Desde aquella noche maldita...

Capítulo 3. Caída y auge en la oscuridad

9 de Mayo de 1913

Nueva York

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Habían pasado tres años sin noticias de Wilhelm Shrader. Gwen solía pensar en él a menudo, aunque le frustraba no poder comunicarse con él de alguna manera... la única carta que había recibido de él no llevaba dirección, unicamente su nombre. Aun así, la había guardado como si se tratase del más valioso de los tesoros.

Gwen ya había cumplido los 25 años recientemente, y seguía en sus intentos de alzarse como una artista reconocida... al menos al nivel de toda la ciudad de Nueva York. De momento, había conseguido que un amigo de Patrick, su primo por parte de madre, que estaba también en esto del arte, accediera a exponer algunas de las obras de Gwen en una galería. La técnica de Gwen se había perfeccionado todavía mas, a fuerza de practicar y practicar, blandir el pincel o el carboncillo hasta que le saliesen callos en los dedos, durante el día y la noche. También había tenido un par de discusiones con su madre al respecto, las cuales solían concluir con su madre diciendo: 'Así nunca vas a encontrar un marido decente'. A lo que ella respondía, amargamente: 'Tanto mejor.'

Aquella era una noche cálida, de mediados de primavera, que no parecía augurar en absoluto lo que ocurriría en ella. Gwen terminó de arreglarse y se miró al espejo. Llevaba un vestido azul oscuro, ribeteado de hilo de plata en el escote, las mangas y el bajo del vestido(el cual le había costado un dineral, pero se lo podía permitir gracias a los ingresos del nuevo marido de su madre), y el pelo recogido en un moño, del cual se le escapaban algunos mechones rebeldes que no podía controlar, y que sin embargo no discordaban con su aspecto en absoluto. Iba a salir con Patrick al teatro, a ver Hamlet, de Shakespeare. Nunca había ido al teatro, y lo cierto es que tampoco se hubiese caido el mundo si no lo hubiese hecho, pero era lo que estaba 'mas de moda' en los jóvenes de la alta sociedad en ese momento.

Llamaron a la puerta, y Gwen fue rápida a abrir. Era su primo, que le esperaba fuera con su coche. Sonriente, Gwen subió con él, y el coche arrancó hacia el teatro con un traqueteo en la noche...
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Cuando el coche de Gwen y Patrick salió de la calle de la mansión Bathory, ninguno de los dos se fijó en el vehículo negro aparcado a la derecha de la calzada. Cuando vio pasar el coche, el conductor, obedeciendo la orden previamente recibida, arrancó y se colocó unos metros detrás del coche.
En el asiento trasero, una figura embozada jugeteaba tranquilamente con un anillo dorado. A pesar de que estaba ligeramente nervioso -aquella era la noche definitiva, la que culminaba tres años de investigaciones, segumiento y preparativos-, Wilhelm Shrader intentaba permanecer calmado.
-"Ya sabes, no le pierdas de vista, Keith."
El ghoul respondió "sí, señor" con acento irlandés y se concentró de nuevo en el coche perseguido.

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Finalmente llegaron al teatro, en la recien inaugurada calle Broadway. Aparcaron y Patrick ayudó a salir a Gwen galantemente, para entrar en el teatro. Gwen había tenido la sensación de que les habían estado siguiendo en todo el trayecto.

-"Paddy, tu no has notado...?", le preguntó a su primo, interrumpiéndose en el camino, mientras les pedían las entradas. Paddy era el nombre cariñoso con el que solía llamarle.
-"Notar que, Gwen?", inquirió este, confundido.
-"Ehm... lo... hermosa que está esta noche?", intento solucionar la situacion, con una sonrisa de circunstancias. No vale la pena preocuparle...
Patrick soltó una carcajada. -"Pues como todas, Gwen. Debería haber algo especial en esta?"-, dijo, burlón, mientras abría la puerta para ella. -"Artistas..."
-"No te burles de mí, Patrick...-", Gwen se fingió ofendida, aunque no pudo evitar sonreír ante el apelativo de 'artista'. Entró en el recinto, seguida de su primo.

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Wilhelm vio entrar a Gwen con su acompañante en el teatro. Al parecer, aquel era su primo, tal y como sus ghoul le habían informado... No podrá imaginar nunca todo el trabajo que me estoy tomando con ella...
Salió del coche sin dedicarle una palabra a Keith que, sin embargo, sabía que debía permanecer allí. Se acercó, caminando con seguridad, hacia la entrada, dirigiéndose a uno de los empleados del teatro que guardaban la entrada. Hizo caso omiso de la mirada de suficiencia que le arrojó el hombre cuando él le aclaró que no deseaba pasar, sino saber a qué hora acababa la representación -a pesar de que, otra noche, esa mirada le habría costado la vida allí mismo- y, al responder el empleado que duraba dos horas y media, se dio la vuelta y volvió al coche.
-"Quédate aquí hasta que yo vuelva"-, ordenó. Wilhelm tenía la intención de descansar el tiempo que permaneciera Gwen en el teatro, preparándose para lo que después tendría lugar... pero se le ocurrió una actividad mucho más gratificante.
Se acercó al empleado anterior y, esta vez, se alegró de que su mirada no hubiese cambiado... así estaría completamente justificado lo que iba a hacer a continuación.
-"Sígame"-, dijo... y el empleado obedeció sumiso y sólo reaccionó en un oscuro callejón cercano, cuando, empujándolo contra la pared, Wilhelm sacó un afiladísimo abrecartas del bolsillo y se abalanzó sobre él, los colmillos desplegados, el afilado instrumento brillando en la mano...
Por suerte, estaban demasiado apartados del grueso de la gente que formaban corrillos a la entrada del teatro como para que nadie pusiese oir los gritos...

