Crónicas de la casa de Madame Sahori

Crónica segunda -Dragón negro-
Wont back down
Parte I

Universo Alterno: París de 1887, invierno
Dedicado: con todo cariño a K-li . fue su culpa que me hiciera adicta a este par...
Originalmente publicado el 25/Nov/200
Cualquier duda o comentario es bien recibido.
Notas:
Se supone es un songfic...:p) pero ya es demasiado largo el titulo como para ponerle ese detalle además que espanta lectores y . aunque como va... seguro me pasa como otro fic, la letra de la canción va en negritas y esta traducido al ingles. Perdonen mis faltas de ortografía así como perdono las suyas... nunca falla el dedazo y ya no tengo lector beta... U.U

A mis lectores:

Samika: la historia seguirá y seguirá….. que me retrace en sacar los episodios será otro cuento.

nakil: nada lejos del plot , pero Madame Sahori no dejará ir su minita de oro así como asi…..

Deimos: gracias…. tratare de mantener el nivel y/o superarlo

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Sé lo que la obscuridad significa, lo que implica estar en ella y ser parte de ella, vivir en ella y en raras ocasiones encontrar un destello de luz que hace mas profunda la obscuridad, ver a través de ella mirando los ojos de seres aun mas obscuros. La gente en las calles de París cuenta que las criaturas de la obscuridad deambulan libremente, que caminan entre nosotros como si fueran parte de nosotros y no hay modo de saber distinguir a esos seres, pero dicen que son hermosos, de ojos penetrantes y divinos rostros, de melodiosas voces y portes exquisitos. También cuentan que esos seres vagan mas en esta época, mas que en cualquier otra y dicen que vagan en esta tierra porque siguen los pasos de su señor. Un señor poderoso, demasiado antiguo como la tierra misma, hermoso como una fantasía erótica de algún adolescente virgen en ascuas de su primera vez.

Conozco a esas criaturas, son clientes asiduos de la casa de Madam Sahori. Criaturas lujuriosas que gustan del placer carnal con mortales y pagan generosamente los servicios que se dan en esta casa.

Si, habéis adivinado, soy uno de los muchos que prestan su cuerpo para el deleite de otros a cambio de un techo, comida, una familia y protección.

Esta casa ha sido mi hogar y mi familia desde hace 10 años, desde el día en que mi padre me abandonó en las frías calles de París, un día cualquiera en los que solíamos venir a vender pescado a la capital, inocentemente ese día vendimos el pescado a buen precio, y me había dicho que podía gastarme la mitad del dinero en lo que yo deseara. Me dejo en el mercado solo mientras me entretuviera viendo la mercancía de la tarde.

Sé que me abandono, porque nunca me dejaba solo, mi padre siempre me había cuidado celosamente, incluso jalándome para que no me alejase de él ni un metro. Debió ser muy duro para él dejarme, pero no tenia otra elección, era yo o mi madre y mis hermanos. Sabia bien que mi padre no que me quería mucho como a mis hermanos, pero tampoco me trataba mal y me protegía a su modo. No tenia elección y a la fecha no lo culpo de lo hizo, y sin embargo, no tengo recuerdo de él o de mi familia.

Encontrar un buen trabajo y una forma de enviarle dinero a mamá fue una idea que se me atravesó en la mente en las primeras horas de la noche, mientras vagaba solo en las calles de París. Curiosamente en ese momento ni en ningún otro, jamás me sentí desahuciado, me sentía complemente tranquilo como esperando que algo mejor llegara, ni siquiera sentía miedo de donde iba a pasar la noche y si sobreviviría al frío del invierno.

Una chica de hermosos cabellos lavanda largos y sedosos me encontró, lo afirmo y lo diré que fue ella la me encontró y no el destino o la casualidad las que cruzo nuestros caminos aquella noche. Sus dulces palabras, su elegante vestido de seda blanca, en aquel entonces su cara era la de una niña inocente y traviesa, con grandiosas cosas en esa pequeña cabecita, era demasiado lista y ahora, con todo orgullo es toda una Madame cuya inteligencia asusta a los filósofos más renombrados de la época.

