Buenas tardes a todos, ¡estoy de vuelta! Después de un capítulo más tranquilo, éste establece cosas importantes para la continuación.

Samy: muchas gracias por tu último comentario, me hizo mucha ilusión saber que sigues leyendo mi historia y que la trama te siga gustando, incluso para leerla varias veces ^^ Gracias también por tu cumplido sobre mi capacidad a caracterizar todos estos personajes individualmente, es verdad que ahora que han vuelto los Elegidos de Adventure 02 hace aún más personajes que manejar, pero también es un buen desafío de escritura. Estoy contenta de que te caiga un poco mejor Meiko, la pobre no siempre a tenido mucha popularidad pero creo que es porque los creadores no desarrollaron bien su personaje, y también era uno de mis objetivos a la hora de escribir esta fic, darle más profundidad. En cuanto a Takeru y Hikari, el capítulo de hoy tendría que gustarte.

Quiero también agradecer a todos los lectores que siguen esta fic desde mucho tiempo y a los que la acaban de descubrir, me hace muy feliz ver que tiene tantos lectores. Espero que la aventura os siga gustando.

¡Buena lectura!


Capítulo 52

Taichi sintió que su corazón se puso a latir a mil y trató de calmar la avalancha de preguntas que acababan de surgir en su mente. Miró fijamente a Koushiro y vio que en sus ojos brillaba una determinación implacable. Casi sin aliento le dijo:

– Pensaba que era imposible, que los datos de Meicoomon se habían perdido para siempre, porque ella había muerto en el mundo real.

– Es verdad, pero en el deslumbrante mundo blanco en el cual nos habló la voz de Gennai, vimos que se conservan allí todos los recuerdos de los digimons y humanos que han vivido en el mundo digital. Si esos recuerdos se quedan en esta dimensión, tal vez podamos utilizarlos para resucitar a Meicoomon.

Taichi parpadeó: eso era la locura de proyecto que Koushiro estaba persiguiendo desde dos días. Era todo un mérito, pero el jefe de los Niños Elegidos se obligó a mantener la cabeza fría: Meicoomon había desaparecido en el mundo real y la posibilidad que la resucitasen seguía siendo hipotética.

– ¿Estás seguro de lo que afirmas, Koushiro?

– Desgraciadamente no, pero el director de la Agencia y yo queremos intentarlo. Él avanza con la programación mientras yo busco una forma de recuperar los "datos-memoria" que conciernen a Meicoomon. Sin embargo, nos enfrentamos a varios obstáculos; no estoy seguro de que nuestro programa funcione, por eso no os dije nada hasta ahora. No quiero ofrecerle a Meiko falsas esperanzas.

– Entiendo.

– Además... necesitaría la ayuda de Hikari.

– ¿Hikari? ¿Para qué?

– No tengo acceso al mundo de luz donde se conservan los datos-memoria, porque este espacio no está ni en el mundo digital ni en el Mar Oscuro; es un lugar de transición donde Anubimon, su guardián, decide si los digimons que desaparecieron serán enviados al Mar Oscuro o si se reencarnaran en digi-huevo. No puedo entrar allí, pero Hikari ya ha visitado este mundo varias veces por su cuenta: es nuestro único enlace para acceder a los datos de Meicoomon.

– ¿Cuándo querías comentárselo?

– Pues... quizás mañana, si avanzo bien esta noche. El director y yo necesitamos su colaboración para ver si nuestro programa es viable.

Taichi puso una mano en su barbilla, reflexionando sobre las palabras de Koushiro. Finalmente, preguntó:

– ¿Quizás Hikari aún no está dormida? Podríamos hablar con ella ahora misma y si está dispuesta a ayudarte, podrías hacer tus pruebas esta noche. ¿Qué te parece?

Koushiro volvió a mirar su pantalla, como si tratara de evaluar con un único vistazo la eficacidad de su programa tal como estaba. Giró la cabeza hacia Taichi:

– Vale, pero no despiertes a los demás. Prefiero que no sepan nada por el momento.

– Entendido.

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Los ronquidos de Miyako resonaban a un ritmo regular en la habitación invadida por la penumbra. Su posición de atacante durante la partida de pases la había vaciado de sus fuerzas y había comido un generoso plato de comida, antes de caer en un sueño del cual parecía que nada podía despertarla.

