¡Buenas tardes a todos! Estoy de vuelta con un nuevo capítulo, esta vez he conseguido no tardar mucho en corregirlo. Además, os había dejado en pleno suspense con la Sra. Himekawa, entonces... !aquí viene la continuación! Espero que os guste.
Buena lectura :)
Capítulo 62
Dagomon y Ogudomon se habían quedado inmóviles, como si se hubieran congelado en el tiempo. En el interior de la columna de luz, Yggdrasil y Homeostasis se estaban librando una lucha sin fin y sin piedad.
De repente la luz que doraba la superficie del Mar Oscuro empezó a desvanecerse. Los círculos concéntricos de claridad desaparecieron uno por uno, del más grande al más pequeño, acercándose al punto central que era la Sra. Himekawa. Cuando el último círculo se apagó, el cuerpo de la mujer parpadeó un momento más y luego dejó de brillar a su vez. La Sra. Himekawa sintió que sus últimas fuerzas se le escapaban y sintió que el frío la invadía. Lentamente, vaciló... y se hundió en el Mar Oscuro.
– ¡Maki! gritó el Sr. Nishijima.
El profesor corrió hacia la orilla y entró en el agua. El mar estaba helado, pero no le importaba. Nadó a toda velocidad y cuando llegó debajo de la calcorita se zambulló: ninguna luz atravesaba las aguas del Mar Oscuro. A ciegas, buscó una presencia, y de repente, su mano agarró un brazo. Abrazó el cuerpo con más fuerza y lo atrajo hacia él: era Maki, estaba seguro de ello. Se propulsó con los pies y volvió a la superficie.
Los Niños Elegidos se encontraban la orilla cuando el Sr. Nishijima salió del agua con la Sra. Himekawa en sus brazos. Depositó a la mujer en la arena mojada y apoyó su cabeza en la parte interior de su brazo.
– Maki, soy yo, Daigo, ¿me escuchas?
No tuvo ninguna reacción. El Sr. Nishijima sintió que su corazón se aceleraba y le dio unas palmaditas en las mejillas. De repente, la Sra. Himekawa parpadeó y abrió lentamente los ojos. Cuando reconoció al Sr. Nishijima inclinado hacia ella, sonrió débilmente.
– Daigo...
Hablaba con una voz apaga, casi un murmuro. Un nudo se formó en la garganta del Sr. Nishijima que agarró su mano:
– Maki, no te preocupes, estoy aquí, estoy contigo... todo va ir bien…
La Sra. Himekawa lo miró fijamente durante unos segundos y las unas rodaron por sus mejillas.
– Lo siento mucho, Daigo.
– No digas eso…
– Lo siento muchísimo. Por todo lo que te he hecho… y por todo lo que no te he dicho.
– No hables, tienes que conservar tus fuerzas...
– Espero sinceramente... que puedas perdonarme, Daigo.
En ese momento, su cabeza recayó hacia en su hombro, sus mejillas perdieron todo sus colores y sus ojos se cerraron lentamente. Solo su boca permaneció entreabierta, congelada en el último aliento que acababa de exhalar.
– ¡Maki! ¡Maki, respóndeme! ¡Por favor, respóndeme!
Pero no volvió a abrir los ojos. El Sr. Nishijima contempló su rostro lívido, sus labios pálidos, sus rasgos sin vida, y unas lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Se quedó paralizado durante un largo minuto, temblando, incapaz de aceptar la verdad, como si lo que veía no pudiera ser real. Sin embargo poco a poco el dolor lo invadió; al principio era casi imperceptible, pero a cada segundo se hizo más desgarrador, más insoportable. Se inclinó sobre el cuerpo de Maki y gritó, de rabia, de pena, de desesperación.
A su alrededor, los Niños Elegidos estaban inmóviles; unas lágrimas empezaron también a correr por sus rostros. Un silencio helado los rodeó, como si el tiempo se hubiera detenido. Solo se percibían el lúgubre reflujo del Mar Oscuro y los sollozos del Sr. Nishijima resonaban en esta atmósfera negra y vacía. Las cuatro Bestias Sagradas se acercaron al profesor y a la Sra. Himekawa; en cada una de ellas vivía una parte del alma de los primeros Niños Elegidos, diluida en la energía de su compañero digimon. Lentamente, inclinaron sus largos cuellos sobre el cuerpo de la mujer como para protegerlo.