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La primera parte de la obra había acabado. Cayó el telón, e inmediatamente la sala se llenó de aplausos.

-"No está mal, verdad?", exclamó Paddy, para hacerse oír entre la algarabía, refiriéndose a la obra.

-"Mh... sí, aunque... yo creo que deberían esmerarse mas en la decoración", opinó Gwen, aplaudiendo tambien. Ambos primos, por supuesto, eran ignorantes de todo lo que se estaba tramando fuera...

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El rugir de los aplausos y la salida de la gente al exterior para estirar las piernas permitió a un saciado Wilhelm saber que se encontraban en el descanso y que faltaban unos cuarenta y cinco minutos para el final... Volvió a su coche e informó, paso a paso, a Keith de lo que tenía que hacer. A pesar de que el ghoul no era demiasiado inteligente -Wilhelm se estaba empezando a arrepentir de haberlo Abrazado, pero necesitaba información sobre las visitas de Gwen a la galería a la que la había llevado hacía tres años-, comprendió perfectamente y asintió.
-"Lo más importante es que lleges a la hora prevista al sitio indicado."
Keith volvió a asentir.
-"Bien, yo iré yendo a pie. Allí te veré, Keith... ¿Tienes todo lo que necesitas para luego?"
Keith asintió por tercera vez.
-"De acuerdo..."-, dijo Wilhelm más bien para sí mismo. Se separó del coche y echó a andar.
Quedaba una hora para el gran momento.
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Cuarenta y cinco minutos despues, la obra acabó, tal como estaba pronosticado... nuevamente se oyeron los aplausos enfervorecidos, y los vítores. Gwen y Patrick se levantaron, junto con los demas asistentes, aplaudiendo cuando los actores salieron a escena a saludar. Cuando por fin cayó el telón, se marcharon del teatro, caminando hacia el coche. Gwen y Paddy discutían algunos aspectos sobre la obra.

Keith vio salir a los dos jóvenes y aferró el volante con nerviosismo... Se jugaba mucho si algo malo pasaba esa noche... algo que echase a perder los planes de su cruel amo, quien se había revelado a él enseñando su condición apenas hacía un año y, desde aquel día fatídico en que Wilhelm Shrader le había convertido en su sirviente, a quien había servido con abnegación y total y completa dedicación (qué remedio...).
Rezó para que el "trabajo" que había realizado en el motor del coche diera resultado. Había trucado el motor, utilizando sus conocimientos de mecánica, para que fallase después de dos kilómetros de recorrido... delante de callejón elegido por su amo para sabía Dios qué terrible ritual, en el que la pobre joven terminaría convertida en alguien como él...
Y ahí no acababa todo... después tendría que realizar el más vil de los actos: el asesinato. Que él, ferviente católico practicante, se encontrase en esa situación, daba mucho que pensar sobre la justicia divina...
Se detestaba por lo que iba a hacer; su odio hacia sí mismo era muy superior que el que sentía hacia Wilhelm, culpable de todo lo horrible que le estaba sucediendo. Mírate, no puedes ni odiarlo...
El coche de Gwen Bathory arrancó. Keith apartó todos los pensamientos de su mente y se concentró en su tarea.

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Ahí empezó lo extraño.

Todo marchaba bien hasta que, dos kilometros despues de recorrido camino a su casa, el motor comenzó a fallar. Patrick se desesperó en sus intentos de hacerlo funcionar, pero fue inutil. Finalmente el coche quedó parado.

-"Agh..."-, dio un golpe al volante, frustrado. -"Maldita sea. Se suponía que esta cosa tenía garantía..."- Salió del coche para comprobar que, efectivamente, el motor estaba estropeado. Miró a Gwen con una mezcla de irritación y disculpa. "-Parece ser que vamos a tener que pedir ayuda para el coche. Yo voy a pedir ayuda, para ver si pueden remolcarnos. Tú quedate aquí. Bajo ningun pretexto salgas del coche, vale?"

Gwen puso los ojos en blanco. -"No soy una niña, Paddy. Sé exactamente que me tengo que quedar aqui hasta que vuelvas. No pensarás que soy tan estúpida como para irme yo sola andando hasta mi casa a estas horas, no?"

-"Vale, vale. Perdona, pero es que estas cosas me ponen nervioso..."- Paddy se pasó una mano por el pelo, y se enderezó.- "Enseguida vuelvo..."

