En el corazón del ministerio de magia, hay una habitación al más puro estilo muggle: paredes grises y aburridas, vestidores con taquillas metálicas, colchones; todo en negro y gris, todo polvoriento. Ninguna varita por ninguna parte. Ni capa, ni túnica.
Ahí está Harry ahora, sin espejuelos, pies separados, las manos agarradas tras la cintura; vestido de negro, con ropas pegadas al cuerpo que su profesión demanda entrenar, se ve muy militar. Delante de él, once nuevos reclutas, igualmente uniformados. Solo una diferencia entre profesor y aprendices, aparte de la edad: el brazalete mágico cerca de su hombro izquierdo, apenas apreciable ahora que es parte de su piel.
Como de costumbre, los jóvenes magos le recuerdan a sus amigos a su edad (a su equipo, en realidad), pero al mismo tiempo no lo hacen. "¿Lucíamos así de confundidos a los 20?" piensa, frunciendo el ceño ligeramente al tiempo que su mirada va de una a otra cara, decidiendo enseguida que ninguno de los miembros del ED era así. Para entonces, Ron, el más despistado, se había sacrificado a un ajedrez mágico para conquistar la piedra filosofal, entrado en la cámara de los secretos, sido arrastrado por un perro enorme para descubrir que su rata era un mago oscuro… y como de costumbre, Harry no puede entender por qué su amigo no está entre los aurores. Pero ya ha ido por el mismo hilo de pensamiento varios años, así que apenas lo distrae.
–Su entrenamiento como auror requiere también habilidades físicas –explica con voz potente–. ¿Quién me puede decir por qué?
Una mano sale disparada hacia el techo, y agradables memorias de mucho tiempo atrás lo llenan al tiempo que mira a la joven recluta de la primera fila. Su cabello está recogido en una cola de caballo de modo que no entre a sus ojos, pero sin dudas que es tupido. La expresión poco femenina le resulta tan familiar que mira de allí a su compañera, de pie en la misma postura que él pero un paso por delante de los aprendices, y de vuelta. Por primera vez nota el paso del tiempo: Hermione ha florecido en ese aspecto de belleza eterna que hace, de las brujas, leyenda temida y envidiada, al tiempo que el rostro de la recluta empieza a asentarse tras la adolescencia; esta le recuerda más a la Hermione que estaba en su boda, que Hermione misma. No es que la diferencia sea tan notable.
–¿Auror…?
–Granger –completa la chica–. Necesitamos habilidades físicas para no quedar desprotegidos si nos desarman. Como los policías que se entrenan en el cuerpo a cuerpo aunque tengan pistolas…
La mayoría de los reclutas parecen confundidos con la comparación. No crecieron en un entorno muggle.
Y con eso, Harry confirma su identidad. Duham La hermanita de Hermione. (Sus padres tienen un don para los nombres, al parecer.)
–Muy bien–, se abstiene de ofrecer "diez puntos para Gryffindor"–. Supongo que has entrenado antes.
La recluta sonríe segura de sí misma.
–Me gané algunas medallas luchando a la manera muggle.
–Tal vez deberías venir aquí y mostrarnos.
La joven bruja camina confiadamente para pararse a su lado y ambos adoptan posturas de combate. La de ella es bastante buena. "Pensé que duraría más", piensa él un segundo después. Para entonces, la tiene inmovilizada y jadeando entre su cuerpo y el colchón. Nota que su cabello es un arco iris de tonos de marrón, igual que el de Hermione. Su olor es, también, muy similar al de su hermana: tarta de melaza y cuero, con un toque de calabaza y algo floral de fondo. La parte de cuero evoca portadas de libros y bibliotecas y sabiduría. Cuando se levanta, es con una especie de ternura que le ofrece la mano. Ella se ve bastante cabreada. Probablemente también pensó que duraría más.