Meiko, conmocionada, no podía apartar la mirada del cuerpo de la Sra. Himekawa. No era verdad, no se le podía creer. Se puso dos manos sobre el corazón, donde el dolor la atenazaba con fuerza. Veía las lágrimas correr por las mejillas del Sr. Nishijima y cada una de ellas le daba un golpe al alma tan fuerte como una puñalada. La Sra. Himekawa se había sacrificado para proteger la calcorita; toda esa luz que había difundido sobre el Mar Oscuro era el amor que no había podido dar en su vida. Las lágrimas de Meiko cayeron en la arena que las absorbió instantáneamente. La chica cerró los ojos en un intento de controlar el dolor, pero la sensación era demasiado insoportable. Hubiera querido gritar, pero no podía. Sin embargo, la voz de corazón resonó en todo su ser, como un grito de rebeldía contra el destino.
"No, no es justo!"
En ese momento, el digivice de la chica se activó y una luz cegadora estalló. Los Niños Elegidos se volvieron hacia la Meiko, el Sr. Nishijima levantó la cabeza. Docenas de rayos de color burdeos salieron disparados del emblema de Meiko y envolvieron el cuerpo de Meicrackmon, que se encontraba justo detrás de ella: su compañera de repente sintió que la energía la invadía.
Una máscara felina vino a ocultar su rostro, que se había convirtió en una cara humana. Sus patas y las protecciones que las cubrían se alargaron, una armadura metálica dorada recubrió su cuerpo. Sus apéndices desaparecieron a favor de un largo manto blanco y unas poderosas alas de ángel. Su melena blanca creció y se volvió aún más majestuosa y un anillo sagrado apareció alrededor de su cuello, pero cuando abrió los ojos tenían el mismo color verde que los de Meicoomon. Una luz dorada la envolvía en un halo de claridad.
Los Niños Elegidos miraron al nuevo digimon con estupefacción. Meiko bajó la mano que había levantado delante de sus ojos y murmuró:
– ¿Mei-chan?...
– Estoy bien, Meiko, respondió su compañera. Ahora me llamo Rasielmon.
Al escuchar su nombre, Crusadermon se estremeció.
– Rasielmon...
– ¿La conoces? le preguntó Takeru.
– Nunca la había visto de verdad, pero Rasielmon es un digimon legendario. Se dice que solo apareció una vez en el mundo digital, hace doce mil años, cuando Yggdrasil fue sellado en el Mar Oscuro. Rasielmon es uno de los digimons angélicos, al igual que Angemon y Angewomon. Sin embargo, su poder es mucho más mayor.
Crusadermon se acercó a Rasielmon:
– Fue tu poder el que permitió que los primeros hombres y mujeres derrotaran a Yggdrasil hace doce mil años, ¿verdad?
– Sí, así pasó. Mi memoria se había borrado parcialmente hasta ahora, pero ahora lo recuerdo.
– ¿De qué poder estáis hablando? preguntó Hikari.
– Se dice que Rasielmon es capaz de hacer milagros, respondió Crusadermon.
– ¿Milagros? repitió Meiko, con la boca abierta.
Los ojos de los Niños Elegidos se agrandaron. Rasielmon asintió con una sonrisa:
– En efecto.
Extendió su mano hacia la Sra. Himekawa y una luz dorada envolvió al cuerpo de la mujer. El Sr. Nishijima la apretó contra él más fuerte, estupefacto. Era como si la luz penetrara dentro del cuerpo de la Sra. Himekawa, iluminándole como un fluido vital. Debajo de su caja torácica, donde se encontraba su corazón, el resplandor brilló con más intensidad.
De repente, la luz se apagó. El Sr. Nishijima miró fijamente a la Sra. Himekawa; su corazón latía con fuerza. Entonces la mujer abrió lentamente los ojos. Pestañeó, con la mirada nublada. Primero vio a los Niños Elegidos, luego a este digimon grande y radiante que nunca había visto antes, y finalmente, miró hacia arriba y sus ojos verdes se encontraron con las pupilas color avellana del Sr. Nishijima.
– Daigo...
– ¡Maki!
La apretó contra él y abrazó con fuerza, llorando de alegría. Los Niños Elegidos, profundamente conmovidos, los miraron sonriendo. Meiko se volvió a Rasielmon:
– ¿La has… resucitado?
– No, respondió sacudiendo la cabeza. No se puede resucitar a un humano que ha muerto. Sin embargo, la Sra. Himekawa aún no había pasado completamente al otro lado; por eso pude salvarla. Ahora tengo otro milagro que realizar, o más bien... tengo que ayudar a que se realice.
Rasielmon estiró sus garras doradas hacia la Sra. Himekawa y en ese momento, un pequeño digimon se materializó delante de la mujer: un digimon que se parecía a un pequeño jabalí con ojos azules. Un casco de metal cubría su cabeza y su cola terminaba en nubes de humo. Una inmensa sonrisa iluminó el rostro de la Sra. Himekawa.
– ¡Bakumon!
– ¡Maki! exclamó el digimon, corriendo a sus brazos.
La mujer se sobresaltó.
– ¿Te… te acuerdas de mí?
– ¡Claro!