Fue ella quien me trajo a la "casa", me alimento y me vistió con ropas tan finas y delicadas como las que solo podía imaginar, sus palabras cariñosas me hicieron comprender que en el mundo aun quedaba algo de fe y amor por el próximo, olvide la pobreza que azotaba el pueblo en donde crecí y la de mis padres que tuvieron que abandonare para seguir adelante y educar a mis hermanos, si es que a ellos les daban la oportunidad que a mi nunca me dieron, los olvide a ellos, sus rostros y sus voces. De ellos ya no quería nada dentro de mi corazón y le pedí a dios que les diera bendiciones como a mi me las había dado esa noche en casa de Madame Sahori.

Me instaló en una de las habitaciones del ala norte de la casa, con una cama amplia y baño propio, alejado de los cuartos de los mayores. Una habitación en la que podía haber estado mi familia entera cómodamente, contaba con un ropero y varios muebles propios, una mesa algunas sillas, un diván, un cambiador. Madame me dijo que era uno de los 6 cuartos de lujo de toda la casa.

Durante el siguiente año que viví en la casa, Madame Sahori procuró que se hiciera de mi, un niño letrado, encargándome a los hermanos mayores mis estudios durante el día y mi diversión y compresión del trabajo durante la noche, dado mi escasa edad, ninguno de ellos y ni Madame Sahori permitieron que los clientes me viesen. Fue hasta el final de ese primer año que le pedí a Sahori que me diera permiso de comenzar a trabajar para ella, puesto que le debía todo, mi salud, mi felicidad y mis estudios, su mirada de aquel entonces fue serena y comprensiva, sus ojos leyeron mi alma como libro abierto, creí que me negaría tal petición pero no fue así, ella me dio permiso y pidió a Dita que tuviese unas charlas conmigo antes de mi primera vez.

La noche de mi primer cliente, Madame me concedió estar de pie al lado de su silla en el cuarto de los leones impregnado del característico aroma a lavanda, estaba a salvo en las sombras, y a la vez escondido de la vista de los clientes asiduos y nuevos, ella me ordeno usar un traje muy especial, me sentía con él que podía realizar cualquier cosa, incluso pagar la deuda con Madame. En ese cuarto observaba en silencio a mis hermanos mayores lucir sus mejores trajes, sus mejores poses en una competencia encarnizada para ser comprados por una noche por algún cliente.

Dita el hermano mayor que mas quería acercó a Madame una nota y supe entonces que por fin había llegado mi oportunidad, ella con su suave voz me susurró algunas palabras que difícilmente recuerdo, la emoción que me embargaba en ese momento era mayor que cualquier otra cosa recorriendo en mi cuerpo. Sin dudar fui enviado a una de las habitaciones de los hermanos mayores, realmente estaba tan emocionado que no podía sentir miedo alguno, el nerviosismo atacó mi sistema nervioso como nunca, prepare la habitación con gran presteza tal y como me habían enseñado. Podía sentir el sudor correr en mi espalda mientras me quitaba el traje, me ponía lo que Dita llamaba cariñosamente "el atuendo de trabajo" y me acomodaba en la cama.

Monsieur Enfers, un noble de cuna que cada noche veía acompañado de su hermano pelirrojo y hasta este día se habían dedicado a observar y pedir a Madame una pareja para verles, creía que eran solo vouyeristas, pero al verlo aparecer por la puerta de la habitación, con su hermosa cabellera como la noche sin estrellas, de ojos de un azul incomparable y porte y modales exquisito, caminando con pasos cortos y serenos, haciendo un pausado ritmo en ese sonido al acercarse a la cama, todos mis ideas habían cambiado. Usaba un traje completo, negro y divino corte, hasta ese día, jamas había visto un hombre tan elegante y tan hermoso, sentí aun más el nerviosismo, creí que mi cliente seria alguna hermosa dama que necesitase los servicios de Madame para hacer su vida un poco más completa. Aquel hombre me miraba profundamente, Dita me había contado todo lo que en teoría necesitaría para satisfacer un cliente, pero nunca me había contando sobre una mujer o un hombre y él siempre me contestaba con una sonrisa "no hay mucha diferencia cariño".

