Disclamer: Los personajes y parte de la trama no me pertenecen a mí, sino a Thomas Astruc y Jeremy Zag. Escribo para divertirme, sin ánimo de lucro y esperando que este fic saque alguna sonrisa entre mis lectores.

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Nota: Este Oneshot es la última parte de mi pequeña trilogía marichat: 1. Cascabel. 2. Valentía. 3. Beso. Os aconsejo leer los Oneshot en este orden para seguir la historia, están todos en mi perfil. ¡Gracias!

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Beso

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A veces no sabemos exactamente por qué hacemos algo, solo lo hacemos.

Aquella noche, en el balcón de Marinette, la chica le cogió desprevenido. Chat Noir ya se había percatado de que algo le ocurría. Para empezar… ¿por qué estaba en lo alto de la torre Eiffel, en medio de una tormenta, ella sola? Al verla allí arriba y tiritando de frío no supo qué pensar. Y cuando rechazó de inmediato su ayuda tuvo la extraña, aunque quizás certera impresión, de que la chica se castigaba por algo.

Quizás por… ¿haber estado evitándole? Eso lo pensó porque, cuando al fin estuvieron cara a cara, Marinette parecía incapaz de sostener su mirada más de dos segundos seguidos.

¡Qué absurdo! Se dijo él, preocupado. Sentirse culpable por algo así.

Cuando su amiga dejó de acogerle en su cuarto después de que él se presentara en su balcón para charlar noche tras noche, le extrañó. De inmediato se preguntó qué había hecho mal o qué podría haberla ofendido por su parte para prohibirle el paso a su habitación, pero como no podía hablarlo con ella, tuvo que conformarse con meditar sobre ello a solas y entonces, le pareció de lo más lógico. Se presentaba allí en medio de la noche, la mantenía despierta hasta la madrugada con su interminable cháchara que tenía, como último fin, desahogarse. Cierto era que siempre se interesaba por ella y le preguntaba cómo se encontraba, pero… aunque entre ellos hubiese nacido una confianza fruto de esos encuentros, él seguía siendo un desconocido bajo un antifaz. Supuso que la había hecho sentir incómoda, imponiéndole su presencia y por eso, se retiró sin más.

No esperaba que Marinette se sintiera mal por eso, después de lo buena que había sido con él. Pero algo le ocurría; por eso, todo el trayecto hasta su casa había estado callada, abrazada a él con fuerza, sin dejar de temblar. Chat Noir aprovechó el viaje para pensar algún chiste o broma que le sirviera para aliviar la tensión y funcionó. Después de haber bromeado un poco, pensó que todo estaba bien entre ellos.

Sin embargo algo más ocurría.

De repente, ella le había atrapado en un beso totalmente inesperado.

Inesperado por la situación y por ella. Su amiga. La conocía bien y jamás habría adivinado sus intenciones, Marinette no era la clase de chica que hacía esas cosas, tan de repente. Aunque… tampoco era la primera vez que se echaba a los brazos del héroe.

No hacía mucho le había declarado su amor en ese mismo lugar, en circunstancias similares y había logrado sorprenderle. Chat recordaba el momento; su mirada huidiza a la luz de las bombillas, el temblor incierto en sus manos y de pronto, el calor de su cuerpo pegado a él. Era la primera vez que una chica le decía que le quería… Y se lo había dicho a él, a su lado payaso y revoltoso, no a su reflejo perfecto y comedido. Ese fue el detalle en el que el chico había seguido pensando durante los meses siguientes.

De algún modo, le dolió tener que rechazarla. Él amaba a su lady, al fin y al cabo, así que lo hizo valiéndose de toda la caballerosidad que pudo y el punto era que Marinette, al final de la estrambótica aventura que sucedió después de que su padre fuera akumatizado, pareció aceptar su decisión. Le aseguró que podían ser amigos.

Entonces…

¿A qué viene todo esto? Pensó él, en algún momento que ya ni sabía cuándo había sido.

Chat sabía que no estaba bien dejar que eso pasara, pero antes de darse cuenta se encontró con que… estaba respondiendo a ese beso.

Al principio, sorprendido, solo había cerrado los ojos por inercia pero después… una cálida sensación se adueñó de su cabeza y dejó de pensar. Sus labios empezaron a moverse al compás que los de ella y sus manos, nerviosas, buscaron algo a lo que aferrarse. Solo ejerció una presión suave sobre la espalda de Marinette, pero ella se apretó más contra él y sus manos bajaron hasta su rostro, acariciándole con una ternura que hacía mucho, mucho tiempo que Chat Noir no experimentaba.

