¡Buenas tardes! Estoy de vuelta con un nuevo capítulo: hoy seguimos con la batalla en el Mundo digital, con varios puntos de inflexión en la acción. Espero que os guste :)
¡Buena lectura!
Capítulo 60
Los compañeros de Joe, Mimi, Sora, Koushiro, Sakae y Meiko despegaron para dirigirse hacia el claro carbonizo donde se enfrentaban los Señores Demonios y las Bestias Sagradas; sus compañeros humanos les siguieron corriendo. Llegaron rápidamente al campo de batalla: Azulongmon, Zhuqiaomon, Baihumon y Xuanwumon resistían ferozmente a los demonios. Cuando las Bestias Sagradas reconocieron a los Niños Elegidos, la esperanza iluminó su mirada, mientras la de los Señores Demonios se oscurecía.
– Habéis conseguido volver, Niños Elegidos, dijo Azulongmon con estupefacción.
– ¿Cómo habéis podido entrar a nuestro mundo? rugió Beelzemon. ¡Nuestro amo destruyó la calcorita!
– La calidad conectaba el mundo digital y el mundo real, le respondió Sora con una sonrisa de desafío. Pero todavía podíamos entrar al Mar Oscuro, que nos permitió volver aquí.
Los rostros de los Siete Señores Demonios se tiñeron de rabia.
– ¡Miserables gusanos! espetó Daemon. ¡Os vais a arrepentir por haber venido!
Los Señores Demonios extendieron sus brazos delante de ellos en un solo movimiento para atacar. Joe intercambió una mirada con Mimi:
– ¿Lista, Mimi?
– ¡Lista!
Koushiro miró a Sakae.
– ¿Y tú?
– ¡Estoy contigo, Koushiro!
Mimi levantó su digivice frente al de Joe, Koushiro levantó el suyo frente al de Sakae, y los cuatro dispositivos electrónicos irradiaron una claridad intensa.
En ese momento, los cuerpos de Vikemon y Rosemon se descompusieron en una serie de números binarios, gris para Vikemon, verde pálido para Rosemon. Se elevaron en el aire y se entrelazaron para unir el ADN de los dos digimons: Minervamon, el guerrero vikingo con trenzas azules, apareció en una explosión de luz.
En paralelo, los cuerpos de Herakle Kabuterimon y de Ouryumon también se disolvieron en una serie de números binarios, violeta para Herakle Kabuterimon, marfil para Ouryumon. Se buscaron, se persiguieron y finalmente se fusionaron para dar a luz a Spinomon, al dragón con escamas bermellones y ataques eléctricos.
Hououmon y Meicrackmon se colocaron junto a los dos poderosos digimons y las cuatro Bestias Sagradas se unieron a ellos. Los Señores Demonios miraron con altivez a sus oponentes y trataron de no mostrar la inquietud que les acababa de invadir al presenciar una doble evolución del ADN de los digimons de los Elegidos.
– Bueno, bueno, dijo Daemon. ¡Por fin la lucha se va a poner interesante!
– Me empezaba a aburrir, asintió Barbamon.
– ¡A por ellos! gritó Leviamon.
El dragón demoníaco abrió la boca y vomitó un fuego verde brillante. Spinomon, a su vez, escupió una corriente eléctrica azulada. La electricidad golpeó las llamas de Leviamon y las neutralizó en una explosión de luz de jade; Leviamon sonrió y chasqueó la lengua.
– ¡Impresionante, Spinomon! Quizás seas un enemigo más temible de lo que pensaba. ¿Vienes conmigo, Belphemon? ¡Creo que nos vamos a divertir mucho!
– ¡Te sigo!
Los demonios se arrojaron contra Spinomon: una corriente de electricidad crepitó entre los de Belphemon cuernos y se propagó en la atmósfera. Spinomon respondió escupiendo una bola electrificada: los dos ataques formaron una enorme nube de partículas y explotaron en el aire. Leviamon luego se abalanzó hacia Spinomon, con la boca bien abierta, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Spinomon desató los sables dentados que se erizaban en su espalda y los proyectó hacia el dragón. Las hojas cortaron las duras escamas de Leviamon: el dragón gritó de dolor, perdió altitud y se estrelló contra el suelo. Belphemon rugió de ira y atacó de frente a Spinomon, sus cuernos de cabra bajados. Spinomon también corrió hacia Belphemon: los dos mastodontes se chocaron violentamente y la tierra tembló. Spinomon clavó sus garras en los brazos de Belphemon y lo golpeó con su cola.
