Zora estaba orgulloso de si mismo, había logrado convencer a Nebra de ir a comer a su casa, no la base, o un restaurante sino a su propia casa, en la que vivía con su padre, una casa llena de recuerdos de días felices de su infancia, que ahora quería llenar de memorias con su pareja, también se trataba de la única forma en que sentía que podía presentarle su novia a su padre, las tonterías que hacía por un enamoramiento, limpiando a fondo esta vieja cabaña, pidiendo consejos a Charmy para cocinar y preparando la mesa.

Estaba nervioso.

Había sido descarado cuando le pidió la primera cita, envalentonado por la forma en que ella lo protegió y lo cálido que se sintió tenerla entre sus brazos, que aceptara fue sorpresivo y por un momento dudo sobre que hacer, por suerte todo salió bien, ella estaba feliz y salieron más veces.

Todavía no entendía por que su corazón había decidido que fuera ella.

Reviso la hora para asegurarse de que todavía le quedaba tiempo antes de irla a recoger al punto acordado, revolvió el estofado verificando la sal cuando escucho un golpeteo en la puerta principal, extrañado acudió para atender.

- ¿Nebra? ¿Qué haces aquí?

- Me invitaste.

- Para dentro de dos horas. – Replico sacudiendo la cabeza cuando otra idea paso por su mente – ¿Cómo me encontraste?

- Rastree tu maná, es bastante bajo comparado al de la nobleza, pero pasamos tanto tiempo juntos que puedo detectarlo con facilidad ahora. – Respondió sacudiendo su cabello con una sonrisa orgullosa.

- En primer lugar: Eso es aterrador, me encontraste en mi aldea, acosándome y en segundo lugar todavía no estoy listo vuelve después. – Estaba a punto de cerrar la puerta cuando ella lo detuvo, por supuesto estaba bromeando sobre dejarla afuera.

- ¡No! – Se sorprendió al sentir el empujón de la madera, retrocedió unos pasos apresurándose a sostenerla para ayudarla a recuperar el equilibrio ya que cayó hacia adelante por la fuerza con la que se apoyó – Déjame quedarme.

- Esta bien, tranquila, solo estaba burlándome de ti. – Zora arqueó una ceja, preocupado mientras se movía para que entrara, quito su capa del escuadrón para dejarlo sobre un mueble en la entrada.

- ¿Esta es tu casa?

- Sí, aquí vivía con mi padre y antes de mudarme a la base, ahora paso la mayor parte de mi tiempo allá. – Contesto removiendo la olla con una expresión seria, a diferencia de su ropa usual solo estaba en unos pantalones de mezclilla y una camisa de manga corta.

- ¿Estás cocinando? – Escuchar el asombro en su voz lo hizo sonreír.

- Sí, le pedí algunos consejos a Charmy para lograr un resultado excelente. – Casi saltó cuando la sintió apoyar su frente contra su espalda y sus brazos rodearlo, ella estaba actuando extraño lo que lo hacía sentir incomodo, sin embargo, no la aparto – Sabes que como un campesino tuve que aprender a cocinar para mí mismo ¿Sucede algo?

- No, no pasa nada. – Contestó después de apretar brevemente su abrazo para luego soltarlo girándose rápidamente hacia la sala.

- Siéntate, ya que viniste temprano tendrás que esperar. – La miro observar con curiosidad el lugar, había una ligera preocupación en sus facciones que lo inquietaba.

- ¿Vivías aquí con tus padres?

- Con mi padre. – Puntualizo dejando la olla a fuego bajo.

- ¿Y tu madre? – No sabía si era de esa misma forma con todos, pero al menos con él no parecía tener un filtro para sus pensamientos.

- Ella nos abandonó cuando yo tenía seis o siete años, después de eso solo fuimos mi padre y yo. – Contó sentándose en la mesa.

- ¿Por qué se fue?