Se le escapó un suave suspiro.

Y se dejó llevar, perplejo porque un primer beso pudiera ser tan agradable. Bueno, sería el primero que recordaría haber recibido y eso le hizo pensar; ¿no se suponía que esa felicidad, esos deliciosos escalofríos que sentía ahora, debían estar reservados solo para los besos de la chica que amaba?

Era extraño. Pero no por eso se detuvo. Sabía que debía, mas no lo hizo. De hecho fue ella quien bajó la cabeza, rompiendo el contacto. Chat abrió los ojos casi sin saber dónde estaba. Antes de poder ver la cara de la chica, esta le abrazó ocultándose en su hombro.

Temblaba de nuevo contra él.

—¿Marinette? —murmuró, confuso. Pero no obtuvo respuesta y eso le inquietó. Su mente decidió recuperar su agilidad natural y le ofreció una explicación más o menos lógica para esa actitud. A fin de cuentas era su amiga Marinette; a veces tímida y nerviosa. Quizás estaba avergonzada por sus actos y si no se andaba con cuidado, seguro que ella se disculparía por lo que acababa de hacer. Chat Noir se dio cuenta de que no quería que lo hiciera—. Tranquila, no pasa nada —Le dijo. Dejó que el afecto natural que sentía por ella, ahora intensificado sin remedio por los sentimientos que ese beso habían despertado en él, le guiaran. La estrechó contra sí, pasándole una mano por la espalda y sonrió—. Ese ha sido el beso más bonito que me han dado nunca… que yo recuerde.

. Aunque cuando he mencionado un agradecimiento… estaba pensando en uno de esos croissant con chocolate que hace tu padre.

Por pura providencia de la situación, sus tripas rugieron en ese instante. La chica se agitó un momento y, por fin, soltó una suave risita contra su hombro y eso relajó al chico.

Ella solía reír así cuando Chat iba a visitarla por las noches.

A Chat Noir le preocupó que su rechazo pudiera afectar a Marinette, pues él mejor que nadie sabía lo que duele un corazón roto. Fue por eso que comenzó a observarla con más detenimiento después del día de Papálobo. Como héroe, pero también como Adrien. Resultaba más fácil hacerlo en la escuela, estar cerca de ella sin buscar excusas… como el día del Startrain.

Si bien fue un poco cosa de suerte que acabara sentado a su lado durante la excursión, le sirvió para descubrir algo que no había sabido hasta entonces: cuando estaba con Marinette era cuando más feliz y tranquilo se sentía. Solo con estar sentado a su lado, notando su aroma y su grácil presencia, Adrien percibía que todo cambiaba, el mundo se volvía un lugar más amable, más luminoso y más tierno. Con Ladybug todo era una aventura excitante y magnífica, la heroína aceleraba su corazón hasta niveles imposibles. Pero con Marinette la vida tomaba un ritmo sosegado y delicioso, habría un hueco de luz donde él podía sentarse y contemplar que todo estaba bien. Que él estaba bien.

Descubrió que le gustaba esa sensación y por eso fue que comenzó a visitarla por las noches.

Cuando Marinette se apartó para mirarle tenía el rostro colorado y algo de humedad en sus ojos; a pesar de que su aspecto no podía ser más adorable cuando habló.

—Yo… no sabía cómo decírtelo —comentó a media voz—. Creo que por eso te he estado evitando.

—Bueno… —Alargó una mano hacia ella en un impulso, pero se detuvo—. Creo que es mejor que no te seque las lágrimas con estas garras —Bajó la mano, azorado—. Podría sacarte un ojo sin querer.

Ella le miró un instante y cogió su mano para llevarla hasta su rostro. La posó con delicadeza sobre su mejilla y cerró los ojos.

—Chat…

Él la contempló con un nudo en el pecho que le provocó un dolor intenso que a la vez tenía algo de placentero. No podía sentir la piel de Marinette en su mano, aunque deseó poder hacerlo. Tragó saliva, nervioso.

—Supongo que no lo entenderás pero… siento que te conozco más de lo que puedo conocerte — Sí, yo también, princesa. Aunque en su caso era verdad que la conocía—. A lo mejor esto lo entiendes menos pero… me gustas, Chat.

