Desde aquella noche maldita...
Capítulo 2. Hacia la Galería de Arte...
12 de Octubre de 1910
Nueva York
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Las nueve menos cuarto de la noche. Gwen miraba por la ventana, apoyada en el alféizar, impaciente ante el encuentro que iba a tener lugar aquella noche... bullía de emoción ante la perspectiva de ir a su primera galería de arte acompañada por un hombre atractivo. Tanto era así que la noche anterior apenas había podido dormir. Se había arreglado mucho para aquella noche; al menos, lo bastante que le podía permitir su situación económica. Llevaba parte de su pelo recogido, dejando el resto suelto, un vestido malva bastante sobrio pero elegante, que reservaba para las veces que solía salir a algun acontecimiento importante, guantes blancos y zapatos de tacón a juego con el vestido. Flores blancas y pequeñas adornaban su pelo, entrelazadas en la trenza que rodeaba su cabeza.
Miraba con ojos atentos la calle... el señor Shrader podía llegar en cualquier momento de ahora en adelante. Tenía la impresión de que su vida entera iba a cambiar en ese instante... y no sabía cuan cierto iba a ser eso. Pero su cambio más radical no se llevaría a cabo esa noche.
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Wilhelm
llegó caminando a la mansión de los Bathory. Aunque
aparecer con un flamante coche habría resultado mucho más
impresionante, había que tener en cuenta que Wilhelm no sabía
conducirlos... y quería que estuvieran los dos solos. Había
algo en la muchacha que... le interesaba mucho.
Llegó a la
calle de la gran casa. Y ahí estaba, apoyada en el alféizar
mirando hacia abajo. Hizo un gesto de saludo con la mano... y se dio
cuenta, al verse reflejado contra el ventanal del piso inferior, que
un hilillo de sangre recorría la comisura de sus labios.
Sacó
su pañuelo del bolsillo. Qué imperdonable
descuido...
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Gwen sonrió al verle aparecer, devolviéndole el saludo. Pudo ver como se limpiaba algo de la comisura de la boca... pero le restó importancia. Desapareció de la ventana, para salir corriendo de su habitación, ponerse el abrigo y salir a su encuentro.
-"Buenas noches"-, le saludó, sonriente.
-"Buenas noches, señorita Bathory."- Lo habitual: besó su mano y la ofreció su brazo. -"La galería está un poco lejos de aquí... espero que no le importe pasear. A mí me encanta la ciudad de noche, ¿a usted no?" De hecho... sólo conoces la Nueva York nocturna. -"Hay menos gente, más silencio, más tranquilidad. Un marco idóneo para que un artista busque inspiración sin verse importunado por las correrías de la gente."
Ella sonrió.
-"Lo cierto es, señor Shrader, que no he solido salir mucho a la calle por la noche. La ciudad de noche no es un lugar seguro para una mujer sola..."- dijo, tomando su brazo y empezando a andar. -"Pero sí es cierto que es un paisaje bonito"-, coincidió. -"Y fuera de la ciudad debe de serlo mucho más todavía. Pero para pintar, encuentro el paisaje nocturno complicado... por la luz escasa"
-"Eso es cierto"-, cedió Wilhelm. Hasta que te acostumbras a la oscuridad, claro... ¿Cómo era pintar expuesto a los rayos del sol...? ¿Cómo era estar expuesto a los rayos del sol, de hecho? -"Sin embargo, la noche a mí me inspira más. Como hay menos gente, desaparece la influencia que ejercen sus ajetreadas vidas en la percepción del mundo por parte del artista, y por tanto éste es más libre de retratar lo que él desee, sin interferencias. Así lo veo yo, al menos. Y además, la noche tiene una belleza especial... ¿no cree?"
-"Bueno, señor... yo creo que hay belleza en todas partes y en cualquier circunstancia, si me permite"- objetó Gwen.-"Ya sea a la luz del Sol o a la de la Luna... o aunque sea bajo una luz artificial, solo hay que saber observar alrededor de uno mismo. Y la variedad siempre es agradecida, ya que hay belleza bajo diferentes focos de luz... la belleza del día no es como la de la noche. Sin embargo, yo encuentro la noche, más que bella... aterradora. Hostil, en cierto modo. No se si me explico..."
-"Sí, la entiendo, aunque no comparto su opinión. La hostilidad no está en la noche, sino en las personas que la frecuentan. A fin de cuentas, indeseables hay en todas partes y a todas horas. Y peligros... igualmente. Aunque haya ciertos matones de tres al cuarto que prefieran buscar el amparo de la oscuridad para realizar sus abyectos proyectos, siempre habrá ratas bajo el sol."
-"Supongo que tiene razon"-, admitió ella, encogiendose de hombros.-"Aunque yo siempre he relacionado la noche como un ambiente extraño, y con la hostilidad. Creo que si te han enseñado eso de pequeña, es algo que inevitablemente se te queda grabado inconscientemente..."- Esbozó una sonrisa de circunstancias.- "Como ya le dije, yo no soy dada a salir por las noches. Aunque debo decir que me siento más inspirada por la noche que por el día"
-"¿Verdad?
Eso también me ocurre a mí."- Wilhelm se revolvió
un poco el pelo con la mano libre.- "Pero además... ¡oh,
mire! Ya hemos llegado."
Delante de ellos se levantaba un
edificio de tres plantas, muy moderno. La puerta estaba cerrada, pero
detrás se veía el resplandor de una luz eléctrica.