- No lo sé, tampoco me importa demasiado, ella vive en una aldea cercana, algunas veces nos vemos en la distancia, no se acerca y yo tampoco. – Suspiro esperando que ella no quisiera seguir indagando, por suerte algo distrajo su atención por completo, a veces tenía la atención de un gato.

- ¿Qué es esto? – Sujetaba en sus manos el muñeco del héroe enmascarado, no recordaba haberlo dejado sobre esa repisa.

- Mi padre lo hizo para mí. – Pensó que lo había dejado en su habitación se acercó para intentar quitárselo de la mano, se trataba de un recuerdo precioso, sin embargo, se movió ágilmente mientras lo mantenía cerca de su pecho con una sonrisa alegre.

- ¿Por este muñeco es que elegiste tu vestimenta? – Se burló detallando sus similitudes.

- No. – Negó rotundamente lo que la hizo reír por la obvia mentira, se movió en un segundo intento de recuperar el muñeco solo para que ella huyera de nuevo, era inesperadamente rápida.

- ¿Te pareces a tu padre o a tu madre? – Cuestiono tocando el cabello rojo de la figura.

- A mi padre con los ojos de mi madre. – Logró sujetarla por la cintura quitando el peluche de sus manos mientras al mismo tiempo aprovechaba de hacerle cosquillas, ella se rio a carcajadas retorciéndose, sonrió con felicidad al ver que estaba relajada por lo que impulsivamente la beso – Ustedes cuatro se parecen mucho, excepto por el cabello.

- El cabello plateado y los ojos rosados provienen de nuestra madre, los ojos de Solid y la forma del cabello de nuestro padre, por desgracia es un gen dominante – La última parte lo dijo refunfuñando ciertamente su cabello era rebelde – ¿Cómo se llama el muñeco?

- Nunca le puse nombre, mi padre me lo dio cuando tenía doce años, antes de su muerte. – Todavía le resultaba doloroso hablar de eso, no habría imaginado que le contaría sobre ese momento de su vida a una noble, menos que dicha noble se giraría en sus brazos para abrazarlo con una expresión acogedora, su mano busco entrelazar los dedos con los suyos sosteniendo el muñeco juntos – ¿Sabes cómo murió mi padre?

- Sí, por encima, revise tu archivo, fue durante una misión ¿no?

- Eres una chismosa ¿Cómo obtuviste mi archivo?

- Contactos. – Zora suspiro al mirar su expresión descarada.

- No, mi padre no murió en una misión, es decir, si murió durante una misión, pero ya la habían terminado y… - Le estaba costando más de lo que esperaba poner las palabras en el orden correcto, entonces, su mano apretó su agarre – Como eres una chismosa debes saber que mi padre fue el primer plebeyo en conseguir entrar en los Caballeros Mágicos, él estaba tan orgulloso y feliz de haberlo logrado que no estaba prestando atención a sus compañeros, confiaba demasiado. Ellos lo asesinaron solo por ser un plebeyo, estaban inconformes y ofendidos de tenerlo en su escuadrón, y…

- ¿Estás seguro de eso? Matar a un caballero mágico es un crimen grave. – Espero a que siguiera hablando ya que sintió que tenía la intención de hacerlo, en cambio, se quedó en silencio esperando su respuesta.

- Lo estoy, los escuché hablar cuando fui a visitar su tumba, es una de las razones por las que decidí castigarlos.

- ¿Por eso te hiciste Caballero Mágico?

- No, tenía cero confianzas en el sistema, hice justicia por mi propia mano, me encargaba de darle palizas a esos malnacidos corruptos, al menos hasta que Yami me encontró y me lanzo la túnica, no estaba interesado en formar parte del grupo que asesino a mi padre, aun así conserve la capa por un largo tiempo, no lo sé, supongo que Yami tiene una extraña forma de meterse en tu mente, después participe en el concurso para Caballeros Reales, conocí al enano insoportable, me incorpore a mi escuadrón, me metí en una guerra, salve a unos nobles de unos elfos malvados y bueno aquí me tienes. – Intento sonreír, aunque no pudo, ella le miro fijamente a los ojos durante unos instantes antes de besarlo, se inclino en el gesto buscando su consuelo.