Desviando su mirada hacia Hermione, extiende su magia para tocarla con suavidad, sintiéndola como lo puede hacer un compañero. Es una pregunta. La planteó con palabras esta mañana, pero aún así… La leona estaba bastante herida ayer. Pero la misma proyecta sus propios poderes con decisión. De ninguna manera lo va a dejar tratarla como una niña.
–Ahora mi compañera y yo te daremos una demostración–, anuncia mientras Hermione camina hacia él, con una expresión profesional en sus ojos.
Adoptan sus posturas. Las comisuras de la boca de Harry se mueven ligeramente hacia arriba al mirar sus ojos cálidos; avergonzado como se siente cada vez que ella lo vence frente a los nuevos aprendices, siempre es emocionante luchar contra ella. Y aunque ella está usando su mejor máscara, él también puede ver su sonrisa, su expresión de sabelotodo, no tan diferente una vez adaptada a un combate. Las cicatrices plateadas que ahora manchan su rostro, resultado de una vida de lucha contra la magia oscura, no estropean el efecto. Ambos se mueven al mismo tiempo. Él intenta golpearla, pero ella lo evade; Intenta agarrarla, pero ella se desliza de sus manos. Ni una vez lo golpea, y hasta se mantiene a su derecha, favoreciendo la pierna izquierda (que él se lesionó en una misión años atrás). Sin embargo, de repente él siente que lo patean tras su otra rodilla y cae, y lo próximo que sabe es que ella está sentada sobre sus muslos, inmovilizando sus manos tras su espalda, todo su peso usado con eficiencia para que no pueda mover un músculo. Él es consciente de su cabello ligeramente despeinado, sus mejillas sonrojadas y el jadeo, y de su propia excitación, que rápidamente atribuye a la adrenalina que le bombea en las venas, antes de que ella se levante y retroceda, permitiéndole respirar. Él no se pregunta por qué no ha podido respirar fácilmente antes, si ella no puso peso sobre su pecho. Es así cada vez. Se pone de pie para enfrentar a sus aprendices, que ahora se susurran unos a otros y lo miran con desdén; tiene la clara impresión de que lo desprecian porque una mujer lo ha vencido. Como si eso fuera tan extraño. Como cada vez, exige:
–A continuación, todos ustedes vendrán y tratarán de vencerme.
–Al mismo tiempo– confirma Duham.
–Sí.
Después de un momento de vacilación, los once nuevos aprendices caen sobre él.
Deja fuera de combate a cada uno de ellos rápidamente.
Heridos principalmente en su orgullo, se ponen de pie de nuevo. Un aprendiz pelirrojo se frota la nuca. Un chico que físicamente le recuerda a Neville, está cojeando de la pierna derecha. Nada que una buena noche de sueño no pueda curar.
–Esa es la razón por la que todos ustedes estarán aquí mañana a las siete, y todos los días después de eso. Deben realizar al menos dos horas de entrenamiento antes de unirse a sus mentores en sus propias tareas –Debe levantar la voz desde la primera oración, y a medida que la protesta general se hace más fuerte–. Todos nos turnaremos para enseñar y evaluar tus habilidades. Todavía pasará un tiempo antes de que se unan a la Fuerza como aurores completamente entrenados.
Deja de prestar atención, al notar la figura encapuchada que destaca en su cámara de entrenamiento.
–Auror Potter–llama la voz soñadora de Luna–. Auror Granger. ¿Puedo interrumpir?
–Jefa– sonríe el mago–. La clase es toda suya.
Luna flota hacia el frente.
–Ahora todos ustedes serán asignados a un auror experto–indica la rubia, y comienza a leer la lista.
Ninguno de los reclutas hace un comentario. Todos han escuchado sobre el agua mansa y sobre las habilidades de la Jefa Lovegood en batalla. Harry ya no se pregunta qué habría pensado su clase en Hogwarts sobre la elección de carrera de Luna.