Mientras tanto, Barbamon agitó su cetro y un muro de llamas negras surgió del suelo, Lucemon materializó diez esferas de energía entre sus palmas, Beelzemon cargó sus pistolas, Daemon calentó una bola de fuego entre sus manos y Laylamon activó sus ojos capaces de lanzar rayos corrosivos. Minervamon hizo girar su amplia espada y desató un torbellino que repelió el fuego de Daemon y las balas de Beelzemon. Hououmon agitó sus alas y produjo una lluvia de estrellas que desvió el ataque de Lucemon: las bolas de energía se perdieron en el bosque, arrancando los árboles. Meicrackmon hizo aparecer unas esferas rosadas entre sus patas e intentó desviar los rayos corrosivos de Laylamon, pero sin éxito. Zhuqiaomon intervino y encendió su reactor, que desintegró instantáneamente el rayo corrosivo. Las cuatro Bestias Sagradas se reunieron para luchar junto a los digimons de los Niños Elegidos.
– ¡Esperad! les gritó Joe, corriendo hacia ellos. ¡Nuestros amigos también necesitan vuestra ayuda! Baihumon, Taichi, Yamato, M. Nishijima, Davis y Ken están luchando contra Alphamon, tenéis que apoyarlos. Si derrotan a Alphamon, ¡Jesmon podrá combatir a nuestro lado!
– ¡Me junto con ellos! Baihumon asintió.
– ¡Azulongmon! gritó Meiko. Dagomon ha salido del Mar Oscuro: Hikari, Takeru, Miyako e Iori van a necesitar esfuerzos.
– Vale, ¡me voy con ellos! asintió el dragón azul despegando.
– ¡Vengo contigo! declaró Xuanwumon.
– Entonces, yo me quedo aquí, dijo Zhuqiaomon, extendiendo sus alas delante de los Niños Elegidos.
Daemon había preparado ya un nuevo ataque y Lucemon había materializado diez bolas de energía entre sus palmas.
– ¡Zhuqiaomon, Hououmon! les gritó Minervamon. ¡Tengo una idea!
Les gritó algo que los adolescentes no pudieron oír por culpa del rugido del viento; la Bestia Sagrada y el gran pájaro asintieron. Zhuqiaomon disparó con su reactor y Hououmon envió su lluvia de estrellas para fortalecer su ataque. Entonces Minervamon hizo girar su espada y creó un viento de tierra que avivó las llamas. El fuego aumentó y se convirtió en un tornado, que rechazó el ataque de Lucemon, pero Daemon no admitió la derrota. Juntó las manos para crear un tornado de fuego a su vez: los dos torbellinos se chocaron y el calor rápidamente se volvió sofocante: los árboles del bosque se incendiaron y los Niños Elegidos tuvieron que retroceder, mientras sus compañeros seguían luchando.
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Takeru, Hikari, Yolei e Iori se acercaron a la orilla del Mar Oscuro: la masa monstruosa de Dagomon avanzaba hacia ellos, levantando chorros de agua a cada uno de sus pasos.
A medida que se acercaba, el mar comenzó a burbujear a su alrededor. Decenas de criaturas deformes emergieron de las aguas y se dirigieron a la playa. Su cuerpo viscoso y gris tenía una forma más o menos antropomorfa, pero sus pies y sus manos palmeados recordaban que vivían en las profundidades del Mar Oscuro. No se les veía ninguna nariz o boca, pero en su rostro brillaban dos ojos rojos y amenazantes. Estos seres eran todos antiguos digimons que habían actuado mal durante su vida, y habían sido enviados al Mar Oscuro para expiar sus faltas. Su cuerpo disforme era inestable, pero podían, de manera temporal, retomar la apariencia de un digimon concreto. A medida que avanzaron, se transformaron para adoptar la forma de un digimon parecido a un hombre-pez, con una cabeza recubierta de membranas. Llevaban un cilindro de oxígeno en la espalda y estaban armados con arpones.
– ¡Los Divermons! los reconoció Hikari.
– Vienen en masa, observó Takeru. Iori, Yolei, ¿podéis encargaros de ellos?
– ¿Crees que podremos vencerlos? le preguntó Yolei, asustada.
– No toman el cuerpo de digimons muy poderosos. Tan pronto como les ataques, se licuarán. Diría que la dificultad radica más bien en su número, pero con dos digimon de nivel perfecto, tendríais que poder retenerlos.
– ¡Vale, vamos! dijo Cody.
– Hikari y yo nos vamos a encargar de Dagomon, terminó Takeru.
Intercambió una mirada con la chica que asintió: levantaron su digivice, uno frente al otro, y los cuerpos de Seraphimon y Holydramon se descompusieron en una serie de números binarios, amarillos para Seraphimon, rosas para Holydramon. Se elevaron en el cielo, se entrelazaron y finalmente explotaron en una luz cegadora para hacer aparecer a Crusadermon. El guerrero, protegido por su armadura rosa y su casco alado, se dirigió hacia Dagomon y se llevó el escudo al pecho.
