Colores


Desclaimer: Los personajes de Gossip Girl y su concepto son propiedad de Cecily von Ziegezar y Warmes Brothers, si me pertenecieran, Audrey, Max y Aki sería felices juntos desde el capítulo uno del revival


Capítulo Uno


I

Dorado

Audrey Hope: 13 años

Akeno Menzies: 13 años

Max Wolfe: 14 años


Audrey Hope siempre había sido la princesa de la escuela, la niña perfecta de lindos modales y notas ejemplares. Desde el principio, intentaba evadir los problemas a su alrededor.

Que sus padres ya no se querían.

Que Jules la dejaba de lado por Luna y Monet.

Que Aki… Bueno, eso era harina de otro costal, aún estaban en secundaria para jurarse amor eterno.

Ella aún no se atrevía a dar más de un paso con él y, conociéndose desde la más tierna infancia, la apoyaría con su sonrisa burlona. La misma con la que le dio a la princesa su primer trago a los doce años, y aunque solo fue el diciembre pasado, Max se consideraba el traficante personal de la señorita Hope.

Ella estaba sentada en su mesa habitual en el patio compartido por Constance Billard y Saint Jude, como siempre con un libro en la mano, una novela de Jane Austen por lo que dejaba ver el lomo del libro. Ni si quiera se sintió persuadida al sentir el ruido de su peso cayendo en la silla contigua. Siempre una señorita perfecta, bien educada por Richard y Kiki.

Por eso, cuando Max vio esa maldita diadema en la bonita cabeza de Audge hizo lo propio, se carcajeó a más no poder. ¿A quién quería engañar? Ella no necesitaba ningún adorno de Jennifer Behr para brillar, solo necesitaba que esa melena rubia estuviera al viento, de cara al sol. Quizás prescindir de ese suéter espantoso que Akeno le regaló podría ayudarla, pero eso sería una conversación pendiente con el buen gusto de su amigo, sobretodo cuando Audrey lo enterró en lo más profundo del armario para no verlo hasta que cumplieran dieciséis.

-¿No tienes algo mejor que hacer, Max?- Su entrecejo y ojos cafés estaban entrecerrados por ser el objeto de burla de su mejor amigo ¿Por qué no se había acostumbrado a que Wolfe no respetaba nada sin un particular y retorcido toque de humor?

-Claro-La sonrisa deslumbrante del moreno le causó que el aire le saliera del pecho ¿Siempre sonreía así? -Como tu más querido amigo debo decírtelo, esa diadema es horrenda-

Los ojos de la adolescente se abrieron y los labios pintados de rojo hicieron un mohín, su rostro en forma de corazón lucía triste, o al menos eso le pareció hasta que la sorpresa juvenil dio paso a la ira. En definitiva, no iba a aguantar un berrinche de Hope y la posterior charla con Menzies sobre cómo hacer feliz a su prospecto de novia. Max no era suave, pero tampoco iba a perder la elegancia que sus padres le inculcaron desde la infancia.

Aún sentados, las grandes manos de Wolfe tomaron la diadema verde de la cabeza de Aundge y le organizaron el cabello, soltándolo del millón de hebillas que dejaban rígidas las ondas doradas de Hope, poniendo cada mechón por fin en su lugar: libres. De nuevo el sacudón volvió al pecho de Audrey, mientras veía a Max levantarse para tirar a la basura los casi doscientos dólares de satín esmeralda que adornaron toda la mañana su cabeza.

-Te compraré algo bonito para navidad- dijo Max, sin darle la cara a Audrey y fijar el rumbo hacia su siguiente clase, no quería lidiar la expresión de molestia de su amiga por hacerle un favor que necesitaba a gritos-Solo no vuelvas a usar esas cosas en la cabeza-

Y Maxie sonrió a la mañana siguiente, cuando Audrey volvió a ser dorada desde ese día y los siguientes.


II

Blanco

Audrey Hope: 14 años

Akeno Menzies: 14 años

Max Wolfe: 15 años


Akeno Menzies detestaba que algo en su guardarropas fuera común, así que desde pequeño decidió expresar su individualidad. Primero fueron las calcomanías en la tabla de su patineta, luego las camisetas gráficas y chaquetas oversized se volvieron su marca personal, después, los beanies con el logo de la escuela bordado le parecieron un buen toque. Al final, su buzzcut rosa fue su firma. Aún así, todo en su armario tenía sentido.

Audrey no estaba de acuerdo, pero ¿Iba a intervenir en su lógica? No, ella respetaba cada una de sus muestras de individualidad. Por eso, cuando pegó la primera calcomanía de canguro en su tabla, obtenida después de visitar a sus abuelos en Australia, ella hizo lo mismo en su libreta de la escuela. De eso eran casi seis años, aunque Audge ya no usara cosas a juego con él, siempre lo apoyaba.