Sólo presta atención una vez que se menciona su nombre. Su mirada a Hermione es fácil de interpretar, y ella pone los ojos en blanco, consciente de que no ha oído por qué lo han nombrado. La auror mira a su hermana de manera significativa, con un destello de dolor en sus ojos que no tiene mucho que ver con las circunstancias actuales; él también lo siente en su espíritu, en la forma en que la magia de la bruja se agita y se vuelve azul. La aprendiza por su parte tiene una gran sonrisa en la cara.
Mientras Luna camina hacia la salida, y antes de que Harry diga otra palabra, inclina su cabeza hacia un lado, obviamente escuchando voces que solo ella puede, y se gira.
–Buckbeack –llama.
El dúo así nombrado se vuelve hacia ella, Harry, enderezándose, al tiempo que Hermione se para a su lado, y espera la orden con él. Luna ha extraído un trozo de pergamino y susurra "Portus" señalándolo, antes de agregar:
–Asesinato, dos magos y una bruja, criminal desconocido a la fuga, el resto del equipo ya está allí, perímetro asegurado, pueden llevar al aprendiz si lo desean y ella tiene estómago –La rubia duda antes de susurrar–. Hay un niño.
El estómago de Harry se da la vuelta, aunque esto no es nuevo para ellos. Los aurores luchan contra los magos oscuros, y estos no tienden a ser amables. Los niños muertos… es más fácil lidiar con ellos para quienes no tienen hijos propios.
Duham ya está al lado de su mentor, su mirada los desafía a decirle que se quede, aunque Hermione puede ver también miedo y emoción en sus ojos; el murmullo excitado de los demás aprendices es más elocuente.
La escena del crimen está iluminada y oscura: iluminada por la luz del sol, que tan pronto como atraviesa las puertas francesas, es desfigurada por magia oscura tan espesa que parte del personal que llena la escena está utilizando lumos. Los técnicos pasan rápidamente junto a ellos sin una mirada, otros están levitando pruebas a pequeñas burbujas aislantes. Harry está ligeramente sorprendido de no haberse encontrado en un callejón oscuro en algún lugar, como de costumbre. Esta debe ser una de las mansiones más hermosas que jamás haya visto. El arte los envuelve en un torbellino de historia, clase y brillantes colores. Todos ellos, simples plebeyos, parecen decididamente fuera de lugar aquí. Y le recuerda a la mansión Malfoy. Sentidos terrenales y empáticos se extienden instintivamente para tocar a Hermione donde está justo detrás de su codo. Ella se siente tan pálida como parece, pero asiente y traga. Detrás de ella, Duham mira a su alrededor, con los ojos muy abiertos y pareciendo demasiado joven e ingenua para seguir viva. Nunca ha visto una investigación real de tan cerca.
Cuando encuentra a alguien capaz de proporcionarle más información, siente que Hermione se aleja y casi alarga la mano. Una mirada de preocupación la sigue hasta donde ella se agacha, al lado de una sábana que alberga visiblemente varios cuerpos. También al lado de la sábana, otro mago guarda instrumentos en un maletín; el medipatólogo, presume. La oscuridad de la magia utilizada hace que su estómago dé un vuelco, incluso desde la distancia; se rasca la frente, distraído, al tiempo que se pregunta cuán joven era el niño, que el asesinato irradia tanto luto.
–Dos magos y una bruja de sangre pura fueron encontrados muertos esta mañana alrededor de las 7–informa el oficial–, mientras el elfo doméstico alistaba la casa para la venta. Eviscerados vivos. Hechizo desconocido. Se suponía que todos ellos estaban en España, donde el hombre se estaba mudando con su familia.
–Familia de dinero.
El oficial lo mira.
–Todo el mundo conoce a los Lefaye.
Harry asiente. Su falta de conocimiento sobre el Mundo Mágico todavía se evidencia en los peores momentos.
–¿Signos de lucha?