Se abalanzó contra al pulpo gigante que era más de diez veces su tamaño: todas cuchillas flexibles que flotaban en sus hombros se tensaron para formar espadas. Dagomon abrió la boca y escupió un chorro de tinta potente y pegajosa. Crusadermon esquivó el ataque y se protegió con su escudo: la perla azul en su centro se iluminó y un rayo deslumbrante estalló de la gema para quemar varios tentáculos de Dagomon. Un olor a pescado carbonizado se elevó por el aire. Dagomon apretó los dientes y gruñó:
– Miserable insecto...
Levantó una de sus cuatro patas y la proyectó en su dirección: Crusadermon tuvo que recurrir a una de sus técnicas especiales que le permitió desaparecer instantáneamente de un lugar para reaparecer a unos cientos de metros de distancia. Se preparó a utilizar otra vez la perla con su escudo, sin embargo, antes de que pudiera disparar Dagomon hundió un tentáculo en el mar y sacó de las aguas un gigantesco tridente. Un rayo crepitó al final de la horquilla y lo orientó hacia Crusadermon. Esa vez el digimon no tuvo tiempo de desaparecer y el ataque le golpeó con fuerza; cayó hacia el mar con una velocidad vertiginosa. Estaba a punto de hundirse en al agua negra cuando unas garras rojas le atraparon in extremis: Crusadermon levantó la cabeza y reconoció a Yatagaramon.
– ¿Estás bien, Crusadermon?
– ¡Sí, gracias! ¿Pero no estabas repelando a los Divermon?
– Brachimon podía aguantar unos segundos mientras te ayudaba.
Efectivamente, Brachimon se enfrentaba solo a las criaturas deformes del Mar Oscuro: golpeó el suelo con su pata delantera y creó decenas de crestas de hielo que erigieron una muralla de hielo en la orilla, evitando que las criaturas se acercaran demasiado. En el caso de que algunos lograran superar esta barrera, Brachimon hacía salir géiseres del suelo que atrapaban a las criaturas en un torbellino contra el cual no podían luchar. Cuando recaía el agua, las criaturas ya se habían desintegrado.
– Vuelvo con Brachimon, dijo Yatagaramon a Crusadermon antes de soltarlo.
– Vale, tened cuidado.
Yatagaramon se dirigió hacia la playa mientras Crusadermon recuperó su posición. Dagomon le esperaba y cuando se vio acercarse le atacó enseguida. Sus chorros de tintas brotaban como rayos y Crusadermon solo tuvo tiempo de desaparecer y reaparecer, sin tener la oportunidad de contratacar. Apretó los dientes: aunque fuera la digievolución del ADN de Seraphimon y Holydramon, no era rival contra ese gigante de las profundidades si se quedaba solo.
En ese momento, dos rugidos resonaron en el aire y un dragón azul surgió de las nubes: Azulongmon se abalanzó hacia Dagomon y cargó su cuerno con una corriente eléctrica que brotó hacia el pulpo gigante.
Al mismo tiempo, una colosal tortuga de dos cabezas llegó a la playa: Xuanwumon hizo aparecer docenas de cristales negros y afilados a su alrededor y los arrojó hacia los Divermon; las puntas negras laceraron a las criaturas que se licuaron en unos charcos de líquido negro.
– ¡Xuanwumon, Azulongmon! ¡Gracias por haber venido! les gritó Yolei.
Xuanwumon creó géiseres con Brachimon, mientras Yatagaramon volaba a ras del agua para diezmar las criaturas del Mar Oscuro atacándolas con sus garras. Por su parte, Azulongmon y Crusadermon se aliaron para luchar contra Dagomon.
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Imperialdramon se dirigió hacia Alphamon y Jesmon, seguido por Wargreymon y Metalgarurumon. Bajo la cápsula de vidrio de Imperialdramon, Taichi, Yamato, el Sr. Nishijima, Davis y Ken no tardaron en distinguir los dos digimons gigantes. Se libraban una lucha sin piedad y aplastaban arboles a su paso como si fueran ramitas. Sus ataques producían una cantidad impresionante de humo y hacían temblar la tierra.
Imperialdramon giró hacia Alphamon y le dio un golpe de cola por detrás: tomado por sorpresa, el gran digimon vaciló. Wargreymon y Metalgarurumon aprovecharon la oportunidad para atacarle también:
– ¡Gaia force!
– ¡Garuru Tomahawk!
La bola de fuego de Wargreymon estalló sobre Alphamon y le desestabilizó. Los misiles de Metalgarurumon le hicieron perder aún más el equilibrio y Jesmon aprovechó esa diversión para golpearle con su larga cola, cuya punta terminaba en una espada. Alphamon se inclinó e hincó rodilla en tierra. Mientras tanto, Imperialdramon aterrizó y dejó bajar a sus pasajeros.
