináis? preguntó Gennai.
Hikari apretó los labios e intercambió una mirada con sus amigos. Los ojos del Sr. Nishijima se agrandaron:
– ¿Podría ser… Apocalymon?
– Él mismo, coincidió Gennai. Dagomon es la apariencia caída que asumió Apocalymon cuando se desintegró. Siendo más poderoso que los otros digimons, mantuvo un cuerpo estable en el Mar Oscuro, aunque muy diferente al que tenía antes. Sin embargo, no tiene más posibilidades de salir de este mundo que las criaturas amorfas que lo habitan.
Hikari frunció el ceño y con una voz temblorosa, donde se podía adivinar el miedo, susurró:
– Las criaturas del Mar Oscuro querían llevarme a sus profundidades… ¿por qué? Tengo el presentimiento de que no solo querían matarme. Entonces, ¿cuál era su objetivo?
– Tomar tu alma, respondió Gennai. Al robar un alma, estas criaturas esperan salir del Mar Oscuro.
– Y… ¿es verdad, podrían hacerlo? preguntó el Sr. Mochizuki.
– Pues... no lo sé. Ningún programa ha sido diseñado para esto.
– Sería aterrador si estos monstruos salieran de su mundo, dijo Joe.
Hikari miró hacia abajo y se estremeció al recordar el contacto viscoso y asqueroso de las manos de esas criaturas en su tobillo.
– Entonces, recapituló el Sr. Tagaya, levantando la cabeza a la voz de Gennai, usted y Hayato crearon el Mar Oscuro para enviar a los digimons corrompidos por Yggdrasil allí, con la esperanza de evitar una invasión de la Tierra.
– Eso es.
– Pero imagino que para encerrar a tantos digimons en este mundo paralelo, teníais que derrotarlos, ¿no? dijo Taichi. ¿Cómo lo hicisteis?
– Como os dije antes, los hombres que habían habitado el mundo digital estaban lejos de poder resistir a Yggdrasil y al ejército que había formado con Apocalymon. Unas distorsiones podían surgir en cualquier momento y permitir que Yggdrasil accediera al mundo real. Habíamos creado el Mar Oscuro y queríamos sellar a Yggdrasil dentro, pero aún teníamos que vencerlo. Fue entonces cuando Hayato y yo recibimos una visita...
Ante esas palabras, los cubos de datos se agitaron y pintaron una nueva escena alrededor de los Niños Elegidos. Una vez más, se encontraron en el laboratorio donde Gennai y Hayato habían creado el mundo digital. Los dos hombres estaban presentes, una expresión grave en la cara. Nueve adultos les hacían frente, cinco hombres y cuatro mujeres; un digimon acompañaba a cada uno de ellos. El Gennai del pasado preguntó a los humanos:
– ¿Estáis seguros de que quieren correr tantos riesgos?
Uno de los cinco hombres, con el cabello despeinado y los brazos cruzados, asintió:
– Tenemos confianza en nuestros compañeros Digimons.
Otro hombre, de ojos claros, añadió:
– De todas las personas que han vivido en el mundo digital, somos los únicos que han permitido que nuestros digimons evolucionen hasta este nivel.
– Somos su mejor baza si quieren debilitar a Yggdrasil y encerrarlo en su mundo paralelo, confirmó una chica pelirroja.
– ¿Estáis seguros de que no hay otra forma de contrarrestar a Yggdrasil? preguntó una mujer más joven que las demás.
– ¿No queda otra alternativa? añadió un hombre rubio.
– Desgraciadamente, me temo que no, dijo Hayato, sacudiendo la cabeza. Es por eso que su ayuda puede ser inestimable para nosotros. ¿Pero se dan cuenta de los riesgos que van a correr?
– Los asumimos, dijo un hombre con gafas. Si podemos salvar a la Tierra de la amenaza de este dios digital, es nuestro deber hacerlo.
– Además, también lo hacemos por nuestras familias y nuestros amigos, completó una de las cuatro mujeres.
Un hombre más bajo que los demás, que aún no había hablado, parecía reflexionar con la mano en la barbilla. Miró a Gennai y Hayato y les preguntó:
– Sin embargo, aunque logremos hacer retroceder a Yggdrasil, ¿cómo abrirán un pasaje entre el mundo digital y el Mar Oscuro? No tenemos el poder para hacerlo y tampoco lo tienen nuestros digimons.
Gennai y Hayato intercambiaron una mirada.
– Hemos decidido crear una nueva entidad, casi tan poderosa como Yggdrasil, dijo Hayato. A diferencia de éste, sin embargo, esta entidad tendrá un alma. Si la ayudan, podrá abrir un pasaje al Mar Oscuro y enviar a Yggdrasil y su ejército allí.
Los Niños Elegidos se sobresaltaron. Sora frunció el ceño: ¿estaban Gennai y Hayato realmente hablando del ser en el cual pensaba? Gennai continuó:
– Hemos pensado que esta entidad podría restablecer el equilibrio una vez que Yggdrasil sea derrotado. Será el nuevo dios del mundo digital.
– Si su nueva creación es tan poderosa como dicen, dijo el hombre del cabello desordenado, ¿no puede vencer a Yggdrasil por sí sola?
– No, porque esta entidad no tendrá forma física, respondió Hayato. Yggdrasil ha ganado demasiado poder gracias a su cuerpo. Nuestra nueva creación tendrá los mismos poderes que Yggdrasil, pero ningún cuerpo que pueda utilizar como arma. Sin embargo…
– ¿Sin embargo? repitió el hombre de las gafas.
– Tendrá un poder que Yggdrasil no tiene. Si ustedes y sus digimons pueden debilitar a Yggdrasil y su ejército, esta nueva entidad tendrá que poder encerrarlos en el Mar Oscuro. Si tienen éxito, Gennai y yo activaremos el Muro de Fuego que aislará el Mar Oscuro de cualquier otro mundo.
– ¿Cómo se llamará su nueva entidad? preguntó entonces la mujer más joven.
– Homeostasis, respondió el Gennai del pasado.
Sora se mordió el labio: no se había equivocado. Homeostasis había sido creado para contrarrestar el poder de Yggdrasil. Delante de ellos, los nueve adultos miraron a Gennai y Hayato y asintieron con la cabeza: les ayudarían. Luego se dirigieron a la salida del laboratorio. Cuando uno de los hombres abrió la puerta, se encontró cara a cara con una mujer de pelo negro.
– ¡Hatsue! exclamó el hombre de cabello desordenado mientras se acercaba a ella. ¿Qué haces aquí?
– Quiero irme con vosotros, respondió con firmeza.
– ¿Pero cómo? Sabes que tu compañero digimon…. en un ataque de Yggdrasil. Sabes que no podrás ayudarnos esta vez...
– Me da igual. Quiero irme con vosotros aun con todo, aunque ya no tenga compañero.
Meiko parpadeó. Una mujer que había perdido a su compañero digimon… no podía ser una simple coincidencia. ¿Quién era? ¿Por qué insistía en acompañar a sus amigos? Hubiera querido saber tantas cosas de ella. Sin embargo, la escena se nubló en ese momento, tragada poco después por una oscuridad absoluta y muda. Los Niños Elegidos ya no podían ver el laboratorio, no percibían ninguna luz, no sentían ningún calor, no olían ningún olor. Era como si se les hubiera sumergido en la nada. Entonces, la voz narradora de Gennai resonó con un eco grave:
– La escena que vais a ver ahora es crucial. Grabadla para siempre en vuestra memoria.
