¡Buenas tardes a todos! Estoy de vuelta con un nuevo capítulo, ya que os dejé con la intriga la última vez :) ¿Meicoomon volverá o no? ¿Cómo los Niños Elegidos van a organizar su defensa contra Yggdrasil? Os dejo descubrirlo :)
¡Buena lectura!
Capítulo 55
En cuanto Koushiro supo que el programa para resucitar a Meicoomon funcionaba, fue a despertar a sus amigos y todos se reunieron en el despacho del director. Todos sentían su corazón que latía con fuerza al mirar el ordenador en el cual Koushiro y el Sr. Tagaya habían trabajado toda la noche.
– ¿ Koushiro estás seguro de que es operativo? le preguntó Joe con una voz un poco preocupada.
– Absolutamente seguro. Ningún de los test falló y los hemos probado tres veces cada uno.
– Koushiro tiene razón, confirmó el Sr. Tagaya. El programa está listo.
– Entonces, ¿vas a lanzarlo? preguntó Hikari.
– Sí, pero para que funcione necesito una última cosa.
Se volvió hacia Meiko:
– Aunque Meicoomon realizó exclusivamente digievoluciones oscuras, hay que guardar en mente que un digimon solo puede evolucionar gracias a su compañero humano. Esto significó que cada vez que Meicoomon evolucionó, permaneció conectada físicamente a ti, Meiko. En cada una de sus transformaciones, vuestras almas se unieron brevemente. Por lo tanto, debes tener un fragmento del alma de Meicoomon que vive en ti.
– ¿Un… fragmento de su alma? repitió Meiko.
– Sí. Gracias a él podremos finalizar el programa de renacimiento. Tienes que devolverle este fragmento a Meicoomon, porque es la única parte de su alma que nos queda.
– ¿Quieres decir... que su renacimiento depende de mí? murmuró Meiko.
La chica sintió escalofríos de emoción recorrerle todo el cuerpo. Muy a menudo se había sentido responsable de la degeneración de su compañero digimon. Estaba convencida de que si Meicoomon se había vuelto incontrolable era porque no había conseguido protegerla; que si había muerto, era culpa suya. Sin embargo, hoy tenía la posibilidad de devolverle la vida. Miró a Koushiro con determinación.
– ¿Que tengo que hacer?
– Toma tu digivice. Cuando active el programa, dirígelo hacia mi pantalla y piensa muy fuerte en Meicoomon. Creo que la calcorita que contienen nuestros digivices puede permitir la transferencia del alma de Meicoomon hacia su envoltura carnal, de la misma manera que nos permite pasar del mundo real al mundo digital.
– Entendido.
– Los demás, dijo el director a los Niños Elegidos, al Sr. Mochizuki y a sus digimons, os pido que deis un paso atrás por favor.
Todos asintieron y retrocedieron hacia las paredes del despacho. Koushiro se volvió hacia su pantalla y frunció el ceño:
– ¿Lista, Meiko?
– Lista.
Koushiro abrió todas las pestañas necesarias para lanzar el programa de renacimiento, y con una mano levemente temblorosa, puso su índice en la tecla "enter" del teclado. Apretó los dientes y la presionó.
En ese momento, una luz intensa iluminó la pantalla del ordenador de Koushiro. Al mismo tiempo, todos los dispositivos electrónicos del despacho del director parpadearon y emitieron pitidos. Meiko alzó su digivice hacia el deslumbrante haz, cerró los ojos y visualizó mentalmente la imagen de Meicoomon. Los ojos verdes de su digimon, su inocente rostro felino, el balanceo de su cola, su suave pelaje atigrado se materializaron en su mente.
De repente unos rayos incandescentes salieron de la pantalla principal y convergieron en el medio del despacho. Poco a poco, formaron un huevo de luz; Koushiro miró fijamente esa cáscara cegadora y se acordó que Homeostasis le había dado vida a Meicoomon de la misma manera hace doce mil años. Con la ayuda del Sr. Tagaya, había conseguido sustituirse a Homeostasis. Meiko abrió lentamente los ojos: escuchaba su corazón que latía golpeando su pecho, sin embargo, también sentía otro latido en su pecho, un poco fuera de sintonía con el suyo… como un eco. Al principio era débil, pero se hizo cada vez más fuerte. Miró el huevo iridiscente, sin aliento, y en ese momento, creyó escuchar a alguien pronunciar su nombre…
La luz que irradiaba de los ordenadores se apagó brutalmente. El huevo brilló durante unos segundos más y luego flotó hasta el suelo donde aterrizó delicadamente. Meiko bajó la mano con la que se estaba protegiendo los ojos y bajó la mirada. La cáscara del huevo se agrietó con un delicado crujido, y de cada grieta emanó una luz tenue. Entonces el huevo se rompió por completo y una criatura apareció en una nube de vapores opalinos.