Sin más, Patrick se dio la vuelta y se fue. Gwen vio como su primo se metía en la unica salida que parecía haber mas cerca... un callejón.

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Wilhelm vio al primo de Gwen entrar en el callejón. Sonrió. Qué persona más enclenque... pan comido.
-"Oiga, oiga..."-, llamó Wilhelm. El primo, Patrick, respondió algo y se internó en las sombras...
No tuvo tiempo a decir nada más, porque inmediatamente cayó sobre él.
Felices sueños...

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Pasó el tiempo. Una hora... dos... y Patrick no volvia. Se estaba empezando a escamar. Miró el paisaje urbano que se extendía frente a ella. No había un alma. Sabía que le había prometido a Paddy que se quedaría a esperarle en el coche, pasase lo que pasase... pero ella ya no podía quedarse más quieta. Al cuerno..

Salió del coche, cerró tras ella y se internó en el callejón en busqueda de su primo... y en la penumbra.

El callejón era estrecho... y no se podía ver apenas nada. Parecía que no tenía fin... caminó por él, apoyandose en una pared, aterrada.

-"Paddy?"- Llamó. -"Paddy!"

Sin respuesta...

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Gwen apareció atravesando temerosa la oscuridad... Unos metros más adelante, se encontraba el cuerpo inconsciente de su primo atado y amordazado apoyado contra la pared, pero ella no se dio cuenta.
Wilhelm se deslizó lenta y silenciosamente detrás de ella... Gwen ni siquiera se giró; siguió avanzando casi a ciegas, moviéndose torpemente. El mundo para Wilhelm parecía haberse detenido: todos los ruidos habían callado y cualquier otra consideración que no pasase por la joven había desaparecido de su mente. Por fin, pareció que Gwen pudo distinguir la figura tendida en el suelo... y Wilhelm atacó.
Las manos sobre los hombros, ejerciendo presión.
Y los colmillos en el cuello.
Ella tampoco pudo gritar.
Ya eres mía.

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Abrió la boca, sin que ningun sonido saliese de ella... trató de moverse, pero su cuerpo no le respondió. Era una mezcla extraña lo que estaba sintiendo en aquel momento, antes de caer en la inconsciencia. Terror... y un placer indescriptible, nunca antes sentido... lo poco que veía ante ella iba tornandose negro, mientras quedaba a la merced de quien tenía detras... finalmente, Gwen cayó hacia atrás, sin oponer resistencia alguna...

La vida se le estaba escapando del cuerpo...

Se acabó.

Y por unos instantes, todo se calmó. No sintió nada... estaba en una paz absoluta.

Aunque esa paz no duraria mucho.

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Cuando el cuerpo dejó de oponer resistencia y cayó exánime, Wilhelm supo que había hecho su trabajo, o al menos parte de él. Sostuvo a la chica y la depositó suavemente en el suelo. Entretanto, miró el otro cuerpo que yacía en el suelo. Seguía inconsciente. Asintió para sí, y se dijo que era el momento... ahora, o nunca.

Se arrodilló al lado de Gwen. Las delicadas facciones de ella estaban relajadas, sumidas al parecer en la paz precedente a la muerte. Lo que ella no podría saber es que él le arrancaría de las garras de la muerte... y del descanso que ésta suponía.

Sacó el cuchillo empleado con el hombre del teatro, ya limpio, y se hizo un corte transversal en una muñeca... con la otra mano, abrió la boca de Gwen, y se dispuso a proceder al ritual... un hilillo de sangre negra rojiza recorría la herida de la muñeca de Wilhelm, y una gota brillaba trémula, peligrosamente cerca de caer... Sabía que en cuanto esa gota cayese en la boca de ella, ya no habría vuelta atrás.

Adelante...

Wilhelm presionó su herida, y la sangre cayó directamente a la garganta de Gwen... una nueva vida le estaba siendo dada con ella. Aunque no sabía si podía llamarla 'vida', de hecho...

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Wilhelm estaba sentado apoyado contra la pared, los ojos cerrados, fatigado pero a la vez encantado con el trabajo realizado. A la espera de que Gwen despertase, había enviado a Keith a llevar a cabo la última de sus tareas durante esa noche. Pero eso no le importaba... pues toda su atención estaba concentrada en la joven tendida en el suelo, que apenas había empezado a mover ligeramente los párpados...

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Gwen abrió los ojos, lentamente... parpadeó, y trató de incorporarse, mirando a su alrededor, en un intento vano de orientarse...¿Dónde estoy? Era extraño... estaba en el callejón en el que se había metido para localizar a su primo, pero de repente le parecía un sitio completamente diferente. El sitio en sí tenía una claridad diferente... o eso le parecía a ella... Sacudió levemente la cabeza, mientras se dio cuenta de algo pesado que yacía en su regazo. Bajó la vista...

Y se encontró con la mirada vacía de su primo. Ahogó un grito.