– Quedaos atrás, les dijo el gran digimon. Nuestra pelea va a hacer estragos.
– Ten cuidado, le dijo Ken con ansiedad.
Imperialdramon asintió y despegó con Wargreymon y Metalgarurumon. Se unieron a Jesmon antes de que Alphamon se recuperara.
– ¿Cómo habéis conseguido volver al mundo digital? les preguntó Jesmon, estupefacto. La calcorita fue destruida, Homeostasis lo sintió...
En pocas palabras, los digimons le explicaron cómo el Mar Oscuro les había dado un acceso al mundo digital.
– Ahora entiendo, se dio cuenta Jesmon. ¡Si habéis conseguido volver es que todavía queda esperanza!
– Tenemos que derrotar a Alphamon, le dijo Wargreymon, para que luego, Jesmon, puedas ayudarnos a luchar contra Dagomon y los Siete Señores Demonios.
– Es una buena estrategia.
Metalgarurumon miró a los tres extraños espíritus de fuego que levitaban alrededor de Jesmon: mucho más pequeños que el gran digimon, cada uno sostenía dos espadas ardientes.
– ¿Qué son estas criaturas? le preguntó a Jesmon. ¿Son digimons?
– No, son más bien mis ayudantes. Pueden moverse y atacar de forma independiente pero permanecen bajo mis órdenes. Me permiten atacar por todos los lados al mismo tiempo.
En ese momento, Alphamon se enderezó y extendió una mano que disparó un láser verde con una potencia aterradora. Tomado por sorpresa, Jesmon se puso delante de Imperialdramon, Wargreymon y Metalgarurumon, y sus tres espíritus del fuego formaron un escudo holográfico triangular que protegió a Jesmon y sus aliados. El láser de Alphamon se desintegró con un estruendo ensordecedor. Tan pronto como tuvo el campo despejado, Jesmon levantó su brazo armado con una espada:
– ¡Vamos!
Wargreymon y Metalgarurumon atacaron, Imperialdramon cargó el cañón que llevaba a la espalda y disparó, Jesmon levantó las manos y de ellas salieron bolas de fuego. Alphamon hizo aparecer un hacha de doble filo, dorada y negra, para contratacar. Agarró el astil con las dos manos y repeló todos los ataques. Jesmon, Imperialdramon, Wargreymon y Metalgarurumon tenían una fuerza increíble, pero Alphamon también poseía una energía fuera de lo común. Con gran esfuerzo, logró reenviar los ataques contra sus oponentes.
– ¡Cuidado! gritaron Davis y Ken.
En ese momento un rugido resonó en el aire y Baihumon salió de los matorrales. El tigre blanco e índigo abrió la boca y escupió una ola metálica que creó una barrera protectora delante de Jesmon y sus aliados: cuando se enderezaron, ilesos.
– ¡Gracias, Baihumon! le gritó Wargreymon.
La Bestia Sagrada se unió a ellos: en sus ojos rojos lucía una feroz determinación.
– Hay que acabar con este duelo,
– Tienes razón, asintió Jesmon.
– ¡Imperialdramon! dijo Davis corriendo hacia el gran digimon. ¡Todavía puedes evolucionar! ¡Tienes que pasar en modo luchador!
Imperialdramon asintió y Davis y Ken levantaron su digivice: la fusión del ADN de sus digimons pasó de tener una apariencia de dragón a una apariencia de guerrero, vestido con una armadura metálica negra y dorada y un kabuto azul y dorado en su cabeza. Su brazo derecho se transformó en un cañón y unas alas escarlata se extendieron en su espalda.
Alphamon no se inmutó ante el nuevo adversario que le hacía frente. Levantó su hacha, la cargó con electricidad y con un gran movimiento, envió la corriente hacia Jesmon, Imperialdramon, Wargreymon, Metalgarurumon y Baihumon.
– ¡Lo intercepto! gritó Baihumon saltando. ¡Encargaos de Alphamon!
Abrió la boca y escupió una onda metálica que detuvo el avance de la descarga eléctrica.
– ¡Vamos! exclamó Imperialdramon.
Preparó su cañón y apuntó a Alphamon.
– ¡Láser positrónico!
La descarga atravesó el aire como un relámpago. Al mismo tiempo, Wargreymon y Metalgarurumon atacaron:
– ¡Gaia force!
– ¡Garuru Tomahawk!
Los tres ataques se combinaron y se dirigieron hacia su enemigo. En el mismo instante, Alphamon volvió a levantar su hacha de doble filo y consiguió neutralizarlos una vez más.
– ¡Hay que quitarle su arma! les gritó Taichi.
Los digimons asintieron.
– Me encargo de esto, dijo Jesmon. ¡Vosotros, acabad con él!