La Sra. Himekawa sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad. Abrazó a su compañero digimon con fuerza.
– ¡Bakumon, te quiero tanto!
En ese momento, el digivice de la mujer emitió una luz intensa. Lo sacó de su bolsillo, sorprendida.
– ¿Qué pasa? ¿Qué significa esta luz?
– Significa que todavía tienes un papel que desempeñar para ayudar a los nuevos Elegidos, le respondió Rasielmon.
Luego el digimon angélico se volvió hacia los adolescentes.
– Debemos poner fin a la lucha entre Yggdrasil y Homeostasis, pero antes tenemos que derrotar a Dagomon y Ogudomon.
– Sí, pero ya no se mueven, objetó Joe.
– No durará. Yggdrasil pronto ya no podrá contenerlos.
– Pero... Yggdrasil me salvó la vida, dijo la Sra. Himekawa. ¿Por qué dejaría que sus monstruos nos atacasen?
– Porque ya no los controla.
– ¿Cómo lo sabes? le preguntó Hikari.
– Porque Yggdrasil me lo dijo telepáticamente.
– ¿Estás en contacto… con Yggdrasil? dijo Taichi, estupefacto.
– Sí. Dagomon y Ogudomon eran los peones de Yggdrasil, pero sus peones se le escaparon. Depende de vosotros, Elegidos, poner fin a todo esto.
Los adolescentes asintieron, determinados. Rasielmon volvió su atención a la Sra. Himekawa, cuyo digivice aún brillaba.
– ¿Estás lista?
– ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué va a pasar?
– No lo sé. Solo tú puedes saberlo.
La Sra. Himekawa miró fijamente al alto digimon, apretó más fuerte su digivice y asintió con firmeza. Se volvió hacia su compañero digimon, se arrodilló a su lado:
– Bakumon, ¿me ayudarás? le preguntó suavemente.
– Siempre estaré contigo, Maki.
La mujer sonrió y, en ese momento, la luz de su digivice se intensificó. Un halo de claridad rodeó a Bakumon que evolucionó al nivel campeón: su cuerpo creció y adoptó la apariencia de un jabalí con une pelaje de llamas ardientes. Como Bakumon, un casco le cubría la cabeza; su nombre era Boarmon. Entonces, el digivice de la Sra. Himekawa brilló una vez más y en ese mismo momento, los digivices de Meiko y Sora se iluminaron. Un rayo rojo incandescente salió disparado del digivice Sora y uno de color granate del digivice de Meiko. Se unieron a la luz del digivice de la Sra. Himekawa y Boarmon evolucionó otra vez para convertirse en Megadramon. El dragón rojo con alas moradas alzó su cabeza recubierta por un casco y abrió sus garras metálicas.
– Increíble, murmuró Yamato. Los emblemas de Sora y Meiko, han…
– …han reaccionado al digivice de la Sra. Himekawa para que su digimon pueda evolucionar, entendió Taichi.
– Eso significa que esos dos emblemas representan también las mayores cualidades de la Sra. Himekawa, entendió Koushiro.
Los ojos del Sr. Nishijima se agrandaron y se volvió hacia Maki:
– Sabes… los emblemas que se han activado para ti… encarnan la justicia y el amor.
La mujer le miró fijamente mientras las palabras se repetían en su mente como un eco. Bajó la mirada, pensativa. La justicia y el amor… Después de unos segundos, asintió:
– Eso era lo que buscaba.
El Sr. Nishijima y la Sra. Himekawa se sonrieron el uno al otro. Luego, Maki volvió a mirar a su compañero digimon.
– Megadramon… hacia tanto tiempo. Te eché tanto de menos.
– Soy feliz de volver a verte, Maki.
La Sra. Himekawa sonrió y apretó su digivice contra su corazón. Rasielmon había hablado de un milagro, y probablemente los Niños Elegidos pensaban que se había concretado con la vuelta de Bakumon. Sin embargo, Maki adivinaba que se trataba de otra cosa y que ese milagro estaba a punto de suceder. Tenía miedo de lo que iba a pasar, pero esa vez no dudaría.
– Pase lo que pase, Megadramon, confío en ti.
En ese momento estalló en una luz intensa de su digivice: cuatro grandes rayos salieron disparados hacia el cielo y recayeron sobre las Bestias Sagradas. Los cuerpos de Azulongmon, Baihumon, Zhuqiaomon y Xuanwumon se iluminaron intensamente y de repente se sintieron invadidos con un poder indescriptible. Sus cuerpos brillaron como astros debajo las nubes, emitiendo chispas blancas. Entonces las cuatro Bestias Sagradas se disolvieron en una energía pura y brillante que irradiaron como fuegos artificiales.
– ¿Qué... qué está pasando? balbuceó el Sr. Nishijima.
