Desde aquella noche maldita...

Capitulo 1: El Baile de Máscaras.

11 de Octubre de 1910

Nueva York

Aburrimiento.

Esa era la palabra que definía lo que sentía la joven Gwendoline en ese momento. Sentada en una silla, estaba vestida con un traje blanco de satén al estilo griego adornado con rosas rojas naturales en la cintura y en el escote, y llevaba una máscara veneciana que tenía unas lágrimas plateadas pintadas en la superficie pálida de ésta(del mismo color de las lágrimas, había unos toques en los bordes de las pestañas de la máscara) y unos labios rojos, tambien pintados. La máscara, y ésto lo sabían pocos de los asistentes, se la había confeccionado ella misma, al menos en lo que a decoración de la máscara se refería. Simplemente lo había hecho por satisfacer sus impulsos artísticos de alguna manera. Le había costado mucho trabajo, dinero y tiempo, y una reprimenda de su madre por ello.

A través de los agujeros en forma de almendra practicados para los ojos, miraba a las parejas bailar. Agradecía, pese a lo engorroso que era llevarla tantas horas encima, que su rostro estuviese cubierto por una máscara en ese momento; para que su madre, o alguien de su familia, no le viesen bostezar cada dos por tres. Quería que aquél suplicio se acabase... en realidad, no sabía que estaba haciendo ahí. Prefería estar en el desvan de su casa, dibujando, como siempre. ¿Era realmente necesario tanto derroche para celebrar que su madre se casaba de nuevo, después de largos años de ser "viuda" de Stephen Bathory, el que había sido su desconocido padre?

Ella creía que no.

Se preparó para lo que creía otra hora terriblemente tediosa, llena de perifollos, risas superfluas y abanicos de plumas revoloteando a su alrededor...

Pero se equivocaba.

Al otro lado de la sala, otro de los asistentes se aburría tanto o más que ella...

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Disfruta, Wilhelm. Deléitate. Estás en una fiesta deslumbrante, rodeado de bellas señoritas y poderosos caballeros. Estás entre la flor y la nata de la sociedad de esta ciudad... así que¿por qué esta desidia¿Por qué esta desgana? Antes solías disfrutar de estas reuniones. Wilhelm Shrader, apoyado en la pared, dejó de juguetear con sus anillos y se incorporó al baile, sorteando a los invitados.
Sí, antes solía disfrutar de estas reuniones... y antes también pensaba que no había nada más bello que un buen cuadro y ahora las cosas han cambiado... un poco. Paseó la mirada por la estancia donde se celebraba la fiesta. Docenas de personas embutidas en trajes estramóticos y vestidos emperifollados, las docenas de caras cubiertas por ridículas máscaras venecianas... Estaba empezando a desear irse con bastante intensidad. Había acudido con la intención de entablar conversación, de conocer algún artista al que mereciese la pena dedicarle atención... y sólo había socializado con patanes e idiotas... con necios que compensaban su estupidez con dinero y estúpidas fatuas, sosas y vacías que no merecían ninguna consideración.
¿Un Toreador con esta actitud en una fiesta? Tienes que esforzarte... queda mucha noche y mucha gente por conocer...

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Al principio, la situación no cambió mucho. Contestó con las menos palabras posibles a las preguntas que le hacían. Rechazó la invitación de un hombre a bailar por enésima vez. Y por fin, decidió que no quería seguir permaneciendo en aquella sala como un maniquí, sin hacer nada más que ver bailar, divertirse y flirtear a los demás. Se sentía como se debe de sentir un pez recién sacado del mar y al que acaban de meter en una pecera... en un entorno que no era el de ella. Debía salir de ahí.

Se puso de pie y, excusándose de los que le rodeaban, se dirigió hacia el jardín... lo hizo tan aprisa, llena de ganas por irse, que se olvidó de sujetar su máscara al levantarse... y se le cayó del rostro. Cuando se dio cuenta, estaba a punto de tocar el suelo y romperse...

