Caminó a trompicones por los pasillos, arrastrado por el enano parecía sacado de Blancanieves, solo que iba mucho más abrigado. Bajó escaleras sin toparse con nada ni nadie, solo el silencio y el frío que lo envolvía todo, hasta uno de los patios interiores del colegio. Una gruesa capa de nieve lo cubría todo, y seguían cayendo copos, y más, y más…

Contra uno de los muros, apoyada, había una figura, que se incorporó inmediatamente en cuanto los vio, y caminó ágilmente hasta ellos. Iba tan abrigada como el enano, la capucha ensombrecía su cara, pero un mechón de su pelo había escapado y jugueteaba libremente con cada movimiento que ella hacía. Estaba demasiado oscuro para distinguir más que unos ojos grandes y unas facciones serias.

-Harry Potter, espero.

Su voz tenía un deje ronco y un acento muy suave pero áspero que embellecía sus palabras.

-Así es. ¿Y tú…?

-Me llamo Gwen. Vamos. –le cogió de la manga, pero Harry no se movió.

-Espera, espera. ¿Dónde quieres que vaya?

-Te lo explicaré por el camino. –se impacientó ella.

-No me muevo de aquí hasta que no me cuentes lo que pasa.

-¡Es una muy larga historia! Además, no lo entenderías.

-Pruébalo.

-¿Has oido hablar del Ragnarok?

-Ehm… no…

-¿Ves¡Vamos! No tenemos mucho tiempo.

-Pero ¿dónde?

-A Dinamarca.

-¿Y qué tiene que ver Voldemort con todo esto?

Gwen miró al cielo, con los puños apretados, desesperada totalmente.

-Digamos… que los antiguos pueblos nórdicos sellaron un poder realmente fuerte… y ahora Voldemort quiere desenterrarlo de nuevo.

-¿Y me lo dejas caer así como así? Además… ¿cómo sé que no es una trampa?

-¿Qué te dice tu instinto?

En esos momento, Harry estaba demasiado dormido como para que su instinto funcionara.

-Nada.

-¿De verdad tú eres Harry Potter?

-¿Se puede saber qué gano haciéndome pasar por él más que problemas?

-Sí, quizá sea cierto… no importa.

Se pasó las manos por la cara y la capucha se calló hacia atrás.

-Lo siento… de verdad… yo… ¿por qué todo tiene que salirme mal? –se apoyó contra una columna y resbaló hasta el suelo. El hecho de que la nieve le llegara por la cintura no pareció importarle.

-Quizá deberías avisar a Dumbledore¿no crees? Él sabrá qué hacer.

-¿Has oído hablar de las profecías?

-Claro.

-En mi tierra hay una que habla de un invierno largo y frío, y un señor oscuro que busca el poder eterno y supremo, y de un chico que acaba de él. Bien, el invierno ha llegado, y el señor oscuro también; solo falta el chico.

-Pero… no puedes estar segura de que sea yo…

-Ya… pero tú ya lo has hecho una vez. Todos tenemos fe en que puedes hacerlo de nuevo.

La miró muy fijamente a los ojos y, a pesar de la oscuridad, los vio brillar.

-Es posible que te estemos pidiendo demasiado. Que no sea justo para ti… pero fuiste elegido, y siempre hay una razón para ello. Eres un chico normal y corriente… pero estás destinado a grandes cosas.

No era la primera vez que Harry oía esas palabras, y no le consolaron en absoluto. Por una parte era consciente de que no tenía más remedio, y lo tenía asumido desde hace mucho tiempo. Por otro, sin embargo, aún se resistía a creer que él era la solución para un montón de problemas la mitad de los cuales ni siquiera conocía. Era frustrante. Querer ser tú mismo y tener que estar doblegado a los demás. Con todo lo bueno que eso acarreaba, que, francamente, había sido más bien poco, y sobretodo, todo lo malo.

-¿Es muy urgente?

Ella no dijo nada durante un instante, pero al momento apartó la mirada.

-Realmente no demasiado. Lleva su tiempo. –su voz era casi un susurro. Se levantó y se sacudió la nieve.

-Entonces… dame una semana. ¿De acuerdo? En una semana, ven a buscarme e iré contigo.

