Wolas! este fic esta basado en una historia de DIANA PALMER, una excelente escritora...com la historia me gustó mucho decidí hacer este fic, pero repito...la idea es de Hielo y Fuego, de Diana Palmer.

Los personajes le pertenecen a la genial Rumiko Takashi!


Ocho

Kagome y Sesshomaru apenas se dirigieron la palabra en la mesa del desayuno, y ella evitó mirarlo. No podría soportar la expre­sión de mofa que sabía que encontraría en su mirada. El recuerdo del beso de la no­che anterior estaba todavía demasiado re­ciente.

—¿A qué hora has dicho a tus invitados que vengan, cariño? —preguntó Izaioy a Sesshomaru mientras terminaban de desayu­nar y compartían una segunda taza de café.

—A las seis —contestó, y Kagome notó que la estaba mirando—. Lo que dije sobre su atuendo de esta noche iba en serio, se­ñora Takagashi. Si bajas esas escaleras vestida con algo escandaloso, yo mismo volveré a llevarte arriba.

Kagome no replicó. Mantuvo la mirada fija en su plato y oyó cómo la silla de Sesshomaru arañaba el suelo cuando éste la retiró para levantarse. Luego oyó un bufido y el ruido de pasos que se alejaban.

—Bueno, bueno —murmuró Izaioye mirando a Kagome—. ¿Qué está pasando aquí¿Habéis reñido?

Kagome levantó la vista y dio gracias por que Kikyo y Inuyasha no estuvieran por allí y no hubieran presenciado la escena.

—Podría decirse así —murmuró lacóni­camente. Dio un sorbo a su café—. ¡Es in­soportable!

—También su padre —la informó Izaioy. Sonrió con melancolía—. Pero yo lo quería con locura. Una vez averigüé por casualidad que, cuando estaba más furioso y más miedo daba, podía calmarlo sólo con poner mis brazos alrededor de su cuello.

Kagome se quedó mirándola fijamente.

—Preferiría dejarme matar antes que ro­dear el cuello de Sesshomaru con los brazos.

La anciana sonrió.

—¿De verdad¿No será que Sesshomaru te perturba?

Ella se movió, nerviosa.

—Me... me asusta.

—Sí, ya lo sé. También tú lo asustas a él. Nunca se había mostrado tan hostil con un invitado. Me doy cuenta de cómo se eriza cuando tú entras en la habitación; y siem­pre te sigue con la mirada.

Kagome parecía incómoda. Fue a aga­rrar la taza de café con demasiado ímpetu y casi la vuelca. Respiró hondo mientras la estabilizaba. Izaioy cubrió la mano de Kagome con la suya.

—No dejes que te asuste, Kagome. Es in­flexible, pero porque siempre ha tenido que serlo. Sin embargo, puedo asegurarte que nunca te haría daño deliberadamente.

Kagome estuvo a punto de discutir aque­lla última afirmación pero cayó en la cuenta de que había sido ella la que había provocado el violento enfrentamiento de la noche anterior. Y empezaba a pregun­tarse por qué. ¿Sería porque sabía que si lo hacía enfadar lo suficiente, la tocaría¿Era eso lo que deseaba que pasara?

—Está muy solo —siguió diciendo Izaioy.

—No es eso lo que me ha dicho —mur­muró Kagome con los ojos entrecerrados—. Me dijo que tenía que sacudirse a las mu­jeres, me ha insinuado que nunca le falta compañía en la cama —de pronto recordó con quién estaba hablando y se sonrojó. Izaioy sonrió con regocijo.

—Me preguntó por qué te habrá dicho algo así —murmuró—. Además, no es ver­dad. Desde que Kagura lo dejó..., mejor di­cho, desde que él la echó de casa, no ha tenido ninguna relación seria. Sí, claro, a veces sale con mujeres, no olvides que es un hombre, cariño. Pero no se implica emocionalmente, pone su corazón a buen recaudo. Y no ha dejado que ninguna mu­jer se acerque a él.

Kagome se quedó mirando con preocu­pación el líquido negro que llenaba su taza.

—¿Puedo preguntar por qué su esposa... se marchó?

Victorine sonrió con tristeza.

—No por la razón que podrías suponer —dijo amablemente—. Sencillamente, a Kagura le gustan los hombres. Creo que en medicina hay un término para denominar esa obsesión con el sexo. El orgullo de Sesshomaru sufrió mucho antes de que por fin se cansara y decidiera divorciarse —estu­dió detenidamente a Kagome—. Tu marido te trataba con crueldad en la cama ¿ver­dad? —dijo pausadamente y suspiró—. Pero, cariño, no todos los matrimonios son así. Tuviste una mala experiencia pero no debes dejar que eso arruine tu futuro. No debes, Kagome —extendió un bra­zo y le tocó ligeramente la mano—. Eres demasiado joven para dejar de vivir la vida.

Los grandes ojos de Kagome se encon­traron con los de Izaioy y ésta vio to­dos sus miedos.

