¡Y estoy de vuelta! Sé que habré publicado de manera cuatrimestral este año, pero no se inquieten nunca por mi ausencia, ha sido en parte para dar tiempo a que todos los invitados que no tienen avisos de actualización se pusieran al día. Además, estuvo el COVID, un curso de bioética que me tuvo sin poder ni respirar por tres meses, y temas familiares afortunadamente sin gravedad. Tampoco he estado ausente del todo del universo de Obliviate-Revelio: como algunos saben, he estado trabajando otra parte del mismo (para publicar en AO3, complaciendo peticiones estuve escribiendo una especie de spinoff alternativo al primer final de Obliviate).

Igual la historia principal Obliviate-Revelio sigue siendo mi favorita (la escritura aquí es de mejor calidad y el angst mucho más espeso) y estoy feliz de estar de vuelta.

Solo un poco… congelada ante la posibilidad de echar algo a perder.

Salir de eso depende en parte de su retroalimentación. Así que agradezco mucho todos sus reviews. Muchas gracias especialmente a aquellos que la han seguido desde el principio, por su paciencia de santos: a jennhhgp (aquí te va otra escena de entrenamiento, espero que te guste), Maarinaaaaa (es Duham, caso que los demás también se lo pregunten), Montei (gracias por priorizarme), ¿dónde anda LordRenxx? Y a los que se han incorporado luego pero como AlenDarkStar me han dado el gusto de comentar tantos capítulos.

Y a tantos invitados, me gustaría poderles responder por privado y siempre temo que como no les llegan avisos pues se pierdan las actualizaciones. Gracias a Yoseline (no se van a librar de mí, jeje, mis actualizaciones son esporádicas pero seguras), Dayane (gracias por la promoción), Andree, Grace, Alone (¿fue pequeña alguna vez?), Alondra, Funny (no te puedo responder sin spoiler XD), Andrea (busqué el fic que me dices), Morgan, Olga (corazoncitos para ti), Carmen (este fic va a tener un final feliz, te lo prometo), Samanta (me vas a tener que dar el autor y el título de esa historia), Guest y Guest (no sé si son el mismo ¿?), y muy especialmente a Iris que fue tan comprensiva (este fic solo será abandonado sobre mi cadáver, solo recen porque no me coja el covid), HyH (¡no te mueras!).

Y a ang567lui, cuyo review finalmente me puso a trabajar, aunque un mes más tarde.

Estoy tan feliz de ver que este pequeño proyecto le haya gustado a tanta gente.

No me atrevo a prometerles nada en materia tiempo. Dos cosas sí les prometo: este fic no se va a quedar incompleto, y va a tener un final feliz. Normalmente dejo que la historia hable sola, pero con el precedente de Obliviate y la historia alargándose, me figuré que es necesario adelantarles al menos eso.

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La oscuridad y lo imposible

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Hermione se llevó el dorso de la mano a la boca, echando apenas una ojeada a la sangre que había limpiado, los ojos fijos en el oponente al que acababa de maldecir; este deflectó el hechizo, y el siguiente.

−Expelliarmus –lanzó a continuación.

−¡Ya está bueno! –llamó el entrenador− ¡Potter, por loable que sea proteger a su compañera, va a acabar muerta si no entrena apropiadamente! Y aunque parezca que sí, enunciar el hechizo no la está ayudando a largo plazo, usted es perfectamente capaz de lanzar sin palabras ¡y el próximo Señor Oscuro, también!

La mujer, desde el suelo, donde había bloqueado su maldición sin esfuerzo, miró con rabia a su viejo amigo. Harry se encogió de hombros mentalmente. Ella podía ser muy terca como para comprender que no se entrena tan pronto tras una lesión así, hasta ahí su derecho; pero él tenía los suyos: no tenía por qué participar en ello, y herirla de paso.

−Ya es tarde –el profe suspiró−. A dormir, todos.