Meiko, con el corazón acelerado, se acercó a la criatura mientras el humo se despejaba. Reconoció a su pequeña Mei, acurrucada sobre sí misma y aún inconsciente. Sin creerlo, Meiko se arrodilló a su lado y la miró fijamente, paralizada. Suavemente la cogió en sus brazos y la apretó contra ella. En ese momento, Meicoomon abrió los ojos. Miró intensamente a Meiko durante varios minutos, con una expresión tierna y profunda.
– Meiko…
La adolescente sintió lágrimas llenar sus ojos y abrazó a Meicoomon con más fuerza.
– ¡Mei!
Todos los Niños Elegidos y sus digimons se acercaron. Atónitos, miraron a Meicoomon que había puesto sus patas alrededor del cuello de Meiko para acurrucarse junto a ella. La chica había escondido su rostro en la piel de su digimon, como si quisiera que ese momento durara para siempre. Hikari no pudo evitar sentir una lágrima correr por su mejilla; Takeru se dio cuenta de eso y la tomó cariñosamente contra él. La chica levantó la cabeza hacia el adolescente y vio que unas lágrimas de alegría también brillaban en sus ojos. Sakae, con las dos manos contra su corazón, miraba a Meiko y a su compañera. Taichi sonrió, invadido por una emoción intensa: nunca había compartido con tanta fuerza la felicidad de otra persona. Se volvió hacia Koushiro y le puso una mano en el hombro:
– Puedes estar orgulloso de ti mismo.
– Gracias, Taichi.
– Ahora puedes estar seguro de que has superado a tu verdadero padre en informática, añadió el Sr. Tagaya. Estoy seguro de que Omura estaría muy feliz de ver en qué hombre te has convertido, Koushiro.
El adolescente miró intensamente al director de la Agencia mientras sentía que se sonrojaba.
– Espero que mi padre pueda escucharle.
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Los Elegidos subieron al nivel de las máquinas de café para dejar a Meiko y Meicoomon un momento privado. Todos felicitaron a Koushiro y al Sr. Tagaya por la hazaña que acababan de conseguir, haciendo que Koushiro se sonrojara aún más. La presión que todos había sentido durante la noche bajó y tuvieron hambre, pero estaban demasiado cansados para salir de compras, así que tomaron casi todos los bocadillos de las máquinas de café. Comieron charlando y riendo, con el corazón ligero al pensar que Meiko y su compañera digimon al fin estaban reunidas. Taichi contempló a sus amigos con una sonrisa: el éxito de Koushiro y el Sr. Tagaya había reavivado el coraje y la determinación de sus compañeros, algo bueno a la luz de la batalla que se avecinaba.
– Qué silenciosa está la agencia, observó Miyako de repente. ¿No tendrían que estar llegando los empleados?
– Debido al ataque de Yggdrasil, di la orden a todos nuestros agentes que se quedasen en casa, dijo el director.
– ¿No tendríamos que advertir también al gobierno? preguntó Iori.
– Lo he pensado, respondió el Sr. Mochizuki, pero tal noticia provocaría un pánico general y la intervención de los militares. Mejor dejar que los digimons se ocupen de Yggdrasil y sus secuaces.
– Sin embargo, comentó Takeru, estaría bien evacuar a las áreas habitables más cercanas a la agencia, para proteger a los habitantes.
– Es verdad, asintió Taichi.
– Hmm… tenéis razón, concedió el director. Pero es mejor mentir sobre la razón que requiere que evacuemos estas zonas. Voy a llamar al Primer Ministro.
– Voy contigo, dijo el Sr. Mochizuki.
Los Niños Elegidos miraron a los hombres alejarse. Joe, perplejo, preguntó:
– ¿Creéis que el Sr. Tagaya está frecuentemente en contacto directo con el Primer Ministro?
– Parece ser, sino no podría llamarlo tan fácilmente, dijo Yamato.
– Bueno, dijo Taichi volviéndose hacia sus amigos, ¿y nosotros? ¿Cómo avanzan nuestros preparativos?
– Los señuelos de la calcorita están listos, respondió Sora.
– Los rifles de plasma están en su lugar, añadió Daisuke.
– Perfecto, dijo Taichi. ¿Y tú, Ken? ¿Has conseguido programar el Muro de Fuego que queremos poner entre la Tierra y el Mundo Digital? Te está ayudando el Sr. Mochizuki, ¿verdad?
– Sí, aún necesitamos ajustar algunos elementos del programa. Sin embargo, podemos decir que en las grandes líneas está terminado. Tan pronto como regrese el Sr. Mochizuki, volveremos al trabajo.
– Nos vendría bien dormir unas horas antes de la noche que nos espera, señaló el Sr. Nishijima.
– Es verdad, asintió Sora. Nuestros digimons necesitan recuperar fuerzas y nosotros también.
