¡Muy buenas a todos! Estoy de vuelta con el nuevo capítulo :) Ahora que los Niños Elegidos han reencontrado una manera de luchar contra Yggdrasil, se preparan para volver al mundo digital. Ya puedo anunciar que a partir de este capítulo se inicia la etapa final de la historia, espero que os guste.

Samy : ¡Muchas gracias por tu review! Me alegra de que te haya cautivado el capítulo anterior y que la trama te siga intrigando. Gracias también por tus cumplidos sobre mi escritura, trato de hacerlo lo mejor posible con la traducción, así que si te parece bien me tranquiliza. Espero que el capítulo de hoy también te guste, contiene más sorpresas y la vuelta a la acción ;)


Capítulo 59

Cuando Koushiro llegó a casa con Tentomon, encontró a sus padres sentados delante de la mesa del comedor: estaban viendo la televisión. Los daños provocados por su batalla contra Yggdrasil ya estaban en los titulares. La madre de Koushiro, con una mano sobre la boca, no podía dejar de pensar en su hijo, así que cuando escuchó que la puerta del piso rechinaba, se puso de pie inmediatamente.

– ¿Koushiro? ¿Eres tú?

– Sí, soy yo mamá. Ya he vuelto.

El adolescente se acercó a sus padres y su madre lo abrazó; por una vez, no se sintió avergonzado y la abrazó también, mientras veía que su padre le sonría aliviado. Koushiro se separó de ellos y los miró a los dos: la noche había sido dura y se había encontrado en peligro de muerte varias veces. Después de tanta lucha, de tanta angustia por resucitar a Meicoomon y crear programas informáticos, ver a sus padres trajo paz a su corazón. Entonces notó la cara sombría que ponían y se acordó que aún no se habían enterado de las recientes conclusiones a la cuales había llegado con sus amigos: cuando les había llamado, la noche pasada, todavía pensaba que él y sus amigos habían perdido frente a Yggdrasil para siempre. No sabían que les quedaba una última posibilidad de alcanzar a su enemigo.

– Me alegra que tú y Tentomón estéis bien, aunque hayáis perdido la batalla, dijo su madre.

– Aún no hemos perdido, mamá.

Rápidamente, Koushiro les resumió las conclusiones a las que había llegado con sus amigos. Sus padres le escucharon con atención y, a medida que avanzaba en su explicación, Koushiro vio una mezcla de esperanza y angustia aparecer en sus rostros.

– Entonces… ¿te vas a ir otra vez al mundo digital? entendió su padre.

– Sí, efectivamente… lo siento, vais a estar preocupados por mi culpa, pero… tengo que irme. Ya hemos previsto reunirnos a las seis con los demás, pero antes me gustaría descansar un poco.

– Claro, es normal, asintió su madre. Puedes ir a tu habitación, te llamaré cuando almorcemos.

– Gracias mamá.

– Gracias señora, añadió Tentomon con su cortesía habitual.

El adolescente se fue a su habitación y se desplomó en su cama: la sensación de las sábanas suaves le relajó inmediatamente. Tenía la impresión que no había dormido una noche entera desde meses. Hasta ahora había aguantado porque la situación lo exigía: habían tenido que encontrar la calcorita, resucitar a Meicoomon y luchar contra Yggdrasil. Sin embargo, ahora que podía descansar, sintió que el cansancio se apoderaba de él y sus párpados empezaron a cerrarse solos. Por su parte, Tentomon se acurrucó en una manta de piel sintética que Koushiro siempre dejaba para él en la silla de su escritorio. Ambos durmieron muchas horas seguidas.

A las seis menos cuarto, todavía no se habían despertado. El padre de Koushiro se había ido a trabajar y su madre se había ido de compras. Dormían plácidamente cuando de repente alguien tocó el timbre. El sonido estridente despertó a Koushiro en medio de un sueño: se enderezó de golpe, aturdido, y miró su despertador. ¡Vaya, casi eran las seis ya! ¿Realmente había dormido durante tanto tiempo? Tenía que darse prisa o llegaría tarde a la cita con sus amigos. El timbre resonó otra vez. Koushiro se levantó a toda prisa y se enredó los pies en las mantas: se cayó de la cama y se golpeó la cabeza contra el escritorio.

