Él estaba de espaldas.
Con pasos lentos se acercó a él, notando la anchura de sus hombros, el brillo de sus cabellos rubios y los tendones de sus brazos marcados en sus músculos.
Él giraba la cabeza de izquierda a derecha hasta que inesperadamente giró y la vio.
Su mirada azul la atravesó por completo y la dejo clavada en donde estaba.
Parpadeó confundida por un segundo y él sin dudar adoptó una pose defensiva.
–Hola...– Dijo ella suavemente mientras agitaba su mano.
Él extraño la miró de arriba abajo en un segundo evaluandola, y ella por un instante se sintió vulnerable.
–Hola.– Respondió él relajando su semblante y con una suave sonrisa en su rostro.
Sin evitarlo frunció el ceño.
Lo había visto en algún lado, sólo que no recordaba dónde.
Cerró los ojos y los apretó fuertemente obligándose a recordar, pero solo consiguió una punzada de dolor.
Su cuerpo se tambaleo y él extraño puso sus manos firmemente en sus hombros evitando que se estampara en el suelo.
¿Quién era él?
Su nombre se deslizaba de su mente, escurriendose de ella.
– ¿Estás bien?
Ella abrió los ojos y se encontró con él rostro del ojiazul ligeramente inclinado hacia ella, con leves signos de preocupación marcados en su frente.
Su corazón dió un brinco.
–Si.– Respondió suavemente.– Es sólo que me parece conocido.
Él extraño al oír esto la soltó y retrocedió un paso educadamente.
–Perdóneme señorita, pero no creo que nos hayamos visto.– Respondió él con una inusitada cortesía evocando a viejos caballeros de épocas pasadas.
Pero esa sensación de haberlo visto no desapareció, sin embargo ella no lo menciono más.
– ¿Qué es este lugar?– Pregunto ella en cambio mirando a su alrededor por primera vez.
Él la imitó y sutilmente se encogió de hombros.
–No estoy seguro.
Sin decir más o siquiera ponerse de acuerdo, ambos recorrieron el lugar lado a lado.
El sitio era ligeramente oscuro, con una leve neblina al ras del suelo, dando la imagen de un día nublado.
Había varios enormes árboles y bancas dónde sentarse, por el rabillo del ojo él joven rubio notó una serie de juegos infantiles.
Era un parque.
Él parque que estaba frente a su casa, notó ella mentalmente.
Se adelantó unos pasos y se dejó caer en la banca rojiza de metal, curiosamente él la imitó sentándose a una distancia prudente de ella.
–Por cierto soy Annie.– Exclamó ella con un inusitado retintin mientras extendía su mano.
Él muchacho sonrió suavemente mientras tomaba su mano.
–Soy Steve. Steve Rogers.
Ella abrió los ojos impresionada y jadeó un instante.
El Capitán América.
Era el Capitán América.
Abrió la boca para decir algo pero antes de que una palabra saliera, ella parpadeó.
Y entonces abrió los ojos.
Estaba de espaldas con la mirada fija en el techo, parpadeo un segundo y lentamente se incorporó examinado su alrededor con el velo del sueño aún en sus ojos.
Estaba en su habitación, ella inconscientementesonrió.
–Asi que Steve Rogers...
Río encantada y atrayendo su almohada la estrecho fuertemente contra su pecho y hundió su rostro en ella.
–No puedo creer que haya soñado con el Capitán América.– Exclamó avergonzada y alzando ligeramente el rostro sus ojos se clavaron en un póster pegado en su puerta.
End Game.
El póster de la última película de Avengers.