Llevaban saliendo en serio un año, a los catorce estaban más juntos que sus divorciados padres, los cuáles, cabe decir, estaban mejor como amigos que como pareja. Por eso, y aunque no estaba seguro del día exacto en el que comenzaron a salir, cuando encontró la camisa blanca de Valentino perfectamente empacada sobre su cama, un sudor frío le recorrió la espalda. ¿Olvidó una fecha especial? Sin meditarlo, corrió ante su salvador predeterminado.

-Maximus Wolfe, línea de emergencia- la voz profunda de Max sonaba más agitadade lo usual, quizás estaba ocupado por alguna de sus conquistas habituales- ¿Qué quieres hoy, Dr. Menzies?-

-Max, te espero en el 611 de la Quinta Avenida- dijo mientras se calzaba las deportivas planas y terminaba de arreglar su hoodie oscuro- En una hora-

-¿Me estas apartando de un revolcón para ir a Saks?- la indignación de su voz habría cortado el humor de alguien que no tuviera la paciencia de Akeno. El pelirrosa no quería saber de los compañeros sexuales de su amigo, pero para presentar quejas y no su mundano aburrimiento debía ser bueno.

-Es por Audge- finalizó la llamada antes de que su amigo pudiera indagar más sobre sus motivos.

Una hora después

-¿Eres daltónico? Si le regalas algo rojo que no sea un labial de Dior te va a asesinar- Maxie lo miró con desagrado ante la sugerencia de un suéter de cashmere catalogado como el más vendido de la temporada.

Dos horas después

-No se te ocurra regalarle esa diadema- Wolfe le gruñó. Literalmente, le gruñó-

Tres horas después

-¿Una pijama?- preguntó Aki, intentado sugerir que el camisón negro de encaje, no solo era sexy, sino cómodo.

Cuatro horas después

-La pijama no estaba tan mal- repitió Akeno Menzies, mientras Max le repetía las bondades de invertir en un conjunto de lencería de Agent Provocateur.

Cinco horas después

-¿Y si mejor pido algo por internet?- sugirió Aki.

-Bienvenido al siglo XXI, Ak- agregó Max después de atravesar la puerta de Saks, sin ningún paquete que acompañara alguno de los pares de manos de los adolescentes.

A la mañana siguiente, Akeno Menzies tenía una meta muy clara: Intentar recompensar el regalo de su novia y dejar en claro que preferiría algo menos clásico para celebrar cualquier fecha especial. Con determinación, timbró insistentemente en el piso de los Hope, esperando que fuera Audrey la que abriera la entrada, para su fortuna, la unigénita de los magnates abrió la pesada puerta de madera. La sorpresa dibujó uno o perfecta en los labios de su novia y el sonrojo visible en la piel de sus mejillas y nariz, se equiparaba al color de las flores que Aki llevaba en las manos. Audge usaba una cómoda pijama de algodón y una mascarilla de tela que se apresuró a desechar.

-¿Keno, qué haces aquí un domingo?- la rubia se apresuró a dejarlo pasar hasta el saloncito de las visitas del penthouse de los Hope- Pensé que nos veríamos mañana para desayunar temprano-

-Es que recibí tu regalo y no pude…-

-¿Cuál regalo?- a pesar de sus modales, Audrey Hope tuvo que intervenir. ¿Alguien le estaba haciendo regalos a su novio? No era celosa, confiaba en Keno, pero de todas formas no era agradable escuchar eso a las nueve de la mañana un domingo- Yo no te mandé nada-

-La camisa blanca de Valentino- Las cejas de Aki se juntaron. ¿Qué demonios estaba pasando?

Los celulares de ambos vibraron a la vez, mientras el mismo mensaje entrante se dibujaba en las pantallas: Inocentes palomitas que se dejaron engañar, que pasen un feliz aniversario, así ustedes casi lo dejen pasar. Una mirada de entendimiento cruzó por los ojos de Audrey después de ver el mensaje del idiota de su mejor amigo y de puntitas aprovechó para darle un beso suave a Aki, quien seguía sin entender.

-Arrastré a Max a buscar una camisa blanca para ti, que acompañara el traje que usarías en el brunch de Pascua de la escuela- sonrió la chica- Sé que es clásica, pero se te vería tan hermosa. No la compré porque quizás no te gustaría, pero M lo hizo y la mandó a mi nombre-

-Y me sirvió para recordar que ya casi era nuestro aniversario- añadió Aki mientras abrazaba más cerca a su novia- Maxie me acompañó a buscarte algo, pero todo parecía tan…-

-Poco especial- completó la chica, sabía que, si no fuera por el consejo de Wolfe, Keno le llevaría algo de feo. Sin embargo, el perfecto ramo de rosas rojas era lo que necesitaba para iniciar un domingo y tener un feliz fin de semana.

- ¿Debemos regalarle algo especial a Max? -

-Sí- coincidió, cocinaría algo especial para su otro chico especial, pero sería después de que Keno y ella se dedicaran a celebrar.