El poder de las cuatro Bestias Sagradas transformado en miles de partículas de luz recayó como una lluvia de estrellas sobre Megadramon. Bajo la mirada estupefacta de la Sra. Himekawa, del Sra. Nishijima y los niños Elegidos, el cuerpo de Megadramon se encendió a su vez. Por un momento, Maki pensó que Megadramon también iba a desaparecer, de la misma manera que se había sacrificado dieciséis años atrás. Sin embargo, la claridad incandescente que lo envolvió pareció aumentar su energía. Deslumbrada, la Sra. Himekawa se dio cuenta de que su digimon se estaba transformando. Un rugido sonó en todo el mundo digital y la luz que rodeaba Megadramon se multiplicó. Entonces los Niños Elegidos levantaron la cabeza hacia el cielo y se quedaron mudos de asombro.
Por encima de la playa volaba un gigantesco dragón dorado envuelto por una luz brillante. Era más grande que Ogudomon, tenía ocho ojos escarlata y su cuerpo estaba recubierto por escamas indestructibles. Seis púas de un metal corrugado tan inalterable como sus escamas se erizaban en su espina dorsal, protegiendo doce digiesferas que flotaban a lo largo de su espina. El gran dragón aterrizó en la playa, haciendo temblar la tierra.
Maki y Daigo se acercaron a él, sin palabras.
– ¿Megadramon? preguntó la Sra. Himekawa con incertidumbre. ¿Qué… qué te ha pasado?
– ¿Dónde están las otras Bestias Sagradas? añadió el Sr. Nishijima.
– No os preocupéis, respondió el dragón con calma.
La Sra. Himekawa y el Sr. Nishijima se sobresaltaron: en la voz profunda del gran digimon resonaban los timbres de Baihumon, Azulongmon, Zhuqiaomon, Xuanwumon… y de Megadramon.
– Las cuatro Bestias Sagradas, se han fusionado con la energía de Megadramon para dar a luz a nuestra forma más poderosa, explicó el dragón. Ahora somos Huanglongmon.
– ¿Huanglongmon? repitió la Sra. Himekawa con incredulidad.
– Sí. Ya hubiera podido aparecer en el pasado, hace dieciséis años. Para decirte la verdad, Maki, el día que viste a Megadramon sacrificándose, ese día hubiera tenido que transformarse en Huanglongmon gracias al poder de las Bestias Sagradas.
– ¿Có… cómo? Pero, entonces, ese día… ¿Megadramon no hubiera tenido que haber muerto?
– No. No tenía que morir, porque de entre los primeros cinco Niños Elegidos, Maki, eras la más fuerte.. El coraje, la amistad, el conocimiento, la esperanza... estos valores son importantes, pero no son nada sin el amor, sin el deseo de justicia. Encarnas estos valores, Maki, sin embargo, cuando eras una niña no supiste darte cuenta de ese poder. No estabas lista, pero no tienes que culparte por eso. Hoy, gracias a Daigo, gracias a las Bestias Sagradas y gracias a ti, he podido aparecer.
La Sra. Himekawa parpadeó atónita. Hubiera querido entender ese proceso dieciséis años antes, pero también adivinaba las pruebas por las cuales había pasado la habían hecho más fuerte y que era esa fuerza, en parte, que había permitido que Huanglongmon apareciera ahora. Miró al dragón dorado y sintió que sus ojos se llenaban otra vez de lágrimas.
– Gracias... gracias por haber aparecido.
Huanglongmon inclinó majestuosamente la cabeza y luego dirigió sus ocho ojos hacia los Niños Elegidos y sus digimons.
– Todos nosotros aquí tenemos una última batalla que librar.
Los Niños Elegidos miraron a Huanglongmon y asintieron. Tenían que acabar con esa batalla, para todos los digimons. En memoria de los Jomons. Y para todos los hombres. Se volvieron hacia sus compañeros, decididos.
– Antes de lanzarnos en la batalla, dijo Huanglongmon, me gustaría hacer un regalo a dos de vosotros.
Las digi-esferas que flotaban alrededor del gran dragón se pusieron a brillar con una claridad resplandeciente; al mismo tiempo, los digivices de Sora y Meiko se iluminaron. Las dos chicas sorprendidas sacaron el pequeño dispositivo electrónico de sus bolsillos.
– ¿Qué pasa? preguntó Sora.
– Vuestros emblemas, explicó Huanglongmon, corresponden a las mayores cualidades de Maki Himekawa: dieron la fuerza necesaria a Megadramon para que apareciera. Ahora quiero devolveros el favor permitiendo que vuestros digimons adquieran una nueva forma.
En ese momento un aura clara envolvió a Rasielmon y Hououmon. Los cuerpos de los dos digimons se disolvieron en una serie de números binarios, rojo para Hououmon, de color burdeos para Rasielmon. Las líneas de código se elevaron en el cielo, se entrelazaron y se fusionaron en una explosión de luz. Los Niños Elegidos se protegieron los ojos, cegados. Cuando bajaron las manos, un nuevo digimon había extendido sus alas por encima de ellos.