Gwen asintió y, sin decir nada más, comenzó a caminar hacia el otro extremo del patio. El enano, que se había mantenido apartado a un lado, la siguió también en silencio, y, sin que nada más pasara, desaparecieron en las sombras.

El frío cayó sobre Harry de golpe. Se frotó los brazos y se dispuso a volver a la cama, esperando no encontrarse con nadie por los pasillos.

Pero todo estaba extrañamente tranquilo, como si la aparición de Gwen se hubiera convertido en una especia de contrapeso a su racha de desgracias, aportando un poco de calma y tranquilidad al castillo, que dormía acunado por el gélido viento del exterior.

Y seguía haciendo muchísimo frío.

No tenía ni idea de porqué había aceptado sin más. Sin preguntar. Quizá fuera ella, quizá la seguridad con lo que lo decía. Puede que simplemente quisiera huir de Hogwarts y todos sus problemas y responsabilidades, y toda la gente. Como si en realidad le estuviera ofreciendo una posibilidad viable de librarse de su nombre. Solo que sabía que era absurdo. Que cargaría de por vida con él.

Es posible que lo único que quisiera fuese acabar (o al menos intentarlo) de una vez por todas con Voldemort. Enfrentarse a él cara a cara, y que fuera lo que Dios quisiese.

Pero no era el momento de pensarlo, porque un bostezo acalló sus pensamientos, y sin casi darse cuenta, estaba de nuevo en la cama.


-¡Harry¿Quieres despertarte ya¿Se puede saber a qué esperas¡Vamos a llegar tarde al desayuno¡Harry!

Ron lo zarandeaba, pero él estaba demasiado cansado y agobiado con todo. No había nada que en ese momento le preocupara demasiado.

-Déjame un poco más… por favor…

-¿Estás loco¡Tenemos transformación¡McGonagall nos matará!

-De verdad… no me importa.

Ron torció la cabeza y arrugó la nariz.

-¿Estás bien?

Harry no respondió inmediatamente. Se quedó un momento pensando, pero enseguida miró a su amigo y murmuró:

-Tengo que ir a ver a Dumbledore.

Saltó de la cama y comenzó a vestirse. Ron aún no había reaccionado. Cuando lo hizo, simplemente le preguntó anonadado:

-¿Qué ha pasado?

-Yo… nada.

Tuvo la tentación de contarle lo de Gwen, pero una corazonada le dijo que esta era su oportunidad de mantener a Ron y a Hermione lejos de los problemas en los que siempre se metían por su culpa. Ellos lo hacían para ayudarle, por amistad. Bien. Por eso mismo él los mantendría al margen ahora.

-Harry…

-No es nada, de verdad. –le sonrió, tratando de parecer normal.

Pero no lo había conseguido, y lo sabía, por supuesto. Y Ron sabía que le ocultaba algo, pero mientras no supiera el qué, no habría problemas.

Salió corriendo escaleras abajo y salió por el hueco de la escalera sin estar muy seguro de dónde buscar a Dumbledore. Sin embargo, al instante oyó la voz de Ron tras él.

Hizo como que no lo oía y siguió corriendo, y corriendo, sin saber muy bien a dónde iba, y, aunque su perseguidor no tardó en cansarse, él continuó hasta llegar hasta la puerta de entrada al castillo. Sus pasos le habían conducido ahí, quizá por instinto. Se asomó fuera. La columna de humo que salía de la chimenea de la cabaña de Hagrid se entrelazaba con la bruma.

Salió al exterior, caminando con pasos vacilantes entre la nieve. Tenía frío…

Y entonces se dio cuenta de que Gwen le había ido a buscar a él en concreto, a nadie más. Que era un asunto exclusivamente suyo. No debía meter en problemas a los demás como siempre ocurría. Por una vez, el peligro estaba lejos de Howgarts, y quería mantenerlo así. Por una vez, sentía la responsabilidad de salvar el mundo en solitario. Si debía morir por ello… bueno, al fin y al cabo, eso era algo que tenía asumido desde hace mucho. Moriría joven, desde luego. Si Voldemort no acababa con él, otro lo haría, pues, sin saber muy bien cómo, se había ido ganando un buen puñado de enemigos.

Por una vez, sería él solo. Sin ayuda. Si debía salvar al mundo… bueno. Mejor arriesgarse¿no?


Muchas gracias a todos los que me leen. Espero que os guste.