Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, yo solo juego con ellos =)

N/A: quería pedir una disculpa ya que no soy buena con los resúmenes ni los prólogos, aun así, espero les guste y se interesen en leer la historia!


.:: La Princesa del Sadaijin ::.

Prólogo

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"Tu secreto es tu sangre, si lo dejas escapar, morirás."

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Heian-kyō (平安京- Kioto), Japón
838 d.C

Lo miró a los ojos y encontró el reflejo incandescente de la furia y el odio que guardaba su ser. Una catarata de saliva le indicó a Shaoran que su cuerpo estaba listo; preparado para la pelea con aquel sujeto.

― Te lo advierto por última vez ―amenazó el tipo enseñándole la espada que se escondía tras su túnica lila, lo que originó que Shaoran le respondiera con una mirada desafiante―. Aléjate de palacio.

— No lo haré ―entrecerró los ojos, le hervía la sangre. Al segundo siguiente Shaoran sintió un ardor tremendo en la oreja, un zumbido y, una fracción de segundo más tarde, el golpe de un puño en su nariz. Los músculos de la quijada se le pusieron duros como rieles.

No recordaba cómo había empezado la gresca en la ostentación por el poder de Heian, pero ya tenía una considerable cantidad de tiempo, mucho antes que él llegase a Kioto. ¿Por qué rayos lo metían a él en todo esto entonces?

― Es un malagradecido, joven soldado ―pronunció otra voz, más calmada pero igual de atorrante. La oscuridad de la noche no le permitió identificarlo, tampoco pudo determinar en qué momento había llegado hasta aquel lugar y menos cuando otro puñetazo le rompió el labio.

― No...lo... haré... ―balbuceó, probando el sabor salado de su sangre que se resbalada por su boca hasta el cuello.

Entonces el sujeto de traje lila habló por última vez, elevó su chokutō (*) y con una hábil maniobra le propinó un tajo en la pierna. La espada de hoja recta cumplió su objetivo y la sangre empezó a brotar manchando su ropa. El grito que largó Shaoran fue estremecedor, sin embargo nadie acudió en su ayuda.

Hasta ese momento, Heian-kyō(Kioto) era una suerte de tablero de ajedrez, una fisonomía peculiar que imitaba la capital china Chang'an, por lo que cualquier calle conectaba rápidamente con cualquier punto de la ciudad, menos claro está, a dónde ellos se encontraban. Habían tomado la última calle, la que llevaba a la feria de artesanos que abría todas las mañanas y que también conducía a un senderillo de tierra. Era un desvío conocido sólo por algunos ya que al otro extremo estaba la casa de citas, que al igual que el resto de kyōmachiyas (**), tenía un techo de madera ciprés y un frente angosto, que no permitía que pasada las nueve de la noche saliera ninguna doncella.

Así que sus gritos murieron con el frío aire. Luego, dos pares de manos más lo arrastraron y el castaño se convirtió en nada. Detrás la imagen de un cuarto y un quinto hombre aparecía progresivamente.

Ni cuando peleaba en las guerrillas había sentido tanto miedo de morir.

― Déjenlo. Aquí nadie lo encontrará ―dijo el tipo con la misma voz calmada e irritante.

El recién llegado se descubrió el rostro y entonces Shaoran lo reconoció y entendió lo que aquel hombre era capaz de hacerle. Quizá antes lo había subestimado, negaba lo que todos le decían y no había creído en su poder, pero ahora, tirado en la tierra como un saco de basura, con el cuerpo que le dolía por cada puñetazo y golpe que había recibido, comprendía que jamás debió desafiarlo...

Aunque lo volvería a repetir, sin duda alguna, volvería a vivir todo lo que tuvo que vivir para estar allí.

Los recuerdos de aquel instante, le revivieron las ganas de levantarse y gritarle, encararlo y dejar en claro que él tampoco estaba para juegos, pero su cuerpo cada vez iba perdiendo su fuerza. Se sentía muy débil, a punto de desfallecer. Quizá ya estaba sufriendo el castigo del infierno pues sentía recorrer por todo su cuerpo una llama incandescente de tortura y dolor.

A unos metros, una silueta rompía el inhóspito paisaje, enfundado en un traje negro observaba con detenimiento lo que acababa de suceder; sacó lo que parecía un papel del bolsillo, lo miró y dirigiendo sus ojos cafés hacia la luna, pronunció algo indescifrable... Las nubes bloquearon toda luz y en ese momento el pueblo se convirtió en tinieblas agonizantes.

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(*) Chokutō: espada japonesa que se utilizó hasta el siglo X.
(**) modelo típico de vivienda japonesa de la época antigua.


Muchas gracias por iniciar esta aventura conmigo. Espero les guste, estoy muy nerviosa porque no sé si el prólogo les guste. Así que agradeceré muchísimo si me brindan sus comentarios y sugerencias n_n

Sean bienvenidos a "La Princesa del Sadaijin". 💚

Próximamente se irán revelando más cositas.
Lu.