– En este caso, decretó Taichi, sugiero que nos vayamos a casa a descansar un poco y que nos encontremos aquí a las cinco. Luego finalizaremos nuestra estrategia de defensa.
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Después de que sus amigos salieron del despacho del director, Meiko miró a Meicoomon durante varios minutos, en silencio. Su compañera la miró también y se quedaron así inmóviles, fijándose como si tuvieran miedo de que la otra desapareciera. Finalmente, Meiko susurró:
– Creía que nunca más te volvería a ver, mi pequeña Mei… soy tan feliz.
Su digimon la miró con gratitud y amor infinito.
– Cuando Omegamon mató a Ordinemon, sentí que estaba desapareciendo... pero a pesar de todo, una pequeña parte de mí permaneció en el mundo blanco llenos de datos donde llegó Hikari. La primera vez que la vi, le pedí que te dijera cuánto confiaba en ti... pero lo que realmente quería decirte es que no hay nadie que ame más que en el mundo que tú. No quería que estuvieras triste por mi culpa.
Meiko sintió que las lágrimas llenar sus ojos, cogió a Meicoomon y la abrazó.
– Gracias, Mei...
Cuando se separaron, Meicoomon colocó una pata en la mejilla de Meiko y la acarició suavemente. No pensaba que volvería a sentir el contacto cálido y reconfortante de los brazos de su compañera, ni que volvería a ver su expresión tan entregada y sus ojos donde murmuraban un valor insospechado.
– Oye, Meiko… ¿cómo lo hiciste? Para traerme de vuelta…
– Gracias a Koushiro. Es a él quien tienes que agradecérselo, porque fue él quien insistió en crear un programa que te pudiera salvar. Sin embargo, fue Hikari quien recuperó tus datos en la memoria principal del mundo digital. Luego Koushiro y el Sr. Tagaya desarrollaron el programa para resucitarte.
– ¿Y... los malos datos que me convirtieron en un digimon oscuro, todavía viven en mí?
– No, respondió su compañera con una sonrisa. Los datos de Apocalymon fueron borrados después de la muerte de Ordinemon. Nunca volverás a ser poseída por la oscuridad, Mei.
Meiko miró a su digimon con ternura y el pequeño felino sintió una sensación de libertad invadir sur corazón, como nunca lo había sentido en su vida.
– Koushiro dijo que como habías ayudado hace doce mil años a los primeros hombres y mujeres para derrotar a Yggdrasil, resucitarte podría ayudarnos a derrotarlo hoy.
Meicoomon parpadeó:
– ¿Ayudé a unos humanos a derrotar a Yggdrasil? ¿Hace doce mil años?
Meiko miró a su compañera con sorpresa.
– Sí. Lo descubrimos al leer el historial del mundo digital. ¿No lo recuerdas?
– No.
Meiko frunció el ceño, desconcertada.
– ¿En serio? Pensaba que si no me lo habías contado era porque no querías revelarme el secreto del mundo digital. Pero si no lo recuerdas... tengo que explicarte todo lo que hemos aprendido.
Entonces la chica le resumió toda la génesis del mundo digital, el papel de Yggdrasil, de Homeostasis y de las Bestias Sagradas, la función del Mar Oscuro y cómo ella misma, Meicoomon, había sido creada hace doce mil años. Mientras hablaba, Meicoomon la miraba fijamente, como si estuviera recuperando fragmentos de su memoria.
– Creo que me acuerdo... de esa mujer, la que me ayudó a no escuchar a las palabras perniciosas que Yggdrasil me dijo hace doce mil años. Esa mujer se parecía un poco a ti, Meiko. Pero después... está borroso. ¿Por qué no me acuerdo?
– No lo sé... tal vez Homeostasis borró una parte de tu memoria cuando te encerró en las profundidades del mundo digital.
– Ahora conozco la verdad. Sé por qué fui creada y eso me da ganas de reparar aún más los errores que he cometido en el pasado. Ahora quiero estar siempre a tu lado, Meiko.
La chica, conmovida, tomó las patas de Meicoomon en sus manos:
– Yo también, quiero estar siempre para ti.
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El sol amaneció lentamente en el mundo digital, difundiendo su luz pastel sobre los continentes. En los bosques, las llanuras, las montañas y los océanos, los digimons se despertaron poco a poco. Sin embargo, cuando miraron hacia arriba unos cortocircuitos inmensos resquebrajaban el cielo e iluminaban las nubes como violentos relámpagos. Encaramado en una alta montaña, Hackmon miró preocupado al cielo. De repente, una esfera llena de un vapor azulado se materializó delante del digimon.
– La situación es grave, señor, dijo Hackmon.
– Sí, lo es, respondió Homeostasis. Yggdrasil ha podido acceder al código fuente del Muro de Fuego gracias al historial, y actualmente está distorsionando este código para destruir la barrera que le impide salir del Mar Oscuro. Esta noche entrará en el mundo digital.