Hikari, en cambio, había comido poco y le costaba dormirse. Acurrucada de lado en su cama, dejó que su mirada vagara más allá de la ventana. Pensaba en Yggdrasil y en la discusión que había tenido con Takeru en el aire de descanso de la autopista. ¿Quién de ellos tenía razón? ¿Cuál era la mejor opción, destruir Yggdrasil o intentar entenderlo? ¿Cuál sería la próxima acción de Homeostasis? ¿El dios del mundo digital les apoyaría o se convertiría en su enemigo? Hikari sabía que su prioridad radicaba en encontrar la calcorita, pero no podía descartar esas preguntas de su mente. Se dio la vuelta en la cama una y dos veces, y finalmente renunció a encontrar el sueño: necesitaba tomar aire. Se levantó, deslizó la puerta de cristal del dormitorio y salió descalza al balcón. Aunque la temperatura había bajado de los treinta grados aún superaba los veinticinco, y la humedad incrementaba la pesadez del aire. Hikari se apoyó en la barandilla: a lo lejos distinguió el oleaje del mar, que le recordó vagamente al Mar Oscuro. Pensó en la Sra. Himekawa. ¿Se pudiera que Yggdrasil la hubiera descubierto, que hubiera adivinado ya que había ayudado Ken a escapar? ¿Cómo podía sentirse ahora que albergaba una semilla de la oscuridad en su cuerpo? Aunque Takeru la había tranquilizado varias veces, Hikari no podía evitar imaginar lo que ella hubiera hecho en el sitio de la Sra. Himekawa.

En lo más profundo de su ser, sabía que una pérdida tan terrible como la que había vivido la Sra. Himekawa hubiera podido desatar en su corazón una ira muy cercana a la suya. Perder su digimon, y pocos años después, tres de sus amigos… Hikari meneó con la cabeza para descartar esos pensamientos oscuros: no tenía que dejar que la oscuridad se apoderara de ella, lo había jurado en el Mar Oscuro. De repente, una mano se posó sobre su hombro. La chica se sobresaltó y se dio la vuelta: Takeru se encontraba detrás de ella.

– Lo siento, no quería asustarte. ¿Estás bien?

Asintió lentamente.

– Sí, gracias. Simplemente no consigo dormir.

– Yo tampoco. ¿Algo te preocupa?

– No… bueno, sí, pero no es una cosa en concreto. Más bien una mezcla de varias ideas que me persiguen. Trato de no pensarlo mucho, porque si presto demasiada atención a estos pensamientos sé que me van a comer.

Los adolescentes miraron hacia el horizonte borrado por la noche y un viento cálido sopló suavemente, atenuando la sensación de calor. Guardaron el silencio durante varios minutos, cada uno absorto por sus reflexiones. Finalmente, Takeru dijo:

– Sabes... tenías razón la noche pasada, en el aire de la autopista. Sin oscuridad no hay luz. No importa cuán terribles sean las acciones de Yggdrasil, también ha tenido que poseer una gran bondad con anterioridad. No quise admitirlo ayer porque estaba abrumado por el resentimiento y el miedo, sin embargo, Ken y tú me habéis recordado la importancia de guardar la esperanza. Lo siento si mis palabras te han herido.

Hikari se estremeció y murmuró:

– Lo siento también. No hubiera tenido que provocarte así, no sé qué me pasó. Cuando me di cuenta de que te había lastimado, me arrepentí mucho. Hubiera querido volver atrás y borrar mis palabras.

Takeru se volvió hacia la chica y miró el delicado contorno de su rostro. Amaba su mirada a la vez profunda y frágil, sus manos agarrando la barandilla como si estuviera tratando de escapar de sus demonios interiores aferrándose a la realidad. Se conocían desde seis años ya y sabía que Hikari nunca había dejado de luchar: su aparente vulnerabilidad ocultaba en realidad un valor y una fuerza insospechados, que él veía. Su mirada se deslizó imperceptiblemente en la nuca de la chica, en sus brazos y en sus pequeñas manos.

– ¿Hikari?

– ¿Sí?

– Cuando has aceptado que compartiera tu habitación con Miyako, ¿te daba igual si fuera Daisuke, Ken o yo que viniera? O... ¿estabas contenta de que fuera yo?

Hikari sonrió, y sin mirarlo respondió:

– Estaba contenta de que fueras tú.

Con el aliento corto, Takeru miró intensamente a la chica, y entonces se dio cuenta de que se había levemente sonrojado. Giró otra vez hacia el horizonte y dudó un momento en lo que quería decir, en lo quería hacer. Tenía miedo a equivocarse. Finalmente susurró:

– ¿Hikari?

– ¿Sí?

– ¿Te… te acuerdas de lo sentimos en el Mar Oscuro, la primera vez que Seraphimon y Holydramon fusionaron su ADN?

–... sí, me acuerdo.

– Nunca volvimos a hablar de lo que pasó esa noche...

– ¿Es verdad, pero… no crees que ya conocemos la respuesta? dijo en voz baja con una sonrisa.