Y sacudiendo la cabeza hacia el par que seguía en la pista de entrenamiento, se unió a los demás en su camino a la puerta.

El primer impulso del chico fue alargarle la mano a la mujer, preguntarse si estaba bien; pero a través de la conexión empática recientemente establecida, le llegaba alta y clara su irritación. El brazalete estaba ardiendo. Se hubiera ido si ella le hubiera dado tiempo –Hermione, irritada, era siempre temible−. Sin embargo, la mujer se interpuso en su camino tensa, roja y con el cabello de Medusa, pero en silencio hasta que los demás se hubieron marchado.

−Harry James Potter −siseó−, cómo te atreves a tratarme con tanta condescendencia.

−Ya te lo dije, Hermione –murmuró él de vuelta−. En esta etapa de tu recuperación…

−Ya, porque los Malfoy del mundo van a esperar cortésmente a que esté en óptimas condiciones antes de atacar –resopló ella.

−¿Qué no me estás escuchando? ¡Ni siquiera deberías estar aquí!

−Eso no es problema tuyo.

−¿Qué no…? –comenzó el auror, intensamente ofendido.

−En el campo de batalla, estamos del mismo lado –clarificó su amiga−. Aquí, no.

−Mira, Hermione, incluso si no fuera tu compañero, es problema mío el decidir si causo o no una lesión irreversible.

Hermione suspiró, a mitad de camino entre molesta y conmovida.

−Era dulce al principio, Harry, pero ya me estoy ofendiendo. Dame una oportunidad limpia. De verdad. No quiero ganar. Quiero entrenar. Si realmente quieres ayudar, tienes que darme todo lo que tengas.

−No te voy a atacar.

El cambio en su expresión fue diminuto y tan rápido que ni siquiera Harry tuvo tiempo de reaccionar.

−Defiéndete, entonces.

Ese fue todo el aviso que tuvo antes de que su mano le quemara el pecho; el hechicero se lanzó a sí mismo hacia atrás, pero su homóloga ya había situado allí un vacío de oxígeno. Tuvo que empezar a levitar de repente para respirar. Hasta que todos los gólems de práctica se dispararon hacia él. Maldiciendo entre dientes, Harry le lanzó un hechizo inmovilizador, que Hermione evadió fácilmente antes de apagar todas las luces. Inmediatamente Harry se sintió atrapado en una lluvia de lianas. Tras debatirse por un momento, puso los ojos en blanco y advirtió.

−Hermione, acabo de lanzarte contra la pared. En el estado en que estás, si te doy todo lo que tengo seguro pero seguro que no sobrevives.

−Estamos en un puñetero gimnasio, Harry –vino su voz de la oscuridad−. Las paredes están más o menos acolchadas, y tus hechizos no pasan del molestos. No es como si me estuvieras lanzando el cruciatus en una cueva.

Su compañero exploró en sus propios recuerdos y a través de su empatía, buscando signos de debilidad. Esta tarde la guerrera había estado bastante bien, después de todo, tuvo que reconocer. En su fuero interno, la vio inclinada hacia adelante, en postura de lucha –quizás protegiendo su abdomen un poco demasiado, pero ese tic lo llevaba desde antes de la Mansión Malfoy por lo menos, con excelentes resultados-, los ojos brillando en la excitación de la pelea. Podía sentirla cerrando la conexión entre ellos –claro, sin eso de poco le iba a servir la oscuridad-, pero del otro lado no había dolor, por lo menos.

−Muy bien, tú lo quisiste.

De pronto el piso empezó a arder. Hermione jadeó inconscientemente antes de levitar, y Harry estaba escuchando; inmediatamente un hechizo pasó a centímetros de ella. Guiada por las lianas que había hechizado, la aprendiz replicó, pero a juzgar por el ruido del hechizo al impactar contra la pared, Harry ya no estaba allí.

El silencio entonces fue absoluto. Hermione no se atrevía ni a respirar.