- ¿Sabes cuáles eran sus nombres?

- No estoy seguro, he intentado investigar desde entonces, pero no tengo pruebas. – Suspiro acariciando su mejilla – No quiero que te involucres en esto, si el viejo Julius no ha podido demostrar su culpabilidad a pesar de ser el Rey Mago, nosotros no lograremos nada, así que no te metas en problemas. – Advirtió al ver su mirada intensa.

- Podría descubrir quienes fueron, puedo obtener mucha información en los círculos sociales, soy muy buena recopilando datos. – Explico con entusiasmo – Esos desgraciados merecen ser castigados por lo que hicieron, matar a un compañero, no importa si es un plebeyo, la muerte es… Solo tienes que darme un tiempo para que pueda…

La interrumpió uniendo sus labios en un beso impetuoso, aunque agradecía su buena disposición no quería reabrir esa herida por el momento, tenían demasiadas cosas de las que preocuparse, además estaba satisfecho con su vida actual, la abrazo apoyando su mano en la parte baja de su espalda lo que la hizo separarse con un intenso rubor en sus mejillas, les faltaba el aire por lo que juntaron sus frentes compartiendo sonrisas suaves, la soltó dirigiéndose a la cocina para apagar la estufa y servir los platos, necesitaba distraerse de los recuerdos dolorosos.

- ¿Tú madre nunca volvió?

- No, ni siquiera vino al entierro de mi padre, incluso antes de irse ya tenía otra pareja, creo que tiene dos o tres hijos, nunca me he acercado a ellos y creo que los niños no saben sobre mí.

- ¿Estás bien con eso?

- No voy arrastrarme por el afecto de alguien a quien evidentemente no le importo, prefiero enfocarme en las personas que me importan. – Dijo colocando los platos en la mesa, se tomó un segundo para colocar un mechón de su cabello plateado detrás de su oreja.

- ¿Quién está siendo cursi ahora?

- Lo dice la que se está sonrojando.

- No es verdad. – Replicó, aunque sentía como su rostro se calentaba, concentro su atención en los platillos– ¿Esto es comestible?

- Claro que sí. – Zora arqueo una ceja sentándose a su lado – ¿Cómo crees que sobreviví por mi cuenta? Aunque realmente cocinaba desde mucho antes, mi padre no era bueno con las actividades domésticas.

- Estás muy flaco, no puedo estar segura de que tu comida realmente funcione. – Comento burlona todavía vacilando al probar el primer bocado – No está nada mal, campesino. – Zora no pudo evitar sonreír al escucharla, era evidente su expresión de satisfacción.

- Mi cerebro consume mucha energía para tener que lidiar con los idiotas, por eso no acumulo nada de grasa. – Ella rio alegremente lo que suavizo sus facciones, relajando su postura pudo ver el brillo en sus ojos que aparecía cuando estaba honestamente feliz – ¿Cómo estuvo tu día?

- Bien.

- ¿No sucedió nada?

- No.

- Estás mintiendo. – Zora extendió su mano para tocar su mejilla con su índice acusadoramente – Hablas mucho, de lo que sucede en tu escuadrón o el último chisme que escuchaste en las fiestas a las que vas, o te quejaras de Solid al menos una vez. Llegaste antes de tiempo, no querías irte y no te has quejado de tus hermanos. – Su sospecha se confirmó cuando se apoyó en su palma buscando consuelo.

- Es algo tonto.

- Entonces es algo serio, ya conozco tus "tontos".

- No, bueno, esta bien. – Admitió con un suspiro cansado – Esta esté marques, Kairos Le Rauxe, es un par de años mayor que Nozel, así que pertenece mas a su circulo social que al mío, pero coincidimos mucho, sobre todo por que Nozel no suele ir a las fiestas a menos que lo exijan.

- Realmente no lo veo convirtiéndose en el alma de la fiesta.