Se volvió hacia él y lo miró a los ojos. Takeru sintió un escalofrío recorrerle por la espalda: Hikari tenía razón. Aquella noche en el Mar Oscuro, no habían necesitado palabras. Se conocían desde tanto tiempo como para saber lo que habían sentido sin tener que expresarlo. Siempre habían actuado de esa manera, porque era su carácter y que no sentían la necesidad de decir lo que el otro ya había adivinado, lo que el otro ya sabía. Sin embargo, ahora mismo, Takeru quería decírselo. Decirle a Hikari lo que sus gestos y sus miradas ya habían expresado en silencio.

– Cuando sentí tu corazón latir al unísono con el mío, cuando nuestros digivices brillaron, lo entendí.

Hikari parpadeó y lo miró fijamente. A su vez, murmuró:

– Cuando tomaste mi mano para sacarme de las dudas que me paralizaban, yo también lo entendí.

Takeru puso su mano en la barandilla y lentamente, la deslizó hacia la de Hikari para acercarse a ella. Cuando sus dedos tocaron los de la chica, a Hikari se le puso la piel de gallina. Takeru se inclinó, pasó un brazo alrededor de su cintura para atraerla contra él y puso suavemente sus labios en los suyos. Sus pechos se tocaron y de nuevo oyeron sus corazones latir al unísono. Prolongaron su beso con delicadeza, como si quisieran aprovechar este momento que habían esperado durante tanto tiempo. Cuando finalmente se separaron el uno del otro, Hikari murmuró con una sonrisa:

– Toda esta historia de que sales con otra chica, era solo para ponerme celosa, ¿verdad?

– Tal vez, admitió Takeru, frotando su nariz contra la suya.

En ese momento, alguien llamó a la puerta de su habitación. Hikari y Takeru se enderezaron, sorprendidos, y fueron a abrir: Taichi y Koushiro se encontraban en el umbral. Al ver a Hikari y Takeru juntos, se sorprendieron.

– ¿Estáis despiertos los dos? tartamudeó Taichi.

– Sí, dijo Takeru mientras se sonrojaba levemente. Hikari no podía dormir... y yo tampoco.

– ¿Qué pasa, Taichi? preguntó la chica mientras trataba de ocultar el color de sus mejillas.

– Hikari, dijo Koushiro, necesito tu ayuda.

Ante estas palabras, la chica se puso seria.

– ¿Ahora mismo?

– Concierne el programa en el cual estoy trabajando. No quiero que los demás estén al tanto de su finalidad mientras no he hecho las pruebas, pero necesito tu ayuda para realizarlas.

Hikari frunció el ceño.

– Entiendo, haré lo que me digas si puede ayudarte.

– Vengo contigo, dijo Takeru.

Salieron silenciosamente de la habitación y caminaron por el pasillo; en el momento en el cual entraron en la habitación de Taichi y de Koushiro, otra puerta se abrió y Meiko apareció en el umbral.

– ¿Taichi? ¿Qué pasa?

– ¡Meiko! Eh… nada, ¡no te preocupes!

– ¿Qué estás haciendo con Koushiro, Takeru y Hikari?

– No podemos dormir, así que vamos a sentarnos en nuestra terraza para charlar un poco...

– ¿Puedo venir? Yo tampoco consigo dormir.

– Tendrías… tendrías que intentar descansar, Mei...

– ¿Me estás ocultando algo?

Taichi miró hacia abajo, dividido entre su deseo de decirle la verdad y ocultarle para que no se sintiera decepcionada si el programa no era un éxito. Finalmente, solo pudo decir:

– Sabes Meiko, Koushiro está haciendo todo lo que está en su mano para ayudarte.

– ¿Ayudarme? ¿Qué quieres decir?

– No puedo decirte nada más por el momento. Perdóname.

Al contrario de lo que esperaba, esta respuesta pareció tranquilizar a Meiko. La chica se suavizó y le sonrió.

– Vale. Entonces esperaré.

Dio un paso para volver en su habitación, pero Taichi la cogió de la mano:

– Meiko, no quiero que te preocupes, ¿vale?

La chica se estremeció al sentir la fuerza con que el adolescente apretaba su mano.

– Confío en ti.

Taichi se sintió aliviado y soltó a la chica que cerró la puerta suavemente. Luego se unió a Koushiro, Takeru y Hikari en el balcón; sus amigos ya se habían sentado con las piernas cruzadas alrededor de la mesa que Koushiro había sacado.

– ¿Con quién hablabas? preguntó este último a Taichi.

– Con Meiko.

– ¿Está despierta? ¡Sobre todo, no debe venir aquí!