Mi primer cliente y el único, Madame Sahori cuando hablaba con las noches a la hora de la cena poco después del atardecer, siempre nos decía antes de que iniciara la jornada de trabajo, que no debíamos involucrarnos con alguno de los dos nobles, con Monsieur Enfers o Monsieur Apolo por que eran de gustos extraños y pedirían de nosotros cosas indecibles. Supongo que Monsieur Enfers convenció a Madame Sahori de algún trato en el que incluía mi exclusividad con él, y supongo que Madame ganó una fuerte suma de francos. Y en los ojos del noble se podía ver claramente.

Se sentó en la cama con suma tranquilidad y se retiró uno a uno los guantes de terciopelo que usaba, los puso en la mesita de noche al igual que su bastón de ébano tallado y su sombrero de copa, se retiró el abrigo que traía y el saco, pude ver con precisión la finesa del atuendo. Para mi fue como ver al mismo rey muerto sentado en mi cama.

Sus ojos se posaron sobre mi y mi desnudes parcial, sentí el frío del sudor empapar mi piel una vez mas y hasta llegue a pensar en lo miedoso que podría verme sudando de esa forma ante al personaje.

-No temas – me dijo, su voz profunda tenia un toque de tranquilidad que me fue relajando no sé como, mi vista se entrelazo a los del noble unos segundos, volví a ganar valor, volviendo a ser yo mismo de nuevo cuando me arrime hacia el noble y me senté a su lado, podía sentir sus ojos desnudado mi alma aunque su cara era fría y serena sin demostrar emoción alguna. Eso lo noto no al momento pero lo hizo y desvío su mirada lejos de la mía.

-¿Cómo sabes que ellos te dejaron? – pregunto como si hubiese leído mis pensamientos y recuerdos, era extraño que me preguntara algo así, en realidad ni siquiera me conocía o eso creí, Madame Sahori solo mencionaba su nombre pero jamas le había visto, siempre oculto a los ojos de los demás clientes.

-Desde hace un año que te vigilo dragon de nuit– sus palabras activaron en mi mente ideas, pero hasta ese momento pensado en lo peor de ese hombre educado que hablaba con un hermoso francés, ideas que eran demasiado inocentes para la terrible verdad que años después descubriría. –La casualidad no existe ni la suerte, solo el destino prefabricado-

Esas palabras me helaron al momento, pero no entendí su significado aquella vez, tenia el intelecto de un niño de 12 años que recién redescubría el mundo por libros y relatos de sus hermanos mayores o personas que consideraba hermanos y hermanas, y estaba demasiado absorto en sus ojos y preocupado si mis conocimientos darían lo que Monsieur necesitaba.

Cuan equivocado estaba.

Monsieur Enfers tomo mi delgado cuerpo con sus fuertes manos y me hizo sentar en sus piernas, sin notarlo estaba temblando, estaba sudando de nuevo cuando su mano se poso en mi mejilla y acaricio mis labios acercando mi rostro al suyo hasta el punto que pude aspirar su propio aliento. Creí que seria mi primero beso en ese instante y trate de relajarme y disfrutarlo, tratar de sacar todas esas ideas sobre él, trate de convertirme en una maquina sin sentimientos.

-Aun eres un niño – me susurró tras desviarse y darme un dulce beso en mi mejilla, estaba anonadado y confundido. Las preguntas estallaron en mi mente, todas ellas en forma acusatoria hacia mi y hacia él. – y a su tiempo tu alma será mía.

Lo demás fue tan confuso, recuerdo un velo cayendo en mis párpados y teniendo sueños hermosos de lugares en los que jamas había estado. Al despertar me sentía demasiado animoso y un poco confundido, pues había despertado en mi habitación y no en la de los hermanos mayores.

Me vestí deprisa y trate de buscar a Madame Sahori y disculparme de mi fallo de esta vez, recorrí toda la casa, no había caído en la cuenta que era casi las nueve de la mañana, una hora en que solo las mucamas están despiertas haciendo limpieza en los recibidores y aquellas estancias que habían sido ocupadas y desocupadas en el transcurso de la noche. Así que volví a mi habitación y a la cama pensando en las palabras que había pronunciado Monsieur Enfers.