Jesmon reunió a sus espíritus de fuego que hicieron aparecer otra vez un triángulo holográfico y lo utilizar como una mira para canalizar un láser extremadamente poderoso. Apuntaron el rayo en dirección a Alphamon y cuando Jesmon les dio la orden dispararon. El láser estalló tan rápido que no dio tempo a Alphamon a reaccionar; el ataque le arrebató su hacha violentamente.
– ¡Ahora! les gritó Jesmon a los demás.
Wargreymon levantó una enorme bola de fuego por encima de su cabeza, Metalgarurumon envió todos sus misiles, Baihumon escupió una inmensa ola de metal e Imperialdramon deslizó el peto metálico de su pecho del cual emergió un cañón. Imperialdramon preparó su ataque y gritó:
– ¡Giga death!
Todos los ataques convergieron hacia Alphamon sin darle tiempo para contratacar: la potencia conjugada de los cuatro digimons perforó su armadura y le atravesó el cuerpo. Alphamon se congeló con la boca abierta bajo la violencia del impacto. Los ojos de Taichi, Yamato, Davis, Ken y el Sr. Nishijima se agrandaron. De la enorme herida de Alphamon empezaron a surgir miles de cubos de datos. Poco a poco volaron hacia los aires y Alphamon se tambaleó. Se derrumbó, pero al caerse levantó un brazo en un último estertor de vida. Un láser verde eléctrico salió disparado de su palma y golpeó a Jesmon, que ya no pensaba en protegerse.
– ¡Jesmon! gritaron Taichi, Yamato, Davis y Ken juntos.
El sirviente de Homeostasis se quedó paralizado, con la respiración cortada. Frente a él, Alphamon yacía en el suelo: con un gruñido ronco terminó de desintegrarse. Su cuerpo se transformó en cientos de píxeles y se desvaneció como una nube de humo. A los pocos segundos después Jesmon también se derrumbó, y centenas de datos empezaron a escaparse de su pecho. Taichi, Yamato, Davis, Ken, el Sr. Nishijima y sus digimons corrieron hacia él.
– Jesmon, ¡aguanta! le gritó Davis, arrodillándose a su lado. ¡Quédate con nosotros! ¡Nos has ayudado, has luchado con mucho coraje, no puedes desaparecer!
Detrás del adolescente, Ken, Taichi, Yamato y el Sr. Nishijima guardaron en silencio: sabían que era demasiado tarde. Con un estertor Jesmon articuló:
– Imperialdramon... Wargreymon... Metalgarurumon... y vosotros cuatro, dijo, señalando a Taichi, Yamato, Davis y Ken. Acercaos.
Los adolescentes se arrodillaron al lado del poderoso digimon con una expresión grave. Jesmon murmuró:
– Sé... que vosotros formáis dos binomios que permiten que vuestros digimons digievolucionen su ADN al nivel mega, pero que no podéis hacerlo al mismo tiempo. Entonces vamos a hacer algo: antes de que desaparezca, vais a... sacar vuestros digivices. Os voy a dar... parte de mi poder, y con él... Omegamon e Imperialdramon podrán aparecer juntos.
– ¿Cómo? ¿Tú puedes hacer esto? dijo Taichi, asombrado.
– Sí, porque mi poder... es comparable al de Omegamon e Imperialdramon. Sacad vuestros digivices.
Los cuatro adolescentes obedecieron. Con una voz ya tenue, Jesmon añadió:
– Antes de desaparecer… quiero deciros… que siempre he… confiado en vosotros, Niños Elegidos. Siempre he tratado de convencer a Homeostasis... de que confíe más en vuestras capacidades... porque quiero creer en un mundo donde los humanos y los digimons puedan vivir juntos… como en el tiempo de los Jomons. Homeostasis no conoció aquella época, sin embargo, espero que comprenda... que no podrá mantener la armonía si los digimons y los humanos permanecen separados. Hacedle entender esto, por favor...
Los ojos de Jesmon se cerraron lentamente y su cuerpo se descompuso cada vez más rápido. De repente, se convirtió en una nube de datos que se elevaron en los aires; sin embargo, el eco de la voz del potente digimon resonó una última vez:
– Gracias, Niños Elegidos...
Cuando los píxeles se evaporaron, algunos de los datos que habían formado parte de Jesmon se iluminaron y descendieron hacia los digivices de Taichi y Yamato. Al mismo tiempo, Wargreymon y Metalgarurumon sintieron que una poderosa energía los envolvía. Taichi apretó su digivice con fuerza, con la cara sombría.
– Haremos que tu muerte no sea en vano, Jesmon… ¡Wargreymon, utiliza todas sus fuerzas!
– Tú también, Metalgarurumon, dijo Yamato, apretando los dientes para contener su tristeza.
