Vamos a ver… hace rato que no escribo un fics y creo que es el primer slach 0…
So… sé que hay gente esperando continuación de otros que tengo escritos, pero paciencia… me parece que sólo seguiré con el de kenshin y el de "seudopésimacomedia" de haruka y michiru…
Es un universo alterno… ok, dos riesgos… deséenme suerte (.)
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Los personajes utilizados pertenecen a J.K. Rowling y todo lo que tenga que ver con los derechos reservados cae aquí… me da flojera profunda escribirlo.
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Entre nos.
Prólogo: El Inquilino.
Aún no llegaba el mediodía de aquél sábado y la sala de la pensión ya era un desastre, todo a causa de los hijos de la señora Molly- ¡Gemelos!- solía murmurar una y otra vez a regañadientes – ya verán, ya verán…. Por supuesto la travesura de los muchachos esta vez había ido muy lejos. Habían soltado un frasco lleno de pulgas que habían recolectado durante tres días, así que, a las molestias normales que ello traía, la señora Molly tenía que sumar las quejas de los lastimados pensionados que le hacían patente a esas horas su molestia, generando un bullicio digno de una colmena.
Nadie supo si fue en medio de la revuelta o con los fumigadores, el hecho es que el nuevo inquilino sin siquiera preguntar por renta o disponibilidad llegó y no hubo un alma dispuesta a negarle la estancia. Aunque su aspecto era el de un indigente desaseado y vulgar guardaba tras la apariencia un semblante cargado de magia e indiferencia.
O al menos eso le pareció a él.
No llevaba mucho tiempo en aquella ciudad, pero no tenía ni el ánimo ni motivos para quedarse. La verdad, para Remus Lupin el hecho de tener que soportar lo insoportable de aquél lugar era una suerte de transición para liberar los karmas que arrastraba de su anterior trabajo, sólo que sus labores indicaban que su eficiencia esta vez le jugaría en contra.
¡Pulgas!- se quejó- ¿y mañana que será, señora Weasly, ¿vomitivo en la sopa?
Tropezó con aquél muchacho de unos 25 años sin querer. Su pelo desaliñado se topaba con la frondosa barba que cubría su rostro e insistía en caer sobre unos hermosos ojos color chocolate. Absolutamente desarrapado, el desconocido pidió una ducha caliente y la cuenta por adelantado para un mes de estadía. La dueña de casa, algo perturbada, le indicó la cantidad a pagar y el lugar en el cual se encontraba el baño.
Por cierto- señalo- mi nombre es Sirius… Sirius Black
La mordida incipiente de un par de pulgas regresaron a Lupin a la realidad. Ni siquiera sabía que era aquello que le llamaba la atención en aquél tipo- tal vez sea la desfachatez- meditó. Miró su reloj y se dio cuenta lo tarde que era. Su novia lo esperaba para almorzar en un pequeño restaurante que se encontraba a un par de kilómetros, por la carretera. Dando el reclamo por superado y aún insatisfecho con las disculpas de la dueña de casa, decidió dirigirse a su cuarto para arreglar el dormitorio, buscar las llaves del auto y partir. Fue entonces que tropezó con el desfachatado una vez más, sólo que ésta vez lo único que llevaba encima era una toalla de coquetas dimensiones.
¿Qué hay, vecino? Me parece que duermes en la habitación del lado ¿no?
No tengo tiempo para la vida social, señor Black… veo que se ha desprendido de su barba…
Y bueno… mañana tengo una entrevista, hay que parecer competente ¿no le parece?
A Lupin se le apretó el estómago de un modo incomprensible. Observó instintivamente al tal Black. Alto, delgado, espalda fuerte, piernas y brazos atléticos… sí, quizás no reflejaba el currículo que guardaba en su escritorio, pero era el tipo que prefería su socia y con aquella información bastaba.
Algo le dijo que no sería la última vez que tendría que hablar al andrajoso y que no bastaría con cerrar la puerta de su dormitorio cuando llegase.
Una vez en camino, el reflejo en el retrovisor lo mantuvo pensativo durante todo el almuerzo e incluso más tarde. Él no solía ser así, tan displicente, tan amargado. Una desilusión tras otra lo habían forjado así, con carácter hostil, severo. Su único refugio era su nuevo trabajo porque representaba la ilusión de volver a la rutina de la ciudad, al bullicio que lo aquietaba, que no lo dejaba pensar. Imaginó que una nueva conquista le devolvería algo de su arrebatada sensibilidad, pero tarde notó que había sido una idea demasiado inocente.
De cualquier modo hizo lo que tenía planificado aquella tarde. Comió y luego llevó a Nymphadora al lugar que se tenía prometido. Intentó separarse de sus intranquilos pensamientos con algo de sexo, pero cada caricia, cada gemido lo ataban más y más a sus extrañas meditaciones. Finalmente se detuvo. Se vistió y decidió regresar a la pulgosa pensión – si al menos el pueblo contara con algo más decente – se dijo, cada vez más convencido que ese no era el punto de la discusión que tenía consigo.
El último fumigador le sostuvo la puerta para que pudiese entrar. En medio de la desierta sala, el haraposo leía una revista, recogido en si mismo.
¿Te has ido a la luna? – dijo, después de un rato
¿Cómo dices? – preguntó Lupin, desconcertado
Llevas como 3 minutos observándome… ¡Hombre, si quieres que suelte tu revista es cosa que lo digas y ya.
No es mía de todos modos, así que da igual… nos vemos
Lentamente caminó a su habitación. Por alguna razón el día no le terminó de parecer malo. Sin querer y en acto reflejo una mueca se dibujó en su rostro.
Sonrió.
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OK, ahí va el primer "intento de prólogo". Me gusta este Lupin un poco más duro, un tanto más displicente. Espero sus reviews… sean buenos y malos críticos, pero critiquen! Prometo responder a todos los que me envíen
Un abrazote.
Naru.