–Todo está bastante limpio y ordenado. Como si hubieran usado un hechizo aislante. Debería haber mucha más sangre, diría yo. Lo menos, usaron un Tergeo. No hay manchas de sangre más allá de la zona de los cuerpos.
–Entonces, nada de voodoo.
Con muñecas de magia oscura, casi cualquier cosa es factible, pero Harry ha visto esas escenas: el autor generalmente no está a mano para hacer control de daños.
–Hasta donde sabemos… Si había una muñeca, se la llevaron. O está en otra parte de la mansión. Este lugar es enorme.
Eso no dice mucho. Si el autor estaba a distancia, la muñeca, también.
–¿Punto de entrada?
–Ventanas y puertas, trancadas. Y las protecciones mágicas han aguantado, nada de apariciones.
–¿Pisadas?
–La alfombra es autolimpiable.
Estúpida moda piensa Harry. Si los magos supieran lo fácil que es matar a alguien sobre una de esas cosas y salir indemne…
–Igual podrían haber dejado una nota de suicidio –continúa el oficial, pensando obviamente en la misma línea–, pero no fueron tan amables.
–¿Quién los vio vivos por última vez?
–No hemos encontrado a nadie que haya intercambiado con ellos una sola palabra en semanas. Se dice que eran un poco psicóticos.
–¿Qué más?
El hombre sacude la cabeza. Se ve casi verde a la luz extraña, y tal vez debido a las náuseas. Harry se fija en sus uñas roídas sobre la libreta de notas, ridícula para el tamaño del sujeto.
–Vamos, algo más tiene que haber.
–La casa parecía abandonada, auror. Nadie vio nada. Los especialistas siguen tratando de determinar la firma mágica, sin resultados, pero es pronto todavía.
–¿Herederos?
–¿Además del bebé? –el comentario pasivo-agresivo no le pasa a Harry desapercibido; la súbita mención ha hecho que su estómago diera un vuelco– Seguimos buscando.
–¿El elfo…?
–Lo encontramos medio muerto al lado de sus amos. Autoflagelación, ya sabe… No se ha despertado.
–¿Y por la vía muggle? ¿Cabellos? ¿Algo?
El oficial parece un poco más verde mientras sacude la cabeza. También parece enfadado. Harry le echaría un sermón sobre el pragmatismo y el rechazo a métodos muggles que podría haberle hecho perder tantos casos, pero ya le da pereza; los usos y costumbres de los magos están demasiado arraigados.
El medipatólogo se aleja, y su compañera está empezando a levitar la sábana.
Con una mirada de advertencia hacia el oficial, y un susurrado: "trabaje sobre ello", camina por fin hacia Hermione.
Se agacha un poco detrás de la bruja, y mira desapasionadamente los cuerpos, apenas reconocibles como tales. Tras ver morir a tantos de los suyos, pocas cosas le impactan, incluso visiones como esta. Hermione es diferente. Ahora tiene esa expresión, la de cuando ve algo que es simplemente demasiado. Tan talentosa como es, no está hecha para esto a veces. La agota. Pesa sobre ella. La bruja parece cien años mayor.
–Se las hicieron tragar.
–¿Cómo…?
–La varita de ambos está en sus cuerpos. El magipatólogo vio la madera a través de las gargantas seccionadas.
Pálida, aprieta los labios en una línea. A Harry le gustaría tanto… Pero ella no quiere que él la trate de modo especial. La mano del mago se cierra en un puño y se queda donde está. Es su magia la que se levanta y rodea a su compañera, protegiéndola de la magia oscura tanto como es posible. La escucha respirar y susurrar:
–No quiero que ella vea esto.
Estupefacto por un segundo, finalmente ve a Duham acercándose, y comprende.
–Si va a ser auror, no puedes protegerla de esto, Hermione.
Parece a punto de decir algo, pero simplemente traga. Sus manos tiemblan. Tiene los ojos fijos en el cuerpo más pequeño, la piel volteada sobre sí misma, nada sino un kilo de carne.