– ¡Joder!

– ¿Koushiro? ¿Estás bien? le preguntó Tentomon que acaba de despertarse.

– Sí, sí, estoy bien, solo he...

En este momento notó que unas gotas rojas se habían caído en la alfombra de su habitación. Miró en el espejo de su armario y se dio cuenta que se había abierto el arco ciliar al caerse; sangraba bastante.

– ¡Caray! ¡Voy a manchar todo!

Sacó tres o cuatro pañuelos de una caja para no manchar más la alfombra e intentó secar la herida, pero en vano. El timbre sonó por tercera vez.

– ¡Ya voy!

Salió a toda pastilla de su habitación y fue a abrir la puerta. Entonces se encontró cara a cara con Sakae, que esperaba en el umbral de su apartamento con Ryudamon. La chica lo miró con asombro. "Con todos estos pañuelos para parar la sangre, tengo que parecer realmente estúpido", pensó el adolescente con desesperación.

– Koushiro, ¿estás bien?

– Sí, no te preocupes, solo acabo de golpearme cuando me he... levantado, terminó, con las mejillas rojas por la vergüenza.

– ¿Pero cómo te las has arreglado para abrirte el arco ciliar?

– Me he levanto un poco abruptamente y me golpeé contra el borde de mi escritorio, masculló. He tomado unos pañuelos para secarlo, pero sigue sangrando... y no he tenido tiempo de ponerme una tirita.

Sakae lo miró fijamente y no pudo evitar reírse al ver su cara gruñona. Finalmente se acercó a él y le dijo suavemente:

– He venido a buscarte porque casi todos nuestros amigos ya están en la Agencia. Como no te veía llegar, empecé a preocuparme.

– ¿Están ya todos allí? Lo siento, me doy prisa.

– No pasa nada, no te preocupes. Me alegra que hayas podido descansar, probablemente eras quien más lo necesitaba. Antes de irnos, tendrías que curar tu herida, ¿no crees?

– Sí, tienes razón. Mi madre tiene tiritas en el cuarto de baño, vuelvo.

– ¿Puedo entrar?

– Claro, pasa.

Sakae se quitó los zapatos y entró en el apartamento, seguida por Ryudamon. Koushiro se fue al cuarto de baño y la chica le escuchó abrir varios cajones para encontrar una botella de desinfectante y una tirita. Tentomon se ofreció a mostrarle a Ryudamon sus libros favoritos en la biblioteca de Koushiro; Ryudamon aceptó con entusiasmo y le siguió en dirección a la habitación del chico. Sakae los dejó irse juntos y avanzó hacia la sala de estar.

Todavía flotaba en el aire un buen olor a pollo caramelizado y a arroz cocido al vapor. La mesa del comedor, la cocina, toda la casa estaba perfectamente ordenada, pero sin parecer impersonal tampoco. Una calidez veraniega impregnaba las cortinas de lino, el sofá mullido y la madera dorada de los muebles, envolviendo al visitante en un halo acogedor. Sakae se sintió inmediatamente como en casa en este apartamento; se adivinaba que vivía aquí una familia cuya cada miembro prestaba atención y amor a los demás. Su mirada cayó en una foto, en una estantería. Se acercó para verla mejor: representaba a Koushiro cuando tenía cuatro o cinco años, rodeado de sus padres adoptivos. Estaba sonriendo, con esa misma sonrisa que todavía tenía y que a Sakae le encantaba ver aparecer en su rostro. Volvió a mirar el comedor bañado en una atmósfera de paz; había conocido momentos de alegría con Meiko y los Mochizuki, su familia adoptiva, pero nunca había sentido con tanta fuerza la sensación de bienestar que la invadía en esa casa. Por un momento, se preguntó si podría sentir una emoción comparable si decidiera vivir con su verdadero padre. El director de la Agencia había estado a punto de morir quince años antes y ella misma había arriesgado su vida varias veces esas últimas semanas. Ahora que sabía que su pelea contra Yggdrasil no había terminado, esperaba que pudiera tener una vida de familia con ese hombre que se había revelado ser su verdadero padre.