La continuación fue un show desvergonzado de poder mágico. Incapaz de escuchar signos de su posición, Harry literalmente envió tal cantidad de hechizos que no podían sino peinar la habitación. Viendo aproximarse los destellos de luz, Hermione se escudó como pudo: el rebote de tantas maldiciones contra su escudo la convirtió en el único punto blanco de la habitación entera. Pero cuando logró penetrar su escudo, ya ella no estaba.

El guerrero no tuvo tiempo para respirar. De pronto le llegaron hechizos de todas direcciones, ¿cómo es que Hermione había logrado cambiar de posición tan rápido? Tuvo que dejarse caer abruptamente para esquivarlos. Sin embargo, Hermione también había anticipado esto: el joven calló en una verdadera tela de araña, en la que se debatió infructuosamente hasta que el advenimiento de más maldiciones lo forzó a tomar medidas drásticas y quemarla en todo su entorno, escapando justo cuando su propio escudo colapsaba. De nuevo era incapaz de ubicar a su contrincante a partir del origen de los hechizos, puesto que estaba lanzando desde diversos puntos, ¿cómo…? Entonces el aprendiz recordó las superficies reflectantes. La mujer debía haberlas memorizado antes de la pelea. Admirable.

Harry se sorprendió sonriendo, excitado por la batalla, un predador, aunque Hermione de ninguna manera iba a aceptar el lugar de presa. Él tenía un centro de magia más poderoso, pero su compañera tenía un cerebro incomparable. Era verdaderamente su igual.

Pero él no iba a perder.

Lanzó un hechizo y se quitó de en medio, memorizando el ángulo de los maleficios en respuesta. Repitió el procedimiento. Ella apenas se había movido. Una vez más. Esta vez la leona casi lo alcanza. Con todo, había valido la pena.

Hermione no lo vio venir cuando él literalmente cayó sobre ella, empujándola hacia la pared y arriba, sosteniéndola lejos del suelo e inmovilizándola con su propio cuerpo.

Con todo, la genio había anticipado algo así. Harry siseó al sentir el contacto afectando su piel. La mujer lo había hecho literalmente alérgico a ella. Qué lista. Un hechizo que solo ella podía retirar. Y supo aprovechar muy bien esos momentos de incertidumbre, casi librándose de su llave. Harry tuvo que echar mano a su superior fuerza física para controlarla y aún evitar que se hiciera más daño, terca que era, mientras trabajaba en al menos modificar el hechizo bajo el que estaba. El resultado fue menos que óptimo, dejando su piel hipersensible, pero al menos ya no dolía.

Sin embargo, sentía el mínimo movimiento. Lo cual normalmente era útil en combate físico, pero aquí, lo distraía. Cada respiración de ella rozaba su cuello y lo hacía estremecer. Se volvió ligeramente, hasta ver sus ojos, la luz apenas suficiente para reflejarse en ellos; eran casi negros, adrenalina dilatando sus pupilas. Eso, y sus jadeos mezclados, eran virtualmente lo único que se percibía en la oscuridad. Puesto que el pecho de la mujer estaba contra el suyo, Harry podía sentir su respiración tanto como escucharla. Y olerla: el aroma a tarta de melaza lo envolvía, intoxicante.

Harry se encontró salivando.

Entonces hizo lo opuesto a lo esperado: se relajó en sus brazos, como agua, dejándolo hundirse en su calor mientras abría la empatía de modo que todo lo que él sentía resonara en ella y regresara multiplicado.

−Sabes, Harry –la encantadora susurró contra sus labios−, si esto fuera una película, me estarías besando.

El chico se apretó contra ella, como por instinto, y enseguida se proyectó varios pasos hacia atrás. Asustado, mortificado. Ese fragmento de segundo de pérdida de control seguía reproduciéndose en su mente. Sus muslos alrededor de los de él, su calidez acogedora. Por breve que hubiera sido ese momento, ella tenía que haber sentido cuán listo estaba él para más que besarla.

