• Autora: Ren
• Palabras: 4,587
• Advertencias: OoC no intencional, posibles faltas de ortografía y gramática, mención de COVID-19, spoilers del manga, post-time skip.
Haikyuu! y todos sus personajes son propiedad de Furudate Haruichi.
Este es uno de los regalos que hice para Ixchel JG del Club de Lectura de Fanfiction (en Facebook) con motivo del Amigo Invisible. Que miren, la trama de me ocurrió cuando estaba padeciendo por culpa de los efectos secundarios de la vacuna contra covid... que también tuve la enfermedad en todo junio. Así que parte de la narración es algo que viví desde mi perspectiva a pesar de que tuve síntomas bastante leves.
A lo que voy es a que se cuiden mucho. Vacúnense si tienen la oportunidad, y aun con la vacuna, por favor sigan las indicaciones que los servicios de salud de cada país les proporcionen. Que no es una experiencia muy agradable aun sí es una sintomatología leve.
Akaashi, en su estado casi convaleciente por culpa de la fiebre que no cede en lo absoluto, odia tener que admitir que necesita solicitar un descanso por, al menos, una semana para afrontar lo mejor posible el inevitable resfriado que ha atrapado por culpa del estrés laboral.
Se siente un poco idiota por no cuidarse lo suficiente, pero la vida como editor de manga no es nada fácil. Revisar storyboards, guiones, sketches y una sarta más de asuntos que deben de ser autorizados primero por él, antes de que el o los autores a su cargo puedan avanzar con su propio trabajo termina por absorber la mayor parte de su día a día. Pasar cerca de dos o tres días se le van en revisar esos detalles —la pura mala vida de ser editor para las publicaciones semanales—, y los demás en presionar a los artistas y solicitar un poco más de tiempo antes de que se mande todo a imprenta. Peor aún, el revisar las correcciones de los capítulos ya publicados para formar los tomos y mandarlos a impresión, aunado al corroborar que los artes de portada se vean bien y la editorial también los haya autorizado es algo que le deja todavía más exhausto.
También tiene la mala suerte de que sea Halloween, y escuchar el ruido afuera de algunos niños pidiendo dulces, o los colegiales que se han disfrazado para ir a alguna fiesta o hacer el tonto en las calles o jugar inocentes bromas por el vecindario tampoco le ayuda. Los sonidos externos se escuchan difusos, y eso empeora el creciente dolor de cabeza que amenaza con explotar en los siguientes minutos.
Definitivamente, no está de ánimo para poder ignorar todo el ambiente festivo de afuera viendo alguna serie o anime que tenga pendiente desde hace bastante tiempo —incluido también el anime del manga que tiene a su cargo, y del que solo ha visto un par de capítulos sueltos—. La fiebre no ha bajado un poco desde su última revisión, y el medicamento para contrarrestarla tampoco le ha ayudado mucho. Le preocupa que sea algo más grave por lo que tenga que ir al hospital, y considerando que es un día bastante ocupado en el área de la salud —al menos por lo que ha escuchado—, prefiere intentar cualquier método casero que no le obligue a salir y estar esperando a que le den la atención que necesita.
Akaashi suspira largamente. Su garganta se siente seca a pesar de que se ha preparado una botella con agua fresca desde que inició el malestar. Por dios, ni siquiera recibir la vacuna contra COVID-19 le había provocado tal malestar, y eso que se vio obligado a pedir un par de días de descanso para sobrellevar los efectos secundarios que, afortunadamente, duraron menos de un día.
Es un poco extraño que tenga más de dos horas que se ha tomado algo para cortar la fiebre. Akaashi supone que su cuerpo debe estar mucho más débil que de costumbre; la última vez que se enfermó así, fue cuando Tenma y él apenas iniciaban a sobrellevar el demandante ritmo de publicar un manga de manera semanal, y varias veces se tuvo que desvelar junto con Udai para poder terminar el coloreado de los betas, pegar las tramas y los diálogos mientras el otro pelinegro terminaba los dibujos y viñetas.
Ah. Definitivamente fueron tiempos difíciles en los que no se podían dar el lujo de solicitar ayuda de uno o dos asistentes para poder sacar el trabajo a flote y entregar a una hora más decente el manuscrito. Akaashi varias veces se metió en problemas por solicitar un par de minutos extra para poder meter el trabajo de su mangaka antes de que todo se enviará a imprenta. Pero al ser un autor novato, tener acceso al apoyo de otros artistas, en ese tiempo, era algo casi imposible de pensar.