– No te preocupes, he hablado con ella.

Koushiro suspiró, aliviado, y se volvió hacia Hikari.

– Necesito tu apoyo para probar el programa que estoy creando en colaboración con el padre de Sakae.

– ¿Estáis trabajando a distancia? preguntó Takeru.

– Sí.

– ¿Y cuál es el propósito de este programa? preguntó Hikari.

– Sería… resucitar a Meicoomon.

– ¿Qué? exclamaron Hikari y Takeru.

– Me habéis entendido bien.

Rápidamente, les explicó su plan para recuperar los "datos-memoria" de Meicoomon que según él se encontraban en el mundo de luz blanca donde se guardaban todas las memorias de los digimon fallecidos.

– ¿Quieres decir… que puedes resucitar a Meicoomon a partir de sus recuerdos? dijo Takeru.

– Más o menos. El mundo blanco en el cual se encuentran estos recuerdos funciona como el "caché" de un ordenador: almacena las copias de miles datos para acceder más fácilmente a la información sobre los digimons que han muerto. Sin embargo, tiene que existir una memoria más profunda, que contenga los datos originales de esas memorias. Si Hikari me da acceso a las copias que flotan en este mundo, tendría que poder ir más allá del caché y entrar en la memoria principal donde se guardan los recuerdos reales. Con ellos, podré reconstruir el código fuente de Meicoomon y recrear su envoltura carnal.

Se volvió hacia Hikari:

– Eres la única que ha entrado en este mundo de recuerdos por tu cuenta, y por eso creo que eres la única en poder penetrar en la memoria principal que contiene los verdaderos recuerdos de Meicoomon. Cuando nosotros los otros Niños Elegidos hemos entrado a este mundo en pensamiento, gracias al historial del mundo digital, no pudimos interactuar con los cubos de datos. Solo éramos espectadores, pero tú, Hikari, estoy seguro de que puedes hacerlo.

– Entonces, quieres que vaya a este mundo y que intente encontrar las copias de recuerdos relacionados con Meicoomon, para luego acceder a los datos reales que la conciernen. ¿Eso es?

– Eso es.

– Pero cada vez que he ido a este mundo, no era intencional. No lo controlo, ¿cómo quieres que lo haga?

– He traído el historial del mundo digital y creo que con él puede funcionar.

– Vale, y si Hikari llega hasta a la memoria principal, ¿qué harás Koushiro? preguntó Taichi.

– Aquí se complican las cosas, dijo el joven, llevándose la mano a la barbilla. Normalmente, estos datos son guardados por Anubimon, el que gobierna la reencarnación de los digimons desaparecidos. Si considera que el digimon desintegrado merece renacer, transfiere los datos a Homeostasis, que devuelve el digimon a la vida en forma de digi-huevos. Esto significa que si podemos obtener el código fuente de Meicoomon, necesitaríamos Homeostasis para resucitarla.

– Me niego a preguntarle nada a Homeostasis, dijo Hikari con firmeza. No sabemos si está realmente de nuestro lado.

– Sabía que dirías eso, dijo Koushiro. Además, comparto tu opinión, tenemos que ser cuidadosos. Mi idea es hacer el reinicio nosotros mismos.

– ¿Nosotros mismos? se sorprendió Takeru.

– El proceso es muy similar al de un reboot, pero a escala de un único digimon.

– Y… ¿realmente puedes hacer eso? preguntó Taichi. Creía que solo Homeostasis y Yggdrasil tenían este poder.

– Bueno... un ser humano ya ha elaborado un programa de reboot por su cuenta.

– Es Hime, confirmó una voz a sus espaldas.

Los adolescentes se dieron la vuelta: el Sr. Nishijima se había despertado y acababa de abrir el ventanal; Yamato se encontraba detrás de él.

– ¡Profesor! exclamó Taichi.

– ¿Andáis con secretitos? preguntó Yamato con los brazos cruzados.

– No, dijo Koushiro, pero preferiría que el resto de nuestros amigos no sepa nada de este programa si es un fracaso.

– He escuchado vuestra conversación, dijo el Sr. Nishijima. Koushiro, quieres resucitar a Meicoomon, ¿eso es?

– Sí. Si Hikari me ayuda a recopilar los datos que necesito, podremos completar el desarrollo de nuestro programa con el Sr. Tagaya. Pero para reiniciar los datos de Meicoomon, el programa de reboot de la Sra. Himekawa me sería de ayuda, ya que podríamos compararlo con nuestro trabajo y utilizarlo para enriquecerlo.

– El director tiene acceso al antiguo ordenador de Hime. Sus investigaciones sobre el reboot están ahí, ya les he visto en el pasado, pero está protegido por varios niveles de seguridad.