La luz parpadeó al encenderse. La bruja había caído al suelo, y ahora estaba sentada entre sus propios muslos, con una mano entre sus rodillas. No parecía tener ninguna prisa por ponerse de pie. Había ganado, por los medios que fuera.

Por un momento se miraron a los ojos, el aire crepitando en torno, hasta que Harry logró mirar a otro lado y la tensión comenzó a bajar. Revolviéndose el pelo, el hombre lanzó una risa nerviosa.

Sí que aprovechas tus… dones.

No pienses en eso –le advirtió la mujer–. El Enlace y la adrenalina son tremendamente… estimulantes… y –agrega, pensativa y ¿nostálgica? la oscuridad le da forma a lo imposible.

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–Sparkie está arriba –la voz de Hermione se escucha desde el cubículo siguiente.

La cabeza de Harry emerge de su propia cascada, dedos intentan secar al menos los ojos lo suficiente como para abrirlos.

–Todavía no estoy seguro de esto, Hermione.

Están de nuevo simulando. Harry se lo había imaginado, desde que la mujer huyó de la oficina y lo dejó maldiciendo y rompiendo cada cristal de la habitación, para al final quedarse bajo el chorro de agua fría, hasta que cada elemento de lo ocurrido se fuera por el tragante. Salvo por los recuerdos. Está comenzando a comprender al joven que alguna vez fue.

–Harry, ya hablamos de esto, tenemos una responsabilidad hacia las víctimas.

–No estoy seguro de cómo los va a ayudar el que vayas a prisión –responde el auror lacónicamente.

–¿Qué sugieres?

–¿Pista anónima? No sé, Hermione, pero tienes que quedar fuera de esto. Quizás pueda ir con Sparkie con los pocos datos que hemos reunido…

–No vas a engañar ni a un alma. Somos uno y todo el mundo lo sabe.

El hombre cierra los ojos, poniendo una mano contra la división entre ellos con casi la fuerza suficiente como para romperla. Uno, dijo ella, y él escuchó el orgullo en la palabra; la intimidad, siempre inexpresable, lo está cortando en pedazos. No puede pensar con claridad con la mujer desnudándose a centímetros de él. Pero tiene que hacerlo. Si van a trabajar juntos, y su ansia de ella no tiene ya remedio, tiene que aguantar esto o escindirse. Así que lo tiene que aguantar, una vez y otra vez, hasta el fin de los tiempos. La perspectiva lo ahoga, por decir lo menos. Se siente como si su piel fuera varias tallas más pequeña.

Y trata de no imaginársela, aunque la conoce tan bien que casi puede ver a través de la división, cómo usa el jabón en la curva de su cuello, su abdomen, sus tobillos, su gesto eficiente pero aún tan sensual para él. No debería, y trata de no hacerlo, pero lo hace de todos modos, y el efecto es devastador. Sin palabras ni varita hechiza el agua para que sea más fría.

–Eso no es saludable, Harry –la oye susurrar, tan quedamente que es como si hubiera hablado a través del Enlace–. Vas a agarrar una neumonía.

Se ríe brevemente, él. Como si tuviera elección.

–No es mi intención torturarte, sabes.

–Te creo. Eso es lo peor –imagina si ella lo estuviera intentando. Se rió de nuevo, sacudiendo la cabeza.

–Algo habrá que hacer.

La frase abre tantas posibilidades peligrosas que Harry no puede impedir que su corazón se acelere, de ansias como de miedo; pero la mujer no puede querer decir nada con eso, no puede, y si sí, entonces le tocará a él detenerla –detenerlos-. Se alza en puntas de pie y mira por encima de la división, lo suficiente como para ver su cara –las duchas están hechizadas para pixelar lo demás, de todos modos, las divisiones pura convención-. La mujer levanta la vista, que se detiene sin querer en los músculos de los brazos que se aferran a la división para sostenerlo. Sus miradas se encuentran por un minuto, y el hombre olvida lo que había planeado decir. Dejándose caer, se termina de bañar; la ducha no va a funcionar en otro sentido de todas maneras. Su mente busca un tema más seguro de conversación, pero antes de encontrarlo su compañera se desliza fuera de la ducha. Escucha sus pasos alejándose, mezclados con el sonido del agua que cae sobre él y sobre el suelo de baldosas. Cerrando los ojos, suspira.