-"¡Patrick!"-, exclamó, con la voz ahogada... sentía de repente como si le faltase el aire. Le zarandeó sin éxito. Esta... ¡¿muerto...! Y entonces se fijó en sus manos. Eran distintas... esbeltas y alargadas, como siempre, pero más pálidas ahora... y sus uñas... parecían tan frágiles como el cristal y tan duras como el diamante al mismo tiempo. Y estaban cuidadosamente afiladas...

-"Gwen"-, llamó Wilhelm, desde las sombras.
Había sido mudo testigo de cómo Gwen se abalanzaba sobre su primo, nada más abrir los ojos, voraz e implacablemente. Por suerte para él -y por desgracia para el sádico Wilhelm, todo había que decirlo- el chico seguía inconsciente, y no sintió nada cuando las manos de Gwen se clavaron en su carne, y los nuevos colmillos, ávidos de sangre, penetraron la piel del cuello de Patrick y bebieron, bebieron, bebieron... bebieron hasta que la recién despertada quedó saciada, y Patrick entonces se desplomó en el suelo, exánime, habiendo la vida escapado de su cuerpo para siempre.
-"Gwen"-, volvió a llamar, y esperó a que la muchacha se girase...

Ésta se sobresaltó al oír su nombre, con claridad... se volvió. Y vio allí a quien no esperaba encontrarse precisamente en aquel lugar y en aquél momento...

-"¿W-Wilhelm...?", balbució, abriendo mucho los ojos. -"¿Qué haces aquí...? ¿Como has llegado...? ¿Qué está pasando aquí...?"

Mil y una preguntas bombardeaban la mente de Gwen, sin orden ni concierto. No entendía nada, y el miedo invadía su cuerpo... el cual sentía extraño. Era como si no fuese ella misma... Miró de nuevo el cuerpo inerte de su primo... y advirtió en ese instante dos hendiduras pequeñas en su cuello. ¿Qué es eso...? Al cúmulo de sensaciones se le sumó entonces la intriga...

-"Gwen..."-, repitió, saboreando las palabras. -"Hacía mucho tiempo que no te veía..."-, dijo después, como si se la hubiera encontrado por casualidad.-"¿Qué tal te sientes, Gwen?"-, preguntó. Sus ojos brillaban intensamente, por la excitación y transcendencia del momento. Apenas sí podía permanecer calmado cuando estaba en verdad a punto de saltar de emoción...
Ésta es... mi Chiquilla.

-"¿Qué cómo me siento?"-, repitió ella... intentó inspirar hondo, pero no podía. Se llevó una mano a la garganta, instintivamente, pero no parecía estarse ahogando... Aquello superaba su comprensión. Empezó a temblar como un flan. -"Han... han matado a mi primo..."-, alcanzó a decir, con un hilo de voz, volviéndose hacia el cuerpo. -"Y de repente me he despertado aquí con la cabeza dandome vueltas, y sintiendome como si..."- Hizo una pausa. Como si estuviese muerta... -"Como si mi cuerpo no me perteneciera... ¿Cómo crees tú que me siento?"- La voz se le quebró.

Miró a Wilhelm, con los ojos grises vidriosos, en busca de respuestas. Esperaba que él las tuviese... Esperaba que él pudiese explicar por qué se sentía tan extraña, y por qué tenía un sabor metálico en su boca... y al mismo tiempo, esperaba que él tampoco supiese qué decir al respecto. Lo cierto es que la situación no tenía ni pies ni cabeza. Ahí había algo que no encajaba... ¿Estaría volviéndose loca?

Lamentaba que Wilhelm tuviese que verla en este estado... después de tres años sin verse.

-"Tranquilizate, Gwen"-, pidió Wilhelm, empleando un tono parental. -"Trata de tranquilizarte y escúchame, porque tienes mucho que saber."
Vamos a ver... por dónde empiezo.
-"Te va a extrañar esto, pero intenta entenderlo sin volverte loca. Gwen, estás... muerta."
Buen comienzo...

Los ojos de ella reflejaron más confusión, si eso era posible.

-"¿Que estoy muerta?"-, repitió, incrédula. No era el tipo de respuesta que se esperaba. Primero pensó que se trataba de una broma, pero luego vio en los ojos de Wilhelm que no parecía estar bromeando en absoluto. -"¿A qué te refieres...? ¿Si estoy muerta, por qué estoy hablando contigo?..."- Caviló unos momentos. Era cierto que no se sentía como si estuviese viva, pero aquella información era difícil de asimilar. Trató de ponerse de pie, mirando a Wilhelm. -"Si estoy muerta, ¿por qué puedo sentir... todavía?"-, inquirió, entre el escepticismo y el terror de que algo así verdaderamente pudiese pasar...

Wilhelm ya había soltado la primera bomba. Ahora tocaba la segunda y penúltima sorpresa.
-"Habrás oído hablar de los vampiros."- No era una pregunta, y tampoco esperó respuesta. -"Soy un vampiro, Gwen... y tú ahora también."
Lo mejor es ir directo... -"Tócate los dientes, Gwen."

Silencio.

Se quedó callada por unos instantes, intentando digerir lo que acababa de oír...