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Wilhelm se giró a tiempo de ver cómo la máscara se deslizaba suavemente del rostro de la joven y se precipitaba hacia el suelo.
Oh, cielos... una pieza tan hermosa...
Wilhelm se lanzó hacia delante con una rapidez que hubiera parecido asombrosa a cualquiera que estuviese mirándole, pero afortunadamente la atención de aquellos que le rodeaban estaba fija en otro lado. Tomó la máscara firme pero a la vez delicadamente, y se irguió delante de la dama.
-"Su máscara, señorita."

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Gwen se quedó algo sorprendida al ver cómo la mano del hombre recogía su máscara antes de que ni siquiera rozase el suelo. De hecho, algo en su cabeza le decía que hace unos momentos no estaba cerca de ella... ¿como había llegado tan rápido? Se quedó mirándole unos instantes, pero en seguida tomó la máscara que él le tendía, gentilmente... rozándole sin querer la mano en el proceso.

-"Gracias...", dijo por fin, esbozando una sonrisa tímida.

El rostro que se ocultaba tras la máscara no era tan distinto de ésta; debido al hecho de llevar el pelo recogido, mostraba su forma ovalada y sus facciones tan blancas como la porcelana de la máscara, descontando el rubor que teñía sus mejillas en ese momento. Pero lo más destacable eran sus ojos. Grandes y de un color azul grisáceo, parecía expresar en ellos más de lo que estaba sintiendo en ese instante.
Si los ojos eran el espejo del alma, los de Gwen eran una superficie de un cristal frágil y traslúcido, en los que se podía, si no leer, al menos intuir muchas de las visicitudes de las que había sido presa durante su corta existencia de 22 años. La desilusión, la tristeza y la hastía se veían reflejados en ellos, pero también una fuerte determinación e inconformismo.

-"No hay de qué, joven"-,dijo Wilhelm, marcando especialmente su suave acento extranjero. Entonces, como si lo que estaba a punto de hacer fuese algo que había estado deseando siglos -y casi era así- se llevó las manos a la cara y se arrancó la máscara.
Los ojos caoba, ligeramente entornados, se clavaron escrutadores en la pupila de Gwen. La extraña -y muy acentuada- palidez de su rostro hacía fuerte contraste con el color de los iris y con el pelo oscuro, cuyo flequillo cubía despreocupadamente su frente. Consciente de su belleza -porque Wilhelm era bastante bello, desde luego- esbozó una sonrisa encantadora y la miró quedo unos segundos antes de añadir:
-"Ahora estamos en igualdad de condiciones."

La joven miró al hombre a la cara, con evidente curiosidad. Parecía que estaba examinando su rostro con atención. Era atractivo, sin duda... pero también tenía algo extraño, que la repelía y la atraía al mismo tiempo. No sabía como explicarlo...

Carraspeó un poco, tras una pausa, y sonrió.

-"Bien... ya que ya no hay máscaras... supongo entonces que no tiene sentido continuar con ésta mascarada¿no cree?"- dijo. Ignoraba que esas mismas palabras, casi un siglo después, las volvería a pronunciar... en otro contexto y en otras circunstancias.-"¿De donde es usted?"-, preguntó, sin poder aguantar la curiosidad ante él.

-"¿De dónde soy yo?"-, repitió Wilhelm, mesándose la barbilla.- "Buena pregunta, buena pregunta. Mucho me tengo que no tengo ningún sitio del que pueda presumir proceder. Digamos que nací en Viena... pero eso ha quedado muy... atrás"

Gwen asintió.

-"¿De Viena? Ya veo... Lo digo por.. su acento, se nota que no es de aqui..."-, dijo, esbozando una sonrisa.- "Eso debe de estar muy lejos... cierto? Tiene suerte de poder haber viajado desde tan lejos..."- Suspiró al final de la frase. Se apartó para dejar paso para que una pareja bailase.

-"Sí, supongo que tengo suerte"- reconoció Wilhelm. Vaya, vaya... una chica interesante. -"¿No has podido viajar aún, joven?"

-"¿Por qué me llama joven, señor?"- dijo Gwen, riendo. -"Pareciera que usted tiene mil años o algo así... creo que tampoco soy tan pequeña respecto a usted..."- Sacó el abanico con la otra mano y lo extendió de golpe, abanicándose.-"Créame, que si de mí dependiera, ya me habría marchado lejos, muy lejos de aquí. Los viajes no son para una chica como yo."