– No se quedará en el mundo digital, dijo Hackmon sombríamente, quiere acceder a la Tierra. Ya no podemos seguir jugando solos sin considerar a los Niños Elegidos, señor. Son nuestros aliados más que nuestros enemigos, aunque a veces sus acciones hayan alterado el equilibrio. ¿No estás de acuerdo conmigo?
El vapor giraba en la esfera en silencio, como si Homeostasis estuviera reflexionando. Finalmente, declaró:
– A pesar de que los Jomons crearon el mundo digital, su invento fue demasiado poderoso para que lo pudieran controlar. No creo que hoy sea diferente.
– Pero los Niños Elegidos derrotaron a muchos digimons que servían a la oscuridad. Para eso los elegiste, ¿verdad? ¿Porque confiabas en ellos?
– Los elegí porque conocía su habilidad para hacer evolucionar a los digimons. Era para permitir que los digimons defendieran mejor su mundo que seleccioné a estos humanos y por ninguna otra razón. Si hubiera tenido el poder de hacer evolucionar a los digimons por mí mismo, nunca habría llamado a estos niños. Mi papel es proteger ambos mundos y la historia me ha demostrado que no debo seguir las opiniones de los hombres si quiero llevar a cabo mi misión. Se han vuelto demasiado débiles para gobernar el mundo digital; los digimons poseen una fuerza que les supera de muchas maneras.
Los ojos de Hackmon se entrecerraron.
– ¿Cómo puedes hablar como aquel a quien combates, señor? Tengo la impresión de oír a Yggdrasil cuando afirmas que los digimons son superiores a los hombres.
– ¿Pero acaso no es cierto? Sin los digimons, los humanos estarían indefensos ante los peligros del mundo digital.
– Al principio no tenían por qué existir los malos digimons.
– Es verdad, te lo concedo, pero yo no existía en aquella época. Luego Yggdrasil degeneró y la oscuridad invadió el mundo digital. En este nuevo contexto, los humanos son criaturas muy débiles en comparación con su creación.
– Sin embargo, los digimons tienen un alma muy parecida a la de los humanos, objetó Hackmon. Es la unión de almas entre los humanos y los digimons que permite la digievolución. Esta relación es hermosa y poderosa; y además, podría salvarnos.
– ¿De verdad crees lo que estás diciendo, Hackmon? Sabes que el coraje y la voluntad no son suficientes. No son nuestras pasiones las que debemos escuchar si queremos salvar el mundo digital, sino nuestra razón. La razón domina las emociones, es la razón la que trae el equilibrio. Aunque mis decisiones no convengan a los humanos, protegeré la armonía. Estoy convencido de que esta armonía solo se puede mantener si nuestros dos mundos permanecen separados. Por lo tanto, haré lo que creo que es lo mejor. ¿No es ese el papel de un dios?
Hackmon frunció el ceño y miró fijamente la esfera llena de niebla.
– Sin embargo, señor, nuestros mundos no están separados actualmente. Yggdrasil va a abrir un pasaje entre el Mar Oscuro y el mundo digital, y luego querrá invadir la Tierra. Tu razón seguramente te dice que el peligro que nos amenaza excede nuestra capacidad de acción. No podemos derrotar a Yggdrasil solos, lo sabes. Yo creo que los hombres y los digimons podrían coexistir y que si queremos asegurar la supervivencia de ambos mundos, necesitamos a los Niños Elegidos. Tienes que ayudarlos, señor.
El vapor opalino volvió a girar en la esfera, pero Homeostasis no respondió. En ese momento, una silueta apareció en la orilla de una playa que Hackmon y Homeostasis pudieron distinguir desde la montaña: una gigantesca figura negra, vestida con una armadura de metal.
– Alphamon, susurró Hackmon.
– Sabía que si Yggdrasil llevaba a todos sus demonios a la Tierra no iba a dejar el mundo digital desocupado, dijo Homeostasis. Vas a tener trabajo aquí, Hackmon. Estaría bien que te convirtieras en Jesmon.
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Mientras el sol se ponía en el cielo de Tokio, los Elegidos se reunieron en la agencia para finalizar su plan de defensa. Se sentaron en una gran sala de reuniones en la última planta, cuyas altas ventanas les ofrecían un vasto panorama sobre la ciudad, permitiéndoles vigilar mejor el cielo. El Sr. Tagaya, el Sr. Mochizuki y Ken, que habían estado trabajando buena parte del día, subieron del cuarto sótano para reunirse con ellos. Solo faltaban Meiko, Meicoomon, Joe y Gomamon. En ese momento, unos pasos resonaron en el pasillo.
– ¡Aquí estamos! exclamó Meiko.