El ser nacido de la fusión de los dos digimons era un gran pájaro imponente, cuyas ocho alas arbolaban tonos violetas y azules. Su pecho y su cabeza lucían de blancura como la melena de Rasielmon y su cola azul se parecía a la de un dragón. En su frente se alzaban dos cuernos de cabra negros. El digimon abrió dos grandes ojos verdes como los de Meicoomon, que se fijaron en Meiko y Sora. Las dos chicas, estupefactas, se acercaron al hermoso pájaro.
– Eres... la fusión del ADN de Hououmon y Rasielmon, ¿verdad? le dijo tímidamente Sora.
– Sí. Nuestro nombre es Valdurmon.
– Valdurmon, repitió Meiko, impresionada. Pero entonces, dijo volviéndose hacia sus amigos, ¿todos nuestros compañeros pueden ahora digievolucionar su ADN?
– Eso parece, asintió Takeru con una sonrisa.
– ¡Ojala pudiéramos liberar a Omegamon de la influencia de Homeostasis! dijo Taichi, mirando al cielo. ¡Nuestros compañeros podrían luchar todos juntos!
– Creo que es posible conseguirlo, dijo Huanglongmon, pero primero tenemos que derrotar a Ogudomon y Dagomon.
En ese momento, los dos monstruos salieron de su letargo. Dagomon agitó sus largos tentáculos y sacó su tridente del fondo del agua. Ogudomon chasqueó la lengua en su boca obscena y sus siete ojos se dirigieron hacia los Niños Elegidos. Por encima de sus muslos, las espadas que concentraban el poder de los Siete Señores Demoníacos se encendieron.
– ¡Encargaos de Dagomon, yo me encargo de Ogudomon! dijo Huanlongmon a los Niños Elegidos.
Los adolescentes asintieron.
– ¡Vamos! dijo Daisuke con determinación.
Imperialdramon despegó, acompañado por Valdurmon, Crusadermon, Spinomon y Yatagaramon. Minervamon agitó su espada ancha y creó un torbellino que la elevó por encima del Mar Oscuro; Brachimon entró en el mar para seguirlos nadando.
Dagomon levantó sus tentáculos y los abatió en dirección los digimons: Imperialdramon, Valdurmon y Spinomon esquivaron sus golpes, Crusadermon utilizó la habilidad que le permitió desaparecer y reapareció a unos metros de distancia para no estar aplastados, Brachimon se protegió creando géiseres de agua a su alrededor. Dagomon hizo una mueca y dobló sus tentáculos para agarrar su tridente que apuntó hacia los digimons.
– ¡Forbidden trident!
Un rayo electrificado salió disparado. Spinomon abrió la boca y respondió:
– ¡Blue proeminence!
Una corriente eléctrica azul estalló de su boca y chocó con la de Dagomon. Los demás replicaron también: Yatagaramon creó una bola de energía entre las garras escarlatas de sus tres patas, Crusadermon levantó su escudo y la perla azul en su centro se disparó un rayo láser, Imperialdramon levantó su brazo derecho y disparó su cañón. Todos sus ataques se concentraron y golpearon a Dagomon en el pecho. El pulpo de las profundidades rugió y en sus ojos rojos la furia se desató. Un hilo de humo se elevó de su piel viscosa. Gruñó y miró fijamente a los digimons
– Habéis tocado mi corazón, dijo con la respiración entrecortada. Pero la mala noticia es para vosotros: ¡como todos los pulpos, tengo tres! Por lo tanto, todavía me quedan dos. ¡No podréis vencerme nunca!
Sacó del agua docenas de tentáculos y sus válvulas se abrieron, proyectando géiseres de tinta paralizante hacia los digimons. Minervamon levantó su espada y creó un viento que repelió el ataque a Dagomon: su enemigo recibió su propia tinta en la cara y se quedó congelado, paralizado por el ataque. Brachimon congeló el mar a su alrededor para inmovilizarlo por completo.
– ¡Ahora, todos juntos! gritó Crusadermon.
Extendió todas las hojas flexibles que flotaban por encima de sus hombros y atacó a Dagomon, Minervamon tomó su espada y lo siguió: juntos, cortaron los tentáculos unidos que formaban las patas delanteras de Dagomon. Imperialdramon apuntó su pecho con su cañón.
– ¡Positrón láser!
El ataque estalló y golpeó otra vez Dagomon en el pecho. El pulpo gigante gritó de dolor: sus enemigos acaban de destruir su segundo corazón. Spinomon desató todas las hojas dentadas que tenía en la espalda y las arrojó a las patas de Dagomon. Dos de las cuatro fueron completamente cortadas y el pulpo se tambaleó hacia atrás. Se derrumbó en el Mar Oscuro creando colosales olas. Los digimons se congelaron, mirando fijamente los remolinos del mar.