Esa misma tarde después me encontré con ella, y al contrario de mis pensamientos ella me felicito.

-No quiero que me digas nada, sea lo que sea que hiciste, has hecho que esta casa ganase un cliente de por vida – Fueron sus palabras exactas, me sentí demasiado dichoso y casi brinco enfrente de ella por la alegría que sentía en mi ser. – pero me temo que ha pedido que seas tu el único que le atienda y te abstengas de tener algún otro cliente.

Mi primer y único cliente.

No tenia palabras para decirle que no a Madame Sahori, ni el corazón para exigirle que cambiase el trato. Cuando ella decía que uno de nosotros debía estar con un cliente en exclusivo ella hablaba en serio, ella complacía y consentía demasiado a sus clientes, era parte de los servicios que ofrecía en su casa, y si alguno de nosotros osaba desobedecerla había que tener por seguro que estaría fuera de la casa por siempre con una buena golpiza por parte de sus dos guardaespaldas. Deje en mi cara la sonrisa más falsa de alegría que jamas hubiese puesto en vida, mientras la veía alejarse por el pasillo de los leones, le debía mi vida, mi salud y parte de mi felicidad.

Monsieur Enfers durante los siguientes 9 años venia a visitarme cada noche de viernes sin falta, se quitaba los guantes al llegar la cama y me hacia dos preguntas a las cuales no tenia respuesta, y siempre quería saber como es que él podía hacerme esas preguntas, me callaba con beso en la mejilla y caía en ese sueño obscuro, lleno de lugares e imágenes desconocidos, sentimientos que liberaban mi alma de cualquier peso y me hacían querer estar de verdad en ellos.

A veces me sentaba en sus piernas y me besaba solo en la mejilla o en la frente, conforme iba pasando el tiempo fue atreviéndose a besos más cercanos a mis labios, era como si tuviese alguna clase de temor a tocarlos.

Yo mismo le incitaba a que me besara, trataba de engañarle y robarle un beso, de mover sus manos a mis muslos y de hacia mi entrepierna pero siempre estaba listo, como si lo supiera de antemano, como si lo hubiese leído de mi mente o escuchado de mis labios. Era inútil tratar con él esos días de visita.

El resto de la semana, podía elegir entre estar junto a Madame Sahori y observar silenciosamente a mis hermanos y sus clientes o quedarme en mi cuarto y dormir cuanto quisiera o salir a la opera de París acompañado por uno de los hombres de Monsieur Enfers, Mister Wyvern.

Mister Wyvern comenzó a venir a la casa de Madame Sahori casi al mes de que conociese al Monsieur Enfers, un hombre que nunca hablaba a nadie, demasiado serio y una mirada aterradora. Un tipo duro decía Dita, Mister Wyvern era de origen inglés y solía usar unas patillas bastante largas, un cabello rubio y rebelde portador de hermosos ojos color miel, la primera vez que vino, nos asustó a todos por su trato rudo y su desconfianza, confesado a Madame Sahori que vendría diariamente a vigilar que se cumpliese la parte del trato que tenia con Monsieur Enfers, en pocas palabras que nadie mas me tocase. Los primeros días nos intimidaba con su mirada dura y fría y acusadora, algunas de mis hermanas en mas de una ocasión trataron de invitarlo a pasar la noche con ellas, pero era demasiado negligente pensábamos, pero pronto Dita dijo que el inglés no hablaba suficiente francés como para entender lo que ellas decían y sus poses y miradas coquetas solo hacían enfadarlo. Más tarde me entere que el inglés había recibido instrucciones de decir no a cualquiera que se le acercase y tratara de alejarlo de su deber.

"En casa de jabonero, el que no cae, resbala" susurró un hermano pelirrojo, que mas bien parecía rosado y en cosa de unas semanas logró que el ingles tuviese su noche en la casa. Estoy eternamente agradecido con él porque desde ese día el inglés, Mister Wyvern dejo de ir diario y solo iba una o dos veces por mes. Mis queridos hermanos, siempre protegiéndome y ayudándome.

