Wolas! este fic esta basado en una historia de DIANA PALMER, una excelente escritora...com la historia me gustó mucho decidí hacer este fic, pero repito...la idea es de Hielo y Fuego, de Diana Palmer.
Los personajes le pertenecen a la genial Rumiko Takashi!
Seis
La casa de verano de los Youkai estaba situada apenas a unas millas de Yokaido, en Shisuoka. Se hallaba rodeada por un muro alto de piedra blanca, y un sendero empedrado flanqueado por palmeras e hibiscos en flor llevaba hasta la casa. Ésta también era de piedra, espaciosa, con imponentes puertas de caoba y una escalera en curva también de caoba. Los muebles tenían una aire de las Indias Occidentales y el suelo del vestíbulo estaba cubierto con baldosas. El resto de la casa estaba decorada con elegancia: los ventanales, enmarcados por pesadas cortinas y las estanterías y mesas, llenas de objetos y adornos tremendamente caros.
Izaioy Youkai,encajaba a la perfección en aquel ambiente. Era como los muebles de su casa de verano: elegante, venerable y encantadora. Se parecía a sus hijos, a los dos. Tenía los ojos de color plateado igual que Sesshomaru, pero su expresión era abierta y amigable como la de Inuyasha. Era bajita, de complexión delicada, y una nube de cabellosnegros enmarcaba su cara, a la que era difícil poner edad.
—He oído hablar mucho de vosotras a Sesshomaru y Inuyasha —dijo Izaioy y sus ojos plateados brillaron—. Diferentes versiones, ya sabéis —añadió con malicia—. Sesshomaru casi no me había dicho nada hasta principios de esta semana pero desde entonces no ha parado de hablar de vosotras. Estoy encantada de conoceros.
Kikyo le dio un impulsivo abrazo después de que Sesshomaru hiciera las presentaciones y Izaioy se lo devolvió con una ligera reserva. Su atención estaba centrada en Kagome. Ésta esbozó una sonrisa traviesa.
—A pesar de lo que estoy segura de que le habrán contado sobre mí, no me dedico a la profesión más antigua del mundo.
Izaioy le sonrió.
—Iba a preguntarte si te gustaba tu trabajo —se rió—, pero supongo que primero será mejor que te pregunte a qué te dedicas.
—A quedarse en casa y provocar a sus vecinas —dijo Sesshomaru por encima del hombro de Kagome, y a continuación desapareció escaleras arriba con varias maletas. Kikyo y Inuyasha lo siguieron mientras trataban con todas sus fuerzas de no echarse a reír.
—Ahora —dijo Izaioy cuando Kagome y ella se quedaron solas—, espero que me cuentes qué está pasando.
Y Kagome hizo lo que le pedía sin ahorrar detalle.
—Una cosa llevó a la otra y, tras nuestro primer encuentro, Sesshomaru se marchó convencido de que yo era una comehombres. Después del segundo quería mandarme a un sanatorio mental, y ahora creo que querría hacerme picadillo —añadió con una sonrisa.
—Ten cuidado, jovencita —le advirtió la mujer mayor entre risas—. Nunca antes había mostrado tanto disgusto por alguien a primera vista. Podría ser un presagio.
Kagome arqueó las cejas.
—¿Algo parecido a un hechizo?
Izaioy la miró.
—Sesshomaru me ha dicho que eres viuda.
—Sí —bajó la vista—. Mi marido murió en un accidente de avión hace cinco años.
—Yo perdí al mío hace más o menos ese tiempo —suspiró Izaioy—. Su muerte fue un golpe muy duro, no sólo para mí, también para Sesshomaru porque heredó todas las responsabilidades. Inuyasha lo ayuda, claro, pero el que lleva las empresas es Sesshomaru.
—Un hombre sometido a una gran presión —comentó Kagome.
—Grandísima, y no sabe delegar. Y en algún punto del camino ha perdido su sentido del humor y se le ha olvidado cómo disfrutar de la vida. Tuvo un matrimonio difícil y un divorcio aún más difícil. Fue una bendición que no hubiera niños de por medio —miró a Kagome—. ¿Tú...?
—No —respondió ella secamente, con más sequedad de la que habría querido imprimir a su voz. Con delicadeza, Izaioy le puso una mano en el brazo.
—¿No fue un matrimonio feliz? —preguntó con voz pausada. Kagome movió la cabeza a un lado y a otro y, durante un instante, la máscara tras la que se ocultaba se desvaneció. La madre de Sesshomaru pareció entenderlo todo y se alejó.
—Siéntate y vamos a seguir hablando. Tengo angina de pecho y no puedo moverme mucho aunque lo intento —por un momento pareció que estaba enfadada—. Me protegen demasiado, ya sabes. Sesshomaru pide a los empleados que me espíen.