Todavía pasa un rato antes de que salga de la ducha, completamente vestido, secándose el pelo con una toalla a la manera muggle. La primera visión de ella lo hace detener en seco. Hermione ha recogido su cabello en un severo moño, las ropas –blanco y negro- la cubren del cuello a la punta de los pies, y hasta las muñecas; sostiene una carpeta contra su pecho en gesto protector. Lleva una expresión profesional, pero la conoce demasiado bien como para no ver la aprensión y expectativa en su postura. Obviamente apeló a un estilo severo, pero es muy joven como para pasar por McGonagall, las brujas viven tantísimo más que las muggles así que objetivamente hablando no luce ni de treinta, sobre todo cuando intenta activamente lucir mayor. El efecto es el opuesto al pretendido.

–¿Es esto lo que querías decir con "algo"? –el hechicero piensa en voz alta, sin alivio.

La mujer suspira, dejando de actuar.

–Creí que podría ayudar.

El hombre está tratando de no mirarla. Es como si hubiera hiper-hermionizado a sí misma. Casi mórbido, en realidad. Como si fuera parte de un juego de rol. Es una fantasía ambulante. Aunque el porno nunca ha sido parte de su vida, está seguro que así es como luciría su protagonista favorita.

–Quítatelo –ordena, su voz dos octavas muy grave; al escuchar el doble significado en la frase (gracias a que ella abrió los ojos, no es como si su cerebro estuviera funcionando bien ahora mismo), suspira exasperado y se dirige a la puerta antes de que pueda joder más las cosas.

Con la espalda apoyada en la pared, los brazos cruzados, el hombre todavía está intentando convencerse de olvidar los últimos quince minutos cuando Hermione deja la oficina vestida completamente de negro. Le cuesta seguirla. El elevador se cierra tras ellos y nadan entre secretarias y subsecretarias que los miran con adoración hasta la parte posterior del lugar. Es tan surrealista. Ni siquiera lo está mirando, pero el hecho de que eso también es por él (para que esté más cómodo) es tan obvio que hasta eso le tuerce las entrañas. Observa de reojo su perfil (frente alta, cabello rebelde, mentón firme, un broche de león dorado sosteniendo su capa cuyo color lo realza). Es su look de no-me-importa-nada, de guerrera. Una princesa de hielo. No es de ayuda en absoluto.

Cuando se le adelanta, el comportamiento apropiado para su aspecto de elección, Harry murmura:

–Se puedes vestir en un saco de basura, va a dar lo mismo.

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Entrar al cubículo de Sparkie es como entrar a la misma escena del crimen: las paredes altas y doradas, el mobiliario costoso y parcialmente reducido a pedazos, representaciones de valiosos ancestros temporalmente vacías, algunas colgando de un lado del marco (aunque en general, da miedo cuán ordenado está todo, en contraste con los cadáveres expuestos al centro). La silla del auror a un lado es marcadamente anacrónica con el ambiente, como su barato y práctico escritorio y las fotos que cuelgan en el aire justo al lado (es fácil distinguir qué objetos no pertenecen a la ilusión, por la diferencia de iluminación); el empleado se sienta en ella, la varita moviéndose perezosamente mientras piensa en silencio, a veces escribiendo en el aire como un detective muggle escribiría en la pizarra de investigación. Al entrar Harry, el otro auror levanta la mano en el gesto de 'espera', frunciendo el ceño mientras continúa siguiendo un hilo de pensamiento inspirado. Harry nota entre las fotos la de Malfoy, y se pregunta si es paranoia asumir que está mezclado en el asesinato de alguna manera, en sus días de escuela siempre asumió que el rubio tenía algo que ver con todo lo raro y generalmente tuvo razón; pero se obliga a pensar con lógica, puede que sea familiar remoto de los Lefaye, razona, no hay tantas familias purasangre.