¡¿Vampiros!

Sabía lo que eran los vampiros. Había leído algunos relatos, y oido los tipicos cuentos que te cuentan de pequeño... No podía ser cierto. No existían. No eran reales. Y sin embargo, Wilhelm acababa de decirle que él era uno... y que ella también lo era. Era imposible, del todo. Pero... ¿qué explicación había, si no?

Por un instante, tuvo miedo de hacer lo que Wilhelm le pedía... tuvo mucho miedo. Pero se armó de valor por un instante para hacerlo... sólo para demostrarle a Wilhelm que estaba desvariando. La yema de su tembloroso dedo índice recorrió los dientes incisivos. Estaban normales. Bien. Pasó al primer canino...

Se topó con que era más largo de lo normal. Y más afilado. Mucho más afilado. Lo cual se lo confirmó la pequeña herida que se acababa de hacer con él en la yema. No tuvo valor de comprobar el otro. Sintió que las piernas le fallaban... y que la cabeza le daba vueltas de nuevo. Retrocedió un par de pasos, agazapándose en la pared, con la mirada perdida de horror, desconcierto y -todavía- incredulidad...

-"N-no puede ser..."-, balbució. Esto no puede estar pasando... pero para ser una pesadilla... es demasiado real... Intentó reponerse, a duras penas... recordó entonces las dos marcas en el cuello de Patrick. Si esto en verdad está sucediendo... entonces es posible que...

Se agachó de nuevo-mas bien, se desplomó- al lado de su primo, para comprobar la herida una vez más... era una levísima posibilidad... dentro de esa locura insana, pero podía serlo...

-"¿Lo he... matado yo...?"-, dijo, casi temiendo la respuesta. Al instante se arrepintió de haber formulado aquella pregunta.

Y la tercera sorpresa, que Gwen acababa de adelantar.
-"Sí"-, respondió, cabizbajo, solemne, pero sin poder ocultar la chispa de malignidad que brilló en sus ojos. -"Te arrojaste sobre él después de la transformación. Pero no te tortures."- Y entonces no pudo evitar sonreir... fue la primera vez que mostró ante Gwen su típica sonrisa de tiburón, mostrando sus afilados colmillos. Una sonrisa que podía estremecer corazones.
-"Era alimento."

Gwen reculó al ver los colmillos de Wilhelm... el tono con el que decía aquello, como si verdaderamente aquello fuese tan normal como hablar del tiempo... No parecía el mismo. Quizás nunca hubiese sido quien ella se había pensado...Volvió la vista hacia su primo, y por último, se miró a sí misma. Sacudió la cabeza. Era demasiado. Demasiado para ella en tan poco tiempo...

Estoy muerta. Soy una vampiresa. Y he matado a mi primo...

Esas, teóricamente, eran las respuestas a sus preguntas. Respuestas que implicaban, a su vez, otras preguntas... era todo tan inverosímil, había recibido tanta información de golpe, que no podía soportarlo. Le tembló el labio inferior...

-"N-no..."- Balbució. -"¡No es verdad!"-, exclamó. Se levantó de golpe, aunque aún temblorosa. No podía creer lo que le estaban diciendo. No quería creerlo. Soltó un sollozo, involuntario...

-"Sí, Gwen"-, dijo Wilhelm implacable. -"Siéntete. Siente la sangre vampírica recorrer tus venas. ¿No es verdad que te sientes más ágil, más fuerte, más peligrosa?"-
Avanzó hacia ella. Todavía sonreía. Y ahora, la sonrisa se hacía más notoria a medida que se acercaba a Gwen.
-"Yo soy tu Sire: tu creador, tu padre vampírico. Estos tres años he estado investigando sobre ti, para ver si eras apta para la conversión... espero no haberme equivocado."

Gwen miró a Wilhelm, con los ojos vidriosos... las lágrimas le afloraban por salir. No eran lágrimas normales... se apoyó en la pared.

-"Basta, Wilhelm... por favor."-, dijo, con la voz quebrada y los dientes apretados. No quería seguir escuchándole decir aquello. -"Esto no me está pasando; no... no puedo... "- Se interrumpió a sí misma. Sacudió la cabeza de nuevo. -"Esto es... demasiado..."

Se enderezó, sosteniéndole la mirada... No entendía sus palabras, pero creía que le quería decir que el le había convertido en lo que fuera que fuese ella ahora... vampiro o lo que fuere...

-"¿Qué me has hecho, Wilhelm? ¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no podías dejarme tal como estaba antes...? ¡¿Qué diablos estoy diciendo!"-... Apretó los párpados. Wilhelm pudo ver como una lágrima sanguinolenta recorría la pálida mejilla de su recién creada chiquilla, antes de darse la vuelta y echar a correr, en dirección a la salida del callejón, agarrándose los bajos de la falda del vestido.

Wilhelm tenía razón en una cosa... se sentía más rápida corriendo, como si le hubiesen dado alas a sus pies y a su cuerpo. Pero no quería pensar en eso. Sólo hacerlo le daba escalofríos. Tan sólo quería llegar pronto a su casa... lo más pronto posible. Y entonces, todo este horrendo episodio acabaría...