– Sakae, ¿estás bien?

La chica se sobresaltó y se dio la vuelta: Koushiro estaba de pie en el umbral del cuarto de baño; se había puesto una tirita en el arco ciliar. Sakae ni siquiera le había oído salir de la habitación, absorta en sus pensamientos. Parpadeó y finalmente dijo:

– Tú y tu familia tenéis una casa muy bonita. Me siento increíblemente bien aquí.

El adolescente pareció sorprenderse por este comentario, que no esperaba. Sonrió y asintió con la cabeza:

– Sí, me gusta volver aquí cuando he pasado mucho tiempo en el mundo digital. Es como un oasis cuando vuelvo a ver a mis padres y este piso.

Sakae le devolvió la sonrisa y en la luz dorada de septiembre, encontró a Koushiro aún más atractivo que de costumbre. Le vinieron a la mente imágenes de la noche anterior y de su batalla contra Yggdrasil: recordó cómo el techo se había agrietado, oía otra vez volar los sistemas de ventilación, casi podía sentir el tsunami helado atraparlos a ella y a Koushiro. Hasta ahora, su cerebro había borrado todos esos recuerdos que le resultaban dolorosos después de su derrota. Sin embargo, ahora que sabía que la lucha contra Yggdrasil y sus demonios no había terminado, su memoria se reactivaba, junto con su espíritu de lucha. Miró hacia abajo y susurró:

– ¿Koushiro?

– ¿Sí?

– Sabes, hasta la noche pasada no sabía lo que uno siente cuando está al punto de morir. Pero cuando la ola de Yggdrasil nos arrastró, realmente creí que se iba a terminar todo... y fue una sensación terrible.

Koushiro parpadeó. En voz baja, dijo:

– Sentí lo mismo.

Los dos adolescentes guardaron silencio durante varios minutos y observaron cómo las partículas de polvo bailaban en los rayos de sol que atravesaban el salón. Finalmente, Sakae añadió:

– También creí... que te iba a perder, Koushiro. Hasta que tomaras mi mano, cuando no podíamos respirar.

El adolescente no dijo nada, pero su corazón se aceleró de repente. Sakae murmuró:

– Quería preguntarte... cuando nuestros digimons unieron su ADN, sentí dos corazones que latían en mi pecho. Fue una sensación curiosa. Creo que era mi corazón y el tuyo. ¿Sentiste lo mismo?

Lentamente levantó la cabeza y le miró a los ojos. Koushiro la observaba fijamente, turbado. La primera vez que había visto a Sakae, desde el balcón de su piso, había tenido la extraña impresión que algo los unía. Pero en aquel momento, no sabía exactamente qué. Era más un sentimiento que una certeza racional, y le había preocupado, porque no solía confiar en su intuición. Cuando había conocido oficialmente a Sakae durante el picnic que habían organizado sus amigos, había sentido una mezcla de desconfianza y atracción por la chica. Luego, cuando se habían encontrado frente a las tumbas de sus padres biológicos, en el cementerio de Sakai, lo había entendido. Este vínculo que les unía y que adivinaba de manera confusa era el lazo del pasado: estaban vinculados como lo habían estado sus padres, cuando se habían hecho aquella promesa. Desde entonces, Sakae le fascinaba y le intrigaba a la vez. Su dinamismo, su carácter sociable y artístico se oponía al suyo, más reservado, independiente y científico. A pesar de esto, el pasado les unía; al descubrir los secretos del Sr. Tagaya, del Sr. Omura y del Sr. Mochizuki, se habían descubierto el uno al otro. Habían aprendido a conocerse, a entenderse, a apoyarse. Poco a poco, el vínculo del pasado estaba dando paso al vínculo del presente. Un vínculo sólido, fuerte, como si se conocieran desde la niñez. En menos de tres semanas, Koushiro tenía la impresión de que se había hecho tan cercano a Sakae como a sus otros amigos, a quienes conocía desde hacía muchos años. Esta proximidad lo asombraba y lo preocupaba al mismo tiempo. Sí, apreciaba a Sakae, y por las pocas palabras que le acababa de decir, por la intensa y vibrante mirada que le estaba dirigiendo, Koushiro supo que la chica compartía sus sentimientos.