En ese momento, las dos patas aún sanas de Dagomon emergieron del agua. El monstruo se subió a unos bloques de hielo que flotaban en el mar. Se enderezó tambaleante con un jadeo ronco.
– ¡Uno de sus tres corazones sigue funcionando! entendió Sakae.
Dagomon sonrió malignamente y dijo con una voz de molusco:
– Miserables humanos… Os advertí que era muy difícil vencerme… pero como destruiste dos de mis tres corazones, no me dejáis otra opción. Voy a tener que recurrir a mi ataque más poderoso… ¡Endless damnation!
Tan pronto como hubo pronunciado esas palabras el collar de perlas púrpura que llevaba alrededor de su cuello se iluminó. Al mismo tiempo, miles de cuerpos viscosos emergieron del mar.
– ¡Las criaturas del Mar Oscuro! exclamó Takeru.
Los cuerpos deformes se juntaron alrededor de Dagomon como un charco de aceite viscoso. Empezaron a agruparse y en unos pocos minutos segundos crearon una gigantesca masa viscosa. La criatura tenía varias decenas de metros de altura y se inclinó hacia los digimons de los Niños Elegidos, amenazante. Dagomon, debilitado, extendió un tentáculo:
– ¡Poder del Mar Oscuro, ayuda a tu rey!
La repugnante y viscosa criatura se acercó a los digimons de los Niños Elegidos. Brachimon trató de congelar la base de su cuerpo, pero las olas lo empujaron hacia atrás. Cuando Yatagaramon intentó generar una bola de energía entre sus patas, la criatura le dio golpe tan fuerte que proyectó al pájaro en el Mar Oscuro.
– ¡Yatagaramon! gritó Miyako desde la orilla.
Brachimon se zambulló y consiguió llevar al pájaro a la superficie. Mientras tanto, la criatura controlada por Dagomon continuó avanzando hacia los digimons de los Niños Elegidos y de repente les arrojó un líquido helado y pegajoso como el Mar Oscuro, mientras Dagomon abría las válvulas de sus últimos tentáculos. La tinta y el agua negra se precipitaron hacia los digimons a toda velocidad.
– ¡Me encargo de esto! gritó Valdurmon.
El gran pájaro blanco se colocó delante de los digimons y extendió sus ocho alas.
– ¡Purge shine!
Una poderosa aura dorada emanó de sus alas y formó una barrera brillante sobre la cual el ataque de Dagomon y de las criaturas del Mar Oscuro. Entonces la pared se transformó en una esfera luminosa que absorbió los dos ataques a la vez. Valdurmon recogió esa bola de energía entre sus alas y la envió de vuelta hacia Dagomon y su creatura. El monstruo creado a partir de los seres del Mar Oscuro fue pulverizado bajo el impacto: su enorme cuerpo voló en trozos viscosos y se desintegró totalmente. El ataque de Valdurmon alcanzó luego a Dagomon y lo golpeó en el pecho. El pulpo gigante rugió y su tercer corazón dejó de latir. Valdurmon se volvió hacia sus camaradas:
– ¡Acabad con él!
– ¡Strike roll! atacó Minervamon haciendo girar su espada.
– ¡Positrón láser! gritó a Imperialdramon apuntando al monstruo con su cañon.
– ¡Blue proeminence! escupió Spinomon.
– ¡Urgent fear! gritó Crusadermon.
– ¡Dokkosho! gritó Yatagaramon, disparando la energía almacenada entre sus garras.
– ¡Aqua shatter! rugió Brachimon, atrapando el cuerpo de Dagomon en hielo.
Todos los ataques se combinaron y golpearon a Dagomon al mismo tiempo. Una explosión terrible barrió el océano formando un verdadero tsunami. Los Niños Elegidos, cegados, ocultaron sus ojos mientras Dagomon emitió un gritó agudo y moribundo.
Cuando volvieron a abrir los ojos, Dagomon se estaba descomponiendo en miles de píxeles. Primero desparecieron sus tentáculos; luego, su cuerpo azul y musculoso; y finalmente, su cabeza de pulpo y su lengua bífida. Los fragmentos desintegrados de su ser volaron lentamente hacia el cielo, destellando. En unos pocos minutos, todos se apagaron.
Y no quedó nada de Dagomon.
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Mientras los digimons de los Niños Elegidos lucharon contra Dagomon, Huanglongmon se preparó para enfrentarse a Ogudomon. Se apoyó en sus poderosas patas doradas y despegó hacia el monstruo. Ogudomon había recuperado todas sus fuerzas y fijó sus siete ojos en el dragón dorado. Huanglongmon aterrizó frente a él y los dos oponentes se miraron fijamente.