- Nozel es un gran acompañante, no es particularmente alegre lo acepto, pero siempre será educado y amable, hace sentir a las mujeres especiales. – Defendió enérgicamente luego se encogió de hombros – Solid ni siquiera hace el esfuerzo. Volviendo a Kairos, él ha sido por decirlo de cierta manera el favorito para convertirse en mi esposo desde hace un tiempo… largo. – Zora frunció el ceño con incomodidad – Es un marques, perteneciente a una familia que ha estado muy relacionada con la realeza, después de los duques, sería la mejor opción política.

- ¿Matrimonios concertados?

- Sí, en realidad nuestras familias han evadido las tradiciones por mucho tiempo, en general los nobles se comprometen a edades muy tempranas y se casan apenas alcanzan la mayoría de edad. – Explico con tranquilidad – Recuerdo que cuando era una niña intentaron comprometer a Nozel, Madre estaba completamente en contra mientras que los demás insistía en que aceptara.

- ¿Tu madre se casó por un acuerdo?

- Sí, igual que mis abuelos y mi tía, es la costumbre.

- Pero tu madre no quería. – Ella no sonaba para nada feliz.

- No, ella estaba en contra de comprometernos. Nozel mantuvo esa decisión cuando se convirtió en el jefe, rechazo todas las propuestas hasta que cumplí quince, entonces me dejo decidir por mí misma.

- ¿Y ninguno cumplía tus expectativas? – La miro con curiosidad, no solía hablar demasiado de este tema en particular, al menos no referente a sí misma

- No. – Nebra se rio levemente mirando los restos de su almuerzo – Es una ruleta, hay chicos de tu edad que buscan un acuerdo que puede ser beneficioso para ambos, hay viudos que buscan un reemplazo rápido, niños que apenas pueden caminar, algunos son demasiados babosos en sus propuestas y otros extremadamente secos. – Sacudió la cabeza con inconformidad - Simplemente no sentía conexión con ninguno de ellos y quería al menos sentir algo por la persona con la que pasaría el resto de mi vida.

- ¿El resto de tu vida?

- El divorcio no es una opción para los nobles, menos para la realeza, la deshonra que viene con eso es indescriptible, y hay acuerdos escritos y sellados mágicamente.

- Entiendo.

- Kairos es un caso particular, considerando que no es un caballero mágico es extraño que todavía no este casado, pero eso tiene una razón, después de la muerte de mi madre, mi padre solía invitar al suyo con frecuencia a la casa, yo tenía diez años y el diecisiete, yo acababa de perder a mi madre, pero mi padre estaba más interesado en que me enamorara de él.

- ¿Por qué tanta insistencia? – No podía evitar imaginar la situación, la pequeña niña triste y el chico cortejándola.

- Su padre es buen amigo del mío, no lo sé, en ese momento era la única niña que podría ser una potencial pareja, es decir, la otra opción era Mereoleona. – Rodo los ojos con un resoplido.

- Es un miembro de la realeza también. – Puntualizo con una sonrisa divertida.

- Por supuesto, una muy intimidante, incluso Damnatio tiene más propuestas, y eso que es una piedra andante. – Hizo un gesto despectivo con la mano – No era fácil para mí, no lo entendía. Nuestra diferencia de edad era muy acentuada en ese entonces, además había perdido a mi madre y mi padre apenas pasaba tiempo con nosotros, mi hermano mayor intentaba abarcar tanto como podía y mis hermanos menores, bueno…

- Continua. – Nebra solía irse por las ramas sino la mantenía en el camino correcto, usualmente no tenía problemas en escucharla desvariar, solo que en esta ocasión quería que fuera concisa.

- No funcionó, a pesar de que pasábamos tiempo juntos, era una obligación, así que Nozel empezó a inventar excusas, después le dijo claramente a su padre que no aceptaría una propuesta de compromiso. – Sonrió levemente – Le dijo que si yo quería lo aceptaría.

- ¿Dejo de molestar?

- Sí, por un tiempo al menos, los demás también lo hicieron, Nozel era una pared impenetrable en ese aspecto.