La adolescente llegó corriendo, Meicoomon a su lado. A pesar de la batalla que les esperaba, el rostro de Meiko expresaba una determinación y una confianza que sus amigos rara vez habían visto en sus ojos. Meicoomon, sin embargo, parecía todavía vacilante. Miró a todos los otros digimons, y luego miró hacia abajo. Con voz de vergüenza, les dijo:
– Sé que os lastimé mucho cuando estaba bajo la influencia de los datos de Apocalymon. No solo los he herido físicamente, sino también moralmente, y eso que habíamos sido amigos. Soy consciente de eso y me arrepiento sinceramente por todo el mal que os he causado. Os prometo que nunca volverá a suceder. Entonces, ¿creéis... que podréis perdonarme por todo lo que he hecho?
Los digimons miraron a Meicoomon, emocionados por su discurso. Finalmente Agumon saltó de la mesa para aterrizar al lado de Meicoomon. Le puso una pata en el hombro y dijo:
– Siempre te he apreciado mucho, Mei. Sé que nunca quisiste hacernos daño a ninguno de nosotros. Tienes un corazón muy generoso y sé que podemos confiar en ti, entonces, no creo que me equivoque al decir en nombre de todos que te perdonamos.
Agumon miró a todos sus amigos quienes asintieron con una sonrisa. Meicoomon los miró a su vez profundamente conmovida, mientras la gratitud invadía su corazón.
– Gracias... murmuró ella, mientras las lágrimas llenaban sus ojos. ¡Gracias a todos!
Corrió hacia cada uno de los digimons y les abrazó con fuerza, operación que terminó en un abrazo colectivo. Meiko, enternecida, miraba intensamente a su compañera.
Koushiro, él, miró el reloj.
– Joe todavía no ha llegado...
– ¿Dónde puede estar? dijo Yamato.
– Voy a intentar llamarlo, dijo Takeru, sacando su teléfono.
Marcó el número de su amigo y se llevó el móvil a la oreja.
– No responde.
Colgó, pero apenas se había metido el teléfono en el bolsillo cuando volvió a sonar.
– ¿Joe? Sí, acabo de llamarte. Todos estamos en la Agencia. ¿Dónde estás? ¿Eh? Pues... cuarta planta, tercera puerta a tu derecha.
Takeru cortó la llamada y giró hacia sus amigos:
– Está en el hall de entrada, no conseguíamos encontrarnos. Está llegando, pero es extraño, parecía nervioso...
– Con Joe no es sorprendente, respondió Daisuke, encogiéndose de hombros.
Unos minutos después, alguien llamó a la puerta de la sala de reuniones.
– ¡Pasa! le gritó Taichi.
La puerta se abrió y Joe y Gomamon aparecieron. Sin embargo, los Niños Elegidos adivinaron otra silueta detrás de Joe: cuando entró, los adolescentes descubrieron a una chica esbelta con un cabello dorado y ojos color avellana.
– ¡Chisako! exclamó Mimi, reconociéndola.
– Perdón por la demora, dijo Joe, pero quería absolutamente ir a buscar a Chisako a su casa.
– ¿Por qué la trajiste aquí? preguntó Taichi.
– Con todo lo que va a pasar esta noche, preferiría que se quedara en la Agencia. Aquí estará más protegida si nuestra batalla causa daños en la ciudad. Por favor, aceptad que se quede.
Chisako, molesta, apretó los labios. No pensaba que esos Elegidos de los cuales Joe le había hablado eran tan numerosos. Algunos incluso parecían mucho más jóvenes que ella y todos tenían un compañero digimon. El chico de cabello desordenado al que se había dirigido Joe tenía un carisma indubitable: probablemente era el líder del grupo. Tal vez consideraría que ella iba molestarlos y se negaría a que se quedase en la agencia. Joe había insistido para que viniera con él, pero Chisako le había bien dicho a no quería ser una carga para sus amigos. Taichi se cruzó de brazos con y miró a Joe:
– Claro que puede quedarse, Joe. Ni siquiera tienes que pedir permiso.
Ante estas palabras, Joe y Chisako se relajaron instantáneamente. La chica intercambió una mirada con Taichi y este último le sonrió: de repente lo encontró mucho más cálido de lo que había imaginado unos momentos antes.
– Les agradezco a todos por aceptarme, dijo la chica, inclinándose.
– ¡No seas tan formal! le dijo Sora con una sonrisa. No hay ningún problema.
– ¡Venid y sentaos los dos! los invitó Mimi mostrándoles dos asientos junto a ella.
Joe y Chisako se unieron a ellos y Gomamon saltó al regazo de Chisako:
– ¡Vaya, Gomamon, parece que te llevas muy bien con Chisako! bromeó Mimi.
– No puedo evitarlo, ¡es culpa de Joe que haya elegido a una chica tan encantadora! dijo Gomamon, encogiendo sus patas.
Chisako sintió que se sonrojaba y los Elegidos sonrieron en silencio. Con voz enérgica, Miyako declaró:
– ¡Ahora que estamos todos, podemos empezar!
