Yo estuve ahí.
Cuando perdió a su hermano.
Cuando perdió a sus amigos.
Cuando hizo la promesa por un sombrero.
Vi su dolor y lágrimas.
Vi su determinación y su alegría.
Vi como se hacía más fuerte con cada paso que daba.
Y lo ame por ello.
Su sonrisa me cautivó.
Sus ojos brillantes me abrumaron
Quise estrecharlo entre mis brazos cuando lo ví sufrir.
Quise protegerlo cuando lo ví caer por un oponente más fuerte que el.
Quería estar a su lado.
Era lo que más anhelaba.
Sólo había un problema.
Él no era real.
Tan solo un dibujo hecho por un hombre.
La primera vez que ella lo vió fue en un día lluvioso.
Recordaba el crujir de sus botas de agua color rosa, las cuales junto con su impermeable y gorrillo amarillo hacían imposible que la gente no la viera.
Su madre, siempre estricta, sostenía firmemente un paraguas en la diestra y en la izquierda la llevaba a ella de la mano.
Se habían detenido un momento en la parada esperando a que algún taxi pasará.
La mirada fulminante de su madre la detuvo de ponerse a saltar sobre los charcos mientras esperaban.
Aburrida se puso a mirar a su alrededor en un afán de encontrar algo con que distraerse.
Sus ojos se clavaron en un puesto de periódicos atendido por un anciano, se aproximó y rápidamente escaneó las revistas y periódicos exhibidos buscando algo lo suficientemente colorido que llamará su atención.
Y ahí estaba.
El pequeño libro permanecía exhibido en la parte inferior izquierda, sus dedos curiosos se extendieron.
Un vistazo rápido a su alrededor y segura de que nadie la veía, sus pequeñas manos aferraron el libro y ella echó a correr al lado de su madre coincidiendo con el momento en que un taxi se detuvo y esté sin más demora arranco llevandolas a su hogar lejos de ahí.
Cómo olvidar aquella sensación del papel entre sus manos.
Cómo olvidar el ansia y emoción con la que sus ojos miraron imagen tras imagen.
No podía dejar de leerlo.
No quería dejar de leerlo
A sus escasos 6 años ella se juro a sí misma que hiciera lo que hiciera, ella seguiría leyendo sus aventuras.
Y fielmente cumplió su promesa.
Después de todo él era su primer amor.
La música retumbó con gran fuerza en sus oídos, hábilmente ella ignoro las miradas de los usuarios a su lado por ello.
Tres suaves toques en el audífono derecho y cambio la canción.
Él ritmo de una letra japonesa la envolvió y su cabeza se agitó al ritmo musical.
Su celular vibró una vez y perezosamente lo sacó de su bolso.
Era una notificación de un recordatorio, sobre un evento no muy lejano que se acercaba y era imposible de olvidar para ella.
Inconscientemente sonrió por ello.
Se suponía que debía ser un día normal.
Se suponía que sólo sería otro cumpleaños más.
Así habían sido los últimos años de su vida y naturalmente ella esperaba que en el número 27 fuera la mismo.
Sus ojos ocultos tras los cristales miraban atentamente la hoja en sus manos que había sacado de su bolso, estaba emocionada, para qué negarlo, llevaba mucho tiempo esperando aquel día.
Aquella persona que conocio en un foro durante una madrugada le había asegurado que funcionaría.
Él pitido del metro anuncio su parada, rápidamente ella bajo y sin mirar a nadie se interno en la calle.
A su paso algunos vecinos la miraban, ella hábilmente los ignoró.
Y ni una persona le dirigió la palabra, pues todos estaban acostumbrados a la extraña chica.
Corrio a su casa y rápidamente subió las escaleras principales, la puerta de su habitación fue abierta bruscamente por ella, y está azoto contra la pared color crema.
Lanzó su bolso al suelo y se dejó caer en su cama.
Apoyo sus barbilla en su almohada y cruzando sus tobillos en el aire sostuvo su celular.
Sus ojos brillaron y una boba sonrisa adorno su rostro.
Sin evitarlo soltó una risilla.
—Tan lindo...— Susurro con adoración.
En la pantalla había un muchacho con un curioso sombrero, él cuál tenía una fiera determinación, este brincaba y atacaba.
Sin rastros de retroceder, él golpeaba a su oponente, un hombre de un abrigo de plumas rosas y gafas de sol oscuras que sólo lo miraba con una sonrisa maníaca.
— ¡Patea su trasero Luffy-sama!— Chilló ella emocionada y como sí el chico la escuchará, golpeó a su oponente y lo lanzó contra unas rocas.
Su corazón brinco y sus mejillas se tiñeron de rojo.
Ella gimió extasiada, él era tan magnífico.
Estaba segura que su plan funcionaría, sólo faltaba una semana.
Respiro profundamente y en un movimiento suave llevo su mano derecha a su pecho y la izquierda la extendió frente a ella.
Roto su cadera ligeramente y miró al hombre frente a ella.
Este era alto de piel oscura y cabeza rapada, vestía pantalones de deporte y una camisa sin mangas oscura.
Ella por el contrario llevaba pantalones de yoga azules y una camiseta de tirantes rosa, su cabello firmemente sujeto en una trenza francesa, ambos permanecían descalzos.
—Dime los principios.— Exclamó él hombre con su mirada fija en ella.
La muchacha asintió mientras sin dudar se lanzaba contra él.
—Los ataques deben ser, lo más rápido posible, lo más fuerte posible. Sin dejar de ser de corto alcance, y en especial lo más natural posible.
Él hombre asintió mientras esquivaba el golpe al cuello, para lanzar un puñetazo a la mandíbula de la chica que en un fugaz segundo lo esquivo.
La pelirroja lanzó una patada a su estómago pero este tomó su pie con ambas manos y la lanzo contra el colchón azul.
Usando la fuerza del golpe se impulso hacia arriba, y lanzó una barrida a sus pies, siendo evitada al dar él un salto.
Él sonido estridente de una campanilla sonó y ambos se detuvieron.
La expresión del hombre se relajo y colocando una mano en su sacudió sus cabellos negros y ella hizo una mueca.
—No soy un perro.
Él soltó una carcajada y ella rodó los ojos.
—Anda, vete mocosa la clase termino.
—Nos vemos la próxima semana.— Mencionó ella mientras se colocaba sus tenis azules y colgaba una mochila blanca en su hombro.— Gracias Steven.
Él asintió y ella salió.
Tomando su mochila de deporte de un locker, colocó sus audífonos y tras abandonar el gimnasio, sacó un pequeño calendario mientras caminaba y se detenía en una avenida esperando a que el semáforo cambiará.
Lunes, miércoles y viernes clase de Krav Maga en la mañana y de idiomas en la tarde.
Martes, jueves y sábado clases de yoga y manejo de armas.
Domingo clases de natación, gimnasia rítmica y cocina.
Asintió para si misma mientras tachaba el recuadro de su clase de defensa en la mañana de ese día.
Él semáforo cambio y ella corrió, debía llegar a su clase de idiomas.
Sólo faltaban tres días.