Levantó sus grandes ojos azules, ahora tenían una tonalidad un poco más oscura debido a que el cielo seguía nublado y apenas había luces rodeándolos. Las farolas aún no se habían encendido, la pequeña ristra de bombillas que solían iluminar mágicamente ese balcón, ese que Chat asociaba a un sentimiento de paz y acogida, estaban apagadas a causa de la tormenta.

Era como si estuviera en otro lugar. Con otra persona. Y a la vez, el sentimiento que le inspiraba era fuerte y conocido.

—Sé que tú amas a Ladybug —continuó Marinette y apretó los labios un instante antes de seguir—. Pero es que… durante mucho tiempo estuve enamorada de un chico al que nunca me atreví a decirle lo que sentía y por eso lo perdí.

. No quería que eso me pasara otra vez. Contigo. A ti no quiero perderte.

Marinette pensó. El dolor en su pecho se replegaba, disminuía tímidamente para dar paso solo a un placer novedoso y maravilloso. Pero, casi de inmediato, se sintió culpable y su corazón tembló.

Se suponía que no debía sentir ese placer ante tales palabras, no debía haber disfrutado ese beso tan dulce y mucho menos, corresponderlo. No debía desear repetirlo ahora mismo… Todo eso no estaba bien, como no lo había estado la ilusión estremecedora que sintió los escasas minutos que creyó que ella había sido la autora del poema de San Valentín.

Aquel día, tras enfrentarse a Tormentosa por segunda vez, cuando imaginó que la letra de Marinette y la de su admiradora secreta eran la misma sintió algo poderoso golpeándole por dentro, igual que sintió el aguijón de la decepción cuando se recordó que no podía ser ella.

Ella amaba a Luka…

Y yo amo a Ladybug…

¡Ladybug! Cielos, la había mencionado y él ni siquiera había pensado en ella. Solo pensaba en la chica que tenía delante, creía sentir la suavidad de su piel a través del guante, su calidez. Esa calidez que brotaba en su pecho cada vez que la veía en la escuela y le hacía sonreír aun cuando ni siquiera cruzaran una palabra.

¿Qué es esto? Se preguntó nervioso.

—¿Chat? —Marinette le miró, compungida—. Al menos… dí algo.

Sentía que debía hablar de su Lady, al menos mencionar su nombre en voz alta antes de que este se le borrara del todo de la mente. Pero se dio cuenta de que no era por ella. Antes que Ladybug, había otra cosa que le preocupaba más de lo que estaba pasando.

—No sabes ni quién soy —se le escapó, comprendiendo la raíz de sus reservas al fin—. Ni siquiera me has visto la cara…

Ella sonrió, apretando más su mano contra su rostro encendido.

—No importa… Sé que me gustará el chico bajo la máscara, sea quien sea.

Algo muy similar había pensado él de Ladybug la primera vez que la vio. ¿Cómo era posible que…?

—Además, sí te conozco —continuó ella—. Sé que eres tan valiente que nunca dudas al enfrentarte a cualquier villano akumatizado que se presente ante ti. Sé que eres tan generoso que luchas cada día por proteger a personas que ni si quiera conoces, poniendo tu vida en riesgo.

. Y que eres tan romántico que decoras tejados con velas y rosas para la chica que amas.

Y entonces, los nubarrones que quedaban sobre ellos se movieron, abriendo un diminuto espacio por donde se coló un único rayo de sol que volcó su luz dorada sobre el balcón en el que estaban. Iluminó la barandilla y sus rayos crecieron reflejados sobre el agua que tenían a sus pies. Todo pareció brillar por un instante en tonos amarillos. Chat Noir parpadeó, asombrado, captando ese delicado esplendor a su alrededor pero sin apartar sus ojos de la chica.

—Es suficiente con eso —acabó ella con una sincera sonrisa—. No me hace falta ver tu cara.

Esas palabras despertaron algo aún más intenso en el héroe.

Chat Noir ocultaba su rostro al mundo y dejaba que sus actos hablaran por él, actos heroicos y que muy pocos podían emular. Eso le hacía popular entre las chicas, era verdad. Pero para Adrien era todo lo contrario; si era popular se debía justamente a su rostro, a su imagen, a lo que los demás veían de él a través de las fotografías de los anuncios. No importaba tanto lo que él hiciera, por más que se esforzara por ser perfecto, porque lo que llegaba de él a la gente eran solo poses.