– Vale, dijo Taichi, apoyando los codos en la mesa. Primero resumimos nuestro plan de defensa.
– Yggdrasil quiere acceder a la Tierra para encontrar calcorita, dijo el Sr. Nishijima.
– Va a querer dirigirse hacia Yonaguni, pero tenemos que retenerlo, añadió Daisuke. Para llamar su atención, le vamos a enseñar que ya hemos encontrado la calcorita.
– O más bien, le vamos a presentar seis señuelos, aclaró Yamato.
– El objetivo es que pierda sus puntos de referencia para que nuestros digimons tengan tiempo para derrotarlo, continuó Sora.
– Estaría mejor si nos dividiéramos en varios grupos, cada uno con un señuelo de la calcorita. Así, cada grupo podría ponerse en un sitio diferente de la ciudad, sugirió Mimi.
– Esto permitiría dividir a los Siete Señores Demonios, es una buena idea, asintió Taichi. Yggdrasil no tiene que adivinar que nuestras calcoritas son copias, por tanto, habrá que defender los señuelos con tanta determinación como si se tratara de la verdadero calcorita.
– Por cierto, ¿dónde escondemos la calcorita real? preguntó Iori.
– Tendríamos dejarla en la Agencia, dijo Joe.
– Sí, con algunos de nosotros para defenderla en caso de que Yggdrasil se dé cuenta de nuestro subterfugio, asintió Iori.
– En caso de emergencia, los rifles de plasma crearán un campo de fuerza encima de la Agencia, dijo Takeru. Los que se queden aquí tienen que estar preparados para activar el sistema que controla el disparo de las armas.
– Pase lo que pase, Yggdrasil no tiene que encontrar la verdadera calcorita, dijo Sora. Hay que devolverlo de vuelta al mundo digital lo más rápido posible.
– Y tan pronto como lo consigamos, levantaremos el Muro de Fuego que Ken y el Sr. Mochizuki están programando para evitar que Yggdrasil y los Señores Demoníacos regresen a la Tierra, completó Hikari.
– En lo que concierne al Muro de Fuego, dijo Ken, lo siento pero… aún no está terminado.
– ¿Qué? exclamó Daisuke.
– Tengo menos talento en informática de lo que pensaba, tengo que admitirlo, y algunas verificaciones tardaron más de lo que esperaba.
– No te asustes, le dijo Koushiro, te voy a ayudar. ¿Tienes mucho por hacer todavía?
– Sólo un pequeño fragmento de código por redactar, y luego hacer todos los tests.
– Vale. Si te ayudo con la programación, me voy a quedar con Tentomon en la agencia, por si tenemos que defender la verdadera calcorita.
– Entendido, dijo Taichi, pero no puedes quedarte aquí solo.
– Ryudamon y yo nos vamos a quedar con él, decidió Sakae. Podemos echarle una mano y, si hace falta, sé cómo disparar los rifles de plasma.
– Taichi, ¿no tendríamos que permanecer a lado de la agencia también? preguntó Yamato. Si la verdadera calcorita se encuentra en peligro, estaría mejor que estemos en los alrededores para hacer aparecer a Omegamon.
– No estoy seguro de que sea la mejor táctica, dijo Taichi. Si Yggdrasil ve a Omegamon por encima de la agencia, sospechará que las otras calcoritas solo son señuelos.
– Ken, dijo Koushiro, me vas a ayudar a terminar el programa y en cuanto aparezca Yggdrasil podrás unirte a los demás.
– Entendido.
– Meiko, dijo Taichi, me gustaría que te quedes también en la agencia con Meicoomon.
Ante estas palabras, la joven sobresaltó. Con un tono de desafío dijo:
– ¡Yo también quiero luchar contra Yggdrasil! ¿Crees que no podremos estar a altura, Taichi?
Taichi parpadeó y apretó el puño derecho.
– Mientras no se pruebe lo contrario, Meicoomon no es capaz de digievolucionar más allá de su nivel actual, que es solo un nivel adulto. Contra los Señores Demonios no podrá luchar.
– Los digimons de Miyako y Iori tampoco pueden ir más allá del nivel de adultos, replicó Meiko.
– Es cierto, pero tienen más experiencia en combate, señaló Iori.
– No te estoy pidiendo que te quedes aquí y no hagas nada, dijo Taichi con calma. Si la situación se complica, estarás con Koushiro y Sakae para defender la verdadera calcorita.
Meiko frunció el ceño: el argumento de Taichi no la convencía. Tenía la impresión que se la excluía de la batalla porque se pensaba que ella y Meicoomon están indefensos. Sin embargo, asintió:
– Vale, lo haremos lo mejor que podamos.
– También tenemos que llamar a las Bestias Sagradas, recordó Takeru.