Harry intercepta a Duham antes de que los alcance, la fuerza a mirarlo y le habla con gentileza, la prepara. Para cuando la chica ve los cuerpos, está lista para soportarlo como su hermana.
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–Entonces, ¿cómo fue su primer día? –pregunta Ron, lanzando una cerveza de mantequilla que Harry atrapa fácilmente.
La sonrisa de su mejor amigo no es tan descuidada como solía ser. Hoy ha sido un día largo, para todos ellos. El lado político del Ministerio de Magia tampoco puede ser agradable. La peor parte: no puede comentar. Harry pensaría que el resto de la charla continua y sin sentido es sobrecompensando, si no hubiera conocido a Ron mucho antes. Feliz de haber rechazado esa oferta, Harry abre la cerveza de mantequilla y mira a su alrededor.
–¿Quién? –Pregunta.
–La hermana de Hermione. Me dijeron que eres su mentor.
Un destello de dolor reluce en los ojos de Harry, un eco de lo que vio en los de Hermione más temprano, cuando asignaban a los reclutas.
–¿Cómo está Hermione? –susurra.
Ron se encoge de hombros.
–Se supone que debes sentirlo mejor que yo.
–Igual eres su marido.
Curiosamente, ambos están tratando de mantener la amargura fuera de sus voces. Del lobo un pelo. Ron bebe un poco de su cerveza y se lame los labios antes de responder:
–No hay cómo evitarlo. Ha pasado un tiempo desde que perdió a su aprendiz. Eventualmente, uno de ustedes sería responsable de algún otro novato.
–Sí, pero ella acaba de enfrentar a Parkinson, ayer. Y ni siquiera podía matarla. Deberían haber esperado un poco más.
–Hubiera presionado, si hubiera tenido alguna jurisdicción allí –dice Ron con gravedad.
Él siempre ha sido protector con su esposa, incluso antes; en el mundo de Ron, nadie puede lastimar a Hermione, aparte de Ron mismo. Harry desvía su atención a la puerta detrás de la cual la erudita está ahogando su pena en libros, su forma habitual de lidiar con esas cosas. No debe haber nada más que decir al respecto. Se esfuerza por recordar el tema anterior: Duham.
–Bueno, es dura –El ojiverde se encoje de hombros–. Estuvo de pie frente a un bebé asesinado, en una habitación tan llena de magia negra que podías cortarla con un cuchillo, y no vomitó. La misma expresión que tenía Hermione cuando vio el cuerpo de Colin, te lo juro. Cómo se las habrá arreglado el centro de adopción para encontrar una familia como esa.
La mirada se extiende en una caricia al resto de la casa. No ha estado aquí a menudo, todo lo que sabe es que está en un vecindario muggle y que la bruja se lo compró a sus padres cuando regresaron de Australia.
–Este lugar es agradable–comenta–. Me alegra que no lo hayas vendido.
–Hermione no quiso ni escuchar de ello. Merlín sabe que podríamos haber usado el dinero... Pero estaba ocupado de todos modos. Duham creció aquí. Sus padres se mudaron recientemente.
–No se ha redecorado en años, ¿eh? Recuerdo los muebles en los mismos lugares.
Ron lo mira brevemente.
–No sabía que habías estado aquí.
Harry trata de recordar, y termina encogiéndose de hombros. Calidez llena sus pulmones, solo estando aquí, pero especialmente en la cocina o en la sala de estar, o en la habitación de invitados donde dormirá a partir de ahora. Como si viniera de recuerdos de ella no puede ubicar del todo. Estar aquí, lo hace pensar en Hermione de una manera muy vívida pero idealizada. Como si brillara. También le recuerda mucho a su yo más joven, tan similar a alguien que ha conocido recientemente.
–Duham parece ser muy parecida a su hermana. Hasta se sabe todas las respuestas–Se ríe–. Es extraño. Cabría pensar que comparten sangre.