Lentamente, se acercó a ella; Sakae no se movió, no retrocedió, no apartó la mirada. Suavemente, agarró sus manos y la miró fijamente durante un largo rato. Sakae sintió un extraño calor que la inundaba y sus piernas flaquearon. Koushiro escuchó su corazón que estaba latiendo en su pecho y unos escalofríos le recorrieron la nuca. Su cerebro estaba dudando, sus manos temblaban, pero su corazón estaba adivinando. Lentamente, cerró los ojos y se inclinó hacia Sakae. Sus labios buscaron los suyos, los rozaron en un beso fugaz. Sakae sintió que tenía la piel de gallina y una sensación eléctrica la atravesó. Puso sus manos sobre el pecho del chico y buscó su boca. Cuando sus labios se tocaron por segunda vez, envolvió sus brazos alrededor de su cuello mientras sentía las manos de Koushiro que la abrazaban.

Cuando se separaron, se miraron durante varios minutos y se sonrieron: su beso había sellado definitivamente el vínculo que les unía desde su nacimiento. Nunca se habían sentido tan felices. Sakae pasó una mano por el cuello de Koushiro y acarició su cabello rojo. Koushiro le sonrió y le rozó suavemente la cara con la mano. Con una voz confiada, más grave de lo habitual, le murmuró:

– Ahora podemos ir a la Agencia.

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Cuando Koushiro, Sakae y sus digimons llegaron a la Agencia, todos sus amigos ya estaban allí. Ninguno de ellos llevaba mochilas ni víveres: esta vez no descansarían hasta que derrotasen a Yggdrasil. No les importaba cuánto duraría la batalla: tanto los Elegidos como los digimons mostraban una determinación infalible. El Sr. Tagaya, el Sr. Mochizuki y Chisako habían venido para presenciar su salida. Cuando estuvieron todos reunidos, Taichi dijo:

– Bueno, antes de irnos, hagamos un balance de todo la información de la cual disponemos.

– Sabemos que Hikari tiene la capacidad de viajar al Mar Oscuro desde la Tierra, dijo Miyako.

– Además, ya que Yggdrasil destruyó el Muro de Fuego, añadió Iori, el Mar Oscuro tiene que estar conectado al mundo digital ahora. Por le tanto, si queremos volver al mundo digital, tenemos que hacerlo pasando por el Mar Oscuro.

– Esperad un minuto, dijo Joe. Hikari no podrá transportarnos a todos: somos demasiados.

– No estará sola, la voy a ayudar, dijo Ken. Yo también puedo entrar en el Mar Oscuro.

– Sora y yo también, añadió Yamato. Si conseguimos acceder al Mar Oscuro desde el mundo digitla, no veo por qué no podríamos hacerlo desde la Tierra. Entonces, somos cuatro en poder teletransportaros.

– Tendríamos que establecer un plan de lo que haremos una vez allí, señaló Takeru.

– Creo que va a ser difícil elaborar una estrategia, dijo Hikari.

– ¿Por qué? preguntó Mimi.

– La unión del Mar Oscuro y el mundo digital ha probablemente alterado el equilibrio de los dos mundos. Es muy posible que el mundo digital en el cual lleguemos no se parezca al que conocemos.

– Hikari tiene razón, asintió Koushiro.

– En ese caso, nuestros digimons tienen que estar listos para evolucionar, pase lo que pase, dijo Daisuke.

– Eso es, asintió Taichi. ¿Alguien tiene una pregunta más? ¿No? Entonces nos vamos.

Con paso firme, todos salieron al patio interior de la Agencia. La lluvia había cesado y rayos dorados atravesaban las nubes negras, como la luz de un cuadro barroco.

Todos formaron un cuadrado. Hikari, Ken, Sora y Yamato se colocaron en los cuatro puntos cardinales: serían la brújula que guiaría a sus amigos hacia el Mar Oscuro. Los demás adolescentes se pusieron entre ellos y se dieron la mano, mientras sus digimons se agarraban a su hombro o a su pierna. Taichi miró al Sr. Tagaya, el Sr. Mochizuki y Chisako.

