Wolas! este fic esta basado en una historia de DIANA PALMER, una excelente escritora...com la historia me gustó mucho decidí hacer este fic, pero repito...la idea es de Hielo y Fuego, de Diana Palmer.
Los personajes le pertenecen a la genial Rumiko Takashi!
Quería deciros que la abuela de Kagome y Kikyo se llama McPherson, lo dijo porqué había puesto en el 2do capítulo que se llamaba abuela Higurashi.
Tres
Los ojos verdes de Kagome adquirieron un brillo peculiar mientras contestaba a su hermana.
—¡No¡Ni hablar!
—Los dos habéis tenido un mal comienzo —le recordó Kikyo—. Y tú has contribuido a ello, y lo sabes muy bien, con ese vestido tan espantoso. No es que te haya abandonado ante el peligro, es que pensaba que si os dejaba a los dos solos... —gimió—. Lo he echado todo a perder al no explicarte por qué quería que fueras a ese restaurante. Pero, Kagome, no te imaginas lo importante que es que Sesshomaru nos dé su aprobación. No puedo pedirle a Inuyasha que renuncie a su familia y a la herencia que le corresponde sólo por mí. ¡No puedo! —dirigió a Kagome una mirada implorante—. Y yo, sola, soy incapaz de plantar batalla a Sesshomaru; no soy lo bastante fuerte. Ni siquiera tendría un oportunidad frente a él.
—¿Y crees que yo sí? —preguntó Kagome.
—Sí, porque tú no le tienes miedo —dijo Kikyo—. He visto cómo conquistas a la gente. Cuando sonríes de ese modo y te comportas como tú misma, los hombres bailan en la palma de tu mano.
Kagome parecía alterada.
—Si crees que voy a hacer que esa apisonadora me...
—Nunca te pediría tal cosa —se apresuró a decir Kikyo—. Nunca te haría algo semejante. Pero tienes un don para conseguir que la gente te escuche y para trabar conversación. ¡Podrías convencer a Sesshomaru de que no soy tan joven, tonta y pusilánime como cree para convertirme en una Youkai! —siguió diciendo imperturbable.
—No estoy segura de querer que te conviertas en una Youkai —contestó Kagome con un destello de resentimiento por la encerrona que su hermana le había preparado esa tarde—. Sabes muy bien lo que pienso del esnobismo y de esos grupitos de privilegiados. Y por cierto¿no te parece que ya es hora de que le cuentes a Inuyasha el problema de papá con la bebida? No puedes ocultarle tu pasado indefinidamente.
Kikyo asintió con la cabeza y, por un instante, pareció que se sentía culpable.
—Ya lo sé. Pensaba contárselo cuando estuviéramos en Shisuoka. Es que venimos de ambientes tan distintos... Y Sesshomaru cree que no puedo adaptarme a su estilo de vida ni hacer feliz a Inuyasha.
—Pues claro que puedes —sostuvo Kagome—. Eres elegante y tienes unos modales refinados. Y has aprendido a organizar fiestas para tu jefe con la ayuda de su mujer...
—¿Ves? —sonrió Kikyo—. Tú ya estás convencida de que puedo estar a la altura. Todo lo que te pido es que me vendas delante de Sesshomaru.
—La esclavitud está abolida desde la época de Lincoln !—señaló.
—¡Kagome!
—El ricachón no me escuchará —fue la hosca respuesta—. Es uno de esos prepotentes que va con la tarjeta de crédito por delante, dándose aires de grandeza. Es un arrogante. ¡Imagínate, un tipo que se dedica a hacer ropa interior! —la cara de Kagome se contrajo y le entró la risa floja—. Kikyo¿qué tal si convences a Inuyasha para me traiga un conjunto de lencería con encajes para mi estatua de Venus¡Imagínate la cara que pondría la señora Kaede!
Kikyo no pudo evitarlo y se echó a reír. Cuando Kagome empezaba así, era tronchante.
—Está bien, lo intentaré, pero ¿vendrás a cenar con nosotros mañana por la noche? Tal vez tú puedas conseguir que me inviten a Shisuoka.
Kagome suspiró.
—¿No se te ha ocurrido pensar que mi presencia puede perjudicarte en vez de favorecerte? Deberían azotarme por haber tratado de darle una falsa impresión esta noche. Ni siquiera sé por qué he hecho semejante tontería —dijo con voz quejumbrosa mientras se echaba hacia atrás su melena larga y enredada—. Es esa dichosa fecha de entrega que tengo que cumplir, sólo me queda un mes y el libro no quiere arrancar —sus ojos se encontraron con los de Kikyo—. Cariño, lo siento. Intentaré rectificar las cosas mañana, así tenga que pasar toda la cena mordiéndome la lengua, en serio. Y de un modo u otro, conseguiremos que vayas a Shisuoka.
—Sabía que podía contar contigo —dijo Kikyo emocionada y dio un fuerte abrazo a su hermana—. Todo va salir bien, ya lo veras.
La tarde siguiente mientras se vestía y se miraba en el espejo, llena de dudas, Kagome no estaba en absoluto convencida de que la confianza de Kikyo fuera fundada.