– Le preguntaré al director si es capaz de suprimir todas estas barreras y si hace falta lo ayudaré.

– Un minuto, interrumpió Takeru. Meicoomon tenía un alma. ¿Podrás recuperarla, Koushiro?

– No, con los datos-memoria que le conciernen sólo recuperaré su envoltura física.

– Pero, señaló Hikari, un cuerpo sin alma no puede vivir, ¿verdad?

– Efectivamente. Por eso habrá una fase final para mi proyecto: si logramos realizar todas las etapas que acabo de enumerar, habrá que darle otra vez un alma a Meicoomon. Para eso, creo que también tengo una idea.

– ¿Cuál es? preguntó Taichi.

Koushiro frunció el ceño.

– Pensábamos que la digievolución es impulsada por una comunión de energía entre los humanos y sus compañeros digimons, pero es más que eso. Cuando ocurre la digievolución, estoy seguro de que se produce una comunión de almas.

– ¿De almas? repitió Yamato.

– Sí. De la misma manera que cuando ocurre la digievolución del ADN se unen cuatro almas, las de los dos humanos y las de sus dos digimons que fusionan.

– Por eso escuchamos el corazón de otro latir en nuestro propio pecho, entendió Takeru.

– Sí. Por lo tanto, si nuestras almas se unen, debe quedar un rastro de esa unión tanto en el corazón del humano como de su compañero digimon. Eso significa…

– … que una parte del alma de Meicoomon vive en Meiko, ¿verdad? susurró Hikari.

– Eso es.

– Increíble, susurró Yamato.

– Creo que el digivice de Meiko puede jugar el papel de transmisor entre ella y mi programa, y de esta manera devolver a Meicoomon a la vida.

– ¿Estás realmente seguro de que esto pueda funcionar? preguntó Taichi. Si fracasamos, Meiko no lo soportará una segunda vez.

– Lo sé. Por eso quiero dar realizar pruebas antes de decirle nada al respeto. Dado que mi programa no se inventó en el mundo digital, no va a ser fácil, respondió Koushiro. Pero quiero intentarlo. Hikari, ¿estás dispuesta a ayudarme?

La joven miró fijamente a Koushiro.

– Dime lo que tengo que hacer.

Koushiro sacó el historial del mundo digital y lo entregó a Hikari.

– Ábrelo y pon tu mano sobre las páginas. Espero que sea suficiente para transportarte al mundo de los recuerdos.

La chica asintió y colocó el libro en su regazo. Lentamente, levantó la tapa y puso su mano derecha en la página cubierta con símbolos digimons. Al mismo tiempo, el papel se encendió y su luz se extendió por su mano, su brazo y su cuerpo, envolviéndola en un halo deslumbrante. En ese momento, Hikari vaciló y se desmayó: Takeru la impidió caer al suelo y la apretó contra él.

– ¿Se encuentra ella bien? le preguntó a Koushiro, preocupado.

– Creo que sí, respondió atentamente el joven. Mira, sus párpados se mueven. Tiene que estar soñando ya.

Hikari abrió lentamente los ojos: miles de cubos de datos multicolores caían a su alrededor con un leve destello de burbujas. Estaba de vuelta en el deslumbrante mundo blanco. ¿Cómo podía encontrar los recuerdos que concernían a Meicoomon ahora? Se dio la vuelta, sin sentir el peso de su cuerpo ya que solo su mente se encontraba en este extraño mundo. Los cubos la rodeaban por cientos y si tenía que tocarlos uno por uno para saber qué recuerdo contenían, nunca lo conseguiría. De repente tuvo una idea. Respiró hondo, estiró la mano frente a ella y se concentró. Evocó sus propios recuerdos de Meicoomon, se representó mentalmente el rostro felino e inocente del digimon atigrado. En ese momento, las puntas de sus dedos comenzaron a brillar y varios cubos de datos se acercaron a ella, como magnetizados por su presencia. Puso su mano sobre uno de ellos y un recuerdo se impuso a ella: Meiko sostenía a Meicoomon en sus brazos y les revelaba que era una Niña Elegida, después de su batalla con Alphamon. Hikari soltó del cubo y parpadeó: todos los datos que flotaban alrededor de ella contenían imágenes de Meicoomon. Los tocó uno después del otro y al contacto de sus dedos comenzaron a brillar con más intensidad.

En ese instante se abrió una ventana en el ordenador de Koushiro.

– ¡Koushiro, mira! exclamó Taichi.

– ¿Qué está pasando? preguntó Yamato.

Koushiro se inclinó en su teclado y se desplazó por las líneas de código que aparecían ante sus ojos.