Wilhelm rió con ganas.- "¿Cuántos años tiene, joven...?"- A pesar de que decidió empezar a tratarla de usted -no era una chica estúpida y le pareció oportuno mostrar un mayor... ¿respeto?-, enfatizó teatralmente el vocativo.- "... Si no es indiscreción, por supuesto."

-"22, señor... ¿Cuál es su nombre? Me resulta extraño haber llegado a este punto de la conversacion con un hombre extranjero del que no se su nombre..."- dijo, sonriendo. Había algo en él que le hacía mostrarse diferente de lo que había sido hace unas horas. Probablemente el fuese su salvación aquella noche...

-"Oh... qué imperdonable descortesía."- Tomó la mano de la joven y acercó la boca lentamente al dorso... Aspiró el agradable aroma de la muchacha y rozó su mano con los labios muy, muy seductoramente... y sin dejar de mirarla a los ojos. -"Me llamo Wilhelm Shrader. ¿Y usted?"

Gwen se sonrojó más ante aquello, pero pudo reponerse al fin y decir:

-"Gwendoline Bathory... soy la hija de Candace Bath..."- Se interrumpió a sí misma al final del apellido. -"Quiero decir... de Candace McLachlan, la anfitriona a esta fiesta..."- corrigió, diciendo el apellido de soltera de su madre, ya que era lo correcto. Sonrió, haciendo una inclinación leve hacia él, agarrando delicadamente uno de los bordes de su vestido... y eso que era dificil, puesto que estaba agarrando el abanico y la máscara también.- "Encantada, señor Shrader."

-"¿Quiere un consejo, señorita Bathory?"- dijo Wilhelm. -"No se presente como la hija de nadie, sino como lo que es usted misma. Aparte de que contribuye a distraer la atención de su persona, no querrá que la recuerden como "la hija de..." toda su vida, sobre todo porque muchas veces los padres tienden a decepcionar a sus hijos."
Ni siquiera él, que en aquella conversación iba un par de pasos por delante, podría imaginar cuán proféticas iban a ser esas palabras...

La joven quedó sorprendida por las palabras de Wilhelm. Desde luego, no esperaba que le dijese algo así. Pero también estaba halagada, en cierto modo.

-"Creo que tiene usted razón, señor Shrader." Vaya si la tiene. -"De hecho, yo me atrevería a decir que la decepción es recíproca." Esbozó una leve mueca amarga, recordando las discusiones que solía tener con su madre. Gwen solía decir que sus grandes defectos los había heredado de sus progenitores. Su madre se encargaba de decirle casi a diario que era tan cabezota como su padre. Y la misma Gwen pensaba que el orgullo lo había sacado de su madre.

-"Sin embargo, no he podido evitarlo. Es la costumbre"-se disculpó.- "Llevo presentandome así en todo el tiempo que llevamos de fiesta."

Wilhelm se ladeó hacia la derecha lo suficiente para dejar pasar a una muchacha rubia que acababa de estallar en risitas idiotas -al parecer, después de una galantería por parte de otro muchacho alto y desgarbado que la seguía- y volvió a su posición.

-"No alcanzo a comprender"-, dijo suavemente, -"qué afrentas ha podido cometer para decepcionar así a su madre, señorita Bathory. Me cuesta mucho imaginarlo", remató con una sonrisa franca.

Gwen suspiró, abriendo el abanico de nuevo para volver a abanicarse.

-"En realidad, le va a parecer curioso..."- Bajó el tono de voz,hablando en tono confidente. -"Pero para ella, soy demasiado ambiciosa e insolente. Para ella sería mucho más satisfactorio si yo fuese una persona sumisa y conformista... pero no lo soy. No sé qué pensará usted al respecto, pero yo no quiero ver pasar el resto de mis días casada y sintiéndome enjaulada dentro de las cuatro paredes de mi casa. No quiero consumirme en el destino que corrieron mi madre, mi abuela y otras mujeres de ésta época. Yo lo que quiero es..."- Hizo una pausa, dudando en contarlo. Al fin se decidió. -"Ser una artista famosa, eso es lo que quiero. Que me reconozcan para lo que valgo realmente."