A veces sentía que lo único que podría aportar Adrien a Chat Noir era su aspecto, si algún día llegaba a salir a la luz. Pero Marinette no necesitaba verlo, no le interesaba. Como los demás, se había fijado en sus actos… pero no de un modo superficial, como una fan más que admira al héroe, sino que había ido más profundo, fijándose en lo importante.

No había mencionado sus poderes, su fuerza, su popularidad. Valiente, generoso y romántico… De tanto pensar en ello, Chat sintió que empezaban a sudarle las manos bajo los guantes y cayó en cuenta de que llevaba unos minutos en completo silencio después de todo lo que Marinette le había dicho.

Se sonrojó y dio un respingo que le obligó a apartar la mano de ella.

—¡Oh! ¡Bueno…! ¡Por supuesto que yo… también creo que tú eres… eres… marrrrrauvillosa! —Le salió sin más, fruto de los nervios y tuvo que soltar una risita. Marinette entornó los ojos y él intentó ponerse serio—. ¡De verdad! Eres la chica más buena, tierna y divertida que he conocido…

En fin, podría haberle dicho las razones por las que lo pensaba, pero eso le habría delatado. Había convivido más con ella como Adrien que como Chat Noir y por eso…

Entonces… me pregunto por qué nunca le he gustado como Adrien.

—Gracias —murmuró ella justo antes de sacudir la cabeza—. Sé que no es comparable con lo extraordinaria que es Ladybug…

—¡No! —exclamó él—. Porque yo no os compararía. Sois distintas, cada una es extraordinaria a su manera.

Esa respuesta pareció complacer más a la chica que recuperó su sonrisa. Con timidez extendió su mano hacia él y Chat quiso tomarla en cuanto la vio.

—Entonces…

—Ah… —Dudó. ¿Qué debía hacer? Su, en otro tiempo, amiga le estaba ofreciendo su amor. Su tierno y apetecible amor sincero sin hacerle ninguna pregunta a cerca de su condición.

Y tomarlo era tan tentador…

Su amor por Ladybug era, todavía, inmenso pero sabía que no le conducía a ninguna parte salvo a la frustración y al dolor del rechazo que siempre recibía por su parte. No es que hubiera perdido esa fe ciega que antaño le guio, pero tampoco quería seguir engañándose.

Temía sufrir por siempre.

Y Marinette…

Bajó sus ojos hasta su mano extendida y sin pensarlo mucho, colocó la suya encima. La mano de su amiga se cerró, acogiéndole… Era agradable que alguien quisiera cogerle la mano en lugar de apartarle de un manotazo así que sonrió.

Era más tentador de lo que habría creído dejarse ir en ese amor tan bonito que tenía ante sí y aunque en un primer momento pudo temer no estar a la altura, ahora su corazón latía con fuerza, le decía que no debía preocuparse ni reprimirse; si se dejaba llevar, no tardaría en acabar enamorado de esa chica.

¿Había sido así siempre? Era un sentimiento conocido… Quizás por eso se empeñaba tanto por verla como una amiga y nada más.

¿Y dónde encajaba Adrien en todo aquello?

¿No sería todo más fácil si era él quien daba un paso y…? Pero Marinette no amaba a Adrien, sino a Chat Noir.

¿Era eso extraño?

Quizás debería plantear algunas de sus dudas, confirmar que ella estaba segura de lo que decía o explicarle… ¡Eran tantas cosas! Cuando el chico se dispuso a hablar, sin embargo, no fue ninguna de ellas la que salió de sus labios.

—¿Puedo… besarte… otra vez?

Marinette pestañeó, sorprendida. Su rostro se encendió y sus ojillos vacilaron por los nervios al tiempo que asentía con la cabeza.

Sostuvo su mano con más fuerza, con el rostro estirado hacia él al tiempo que bajaba despacio los párpados. Chat Noir se puso más nervioso pero se vio atraído hacia ella por una fuerza tan poderosa que no pudo controlarse.

Solo por un segundo temió que todo fuera diferente ahora, pero nada más rozar su boca sintió el mismo torrente de felicidad inundando su cuerpo, los escalofríos, la calidez, todo estaba de vuelta aún con más fuerza que antes y se olvidó de sus temores.