– Increíble... Hikari me está transfiriendo datos...

– ¿Cómo hace esto? preguntó el Sr. Nishijima.

– Pues... si consideramos que el mundo de los recuerdos está conectado al mundo digital, es como si Hikari fuera parte integral de los flujos que lo componen. Me envía los datos directamente a través del pensamiento...

– ¿Qué dicen estas líneas? preguntó Taichi.

– Son todos recuerdos relacionados con Meicoomon. Hay cientos de datos, no puedo creerlo….

– ¿Vas a agruparlos? adivinó Yamato.

– Sí, para crear una llave que luego me permita penetrar en la memoria profunda donde se encuentra el código fuente de Meicoomon. Esperad... lo convierto en un programa ejecutable... y lo envío todo de vuelta...

Apretó el botón "Enter". Al mismo tiempo, Hikari vio que los cubos de datos frente a ella se fusionaban y tomaban la apariencia de una bola brillante. Se acercó a la esfera y la recogió: una llave luminosa flotaba en su interior. Puso sus manos sobre la esfera y la voz de Koushiro resonó en su mente: "He reunido las copias de los recuerdos de Meicoomon para hacerte una llave que te permita acceder a los recuerdos originales. Ahora tienes que entrar en la memoria profunda". Hikari barrió con la mirada el espacio a su alrededor: ¿cómo se penetraba en la memoria profunda? Si trababa de razonar de manera lógica, los cubos de datos tenían que proceder de allí. ¿Y de dónde provenían estos cubos? Hikari levantó la cabeza: caían del cielo. ¿Cómo podría ir hasta allí sin Angewomon para elevarla en el aire? Miró al cielo y de repente sus ojos se abrieron: no necesitaba alas. Solo se encontraba en pensamiento en este mundo, lo cual significaba que las limitaciones de ingravidez de la Tierra no se aplicaban aquí. Se quedaba en el suelo únicamente porque estaba persuadida de que no podía moverse. Pero si imaginaba por un momento que podía volar… miraba el cielo blanco con determinación.

Sus pies se levantaron lentamente del suelo. Atónita, Hikari miró debajo de ella y en ese momento, volvió a bajar de un metro: el corazón le dio un vuelco en el pecho. Miró hacia el cielo: tenía que mantenerse concentrada. Poco a poco ganó altura, y a medida que se acercaba a la claridad de la cual caían los cubos de datos se sentía cada vez más cegada. Avanzó un poco más hacia la luz deslumbrante y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, se encontraba en un ambiente mucho más oscuro y unas líneas de datos tejían largos hilos a su alrededor en corrientes de colores como el tejido de un tapiz, donde la información circulaba a toda velocidad. Hikari parpadeó: la memoria central. La había encontrado. Este mundo le resultaba aún más impresionante que el mundo de blancura deslumbrante; también le parecía ser más extenso y contenía mucho más información. Hikari tomó la esfera que contenía la copia de datos de Meicoomon de su bolsillo y la lanzó al aire. Comenzó a flotar, moviéndose por sí sola, como si estuviera dotado de vida. Pasó entre los hilos de colores, arriba, abajo, como si buscara algo. De repente, se detuvo frente a un flujo de datos naranja: Hikari corrió hacia ella. Una luz bermellón alimentaba este hilo como si la sangre pasara por las venas. Los verdaderos recuerdos de Meicoomon. Hikari puso dos dedos en el cable y se encendió.

– ¡Koushiro, mira! exclamó el Sr. Nishijima.

El joven se volvió hacia su pantalla: acababan de aparecer nuevos datos en una pestaña de su ordenador.

– Hikari lo ha conseguido… ha encontrado los verdaderos datos de Meicoomon...

– ¿Te los está transfiriendo? preguntó Takeru.

– Sí, guardo todo de inmediato.

Hikari sabía que Koushiro no tardaría en recuperar todas las informaciones. El hilo de los recuerdos de Meicoomon brillaba bajo sus dedos como una resistencia al rojo vivo. En ese momento, un gruñido resonó a su alrededor. Con el corazón acelerado, miró hacia arriba sin soltar el cable de datos. Una voz profunda que parecía emanar de una tumba se repitió en un eco aterrador. La voz se acercó, invadiendo la atmosfera de manera inquietante. En ese momento, Hikari distinguió una silueta oscura que caminaba hacia ella. Poco a poco lo vio más nítidamente: era una criatura con un cuerpo de hombre y na cabeza de chacal. Una máscara púrpura le cubría la cabeza y el hocico. Su largo cabello negro estaba recogido en una cola de caballo y unas alas doradas se extendían por su espalda. Sus ojos verdes no transmitían ningún calor. Entonces Hikari entendió que se encontraba frente a Anubimon, el guardián que decidía cuales de los digimons fallecidos podían reencarnarse en digi-huevo.