– Confiad en nosotros. Volveremos.

Asintieron con una expresión grave. Entonces los Niños Elegidos apretaron más fuertes las manos de sus amigos, intercambiaron una mirada y asintieron. Taichi miró a Hikari, Ken, Yamato y Sora y dijo:

– ¡Vamos!

Los cuatro adolescentes cerraron los ojos y se concentraron para despertar sus mayores miedos, los que guardaban más profundamente escondidos en sus corazones. Poco a poco, su cuerpo y el de sus amigos empezaron a chisporrotear, su piel se volvió transparente. Tuvieron al impresión de ser cada vez más ligeros y de repente fueron como absorbidos por un túnel helado. Cerraron los ojos mientras su corazón latía con fuerza: habían abierto el pasaje.

Mientras atravesaban el túnel que conectaba los dos mundos, el ruido siniestro de las olas del Mar Oscuro alcanzó su oído. Cuando volvieron a abrir los ojos, se encontraban en una playa de arena gris como la ceniza; un viento helado les trajo el miasma de unas algas podridas y el reflujo de del mar vino morir lentamente a sus pies.

– El Mar Oscuro, murmuró Ken, frunciendo el ceño.

Era en este inquietante mundo donde había descubierto las Torres Negras cuando todavía era un niño. Más tarde, cuando se había convertido en el Emperador de los Digimons, había construido torres similares en el mundo digital, transmitiendo sin saberlo el poder de Yggdrasil. El adolescente apretó los puños: pronto podría expiar definitivamente sus faltas.

Entre los adolescentes, algunos descubrían el Mar Oscuro por primera vez. Joe, Mimi, Sakae, Koushiro, Daisuke y Iori se estremecieron al ver la desolación que reinaba en ese mundo.

– Qué silencio, murmuró Miyako.

– No te fíes, dijo Hikari. Las criaturas del Mar Oscuro pueden surgir en cualquier momento.

Yamato miró al Mar Oscuro con el ceño fruncido. La última vez que había entrar a este mundo, el paisaje tenía algo diferente. De repente, los ojos del adolescente se agrandaron.

– ¡Mirad! dijo, señalando con el dedo el horizonte. ¿Veis esta tierra a lo lejos? No estaba allí la última vez que venimos.

Todos entrecerraron los ojos y distinguieron los contornos de un continente, más allá de la bruma que flotaba por encima del mar.

– ¿Es... el mundo digital? dijo Mimi.

– Eso parece, asintió Joe.

– Tenemos que alcanzarlo sin perder el tiempo, dijo el Sr. Nishijima.

– Si sobrevolamos el océano, tendríamos que llegar rápido, dijo Daisuke.

– Pero si Dagomon sale de las aguas estaremos obligados a pelear y no tendremos tierra en la cual descansar, observó Sora.

– Tenemos que correr el riesgo, decretó Taichi. ¡Que todos los digimons evolucionen al nivel perfecto!

Los Niños Elegidos asintieron y sacaron su digivice. Todos emitieron una luz intensa y sus compañeros evolucionaron, primero al nivel adulto, luego al nivel perfecto para muchos: Metalgreymon, Garudamon, Mega Kabuterimon, Lillymon, Magna Angemon, Angewomon, Hisyaryumon, X-Vmon, Stingmon y Aquilamon aparecieron. Cada adolescente se subió en la espalda de su compañero; Yamato y Gabumon se subieron con Sora en la espalda Garudamon; Miyako llevó a Iori y Armadillomon en la espalda de Aquilamon; el Sr. Nishijima se colocó al lado de Taichi en la espalda de Metalgreymon; Joe se sentó al lado de Koushiro en el caparazón de Mega Kabuterimon.

Todos los digimons extendieron sus alas y despegaron. A medida que sobrevolaron el océano tomaron velocidad. Cada Elegido observaba con inquietud la superficie del mar, temiendo ver a Dagomon surgir de las olas en cualquier momento; pero ningún monstruo, ninguna criatura deforme apareció para bloquearle el camino.

– Es extraño, dijo Takeru.