Él la vio alejarse en la noche... y dejó de sonreir. Si Keith había hecho lo que debía, la segunda fase comenzaría en cuando Gwen llegase a su casa.
Y él debía ir hacia allá. Mientras andaba, sintió una punzada de remordimiento por lo que había ordenado hacer, pero desechó el pensamiento moviendo la cabeza. Era necesario, se lamentó.
No importaba.

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La mente de Gwen iba tan rápido o más que sus pies, habiendo dejado atrás el oscuro callejón y la calle donde ella y su primo habían dejado aparcado el coche. Sabía más o menos dónde estaba y el camino que debía tomar para llegar a su casa; había hecho ese trayecto muchas veces antes. Pero debía darse prisa. Algo le decía que si no lo hacía, quizás sería demasiado tarde... pero, ¿demasiado tarde para qué?

Había recordado una cosa que le había venido a la mente antes de recuperar el conocimiento en el callejón. La paz en que se había sumido de repente se había visto quebrantada violentamente, reemplazada por angustia y dolor... y lo siguiente que recordaba, así como lo último antes de su amargo despertar en el callejón, era una serie de imágenes mentales... la luz del Sol poniéndose... y su familia -lo que quedaba de ella- despidiéndose de ella. El hecho de que su primo hubiese aparecido muerto en su regazo le hacía pensar que aquello había sido un horrible presagio de lo que le iba a suceder... y le asaltaba ahora el temor de que a otro miembro de su familia le pudiese deparar un destino semejante, si no peor.

Apretó el paso lo más que pudo, esquivando un coche que estuvo a punto de atropellarla. No sabía si Wilhelm la estaba siguiendo o no, pero confiaba que le hubiese dejado lo suficientemente atrás para que éste no pudiera alcanzarla. Las funestas noticias que Wilhelm le había dado le habían impactado más profundamente de lo que hubiera podido imaginar. De repente, le había parecido que su mundo se había vuelto patas arriba... y juraría que había enloquecido. O quizás fuese Wilhelm el que estaba enajenado. Quizás se hubiesen vuelto locos los dos. O el mundo era el que estaba loco y ellos habían despertado a la cordura... no lo sabía. Los pensamientos por sí mismos la desgarraban hondamente, y decidió dejar el asunto de lado... de momento.

Finalmente, llegó a la manzana donde estaba su casa. Nada más llegar, una oleada de estímulos sensoriales la bombardearon. Había un resplandor en la dirección en la que se encontraba su casa, en parte tapado por otras viviendas, y una nube de humo se elevaba por encima de las demas, cubriendo el cielo nocturno y empañando la visión. Se oían gritos desesperados, también en esa dirección. Y al mismo tiempo que todos estos estímulos, a la nariz de Gwen llegó la prueba de que había tenido razón en temer lo peor.

Olor a quemado.

Corrió hacia allí, con el corazón en un puño. Y si no fuera porque éste estaba parado, en éstos momentos estaría latiéndole desbocado.
Se detuvo al principio de la calle, al ver sus temores confirmados...la gente corría de un lado para otro, pero un miedo irracional empezó a hacer presa de ella, dejándola anclada en el suelo, impotente por lo que estaba contemplando...

Su hogar estaba siendo consumido por las llamas.

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Keith miraba extasiado su trabajo. Las llamas bailaban dentro y fuera de la casa, incontenibles, mortíferas. Experimentó una curiosa sensación de agrado al imaginar los cuerpos de la familia Bathory consumirse en el fuego, que inmediatamente intentó ocultar avergonzado. Eres un asesino, Keith Kerry. Has matado a personas inocentes.
Una lágrima se asomó en el ojo derecho de Keith. No podía creerlo... había matado a sangre fría, e incluso había llegado a alegrarse, a felicitarse, por lo bien que había llevado a cabo tan repugnante acto. Se llevó la mano al corazón y trastabilló unos pasos.
Apareció un joven delante de él.
-"¡Señor!"-, gritaba el chico, -"¡ayúdenos! ¡Tenemos que intentar salvar a los habitantes...! ¡Tenemos...!"
Pero Keith siguió retrocediendo. Hizo caso omiso del muchacho. Sentía ganas de arrojarse él mismo a las llamas, de subir a lo alto de algún edificio y encontrar la muerte arrojándose al suelo, de rasgarse su piel de asesino... y lo peor era que no podía hacerlo. No, porque su vida ahora no le pertenecía a él, ni pertenecía a Dios... su vida era propiedad de un ser malvado como el mismo Satanás. El maldito vampiro, el cobarde y ruin vampiro... pero el poderoso vampiro para quien se había convertido en ejecutor.
Pero tenía que obedecer su última orden... Tenía que alejarse del lugar, huir y reunirse con él más tarde.
Sin volver a mirar atrás, echó a correr, cegado por las lágrimas.

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Y allí iban...