– Concentro el poder de siete demonios en un único cuerpo, dijo Ogudomon con una sonrisa de superioridad. Tú, Huanglongmon, solo concentras el poder de cuatro Bestias Sagradas y de un digimon. No eres rival para mí.
– No subestimes el poder del amor, le respondió el dragón con firmeza. Me encuentro delante de ti porque Maki Himekawa nunca dejó de amar a Bakumon. Ese sentimiento me da un poder cuya potencia ni siquiera puedes sospechar... y que no podrás vencer.
– ¡Eso es lo que vamos a ver!
Ogudomon levantó una de sus enormes patas y la proyectó en dirección a Huanglongmon, pero el dragón despegó y golpeó la pata del demonio con su poderosa cola dorada.
Furioso, Ogudomon hizo brillar la espada por encima de uno de sus muslos, la que concentraba el poder de Barbamon: gigantescas llamas negras aparecieron y unos fantasmas salieron de la hoja con un silbido agudo. Abrieron la boca y escupieron fuego venenoso.
Huanglongmon no se dejó impresionar y replicó abriendo la boca para escupir un metal líquido idéntico al de Baihumon. Los dos ataques se chocaron y se neutralizaron mutualmente en rugido de llamas.
Huanglongmon voló hacia el Mar Oscuro y giró por encima del agua a toda velocidad. Un torbellino se creó en las aguas y se elevó con una altura de casi diez metros. Un relámpago brotó en ese momento de la frente del dragón, al igual que lo hacía Azulongmon; la electricidad se mezcló con el agua que era un material conductor y una bola enorme cargada con miles de voltios estalló hacia la playa. Ogudomon activó para defenderse la espada que contenía el poder de Leviamon: un fuego verde brillante se chocó contra el ataque de su enemigo. Sin embargo, un único poder no podía frenarla y la bola del dragón dorado desintegró el fuego de Leviamon antes de explotar sobre Ogudomon. Un grito repugnante resonó en el aire y una nube de humo envolvió al monstruo.
Los Niños Elegidos, el Sr. Nishijima y la Srta. Himekawa se dieron la vuelta en ese momento y vieron los vapores que rodeaban a Ogudomon. Las patas del monstruo salieron de repente de la niebla y Ogudomon se enderezó, intacto. Los ocho ojos rojos de Huanglongmon se entrecerraron; si quería vencer a ese ser maligno, iba a tener que utilizar todos sus poderes. Ogudomon parecía decirse lo mismo de él. Activó la espada que controlaba el poder de Lucemon: dos esferas se materializaron por encima de ella, una llena de luz y la otra con oscuridad. Las dos bolas se fusionaron, Ogudomon las rodeó con el fuego de Daemon, Leviamon y Barbamon y arrojó el ataque hacia Huanglongmon.
El gran dragón se elevó en altura e inclinó su espalda hacia adelante, apuntando las largas y onduladas púas que se erizaban a lo largo de su columna vertebral hacia las esferas de Lucemon. Las bolas demoniacas llegaron sobre él, pero para sorpresa de Ogudomon, se plantaron sobre las puntas de la espalda Huanglongmon. Huanglongmon sonrió ferozmente y exclamó:
– ¡Taikyoku!
El cuerpo del dragón se iluminó y las dos esferas atrapadas en sus púas se separaron: luz por un lado, oscuridad por el otro. Huanglongmon abrió la boca y aspiró el fuego que los acompañaba y la esfera de luz. Luego tomó la esfera oscura entre sus patas y la rompió como si fuera un vaso de vidrio. Los siete ojos de Ogudomon se agrandaron: ¿Cómo ese maldito drágon podía romper tan fácilmente una bola maligna que se nutría del poder del Mar Oscuro? En ese momento, Huanglongmon abrió la boca y le reenvió la bola de luz y el fuego purificado que había aspira. Los ataques golpearon a Ogudomon con un estruendo ensordecedor. Una ola de aire caliente barrió la playa, obligando los Niños Elegidos a bajarse para protegerse. Cuando se enderezaron, se dieron cuenta de que las patas de Ogudomon estaban temblando. El monstruo, enfurecido, dirigió a Huanglongmon una mirada asesina.
– ¡Tú! ¿Cómo ha podido separar el poder de la oscuridad y la luz que había fusionado?
– No solo domino el poder de las cuatro Bestias Sagradas. También tengo mis propios poderes y entre ellos está el poder de separar la luz y de la oscuridad, así como de purificar el mal.
– La cosa se pone seria, tendré que emplearme a fondo.
Ogudomon inclinó la boca que se encontraba debajo de sus siete muslos y concentró allí una potencia de fuego aterradora, que expulsó hacia Huanglongmon.