–Soy su padrino, sabes –anuncia Ron–. Aunque no cercano como debería ser. Nada como tú y Teddy.
–Bueno, Hermione la mantuvo alejada del Mundo Mágico el tiempo suficiente. Me costó reconocerla.
La puerta se abre y Hermione sale, con la nariz clavada en un libro. Lleva pijamas desgastados y su cabello es un desastre, pero Harry sonríe ligeramente al verla.
–¿Te gusta? –Ron pregunta de repente.
La mirada alarmada de Harry va de Ron a Hermione en un gesto de "¿qué?" que Ron ignora.
–Duham–señala–. ¿Te gusta?
–¡No! No, no es así en absoluto–, la voz de Harry suena vehemente–. Merlín, Ron. Es casi de la edad de James. Demonios, podría ser mi hija. La sostuve cuando era un bebé...
–¡Y rara vez la has visto desde entonces! – Ron termina por él–. Y ella es hermosa, como... bueno, como Hermione. A la mejor edad…
–¡Hermione no es vieja!
–Yo no soy vieja.
Hablaron a la vez, y sus ojos se encuentran al tiempo que Ron se disculpa profusamente, luciendo decididamente confundido: en el mundo en que se crió a nadie se le considera viejo hasta pasados los ciento treinta, por lo que ni siquiera sabe por qué escucharon tal cosa en su discurso.
Incluso desde el otro lado de la habitación, Harry ve los puntos luminosos en sus iris, cómo danzan con la luz cambiando. Se toma de un golpe el resto de la cerveza, sin respirar.
–¡Saben que eso no es lo que quise decir! Solo que es maleable, sin complicaciones: sin ex ni hijos... Sería comprensible...
–... Y un poco cliché, ¿no te parece? –completa Hermione con brusquedad.
Harry detecta en ella una mezcla de emociones, con... ¿miedo? Le va a preguntar, pero no están solos, y quizás ella no quería que nadie supiera. No es que con él le quede otro remedio. Meciendo la botella vacía en sus manos, Harry cambia de tema con otro argumento.
–Y tengo mujer...
–Tenías, Harry… –corrige Ron en un susurro, mirando a Hermione con cautela.
–¡… y ningún deseo de reemplazarla! Merlín, Ron. ¿De dónde sacas ese tipo de ideas?!
Dándose la vuelta, se da cuenta de que Hermione los está mirando cuidadosamente por encima del grueso libro. De repente, recuerda su reacción al entrenamiento de hoy, y casi puede escuchar su comentario: "Bueno, tu cuerpo no está de acuerdo, ¿verdad?"
–Por favor, dime que no eres tú quien pretende hacer de casamentero –suena la voz de la bruja, que ahora observa a Ron, con los labios apretados en una línea antes y después de la pregunta.
Ron levanta sus manos de inmediato, luciendo ligeramente asustado de su propia esposa.
–Nada que ver conmigo, lo juro. Ni siquiera estoy cerca del departamento de Aurores. De hecho es bueno saberlo...
La mujer lo mira con suspicacia, pero no hace otro comentario antes de volver a entrar en la habitación.
–Es muy protectora con su hermana –Ron comenta y se ríe–. Incluso más que con nosotros.
Harry asiente, recordando todas esas veces en que Hermione salía del trabajo temprano para cuidar a la niña.
–No envidio al novio de la chica. No sabrá qué lo golpeó.
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Avance:
Intenta no admirar la silueta de su compañero recortada contra el cielo gris. De veras. Trata de ni ver cómo su cabeza se inclina hacia adelante, pensativa, poética y real a la vez, sus manos masculinas y llenas de cicatrices agarrando la cornisa de piedra, sus ojos verdes, casi grises por el reflejo del paisaje. Se pregunta cómo el mago del cuento logró sacarse su propio corazón. Como que le hace falta el mismo hechizo ahora mismo.