– Sí, confirmó Taichi. Tan pronto como terminemos esta reunión, las llamaremos. Koushiro, ¿podrán atravesar tu portal?
– Sí, lo revisé esta tarde.
– Bien, dijo el Sr. Nishijima. Todavía tenemos que dividirnos en varios grupos.
– Tenemos cuatro calcorita y sin Koushiro, Sakae y Meiko, somos doce, contó Sora.
– Eso hace cuatro grupos, cada uno con una Bestia Santa y una calcorita, dedujo Takeru.
– Muy bien, dijo Taichi. Entonces nos vamos a dividir de esta manera...
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La noche había extendido su penumbra sobre Tokio; el verano templado y los numerosos paseantes no dejaban imaginar la catástrofe que se avecinaba. De repente, un relámpago púrpura rayó el cielo con un estruendo ensordecedor. Los semáforos, las vallas publicitarias de Tokio y las farolas empezaron a parpadear. En las calles los transeúntes se detuvieron, inquietos, y levantaron la cabeza mientras un murmuro de miedo recorría la muchedumbre. En ese momento se formó una espiral negra entre las nubes con un silbido ensordecedor: una figura azulada apareció en el interior, seguida por otras ocho criaturas.
Yggdrasil, los Siete Señores Demonios y Voltobautamon entraron al mundo real.
Distribuidos en cuatro distritos diferentes de Tokio, los Niños Elegidos levantaron la cabeza hacia el cielo con un estremecimiento. Se habían posicionado en áreas descubiertas para minimizar la destrucción que causaría su batalla. Las Bestias Sagradas habían respondido a su llamada y habían prometido hacer todo lo que estuviera en su poder para repeler a Yggdrasil y sus secuaces. Cada una de ellas ahora acompañaba a un grupo de adolescentes.
En una isla artificial en la bahía de Tokio que llevaba el extraño nombre de Isla de los Sueños, Baihumon, Greymon y Garurumon se encontraban junto a Taichi, Yamato y el Sr. Nishijima. Taichi había decidido que su grupo se encontraría en el lugar más alejado de la agencia: ya que era el líder de los Niños Elegidos, esperaba que Yggdrasil imaginara que estaba protegiendo la verdadera calcorita. Quería que su enemigo los atacara primero para que sus amigos pudieran concentrarse sobre los Señores Demonios y Voltobautamon.
En otra isla artificial de Odaiba se encontraban junto a Takeru y Hikari, Azulongmon, Tailmon y Angemon.
En el parque al pie de la Torre de Tokio, Zhuqiaomon, Ikkakumon, Togemon y Birdramon estaban al lado de Joe, Mimi y Sora.
Y por fin, en el parque de Chiyoda que se situaba cerca del Parlamento de Japón, Xuanwumon, Veemon, Hawkmon y Armadillomon estaban junto a de Daisuke, Miyako y Iori.
Estos cuatro grupos formaban un cuadrado protector alrededor de la Agencia Establecida.
Taichi tomó su teléfono y marcó el número de Koushiro. El chico todavía estaba con Ken en la última planta de la Agencia para perfeccionar hasta el último minuto el programa que crearía un Muro de Fuego entre la Tierra y el mundo digital. Cuando sonó su móvil, descolgó:
– ¿Sí?
– Han llegado.
Koushiro asintió y colgó. Sakae, Ryudamon, Tentomon, Meiko, Meicoomon y Chisako le miraron con preocupación.
– Yggdrasil acaba de llegar. Ken, únete a los demás, terminaré el programa solo.
Ken asintió y corrió hacia las escaleras, Wormon sobre sus hombros. Entonces el Sr. Mochizuki y el Sr. Tagaya entraron en la sala de reuniones.
– Koushiro, aquí está la calcorita, dijo el director, entregándole la esfera real envuelta en una tela azul.
– Gracias. La guardaremos aquí.
– Vamos a bajar al sótano, dijo Tagaya. Si la situación se vuelve crítica, bajad a refugiaros en mi despacho: es un refugio nuclear.
– Entendido.
Sakae se acercó a la ventana, seguida por Meiko y Chisako. Aunque estuviera todavía lejos, Yggdrasil era perfectamente reconocible. Había conservado su avatar de hielo, pero sin duda usaría su otra apariencia más poderosa durante el combate. Estaba descendiendo lentamente hacia Tokio con los Siete Señores Demoníacos y Voltobautamon, y el hecho de que rostro permaneciera siempre impasible le hacía más aterrador aún.
En ese momento, todos los Niños Elegidos levantaron sus digivices y diez rayos de luz blanca se dispararon hacia el cielo. Greymon y Garurumon, Tailmon y Angemon, Ikkakumon, Togemon y Birdramon, Veemon, Hawkmon y Armadillomon digievolucionaron: Metalgreymon y Weregarurumon aparecieron junto a Baihumon; MagnaAngemon y Angewomon junto a Azulongmon; Zudomon, Lillymon y Garudamon junto a Zhuqiaomon; X-Vmon, Aquilamon y Ankylomon junto a Xuanwumon. Mientras tanto, una silueta sobrevoló Tokio hacia el parque donde se encontraban Daisuke, Miyako y Iori.