Hay una cuarta persona en el restringido espacio: Duham, medio sentada en el escritorio, sí que voltea la cabeza hacia los recién llegados. También se cambió de ropa, el vestuario de reglamento para entrenar (ya diseñado para que no se meta en medio) modificado para exponer incluso más piel. Su mentor casi gruñe, exasperado. ¿Qué pasa con las mujeres en su vida, que de pronto se dedican a organizar un desfile de modas? Si su cuerpo no fuera el de Hermione, habría sido más fácil para el auror controlar sus pensamientos. Él es un profesional, entre muchos otros machos en el departamento. Tiene que tener otra conversación seria con su aprendiz. Y por la expresión de Hermione y su ceño fruncido, ya anticipa que ella también tiene algo que decir, en la misma línea.

El suspiro derrotado de Sparkie los trae de vuelta al asunto urgente.

–¿Qué pasa, Harry? –lanza por encima del hombro– ¿Tiene que ver con la reunión?

–¿Hablamos en privado? –dice, observando a la aprendiz significativamente; no es que eso vaya a ayudar mucho si el hombre no lo está mirando.

–¿Por qué? Fue con ustedes cuando llegaron a la escena. Su perspectiva ha sido útil, es quien descubrió el pasadizo después de todo –Harry mentalmente pone los ojos en blanco ante la pregunta del tipo; ¿qué los motivó a reclutarlo en primer lugar? Confía en que Duham no vaya a poner a Hermione en riesgo, pero… –Ustedes son quienes no deberían estar aquí, o eso dicen los rumores.

–Solo vinimos a compartir cierta información –Hermione interviene–, justo nos hemos dado cuenta de su significación, no está en el archivo.

–Entonces, por favor… –Sparkie se gira al fin (la silla girando sobre sí misma para permitir el movimiento, sus patas como un helecho), y se inclina hacia adelante. La mujer tiene toda su atención. No es solo el impasse en el que claramente había estado respecto al caso. Harry mantiene a raya la posesividad: todo el mundo sabe que todos los aurores tienen sentimientos por su compañera en el espectro entre la admiración y el deseo, pero Sparkie es solo un cachorro.

Los ojos de los compañeros se encuentran. Cuánto podrán decir que no la ponga en demasiado peligro. En realidad, no tienen mucho; la voz en el frasco de recuerdos recuperado es muy poco como pista incluso si estuvieran dispuestos a cederlo, exponiendo su vida privada al escrutinio y al escándalo. La mención del guarda y sus sospechas de que obstruyó su interrogatorio, llevará inevitablemente a que salga a la luz también que lo obliviaron, y si bien la misma reacción de Hermione es para Harry otra pista, eso tendría terribles consecuencias especialmente para ella; Harry ni siquiera tiene que pensarlo, que el tipo salga libre si ese es el precio de la libertad y la vida de su compañera.

–La familiar de Lefaye…

–¿La loca?

–Esa… No la pudimos interrogar, pero sí que estaba musitando algo. Dijo "Caballero" y "Walpurgis". Luego es que descubrí que eso tenía algún sentido.

Sparkie no lo está escuchando. Tras un momento de inspirada inmovilidad, ha comenzado a invocar una serie de archivos, texto y fotos proyectándose en el aire.

–Eso tendría sentido –está murmurando–, son puristas después de todo. Si es por el nacionalismo, no puede haberles sentado bien que uno de sus miembros dejara el país.

–¿Era miembro? –Hermione pregunta.

–Con estos aristócratas uno nunca sabe, todo lo sucio es barrido bajo la alfombra. Ningún purasangre quiere ser relacionado con los mortífagos, y la Orden fue conocida precisamente por sus miembros mortífagos…

–Por supuesto, si fue fundada por Riddle… –Hermione inserta.