Ya habían pasado un par de años desde entonces, pero su cuerpo había quedado bastante vulnerable por culpa de los excesos trabajando. Su sistema inmune se había debilitado lo suficiente como para tener que tomar vitaminas cada cierto tiempo por órdenes médicas, pero Akaashi no se arrepiente en lo absoluto si gracias al esfuerzo y trabajo que nadie le pidió hacer, ahora tiene entre sus manos uno de los mangas que mantiene a la Jump como una de las revistas favoritas.
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Es el hambre lo que le despierta a mitad de la noche. Ni siquiera recuerda la hora a la que se quedó dormido, pero Akaashi agradece el haber podido dormir. Su cuerpo se siente menos caliente y adolorido, señal de que los antigripales que tomó en la tarde están haciendo efecto. El dolor de cabeza sigue ahí, pero es tolerable considerando la falta de fuertes ruidos por la hora.
Keiji se levanta del futón con cuidado de no hacer algún movimiento brusco. Sabe que su cuerpo suele descompensarse si se levanta demasiado rápido. No cabe duda de que ya no tiene la misma complexión y resistencia que cuando estaba en preparatoria, pero es mejor así. De esta forma, al menos se siente más obligado a preocuparse por su propio bienestar.
Otro largo suspiro sale de su boca poco antes de estirarse para quitar la pereza y asegurarse de que tanto del dolor de su cuerpo es debido a que estuvo dormido en una posición bastante mala para él, y qué tanto es por el resfriado. Akaashi sonríe cuando, después de un largo bostezo, se da cuenta de que lo único que le molesta es una extraña sensación de entumecimiento en las piernas y brazos muy parecida a cuando se hace mucho ejercicio y el ácido láctico se queda un par de días en los músculos.
No es nada de lo que deba preocuparse, afortunadamente. Pero debe revisar qué puede comprar para comer algo a mitad de la noche. Sabe que su refrigerador solo tiene agua embotellada, algunas cervezas que no recuerda cuánto tiempo llevan ahí —pero que a veces agarra cuando la casi inexistente necesidad de beber alcohol se presenta en su cuerpo— y sobras de comida para llevar que no sabe si están en buen estado o no.
Revisa de nuevo la hora en su celular. Son pasadas las 12 de la noche, y sus únicas opciones se reducen a caminar un par de cuadras hasta el minisúper más cercano, o pedir algo a domicilio de los pocos bares que conoce que abren hasta casi las seis de la mañana; no quiere llamarle a él para que le lleve algo de lo que sobró ese día. No sería algo muy sensato de su parte, a pesar de que sabe que Osamu no tardaría mucho en llegar hasta su departamento con algo de comida.
Además, está resfriado. No quiere abusar de alguien que, hasta hace unos cuantos meses, tuvo un leve cuadro de COVID por unirse a las brigadas que prepararon comida para los trabajadores de la salud trabajando en la primera línea durante las primeras olas de la enfermedad. Puede que Osamu haya tenido la fortuna de no perder el sentido del gusto, pero su salud sigue siendo un tema que escucha de manera constante por parte de Bokuto-san o de Hinata. Los dos no saben quedarse callados cuando se trata de no divulgar lo que saben de otras personas, pero él tampoco puede culparlos del todo. Atsumu es incluso peor que una señora que vive buscando el chisme más picante cuando se trata de su hermano.
Y claro, es Miya Atsumu el encargado de hacer llegar todo lo referente a su hermano a oídos de Akaashi. El muy maldito.
Parece que sabe algo que ni los involucrados en su juego conocen, o simplemente es muy idiota y quiere buscarle pareja a su hermano por mero hobby.
Akaashi prefiere pensar que es la segunda opción, porque parece mucho más creíble que la primera.
Y no es que Keiji sea totalmente indiferente a Miya Osamu y su casi encanto natural. Para empezar, es físicamente atractivo —su hermano podrá verse igual al ser gemelos, pero Atsumu no le genera algún sentimiento—, además de que Osamu parece adorar mucho el estilo de vida que eligió llevar después de haber jugado voleibol por muchos años. Pero Akaashi se siente bastante atraído por la manera en la que prepara los alimentos que vende en su negocio.