El cuerpo de su compañero se transformó en una serie de números luminosos, naranja para Wargreymon, azules para Metalgarurumon. Los dos digimons mezclaron su ADN, fusionaron su alma, y en un deslumbrante estallido de luz apareció Omegamon. Taichi se puso de pie con determinación.
– Tenemos una pelea que terminar.
Yamato, Davis, Ken, el Sr. Nishijima, Imperialdramon, Omegamon y Baihumon asintieron.
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Cuando Alphamon se desintegró, Yggdrasil se enderezó a su trono con las pupilas retraídas. ¿Cómo era posible? Jesmon no podía derrotar a Alphamon solo, y las Bestias Sagradas no habían podido ayudarle ya que estaban ocupadas luchando contra sus demonios. Yggdrasil proyectó su mente fuera de su cuerpo y buscó a Daemon. Pronto entró en contacto con él y le preguntó telepáticamente:
– ¿Qué está pasando?
Daemon se estremeció. Mientras resistía al tornado de Minervamon, respondió:
– Son los Niños Elegidos, señor.
– ¿Cómo? ¡He destruido la calcorita para siempre! ¿Cómo han podido volver al mundo digital?
– Gracias al Mar Oscuro, amo. Ahora que los dos mundos están conectados, han utilizado el Mar Oscuro para volver aquí.
Los labios sin sangre de Yggdrasil se apretaron en una mueca de enojo. ¡Malditos sean! Los digimons de esos mocosos acababan probablemente de matar a Alphamon. Todavía le quedaban los Siete Señores Demonios y Dagomon, pero el mero hecho de perder a uno de sus secuaces despertó en el interior de Yggdrasil una sensación que nunca había experimentado: el miedo.
– Esperad donde estáis con los demás demonios, le ordenó a Daemon.
Yggdrasil se puso de pie y cerró los ojos. Su cuerpo helado empezó a chisporrotear y en unos pocos segundos se teletransportó al claro devastado donde los Señores Demonios estaban luchando contra los Niños Elegidos. El aire lleno de humo acareaba chispas incandescentes que amenazaban con incendiar todo el bosque. Yggdrasil reconoció inmediatamente a Spinomon, que estaba luchando contra Belphemon; a Hououmon, con el cual ya había peleado en su pagoda del Mar Oscuro. Finalmente, descubrió a Minervamon y Meicrackmon; el gatito de Homeostasis. Entonces, los Niños Elegidos la habían efectivamente resucitado.
Yggdrasil contrajo la mandíbula y estiró el brazo delante de él: iba a hacer avanzar en el tablero de ajedrez a un peón que los Elegidos no se esperaban.
– ¡Señores demonios! ¿Recordáis el poder que os di en acantilado? ¡Os ordeno que lo utilicéis ahora!
Apenas había pronunciado esas palabras que unos vapores negros y morados rodearon el cuerpo de los Siete Señores Demonios. Cada uno de ellos se sintió de repente invadido por una fuerza prodigiosa, malvada y satánica. Daemon hizo desaparecer el tornado de fuego de Minervamon, Belphemon repelió violentamente a Spinomon, Beelzemon y Laylamon enviaron a Meicrackmon y Hououmon a morder el polvo.
Luego, los Siete Señores Demonios despegaron y se reunieron en los aires. En ese momento, los vapores que los envolvían crecieron en intensidad. Unos rayos púrpura rayaron el cielo y envolvieron a los demonios como una tormenta infernal.
Un aullido siniestro ensordeció a los adolescentes y un gruñido terrorífico hizo temblar todo el mundo digital. Los digimons cayeron de rodillas, los Niños Elegidos perdieron el equilibrio. Entonces les llegó un repugnante sonido de mandíbula viscosa. Joe, Mimi, Koushiro, Sakae, Meiko y Sora levantaron la cabeza y se congelaron de horror.
Delante de ellos se alzó la criatura más monstruosa que jamás habían visto en sus vidas. Se mantenía sobre siete patas, cuya piel negra parecía haber sido despellejada con un cuchillo para exponer la carne púrpura de unos poderosos músculos. Cada una de esas piernas terminaba en tres garras en forma de gancho que tenían el color de la sangre. En el punto de unión de esas siete piernas, debajo de la criatura, se abrió una boca obscena llena de dientes de la cual colgaba una barba hecha de la misma carne púrpura que las piernas. Un ojo rojo demente se abrió debajo de cada uno de los siete muslos del monstruo para rodear esa abyecta boca. Una cabeza púrpura que recordaba vagamente a una cobra coronaba a ese cuerpo terrorífico y les enseño unos dientes afilados como dagas. Por encima de cada pata de la criatura apareció una espada con un atributo que recordaba a uno de los Siete Señores Demonios.