Sparkie los observa por un momento y les suelta:

–A veces se me olvida que eres nacida de muggles.

–¿Qué significa eso? –todos los demás están frunciendo el ceño; el auror asignado al caso no parece reparar en ello.

–La Orden ha estado emergiendo a lo largo de la historia desde tiempos de los Fundadores –Alrededor se hace un silencio de ultratumba, Sparkie prosigue como si no lo notara–. Riddle puede haber usado el nombre o haber asimilado una rama de la Orden, pero no la fundó.

–Creí que eran adolescentes con ansias de grandeza –inserta Harry.

–Los que estudiaron con Riddle lo eran –interviene Duham; sigue apoyada sobre el escritorio, los brazos cruzados–, luego continuaron siendo sus lacayos y se volvieron mortífagos. Más tarde, es posible que los aspirantes a mortífagos también se hayan querido considerar caballeros. Es bien teatral, el nombre.

Sin que los otros lo sepan, los ojos de Marv, desde el otro lado de la habitación, están fijos en ella. Su expresión, como de costumbre, es enigmática. No sabe si está divertido o furioso.

–¿Y tú cómo sabes todo esto? –pregunta Hermione.

–World Wizarding Wide Web –La aprendiza les deja ver el celular que tenía en la mano–. Es mucho más fácil localizar información ahí que en la biblioteca.

–De todos modos, no debe haber un libro en ese tema –Sparkie se encoge de hombros–. Quien revela cualquier información sobre la Orden muere dolorosamente. Esta gente inventó el Juramento Inquebrantable, en sus versiones más rústicas y sangrientas. El más pequeño trozo de información viene al costo de una vida.

De pronto el auror echa a Duham una ojeada disimulada al tiempo que su piel toma un tinte verdoso. La aprendiz se hubiera dado cuenta de todos modos.

–¿El tipo que interrogué…?

–No quería que te enteraras así –murmura Sparkie.

–Pues no haberlo dicho así… –salta Hermione.

–¿Estás bien? –le pregunta Harry a la chica, al tiempo que su hermana le grita al otro sujeto; descubrir una muerte de esta manera pondría enfermo a cualquiera. Duham asiente, aunque con la cabeza así inclinada Harry no puede ver su expresión tras su cabello.

–¿Qué información sí que tienes?

–¿Se vale que les informe? –Los compañeros se miran, pero antes de que respondan Sparkie se está encogiendo de hombros– En fin, rumores son rumores, si los superiores quisieran limitar el acceso a ciertos datos bien podrían habérmelo hecho saber oficialmente.

Hermione se guarda muy bien de apuntar que quizás se lo hicieron saber a Max. Necesita que Sparkie los ponga al día para valorar exactamente cuánta más información deben darle: es difícil explicar el origen de la misma sin comprometerse, pero el conflicto permanece: la obstrucción de justicia simplemente no es acorde a su ética.

Con un floreo de varita, Sparkie ha hecho aparecer entre ellos un tablero de ajedrez.

–No sabemos mucho. No sabemos siquiera si la Orden está operativa ahora mismo. Siempre ha tenido poderosas defensas, gente muy bien situada en la jerarquía ha atendido a ello personalmente, capaz de esconder incluso el poco de información que se filtra a tan alto precio. Claro que es difícil mantener un secreto por siglos. Hay menciones, por ejemplo, a al menos tres líderes.

La escena del crimen sigue expuesta alrededor, y la oscuridad de la magia usada en ella los encierra. Una luz pobre y difusa brilla solo entre ellos, como si viniera del tablero mismo, aunque proviene de la realidad más allá de la ilusión. Qué irónico, un ambiente tan íntimo para un tema tan horripilante.