Rió suavemente. -"Menudos delirios de grandeza los mios... verdad?"

-"En absoluto", negó Wilhelm. -"Estamos ya en el siglo XX, señorita Bathory... No veo que hay de malo en aspirar a una existencia más plena que la que podría conseguirse en el seno de un matrimonio. Míreme a mí"- y sonrió pícaro,-"nada de matrimonios y puedo presumir de llevar una vida muy... interesante." A fe mía que sí...

-"Pero usted es varón", replicó ella. -"Claro que ha podido aspirar a eso y puede hacerlo a mucho más, si me permite... pero yo he tenido la mala suerte de nacer mujer."

Hizo una suave mueca, mostrando su molestia al decir esto. -"Las mujeres no podemos tener los mismos privilegios que ustedes, señor Shrader. Pensar en aspirar a lo que aspira un hombre... desde luego, para una mujer como mi madre es inconcebible. Y no solo para ella, sino para mucha más gente... Aun si hemos dejado atrás el siglo XIX, desgraciadamente se sigue pensando que la mujer está destinada a coser, hacer las tareas de la casa, casarse con un buen hombre... y tener hijos."

-"Sí, desgraciadamente... Pero, señorita Bathory, y si me permite decirle esto, conformarse con lo que la gente espera de uno es la vía más directa a la mediocridad. Las convenciones sociales son ataduras muy fuertes, más que las cadenas más gruesas o las sogas mejor atadas... y lo paradójico es que son muy, muy fáciles de romper."
Wilhelm se apartó el flequillo de la frente. Otra vez sus ojos, como dos focos, aparecieron debajo del pelo.
-"Pero tiene que hacerse pronto... el tiempo contribuye a hacerlas más firmes."

Ella asintió.

-"Lo se, señor... se dice realmente muy fácil, pero lo difícil es conseguirlo. Entiendame, yo no quiero estar conforme con ésto. Yo quiero ser algo más que una buena esposa y una buena madre. Como dije, mis anhelos van por encima de todo eso. Pero sinceramente... no sé por donde empezar."- Suspiró, mientras continuaba abanicándose.- "Cada vez que creo haberlo conseguido, la situación me devuelve de golpe a la realidad."- Le miró. -"Disculpe si le estoy aburriendo con esto..."

-"En absoluto"-, se apresuró a negar Wilhelm. -"Lo cierto es que estaba encontrando esta fiesta un poco tediosa, así que siempre es un placer mantener una agradable conversación con una señorita tan especial como usted... por aquí no se ven muchas así..."

Gwen sonrió levemente. -"Me halaga usted, señor Shrader. Aunque he de reconocer que yo también me estaba aburriendo... por eso pensaba marcharme..."- Le miró, consciente de que ya algunos ojos se estaban posando en ellos dos. -"Iba a ir al jardín... ¿quiere acompañarme? Así podremos seguir con ésta conversación..."

-"Nada me gustaría más..." Ofreció su brazo a Gwen. -"Guíeme."

Esta sonrió, tomando el brazo de Wilhelm con su mano libre. -"Con mucho gusto..."

Se abrieron paso entre los asistentes, conduciendo a Wilhelm a lo largo de toda la sala, hasta que llegaron al jardín. Era una parcelita pequeña, pero inspiraba paz y tranquilidad. Y se veía que estaba muy bien cuidado, con plantas trepadoras rodeándoles y muchas flores. Gwen se sentó en un banco.

-"Bien, ya estamos aquí. Digame... ¿puedo preguntar a que se dedica?"- inquirió, sin aguantar la curiosidad.