– ¿Quién eres? le preguntó el guardián. ¿Cómo entraste aquí? ¿Y cómo te atreves a robar estos datos?

Hikari se estremeció.

– Solo queremos salvar a uno de nuestros amigos...

– Y para eso, ¿estás dispuesta a interrumpir el ciclo de vida de los digimons?

En ese momento, otra voz se superpuso a la de Anubimon. Al principio, era solo un susurro débil pero poco a poco ganó en intensidad y rodeó a Hikari por todos lados:

– Hikari... Niños Elegidos... vuestras acciones perturban la armonía... si no lo he decidido lo que ha desaparecido no puede renacer...

Aterrorizada, Hikari reconoció de repente esta presencia:

– Homeostasis...

De repente el suelo cedía bajo sus pies y cayó en un vacío sin fin, donde resonaba la voz amenazante de Homeostasis.

En la terraza del hotel, Hikari se puso temblar sin abrir los ojos. Takeru la abrazó con más fuerza.

– Koushiro, ¿qué le pasa?

– No... no lo sé...

– ¿La transmisión de datos está terminada? preguntó Taichi.

– Casi…

En ese momento, la luz que envolvía el cuerpo de la chica se apagó abruptamente y volvió a abrir los ojos. Al principio su mirada permaneció en blanco, como si no viera a sus amigos, y luego los temblores que agitaban su cuerpo se convirtieron en espasmos más violentos. Empezó a jadear, como si se estuviera ahogando.

– ¿Qué le pasa Koushiro? exclamó Takeru en pánico.

– ¡No ... no lo sé!

– ¡Koushiro, haz algo! dijo Taichi.

Hikari convulsionaba en los brazos de Takeru, sin poder recuperar el aliento. Su respiración era silbante y sus amigos, paralizados, no sabían qué hacer. Una luz brilló en los ojos del Sr. Nishijima y el profesor salió corriendo de la habitación. Se fue al cuarto de Daisuke, Ken, Joe y Iori, abrió la puerta y gritó:

– ¡Joe!

El adolescente se despertó con un sobresalto, se enredó en sus mantas y cayó al pie de su cama.

– ¿Qué... qué pasa, profesor?

– ¿Dónde están tus medicamentos?

– En mi bolso, en el suelo, pero...

El Sr. Nishijima se arrodilló y volvió el bolso al revés, haciendo caer todos los medicamentes en la moqueta para buscar febrilmente uno en concreto. Daisuke, Ken, Iori y Joe se levantaron, confundidos. Entonces el Sr. Nishijima consiguió lo que estaba buscando. Se enderezó y regresó a la terraza donde se encontraba Hikari, Daisuke, Ken, Iori y Joe pisándole los talones. A la chica le resultaba cada vez más difícil recuperar el aliento. El profesor abrió la caja de cartón, sacó un frasco y un inhalador con forma de L.

– ¿Qué es esto? Preguntó Taichi.

– Un medicamento para el asma, respondió Nishijima, colocando el frasco en el inhalador. Le va a ayudar a respirar. Takeru, enderézala.

Quitó la tapa de la boquilla del inhalador y luego la agitó enérgicamente.

– Hikari, ¿me oyes? preguntó el profesor, poniendo una mano en su hombro. Cuando activo el aerosol, respiro hondo y contén la respiración durante diez segundos. Luego podrás exhalar.

Deslizó la boquilla entre los labios de la chica y apretó el cartucho. El inhalador soltó una bocanada de medicina y Hikari dejó de respirar. Unos segundos después, exhaló como alguien que hubiera estado a punto de ahogarse. Poco a poco, recuperó una respiración normal y se sentó, tambaleándose. A su lado, sus amigos se dejaron caer contra la ventana de la terraza, impactados por el miedo que acababan de sentir.

– Hikari, ¿estás bien? le preguntó Takeru, apartando un mechón de su sudorosa frente.

– Sí... sí, ahora estoy bien.

Todos recobraron el sentido y Taichi miró al Sr. Nishijima:

– Gracias profesor. Si no se le hubiera ocurrido utilizar uno de los medicamentos de Joe, no sé qué hubiera pasado.

– De nada, susurró con una sonrisa. Al final, me resultó útil ayudar a Joe a recoger sus cajas en el aeropuerto.

– Lo que me asombra es que usted sepa cómo funciona un inhalador, dijo Joe. ¿Usted es asmático?