Se acercaron al continente y no sintieron ningún efecto de transición cuando pasar del Mar Oscuro al Mundo Digital: ninguna frontera separaba los dos mundos. Sobrevolaron un bosque devastado por un incendio, cuyos troncos carbonizados parecían esqueletos demacrados. No se eleva ningún humo de la madera: las cenizas ya estaban frías, lo cual significaba que la batalla que había diezmado ese bosque había terminado desde varias horas. En ese momento, los ojos de Hikari se agrandaron:

– ¡Mirad hacia adelante! ¡No es posible!

Señalaba el linde del bosque que terminaba abruptamente en acantilados. Al pie de estos espolones rocosos, un mar negro refluía hacia una playa gris.

– ¿Es... otra vez el Mar Oscuro? dijo Sakae.

– ¿Pero creía que habíamos entrado en el mundo digital? dijo Joe.

Meiko frunció el ceño.

– Entonces, significa que el Mar Oscuro ha invadido el mundo digital.

– ¿Cómo? exclamaron sus amigos.

– Sí, es plausible ya que ahora los dos mundos están conectados, reflexionó Koushiro.

– ¡Pero es horrible! se asustó Miyako.

– Además, esto tiene que alterar el equilibrio del mundo digital, observó Iori. El Mar Oscuro es una especie de infierno, donde se supone que solo están los digimons que han actuado mal cuando vivían. Si este océano sumerge el mundo digital, es como si el mundo de los muertos invadiera el mundo de los vivos.

– Tenemos que para esto, dijo Ken con firmeza.

Sobrevolaron una porción del mar oscuro y luego una ciudad en ruinas; tan pronto como pasaron los últimos escombros, el Mar Oscuro reapareció otra vez. En ese momento oyeron los ecos de unas explosiones. Entrecerraron los ojos y aguzaron el oído para localizar la fuente del sonido a pesar del rugido del viento.

– ¡Viene de allí! gritó Daisuke, señalando con el dedo a su derecha.

Todos los digimons asintieron y se dirigieron hacia el ruido; pronto llegaron a la vista de una tierra bordeada por el Mar Oscuro, cubierta por un denso bosque cuya vegetación parecía tropical. La cima de la torre de un castillo emergía del centro de esa jungla. A su izquierda, un incendio estaba devastando los árboles. En medio de las llamas dos inmensos digimons estaban peleando; los reconocieron de inmediato.

– ¡Son Alphamon y Jesmon! dijo Yamato.

– ¡También están los Siete Señores Demonios y las Bestias Sagradas! dijo Sora.

– Pero no veo a Yggdrasil, dijo Taichi.

– Ha tenido que quedarse atrás, dijo el Sr. Nishijima. Tiene suficientes secuaces que devasten el mundo digital para él.

– Por eso Jesmon no pudo ayudarnos la noche pasada, ya estaba luchando contra Alphamon, entendió Sakae.

– ¡Tenemos que ayudarle a él y a las Bestias Sagradas! gritó Takeru.

En ese momento, el Mar Oscuro empezaron a borbotear y una inquietante espiral se formó a unos quinientos metros de la orilla. De repente, un gigantesco monstruo cuya apariencia recordaba a un pulpo irrumpió del agua. Sus tentáculos estaban unidos por varias cadenas que permitían formar cuatro patas sobre las cuales criatura se apoyaba para moverse. Unas membranas palmeadas y rosadas se extendían por su espalda y un tatuaje rojo marcaba su frente. El horrible monstruo abrió una boca con dientes más afilados que los de un tiburón.

– ¡Dagomon! gritó Hikari, asustada.

Los digimons descendieron en picado hacia la orilla para escapar del pulpo gigante y los Niños Elegidos saltaron al suelo.

– Vamos a tener que separarnos, dijo Taichi. Yamato, vamos a ayudar a Jesmon contra Alphamon.

– ¿No tendríamos que repeler a Dagomon? objetó su amigo. ¿O a los Señores Demonios?

– No. Si conseguimos derrotar a Alphamon, Jesmon podrá ayudarnos y será un refuerzo de peso. Tenemos que ayudarle a él primero.

– Vale, entiendo.

Taichi se volvió hacia Daisuke y Ken.