- ¿Qué sucedió? – Su voz fue un susurro suave, subió su rostro colocado los dedos bajo su barbilla, ella se quedó en silencio.

- Estaba en una fiesta de té esta mañana, de Lady Hebe, no suelo ir en las mañanas o a las suyas particularmente, son como una casa de citas, le divierte ser una casamentera. Pero han estado acosando con intensidad a Nozel, así que asistí para desalentarlas un poco.

- ¿No quieres una cuñada?

- Ellas solo van detrás de su posición.

- ¿Y contigo no?

- Soy la segunda hija, no soy tan valiosa como Nozel. – A pesar de que se encogió de hombros con una sonrisa ligera, Zora pudo notar una emoción singular en su voz - Kairos pensó que sería una gran oportunidad para cortejarme, fue muy insistente, a pesar de que trate de rechazarlo amablemente, no cedía, incluso las demás lo animaban, pensaban que solo me hacía la difícil.

- Él es un cretino y ellas son unas idiotas.

- Me hizo sentir incomoda, estaba atrapada en ese lugar, con esas personas que intentaban convencerme de aceptar algo que yo no quería.

- ¿Por qué no le gritaste como siempre haces?

- No puedo gritarle a un noble de alto rango, no será apropiado, pondría en vergüenza mi Casa y pensé que no te gustaba que lo hiciera.

- No me gusta que le grites a personas que no se lo merecen, pero ese imbécil te estaba hostigando, estabas incomoda e infeliz en ese momento, deberías haberlo envuelto en tu niebla y colgarlo de cabeza a ver si se le sacudía el cerebro. – Movió su silla para quedar a su lado, paso un brazo por encima de sus hombros para atraerla en un abrazo – ¿Ves que tengo razón? Sería útil que tuvieras tus propias chinches.

- Me niego a llevar conmigo a esos bichos asquerosos. – Se acurruco buscando entrelazar los dedos de sus manos, sentía cierta paz en su interior después de desahogarse, no podía contarles estas cosas a Nozel, eran nimiedades por las que un jefe de casa no debería preocuparse, Solid no era bueno con los sentimientos, no podía confiar en sus amigas y… Noelle, simplemente era un no.

- ¿Por qué no? Solo piensa en las posibilidades, cuando este cansada en una reunión solo dejas caer unas por aquí, unas por allá y listo, reunión cancelada. O se lo metes en el pantalón del que te esté fastidiando, todos pensaran que….

- Eres extraño.

- ¿Sí?

- Me escuchas sin importar lo que tengo que decir, y tratas de hacerme sentir mejor. – Rozo su nariz con la suya – Me haces reír.

- También me escuchaste hoy, te interesaste por mí, de eso se trata la amistad y el amor. – Explico con suavidad – ¿No tienes tus amigos nobles?

- Los nobles no tienen amigos reales, tienen socios, aliados. El afecto te vuelve vulnerable para los demás, podrían intentar aprovecharse de ti, somos amigos por que compartimos tiempo juntos, pero nunca le confiaría nada a ninguno de ellos. – Suspiro – La alta nobleza es difícil, tienes que mantener un delicado equilibrio entre poder y tolerancia, recordarles quien eres y en que posición se encuentran frente a ti, al mismo tiempo, debes ignorar groserías o improperios a tu casa, a veces solo quisiera lanzar la mesa y marcharme.

- Quizás deberías hacerlo alguna vez, eres un miembro de la realeza después de todo. – Bromeo con una sonrisa – Lamento que tuvieras que pasar por esta mala experiencia, me alegra que sea tu lugar seguro. – Dicha estas palabras se entregaron a un beso cariñoso.

- ¿De que hablas?

- Si no sabes a donde ir, te sientes triste o solo necesitas un abrazo, siempre estaré aquí y si estoy fuera puedes venir y respirar, solo no te robes mi muñeco. – Zora acarició su mejilla observando sus ojos llenarse de lágrimas no derramadas – Estoy aquí para ti.