Los Niños Elegidos, aterrorizados, miraron al digimon cuya apariencia parecía salir de una pesadilla. En comparación con ese horror, Apocalymon, contra el cual habían luchado seis años antes, era un modelo de belleza. Yggdrasil sonrió:
– Habéis querido jugar hasta el final, Niños Elegidos... os presento a Ogudomon: ese digimon es el resultado de la fusión de los Siete Señores Demonios. Vamos a ver si podéis resistirlo.
Ogudomon levantó una de sus gigantescas patas y caminó hacia ellos. Meicrackmon hizo aparecer bolas de energía rosa en sus manos y las arrojó en su dirección, mientras Hououmon aleteó gritando:
– ¡Explosión de luz estelar!
Los ataques rebotaron en la piel de Ogudomon como granos de polvo y se disolvieron inmediatamente. Spinomon y Minervamon intercambiaron una mirada y atacaron juntos:
– ¡Blue prominence! gritó Spinomon, escupiendo una corriente electrificada.
– ¡Dominion blade! exclamó Minervamon, agitando su espada por encima de su cabeza.
Una violenta tormenta surgió de la tierra y la corriente de Spinomon se mezcló con ella, electrificando el aire. Juntos, proyectaron esa devastadora nube sobre Ogudomon. Dos de las espadas que brillaban por encima las piernas del monstruo se pusieron a brillar. Un tornado ardiente se elevó de uno, mientras que una nube eléctrica se elevó del segundo.
– ¡Son los ataques de Daemon y de Belphemon! exclamó Sora.
Las dos potencias se combinaron y se abalanzaron contra la nube electrificada de Spinomon y Minervamon. El fuego apagó el tornado de Minervamon y la corriente eléctrica de Belphemon neutralizó la de Spinomon. Los Niños Elegidos retrocedieron, horrorizados.
– Si este monstruo puede utilizar los poderes de los Siete Señores Demonios a la vez, ¡nunca lo podremos vencer! gritó Joe.
Zhuqiaomon extendió sus alas e intentó intervenir. Ogudomon se burló de su intento y dos espadas más brillaron por encima de sus muslos. Una luz verde esmeralda estalló desde el primero y un relámpago negro y corrosivo se elevó del segundo: eran los ataques de Leviamon y Laylamon. Ogudomon los dirigió hacia Zhuqiaomon, quien fue golpeado de lleno: perdió altitud y se estrelló contra el suelo.
– ¡Zhuqiaomon, no! gritó Mimi.
El pájaro de fuego se enderezó, tambaleándose, y les gritó:
– ¡Huid, Niños Elegidos! ¡Este monstruo es demasiado potente!
Joe, Mimi, Sora, Koushiro, Sakae y Meiko se retiraron, seguidos por sus digimons. Atravesaron la jungla, perseguidos por Ogudomon, y llegaron a la playa de arena gris. Delante de ellos, Xuanwumon, Brachimon y Yatagaramon estaban luchando contra los Divermons, mientras que por encima del Mar Oscuro, Crusadermon y Azulongmon intentaban lastimar a Dagomon, en vano: el pulpo gigante avanzaba peligrosamente hacia la orilla. Meiko se dio la vuelta: Ogudomon estaba llegando, estaban atrapados entre dos monstruos.
Cuando Takeru, Hikari, Yolei y Cody vieron surgir la fusión de los Siete Señores Demonios, sus ojos se abrieron con horror. En el mismo momento, Imperialdramon, Omegamon y Baihumon emergieron del bosque a toda marcha, mientras Taichi, Yamato, Davis, Ken y el Sr. Nishijima llegaron corriendo detrás de ellos. Se quedaron paralizados al descubrir el aspecto espantoso de Ogudomon. Yggdrasil apareció en la cima de un promontorio rocoso y levantó una mano para ordenarle a Ogudomon que se detuviera: el monstruo se congeló, para sorpresa de los Niños Elegidos. Entonces los ojos de Yggdrasil se posaron en Ken: el adolescente sintió que su corazón se aceleraba.
– Ken… qué feliz estoy que nos volvamos a ver. Daemon y Voltobautamon no pudieron traerte de vuelta con ellos la noche pasado, y para ser honesto me molestó. Por fin estás aquí y voy a poder tomar lo que he deseado durante tanto tiempo: tu semilla de la oscuridad.
Ken apretó los dientes y dio un paso atrás. Imperialdramon se colocó delante de a él y miró a Yggdrasil una expresión amenazadora.
– No lo toques.
– No puedes detenerme, Imperialdramon. Voy a tomar esta semilla y se la voy a transferir a Ogudomon... para acabar con vosotros, Niños Elegidos.