A pesar de que en verdad ama los onigiris de Onigiri Miya, y de que su organismo le está pidiendo algo de comida para continuar luchando contra el resfriado, no quiere abusar de que Osamu en verdad podría llevarle algo porque no quiere arriesgarlo.
En verdad le preocupa la salud de los demás. Bueno, tal vez no tanto la de Bokuto-san, pero el mayor es un caso bastante especial porque —hasta donde sabe—, el de cabellos cenizos nunca se ha resfriado. Tal vez sea porque es un idiota, o porque su cuerpo es mucho más fuerte y saludable que el de cualquier otro ciudadano promedio.
Misterios de la vida.
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Al final, Akaashi termina por salir de su departamento pasando de las 3 de la madrugada. A pesar de que es una noche festiva, el ambiente es tranquilo y nadie le mira raro por traer doble mascarilla y una pesada chaqueta para soportar bien el frío.
Keiji agradece mucho que la cultura de cualquier ciudadano japonés sea la de usar mascarilla cuando están enfermos, y que eso se haya vuelto todavía más estricto con la pandemia. Ver a alguien usando doble mascarilla ya no es raro como lo fue al principio, pocos días después de que se diera la recomendación por parte de la OMS y los gobiernos la comenzarán a implementar para reducir lo más posible los casos de enfermos.
Akaashi termina por comprar dos vasos de ramen instantáneo y un onigiri empaquetado con relleno de atún. También pasa por el área de farmacia para comprar otro medicamento para el resfriado y unas compresas frías que le serán de ayuda por los próximos dos o tres días que su cuerpo aun estará débil, y que seguramente tendrá varios episodios de fiebre que debe controlar en soledad.
No es tan malo sentir la fría brisa una vez que su misión de comprar algo para comer, al menos para soportar hasta que sean horas más decentes de pedir comida a domicilio. Le ayuda a concentrar sus pensamientos en todo lo que debe hacer una vez que sea de día, y es mucho más fácil asimilar la idea de que sus jefes lo mandarán a hacerse alguna prueba PCR para asegurarse de que solo sea un resfriado por culpa de la temporada y el estrés.
No es tan malo. Por lo menos, le darán un par de semanas para descansar independientemente del resultado de la prueba. Así podrá organizar mejor su ya ajustada agenda laboral para procurar que no se vuelva a exceder con el trabajo.
Que mal momento para ser un adicto al trabajo. En verdad.
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La mañana del día primero de noviembre se siente incluso peor. Su cuerpo arde y duele demasiado por culpa del resfriado y la fiebre que han vuelto.
Akaashi sabe que no puede hablar por teléfono con sus jefes para solicitar el permiso que requiere para descansar. Le preocupa mucho que sea algo más grave considerando la escalada que tuvieron los síntomas desde la madrugada hasta pasado poco más del medio día.
El termómetro marca que tiene casi 39°C, así que se apresura a tomar una foto con su celular a como la confusión y el dolor de cabeza se lo permiten. Necesita mandar las pruebas de que su salud está bastante deteriorada para que el permiso por enfermedad salga lo más rápido posible; incluso hace el mayor esfuerzo posible por investigar el costo de alguna prueba para detectar COVID y si tienen cita para ese mismo día en algún laboratorio particular. No quiere hacer espera en algún hospital después de que no ha comido nada aparte del ramen instantáneo y el onigiri que compró en la madrugada, y puede sentir su estómago vacío y exigiendo alimento de nueva cuenta.
Sabe que tampoco puede salir así, pero no quiere arriesgar a algún conocido a contagiarse de lo que sea que tenga. Menos si la gran mayoría han sido convocados para iniciar con los entrenamientos y concentraciones para los Olímpicos que el gobierno no ha querido cancelar de manera definitiva. Tampoco es como que pueda pedirle a alguien que le ayude a hacerse la prueba antes de que sus jefes le ordenen que se la haga.
Varios de sus excompañeros de preparatoria están ocupados con sus propias cosas, otros más se han mudado de Tokio para poder llevar una vida más tranquila y un trabajo mejor pagado. Están los pocos que todavía juegan vóley a los que tampoco puede molestar cuando la temporada de la V-League está a nada de reanudarse después de que toda actividad no esencial fuera cancelada, y otros más están en la concentración de la selección japonesa.