III

Tornasol

Audrey Hope: 6 años

Akeno Menzies: 6 años

Max Wolfe: 7 años


Maxie había estado toda la vida pegado a Audrey y Akeno, como si se tratara de una extensión de su cuerpo. Prácticamente, papá Gideon, Kiki y Jody les habían cambiado los pañales a pantaloncitos de diseñador antes de que tuvieran uso de razón. Por eso, era lo más lógico del mundo que, en palabras de papá Gideon, lo tuvieran en cuenta como inspiración principal en la nueva línea infantil en la que trabajaba la madre de Audrey, aunque eso implicara pasar horas infernales de pie mientras le ponían millones de telas que habían comprado los trabajadores en Mood.

Lo más molesto de todo era observar a Akeno y a Audrey jugando, tomados de la mano, divirtiéndose sin él. Se la pasaban horas bajando sobre la patineta que Aki recibió por su cumpleaños, luego pintaban sobre los libros para colorear que Audge traía hasta el estudio donde su madre diseñaba, después, tomaban leche con galletas que especialmente papá Gideon y papá Roy les había llevado para compartir, y, lo que le parecía el colmo del descaro, era que se quedaban abrazados y dormidos en el suelo, casi a sus pies. ¿Cómo no iba a enojarse si a él le tomaban medidas y debía quedarse como estatua mientras ese par se divertían en su cara? Por eso, al día siguiente, el joven Wolfe decidió ignorarlos, a él no le harían eso.

Los grandes ojos café de Audrey y los almendrados de Akeno se vieron tristes mientras Maximus Wolfe pasaba de largo después de saludarlo con tanta energía. ¿Quién le había roto el corazón a quién? Después de todo, Audrey siempre podría irse con Jules y Ak y Obbie estarían viendo películas más viejas que sus padres. Quizás Max podría pasar la tarde con Monet y Luna, al menos ellas no lo hacían de lado tan olímpicamente, solo debía oponerse a ser el modelo de los Hope.

-Debes continuar modelando para Katherine- papá Roy lo dijo sin que pudiera decir algo más- Maxie, los compromisos con nuestros amigos deben cumplirse, son promesas-

-Pero…- sus ojos azules intentaron hacer una mueca de tristeza, había perfeccionado ese truco desde los tres años y le servía para salirse siempre con la suya- Papá Roy, es tan aburrido-

-Nada de peros Max- el paisajista quiso que las lagrimillas se apartaran de los ojitos de su hijo, pero conocía demasiado bien a ese diablillo como para dejar que se saliera con la suya -Quizás si lo miras como un juego, pueda ser mejor-

Horas más tarde, él seguía de pie y, para rematar el asunto, Kiki no se encontraba cerca, sino que lo dejó cubierto de telas. Los gritos se escuchaban de fondo, era la primera vez que escuchaba discutir a Richard y a Katherine de esa manera. Al menos, no lo había notado hasta ahora, normalmente Aki y Audge eran tan ruidosos que se enojaba con solo sentir que se divertían sin él. ¿Por qué no había notado los sollozos que acompañaban los gritos? Eran los de una niña pequeña.

Aún envuelto en telas, Maxie decidió seguir el origen del llanto angustiado, moviéndose con dificultad pudo llegar hasta la habitación de Audrey, donde el estúpido elefante de peluche lo miraba desde la cama, pero no había rastro de su dueña o Akeno. El llanto se hacía más angustioso, y arrastrando el tejido color tornasol, pudo abrir con sus manitas el gran armario donde solían jugar a esconderse.

Audrey estaba allí, siendo abrazada por Aki, mientras lloraba escondida en el regazo de su amigo.

-Audge llora por miedo- dijo el pequeño Menzies. Sus manitas acariciaban la cabeza de Audge, esperando a que pasara por esa marea de emociones que le ascendía por la garganta- Sus papás gritan todos los días-

-¿Por qué no me dijeron? Solo jugaban sin mí- el niño respondió herido, aunque A estaba destrozada, él quería entender el actuar los menores- ¿No me quieren? -

Audrey se puso derecha, como una escoba, y aunque no se soltaba de los brazos de Aki, parecía desesperada por levantar sus manitos y acortar con desesperación la distancia que los separaba.

-No- respondió Audrey entre hipidos- Hacíamos ruido para que Maxie no se asuste de los gritos de mami y papi-

Los grandes ojos café y los avellana rasgados lo miraron, mientras Wolfe se quitaba como podía la estúpida tela multicolor que lo estaba reteniendo de abrazarlos, se unió con ellos en el suelo, con los gritos de fondo, pero con los brazos unidos para protegerse. Siempre serían Aki, Audge y Maxie.


Nos leemos la siguiente semana

Los siguientes drables serán: Azul, rosa e irisdiscente.

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