–El Sacerdote –enumera Sparkie al tiempo que una pieza similar a un alfil negro, pero muy elaborada, aparece sobre el tablero, proyectando una alta sombra sobre ellos–. Es posible que al menos en sus inicios funcionara como mediador entre magos y alguna otra criatura mágica o preternatural, posiblemente la personificación de la muerte, o algún elemental. El Departamento de Misterios rehúsa dar información al respecto sin necesidad urgente e imperiosa, puede que este caso los convenza. En algún momento de la historia un Malfoy desempeñó el papel, no recuerdo cuál.

–Malfoy, sacerdote –ríe Harry en el oído de su compañera–, te imaginas…

–El Comandante –Esta vez la pieza es un caballo, negro también– es el poder ejecutivo. En la práctica, es quien lidera las fuerzas en el sentido que la Orden desee, el máximo poder visible. Se dice que por algún tiempo la Varita de Saúco pasó de comandante a comandante, claro que eso debe ser mito, pero da una idea del poder mágico de quien ocupe el puesto.

Mirando la sombra enorme de la pieza proyectarse sobre unos y otros a medida que esta se mueve sobre el tablero, Harry no puede sino regresar a su primer año, y no puede reprimir el escalofrío.

–El último líder es leyenda dentro de la leyenda –concluye Sparkie; esta vez el equivalente a la reina negra ha aparecido en su mano; la observa pensativo antes de dejarla también sobre el tablero con un ruido seco–. El Brujo. En un mundo de brujos, tal nombre por sí solo habla de su poder, que por sí solo le gana un puesto entre los líderes de una organización cuyas reglas ni siquiera está dispuesto a obedecer. Es un jocker. Pareciera estar casi al nivel de un dios.

–Para haber poca información… –hace notar Duham, rompiendo el hechizo en el que todos los demás parecen haber caído. Teatral, sin dudas.

Sparkie se encoge de hombros.

–Mi madre es purasangre, crecí con estos cuentos.

–Cuentos de hadas –aclara Hermione.

–Puede haber verdad en los cuentos de hadas –Harry insinuó, mirándola a los ojos.

Tenía razón, y no tenía ni que decírselo. La existencia de una Orden como esa ni siquiera era tan difícil: requería meramente un grupo de gente lo suficientemente desequilibrada como para hacer realidad ese juego de roles (claro que la relación entre el Sacerdote y la Muerte o cualquier otra entidad sería un sinsentido, como lo había sido la Muerte misma en el cuento de las reliquias). Su comentario no había sido sino la manera de sacudirse el frío que todo ese teatro le había dado.

-¿Y cuál sería el propósito de tal organización? –preguntó la mujer.

–Depende del cuento –respondió Sparkie al tiempo que recobraba su puesto–. En general es un "nosotros contra ellos". En tiempos de Salazar Slytherin, cuando los muggles por puro número representaban un peligro, la Orden era la Protectora de la Magia. Pero puede funcionar igual protegiendo el Imperio de la Reina, asegurando la seguridad de los ciudadanos británicos en una de las colonias, en cuyo caso los muggles de la patria serían superiores a los extranjeros.

Esta vez la reacción de Hermione fue cierta y visceral.

–No mates al mensajero –le recordó Sparkie.

–¿Y cómo exactamente…?

–No les dije nada –interrumpió Sparkie.

Se había puesto más pálido y estaba mirando detrás de todos ellos, como lo estaba Duham. Harry fue el primero en dar la vuelta. Halló a Ron, demasiado cerca y al parecer más furioso que la noche anterior, observando a Hermione, que a su vez le devolvía la mirada, desafiante.

–Auror Potter. Auror Granger –los llamó–. Tenemos que hablar.

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Avance:

−No sé tú, pero yo le voy a decir que se vaya al carajo. Sus privilegios sobre ti… sobre tu cuerpo… serán respetados (porque tú se los diste, y porque tiene un Voto para asegurarlo). Pero yo soy tu compañero. No te puede alejar de mí.

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Bueno, ¿qué les pareció? ¿El entrenamiento? ¿La ducha? ¿La Orden? ¿Adivinan quién es quién entre sus líderes? XD