Se había puesto un vestido sencillo: negro, de gasa, con escote en pico adornado con chorreras. Su melena azabache, siempre tan rebelde, estaba recogida en un moño alto, del cual escapaban algunos mechones que le enmarcaban el rostro y le daban un aire estudiadamente relajado. Se mostró parca con el maquillaje y eligió un perfume floral ligero. Su aspecto era tan distinto al de la vampiresa de la noche anterior que se le ocurrió que Sesshomaru Youkai tal vez no la reconociera. Cuando Kikyo vio a su irreprochable hermana, tuvo que disimular una carcajada.
—Cielo santo, qué diferencia —dijo—. Me recuerdas a la abuela McPherson.
—Bueno, ésta es su casa. O al menos lo era —suspiró—. Supongo que algo de ella se me habrá pegado. Espero que este vestido no le chocará al carcamal de tu futuro cuñado.
—¿Quieres apostar? —Kikyo sonrió.
Kagome suspiró y contempló lo guapa que estaba Kikyo con su vestido de tubo de color verde pálido y los accesorios correspondientes a juego: bolso, zapatos... Estaba tan radiante, tan obviamente enamorada de su Inuyasha... A ella también le gustaba Inuyasha, pensó Kagome. Era abierto y cordial.
—Bueno¿bajamos?
—Sí, mejor —contestó Kikyo—. Llegarán enseguida.
Kagome bajó las escaleras, entró con su hermana en el salón y se sentó en el borde del sofá.
—¿Quieres relajarte? —bromeó Kikyo—. Soy yo la que debería estar nerviosa. Nunca he estado con Sesshomaru más tiempo del que lleva decir hola.
De repente, sonó el timbre de la puerta y Kagome se puso en pie de un salto. Kikyo se quedó mirándola con incredulidad. Nunca había visto a su hermana tan inquieta.
—Tranquila —trató de calmarla y le puso una mano en el hombro antes de dirigirse a la puerta principal.
Kagome se quedó de pie, intentando controlar sus nervios. No permitiría que Sesshomaru volviera a hacerla callar. No se saldría con la suya. Oyó voces. La de Inuyasha, agradable y cordial, y otra más profunda y áspera. Apretó con fuerza el bolso entre los dedos mientras Inuyasha entraba en el salón, seguido por Sesshomaru.
Inuyasha era casi tan alto como su hermano mayor pero no tan corpulento y musculoso. Tenía el pelo plateado y los ojos dorados y una cara que transmitía fortaleza y ternura al mismo tiempo. Era atractivo, pero evidentemente Kikyo creía que era el hombre más guapo sobre la faz de la tierra, a juzgar por la expresión de arrobo que había en su rostro mientras lo miraba. Inuyasha le rodeó los hombros protectoramente y se inclinó para besarla suavemente, a pesar de la mirada de desaprobación de Sesshomaru.
—Mi madre en persona te ha invitado a Shisuoka... —susurró Inuyasha en la oreja de Kikyo antes de levantar la cabeza—. Buenas tardes, Kagome —añadió en voz más alta.
—Buenas tardes —respondió ella con calma, al tiempo que su mirada agitada se posaba en Sesshomaru. Éste contemplaba su aspecto con ojos llenos de incredulidad y parecía no haberse percatado de las palabras que Inuyasha y Kikyo habían intercambiado.
Estaba más atractivo aún que la noche anterior. El traje oscuro acentuaba su aire masculino hasta volverlo casi amenazador. Cuando se movía, los músculos se marcaban bajo la tela de aquel traje tan caro. A pesar de ser muy alto, se movía con agilidad y ligereza. Tenía unas manos grandes, morenas, bonitas a su manera. Llevaba un solo anillo con un sello ,y en la muñeca, sobre el vello rubio que la cubría, un reloj de oro fabulosamente caro pero muy discreto. Kagome se preguntaba si el resto de su cuerpo estaría también cubierto por ese vello y dio un respingo cuando se dio cuenta de hasta dónde la había llevado su imaginación. A la luz de la lámpara del salón, el pelo de Sesshomaru, abundante y claro, parecía casi plateado. Miraba fijamente a Kagome con sus ojos grises.
—¿Nos vamos? —preguntó bruscamente—. Me gustaría acabar temprano.
—Dios nos libre de retenerlo, señor Youkai—dijo Kagome con dulzura mientras tomaba su chal y se lo echaba por los hombros.
—Tranquila, eso no va a pasar —respondió Sesshomaru con calma sin dejar de mirarla—. No me la imaginaba en una casa victoriana, señora Takagashi.
Kagome enarcó una ceja.
—Me imagino qué clase de casa me había adjudicado —esbozó una leve sonrisa—. Siento haberlo escandalizado.
—Le hará falta algo más que su casa para convencerme de que mi primera impresión no era más acertada —replicó Sesshomaru.
—¿Por qué, señor Youkai? —murmuró Kagome batiendo sus largas pestañas—¿en qué se basa?
—Será mejor que nos marchemos —respondió, y se hizo a un lado para dejarla salir por la puerta—, antes de que pierda la poca paciencia que me queda.
Kikyo lanzó a Kagome una mirada preocupada pero ésta no la vio. Estaba traspasando el umbral de la puerta que Sesshomaru sujetaba. Tenía la sensación difusa de que a él le habría gustado darle con aquella puerta en las narices.
Wolas! Bueno esto cada vez esta mas intereasnte...creeis que Sessh cederá? jajaja eso lo vereis en el proximo capítulo.
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