– ¡Ken! gritó Daisuke, levantando la cabeza.
El adolescente llegaba en la espalda de Stingmon, volando a toda velocidad por encima los edificios. El digimon bajó en picado hacia el parque y Ken saltó al suelo. Daisuke se unió a él y sacó su digivice:
– ¿Listo?
– ¡Listo! asintió Ken, sacando el suyo.
Su digivice se iluminó y los cuerpos de su compañero se descompusieron en código binario: azul marino para X-Vmon, verde para Stingmon. Las líneas de códigos se entrelazaron y los digimons digievolucionaron su ADN: Paildramon apareció, sacó sus pistolas y se colocó junto a Aquilamon, Ankylomon y Xuanwumon.
Yggdrasil y sus secuaces detectaron inmediatamente la deslumbrante luz de las digievoluciones en la ciudad.
– Sabía que estaríais aquí, Niños Elegidos, susurró Yggdrasil.
El Señor del Mar Oscuro se volvió hacia sus secuaces:
– Vamos a divertirnos un poco. Pero recordad: no tenemos que quedarnos en esta ciudad. Tenemos un objeto importante para encontrar en el mundo real, en una isla más al oeste.
En ese momento, Metal Greymon despegó de la isla, con Taichi en su espalda. Se acercaron a Yggdrasil y cuando estuvieron a una distancia suficiente para asegurarse de que podía escucharlos, Taichi gritó:
– ¡Yggdrasil! Es la calcorita lo que te interesa, ¿verdad? No tienes que irte de esta ciudad para encontrarla: ¡mira!
Al mismo tiempo, el cuerpo de cada Bestia Sagrada se encendió y en sus bocas brillaron los cuatro señuelos de la calcorita. Los ojos de mercurio de Yggdrasil se agrandaron.
– ¿Ya encontrasteis la calcorita? ¿Cómo es posible? ¿Cómo supisteis dónde se escondía?
La vista aguda de Yggdrasil barrió los cuatro grupos de Elegidos y se detuvo sobre Ken. Aunque se encontrara a cientos de metros de distancia, el adolescente sintió la mirada helada del antiguo dios traspasarle.
– Entonces, Ken, dijo Yggdrasil, te uniste a tus amigos después de escapar de mi prisión... pero eso no explica que hayáis descubierto la ubicación de la calcorita... ¿cómo lo habéis adivinado? ...
– Señor, intervino Daemon, este es el metal que estás buscando, ¿no?
– Sí.
– En este caso, no importa cómo estos niños encontraron estas esferas: ¡vamos a hacernos con ellas y destruirlas! Estos mocosos nos lo han puesto fácil.
– Sí, Daemon, pero... solo hay una única calcorita.
Los ojos de Metal Greymon se redujeron a rendijas:
– Tienes toda la razón, Yggdrasil. Solo hay una verdadera calcorita. Depende de ti y de tú sirvientes encontrar cuál, dijo mientras volaba de regreso a la isla donde se encontraban Baihumon, Weregarurumon, Yamato y el Sr. Nishijima.
– ¿Me desafiáis, Elegidos? dijo Yggdrasil. No tenéis idea de lo poderoso que soy. ¡Bien, así sea! ¡Que empiece el duelo!
Con un dedo directivo, distribuyó sus efectivos:
– ¡Barbamon, Laylamon, Belphemon! ¡Ocupaos del grupo de Zhuqiaomon!
– Con mucho gusto, dijo Barbamon. No aprecié nada que estos niños pudieran liberar a Zhuqiaomon de su volcán. ¡Es hora de la venganza!
– También tengo un cuenta que saldar con esta engreída con forma de flor, dijo Laylamon, mirando a Lillymon.
– ¡Lucemon, Leviamon, Beelzemon! continuó Yggdrasil. ¡Encargaos del grupo Azulongmon!
– ¡Muy bien, un pequeño duelo entre dragones! se regocijó Leviamon, haciendo que el fuego crepite en su boca.
– Y entre ángeles, añadió Lucemon con mirada maligna.
– Voltobautamon, Daemon… os dejo el grupo Xuanwumon, dijo Yggdrasil. Mátalos a todos menos a Ken. Me gustaría absorber su espora negra para aumentar mi potencia. Voltobautamon, tráemelo vivo.
– Sí, señor.
Daemon miró a Daisuke, Miyako, Iori y Ken.
– Perfecto. Teníamos que terminar una vieja pelea.
– En cuanto a mí, terminó Yggdrasil, me ocuparé del grupo de Baihumon.