Kuroo-san tampoco es una opción considerando que también trabaja en esa industria, y no quiere molestar a Tenma después de que el pobre ha tenido demasiado trabajo con dibujar la portada de la Jumpde esa semana junto con una doble página, además de estar haciendo las correcciones para el siguiente tomo a estrenar y teniendo que dibujar la portada y contraportada de este y que tiene a casi todos los personajes de la historia.
Solo le queda salir de casa cuando la fiebre haya bajado lo suficiente para no sentir la cabeza tan dispersa por el calor en su rostro y la deshidratación que combate con agua fresca que ha sacado del refrigerador. También se ve obligado a abrir la caja de compresas frías que compró en la madrugada para preparar una y pegarla en su frente con cuidado.
Aprovecha el tiempo también para poner agua a hervir para prepararse un té —que su cuerpo agradecerá en cuanto termine de beber el mismo— y para preparar el ramen instantáneo que aún tiene guardado de la madrugada.
Sabe que no es lo ideal, pero en su estado de salud, no se puede permitir preparar algo más elaborado o salir a comprar algo más en algún puesto de la calle. No quiere repetir los errores de gran parte de la población cuando inició la pandemia y permitió que los casos se elevaran rápidamente a pesar del uso de mascarillas en toda la población.
Es solo cuestión de un par de horas para que la fiebre ceda un par de grados —los suficientes como para que Akaashi no se sienta mareado por el calor en su cuerpo—, y pueda salir con dirección a la clínica más cercana que pueda hacerle la PCR que obviamente requiere para descartar que sea COVID, y que también puedan darle la atención médica que se ha negado a recibir desde la tarde-noche del día anterior por culpa de su orgullo y el no querer esperar a que algún médico tuviera algo de tiempo para él.
El camino hasta la clínica más cercana se siente bastante pesado. Afortunadamente no debe usar el subterráneo o algún autobús que le deje cerca, pero si se ve obligado a caminar bastante para poder llegar desde el complejo en el que vive hasta su destino. Si no estuviera enfermo, sería una caminata común y corriente, como las que suele hacer por el barrio de Akihabara para comprar mangas o animes, o por Shibuya para simplemente descansar y despejar su mente de su trabajo.
Sin embargo, estando enfermo, se siente como si estuviera corriendo una maratón. El cuerpo le duele demasiado, y la temperatura de su cuerpo vuelve a subir después de un buen rato caminando. Respirar le cuesta después de varios minutos, y aunque quitarse la mascarilla suena tentador para poder refrescarse, no lo hace porque es un ciudadano educado que no sabe qué tiene en realidad.
Tarda mucho más de lo deseado en llegar a la clínica, pero logra hacerlo después de haber tomado un descanso en un par de ocasiones. Las enfermeras de la recepción notan que su estado de salud está bastante decaído, así que se apresuran para tomar sus datos y tomar sus signos vitales —sobre todo la temperatura, que por el color rojo de su cara, parece ser alta para que se le considere dentro del rango normal—.
Uno de los consultorios se abre después de unos minutos en los que las enfermeras han metido sus datos a la base de datos y le han asignado un color dentro del triage. Akaashi se siente bastante confundido por culpa del mareo, así que un enfermero le ayuda a entrar hasta el consultorio al que ha sido llamado.
Keiji apenas si distingue la figura del paciente que va pasando casi a su lado debido al malestar. Supone que es alguien conocido por la manera en la que logra escuchar un «Lo estaré esperando afuera» que no termina de reconocer en su totalidad.
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La consulta con el médico; un agradable hombre ya entrado en edad que hace su trabajo con la misma pasión con la que seguramente estudió la demandante carrera de medicina, tiene un efecto tranquilizador en Akaashi.
El hombre se asegura de preguntar si está bien hacer las auscultaciones de rutina. Se toma su tiempo en revisar de pies a cabeza a Keiji que, a pesar de la fiebre, siente la manera en la que el doctor toca su espalda justo a la altura de los pulmones y presiona de vez en cuando en ciertos puntos.
Así pasan los minutos. Akaashi regresa a la silla en la que dio inicio la consulta. El agradable hombre de cabello castaño claro revisa el expediente médico al que tiene acceso para corroborar que Keiji no sea alérgico a algún compuesto activo o tenga alguna otra enfermedad de cuidado que se le haya pasado mencionar.