– No, pero mi amigo Shigeru, uno de los primeros Elegidos, sí lo era. Lo he visto muchas veces utilizar su inhalador.

– Hikari tuvo suerte de que usted reaccionara rápido, comentó Yamato.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió de nuevo y entraron Sora, Mimi, Miyako, Sakae y Meiko.

– ¡Taichi! exclamó Sora. ¡Escuchamos gritos, estáis bien?

Taichi, Koushiro, Takeru, Yamato y el Sr. Nishijima intercambiaron unas miradas incómodas. Daisuke se volvió hacia ellos y dijo, con las manos en las caderas:

– Ahora que Hikari está mejor, ¿podríais explicarnos qué estabais haciendo?

Koushiro suspiró: el secreto que quería guardar iba finalmente a estar descubierto antes de que la noche terminara.

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– ¿De verdad podrías… resucitar a Meicoomon? murmuró Meiko con una voz temblorosa.

– Creo que sí, asintió Koushiro. Pero como no estaba muy seguro de mí mismo, quería hacer algunas pruebas antes de avisarte, para que no te preocupes demasiado.

– Sí, entiendo.

– ¿Y por eso has ido a buscar a Hikari en medio de la noche? exclamó Miyako. ¿No hubieras podido esperar hasta mañana?

– Estaba de acuerdo.

– Aun así, esta historia fue a punto de terminar mal, dijo Daisuke.

– ¿Que pasó exactamente? preguntó Iori.

Hikari miró hacia abajo y frunció el ceño.

– He oído a Homeostasis, susurró mientras se estremecía. Sabe que queremos recuperar los datos de Meicoomon y dijo... que lo que estábamos haciendo altera la armonía.

– ¿Dices que resucitar a Meicoomon quizás esté… mal? preguntó Meiko.

Unas lágrimas aparecieron en sus ojos, pero se contuvo. En ese momento, Taichi golpeó con el puño la mesa donde se encontraba el ordenador de Koushiro, sorprendiendo a todos sus amigos.

– ¡Claro que no! Homeostasis habla solo desde su punto de vista y sabemos todos que desde su posición puede ignorar por completo los intereses de los humanos y de sus digimons. Es verdad que ayudó a los primeros diez hombres y mujeres, que creó las Bestias Sagradas y Meicoomon, pero quizás no nos ayude esta vez. Koushiro está convencido de que no podremos derrotar a Yggdrasil sin Meicoomon y yo comparto su opinión. La necesitamos, así que tenemos que resucitarla a toda costa. Confío en la habilidad de Koushiro y del director de la Agencia.

– ¿Trabajas con mi padre, Koushiro? le preguntó Sakae.

– Sí. Me ayuda con la programación.

– ¿Ha tenido tiempo para recuperar todos los datos del código fuente de Meicoomon que te ha transferido Hikari? preguntó Ken.

– Sí.

– Mejor, no me hubiera gustado que Hikari tuviera que volver allí, dijo Takeru.

– Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? preguntó Sora.

– Con la intervención de Homeostasis tenemos una prueba de que está reacio a ayudarnos, observó Koushiro. Normalmente es él quien se encarga de transferir los datos de un digimon fallecido para que se reencarne en un digi-huevo, pero como está en contra del renacimiento de Meicoomon, tendremos que hacerlo nosotros. El proceso es muy similar al de un reboot.

El joven explicó a los recién llegados cómo podían utilizar el programa que la Sra. Himekawa ya había desarrollado para crear su propio programa de renacimiento.

– Llamaré al director mañana para pedirle que acceda a los archivos personales de la Sra. Himekawa. Si nuestro programa funciona, todo lo que queda será dar otra vez vida a Meicoomon. Aquí es cuando entras tú, Meiko.

Le explicó su teoría según la cual pensaba que la digievolución unía el alma del digimon con la de su compañero humano. A medida que hablaba, los ojos de Meiko se agrandaron.

– Entonces… ¿una parte del alma de mi pequeña Mei vive en mí?

– Sí, y creo que tu digivice puede servir como transmisor para devolverle la vida.

– Pero... cada una de las evoluciones de Meicoomon sucedió cuando ya estaba dominada por la parte oscura de los datos de Apocalymon. ¿Funcionará de todos modos?

– Estoy casi seguro de que sí.

– En ese caso, tendríamos que descansar por ahora, dijo Iori. No olvidemos que también hay que encontrar la calcorita que alimenta el mundo digital y que tenemos un ferry para tomar mañana. Tú también Koushiro, tendrías que dormir.

– Tiene razón, asintió Mimi. Has trabajado lo suficiente por esta noche.

– Vale, concedió el joven. Tenéis razón: tenemos que estar en forma para mañana.