Los ojos de Kagome brillaron.
—¿Que él qué?
Izaioy frunció el ceño mientras se sentaba en el sofá.
—Hace que me espíen y si hago cosas que él y el tonto ese del médico no me dejan hacer, se pone furioso.
—Debe resultar un tormento —comentó Kagome sentándose a su lado—, empezando por vivir con él.
Izaioy sonrió y pensó que le gustaba aquella joven. Y tenía la extraña sensación de que a Sesshomaru también llegaría a gustarle.
Los días se sucedían perezosamente. Sesshomaru estaba casi siempre ausente en reuniones de negocios. Kikyo y Kagome se quedaban en la casa disfrutando del sol y de la playa. Hablaban con Izaioy, veían la televisión y saboreaban los deliciosos platos que preparaba el cocinero francés. Era la clase de vacaciones que Kagome necesitaba desde hacía tiempo y se dio cuenta de que lograba relajarse y se tomaba las cosas con calma. Trabajaba en su libro con un ritmo pausado, sin agobios, casi siempre por la mañana. Pero seguía perturbándola la mirada pensativa de Sesshomaru cuando estaba en la casa. La miraba del modo en que un gato acecha a su presa, sin parpadear, fijamente, y eso la ponía nerviosa.
—¿Pretendes descubrir si tengo alguna verruga? —preguntó Kagome el tercer día en la casa mientras esperaban a los demás para cenar.
—¿Es que tienes una? —inquirió él recostado en el gran sillón que parecía ser de su propiedad particular.
—No en sitio visible —respondió ella pensativamente.
—Ahora me has intrigado —replicó Sesshomaru, y sus ojos plateados se pasearon perezosamente por el cuerpo de Kagome. Ésta llevaba un vestido blanco de tirantes y, de repente, su piel notó como si alguien la estuviera acariciando.
Habría deseado poder devolverle una mirada igualmente sensual pero no se atrevía. Sesshomaru llevaba una camisa azul de seda abierta hasta el pecho y pantalones blancos. Por su apariencia, se diría que era un actor famoso.
—Mañana van a venir a cenar unos señores, una cena de negocios —dijo de pronto, y se detuvo para encender un cigarrillo y dar una calada antes de continuar—. Te agradecería que no te colgaras de la araña y que no te pusieras un vestido escandaloso, del estilo sin espalda.
—No tengo ningún vestido sin espalda —lo informó. Él esbozó una sonrisa de medio lado.
—¿Ni siquiera para escandalizar a la señora Kaede? —la provocó.
—En algún punto tengo que establecer los límites... —contestó ella a la defensiva sin darse por vencida. Sesshomaru miró el modo como sus manos jugueteaban con la tela del vestido.
—Me gusta tu pelo así como lo llevas, suelto —señaló, y dejó que sus ojos se deslizaran por la melena larga y algo despeinada de Kagome—. Es sexy.
Ella se ruborizó y se puso inmediatamente de pie.
—¿No tendríamos que entrar ya? —preguntó. Él también se levantó lenta, perezosamente, y fue hacia ella. Se movía con la agilidad y la elegancia de un jaguar.
—¿Me tienes miedo? —dijo acercándose a Kagome—. ¿Por qué?
Ella se retiró y se encogió de hombros mientras dejaba escapar una carcajada.
—Miedo no. Simplemente, tengo cuidado. A veces haces que me sienta acorralada.
—¿Yo? —dijo él pensativamente mirándola desde arriba—. Qué reacción tan interesante.
Kagome lo miró a su vez.
—Creía que esta noche tenías una reunión.
Él soltó una risotada.
—¿Estás tratando de librarte de mí, Kagome? Efectivamente tengo una reunión pero después de cenar.
—El trabajo ocupa la mayor parte de tu vida¿no? —señaló tranquilamente. Él asintió y se llevó el cigarrillo a los labios. Estaba mirándola, catalogándola, y aquello hizo temblar a Kagome.
—El remedio universal, ya sabes —respondió.
—¿Es que necesitas remedios? —contestó con brusquedad. Sesshomaru buscó los grandes ojos de Kagome.
—¿Y tú? —preguntó a su vez—. Pasas mucho tiempo sentada delante del ordenador para ser alguien que tan sólo publica una columna a la semana. ¿Te compensa?
—¿Cómo que si me compensa? —tenía que contener las ganas de salir corriendo.
—Por la falta de un amante —dijo sin rodeos y sonrió burlonamente al ver que los ojos verdes de Kagome casi se salían de sus órbitas.
Wolas de nuevo! Aqui tenemos el 6to capitulo y porfín estan ya en Shisuoka,...a partir de ahora las cosas iran mucho mejor y serñan más interesantes jajaja sombre todo entre la pareja principal...jajaja...bueno ya sabeis...sed buens y dejadme reviews porfa!