El médico se tarda algunos minutos en llenar la receta y una orden para que le hagan exámenes de rutina a Akaashi que, por culpa del trabajo tan demandante que tiene, ha ido aplazando indefinidamente. El hombre incluye también la prueba para descartar COVID o Influenza, que parece ser alguna de las dos enfermedades considerando que sus síntomas son bastante preocupantes como para ser un simple resfriado provocado por la falta de autocuidado y estrés.
—Mientras no tengas los resultados de tus pruebas para descartar cualquiera de las dos enfermedades, solo puedo mandarte a descansar a tu casa, que te alimentes bien y descanses lo más que te sea posible.
Akaashi presta atención a las indicaciones, a la vez que lee la receta —misma que está hecha a computadora, o le sería complicado entender las órdenes del médico a pesar de que está más que acostumbrado a las caligrafías abstractas desde la preparatoria—. Conforme sus ojos pasan rápidamente por las indicaciones, se asegura de recordar también que tiene que pedir que alguien más lo cuide por un par de días, solo los suficientes para poder hacer su vida normal sin la preocupación de la fiebre.
Oh. También debería comprar más compresas frías para bajar la temperatura de su cuerpo. No sabe cuántos días podrá depender en el paquete que compró apenas en la madrugada y de la que ya ha usado una hasta hace rato.
Para cuando el médico le da el permiso de salir, con la promesa de regresar en los próximos días con los resultados de sus pruebas, o antes si los síntomas empeoran, Akaashi se siente más tranquilo.
Una vez fuera del consultorio, la figura de alguien extremadamente conocido le alerta.
Miya Osamu le saluda con una sonrisa que apenas si es visible, pero que ilumina su rostro una vez que sabe que Akaashi le ha prestado atención.
Keiji alza una ceja, dejando la pregunta implícita sobre el por qué está ahí, pero no obtiene la respuesta que espera.
—¿Debería acompañarte a tu departamento? —la pregunta le descoloca, pero siendo una de las pocas opciones que tiene en el momento para regresar a su hogar sin que suceda algún percance, termina por aceptar.
Es consciente de que Osamu no le ha seguido. Se hubiera dado cuenta, por más que su cabeza diera vueltas por culpa de la fiebre y falta de oxígeno en su organismo, pero la pregunta de qué estaba haciendo ahí continúa en su cabeza.
Por lo que ha escuchado de su grupo de chismosos de primera, el gemelo de los onigiris había empezado a mostrar mejoría después de varios meses de lidiar con los síntomas post-COVID que han sido incluso más molestos que los de la enfermedad inicial, así que no tendría por qué estar yendo al médico a menos de que sea por otra cosa que, y recordando las conversaciones de Bokuto-san y Atsumu, no ha sucedido o el gemelo del voleibol ya hubiera pedido una licencia para poder ayudar a su hermano.
Entonces, ¿por qué?
Tampoco es como que pueda hacer la pregunta para iniciar una conversación casual con el contrario, por más que la curiosidad le pica demasiado.
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Akaashi siente que, de nueva cuenta, ha tardado en llegar hasta su domicilio. Definitivamente el cansancio y el mareo le afectan demasiado como para llevar un ritmo normal en su caminata, y si a eso le agrega que en verdad se tiene que detener por algunos minutos para recuperar algo de aire y descansar sus doloridas piernas, es normal que se haya tardado más tiempo del deseado.
Osamu no le dice nada sobre eso, sino que le pide que descanse cuando se percata de que cada vez le cuesta más trabajo caminar. Y tomar un taxi no es opción considerando que no tiene tanto dinero consigo, apenas lo suficiente para comprar algo de comida en el camino para los dos. No quiere ser un mal anfitrión para Osamu, y solo ofrecer té para su invitado sorpresa considera que es poco. Sobre todo si pone en la balanza el hecho de que Miya le está ayudando a ser un adulto más o menos funcional hasta que pueda pedir ayuda de alguien más.
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La temperatura dentro del pequeño pero acogedor departamento se siente bien. No se ha encerrado el calor por culpa de la humedad, pero tampoco se siente frío considerando que el inmueble no ha recibido la luz del sol en todo el día.
Los dos dejan sus zapatos en el genkan. Akaashi intenta hacer la nota mental de comprar más pantuflas aparte de las suyas y el par extra que tiene por cualquier visita que reciba. Espera que su memoria sea capaz de recordar las cosas que le hagan falta una vez que pueda salir y continuar con su vida normal.