Todos sus recuerdos, todos los momentos que había vivido en esa casa, a la cual ella y su madre se habían trasladado tras la desaparición de su padre y la cual había pertenecido a sus ya difuntos abuelos maternos, estaban convirtiéndose en cenizas y escombros. Era todo lo que iba a quedar de todo aquello...

Ya era demasiado tarde para que algo material de la casa pudiese salvarse. A pesar de los esfuerzos de los vecinos, quienes todavía estaban intentando apagar las llamas con sendos cubos de agua e incluso con sus propias ropas, era inútil. Y Gwen no podía hacer nada más que mirar el declive de su propia casa... Se desplomó de rodillas en el suelo cuando el segundo piso de la casa lo hizo. Lo único que quedaba en pie eran muros derruidos y algunas pertenencias ennegrecidas, que ya de nada servían.

Nadie reparó en ella, lo cual era lógico teniendo en cuenta lo acontecido allí. Estaban demasiado ocupados en intentar apagar el fuego de la casa y lo que se había extendido a las demas, o llorando desconsolados, lamentándose ante la tragedia. De entre la muchedumbre y los escombros calcinados, se pudo rescatar un cuerpo calcinado que ahora descansaba en la acera, fuera de la actividad que había en la casa. Gwen pudo verlo. Y a su pesar, también reconocerlo... Llena de considerables quemaduras, sin embargo no la había desfigurado por completo. Era su madre, muerta por asfixia.

-"M-madre..."- Quiso ir hacia ella, pero no podía.Sus músculos ya no le respondían. Presa del desconsuelo y de la impotencia, las extrañas lágrimas de nuevo acudieron a ella. No eran como las lágrimas que había llorado hasta entonces. Estas eran... rojas. Estaba llorando sangre. Ocultó el rostro entre las manos, encogiéndose del todo en el suelo, para poder llorar su pena y desahogarse, sacudiéndose arrodillada en violentos sollozos. Nunca creyó que una pérdida así pudiera afectarle tanto... ya que no imaginaba que pudiera darse algun día. ¿Quién hubiera podido augurarle, al inicio de ésta, que aquella noche sería tan horrible? Y ahora, ahí estaba ella... sin hogar, sin familia, y sin nada a lo que aferrarse. Estaba sola.

¿O quizás no lo estaba del todo?

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Wilhelm llegó unos minutos más tarde. Allí estaba Gwen, en el suelo, mirando entre lágrimas las llamas entre las que se consumían su familia, su hogar y sus más de dos décadas de vida mortal.
Sin embargo, él no miró el fuego. No directamente, al menos. Mantuvo la vista baja y se acercó a su nueva Chiquilla, haciendo esfuerzos sobrehumanos para ignorar el calor, para olvidarse del fuego... No podía permitirse sucumbir al Miedo Rojo, no hoy.
-"Gwen"-, llamó, intentando que su voz sonase firme y a la vez apesadumbrada, dejando fuera la ansiedad y el temor que sentía. -"Gwen, ¿me escuchas?"

Ésta se detuvo en sus sollozos, al oir la voz de Wilhelm. Sin embargo, no se volvió a mirarle. No quería que le viese la cara... Se enjugó las lágrimas como pudo, temblorosa, y aún llorosa, se giró levemente hacia él, sin decir nada, pero en signo de indicarle que le había oído. No le salían las palabras. No sabía si habia que decir algo en éste momento...

Wilhelm colocó sus manos sobre los hombros de Gwen.
-"Gwen, ven conmigo"-, continuó. -"Es inútil que te quedes aquí. Sólo te sentirás más desdichada."
La ansiedad de Wilhelm ya era muy difícil de controlar. Logró controlar el temblor de sus manos, pero sus piernas apenas sí podían sostenerle.
-"Levántate"-, pidió suavemente.

Gwen dudó un instante. ¿Qué otra cosa podía hacer si no? Sólo le quedaba Wilhelm... pese a todo... quizás no estuviese todo perdido. Quizás podía darle una segunda oportunidad... volver a confiar en él...

Apoyandose en él, se levantó, lentamente, y cabizbaja... Tampoco en esta ocasión dijo nada. Miró de reojo los rescoldos de las llamas de lo que había sido su casa, por última vez, antes de echar a andar.

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Wilhelm, aliviado, se llevó a Gwen lejos de la casa. La condujo hacia un parque cercano y la sentó en un banco. Todo había salido a la perfección... el necesario asesinato de su familia era la llave de la confianza y lealtad de Gwen Bathory. Ahora Wilhelm era lo único a lo que podría anclarse: su guía, su mentor, su único amigo en un mundo mucho más hostil que cualquiera en los que ella pudiersa haberse encontrado si él no la hubiera Abrazado.
Sacó un pañuelo del bolsillo -el mismo con el que, tres años atrás, se había limpiado una delatora gota de sangre de la barbilla antes de verla por segunda vez- y se lo tendió.
-"Tranquila, Gwen, tranquila."

Gwen se secó lo que quedaba de sus lágrimas... en vano, pues pronto volvieron a aflorar más. La barbilla le temblaba descontroladamente... miró a Wilhelm, y entonces, todo el aplomo que le quedaba-si es que aun quedaba algo-se vino abajo. Se abrazó a él, en un arrebato.