Wilhelm se sentó a su lado; las piernas cruzadas, un brazo apoyado en la rodilla y el otro sobre el banco. Aspiró los aromas del jardín por la noche... pero ni sintió nada especial. La verdad es que Gwen olía muy bien, deliciosa y embriagadoramente bien.
-"Me he dedicado a muchas cosas, señorita Bathory. Hace... mucho, fui un artista con cierto éxito. Polifacético, además. Pintaba, componía música... hasta me atreví con la escultura."- Sonrió con modestia. -"Pero ha llovido desde entonces... Terminé dejándolo."

Gwen le miró, fascinada. Un artista... que suerte he tenido. Por fin he encontrado a alguien que me comprende., pensó, llena de ilusión.

-"¿Por qué dejó de dedicarse al arte, señor Shrader?"- preguntó, inocente.

-"Bien... Llega un momento en la vida de todo artista en que busca darle un giro a su producción"- dijo él, sinceramente. -"Y mucho me temo que di un giro demasiado radical... mis encantados defensores pasaron a ser acérrimos críticos, y los pocos detractores que tenía... bien, su odio hacia mí se encarnizó bastante. Por tanto, me vi obligado a abandonar."
Si tan sólo supieras, pequeña, cuán radical fue mi giro, te aseguro que entrarías de nuevo en el baile corriendo como si hubiera venido el mismo Satanás a acariciarte la entrepierna...-"La vida de un artista es muchas veces ingrata, señorita Bathory."

-"Siempre es mejor que una vida sin emociones, ni sueños... ni esperanzas"- dijo ella. -"Siempre supe que quería ser artista, señor Shrader. Creo que nací para eso... la pintura ha sido mi unica compañia muchas veces, durante mucho tiempo."- Miró la máscara que tenía en la mano. -"Y no quisiera reducirme solo a eso... he intentado hacer un experimento con la máscara, pero tan sólo pude pintar una ya hecha..."

-"Bueno, si quiere ser artista"-dijo Wilhelm encogiéndose de hombros,-"es fácil alcanzar su sueño, siempre que tenga el talento y la entrega suficientes."
Echó una mirada a la máscara.-"Y, desde luego, lo primero le sobra."

Gwen sonrió. -"Gracias, señor..."-, dijo, algo sonrojada. -"Le diré que la disposición y la entrega tampoco me faltan. Estoy dispuesta a lo que sea con tal de poder alzarme como una artista... no me importa si ello implica decepcionar a mi madre o a quienes están a mi alrededor."

Le miró a los ojos. -"Ya no me importa el qué dirán..."

-"Bien dicho"-, aprobó Wilhelm. -"Ahora bien, señorita Bathory, lo cierto es que me encantaría ver sus pinturas, para comprobar si el maravilloso trabajo realizado en esa máscara no es fruto de la casualidad sino de la excelencia de sus aptitudes."

Ella asintió, contenta.

-"Será un placer hacerlo, señor Shrader... sólo espereme aquí unos minutos. No tardaré en volver"-, prometió, levantándose y dejando su máscara y su abanico en el banco. Echó a correr hacia su alcoba, tardó un par de minutos en encontrar lo que buscaba tras revolverlo todo, y llegó nuevamente al jardín junto a él, con sus cuadernos de dibujo entre los brazos.

-"Aquí tiene."- Se los tendió. -"Es todo cuanto he podido encontrar a mi alcance. Creo que la mayoría son de los últimos años, pero creo que tambien hay algunos que hice a los doce."- Esbozó una sonrisa.

Los cuadernos contenían todo tipo de dibujos y pinturas, desde bodegones hasta retratos pasando por paisajes, hechos en diferentes estilos -carboncillo, acuarelas, pasteles-. Todos estaban cuidados con detalle, y estaban muy trabajados... incluso aquellos que había hecho de pequeña mostraban ya una cierta técnica inusual para una niña de 12 años. Hacía un manejo importante de la luz y de contrastes en muchos de ellos. Gwen esperó en silencio, sentada en el banco con las manos juntas, el veredicto del artista... o ex-artista, mejor dicho.