Osamu agradece la hospitalidad, para tomar asiento después frente a la pequeña mesita al centro de la sala de estar a la vez que Keiji le ofrece algo para beber mientras deja la bolsa con las dos órdenes de arroz frito y verduras hervidas que compraron de camino.
Akaashi se queda en la cocineta del departamento hasta que escucha el chillido de la tetera, señal de que el agua está en su punto exacto, y se apresura a buscar las bolsas de té. Lamentablemente es instantáneo, pero siempre le ha sacado de apuros.
El problema sería que Osamu le hubiera pedido café. Después de la última vez que hizo una larga maratón de revisar manuscritos, scripts, y demás cosas de la editorial y tomar café durante un día, decidió que era suficiente para él.
No quiere repetir el error de tomar aunque sea una taza de café y estar despierto y de mal humor por más de día y medio después.
Como dicen por ahí, nunca más.
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El resto de la tarde se les va en platicar de cosas sin sentido y pedir comida a domicilio de algún restaurante que Osamu conoce por estar en la industria.
Para evitar que Akaashi tenga que salir cuando todavía no sabe que tiene en realidad, Osamu es quién se apura a recibir el pedido. Miya tarda un par de minutos extra en una conversación que Keiji no termina de escuchar, pero supone que la tardanza es gracias a que el repartidor es alguien conocido.
No es sino hasta llegar la noche, que la fiebre vuelve a empeorar. Akaashi se siente tan débil y adolorido, pero intenta no demostrarlo.
Sin embargo, Osamu se da cuenta de que hay algo mal por la manera en la que Keiji se ve pálido —más pálido de lo normal—, y sus ojos se ven bastante rojos como para ser de cansancio. Así que acerca un poco su mano para tentar la temperatura ajena y vaya mierda, Akaashi está ardiendo en fiebre.
—¿En dónde tienes tu termómetro? —pregunta Osamu poco después de que se haya levantado con prisa para buscar el termómetro, y revisar con la vista en dónde se encuentran las cosas que pueda necesitar, incluido su celular por cualquier emergencia que esté fuera de su control.
Akaashi hace un gran esfuerzo por señalar el lugar en el que recuerda haber dejado el termómetro. Supone que también ahí dejó las compresas frías para bajar la fiebre, mismas que quiere alcanzar. Osamu le impide levantarse de su lugar, así que supone que en verdad debe de verse demasiado mal.
Incluso más que cuando lo encontró en la clínica horas antes.
Ahhh. Con lo mucho que odia que lo vean vulnerable, y tiene que verse obligado a qué alguien más lo cuide.
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—Sí… ajá…
Una voz que apenas si reconoce se escucha bastante cerca, pero ahogada por las paredes que lo deben separar del dueño de esta.
Keiji revisa la hora del reloj que hay en su habitación y que marca que pasan de las 3 de la mañana, para sentir la duda creciendo pocos segundos después sobre cómo llegó a su cuarto, cuando recuerda haber estado en la sala de estar.
¿En qué momento se quedó dormido? No lo sabe, lo único seguro es que han pasado varias horas considerando que se siente más fresco, pero su garganta está seca.
Hace el amago de levantarse, pero antes de siquiera lograrlo la profunda y grave voz de Osamu le ordena volver a su cama. Miya le pasa una botella de agua fría, que Akaashi agradece tener ahora mismo porque en verdad le ayuda a sentir que su cuerpo se termina de refrescar.
—¿Te sientes mejor? —la pregunta es clara, pero el tono usado tiene una pequeña muestra de preocupación que Keiji escucha extraña.
—Sí… gracias.
Osamu apenas si sonríe ante la respuesta.
Keiji corresponde el gesto sin haberse dado cuenta, pero revisando de nueva cuenta la hora como si fuera lo más importante —tal vez lo sea para él, considerando que ha pasado casi los últimos dos días durmiendo sin darse cuenta—, y pensando en que también es un buen momento para volver a corroborar que la temperatura de su cuerpo esté a un nivel más normal.
Afortunadamente, el termómetro marca que apenas si tiene fiebre. Aun así, apunta a que será otra larga noche, y aunque se siente más tranquilo sabiendo que tiene compañía, Akaashi sigue sin saber la razón por la cual Miya Osamu decidió que sería una buena idea ayudarle en ese momento de necesidad.
«Es que me pareces alguien interesante...»
La frase se repite en su cabeza, y Akaashi no es capaz de reconocer si es porque Osamu en algún momento la dijo o no.
Extraño.