Sobre el umbral, un sobrio -de hecho, muy sobrio para presentar una
galería artística- cartel rezaba lo que Wilhelm decía
en aquel momento
-"Galería de arte Aisling Kerry"
Gwen miró el edificio, como estudiandolo. -"Hum... no era lo que yo me esperaba de un edificio que contiene una galeria de arte"-, comentó, con una risita. -"Que tipo de arte contiene, contemporaneo?"-, preguntó, aproximandose hacia él.
-"Podría
decirse"-, dijo Wilhelm mientras tocaba con los nudillos en la
puerta.-"Lo cierto es que no es muy frecuentada por el
público... pero es la mejor de la ciudad. Muchos trabajos lo
firman antiguos amigos míos."
Llamó más
fuerte.
-"Eso sí, el encargado de la puerta es sordo y
lento. Y, por curiosidad, ¿qué esperaba usted de una
galería de arte?"
-"Pues me esperaba un edificio de una forma más... clasica. Algo así como el Partenón, sabe usted?"-, dijo, aun contemplando la estructura del moderno edificio. -"Pero supongo que lo importante es lo que contiene dentro. Como todo, al fin y al cabo..."- Sonrió. Esperó a que abriesen.
Wilhelm
se rió. -"En esta ciudad no hay sitio para Partenones, me
temo."
En ese momento, se abrió la puerta y apareció
un hombre en el rellano.
-"Buenas noches, señor
Shrader"-, dijo con marcado acento irlandés.-"y
compañía", añadió mirando a
Gwen.
-"Buenas noches, Keith. Vengo a enseñarle a la
señorita los maravillosos trabajos que hay expuestos."
El
hombre se hizo a un lado. Wilhelm se apartó para que Gwen
pasara y la siguió de cerca. -"Y bien, señorita
Bathory... Tómese el tiempo que quiera."
-"Buenas noches"-, saludó al irlandés cortésmente, haciendo una inclinación de cabeza. Cuando les cedieron el paso, empezó a caminar por la galeria, emocionada. Sentía como si tuviese un nudo en la garganta al ver todas aquellas obras expuestas, magníficas... era como si hubiese pisado un mundo completamente nuevo... o ni siquiera eso, pues algunas de las obras no le parecían para nada mundanas.
Wilhelm la siguió por la galería, aderezando la visión de los cuadros con explicaciones y anécdotas sobre sus autores. Le encantaba la cara de admiración, de éxtasis, de total felicidad que ponía Gwen delante de un nuevo cuadro o estatua.
Estuvieron
un buen rato así, paseando por la galería y comentando
las obras de arte allí expuestas... cuando acabaron tras cosa
de una hora o así, volvieron a la casa de ella, para
despedirse. Cuando Gwen se metió en la cama, sintió que
aquella noche marcaría seguramente una vuelta de hoja en su
vida... una nueva etapa de esta.
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12 de Noviembre de 1910
Un mes después, y tras algunas visitas y paseos transitorios, Gwen dejó de ver a Wilhelm, cosa que le extrañaba. No sabía nada de él, y tampoco sabía como ponerse en contacto con él... lo cual le apenaba. Sentía que él había sido, en mucho tiempo, la primera persona que le había comprendido de verdad... y que le apreciaba por lo que ella era. Al menos, eso pensaba ella. Echaba de menos las conversaciones que había tenido con él sobre arte y los dialogos acerca de sus puntos de vista contrapuestos.
Al mediodía, llegó el cartero, con correspondencia para ella. Y era de Wilhelm. El corazón le dio un vuelco en el pecho al leer el remitente, aunque solo llevase el nombre de él escrito y no su direccion. Se fue corriendo a su cuarto para leerla.
---FLASHBACK---
Días
antes, Wilhelm estaba sentado delante de su escritorio, con una pluma
estilográfica en la mano y papel de cartas extendido sobre la
mesa.
Pensó durante unos segundos en las palabras exactas y
se puso a escribir con gran cuidado.
"Querida Gwen,
Te
escribo para decirte que he de irme. No sabes lo penoso que resulta
para mí tener que contarte esto por carta y no ir a despedirme
personalmente, pero las circunstancias me lo
impiden.
Desgraciadamente, he tenido importantes gestiones que
tratar y aún me esperan complicados asuntos. Me he de ausentar
durante un tiempo; ¿cuánto, no lo sé. Pero
quería decirte que he disfrutado enormemente del tiempo que
hemos pasado juntos, y prometerte que cuando vuelva reanudaremos
nuestros encuentros.
Sigue trabajando duro, Gwen, es la única
forma de alcanzar tu sueño. Trabaja todo el tiempo, durante el
día y la noche... porque espero que conmigo hayas aprendido a
apreciar la belleza nocturna. Podrás convertirte en una
artista de renombre un día, Gwen; te lo aseguro.
Mucha
suerte y hasta mi regreso.
Wilhelm Shrader."
Leyó
la carta dos veces y, satisfecho, la dobló para introducirla
dentro de un sobre. Pero, ¿dónde estaban los sobres?
Wilhelm revolvió entre los papeles de su mesa y, por fin,
encontró uno debajo de un gran trozo de papel.
Ese trozo de
papel mostraba el árbol genealógico de la familia
Bathory...
---FIN DE FLASHBACK--
Wilhelm...
Tras leer la carta, la sostuvo un momento en sus manos, suspirando... ya no iba a volver a verle hasta... quién sabe cuando. Sin embargo, no dejó que el desánimo la venciese. Haría lo que le había dicho en la carta. Trabajaría muy duro... para que, a su regreso, Wilhelm viese a la artista en que se había convertido.
Como que me llamo Gwendoline Bathory...