—En mi vida, los hombres no han sido precisamente la flor y la nata —dijo con calma—. Lo que sé de mi propio padre es muy poco agradable, y mi marido fue otra decepción... —levantó la vista—. Supongo que no todos los hombres son unos mons­truos pero ¿cómo puedes distinguir a uno malo de uno bueno antes de haber empe­zado a vivir con ellos? —murmuró con tris­teza—. Yo creía que Kouga era el mejor del mundo. Si no puedo confiar en mi propia capacidad para juzgar a los demás, enton­ces ¿cómo voy a dar crédito a mis impre­siones sobre una persona?

Izaioy parecía preocupada.

—Tienes que aprender a confiar de nue­vo —dijo—. Ya sé que es más fácil decirlo que hacerlo pero quizás averigües que surge de manera natural cuando conozcas al hombre adecuado.

Kagome suspiró y terminó su café. Son­rió con timidez.

—Nunca había hablado de esto con na­die. Excepto tal vez con Kikyo.

—Me halaga que me lo digas. ¿Y tu ma­dre?

—Murió al dar a luz a Kikyo. Apenas la re­cuerdo. Nos crió mi abuela McPherson, una anciana muy estricta. Le interesaba más inculcarnos disciplina que darnos afecto —suspiró y esbozó una sonrisa—. La queríamos pero en toda nuestra vida Kikyo y yo sólo nos hemos tenido la una a la otra...

Izaioy la miraba con una expresión rara, atenta, vigilante.

—¿McPherson? —murmuró.

Kagome deseaba haberse mordido la lengua. ¿Y si Izaioy había descubierto su verdadera profesión? El apellido de su abuela era el que utilizaba como seudóni­mo para firmar sus novelas.

—¿Ocurre algo? —preguntó mientras es­tudiaba el rostro de la madre de Sesshomaru. Izaioy se encogió de hombros.

—Me he quedado pensando dónde he oído antes ese apellido —se rió—. Y como tu cara me resulta tan familiar... Bueno, en fin, me imagino que todos nos parece­mos a alguien¿no?

—Sí, supongo que sí —fue la respuesta de Kagome aliviada de poner fin a aquel asunto.

—Me gusta tu hermana —comentó Izaioy—. Me gusta cómo actúa Inuyasha cuando está con ella. Se muestra muy protector, muy capaz..., muy diferente del Inuyasha de antes, que siempre estaba esperando la aprobación de Sesshomaru antes de actuar. Está muy cambiado.

—kikyo lo quiere mucho —observó Kagome—. Nunca la había visto así de feliz. Po­bre Kikyo, era siempre la que pagaba el mal carácter de Kouga pero estaba obligada a quedarse con nosotros porque no tenía adónde ir. Desde que ha conocido a Inuyasha la veo reírse, jugar, bromear... Creía que ya se había olvidado de cómo se hacían esas cosas.

Izaioy parecía pensativa.

—Y eso mismo podría decirse también de ti¿no? —planteó con delicadeza—. Siempre estás trabajando, a todas horas. ¿No serás como esos novelistas frustrados que están siempre escribiendo la novela del siglo pero que nunca la terminan? Va­mos, confiesa. ¿Escribes novelas?

Kagome se echó a reír a carcajadas.

—Muy bien, de acuerdo. Sí, escribo no­velas.

—¡Lo sabía¿Qué tipo de novelas¿de misterio?

—Sí —mintió Kagome—¿cómo lo ha adi­vinado?

La madre de Sesshomaru se rió.

—No lo sé, se me ha ocurrido de repente. A mí personalmente, lo que me gusta son esos novelones de tipo histórico con histo­rias románticas y un poco picantes. Los de­voro —estudió a Kagome con ojos pensati­vos—. ¿Tú también lees ese tipo de libros?

—No, no, son demasiado sugestivos para mi gusto —mintió Kagome pidiendo perdón por engañar a su anfitriona.

—Ah, ya —Izaioy bajó la vista hacia su café pero en su boca se dibujaba una sonrisa apenas disimulada.

—Sesshomaru no quiere que Kikyo y Inuyasha se casen —dijo Kagome sin percatarse de esa sonrisa.

—Sí, estoy al tanto —Izaioy se acabó el café—, pero se le pasará. Todo lo que ne­cesita para cambiar de opinión es conocer más a Kikyo y verla con inuyasha. Lo que pasa es que Sesshomaru es contrario al matrimonio. Es muy protector con Inuyasha y no quiere que cometa un error. Su experiencia en ese terreno lo amargó mucho, igual que a ti. Pero se le pasará.

Kagome suspiró.

—Espero sinceramente que tengas ra­zón.


Wolas! Aqui os traigo el octavo capítulo jajaja Esto se pone interesante...Izaioy sabrá el secreto de Kagome? Muahahahah eso no os lo diré Bueno quería agradecer a:

padilla-chan, leg, papallona, kuraudea, Ai-chan4, goshiy y a tods los ke leeis mi fic pero eso si, haber si me dejais reviews !