– ¡Rápido, refugiaos en el bosque! gritó Joe.
Todos retrocedieron en hacia los árboles que seguían en pie. En ese momento, el ataque de Ogudomon se estrelló contra Huanglongmon con la violencia de una bomba. Una nube de luz iluminó toda la playa, creando ondas de choque por la superficie del Mar Oscuro. Los digimons de los Niños Elegidos tuvieron que luchar con todas sus fuerzas para no ser barridos por el poder de la explosión. Solo Yggdrasil y Homeostasis, protegidos por la columna de luz en la cual luchaban, no se vieron afectados.
Cuando Ogudomon se enderezó, una sonrisa victoriosa se estiraba en su monstruosa boca. En las orillas del Mar Oscuro, Huanglongmon había desaparecido.
– ¡No! gritó Hikari. ¿Por qué no se defendió?
En ese momento, un enorme cuerpo salió del agua. Huanglongmon, ileso, voló con la velocidad del rayo hacia Ogudomon y cerró la mandíbula sobre una de las piernas del monstruo. Ogudomon se debatió, pero su enemigo le cortó otra de sus piernas con un poderoso movimiento de cola. El monstruo gritó y vaciló. Huanglongmon se enderezó y gritó:
– ¡Fang of the emperor!
En ese instante toda la playa se puso a temblar bajo los pies de los Niños Elegidos.
– ¿Qué pasa? exclamó Miyako.
– ¡Parece un terremoto! dijo Sora.
– ¡No es un terremoto! ¡Mirad! gritó Iori.
Se volvieron hacia el bosque del cual procedían las vibraciones. Un viento violento les azotó la cara, unos árboles fueron arrancados y volaron por los aires.
– ¡Un ciclón! entendió Taichi.
El viento se arremolinaba sobre si mismo mientras se acercaba hacia Ogudomon. Huanglongmon agitó sus patas por encima el mar y unas gigantescas olas se levantaron para formar un remolino oceánico.
– ¡Un tifón! exclamó Yamato.
Huanglongmon dirigió sus dos tornados, uno terrestre y el otro marino, hacia Ogudomon para tomarlo entre dos tenazas.
El monstruo replicó utilizando a todos los poderes de los Siete Señores Demoníacos. Las siete espadas que flotaban por encima de sus muslos se iluminaron al mismo tiempo: alrededor de la espada de Daemon apareció un tornado de fuego; por encima de la de Leviamon brotó una luz verde esmeralda; alrededor de la de Belphemon se creó una corriente eléctrica; alrededor de la de Barbamon aparecieron unas llamas negras como el infierno; un relámpago negro centelleó alrededor de la espada de Laylamon; una esfera de luz y una esfera de oscuridad surgió de la espada de Lucemon; decenas de balas y vapores venenosos emergieron de la espada de Beelzemon. Los siete ataques se fusionaron para formar una vorágine aterradora y rugiente.
Los dos tornados de Huanglongmon llegaron en ese momento en la playa: el que venía del bosque abrió un amplio surco en su camino; el que venía del mar se proyectó agua por todas las direcciones. Estaban a punto de cerrarse sobre Ogudomon cuando el monstruo envió todos los ataques de los Señores Demoníacos.
El viento, el fuego, el agua, la electricidad, los vapores mortales, la luz y la oscuridad se chocaron con un estruendo terrorífico. Los Niños Elegidos vieron el poder de las Bestias Sagradas y de los Siete Señores Demoníacos luchar uno contra el otro. Una vez más, toda la playa tembló, perdieron el equilibrio y cayeron de rodillas en la arena. La Sra. Himekawa miró hacia arriba, con el corazón latiendo a mil: Huanglongmon se había desviado para escapar del poder devastador de sus tornados y de la vorágine de Ogudomon. De repente, los ataques explotaron en una erupción de llamas y una espesa nube de humo invadió la playa. Los Niños Elegidos tosieron y se frotaron los ojos por las partículas de ceniza que se cernían sobre ellos.
Cuando se enderezaron, Ogudomon yacía en la arena. Sus siete patas habían sido cortadas, su boca deformada estaba congelada en una mueca de dolor y sus siete ojos azorados miraban al vacío. Entonces los Elegidos se dieron cuenta de que el cuerpo del monstruo se estaba descomponiendo en miles de píxeles. Los pequeños cubos de datos se elevaron lentamente hacia el cielo, antes de desaparecer. Ogudomon dejó escapar un estertor y dirigió una última mirada hacia Huanglongmon, que aterrizó en la playa devastada. En ese momento, los siete ojos de Ogudomon se cerraron y su cuerpo obsceno y malvado explotó en una nube de datos. La brisa del mar los dispersó como una niebla invernal barriendo los últimos restos de lo que había sido los Siete Señores Demonios.