-"'¡Oh, Wilhelm...!"-, exclamó sollozando. -"¿Qué voy a hacer ahora?"- No veía salida alguna... en ese momento, no. Todo el mundo que había conocido se había desmoronado de repente, bajo las llamas...

Él la tomó con sus brazos y, como si de una niña pequeña se tratase, empezó a mecerla ligeramente para calmarla. Lo cierto es que no sentía el menor remordimiento por su dolor, del que él era responsable, pues todo lo que se había hecho esa noche era necesario.
-"Calma, calma, Gwen."- Susurró, como cantando una nana. -"Ha sido una tragedia, pero no está todo perdido. Me tienes a mí, ¿recuerdas?"

Se quitó las nuevas lagrimas de un manotazo, avergonzada, para separarse un momento y mirar a Wilhelm.

-"Pero... ¿A donde vamos a ir ahora? ¿Qué me va a deparar a mí contigo?", alcanzó a decir, aun temblorosa. "Y... lo del callejon..." Se mordió suavemente el labio inferior. Solo de recordarlo... Pero no había nada que hacer al respecto. Wilhelm tenía razón. No era la misma de siempre, eso estaba claro... y necesitaba de una mano que le guiase por las tinieblas. Lo que no sabia era si esa mano le guiaría a un buen puerto o no.

-"Lo que te dije en el callejón es cierto"-, dijo Wilhelm, mirándola fijamente. -"Eres una vampira, Gwen, una Condenada. Yo mismo te Abrace... te convertí en vampira en ese callejón."
Acarició su rostro con dos dedos.
-"Piénsalo, Gwen. Siempre me has visto de noche, ¿no es cierto? Y ahora tú eres como yo: una criatura de la noche. Te alimentarás de sangre y vivirás en la oscuridad... y yo te guiaré."

Gwen amagó un suspiro, que nunca llegó a darse... bajó la vista. Se miró a sí misma, durante unos instantes, en silencio, rumiando callada las palabras de él.

-"Cuesta mucho creerlo..."-, murmuró, lo suficientemente audible para que Wilhelm pudiese oírlo. -"Y sin embargo... qué opción me queda ahora, sino creer? No voy a poder sobrevivir si no lo hago... verdad?"- Le miró de nuevo. -"Y sin embargo... aun no comprendo por qué lo has hecho..."

-"Para darte una oportunidad, Gwen"-, dijo sencillamente. -"Para brindarte una posibilidad de llevar una existencia mucho más plena que la de una simple humana. Porque ciertos dones que tenemos las personas merecen ser conservados para toda la eternidad."
Wilhelm se preguntó si debía contarle el pequeño secreto que guardaba su familia, pero decidió no hacerlo. No todavía.
-"Me agradecerás lo que he hecho por ti, créeme. Ahora estás conmocionada."

La recién creada vampira quedó callada, escuchando a Wilhelm... Recordó entonces la conversación que habían tenido cuando se habían visto por primera vez. Recordó que le había confesado su deseo de no casarse... de ser una artista... sería a eso a lo que se refería cuando decía lo de 'preservar dones para la eternidad'?

-"Me has... convertido en esto... por mi deseo de ser artista?"-, inquirió. Aún estaba algo temblorosa. Aún tenía los ojos vidriosos y enrojecidos por las lágrimas. Pero estaba volviendo a recuperar su fortaleza de espiritu... poco a poco.

Wilhelm negó con la cabeza.
-"No seas simplista. La vida no se reduce a un sólo motivo: es un complejo tapiz donde se entrelazan miles de razones, explicaciones y hechos. Te he Abrazado teniendo en cuenta muchas cosas, Gwen."-Estiró los brazos.-"Pero no hablemos ahora de por qué eres lo que eres, sino simplemente de qué eres. ¿Crees que estás preparada para descubirte, Gwen Bathory?"

Gwen continuó con la vista fija en él.

-"Y si acaso no lo estuviese... tendría otra elección?"-, dijo, cruzándose de brazos. -"Tendré que descubrirme, tarde o temprano... mirar el suelo que estoy pisando... ver qué es lo que me depara ahora. Muéstramelo... pese a las consecuencias."- Ya no sabía que era lo que tenía que temer...

-"De acuerdo"-, Wilhelm se levantó. -"Caminemos"-, dijo ofreciéndole su mano, -"y te ire explicando todo lo que debes saber."

Caminaron largo tiempo por el parque. Wilhelm hablaba y Gwen escuchaba, a veces extrañada, otras horrorizada, otras simplemente asustada. Wilhelm estaba desgranando la no-vida de un vampiro -la que iba a ser su vida- y ése era un tema que no podía dejar a nadie indiferente. Gwen no fue una excepción.
Y mientras la noche avanzaba, impasible, Wilhelm enseñó a Gwen casi todo lo que sabía. Exactamente lo mismo que hizo su Sire siglos atrás, una noche parecida, fresca pero agradable.
Se reanuda el círculo...