En esos años, no solo logre superarme a mi mismo en cuanto educación, dado mi tiempo libre por no tener que trabajar, tan arduo como mis hermanos y sin embargo ganar dos veces lo que ellos ganaba sin hacer nada me daba muchos privilegios, como el estudiar, comenzar una pequeña biblioteca en una de las alas poco usadas de la mansión, ir a la universidad, a los museos. Una vida holgada y despreocupada.

Bastante cómoda mi vida, una época en que nunca vi la cara de Monsieur Enfers envejecer u obtener una sola arruga, ni cambiar de modales o de peinado y vestimenta como si el tiempo no quisiera posar su mano en él, siempre tan hermoso, tan delicado y fino y de cierta manera intimidante mientras que veía triste como Madame Sahori dejaba la inocencia, las travesuras y aumentaba su inteligencia y sabiduría, y al mismo tiempo me abría los ojos al ver a mis hermanos dejar la casa por voluntad propia y ver nuevos hermanos llegar.

Al cumplir mis 18 años, ya había comenzado a detestar esas visitas cortas que me dejaban insatisfecho y algo humillado, estaba harto que Monsieur Enfers me sedujese con hermosas palabras, melosa voz dulces caricias en mis brazos que apenas se desviaban a mi pecho y bajan lentamente a mi vientre como dudando, tratando de acrecentar mi fuego desesperado atrapado entre mi ropa interior, deseoso de salir y sentir esas manos frías en mi piel. Cada noche que estaba conmigo se volvía una frustración, que a la mañana siguiente se volvía en coraje y mal humor, porque tenia que darme consuelo yo mismo con mucha vergüenza.

Por fortuna la noche de mi cumpleaños no tocaba visita de Monsieur Enfers y ese día esperábamos la llegada de un nuevo hermano: Shiryu, un chico de origen chino, de cabellera negra y porte elegante. Dita dijo que el chico había sido pago de una apuesta entre dos nobles ricos, y el ganador no le quería, necesitaba el dinero así que vendió a Shiryu a casa de Madame Sahori.

Desde el momento en que le vi cruzar la puerta y caminar con la cabeza en alto, orgulloso, sentí deseos de pasar una noche con él, su cara aunque levemente amarillenta por su origen asiático tenia algo que lo hacia atractivo a mi vista, algo que me recordaba a Monsieur Enfers, quizá su cabello negro, quizá su forma de andar. No lo sé, pero desde ese día, desee estar con él como fuese. Fui el primero en iniciar una charla con él, llevarlo a su habitación, contemplarlo. Era un dios para mi, un joven educado cuyo francés estaba recortado por un acento extraño, pero eso hacia del chico algo aun más irresistible.

Y como llamado, al día siguiente vino Monsieur Enfers, un día que no le tocaba venir, en mi opinión era como si alguien le hubiese avisado de mis pensamientos, su presencia poco antes del atardecer había sido demasiado extraña, envuelto en una capa obscura y un paraguas como si fuese a caer una nevada a mitad del calor veraniego, acompañado por Mister Wyvern. Madame Sahori los hizo esperar hasta que fueran las horas apropiadas de trabajo y pudiesen entrar a la casa, una vez más me volví a equivocar sobre mi juicio sobre Monsieur Enfers.

Había venido por motivo de mi cumpleaños 18.

Curiosamente en los años anteriores no había venido, ni enviado nada, y esta vez había llegado con un espléndido regalo, una bata de seda traída de Japón, bordada con hilos de oros y pintada a mano, durante la pequeña celebración que se dio en mi habitación junto al ingles y Dita, sentí que debía ir a incitar al chico nuevo, mas la mirada fría de Monsieur Enfers, me disuadió por completo. Esa misma noche finalmente hable con Monsieur Enfers sobre sus visitas frente a mi mejor amigo y su empleado, su rostro siguió impasible e inalterable, y se retiró a las pocas horas, tras una cena frugal y vino tinto.

continuara….