La rodeó con los brazos y ella a él. La luz se hizo más intensa a su alrededor, obligándole a abrir los ojos. Las nubes se habían ido y un sol enorme brillaba en el cielo, respiró el aire puro y limpio que queda tras una tormenta y abrazó a la chica con una sonrisa de tonto rematado en su cara.

Pero de golpe y porrazo volvió a la realidad.

—Debería irme ya —anunció, mirando a su alrededor—. Con toda esta luz alguien podría vernos y…

—Nos traería problemas —adivinó ella—. Lo sé.

Se apartó de él, frotándose un brazo.

—Pues…

—Tú también me gustas, Marinette —le dijo a toda velocidad. Ella le sonrió—. No sé por qué no me había dado cuenta hasta ahora, pero… —La chica se rio como si eso no le importara lo más mínimo y él la imitó, extasiado—. Bueno, creo que debería irme… —Se subió a la barandilla de un salto y realizó una reverencia algo irregular y temblorosa—. La próxima vez que venga a verte no me dejarás fuera, ¿verdad?

—Claro que no.

—Entonces, si vuelvo más tarde…

Marinette le lanzó un beso con su mano y el gato negro fingió atraparlo con la suya, mirarlo con los brillantes y llevárselo a los labios.

—¡Hasta pronto, princesa!

De un salto, huyó del balcón.

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Marinette corrió hasta la barandilla para no perderle de vista pero el gato se confundió con los rayos dorados que alumbraban la ciudad, no obstante le llegó su risa arrojada por el viento que también empezaba a despertar.

Suspiró feliz, apoyando la barbilla sobre el metal.

—Vaya, te has arriesgado mucho —apuntó Tikki, apareciendo a su lado de improviso—. Como Ladybug habrías ido sobre seguro… ¿sabías que también le gustabas como Marinette?

—No, Tikki —respondió con sinceridad—. No tenía ni idea.

—¿Y por qué lo has hecho?

—Porque solo soy Ladybug a ratos, pero Marinette lo soy siempre. Es mi autentico yo y quería que ese fuera el que le gustara —contestó—. Además, Ladybug le ha rechazado tantas veces que Chat Noir se merece el amor de alguien que no haya dudado tanto, ¿no crees?

—Pero sí que has dudado...

—¡Bueno, sí! Pero ya no lo haré más…

—¿Y qué pasa con Adrien?

Marinette hizo un puchero.

—¿Crees que si hubiera sido sincera en su momento… habría pasado algo como esto con Adrien? —No dio tiempo al Kwami de responder—. Seguro que no.

Y ya no me importa se dijo, sonriente, a pesar de que Tikki flotó sobre su cabeza haciendo una mueca.

De repente, Marinette estornudó. Seguía empapada y casi lo había olvidado debido al sol, a la alegría que recorría su cuerpo, a los besos de Chat Noir… ¿Así había sido cuando Oblivio? ¡Qué pena no recordarlo también! Pero bueno, de ahora en adelante podrían crear multitud de nuevos recuerdos de besos.

Se ruborizó con tan solo pensarlo, pero su pecho palpitaba alegre, ilusionado y anhelante.

Marinette se metió por la trampilla y después, encendió las bombillas del exterior. El balcón debía estar iluminado para cuando un gatito regresara esa noche.

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Fin

¡Hola!

Aquí está la última parte de esta pequeña trilogía *_* ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado el desenlace? Sé que ha sido una historia cortita y algo simple… Al releerla me he dado cuenta de todo el tiempo que hace que la escribí, porque tal y como va ahora mismo la serie… en fin, qué tiempos felices dejamos atrás, jeje.

Lo bueno de los fanfics es que puedes ir atrás o delante de la historia original para escribir sobre el momento que más te guste, ¿no? ¡Siempre es un buen momento para un final feliz marichat! Jajaja.

Muchas gracias a todos los que habéis leído estos pequeños Oneshot, a pesar de ser de hace ya un tiempo, espero que hayáis disfrutado la historia y os haya sacado una sonrisita. Gracias por vuestro apoyo y vuestros comentarios.

Mientras temo la emisión del final de esta temporada, jeje, intentaré seguir escribiendo más relatos cortos de miraculous. No quiero anticipar nada, pero estoy trabajando en una pequeña bilogía Ladynoir O.O Nunca he escrito solo sobre el Ladynoir, así que me resulta interesante.

Os deseo un divertido y feliz fin de semana a todos y a todas.

¡Nos vemos pronto, espero!

EroLady.