Sus ojos se abrieron de golpe, ella rápidamente se sentó mientras respiraba agitadamente tratando de tomar todo el aire posible.

Con un tinte desesperado miró a su alrededor notando al instante la diferencia con su usual entorno.

Aún con la respiración agitada y la mente ligeramente omnivulada ella temblorosamente se levantó y una sonrisa creció en su rostro.

Había funcionado.

Eufórica dio la vuelta y echó a correr sin rumbo fijo, ignorando las piedras ramas y demás que se clavaban dolorosamente en sus pies descalzos.

Cayó unas cuantas veces pero no le importó, sólo se levantó y siguió corriendo sin detenerse, sus ojos escanearon su alrededor hasta que estos se detuvieron de repente en el árbol más alto que pudo ver.

Sin dudar un sólo instante comenzó a escalar hasta lo más alto del árbol mientras un chillido emocionado brotaba de su pecho, sus manos aferraron la rama de la cima e impulsándose en esta se sentó en ella.

No supo cuánto tiempo se quedó ahí, con sus ojos clavados en el horizonte y sus manos convertidas en puños, mientras el viento agitaba sus cabellos.

Él sonido del mar golpeando ferozmente contra las rocas fue música para sus oídos, miró a su alrededor nuevamente notando que no había más que bosque, afinó la vista y más allá a su derecha notó una aldea.

Estaba en una isla bastante grande en realidad, se pregunto en cuál estaría.

Ignoró el calor del sol quemando su piel, Ignoró el sonido de su estómago rugir de hambre e incluso Ignoró la sed que poco a poco la embargaba.

Cuando se pudo asegurar a sí misma que aquello era real y no falso, comenzó a descender del árbol.

Comenzó a caminar hacia la aldea, sin importar que esto le llevaría algunas horas, cuando el sol estaba por ocultarse ella estaba en lo que parecía la zona residencial de clase media, se aproximó a la última casa del camino, le dió la vuelta y sus ojos se clavaron en una hilera de tendederos.

Sin dudar un instante sus manos tomaron lo necesario.

Regreso sobre sus pasos y quitándose el camisón de lino aún manchado de sangre se lanzo a un riachuelo, enjuagando todo rastro de suciedad de su cuerpo y cabello.

Poco después salió del mismo y tras esperar unos instantes para secarse, se colocó un vestido corto de finos tirantes color salmón con un gran moño en la parte trasera de falda asimétrica, miró las sandalias azules de piso y de un movimiento se las colocó, y finalmente peino sus cabellos con sus dedos.

Arrodillándose frente al río, miró por primera vez su imagen en el reflejo del agua.

Sus cabellos eran largos del mismo tono rojizo, sus ojos grandes de un profundo color gris cuál mercurio liquido.

Su piel blanca y tersa, de buenos atributos y delicadas curvas.

Sonrió encantadoramente y se levantó, para emprender su camino, tenía mucho que hacer.


Se estiró perezosamente en la cama, y sus ojos barrieron el lugar observando la pequeña cabaña.

Un toque en su puerta y ella miró la entrada, la puerta fue cruzada por una niña de no más de seis años, de largos cabellos rubios en dos coletas y un vestidito azul hielo.

La niña llevaba en sus manos una bandeja de madera con un vaso de leche y unos panes en ella.

—Buenos días hermana.— Dijo la pequeña con una gran sonrisa.

—Hola Lía, ¿amaneciste bien?

La pequeña burbujeante asintio ansiosamente mientras dejaba la bandeja sobre la cama.

La pelirroja acarició su cabeza dulcemente revolviendo sus cabellos y tomando un pan le dió una mordida.

—La abuela dijo que tal vez tendrías hambre.

—Por favor agradecele de mi parte.

La niña de nuevo asintió y ella la miró recordando cuando la conoció.

Se había quedado dormida sobre una rama, el sonido de gritos y sollozos la había despertado.

Al mirar hacia abajo notó a la niña en el suelo, cubierta de mugre y sangre.

Frente a ella dos hombres con pinta de bandidos la miraban con enferma lujuria.

La chiquilla pataleaba y suplicaba piedad al ser alzada por uno de ellos.

Sin pensarlo siquiera ella salto al suelo y diez minutos después ambos bandidos yacian en la tierra inconscientes y con múltiples golpes en ellos.

La niña fuertemente acunada en sus brazos lloraba desconsoladamente.

Antes de entrar a la aldea una anciana seguida de unos pocos hombres la recibieron, la anciana estaba desconsolada y los hombres sostenían viejas espadas.

La niña bajo de sus brazos y corrió a la anciana siendo abrazada al instante.

Le fueron dadas las gracias y una oferta de quedarse en la cabaña de la anciana al saber que no tenía dónde vivir.

Así paso una semana, en la mañana ella ayudaba a la anciana a cargar las flores en una carreta para ser vendidas en la plaza principal. Y las tardes ella las pasaba en el bosque entrenando sus habilidades.

Él yoga había sido útil para desbloquear lo básico de su haki de observación y armamento.

Él Krav Magá había hecho frutos en su estilo de lucha que junto con los principios de gimnasia rítmica que había estudiado le habían dado su estilo propio.

Él manejo de armas blancas y de fuego le habían causado un poco de dificultad, pues ella había estudiado sus versiones modernas y no las antiguas que se manejaban en ese mundo.

Cerró los ojos y se concentró, mientras expandía sus sentidos y los llevaba más allá de ella.

Respiro profundamente y se relajo lentamente.

Así pasaron tres años.

Afirmó la capa gris entorno a ella, la mano del viejo marinero se estiró y ella depósito un fajo de billetes.

En el puerto, un grupo pequeño de personas agitaba sus manos efusivamente en el aire.

Ella les sonrió y la chiquilla de coletas rubias lloró con más énfasis.

— ¡Cuídate mucho hermana mayor!

— ¡Vuelve algún día!

— ¡Te extrañaremos Alex!