– Quisiera que vinierais con nosotros.

– ¿Estás seguro, Taichi? respondió Daisuke. Aunque X-Vmon y Stingmon evolucionen al nivel perfecto, no podrán luchar contra Alphamon.

– No quiero que X-Vmon y Stingmon evolucionen al nivel perfecto, dijo Taichi. Quiero que digievolucionen su ADN para hacer aparecer a Imperialdramon.

– ¿Qu… qué? dijo Ken, sorprendido. Pero si viene Imperialdramon, ¡no podréis hacer aparecer a Omegamon con Yamato!

– Lo sé. Sin embargo, Omegamon ya se enfrentó a Alphamon en el pasado y no pudo derrotarlo, pero quizás Imperialdramon le consiga. Wargreymon y Metalgarurumon estarán para apoyar a vuestros compañeros; aunque no fusionen su ADN, son digimons poderosos.

Daisuke y Ken intercambiaron una mirada.

– Vale, os seguimos, aceptó Daisuke.

Takeru miró a Dagomon que avanzaba hacia ellos; sus ojos rojos brillaban con una expresión amenazante. Takeru sacó su digivice de su bolsillo e intercambió una mirada con Hikari: la chica asintió.

– Hikari y yo nos vamos a quedar aquí y contener a Dagomon. Nuestros compañeros ya han luchado contra él, conocen sus ataques.

– Vale, dijo Taichi.

– Iori y yo nos vamos a quedar con ellos, dijo Miyako. Pero cuando veáis a las Bestias Sagradas, decidles que nos vendría bien un poco de ayuda.

– Entendido, asintió Yamato.

– Entonces, dijo Joe cruzandose los brazos, Mimi, Koushiro, Sora, Sakae, Meiko y yo nos encargaremos de los Señores Demonios.

– Eso es, asintió Sora.

– ¿Estáis listos? preguntó Sakae con una sonrisa.

Los catorce Niños Elegidos asintieron y levantaron su digivice: los cuerpos de sus compañeros se iluminaron con un poderoso resplandor. Todos los digimons que habían alcanzado el nivel perfecto evolucionaron al nivel mega: Wargreymon, Hououmon, Herakle Kabuterimon, Rosemon, Seraphimon Holydramon y Ouryumon aparecieron. Gabumon y Gomamon, que habían sobrevolado el Mar Oscuro en la espalda de sus amigos, pasaron por todas las etapas para convertirse en Metalgarurumon y Vikemon. Los demás evolucionaron al nivel perfecto: Meicrackmon, Yatagaramon y Brachimon aparecieron. Cuando todos estuvieron listos para el combate, Daisuke y Ken levantaron su digivice un frente al otro.

– ¿Listo, Ken?

– ¡Listo, Daisuke!

Sus digivices se encendieron y los cuerpos de Stingmon y X-Vmon se descompusieron en una serie de números binarios, verde para Stingmon, azul para X-Vmon. Estas dos series se entrelazaron y se fusionaron en una explosión de luz: Paildramon se alzó en una nube de claridad. Luego se transformó para acceder al nivel mega: el viento sopló e Imperialdramon aterrizó en la playa del Mar Oscuro. Su cuerpo colosal y majestuoso impresionaba y cuando los Niños Elegidos lo vieron, sintieron que su determinación aumentaba. Daisuke y Ken sonrieron: había pasado mucho tiempo desde que habían hecho aparecer a Imperialdramon.

– ¡Qué bueno volver a verte, Imperialdramon! le gritó Daisuke.

– ¡El placer es mío! ¡Vamos!

Ken, Daisuke, Taichi y Yamato se subieron a la burbuja de cristal que se encontraba en la espalda de Imperialdramon; Wargreymon y Metalgarurumon les seguirían volando. Antes de juntarse con sus amigos, Taichi se dio la vuelta y dijo al Sr. Nishijima:

– ¡Venga con nosotros! Si Baihumon está allí, luchará mejor si le ve con nosotros.

Su profesor asintió y agarró la mano que le extendía el joven. Luego Taichi miró sus amigos en la playa: la combatividad brillaba en sus ojos.

– Buena suerte a todos.