Yggdrasil se acercó a Ken y lentamente contrajo sus dedos. Sin embargo, el adolescente no gritó, no se desmayó, permaneció inmóvil, con los puños cerrados y la mirada firme. Los ojos de Yggdrasil se abrieron y la ira hizo vibrar sus pupilas.
– ¿Qué…? ¿Qué es esto? ¿Por qué no puedo sentir tu semilla? ¿Qué hiciste con ella?
– La destruí.
– ¡Me estás mintiendo, estas semillas no se pueden destruir! ¿Dónde está?
Yggdrasil extendió el brazo hacia el joven y apretó el pugno. Esta vez, Ken sintió que una corriente helada invadía su cuerpo, sus extremidades se paralizaron y le costó respirar. Cayó de rodillas, temblando.
– ¡Ken! gritó Davis, arrodillándose a su lado. ¡Ken, aguanta!
Imperialdramon despegó y voló hacia Yggdrasil mientras cargaba su cañón. Antes de pudiera disparar, una de las siete piernas de Ogudomon le golpeó con tanta fuerza que se estrelló contra el suelo, abriendo un gran surco a su paso.
– ¡No! gritó Taichi.
– Repito mi pregunta, dijo fríamente Yggdrasil. ¿Dónde está tu semilla de la oscuridad, Ken? ¡Contéstame!
Le temblaba todo el cuerpo al adolescente, su cerebro ya no respondía, sus brazos y sus piernas se adormecían. Sabía que no aguantaría por mucho tiempo y que pronto se desmayaría, pero nunca hablaría. Nunca le revelaría a Yggdrasil que su semilla de la oscuridad habitaba ahora el cuerpo de Maki Himekawa, nunca traicionaría el coraje que la mujer le había mostrado al salvarle la vida. El Sr. Nishijima sentía su corazón latir con fuerza: se había comprometido a proteger a los nuevos Niños Elegidos a cualquier costo. No podía ver morir a ese niño como había visto morir a Eiichiro, Ibuki y Shigeru. Pero si hablaba, Hime sufriría las consecuencias… apretó los puños, el corazón desgarrado por el dilema. Ken se derrumbó en el suelo, inconsciente. En ese momento, el Sr. Nishijima giró hacia Yggdrasil y gritó:
– ¡Es Maki Himekawa quien tiene la semilla de la oscuridad que estás buscando!
Ante estas palabras, el asombro se dibujó en el rostro pálido de Yggdrasil. Su control sobre Ken se relajó y el adolescente retomó el aliento como un ahogado que sale del agua. En los ojos grises y fríos como una serpiente de Yggdrasil se encendió una furia sin límites. Extendió la mano hacia el bosque, en dirección al castillo donde había establecido su cuartel general. Las puertas se abrieron de golpe y una corriente helada descendió a los sótanos. Detrás de los barrotes de hierro, Maki Himekawa vio su prisión desaparecer y sintió que la corriente de Yggdrasil la envolvía. La nube la sacó de la cárcel sin que pudiera oponerle resistencia la hizo cruzar el bosque a toda velocidad y pronto llegó a la playa donde se encontraba Yggdrasil. La fuerza helada que controlaba su cuerpo la colocó delante del antiguo dios del mundo digital. El Sr. Nishijima la reconoció de inmediato.
– ¡Hime!
Estaba viva… Sin embargo, tan pronto como sus pies tocaron el suelo, la mano de Yggdrasil se cerró alrededor de su cuello y la levantó otra vez del suelo. El señor del Mar Oscuro la atravesó con una mirada llena de furia:
– Tú... ¿cómo te atreviste... cómo te atreviste a engañarme?
Apretó los labios, sus rasgos se retorcieron en una mueca de dolor. Abrió los ojos y fijó su mirada en los ojos grises de Yggdrasil, en esa mirada tan vacía, tan desprovista de sentimiento. Esa vez, Yggdrasil la iba a matar, podía adivinarlo en su rostro. Con el valor de los que no temen a la muerte, murmuró:
– Lo hice… ¡para que se hiciera justicia!
La mandíbula de Yggdrasil se contrajo y sus labios se volvieron más blancos que la nieve. Mantuvo su mano derecha apretada alrededor del cuello de la Sra. Himekawa y levantó la otra mano por encima de ella: el cuerpo de la mujer se iluminó y una esfera negra, del tamaño de un puño, emergió lentamente de su pecho, arrancándole un grito. La semilla de la oscuridad levitó lentamente hacia Yggdrasil y entró en su cuerpo. Las pupilas del señor del Mar Oscuro se dilataron y sus labios se estiraron con satisfacción. En ese momento, la luz que rodeaba el cuerpo de la Sra. Himekawa se desvaneció, su cabeza cayendo en el hombro. Yggdrasil la soltó como un vulgar objeto y su cuerpo se cayó al suelo, inerte.
Y ya no se movió.