Wilhelm observó atentamente los trabajos de Gwen. Vaya, vaya... muy interesante. Los dibujos, bocetos y esbozos de Gwen eran de una calidad muy notable. Por supuesto, había muchos detalles que pulir, propios de la inexperiencia y la juventud... Pero ahí había muestras muy prometedoras. De hecho, suficientes para provocar una sensación muy, muy agradable en cualquier aficionado al arte...
Pero... si ese aficionado tiene un gusto tan retorcido como yo... Ay, Wilhelm... hace no tanto tiempo esto te habría hecho saltar de emoción... ¿qué ha ocurrido en ti para que te quedes en una fría valoración estilística?
Miró a Gwen. Permaneció unos segundos en silencio, escrutándola... casi podía oler su nerviosismo, su ilusión... Por un momento consideró la mentira y decirle que sus dibujos no valían nada, que mejor se buscara un marido y se dedicara desde aquel mismo momento a lucir joyas y parir hijos, sólo por el placer de verla llorar... Pero no, no con esta chica. Tiene algo especial... sé sincero, Wilhelm... de vez en cuando viene bien un cambio.

-"Muy buenos, señorita Bathory."

Ella sonrió ampliamente, satisfecha. Eso era lo que ella quería oír. Y sin embargo, estaba convencida de que aquél hombre no se lo había dicho por decir... que verdaderamente la consideraba una aspirante a artista. Por un instante, vio sus sueños realizados... sus esperanzas cumplidas. Se vio siendo feliz. Pero intentó mostrar una expresión neutral, pese a lo emocionada que se sentía.

-"¿De veras?"-, dijo, enderezándose, y limitando su sonrisa a lo cortés... aunque el brillo de sus ojos grises la traicionaban. -"Entonces, quizas sí pueda cumplir mi sueño algun dia..."

-"Sí..."- dijo Wilhelm, fingiendo ardoroso entusiasmo. -"Sin embargo, conviene que cuente con buenos padrinos, señorita Bathory. El mundo del arte no es un lugar donde se pueda entrar con facilidad."

-"¿Y tiene usted alguna idea de quien me puede apadrinar en esto, señor Shrader?"-, inquirió, mirándole. No le iba a pedir a el que lo hiciera... y menos estando el retirado del arte... pero si se ofrecia tampoco iba a rechazar la oferta.

-"Oh, no; me temo que yo ya estoy fuera de este círculo"-, negó Wilhelm, moviendo la cabeza. -"Sin embargo, le recomendaría frecuentar ciertas galerías de arte en esta ciudad... allí podría aprender de los trabajos expuestos, fijarse en las técnicas actuales y, quién sabe... encontrar a algún experto que estuviera dispuesto a echarle una mano. Y..."- Diablos¿por qué no? -"Yo conozco una muy buena, tanto para ver como para que la vean. Si usted quiere... podría acompañarla."

-"Me encantaría"-, consintió ella, sonriendo. Sabía que él no iba a ser su padrino en su bautismo en el arte... pero le agradaba la idea de que él la acompañase a visitar una galería, y quien sabe, quizás ahí podría empezar toda su verdadera carrera como artista. -"Cuándo podría ser?"

-"¿Le parece bien mañana mismo?"-, preguntó él. -"Eso sí, tendría que ser tarde... más o menos después de anochecido. Tengo asuntos muy urgentes que atender durante todo el día..."

-"Hum... si voy con usted, creo yo que me dejarán"-, asintió. -"Y si no... me ire igualmente."- Sonrió ampliamente. -"Venga usted a recogerme sobre las 9... puede ser?"

-"Aquí estaré... siempre soy puntual"- dijo Wilhelm, mostrando una esplendorosa sonrisa.- "Sin embargo, y si me disculpa..."- Extrajo su reloj de bolsillo y fingió mirar la hora. "... he de irme."
Se levantó.
-"Ha sido un placer, señorita Bathory."- Tomó su mano y la besó de nuevo. -"Hasta mañana, pues." La verdad es que lamentaba dejarla... pero tenía unas necesidades que satisfacer.

Ella sonrió y se levantó también.

-"No... el placer ha sido mío, señor Shrader."- Inclinó suavemente la cabeza a modo de despedida. -"Hasta mañana"

Le vio marchar... suspiró. En aquel momento, Gwen ignoraba la magnitud de lo que acababa de desencadenar con aquel encuentro...